No solo no creemos en sus repetitivas mentiras y eternas promesas de salvación popular. Tampoco las queremos. Despreciamos sus aspiraciones de gobierno y todas sus estrategias para administrar los cadáveres de la sociedad capitalista. Odiamos a todos los políticos, no solo a los “corruptos”, y a todo gobierno, no solo a las “dictaduras”.
Nuestros sueños no caben en sus urnas electorales. No queremos una “política” que nos permita elegir un nuevo gobernante, sino una que nos permita no tener ninguno y tomar el control de nuestras vidas aquí y ahora.
Estamos cansados de tener que repetirlo cada cinco años: las elecciones democráticas son una farsa.
¿Elecciones? Solo elegimos a un nuevo representante del mismo sistema. Un sistema que nos dice que nuestro acto político más importante, nuestro derecho a elegir, consiste en marcar un aspa en un pedazo de papel y que la democracia se basa en responder a una sola pregunta, cada cinco años. Con el voto lo único que se elige es a no elegir, elegir a otros, no a nosotros mismos.
Pero queremos poder elegir realmente. No elegir un candidato o un partido político que decida por nosotros. Queremos elegir cómo queremos vivir, y sabemos que es imposible hacerlo sobre un grupo de alternativas ya establecidas, a través de los métodos que ofrece este sistema. Contra este mundo que lo impide, para recuperar nuestra autonomía, necesitamos hacer de lo político algo creativo y cotidiano.
Hay algo peor que un gobierno de derecha: un gobierno de izquierda.
Los gobiernos de izquierda son una falsa oposición de los de derecha, pues ambos mantienen una relación simbiótica de interdependencia: se necesitan para hacer de la política algo aparentemente diverso y discutir quién hará funcionar mejor este sistema. En el fondo, son lo mismo: ambos aspiran a llegar al Estado, el monopolio de la violencia con sus policías y militares, y obedecerán las leyes impuestas por este sistema de relaciones mercantiles con sus fábricas y empresas.
El izquierdismo, y su retórica, acaparan cualquier expresión de descontento o pensamiento crítico, y lo confina hacia métodos tradicionales y reformistas de hacer política (legalismo, organizaciones “populares”, partidos políticos, nacionalismo, etc.), lo cual impide imaginar la construcción de relaciones y prácticas radicalmente diferentes a las oficiales.
No importa quién gane: todo seguirá siendo igual.
Alguien ganará las elecciones. No seremos nosotros. Habrá un nuevo presidente. Lo hayamos elegido, o no. Los medios hablarán de él, y de los valores democráticos. Habrá viejos aplausos y nuevas promesas. Pero el vacío de la vida social seguirá siendo el mismo: producir/comprar mercancías, volver al trabajo, o buscar uno, visitar un centro de diversión pagada; obedecer a los padres, al cura, al jefe, al profesor, al policía, al juez.
Alguien ganará las elecciones. Y podrá haber aumentos de salario, más empleos, mejoras en la educación, la salud y la seguridad. Es decir, el mejoramiento de las instituciones represivas que mantienen a las personas incapaces de escapar y cuestionar esta vida social: la oficina, la escuela, los fármacos, la policía.
La vida seguirá estando en venta, y tendremos que pagar para vivir, o morir de hambre. Y tendremos policías controlando nuestras calles, médicos controlando nuestro cuerpo, patrones controlando nuestro tiempo, prensa controlando nuestro pensamiento. Todo seguirá siendo igual. Y la democracia lo bendice. Los gobiernos no lo cambiarán. Lo tenemos que cambiar nosotros.
No basta con no votar o votar nulo: auto-organízate, practica la acción directa.
La transformación de nuestras vidas solo puede ser realizada por nosotros mismos, a través de la acción directa. Resolver los problemas uno mismo, solo o acompañado, en lugar de suplicar a las autoridades o confiar en que alguna institución externa lo hará. Cualquier acción que esquive las regulaciones y la representación para alcanzar sus objetivos es una acción directa.
Acción directa: ninguna acción es muy pequeña, ninguna acción es muy grande. Hágalo usted misma.
Todo lo que imagines puede convertirse en una acción directa, por lo que los escenarios y las formas en las que podrías usarla son innumerables.
Una acción directa puede sembrar una huerta comunitaria en un lote abandonado o defender un bosque tropical impidiendo la actividad de máquinas excavadoras. Puede ser usada para okupar edificios vacíos, para que los que no tienen vivienda tengan donde dormir, o para cerrar las puertas de las oficinas de alguna corporación. Puede organizar festivales de comida gratis en la plaza o planificar robos secretos en grandes almacenes de comida y supermercados. Puede publicar un periódico independiente o un programa de radio por Internet, o modificar en la noche los anuncios de publicidad de alguna empresa multinacional.
Estas formas de actuar son interesantes particularmente para quienes luchan en contra de las jerarquías y la opresión. Pero en una sociedad en la que el poder político, el capital económico y el control social están centralizados, algunas formas de acción directa son desalentadas, o prohibidas porque, a diferencia de las elecciones, realmente están cambiando significativamente nuestras vidas.
No tenemos nada que esperar. Nuestra vida es nuestra oportunidad.
# Perú, Junio de 2011. Anónimo
Nuestros sueños no caben en sus urnas electorales. No queremos una “política” que nos permita elegir un nuevo gobernante, sino una que nos permita no tener ninguno y tomar el control de nuestras vidas aquí y ahora.
Estamos cansados de tener que repetirlo cada cinco años: las elecciones democráticas son una farsa.
¿Elecciones? Solo elegimos a un nuevo representante del mismo sistema. Un sistema que nos dice que nuestro acto político más importante, nuestro derecho a elegir, consiste en marcar un aspa en un pedazo de papel y que la democracia se basa en responder a una sola pregunta, cada cinco años. Con el voto lo único que se elige es a no elegir, elegir a otros, no a nosotros mismos.
Pero queremos poder elegir realmente. No elegir un candidato o un partido político que decida por nosotros. Queremos elegir cómo queremos vivir, y sabemos que es imposible hacerlo sobre un grupo de alternativas ya establecidas, a través de los métodos que ofrece este sistema. Contra este mundo que lo impide, para recuperar nuestra autonomía, necesitamos hacer de lo político algo creativo y cotidiano.
Hay algo peor que un gobierno de derecha: un gobierno de izquierda.
Los gobiernos de izquierda son una falsa oposición de los de derecha, pues ambos mantienen una relación simbiótica de interdependencia: se necesitan para hacer de la política algo aparentemente diverso y discutir quién hará funcionar mejor este sistema. En el fondo, son lo mismo: ambos aspiran a llegar al Estado, el monopolio de la violencia con sus policías y militares, y obedecerán las leyes impuestas por este sistema de relaciones mercantiles con sus fábricas y empresas.
El izquierdismo, y su retórica, acaparan cualquier expresión de descontento o pensamiento crítico, y lo confina hacia métodos tradicionales y reformistas de hacer política (legalismo, organizaciones “populares”, partidos políticos, nacionalismo, etc.), lo cual impide imaginar la construcción de relaciones y prácticas radicalmente diferentes a las oficiales.
No importa quién gane: todo seguirá siendo igual.
Alguien ganará las elecciones. No seremos nosotros. Habrá un nuevo presidente. Lo hayamos elegido, o no. Los medios hablarán de él, y de los valores democráticos. Habrá viejos aplausos y nuevas promesas. Pero el vacío de la vida social seguirá siendo el mismo: producir/comprar mercancías, volver al trabajo, o buscar uno, visitar un centro de diversión pagada; obedecer a los padres, al cura, al jefe, al profesor, al policía, al juez.
Alguien ganará las elecciones. Y podrá haber aumentos de salario, más empleos, mejoras en la educación, la salud y la seguridad. Es decir, el mejoramiento de las instituciones represivas que mantienen a las personas incapaces de escapar y cuestionar esta vida social: la oficina, la escuela, los fármacos, la policía.
La vida seguirá estando en venta, y tendremos que pagar para vivir, o morir de hambre. Y tendremos policías controlando nuestras calles, médicos controlando nuestro cuerpo, patrones controlando nuestro tiempo, prensa controlando nuestro pensamiento. Todo seguirá siendo igual. Y la democracia lo bendice. Los gobiernos no lo cambiarán. Lo tenemos que cambiar nosotros.
No basta con no votar o votar nulo: auto-organízate, practica la acción directa.
La transformación de nuestras vidas solo puede ser realizada por nosotros mismos, a través de la acción directa. Resolver los problemas uno mismo, solo o acompañado, en lugar de suplicar a las autoridades o confiar en que alguna institución externa lo hará. Cualquier acción que esquive las regulaciones y la representación para alcanzar sus objetivos es una acción directa.
Acción directa: ninguna acción es muy pequeña, ninguna acción es muy grande. Hágalo usted misma.
Todo lo que imagines puede convertirse en una acción directa, por lo que los escenarios y las formas en las que podrías usarla son innumerables.
Una acción directa puede sembrar una huerta comunitaria en un lote abandonado o defender un bosque tropical impidiendo la actividad de máquinas excavadoras. Puede ser usada para okupar edificios vacíos, para que los que no tienen vivienda tengan donde dormir, o para cerrar las puertas de las oficinas de alguna corporación. Puede organizar festivales de comida gratis en la plaza o planificar robos secretos en grandes almacenes de comida y supermercados. Puede publicar un periódico independiente o un programa de radio por Internet, o modificar en la noche los anuncios de publicidad de alguna empresa multinacional.
Estas formas de actuar son interesantes particularmente para quienes luchan en contra de las jerarquías y la opresión. Pero en una sociedad en la que el poder político, el capital económico y el control social están centralizados, algunas formas de acción directa son desalentadas, o prohibidas porque, a diferencia de las elecciones, realmente están cambiando significativamente nuestras vidas.
No tenemos nada que esperar. Nuestra vida es nuestra oportunidad.
# Perú, Junio de 2011. Anónimo
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