Gilles Dauvé, 2014
Tierra y Libertad
 tiene una gran reputación en ámbitos militantes. El propósito de este 
material no es el de cuestionar esa reputación desde el punto de vista 
de un crítico de cine: el objetivo en este caso serán las cuestiones 
políticas y teóricas.
Tampoco nos centraremos en las cuestiones 
estéticas. Algunos favorecerán la ambigüedad en el arte, alejándose de 
novelas con un mensaje, creyendo que es con nobles sentimientos que la 
mala literatura se escribe (y probablemente la mala teoría también). 
Otros despreciarán el “arte por el arte”, y preferirán la ficción que 
relate hechos sociales sin tener grandes pretensiones.
No entraremos en esos debates. Esto es sólo sobre Tierra y Libertad, no sobre la filmografía de Ken Loach ni sobre sus posiciones políticas.
Primero, un breve resumen para aquellos que puedan no haber visto la película (estrenada en 1995).
Casi toda la narrativa es un racconto.
 Una joven mujer descubre el pasado de su recientemente muerto abuelo, 
David. En la década del 30, David, un joven trabajador, y miembro del 
Partido Comunista de Inglaterra, va a España a luchar contra Franco. 
Aunque originalmente su intención era integrar las Brigadas 
Internacionales, termina encontrándose en una pobremente equipada 
milicia del POUM en el frente de Aragón, junto a hombres y mujeres, 
voluntarios de toda Europa. Una de ellas es Blanca, una ardiente 
defensora del POUM. David se siente atraído hacia ella.
Cuando resulta herido, David va a Barcelona, donde 
se une a las Brigadas Internacionales. En mayo del 37, cuando el Estado 
republicano, apoyado por los stalinistas finalmente recupera el control 
de la ciudad y se libra de los elementos radicales, David primero toma 
el lado de las fuerzas gubernamentales, hasta que eventualmente rompe el
 carnet del partido y vuelve a su vieja compañía.
La milicia del POUM, mientras tanto, está en graves
 situaciones. Las Brigadas Internacionales primero le niegan cualquier 
apoyo militar, para luego forzar a que se desbanden (el POUM había sido 
prohibido acusado de agente del fascismo). En la lucha entre estas, 
Blanca es muerta a balazos.
Volviendo al presente en Inglaterra, en el funeral 
de David, vemos a sus viejos camaradas de armas en España. La película 
termina con un saludo con el puño en alto.
Como mostramos en este resumen, la película 
desarrolla eventos de gran importancia histórica pocas veces vistos en 
pantalla. Casos similares, como el film de Sam Wood, Por quién suenan las campanas,
 hecho en 1943 cuando Rusia y Estados Unidos luchaban juntos frente a 
Hitler, presentó al campo antifascista como un frente unido, en sintonía
 con la novela de Hemingway que inspiró la película. La temática de Tierra y Libertad es una que raramente se trata en el cine.
El problema es que, en vez de problematizar e 
instar al debate crítico sobre esos eventos, los narra de una manera en 
la cual fuerza conclusiones sobre nosotros como si fueran autoevidentes,
 y en última instancia evade el debate político.
Esto no quiere decir que el film carezca de debate.
 Todo lo contrario. Una de las escenas más largas (12 minutos) de la 
película, y una de las más importantes, según Loach mismo, describe una 
discusión sobre la colectivización de la producción en un pueblo 
liberado por la milicia del POUM. ¿Debe la colectivización darse 
inmediatamente o no? Un estadounidense argumenta que la guerra contra 
Franco debe ser prioritaria, y recomienda a los pobladores que no tomen 
medidas radicales que impidan que las democracias capitalistas apoyen a 
la República en su esfuerzo antifascista. En cambio, un voluntario 
alemán propone que la guerra y la revolución deben ir de la mano. La 
reunión eventualmente se decanta por la colectivización. 
Esta escena está claramente en el núcleo de la cuestión.
Mirar un film, sin embargo, es diferente a leer y 
elegir posiciones políticas sobre papel. El observador se enfrenta a una
 pantalla: los personajes actúan en una sucesión de escenas, y la forma 
en la que cada escena toma relevancia depende de qué ha sido mostrado 
antes y después al espectador. En este caso, la discusión “guerra versus
 revolución” o “guerra más revolución” tiene sentido solo en relación 
con la totalidad de la trama, y especialmente con la escena donde el 
conflicto entre la milicia y el ejército regular explota en violencia y 
sangre. Ciertamente, la oposición entre esos dos grupos es central para 
la película: por ende, la impresión y el recuerdo que nos queda proviene
 directamente de la manera en la que son caracterizados.
Por un lado, la milicia del POUM se nos muestra 
como llena de vida y cálida. Una unión fraterna, donde cada miliciano 
tiene y mantiene su personalidad. También las milicianas, ya que no es 
una milicia excluyentemente masculina. Blanca no es solo bonita, cumple 
una función importante, política y emocionalmente. Por el contrario, en 
Por quién suenan las campanas, el personaje principal femenino, María, 
es una víctima, no una protagonista activa. Por el otro lado, el 
ejercito republicano, ahora “profesional”, es caracterizado como una 
masa de brutales y no diferenciables uniformados. Entre sus oficiales, 
observamos al americano que veíamos argumentar contra la 
colectivización.
Como todo el drama está visto (y narrado) desde los
 ojos de un buen muchacho, somos llevados a identificarnos con un grupo 
(el grupo al que este muchacho pertenece), y contra el otro: un poco 
debido a lo que estos grupos representan y mucho más debido a como 
lucen.
Imaginémonos un film soviético antitrotskista hecho
 a fines de los 30 (los stalinistas denunciaron al POUM como trotskista,
 lo cual no era: Trotsky fue abiertamente crítico hacia el 
involucramiento del POUM en el Frente Popular). Nos mostrarían por un 
lado a un pelotón de las Brigadas Internacionales donde socialistas, 
comunistas y demócratas pelearían como hermanos. Nos encariñaríamos con 
tres o cuatro de ellos, de diferentes países, con diversos pasados y 
personalidades, con algunos roces menores que se resolverían hacia el 
fin. Los veríamos peleando, cocinando y divirtiéndose. Gente decente y 
elocuente.
Del otro lado, se nos presentaría a una banda 
salvaje armada, incapaz de tener una conversación política coherente. Si
 el guionista se preocupara por la caracterización, nos mostraría a uno 
de ellos emborrachándose, a otro mirando el reloj que le robó a un 
burgués y a un tercero escapando con el dinero del grupo.
Con la misma lógica que en Tierra y Libertad,
 solo que de forma invertida, la historia nos sería contada desde las 
memorias de un joven e inocente trabajador. Hacia el principio tendría 
inclinaciones anarquistas pero, mientras la trama se va desarrollando, 
se convertiría gradualmente en amigo del camarada Stalin. En resumen, el
 primer grupo sería imbuido de lo que reconocemos como las virtudes de 
la humanidad, el segundo con los signos de la malicia. ¿Por quién sería 
llevado a simpatizar el espectador? Esto sería Tierra y Libertad invertida: Propaganda stalinista en lugar de antistalinista.
Lo malo de la propaganda no es solo que nos miente.
 Los propagandistas además nos mantienen pasivos: presumen que nos dan 
alimento para nuestro pensamiento, pero solo nos dan basura 
preprocesada.
La publicidad y la propaganda tienen mucho en 
común. Aunque la propaganda suele lucir pobre y cruda en comparación a 
las habilidades imaginativas de los spots publicitarios, los 
propagandistas usan técnicas similares. Un comercial de TV liga el 
producto que promociona con la imagen de algo que al potencial comprador
 se sabe de antemano que le gusta: un auto se mostrará junto a una 
familia feliz, comida para mascotas con un alegre gato jugando, una 
loción corporal con una modelo de pasarelas, etc. Funciona bajo el 
principio de la manipulación emocional. Asimismo, la propaganda nos da 
un signo positivo hacia lo que quiere que creamos, y uno negativo hacia 
lo que deberíamos rechazar. Esto es lo que la oposición milicia/ejército
 es en esencia en Tierra y Libertad: una confrontación entre los buenos y los malos.
En los 70, algunos críticos de cine atacaron a lo que denominaban ficción de izquierdas. Este género consistía en tomar prestados los códigos del cine mainstream para aplicarlos a otros de contenido antiburgués o antiestablishment.
 Como en los filmes detectivescos, el investigador iría desnudando la 
trama de un crimen, solo que esta vez el perpetrador sería un criminal 
social o político. El personaje principal, un buen hombre aunque con sus
 contradicciones, sería un periodista de investigación, un trabajador, 
un policía honesto, un “hombre de la calle”, haciendo lo mejor que puede
 contra los militares fascistas, un violador, policías racistas, un 
político corrupto o un patrón explotador. Como en una moderna moralidad 
(género teatral), los personajes personifican actitudes y grupos, y el 
protagonista principal representa a la humanidad (por ende a la 
audiencia) y actúa en su lugar. Mientras la trama se desarrolla, el 
héroe y el espectador desenmascaran la indecencia y la infamia de la 
sociedad actual. En ocasiones el film logra esto aun sin una búsqueda ni
 un héroe: la moral implícita de la historia es tan clara que no hay 
necesidad de corregir lo malo. 
Aquí hay dos buenos ejemplos:
Z 
(1969): en un país no especificado (aunque todos entendemos que se trata
 de Grecia), un obstinado juez da luz sobre el asesinato de un primer 
ministro de izquierda por oficiales del ejército. La confesión (1970): en 1952, un ministro del gobierno checo es arrestado bajo cargos falsos y obligado a confesar.
Ambas fueron dirigidas por Costa–Gavras e inspiradas en eventos reales (en La confesión
 está el juicio montado narrado luego por Artur London). Ambas fueron 
grandes éxitos comerciales y de crítica. Una atacaba a los fascistas, la
 otras a los stalinistas.
Pero, ¿cuánto clarificaron estas bien hechas 
películas acerca de la dictadura de los coroneles en Grecia entre 
1967–1974 o sobre los regímenes burocráticos en Europa Oriental? Poco o 
nada, ya que el desarrollo histórico se reduce a una lucha entre héroes y
 villanos.
El lector objetará que Ken Loach dista mucho del mainstream
 Costa–Gavras: ¿no está su cine guiado por una perspectiva de clase? De 
acuerdo, pero hay mucho más que el análisis de clase. Las ideas que 
subyacen en un film, y más aún el punto político que trata de 
desarrollar, solo existen en relación a la forma en que su escritor o 
director nos la muestran. Siempre que el arte esté involucrado, la forma
 importa como mínimo igual que el contenido. Para entender integralmente
 la significancia histórica de Dickens o Zola, uno no puede contentarse 
solo con entender sus explicitas “ideologías”, también debemos 
interiorizarnos en la forma en que esos autores populares logran 
construir su apoyo y aprobación. ¿Cómo se relacionan con el lector? 
¿Cuánto lo dejan situarse a sí mismo en la lectura? De hecho, autores 
como Zola o Dickens usan códigos y patrones que dejan muy poco espacio a
 una crítica distante y reflexiva. Lo que es claro en los libros se 
aplica aún más en las películas, ya que el cine apela más directamente a
 los sentimientos y emociones que otras formas de arte, puesto que su 
capacidad de manipulación es mayor.
Tierra y Libertad
 hace un gran uso de eso. Para enviar su mensaje a la audiencia, Ken 
Loach envía las señales adecuadas. Es cuidadoso al no presentarnos a un 
protagonista que entiende todo desde el principio. David va a España 
como un dedicado pero crédulo antifascista, con una creencia ingenua en 
el PC y la Unión Soviética. Es lo que millones de trabajadores en todo 
el mundo solían ser, ingenuos tal como quizás lo es el espectador 
promedio de la película. Solo paso a paso y tras dolorosas experiencias,
 incluyendo la perdida de la mujer que ama, podrá ver la verdad que 
nosotros los espectadores reconocemos gracias a él. España habrá sido 
una tierra de iniciación tanto para David, como al mismo tiempo para 
nosotros.
El problema es que nuestra conciencia no se genera 
al analizar y criticar diferentes opciones y posiciones. Ya que todo nos
 hace identificarnos con David, con sus sucesivas actitudes, sus dudas y
 sus certezas finales, se nos deja solo con una forma de pensar. Además,
 y como en muchas otras películas, el proceso por el cual empatizamos es
 más efectivo cuando nos podemos identificar con un individuo que dista 
de ser el prototipo de héroe de acción, que luce y actúa como tú y yo. 
El antihéroe es la forma más común de héroe de nuestros días, sea que 
prefieras a Loach o a George Lucas.
Algunos amigos me han dicho: «Tierra y Libertad
 puede tener sus debilidades, pero tiene el considerable mérito de 
mostrarnos los conflictos que existieron dentro del bando republicano, 
especialmente las revueltas de mayo del 37, en un film destinado a una 
audiencia masiva: por ende, ayuda a clarificar históricamente e incita 
al observador a aprender más por sí mismo». Este argumento esta errado 
por una serie de razones.
Primero, hacer conocer los eventos de mayo de 37 
tiene una diferente significancia en 1937 que 70 años luego. Orwell, 
cuya experiencia en España fue similar a la de David, tuvo una gran 
dificultad para ver su libro Homenaje a Cataluña
 publicado. Algunas de las 1500 copias publicadas en 1938 todavía no 
habían sido vendidas cuando una segunda edición salió en 1951. Cuando 
Orwell murió en 1950, solo había una sola traducción (en italiano). La 
edición americana apareció solo en 1952, la francesa en 1955. Desde 
entonces, el libro se ha convertido en parte del trasfondo cultural de 
gran parte de las personas políticamente involucradas o educadas de 
occidente. Solo el seguidor de Ken Loach puede tener conocimiento previo
 de las luchas “intestinas” o “fratricidas” entre stalinistas y 
anarquistas durante la guerra civil. Es cuando menos dudoso que el film 
esclarezca algo al espectador promedio. A él se le muestra un conflicto 
entre protagonistas que permanecen extraños. POUM, CNT, trotskistas, 
comunistas, ¿Qué significa todo eso? Y ¿Qué diferencia hay entre 
comunistas y stalinistas? Todo lo que el espectador recordará es que los
 derrotados (POUM y anarquistas) tenían la razón pero que eso no fue 
suficiente para hacer algo con ella, y que los stalinistas ganaron… 
hasta que Franco ganó. Afortunadamente la historia ya pasó de página: el
 totalitarismo ya terminó, en sus versiones fascistas y stalinistas. 
Franco está muerto y también lo está la URSS (una vez más y en relación a
 la diferencia entre comunismo y stalinismo, continua la confusión, el 
stalinismo se muestra simplemente como una mezcla de autoritarismo, 
militarismo, decepción y mentiras). Las escenas de lucha callejera de 
mayo del 37 tampoco nos aportarán mucho.
En segundo lugar, ¿Qué es lo que podemos entender 
al identificarnos con una forma de bien frente a una del mal? Si tomamos
 la lección seriamente, debemos prepararnos para pelear (incluso en una 
guerra) contra un enemigo caracterizado como un villano absoluto, contra
 quien cualquier medio, aún aquellos que suelen verse como inaceptables,
 como la tortura o los asesinatos extrajudiciales, aparecerían como un 
mal menor. Cuando lidiamos con aquellos que hacen volar a inocentes en 
una estación del subterráneo, todo parece permitido. «Un terrorista es 
alguien que tiene una bomba pero no una fuerza aérea», escribía William 
Blum. Ken Loach ciertamente no apoya la “Guerra contra el terrorismo”, 
pero la lógica binaria de Tierra y Libertad es compatible con cualquier versión de malmenorismo.
Tercero y más importante, el film elude las cuestiones políticas importantes de la guerra en España:
Básicamente, para la Izquierda comunista 
(principalmente para la “italiana” pero también para la 
“germano–holandesa”) desde el momento en que los proletarios aceptaron 
combatir al fascismo bajo el liderazgo del estado democrático, estaban 
perdidos de dos formas distintas, primero perderían las victorias y 
reivindicaciones que habían obtenido de la burguesía hasta el momento, y
 luego perderían la batalla militar antifascista. La posición de la 
izquierda comunista fue y continúa siendo la de una pequeñísima minoría.
Sin embargo, si uno no toma esta posición, si uno 
cree que Franco solo podría ser destruido por la acción de una fuerza 
armada efectiva, apoyada por todas las tendencias democráticas de la 
población, incluyendo a la burguesía, entonces ¿quién está en lo 
correcto? ¿La pequeña milicia del POUM cuya única fuerza se deriva de su
 experiencia proletaria y su actividad insurgente? ¿O una fuerte y 
estructurada maquinaria militar, popular y moderna al mismo tiempo, que 
no tiene miedo de hacer uso de la disciplina, ni de incorporar oficiales
 conservadores siempre y cuando luchen por la república contra el 
fascismo?
Tierra y Libertad
 no se posiciona respecto a esa cuestión. De hecho no se posiciona en 
prácticamente nada, solo nos hace sentir empatía por la gente común 
frente a los poderosos. No esta mal… pero no hace nada por expandir 
nuestra conciencia.
Este no es el lugar para proponer otra versión de 
la historia. Digamos solamente que en 1937, cuando la contrarrevolución 
prevaleció en todo el mundo, incluyendo en España, buscar una forma 
revolucionaria de luchar contra el fascismo era como intentar cuadrar el
 círculo. La victoria del ejército regular contra las milicias, y 
finalmente su derrota contra Franco, eran inevitables. Como escribió 
Orwell unos años después:
«Las milicias del gobierno español durante los 
primeros seis meses de la guerra —el primer año en Cataluña— eran un 
ejército genuinamente democrático, pero eran un tipo primitivo de 
ejército, solo capaz de acciones defensivas (…). Pero si se quiere 
eficacia militar en el sentido tradicional, no hay forma de escapar del 
soldado profesional, y mientras que el soldado profesional este en 
control, él se encargara de que el ejército no sea democratizado. Y lo 
que es verdad entre las fuerzas armadas también lo es de la nación como 
un todo: cada aumento de la fuerza de la maquinaria militar significa 
más poder para las fuerzas de la reacción» (Democracia en el ejército británico, septiembre de 1939)
Un ejército democrático no es a lo que apuntamos. 
Además, las milicias no eran tan “primitivas” como Orwell sugiere. 
Cualquiera sea el caso, el film de Ken Loach ni acuerda ni desacuerda. 
Esquiva el asunto. El problema de Tierra y Libertad
 es que nos deja con la impresión de que más allá de las condiciones de 
la época (con un estado burgués con las riendas del poder), las milicias
 como la que caracteriza el film pudieran haber resistido contra Franco.
Tierra y Libertad
 no es criticable porque sea un film con un mensaje, sino porque 
pretende educarnos mientras nos entretiene con verdades masticadas. Su 
hilo narrativo no es tan diferente de la típica producción de Hollywood 
con sus buenos chicos, sus loquillos, su muchacho honesto que entra en 
la adultez, pierde la inocencia y un poco el rumbo hasta que vuelve a la
 senda correcta. Todas estas características de la ficción mainstream se encuentran en Tierra y Libertad,
 sin olvidar a la inteligente y bella chica que muere por el héroe: la 
muerte trágica de Blanca es el paso final en la ruptura de David con el 
stalinismo. El film piensa por nosotros. Nos muestran a un héroe 
positivo que sirve de ejemplo para nuestra propia conducta. David 
aprende su lección duramente en 1937, la narración de su toma gradual de
 conciencia, su pérdida de ilusiones acerca del PC, nos instruirá 60 u 
80 años después. Todo se nos muestra a través de los ojos de David, 
cualquier otra ventana a la realidad está cerrada para nosotros. David 
se enfrenta a una sucesión de elecciones que son de hecho impuestas 
sobre él, y estamos atados a suscribir a sus (forzadas) decisiones ya 
que cada miembro de la audiencia se identifica con él. De hecho, ese es 
exactamente el propósito de focalizar todo en un héroe positivo (un 
observador crítico debería de rechazar el film en su totalidad, así como
 un fanático stalinista… pero estas son especies en extinción). En lugar
 de tomar control de su comprensión, el espectador se ve empujado a 
permanecer pasivo.
Aunque pueda ser interesante hacer un análisis de 
otros films de Ken Loach (incluyendo sus documentales), este texto no es
 sobre él en general, es tan solo una pequeña intromisión en la práctica
 de la propaganda. (Por ejemplo, si el método usado en Tierra y Libertad también puede ser visto en El viento que mueve la cebada (2006), no lo es así en Miradas y sonrisas (1979))
La autonomía —tanto individual como colectiva— no 
es claramente la llave para todo, pero es una condición necesaria en una
 lucha consistente para la emancipación humana. Por ende, no puede haber
 ninguna actividad de propaganda “útil”. La autoempoderación es 
incompatible con el control de las emociones, los héroes positivos, los 
modelos a seguir, y las conclusiones inducidas. Nada es obvio. La 
alienación no puede combatirse con medios alienados.
Original extraido de: http://www.troploin.fr/node/82
Traducido por la Biblioteca Ghiraldo (Argentina) para el ciclo: «A 80 años de la Revolución Social en España», realizado entre julio y agosto de 2016. En PDF
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