Pablo Jiménez
tomado de Asedio
Un fantasma recorre el mundo, el fantasma de la guerra internacional. Todas las potencias centrales del capitalismo mundial deciden su futuro sobre la base de la preparación para el conflicto militar que, pese al tono tranquilizador de diferentes analistas internacionales, es desmentido por la carrera armamentista que llevan a cabo los diferentes bloques de potencias capitalistas que se han formado en las décadas recientes de desarrollo global del capitalismo.
Desde la caída del régimen de modernización capitalista retrasada conocido como U.R.S.S, los conflictos militares han sido parte integral del desarrollo desigual y conflictivo del capitalismo global con posterioridad a la Guerra Fría -a despecho de las tesis que auguraban un tranquilo y pacífico fin de la historia con la victoria del capitalismo occidental en la arena internacional-: Yugoslavia, Kosovo, Irak, Afganistán, Siria, Libia, entre otros, sin mencionar el estado de conflicto militar permanente en ciertos sectores del continente africano y que tienen su origen directamente en la disputa de capitales internacionales por los territorios y recursos naturales de la zona. En este sentido, podríamos decir que este conflicto militar permanente de diferentes potencias capitalistas entre sí, y también de naciones locales que son el teatro de guerra para intereses globales, es un momento o dimensión del colapso del proceso de modernización del capitalismo mundial en la época en que de manera creciente alcanza su límite interno absoluto. En efecto, la civilización capitalista atraviesa hoy una crisis generalizada en la que convergen de manera simultánea la crisis del trabajo, el desempleo masivo, la devastación psíquica y la crisis del sujeto moderno, la debacle ecológica -de la cual la pandemia de coronavirus es producto y factor-, la aceleración del cambio tecnológico, revueltas sociales en países de diferentes continentes y el desencadenamiento de un estado de excepción de carácter global que hoy se expresa en conflicto militar abierto entre Rusia y Ucrania.
¿Por qué Rusia invade Ucrania? En primer lugar, se trata de un movimiento estratégico del imperialismo ruso frente al avance del bloque OTAN – USA hacia el oriente. En décadas recientes, el desenvolvimiento científico y tecnológico de la industria armamentista, que hoy integra también la cibernética avanzada y el desarrollo de tecnologías virtuales puestas al servicio del complejo militar-industrial, ha hecho posible -entre otros avances en el exterminio de seres humanos- el desarrollo de armas hipersónicas capaces de portar cabezas nucleares, lo que implica que se ha hecho virtualmente posible que aquella potencia que logre la supremacía en esa área pueda lanzar un ataque nuclear devastador a la infraestructura crítica -por ejemplo, los silos de lanzamiento de misiles- de la potencia enemiga sin tener que arriesgarse a una represalia de la misma magnitud, rompiendo así el esquema de destrucción mutua asegurada (MAD) que imperó durante la guerra fría. De esta manera, la posible entrada de Ucrania al bloque militar de la OTAN, y el consecuente despliegue de misiles en su territorio es la razón inmediata del conflicto. La elite política y económica europea hoy llora democráticas lágrimas de cocodrilo por los civiles ucranianos, cuando en realidad prepararon paso a paso este conflicto que ponía en la primera línea de riesgo a quienes se supone claman por defender. De la misma manera, Putin le miente a todo el planeta durante semanas al declarar que bajo ninguna circunstancia invadirá Ucrania para acto seguido preparar una ofensiva militar de gran escala en dicho país bajo la excusa de proteger a los civiles rusos de las autoproclamadas republicas del Donetsk y Luhansk. La verdad no se encuentra en las declaraciones públicas de ninguno de ambos bandos en conflictos, sino en el movimiento de las fuerzas materiales económicas, políticas y militares que constituyen la base real de este conflicto.
En segundo lugar, Rusia invade Ucrania no para ocuparla militar y territorialmente al estilo de la invasión alemana a Polonia en 1939, sino para derrocar a su gobierno pro-OTAN y poner un gobierno afín a los intereses rusos en su lugar. Una guerra prolongada causaría una serie de bajas en ambos bandos, con el consecuente desprestigio de la ya débil aprobación de Putin ante la opinión pública de su país, además de involucrar necesariamente el asesinato de civiles europeos como consecuencia de la ocupación territorial. Sabemos cómo opera la opinión internacional: se pueden matar impunemente personas en todo Medio Oriente y África, pero no se puede matar a gran escala a ciudadanos blancos europeos. Los muertos importantes son los muertos de los países dominantes.
Al menos esto en primera instancia, es difícil saber de buenas a primeras cómo terminará este conflicto, puesto que no ha empezado en Ucrania y no terminará bajo ningún caso con un alto al fuego o con el derrocamiento del gobierno ucraniano. Estamos en presencia de un conflicto global, que se ha manifestado localmente en el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, pero que bien podría arrastrar a otras potencias al conflicto y desatar una guerra de mayor envergadura. Como se sabe, a la burguesía internacional -que perdió todo escrúpulo en las dos guerras mundiales del siglo pasado, y que se ha formado globalmente a través de genocidios y el exterminio de pueblos enteros- no se detiene ante sentimientos humanitarios, excepto cuando es bueno para sus negocios. Una clase dominante internacional que sacrifica al planeta entero a la acumulación de capital, no se detendrá ante la perspectiva de millones de muertes: hace tiempo que ya han hecho su elección, y cada acción que realizan en el plano internacional lo confirma.
Tenemos, además, el posicionamiento de China frente a este conflicto a favor de Rusia. Hace décadas que ambas potencias se acercan mutuamente, y hoy conforman un bloque económico y militar conjunto que compite en todos los planos con el bloque occidental y sus aliados en Asia y Medio Oriente. El pensamiento descompuesto de nuestra época, que solo puede correr detrás de los acontecimientos sin llegar a explicarlos jamás desde una perspectiva de totalidad, hoy se sorprende con la invasión de Rusia a Ucrania y olvida el carácter global de este conflicto que pronto encontrará una manifestación abierta en el continente asiático. La disputa entre China, que se encuentra en camino a devenir la primera potencia capitalista mundial en todas las áreas de desarrollo, y las potencias Occidentales, Taiwán, Japón, India y Australia en la región asiática es un barril de pólvora dispuesto a explotar. Por ahora, todos tratan de ganar tiempo, posicionar alianzas, mover fuerzas y desarrollar su industria. Dos años de pandemia mundial han golpeado fuertemente las economías de las potencias mundiales -aún cuando la riqueza se ha concentrado en cada vez menos empresas-, y la inflación que crece, las interrupciones en las cadenas de suministro y el auge del descontento social al interior de las fronteras de cada país obliga a cada clase dominante nacional no sólo a lidiar con problemas que se derivan de la competencia mundial, sino también a mantener un orden cada vez más frágil dentro de sus propias naciones. En este contexto, la promoción de la guerra y de la industria armamentista juega un papel clave en la recuperación de la economía de las principales potencias, y ello acerca a su vez a las diferentes potencias capitalistas al conflicto militar global, que no sería sino la consecuencia material y lógica del conflicto económico global que ya se libra entre ellas.
Delirio Izquierdista.
En redes sociales, la izquierda chilena se posiciona en este conflicto a favor de rusia que es considerada como un poder antiimperialista que defiende la consigna leninista del derecho de los pueblos a su autodeterminación. La estupidez de esta posición, y de quienes la enarbolan hoy en día, es flagrante y casi no merecería una mención si no fuera porque esta mistificación hace parte de una tendencia delirante que desde hace tiempo ha parasitado a la izquierda y, en particular, al anarquismo. Este último vive su decadencia en esta región; perdido el movimiento en su mayoría toda perspectiva revolucionaria, sus últim@s militantes reales y valiosos que mantienen posiciones serias y revolucionarias frente al desarrollo global de los eventos, han debido ver como algunos de sus antigu@s compañer@s se arrojaron primero en nombre del antifascismo de bruces a la socialdemocracia más rancia de la izquierda chilena, para acto seguido devenir hacia la locura en diferentes frentes: posiciones conspiranoicas frente a la pandemia que no se diferencian en nada, excepto en la estética y en el ideario liberal, a las de la neoderecha; antifascismo que solidariza abiertamente con todas y cada unas de las recuperaciones democráticas de la revuelta; y, ahora, convertidos much@s a una suerte de “anarco-putinismo” o, en otros casos, hacia el apoyo a uno de los bandos en conflictos. Mención honrosa para los antifascistas y “tankies” pro Rusia que creen ver en Putin el resurgimiento de la URSS, que por enésima vez demuestran que no han entendido, ni llegarán a entender, en que consiste el capitalismo o su cacareada praxis revolucionaria. Son parte de las fuerzas de la barbarie, aunque crean luchar contra lo peor de la humanidad. Por supuesto, que el delirio en redes sociales de estas personas no haría más que reír a Putin, o a cualquier otro genocida a la cabeza de un Estado, y lo mencionamos aquí solamente para no dejar en la sombra un delirio que avanza en la izquierda chilena y que es peligroso para el desarrollo de cualquier movimiento genuino de emancipación social. Ante este delirio, que expresa la muerte de las ideologías revolucionarias de los S. XIX y XX, no queda sino levantar la bandera de un nuevo paradigma de emancipación social y de la tierra, que integre dentro de su movimiento a todas las luchas con potencia revolucionaria, teniendo como eje la crítica radical del capital como modo de producción histórico y como forma de socialización.
¿Qué hacer?
Frente a este desarrollo complejo y terrible del proceso de modernización hasta nuestra época, que integra dentro de sí una serie de momentos críticos que convergen en el escenario catastrófico actual, se vuelve necesaria la crítica radical de todo lo existente. De nada nos servirá a quienes afirmamos la revolución comunista, excepto quizás para mantener la cordura en medio del delirio masivo, proclamar el internacionalismo proletario en redes sociales, cuando el individuo y las masas se encuentran aplastadas, aisladas y atomizadas por el desarrollo de la socialización capitalista, empujados hacia “rebeliones conformistas” (Fenichel), como las agresiones xenófobas en el norte de la región chilena, que están ligadas a la conciencia actualizada de las relaciones de poder e impotencia y del lugar de los individuos en ellas, ya que les permiten a estas masas desposeídas tanto la rebelión contra los que ocupan una posición social de indefensión -como por ejemplo los migrantes -, así como el dócil refuerzo del orden social dado. El capitalismo global contemporáneo –que no ha dejado de ser una “sociedad de la abundancia”– exige a sus individuos cada vez más renuncias y sacrificios mientras que, por el contrario, el grado de integración social, reconocimiento o posibilidad de vender su fuerza de trabajo que les ofrece a cambio es cada vez más precario y frágil. Ante este recrudecimiento de las relaciones sociales capitalistas, se incrementa la búsqueda de formas de autoafirmación y compensación del narcisismo herido y, sobre todo, la necesidad de chivos expiatorios: el delirio izquierdista que criticamos más arriba, así como el surgimiento de movimientos xenófobos, comparten así el mismo fundamento.
Fortalecer la subjetividad, el yo aplastado por la socialización capitalista, realizar la crítica radical de la sociedad existente, combatir radicalmente, es decir, desde su raíz de origen, la xenofobia y cualquier otra expresión de miseria, formar lazos comunitarios y fortaleces los lazos de amistad entre las personas, llevar la crítica allí donde sea necesario, son procesos necesarios para la conformación de un movimiento de emancipación de mayor envergadura, hasta que las fuerzas que han crecido en la separación, y que no se han reencontrado todavía, puedan lanzarse hacia la crítica práctica de la civilización capitalista en crisis que hoy amenaza con una guerra de magnitud internacional
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