Roswitha Scholz & Herbert Böttcher
Marzo de 2020
El coronavirus es el detonante, pero no la causa de la profundización en la actual situación de crisis. Este virus acelera la desintegración de la economía capitalista. Al contrario de la crisis del 2007/2008, que ha logrado su paroxismo al nivel de los bancos de “importancia sistémica”, la economía real, por su parte, en este momento debe recibir millones en ayuda económica. Se solicita de nuevo al Estado (social) el cual durante el triunfo del neoliberalismo ha sido desacreditado como hamaca social y como lastre dentro de la competencia entre territorios, centros y metrópolis. Aquello que se había impuesto como modelo exitoso del capitalismo enfocado en la competencia entre territorios e impulsado mediante la finanza no era en sí más que una estrategia para extender la crisis del capitalismo. No es por azar que el coronavirus se estrella contra un sistema de salud parcialmente privatizado y deteriorado por los recortes presupuestarios, así como dentro de las regiones en crisis, sobre una situación de derrumbe a veces completo de las estructuras del mercado y del Estado.
Ya durante las primeras experimentaciones neoliberales de la década de 1970, que Augusto Pinochet ‒ apoyado por los Chicago Boys en torno a la figura de Milton Friedman ‒ había llevado a Chile bajo una dictadura militar asesina, las críticas habían remarcado que el lema era en aquel entonces: “El estado de bienestar esclaviza. El estado policial libera”. En efecto, los pasos siguientes de la historia del neoliberalismo ha estado marcada de igual forma por un recrudecimiento de la represión, sobretodo de aquellas personas que han pasado a ser innecesarias para la valorización del capital: los cesantes y los trabajadores precarizados, pasando por los refugiados, los enfermos y los ancianos no rentables. La exclusión y la represión no son simples productos del capitalismo neoliberal, sino que también se deben al vínculo entre el capitalismo y la democracia, el liberalismo y la represión, que está a la base del “estado de excepción”. A lo largo de las últimas décadas, el “estado de excepción” se ha vuelto un “estado normal”, particularmente para los refugiados[1]. Bajo la presión de la crisis del coronavirus, han habido deportaciones colectivas forzadas desde Grecia hacia Turquía. Existe el temor que durante la crisis capitalista, agravada por la crisis pandémica, las represiones estatales experimentadas durante la epidemia del coronavirus se vayan intensificando ‒ combinadas con una barbarización creciente de la policía y de la justicia (corrupción, vínculos mafiosos, etc.).
Como durante la “cultura de la recepción” de 2015, esta vez no se puede todavía tener confianza sobre los llamados a la solidaridad. Nadie de los medios políticos ha tenido la idea de mejorar los “ingresos” de los indigentes ni de los mendigos en el marco de la crisis del coronavirus. Sus oportunidades de recibir donaciones de los transeúntes y/o de recolectar botellas[2] han sido considerablemente reducidas. Ninguna reflexión política ha sido llevada a cabo para apoyar a las personas que dependen de Hartz IV[3] y del subsidio de solidaridad a los adultos mayores y que se ven enfrentados a un empeoramiento de su situación alimenticia en razón del acaparamiento de los productos de bajo costo y del cierre de los comedores de beneficencia y de las sopas populares. La solidaridad política se extiende, a lo más, hacia aquellos que son valorizables y aún tienen una “importancia sistémica” y, si todo sale bien, se extiende a los adultos mayores que deben pasar su merecida jubilación posterior a una larga vida de actividad.
En esta situación, las mujeres han sido particularmente solicitadas como “limpiadoras” de la crisis. En tal rol, han sido objeto de una gran atención. No obstante, hay que recordar que este reconocimiento interviene al momento de la desintegración del patriarcado capitalista[4]. En esta fase, las mujeres han sido cada vez más llamadas a ocuparse de la lucha por la supervivencia. Su importancia y su función debería por tanto ser percibida en este contexto, en vez de exigir simplemente la revalorización del trabajo de las mujeres y una remuneración apropiada. El conjunto de procesos de crisis fundamental debe ser el punto de partida del análisis y de la reflexión sobre las acciones apropiadas.
Mientras tanto, cada vez se elevan más voces para pedir libertades civiles liberales, destacando al mismo tiempo que para los intereses económicos, es necesario preparar la vuelta a la normalidad. A este efecto, sacado de la locura social-darwiniana, se está dispuesto a sacrificar seres humanos. Son precisamente los ancianos que se le niega el derecho a la vida[5]. No es sorprendente los auto denominados “especialistas de la ética de negocios” tales como Dominik H. Enste en el Tagesspielgel (24.3.2020) tengan igualmente algo que decir. En una lógica utilitarista, advierte que la salud no debe ser muy costosa. Cita como ejemplo a los británicos: Ellos han “definido claramente que la extensión de una vida tiene el derecho de costar: 30 000 libras, con excepciones que llegan a 70 000 o 80 000 libras”. No se requiere mucha imaginación para entender que las reivindicaciones en materia de selección según “factores de costo humano” van a seguir multiplicándose de aquí en adelante.
Lo que se debe preparar, es el momento de reactivación de la supuesta normalidad del capitalismo y de la economía. Existe la preocupación que ella no dé lugar a nuevas restricciones y nuevas transformaciones sociales, lo que también podría conducir a disturbios y saqueos, como el caso de Sicilia. Para hacerles frente, la policía y la armada están dispuestas a la aplicación del estado de excepción. El ministerio americano de justicia contempla poder retener a las personas en un tiempo indefinido y sin proceso judicial alguno[6]. Las discusiones actuales en Alemania demuestran una tendencia a partir de la cual la flexibilización del estado de excepción social global tendrá que acompañarse con una extensión del estado de excepción para los adultos mayores y los grupos de riesgo vital, vale decir para su aislamiento.
Son personas que han sido reducidas a “empresarios-de-sí-mismos”[7] competitivos dentro del marco de la individualización y que son expuestos al aislamiento, así como a nuevas oleadas de empobrecimiento, de represión y de salvajismo. La gente de clase media en particular está destruida por el stress, que ha mutado siendo ahora un símbolo de éxito, y los imperativos de relajación de la industria del descubrimiento personal, en la cual la relajación deviene una performance de alto nivel, sin que ellas puedan recuperar a un sí mismo como prueba de recuperación. Las consecuencias socio-psicológicas del aislamiento ya se manifiestan bajo la forma depresiva y de una escalada en la violencia, específicamente respecto a aquella ejercida hacia las mujeres, en situaciones en las que las personas son remitidas a sí mismas y a su entorno inmediato. A menor vuelta a la normalidad cotidiana, mayor es la difusión del empobrecimiento y la decadencia social, mientras más el sujeto competitivo orientado hacia la “lucha de todos contra todos” corre el peligro de encontrarse en una lucha de darwinismo social sin importarle las víctimas que ella implica.
Aquello que Robert Kurz ha descrito en varios de sus libros y lo que sabemos sobre todo de las regiones en descomposición del mundo globalizado, probablemente se tornará también para nosotros muy perceptible. Los movimientos sociales hacia la izquierda, las posiciones en materia de crisis y de colapso como aquellos de la crítica del valor-disociación no han sido y no son tomados en serio e inclusive son completamente ignorados. Ahora bien, los fantasmas de la conspiración sospechosos como los de Dirk Müller (“Mr. Dax”) así como los análisis del colapso como aquellos de Friedrich y Weik[8], quienes después de la “crisis más grande de todos los tiempos” ahora intentan poner en circulación la idea de desarrollar un nuevo capitalismo que funcione de mejor forma. Los izquierdistas se involucran en un hiper-social-democratismo con el Green New Deal, la redistribución, la expropiación, etc. que se mantiene dentro de los marcos de dicha forma capitalista. O también: toda la humanidad se ha declarado como clase obrera contra aquel “1%” quienes poseen los medios de producción y son dueños de todo, y todo el desastre no se entiende como algo inmerso dentro del marco del capitalismo y de su “contradicción en curso”, sino que es comprendido dentro del propio marco del neoliberalismo.
La recomposición siempre cambiante de los polos del mercado y el Estado en función del curso de la crisis es cada vez menos posible, ya que a medida que esta empeora, dicha alternancia llega cada vez más rápidamente a sus límites internos. Una vuelta al Estado-Nación sería fatal. El cierre de las fronteras refleja lo impotente que es dicho modelo y constituye una medida de substitución. Mejor habría que dar muestras de pragmatismo y de cooperación a escala internacional para así poder contener la actual crisis que finaliza nada más ni nada menos que con la pandemia del Coronavirus. La investigación, los intercambios de mercancías, etc., la producción de bienes vitales deberían de organizarse más allá de las fronteras nacionales desde una forma no burocratizada y libre para hacerle frente a otras consecuencias bárbaras de este período del capitalismo. La situación actual de fuerza mayor exige apoyo mutuo y cooperación. No obstante, tal pragmatismo y esta cooperación no deben ser confundidos de manera kitsch con la figuración de una sociedad distinta que se está diseñando. Esta no podrá aparecer más que en el momento en el que reflexión y acción conduzcan hacia una ruptura con las formas societales propias del valor-disociación.
Notas:
[1] Podemos referirnos sobre esta temática de la teorización desarrollada en torno al estado de excepción desde un punto de vista de la wert kritisch, comprendiendo una crítica a aquella realizada por Giorgio Agamben, sobre este tema, véase a Robert Kurz, Impérialisme d’exclusion et état d’exception [Imperialismo de exclusión y estado de excepción]. (Paris, Divergences, 2018) (NdE).
[2] En Alemania, gracias al sistema de consignas de personas – a menudo adultos/as mayores- difícilmente pueden hacerse algunas monedas juntando botellas vacías y llevándolas a los puntos de venta. (NdT)
[3] Las reformas Hartz son las reformas del mercado del trabajo que tuvieron lugar en Alemania, entre los años 2003 y 2005, bajo el mando del canciller Gerhard Schröder (SPD). El inspirador de aquellas reformas, Peter Hartz, era el director del personal de Volkswagen, donde negociaba los acuerdos sobre la flexibilidad horaria […] Estas controversiales reformas, oficialmente, apuntaban a adaptar el derecho (del trabajo fiscal) alemán en la nueva situación económica del sector de servicios. Las reformas se han implementado progresivamente, bajo la forma de las cuatro leyes, pero la más importante es la ley de Hartz IV. Esta fusiona las ayudas sociales y las indemnizaciones de desempleo -de más de un año- en una única alocación indemnizada. La baja cantidad de este presupuesto – 409 euros por mes en 2017 para una persona sola- se supone que motiva al beneficiado a buscar más rápido un empleo, tan mal remunerado y poco conforme a sus expectativas o habilidades como lo es dicho salario. Su atribución está condicionada por un régimen de control de los más coercitivos de Europa. (wikipedia, extracto de la página: https://fr.wikipedia.org/wiki/R%C3%A9formes_Hartz).
[4] Ver Roswitha Scholz, Le Sexe du capitalisme. “Masculinité” et “féminité” comme piliers du patriarcat producteur de marchandises [El sexo del capitalismo -masculinidad- y -femineidad- como pilar del patriarcado productor de mercancías], Albi, Crise & Critique, 2019 (N.d.E).
[5] Ver Klaus Benesch: “Money before Lives” [El dinero antes que la vida], Telepolis, 26.3.2020
[6] Ver Florian Rötzer: “US-Justizministerium will im Notstand unbegrenzt ohne Prozess inhaftieren können” [El ministerio de justicia americano quiere la potestad de encarcelar gente sin proceso alguno y por un período ilimitado de tiempo durante el estado de urgencia sanitaria], (Telepolis, 23.3.2020.)
[7] La “Ich-AG” que se podría traducir también como “Yo-S.A.” no guarda relación con un estatuto jurídico como emprendimiento autónomo en Francia, sino que una actitud individual requerida en el mercado laboral (N.d.T.).
[8] Marc Friedrch y Matthias Weik se han hecho famosos durante los últimos años con libros tales como Sonst knallt`s `- Warum wir Wirtschaft und Politik neu denken müssen [Sino esto va a estallar – por qué debemos repensar la economía y la política] (2017) y Der größte Crash aller Zeiten [La crisis más grande de la historia]. Dirk Müller, corredor de bolsa, gestionario y fondos ey autor de libros, también se ha hecho famoso en Alemania bajo el apodo de Mr. Dax, y después de la crisis financiera del 2008, ha publicado un libro titulado Crash-Kurs [En curso hacia la crisis], en el que también destaca en tanto que teórico del complot. Estos autores parten desde hipótesis no marxistas sobre la crisis y permanecen sustancialmente en el plano socio-económico. Son invitados a los talk-shows así como miembros asociados en entrevistas populares ; por otra parte,a menudo han sido tratados como dudosos “profetas de la crisis”
Original en alemán: https://exit-online.org/textanz1.php?tabelle=aktuelles&index=3&posnr=731
Traducción al francés: http://www.palim-psao.fr/2020/04/le-coronavirus-et-l-effondrement-de-la-modernisation-par-roswitha-scholz-et-herbert-bottcher.html
Tomado de: http://www.revistarosa.cl/2020/04/27/coronavirus-y-el-colapso-de-la-modernizacion
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