Emancipación, 31/12/2021
Desde el 1 de enero de 2022 será obligatoria la presentación del “pase sanitario” por parte de toda persona mayor de 13 años para asistir a determinadas “actividades de mayor riesgo epidemiológico y sanitario” en Argentina.
El “pase” certifica que una persona tiene “un esquema de vacunación completo contra la COVID-19, aplicado al menos CATORCE (14) días antes de la asistencia a la actividad o evento, exhibiéndolo ante el requerimiento de personal público o privado designado para su constatación, y al momento previo de acceder a la entrada del evento o actividad”. Durante el mes de diciembre, el certificado comenzó a regir en distintas jurisdicciones, entre ellas Tucumán (vigente desde el 1/12/2021), Buenos Aires y Santa Fe, entre otras provincias.
La imposición del Estado nacional será (por el momento) para “actividades recreativas”. Sin embargo, ciertas normativas vigentes en algunas provincias afectan derechos ciudadanos básicos que bien podrían nacionalizarse. Así, en las provincias de Buenos Aires y de Santa Fe el pase sanitario se exige para realizar “trámites presenciales ante organismos públicos provinciales”. Además, en la provincia de Buenos Aires el pase se debe presentar para realizar trámites presenciales ante “organismos municipales” y “entidades privadas” (se exige para cobrar la jubilación por ventanilla bancaria, por ejemplo) y deben tenerlo, para poder trabajar, “trabajadores que realicen atención al público, ya sea de entidades públicas o privadas”; la normativa bonaerense estipula que en el futuro “se puede ampliar en función de la evolución de la situación epidemiológica, el avance de la vacunación y a decisión de las autoridades sanitarias, por lo que oportunamente podrán ampliarse las actividades para las cuales sea necesario contar con el ‘PASE LIBRE COVID’”.
El pase sanitario tiene por objetivo inmediato forzar la inoculación de quienes aún no lo han hecho y completar el esquema de vacunación de las personas a las que se les aplicó una sola dosis de la vacuna.
No obstante, al hacer un repaso rápido vemos que el 80% del total de la población argentina tiene aplicada al menos la primera dosis y el 70% ya completó el esquema de vacunación (y el 90% de las personas mayores de 50 años completó dicho esquema), números que constatan que la inmunización por vacunación (sin contar la obtenida por contagio) es elevada. Recordemos que la vacuna no impide el contagio y propagación de la enfermedad, por lo que hay legítimas dudas sobre su pretendida eficacia a la hora de contener la nueva “ola de contagios” que acontece en la actualidad.
En Argentina tampoco estamos en presencia de un importante movimiento “antivacunas” y nos hallamos muy lejos de una “epidemia de conspiranoia”, a pesar de su presencia inflamada en la esfera virtual de la realidad social. Y tengamos en cuenta que ninguna vacuna completó la totalidad de las fases de desarrollo, que la industria farmacéutica legalmente no se hace cargo frente a posibles eventos adversos producidos por las vacunas y que ningún Estado asume dicha responsabilidad ante la población. Adicionalmente, no podemos dejar de mencionar las arbitrarias e incoherentes decisiones estatales que contrastan con la atemorizante información pública brindada desde el comienzo de la “pandemia”. Así, por ejemplo, el 5/10/2021 el presidente Alberto Fernández dijo en un acto público que “la pandemia ha pasado”; sin embargo seis meses antes, el 14/4/2021, al anunciar la imposición del toque de queda en todo el país, el peronista Fernández afirmó: “el virus nos está atacando y lejos está de ceder”. Más aún: hacia octubre de 2021 el gobierno nacional comenzó a fomentar fuertemente el tránsito con fines turísticos en todo el país, y la apertura de bares y de espectáculos en lugares cerrados luego de un año y medio de machacar insistentemente con que no sólo los boliches y teatros eran focos de infección sino hasta las escuelas (¡incluso las prácticas deportivas al aire libre estuvieron prohibidas durante ocho meses seguidos!). Aun así, quien en 2021 se contagió de coronavirus pese a haber completado el esquema de vacunación (dos dosis) y en 2020 hizo festicholas en recintos cerrados de su residencia presidencial mientras la mayoría de la población no estaba vacunada y tenía prohibido reunirse con sus seres queridos, daba cátedra de comportamiento cívico… ¿No es previsible y lógico que un sector de la población desconfíe ya no de las vacunas sino de toda la parafernalia de “cuidados” frente al SARS-Cov-2?
Este festival de informaciones y contrainformaciones incoherentes y contradictorias alrededor de medidas de “cuidado” es posible gracias a la imposición de esta suerte de “Estado de excepción” vigente no sólo en Argentina sino en casi todo el mundo que suspende y restringe el ejercicio de derechos ciudadanos básicos. Y es en este contexto donde el Estado logra imponer el “pase sanitario” como dispositivo de control social. El pase sanitario no responde a ningún criterio médico-epidemiológico sino a fines políticos. Mientras la imposición estatal se dirige al grueso de la población, ubicando la responsabilidad en cada una de las personas que “no se cuidan y nos ponen en peligro a todos”, se omiten considerar los verdaderos problemas que puso en evidencia la “pandemia” y se bloquea toda discusión pública al respecto.
Mientras el Estado nacional impone el pase sanitario, el sistema de salud sigue igual de insuficiente (y en ciertos lugares del país inexistente), el hacinamiento habitacional que facilita el contagio por patógenos sigue siendo igual que hace 100 años atrás y, más aún, la forma de relacionarnos entre personas se deshumaniza cada vez más y nuestro vínculo con la naturaleza se degrada a pasos agigantados…
El “pase sanitario” que se está imponiendo en Argentina y otros países del mundo además de servir a su objetivo explícito e inmediato (fortalecer un ritmo de vacunación que, como ya dijimos, en Argentina es acelerado aun sin la existencia del “pase”, debido en gran parte al miedo a la muerte inscrito en el cuerpo colectivo desde el inicio de la “pandemia”) es también una modalidad —democráticamente disfrazada— de amplio control social que apunta tanto a controlar el movimiento poblacional entre ciudades, países y continentes como a reforzar el aparato represivo en tanto herramienta de intervención sobre la sociedad civil; síntomas, todos estos, de la crisis capitalista. Otro síntoma es la propia “pandemia” y sus explicaciones ligadas al arrinconamiento civilizatorio de los biomas.
Rechazamos la imposición del pase sanitario y defendemos las libertades pisoteadas por los gobiernos nacional y provinciales. Al mismo tiempo señalamos que es necesario abolir estas relaciones sociales entre cosas para entonces poder relacionarnos socialmente entre personas. Abolido este mortuorio mundo burgués iremos hacia la vida: al comunismo anárquico.
¡Abajo el “pase sanitario” en Argentina y en todo el mundo!
¡Libertad de reunión, de circulación y de movimiento!
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