Anónimo
Fecha y lugar desconocidos.
En nombre de una guerra contra un virus, de una llamada "crisis de salud", el Estado nos pide que abandonemos nuestras luchas, que nos encerremos en casa, que nos comuniquemos solo por medios electrónicos, que no nos juntemos, que no nos reunamos con los seres queridos, ni amigos u otros, que no acompañemos más a los ancianos ni en la vida ni en la muerte, que dejemos que los pacientes hospitalizados mueran solos, lejos de todo, ... que abandonemos a los encarcelados a su suerte, privados de todo apoyo, que dejemos que los migrantes mueran en las fronteras, ... que consideremos al otro como un peligro potencial, un enemigo, ... para romper toda solidaridad, para dar un paso más en la atomización social. ¡Cada uno para sí mismo, cada uno detrás de su mascarilla, cada uno detrás de su miedo! Las limitadas relaciones humanas que aún podíamos realizar son negadas bajo el bombardeo mediático del miedo.
El proyecto capitalista de negación de la vida, donde las mercancías determinan la totalidad social llega a cumbres insospechadas. El internet de las cosas que se iba imponiendo progresivamente irrumpe bruscamente amparado en la paranoia social. Objetos interconectados que se apoderan de cada uno de nuestros gestos, pensamientos, movimientos, reuniones, deseos, acciones... Como en China, donde todo acceso a un comercio, un parque, un edificio, agua, electricidad, transporte público... pasan por el escaneo del Código QR. El rastreo y señalamiento en los desplazamientos cotidianos, reuniones… para saber todo lo que haces, adquiere rango de ley. Cualquier cuestionamiento o tentativa de saltarse esa monitorización social está amenazada de sanción, encierro, tortura, desaparición. El estado se esfuerza más que nunca por hacernos pequeños robots perfectos, por hacer nuestras vidas cárceles al aire libre, por usar anteojeras y caminar en línea recta. ¡Es la libertad democrática en su más alta expresión!
Utilizando el miedo al virus el Estado crea el pánico, nos coloca en un estado de shock, ... y nos hace títeres obedientes. ¡Sin palabras! En todas partes, los Estados, independientemente del discurso del gobierno o político dirigente, han esperado hasta que el miedo estaba lo suficientemente instalado, que el golpeteo de números y amenazas hagan su efecto para atreverse a sacar todas sus medidas de contención. La población tuvo que adherirse. Se le aterrorizó lo suficientemente para que cumpliera con las medidas de confinamiento, lo suficientemente paralizada como para abandonar a sus seres queridos, desconfiar de sus amigos, retroceder cuando se acerca otro ser humano, un vecino ... una máscara y abstenerse de cualquier mala conducta. La cobertura del coronavirus ha servido para hacer que las personas aceptaran la violencia del distanciamiento, de la separación cada vez mayor entre sí. Acercarse, abrazarse, besarse, tocarse... ¡Tantos actos criminales!
Los estados han enviado trabajadores de salud con poco personal y con las manos vacías al "frente" debido a recortes presupuestarios durante décadas, dándonos imágenes de trabajadores de la salud con exceso de trabajo, hospitales saturados, mientras que las ofertas de otros hospitales y laboratorios con estructuras de recepción y / o todo el equipo para probar el impacto de este famoso virus han sido excluidos deliberadamente. Las imágenes de impotencia, de hospitales saturados de enfermos y muertos -imágenes que se preocupan de ocultar en otros momentos como el pico anual de la gripe- se repiten hasta la extenuación para que la gente acepte lo inaceptable, la violencia del distanciamiento, del aislamiento.
Con todo ello los Estados lograron crear un impresionante inmovilismo social que puso fin, temporalmente, a todas las luchas que, propagándose en 2019 (en Sudán, Líbano, Chile, Francia, Irán, Irak), amenazaron con contaminar 2020.
Y, para aquellos que no se someten a la dictadura del Estado de alarma, que se atreven a seguir hablando entre ellos demasiado cerca: ¡condenas morales: "irresponsables" o peores "asesinos"! Condenas físicas: multas, penas de prisión, desapariciones, torturas, campos de reeducación, hospitales psiquiátricos, ... ¡Y lo que es peor, en nombre de la salud, la denuncia elevada al rango de deber cívico! No solo se impone el requisito de someterse, sino también ser agente activo del Estado ejerciendo la represión a cualquier pequeña disidencia. ¡Ser los viles servidores de la guerra de todos contra todos! Es la base social de esta sociedad: dividirnos, ¡para romper toda solidaridad de clase!
Aplaudir al personal médico, incluso con reservas, es aplaudir el esfuerzo de guerra. Exigir una refinanciación del sector médico es ignorar la medicina que nos imponen atenta contra nuestra salud, es hablar de una mejor distribución del presupuesto estatal y ponerse en el lugar de un gestor. Al igual que hablar de incompetencia, que discute la relevancia de tal y cual medida. Y esto obviamente es admitir que sería una crisis de salud. ¡No! ¡No aplaudimos a los trabajadores de salud ni todos aquellos que obedecen el requisito de ser buenos soldados y sacrificar su salud para… ¿Para qué? ¿Para defender la imagen de un estado protector? Apoyemos a aquellos que se atreven a expresar el hecho de que no quieren servir como carne de cañón.
Hoy vamos sabiendo que los moribundos son aún más numerosos en áreas muy contaminadas (contaminación industrial, electrónica, etc.), más numerosos entre los ancianos que ya combinaban varios tratamientos para diversos problemas de salud. También que un buen número de personas mayores se dejan morir de angustia emocional, de no ser capaces de soportar lo insoportable, este doble encierro... Hoy sabemos que cada año, en el pico de la gripe estacional, los hospitales y cuidadores están abrumados y colapsados, abrumados por los recortes y las formas naturales de ayudar a los enfermos a desecharse. Demasiadas posibilidades de una cura relativamente fácil y económica no generan suficientes beneficios para la industria farmacéutica. Y entonces ya no tendríamos miedo, recuperaríamos la confianza en nuestras capacidades de autocuración, en nuestra fuerza de combate. No es rentable ni en términos de obtener ganancias, ni en términos de mantener nuestro sometimiento. Los verdaderos "gestos de barrera", como tomar vitamina C, D3, magnesio, zinc, tomillo, ... y otros remedios no tóxicos, salir, recibir oxígeno, ... son deliberadamente denigrados o prohibidos por el Estado y su medicina que por el contrario nos debilita con un mundo en el que no se puede vivir (contaminación, alimentación tóxica, trabajo, destrucción psíquica…). El Estado se basa en siglos de represión del cuerpo, de destrucción de los conocimientos históricos de curación, de lavado de cerebro, privatización del conocimiento en manos de "expertos", cultura de la ignorancia y sumisión a las autoridades médicas (determinadas, evidentemente, por la dictadura de la ganancia) para hacernos tragar cualquier cosa para luchar contra ese virus, y especialmente para asustarnos hasta el punto de renunciar a toda autonomía de pensamiento y acción.
Todos los aspectos que habrían permitido mantener la calma y comprender rápidamente que el confinamiento no tenía nada que ver con ninguna cuestión de salud se han ocultado deliberadamente. Tuvimos que asustarnos y movilizarnos para una guerra que no es la nuestra, para hacernos adherir al consenso nacional, para que todos se mantengan unidos para salvar ... el Estado y la economía, el Estado y las necesidades de la ganancia.
Lo que está realmente en juego es una crisis económica y social que ha estado amenazando con explotar durante décadas y que el Estado quiere camuflar hoy detrás de la llamada crisis de salud. El coronavirus es el chivo expiatorio para culpabilizar de todos los males a un virus y esconder al verdadero productor de muerte: el capitalismo. Capitalismo que se encamina ya desde hace años a una crisis de dimensiones impredecibles. Los economistas ya no tienen miedo de hacer comparaciones con las crisis más importantes del pasado: largas filas de desempleados, de despidos, de destrucción, de escasez, inflación, ... preparación para la movilización para una nueva fase de guerra entre poderes económicos, condicionamiento para llevarnos a servir como carne para cañón.
No tenemos la más mínima duda de esos motivos y desde luego no nos vamos a tragar que nuestra salud, nuestro cuidado, es un asunto de Estado. El Estado nunca regatea en sacrificios de poblaciones enteras en el altar del dinero y las ganancias. La llamada salud hoy sirve de pretexto para hacernos tragar sus medidas. Recordemos que esta sociedad se basa en la explotación, en guerras para saquear los recursos vitales, masacres, exterminios y esclavitud de todo el planeta. Recordemos las generaciones sacrificadas en las minas y otros campos de trabajo. Recordemos a los muertos en los campos de batalla. Recordemos a los millones de personas que sobreviven y mueren en los campos de refugiados. Recordemos a los las fronteras llenas de migrantes que ningún Estado quiere. Recordemos que cada día más de 10.000 personas mueren de hambre. Recordemos que está es la condena del proletariado en esta sociedad: el proletariado sufrirá durante toda su vida sino destruye el viejo mundo.
Las medidas decretadas sacan a la luz que no se trata de una crisis de salud sino de una profunda crisis del sistema capitalista. Aquellos que vivían en trabajos informales y / o de trabajo negro son privados de todos los ingresos, la hambruna y la desposesión se desarrolla a gran velocidad. Las colas de hambrientos, de desposeídos… siguen aumentando. El "después" que nos prometen toma la forma de escasez, aumentos de precios, desalojos…
El Estado espera contener el imparable desarrollo de luchas con una represión y un control cada vez más estricto: códigos QR generalizados, teléfonos inteligentes, instrumentos privilegiados de rastreo. El 5G no es sólo una herramienta que maximiza la ganancia directa por la velocidad de latencia en las operaciones mercantiles, sino una herramienta perfecta para perfeccionar ese control social.
Entonces, ¿qué queremos? ¿Nos encerramos en circuitos cada vez más controlados? ¿Continuar alimentando al vampiro capitalista? ¿Continuar sirviendo como carne de trabajo o de cañón? ¿Caminar hacia una guerra que solo sirve para perpetuar el capital y destruir cada vez más a la humanidad y la Tierra?
Abajo la sumisión. ¡Vamos a la revuelta!
¡Tomemos el control de nuestras vidas!
¡Ya no seamos manipulados como títeres!
¡Abajo a la pandemia del miedo! ¡No al esfuerzo de guerra!
¡No al distanciamiento social! ¡Abajo las mascarillas!
¡Vamos a juntarnos! ¡Tapémonos el rostro sólo para golpearles de forma anónima!
Luchando contra el estado de alarma en algún lugar del mundo…
...Unos rebeldes por la destrucción de su mundo de muerte