"Si no estáis prevenidos ante los medios de comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido" (Malcom X)
La siniestra mentira del estado del bienestar ha terminado. Con este engaño el capital nos hizo creer que podíamos poseer todas las mercancías que deseáramos, sólo había que pedirlas, ahora se hace visible que esas mercancías son la cadena que nos ata a este esclavismo moderno.
El capitalismo tuvo una victoria contundente sobre el proletariado, pero no sólo una victoria militar, sino psicológica. Palabras como solidaridad o revolución fueron prostituidas hasta extremos nauseabundos; solidaridad se convirtió en "apadrina un niño", en Cáritas, en "cómprame esta postalina de Navidad para los niños de África", en resumen, en limosna. Mientras, la revolución pasó a ser un dentífrico, una lavadora, un televisor...
Hoy parece que, tímidamente, empiezan a sonar de nuevo los tambores de la guerra de clases, aunque sólo es el comienzo, ya que la propaganda del sistema está tan arraigada en nuestras mentes que obstaculiza una lucha real.
Hasta que no nos desprendamos de los complejos e ideologías que nos ha creado el capital, no será posible empezar a luchar por nuestra liberación.
Cuando se condenan los actos "violentos" de los manifestantes, se está justificando toda la violencia del capitalismo, empezando por la manipulación a la que somos sometidos por sus medios de propaganda.
Violento es quien defiende un banco, pues está defendiendo a quien nos roba la vida, una vida que no hemos tenido oportunidad de vivir, porque la hemos perdido enriqueciendo a los amos del mundo.
Violento es quien justifica a la policía diciendo que "son personas, sólo hacen su trabajo", mientras abren cabezas y bañan las calles de sangre.
Mientras no reconozcamos la violencia, no sólo física, del capital, nada cambiará.
Cuando se habla de democracia, parece que es la más alta meta, el único de los sitemas posibles; se pone como ejemplo la democracia en la antigua Grecia, obviando que allí había lo que a la mayoría de nosotros nos hubiese tocado ser, esclavos cuya vida no valía absolutamente nada más que las piezas de oro que por ellos pagaban.
Mientras no asumamos que la democracia no es más que otro engranaje de la maquinaria del capitalismo, que se engrasa con nuestra sangre y nuestro sudor, nada cambiará.
Cuando se dice que no se puede insultar a políticos, empresarios, sindicaleros... por temor a qué dirán los periódicos, aunque de sobra se sepa que no van a salir, se olvida que los medios de comunicación no son tal, sino el órgano de propaganda de la dictadura del capital. Se llega al tremendo despropósito de atreverse a hablar de un capitalismo más humano, comparable a una tortura más placentera, a un asesinato menos mortal.
Hasta que no comprendamos que bajo el yugo del capitalismo otro mundo no es posible, nada cambiará.
Sólo cuando nos demos cuenta y hagamos nuestro que la solidaridad no es limosna, que la lucha no tiene nada que ver con mendigar al poder establecido pequeñas o grandes reformas, que lo revolucionario no es un producto novedoso, sino la unión y organización de los oprimidos contra el opresor que les arrebata la vida y la dignidad, sólo cuando todo eso se asuma y la práctica así lo exprese, sólo entonces, las palabras lucha y solidaridad recuperarán todo su contenido histórico y les hará temblar de nuevo, sólo entonces podremos empezar a luchar por un mundo nuevo.
¡Uníos hermanos proletarios!
¡Lucha y solidaridad para destruir lo que nos destruye!
# Anónimo.
# Asturias, España. Julio de 2012.
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