En Plaza Cataluña ya somos miles. Hemos tomado el centro de la ciudad. Lo hemos hecho nuestro, y con nuestra determinación hemos abierto una rendija de indignación en el muro del consentimiento y la resignación social.
Ahora sólo tenemos dos opciones: dejar que esta grieta se cierre, perdiendo una oportunidad única para un verdadero cambio social, o bien abrirla tanto cómo podamos, ensanchándola hasta que afecte los
fundamentos de la miseria y la explotación.
Si queremos llegar a algún lugar, si queremos que todo aquello que despreciamos y denunciamos desaparezca, hay que traspasar los límites de la plaza. Hay que traspasar los límites de la misma legalidad que ayer
nos decía que no podíamos ocuparla, y hoy nos dice que no podemos salir, que no podemos tocar la normalidad que la rodea.
Hace falta desobedecer la voz del Poder cuando nos dice que cortar una calle es violencia mientras corta vidas humanas con paro y explotación, cuando nos dice que enfrentarse a la policía es violento mientras tortura inmigrantes y disidentes a las comisarías, cuando nos dice que atacar un banco es violento mientras deja familias enteras en la calle para no poder pagar la hipoteca.
Hace falta desobedecer, porque ninguna revolución se ha hecho nunca respetando las leyes de los poderosos. Hace falta desobedecer, porque lo más violento de todo no sería continuar actuando ilegalmente, sino dejar
pasar la oportunidad de acabar de una vez por todas con todos los abusos, con toda la violencia masiva que esta sociedad produce.
Hay que tomar las calles, hay que extender la revuelta a todos los barrios y a todos los ámbitos.
No queremos sólo una plaza, queremos toda la ciudad.
No queremos sólo una plaza, queremos toda la ciudad.
# Anónimo
# Mayo de 2011, región ibérica.
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