domingo, 20 de octubre de 2019

Comentarios sobre Cataluña


Lo ocurrido en los últimos cinco días en Barcelona, Girona, Lleida y Tarragona demuestra que por aquí está pasando algo parecido a Hong Kong: una protesta que empieza con objetivos nacionalistas y demócratas, da lugar, también, a una revuelta contra la represión y la injusticia.
 
Lo que sucede aquí no tiene el carácter de clase, proletario, que tienen las luchas en Chile o Ecuador, pero no todo está canalizado por el reformismo, por el movimiento que pretende un gobierno autónomo catalán.
 
La irrupción de una generación muy joven, llena de amor y de rabia, transformó las ciudadanas movilizaciones independentistas en llamas contra el poder. Si uno se acerca a las noches de fuego, enseguida constata que son miles y miles detrás de cada barricada, que los hay muy jóvenes (15, 17, 19, 21 años) y que en muchos casos son demasiado temerarios, manteniéndose de pie frente a los disparos de balas de goma. También, que hablan castellano o catalán, indistintamente, y que la fraternidad de la calle les hace tener una actitud abierta a todo tipo de consignas y cánticos. Se mezclan las proclamas de independencia, con las que condenan el ataque de Turquía, el “gobierne quien gobierne, seremos ingobernables” o “quien sembra miseria, recoge rabia”. Aunque a decir verdad, una vez entrada la noche, cánticos hay pocos, lo que hay es una intensa sensación de estar haciendo historia y de que esto va para largo.
 
Quienes impulsan y protagonizan los disturbios son una pequeña minoría de los miles que hay detrás, pero estos los sostienen, arropan e imitan simbólicamente, tapándose la cara aunque estén a cuatro calles de los enfrentamientos, sentados en una acera.
 
De lo ocurrido hace dos años, se puede escuchar la entrevista radial de entonces, a continuación son solo apuntes urgentes de lo sucedido entre el 14 y el 19 de octubre y, sobre todo, en la ciudad de Barcelona.

Invasión del aeropuerto
La primera respuesta a la sentencia del frente independentista (en el que caben casi todas las organizaciones de esa corriente) fue tratar de bloquear el aeropuerto. Esta acción estaba coordinada por una nueva plataforma que se llama Tsunami Democràtic y se caracterizó por la innovación tecnológica. A través de una aplicación que uno puede bajarse del móvil (previa contraseña que te da alguien de confianza) pasas a ser un activista en el que se te va informando de las necesidades del movimiento, sobre todo, las que están a un quilómetro a tu redonda: “falta gente en tal lugar, están cargando en tal otro”. Inclusive los coordinadores del asunto, al constatar que hay cientos de personas en un lugar, pueden improvisar una acción cerca de allí y sorprender a las fuerzas represivas.
 
Ese día, se bloquearon las carreteras y vías de camino hacia el aeropuerto, consiguiendo que se cancelaran más de veinte vuelos. Las miles de personas que ese día pusieron su cuerpo en esa acción, casi íntegramente, tenían un sentimiento catalanista o antiestadoespañol. Es necesario saber que son muchos los que manifiestan haberse hecho independentista a partir de los porrazos vistos o recibidos el 1 de octubre de 2017.  
 
Cuando Tsunami Democratic dio por concluida su exitosa acción, llamó (vía aplicación) a abandonar el aeropuerto. Sin embargo, había muchísima gente que acababa de llegar (muchos de ellos caminando cuatro, cinco, seis o más quilómetros) y decidió quedarse. También se quedaron muchos independentistas radicales, por llamarlos de alguna manera. Independentistas convencidos de que los métodos, únicamente, pacíficos se mostraron extremadamente limitados y que la esperada censura hacia el gobierno español, por parte de los gobiernos más poderosos del mundo, quizá nunca llegue. “Vosotros lo hicisteis a vuestra manera y no funcionó, ahora dejadnos hacer a nosotros”. Resistieron en el aeropuerto y fueron baleados con goma dura. Son los mismos independentistas que hubieran querido que, tras el éxito del referéndum del 1 octubre, el gobierno catalán hubiera proclamado la independencia, se hubiera atrincherado en el Parlament y que ellos, en una especie de Maidan (Ucrania) lo rodearan y defendieran.

Las noches de fuego
Tras lo del aeropuerto, se generalizó la rabia contra la brutalidad empleada esa noche por los cuerpos policiales, catalán y español (jóvenes apaleados, gaseados, con pérdida de ojo o dientes). También por las recientes detenciones de militantes de los Comités de Defensa de la República (CDRS), acusados de terrorismo.
 
Cuando se convocaron (sobre todo por parte de estos mismos CDRS) manifestaciones para las tardes del 15, 16 y 17 de octubre, acudieron tanto integrantes del movimiento independentista (tanto del pacífico como del radical) como mucha otra gente indignada. Llegada la noche, los que se quedan impulsando los disturbios son los independentistas radicales y muchos jóvenes hastiados de la sociedad capitalista. También están quienes hace años se enfrentan en Barcelona al sistema capitalista, “los antistema de siempre” en palabras del Conseller (Ministro de Interior catalán). Quienes a pesar de su larga experiencia en la resistencia en desalojos y ataques a comisarías y bancos, se sorprenden por la determinación de esos nuevos compañeros de barricada. Se extrañan de que casi el único objetivo de sus vecinos encapuchados sea la policía y levantar e incendiar contenedores para cerrar la calle. Miran incrédulos los escaparates intactos de inmobiliarias.
 
La policía catalana también está sorprendida por la nuevas formas de actuar: “es como si no nos tuvieran miedo, atacan nuestras furgonetas e intentan volcarlas, consiguiéndolo en dos ocasiones”.

Marchas por la dignidad, huelga y noche de rabia
El 18 de octubre, en otra de las acciones convocadas por Tsunami Democratic, decenas de miles de personas llegaron a Barcelona desde pueblos y ciudades, más o menos, lejanas. En Cataluña se había convocado una huelga general y manifestaciones por la tarde. En Barcelona, salieron a la calle más de medio millón de personas. Desconvocadas las manifestaciones, los CDR convocaron una acampada prolongada en Gran Vía que desconvocaron al comprobar que más de diez mil personas se mantenían tras las barricadas en llamas, frente a los cordones policiales. Esta desconvocatoria a última hora señala el grado de autonomía que tienen quienes protagonizan los disturbios. Ayer, especialmente, contundentes, sobre todo, por el número de encapuchados corriendo de aquí para allá. Policías y políticos aseguran que nunca habían visto algo así. La quema y destrozo de comercios, durante la huelga general de marzo 2012, fue declarada la jornada más violenta desde la Guerra Civil, pero casi todos apuntan que lo de anoche fue más contundente.
 
En las cuatro principales ciudades catalanas, y en las últimas cuatro noches, hubo más de cien agentes heridos, ochocientos containers de basura quemados, doscientos vehículos policiales con serios desperfectos. Fue, especialmente, sorprendente, el uso de containers (casetas de obra) para cortar la calle y el de picos de obra para romper la acera a trozos y tener proyectiles. También el uso de pirotecnia, clavos cruzados para pinchar ruedas, bolas de acero tiradas con tirachina y los tradicionales, pero muy pocos vistos por estos lares, cócteles molotov. 
 
La represión también volvió a ser brutal, pérdida de testículos, audición o visión por los impactos de balas de goma y acorralamientos y apaleamientos indiscriminados. Sesenta detenidos y más de treinta hospitalizados. Innumerables heridos y gaseados por lacrimógenos o gas pimienta.
 
A pocas horas para que empiece una nueva manifestación, convocada por el independentismo radical, la frontera de la Jonquera sigue bloqueada por manifestantes y se suceden las medidas gubernamentales, como la suspensión del partido de fútbol Barcelona-Madrid, para intentar que vuelva a reinar la paz de los cementerios.

“Ningún estado nos hará libres”
Si bien esta frase estuvo presente en una de las pancartas de las manifestaciones de ayer, son muchos más los que celebrarían un estado catalán o los que en vez de iniciar un proceso revolucionario internacional, se enrolarían en una guerra interburguesa. Sin embargo, no son pocos los que recuerdan que, cuando la mayoría de los actuales políticos presos o exiliados estaban en el Parlamento, durante el movimiento del 15 M del 2011, se trató de bloquear la entrada, para impedir que votasen los presupuestos de la miseria. Al gritó de “nadie nos representa” y “que se vayan todos”, se resistió a las cargas de sus policías. Hubo detenidos y esos mismos políticos dijeron que todo el peso de la ley (española, pero da igual) tenía que caer sobre los violentos que les habían cortado el paso, posicionándose además contra una posible petición de indulto. También, existe la certeza, de que si estos mismos políticos presos asumen algún día el gobierno de un estado catalán independiente, se asegurarán de poner artículos represivos y de seguridad nacional contra cualquier intento de revolución social.
 
De todas formas, desde Hong Kong a Barcelona, de París a Santiago y Quito, parece que a la burguesía mundial le quedan aun muchas noches de insomnio por este calentamiento, cada vez, más global.
 
Anónimo.
Barcelona, 19 octubre 2019

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