miércoles, 28 de septiembre de 2022

Manifestaciones contra la movilización - ¡Genial! Deshacerse del capitalismo que exige nuestra sangre - ¡aún mejor!

Bilan et Perspectives, 22 de septiembre de 2022
Tradución semiautomática
Original: https://www.leftcom.org/en/articles/2022-09-28/demonstrations-against-the-mobilisation-great-getting-rid-of-capitalism-that

En un discurso a la nación desde Moscú el miércoles 21 de septiembre, Vladimir Putin anunció una movilización parcial de 300.000 reservistas, con vistas a lanzar una nueva ofensiva sobre Ucrania, que comenzó el 24 de febrero.

Esto significa que la guerra acaba de alcanzar un nuevo nivel superior. La movilización de la población es un asunto muy serio. Significa una situación que no se ha visto en Europa desde hace mucho tiempo, una guerra entre dos países europeos. Y ahora, habrá que hacer que la población acepte este decreto.

Medio millón de rusos(1) ya habían abandonado el país desde la invasión de Ucrania el 24 de febrero. Ahora, el fenómeno ha aumentado desde el anuncio del miércoles. Las sedes de las compañías aéreas fueron asaltadas tras el discurso de Putin. También se formaron colas en los puestos fronterizos con Georgia y Finlandia durante la noche. Naturalmente, este éxodo sólo está formado por rusos que tienen suficiente dinero para huir en primer lugar.

El reclutamiento también está a la orden del día en Ucrania. Como dijo un tal Oleksiy a un periodista de Slate, "algunos dicen que el gobierno utilizará esta aplicación [Diia, una aplicación gubernamental que centraliza digitalmente los documentos administrativos personales] para una movilización masiva, y luego para localizar a los reclutas de forma precisa e inmediata... así que no hay posibilidad de escapar del reclutamiento entonces". "(2) Desde el 24 de febrero, se impuso la primera y más dura de estas restricciones: a partir de entonces, los hombres ucranianos de entre 18 y 60 años ya no podían salir del territorio. (3) Según el plan represivo, el reclutamiento se convirtió en una nueva forma de castigo: en lugar de una multa o una pena de prisión, los que no respetaban la ley eran obligados a acudir al centro de reclutamiento. También en Rusia, el gobierno ofrece ahora a los prisioneros la libertad después de la guerra si aceptan alistarse en los batallones.
En Rusia, las manifestaciones callejeras son una nueva realidad

En toda Rusia, el anuncio de la movilización fue recibido con manifestaciones espontáneas durante todo el día en 39 ciudades, entre las que destacan Moscú, San Petersburgo y Ekaterimburgo,(4) y al menos 1.332 personas fueron detenidas el miércoles.(5) Fue una de las protestas más importantes en el país desde las que siguieron al anuncio de la ofensiva sobre Ucrania.

Los manifestantes corearon "¡No a la guerra!" y "¡No a la movilización!". En algunos servicios policiales se puso en marcha el "Plan Fortaleza" para proteger los edificios policiales. Pero las manifestaciones no han cesado, y entre el 24 de febrero y el 21 de septiembre, las detenciones han ascendido a 16.500.

A los rusos detenidos durante las manifestaciones contra la movilización parcial se les han impuesto órdenes de reclutamiento durante su detención, según el grupo de defensa de los derechos humanos OVD-Info. En Moscú, un manifestante fue informado de que se enfrentaba a diez años de prisión si se negaba. Según OVD-Info, al menos 1.310 manifestantes fueron detenidos ayer (21 de septiembre) sólo en Moscú. A pesar de la extrema dificultad de protestar bajo este régimen de terror, se han producido manifestaciones por todas partes. "Todo el mundo tiene miedo. Yo estoy a favor de la paz y no quiero tener que disparar. Pero es muy peligroso salir en este momento, si no habría habido mucha más gente", explicaba un manifestante en San Petersburgo.

Y ahora, ¿veremos una reacción de los trabajadores, y de la población en general?

La clase dirigente no se hace ilusiones. Los desertores rusos han sido rechazados por algunos países. Jan Lipavský, ministro checo de Asuntos Exteriores, declaró por la AFP: "Entiendo que los rusos huyan por las decisiones cada vez más desesperadas de Putin. Pero los que huyen porque no quieren cumplir un deber impuesto por su propio gobierno, no cumplen los criterios para obtener un visado humanitario". Actualmente, Finlandia(6) es el único Estado miembro de la UE fronterizo con Rusia que permite el paso de ciudadanos rusos, aunque tengan visados Schengen. Las clases dominantes imperialistas pueden chocar en la guerra, pero cuando se trata de reacciones contra la guerra y de rechazar convertirse en su carne de cañón, están unidas en la negativa a aceptar a aquellos que "no quieren cumplir con su deber [patriótico] impuesto por su propio gobierno".

Evidentemente, la guerra es el modo de vida de una clase dirigente en crisis. Si las poblaciones ya no marchan para ofrecer su sangre, el imperialismo entra en bancarrota. Hoy como ayer, el sacrificio de las poblaciones es el resultado inevitable de este modo de vida bárbaro. La única fuerza capaz de enfrentarse a la clase dominante es la clase obrera, empezando por la huelga de masas. Sólo a través de su lucha se pueden paralizar los brazos asesinos de los imperialismos rivales.

Por eso debemos romper nuestras cadenas para acceder a un mundo mejor, contra un capitalismo que se hunde y que hace aguas por todos lados: crisis económica, crisis sanitaria, crisis medioambiental, hambruna, inflación galopante que arrasa con nuestros salarios. Debemos apoyar decididamente el rechazo de los proletarios de ambos lados del conflicto actual a servir de carne de cañón. La única batalla que vale la pena librar es la lucha de clases anticapitalista contra el descenso de la sociedad a la barbarie.


Notas:
(1) Le Monde, 22 de septiembre de 2022
(2) slate.fr
(3) Los países de la UE limítrofes con Ucrania han respetado la decisión de Ucrania desde entonces.
(4) ovd-news.translate.goog
(5) 479 detenidos en San Petersburgo, 49 en Ekaterimburgo, 30 en Perm,26 en Cheliabinsk, 23 en Ufa, 18 en Krasnoyarsk, 17 en Voronej, 14 en Krasnodar, 13 à Tver, 12 en Saratov, 11 en Kaliningrado, 9 en Irkoutsk, 8 en Arkhangelsk, 6 en Novosibirsk, 4 en Ulan-Ude, etc....
(6) Esta mañana hemos sabido que Finlandia también ha cerrado sus fronteras a los reclutas rusos.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Un collage para Mahsa Amini…

25/09/2022, España
Ediciones De La Torre Magnética


“Así fue asesinada Qorat-al-Aïn”, collage que el surrealista iraquí Abdul Kader El Janabi dedicó a Fátimih Baraghání, más conocida como Tahirih o Qurratu'l-Ayn, erudita, poeta y teóloga babí que vivió en el Irán de la primera mitad del siglo XIX, y que se atrevió a clamar y luchar por la igualdad entre hombres y mujeres, la abolición de la propiedad y el disfrute en común de los bienes y dones de la vida y de la naturaleza.

Y en una asamblea pública, rodeada de hombres, se quitó el velo desatando el escándalo de los puros, esas alimañas hipócritas que tanto se parecen en cualquier latitud y bajo todo color de piel.

Bien lo pagó: Tahirih fue estrangulada en 1852 con su propio velo por orden de la Policía de la Moral, el Líder Supremo y el Presidente de la República Islámica de Irán, perdón, del Sha de Persia de la época de cuyo nombre da asco acordarse.

Distintos collares, el mismo perro… como el Caudillo, el nacional-catolicismo y sus obispos del pútrido palio, el Patronato de Protección a la Mujer y la Sección Femenina, y las iglesias, esas que, cuando por casualidad arden, despiden una humareda tan deliciosamente parecida a la de los velos que hoy queman las mujeres iraníes.

¿Que no es solo por el trapo? Claro, ya se sabe que la crítica de la religión es la premisa de toda crítica, y la espita que puede prender la gran explosión.

¿Qué por qué nos importa? Porque no somos interseccionalistas, sino internacionalistas. Como el patriarcado y la mercancía que están en todas partes, ahí seguimos, hombro con hombro, en el oscuro laberinto de la dominación, encontrando camaradas y compartiendo luchas, en pos de la totalidad: la verdadera vida, el comunismo (libertario), la fraternidad inédita, la libertad querida. La utopía, o nada.

Y es que dicen que dijo Tahirih a sus verdugos que “podéis matarme tan pronto como queráis, pero no podréis parar la emancipación de la mujer”.

Sabias y emocionantes palabras.

Pero ahora es necesario no solo llevarlas a la práctica, sino que el miedo cambie definitivamente de bando.

 

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Una danza giróvaga de frenesí y libertad para Mahsa Amini…

… y un poema de Tahirih Qurratu'l-Ayn, que bien podría ser la letra de una canción en su honor, para bailar toda la noche, como las brujas, como las vacantes, como las dinamiteras…

…como el fantasma de la libertad, que siempre llega con un cuchillo entre los dientes.

Mira hacia arriba!
¡Mira hacia arriba! ¡El día que amanece da su primer aliento!
¡El mundo se ilumina! ¡Nuestras almas comienzan a brillar!

Ningún Sheij vociferante gobierna desde el trono de su púlpito.
Ninguna mezquita pregona la santidad que no conoce.

¡Ninguna farsa, ningún fraude piadoso, ningún sacerdote manda!
¡El nudo del turbante cortado hasta la raíz por debajo!

¡No más conjuros! ¡Ningún hechizo! ¡Nada de fantasmas!
¡Buen viaje! ¡Hemos terminado con el espectáculo de la locura!

La búsqueda de la verdad expulsará la ignorancia.
La igualdad derribará a los déspotas.

Que los caminos de la guerra sean desterrados del mundo.
Que la justicia arroje su alfombra por todas partes.

Que la amistad reconcilie el antiguo odio.
Que el amor crezca de la semilla de amor que sembramos.

sábado, 24 de septiembre de 2022

Irán: Desde las manifestaciones por el pan hasta las duras protestas tras la muerte de una joven de 22 años

que fuedetenida, golpeada y asesinada por la policía religiosa por no llevar el velo "según las normas"

Partido Comunista Internacional (El Proletario)
25 de septiembre de 2022

El 13 de septiembre, Mahsa Amini, una joven kurda de 22 años, que estaba de vacaciones en Teherán con su familia, fue detenida frente a una estación de metro por la policía religiosa (Gasht-e Ershad) por "llevar el velo de forma inapropiada". Trasladada a un centro de detención para recibir una "lección de reeducación", dos horas después fue trasladada de urgencia al hospital de Karsa (en Teherán) en estado de coma y murió el 16 de septiembre. Por supuesto, la policía niega haberla torturado, declarando que la chica murió de un "repentino ataque al corazón"; pero "las imágenes de la chica postrada en la cama, con los ojos hinchados y negros y con manchas de sangre en los oídos" no dejan lugar a dudas sobre la severa paliza que sufrió (1).

Esto desencadenó protestas en las principales ciudades iraníes, con más de 50 muertos y miles de detenciones, empezando por el Kurdistán: Saqez (la ciudad de la familia de Mahsa), Sanandaj (la capital de la región kurda), Baneh y Marivan. El sábado 17, ya durante el funeral en Saqez, comenzaron las protestas, con un grupo de mujeres kurdas que se quitaron el velo, y luego continuaron en Sanandaj, donde la policía antidisturbios intervino con gases lacrimógenos, cañones de agua y armas cargadas con balas de goma, causando más de treinta heridos. El domingo 18, las protestas se extendieron a la Universidad de Teherán y luego a Shiraz, Mashhad, Qazvin, Garmsar, Rasht, Bukan, Karaj, Divandareh, Isfahan. Y en señal de protesta, en varias ciudades del Kurdistán iraní y de Azerbaiyán occidental, también se cerraron muchos comercios.


Irán atraviesa un periodo de grandes dificultades económicas y, como siempre ocurre en estos casos, el gobierno aumenta el control social y, por tanto, la represión, que, dado el régimen confesional establecido por la llamada "revolución islámica" de 1978, adquiere -las más odiosas imposiciones religiosas.

Ya entre noviembre de 2019 y enero de 2020, estallaron manifestaciones en todas las ciudades importantes por el aumento del 50% al 200% de los precios de los combustibles y, por tanto, de los precios de los productos de primera necesidad; comenzaron como protestas pacíficas y rápidamente se convirtieron en disturbios contra el gobierno, que, tras bloquear el acceso a internet en todo el país, respondió disparando contra los manifestantes desde las azoteas de los edificios, desde helicópteros y a corta distancia con ametralladoras (2), causando, según la  CNN y la NBC, 1.500 muertos. A pesar de la carnicería, las protestas no terminaron, ni mucho menos. Siempre según la CNN y la NBC, las violentas reacciones de los manifestantes se tradujeron en la destrucción de 731 sucursales de bancos gubernamentales, incluido el banco central de Irán, nueve centros religiosos islámicos y estatuas del líder supremo Alí Jamenei, así como el ataque a hasta 50 bases militares gubernamentales (3).

Desde hace 43 años, el régimen burgués/islámico gobierna Irán; un gobierno que, tras la caída del Sha Reza Pahlevi, ha buscado desde el principio un compromiso entre un modo de producción capitalista que presionaba internacionalmente para un rápido desarrollo también en Irán, y una formación social arraigada en la tradición feudal y confesional. Un compromiso que se está deshilachando tanto por su relativo aislamiento internacional, como porque el desarrollo del capitalismo nacional ha supuesto la formación de grandes masas proletarias y el desarrollo de las comunicaciones, nacionales e internacionales, que el capital, por su propia naturaleza, necesita absolutamente. La presión ideológica, burocrática y policial con la que el régimen de Jomeini, primero, y el de Jamenei, después, siempre han intentado y siguen intentando aprisionar los empujes objetivos de la sociedad iraní para superar los formalismos confesionales con los que se perpetúa la doble opresión de la mujer - existente, existentes, por otra part,incluso en pleno capitalismo- son armas del poder burgués tanto para desarrollar el capitalismo nacional como para imponer un control social muy férreo destinado sobre todo a intimidar a las masas proletarias de las que todo régimen burgués teme la revuelta de clase.
 

La opresión de la mujer, en general, forma parte de ese control social específico con el que el régimen burgués tiende a canalizar contra la mujer -elevada a emblema del mal intrínseco, de la corrupción de la carne y del espíritu- las tensiones que, en cambio, provoca la sociedad burguesa, por su modo de producción basado en el antagonismo entre la clase dominante y la clase proletaria, sometida a la explotación sistemática de su fuerza de trabajo en beneficio exclusivo de los privilegios de la clase dominante, no importa que ésta esté representada por hombrecillos con traje o sotanas negras.

El extremismo confesional, en este caso el islámico, obliga a las mujeres a cubrirse de pies a cabeza y a someterse a comportamientos especialmente humillantes, relegándolas al papel de esclavas entre las cuatro paredes. Aunque se permita a las mujeres salir de casa, acompañar a sus hijos al colegio o asistir a la escuela, siguen siendo consideradas propiedad privada de sus padres, maridos, hermanos, en definitiva, del varón de la familia, y, por una lógica transmisión de la "patria potestad", propiedad privada del Estado confesional, que no sólo legisla, sino que reprime cualquier comportamiento considerado "indecente", "provocador", "incorrecto".

Las manifestaciones de esta última semana han visto a muchas mujeres movilizadas, enfrentándose con valentía a la policía, a los enfrentamientos, a las balas; pero es un coraje que debe encontrar la solidaridad precisamente de las masas proletarias, masculinas y femeninas, porque sólo su fuerza social puede enfrentar y detener la dura represión ejercida por el gobierno. El enfrentamiento actual parece ser el del poder central contra las mujeres que no respetan las leyes y normas existentes; y no cabe duda de que una gran parte de los varones iraníes piensan como el clero islámico, creyendo que el honor y la dignidad de la familia deben salvaguardarse según la tradición y las normas confesionales existentes. Pero respetar y someterse a esta tradición y a estas reglas significa simplemente hacer el papel de los esclavos silenciosos condenados a vivir y morir como esclavos; significa sufrir sin reaccionar ante cada
angustia, cada acoso, cada abuso del poder establecido. En esencia, para la clase obrera, para la clase de productores de la riqueza de un país que sólo disfruta de las migajas que el poder burgués decide repartir, significa trabajar y morir sólo para permitir que esa minoría de burgueses dueños de todo, incluso de la vida de cada ser humano, viva en el privilegio, la riqueza y el lujo.


Mahsa Amini ha pagado en nombre de todas las demás mujeres que quieren sacudirse las restricciones que tienen como único objetivo mantener una antigua opresión social muy conveniente incluso para la sociedad capitalista moderna. Como ha ocurrido y sigue ocurriendo en todos los países del mundo, incluso en los más democráticos y liberales, las fuerzas policiales, instigadas a reprimir aquellos comportamientos que a su "incuestionable" juicio parecen sospechosos o no respetuosos con la ley -la América de George Floyd asfixiado indefenso en el suelo por los policías de turno, la carnicería del G8 en la escuela Díaz y en el cuartel de Bolzaneto en Génova en 2001, los Regeni torturados y asesinados como perros en Egipto por molestar al orden establecido, etc.- están ahí para demostrarlo - cumplen la tarea de defender, en primer lugar, el poder burgués y, por lo tanto, el orden establecido y, en cualquier caso, como no pueden estar presentes en todos los rincones del país, tienen instrucciones de golpear, de vez en cuando, a alguien para "dar ejemplo", de modo que las masas sepan en qué se pueden meter si se salen de la línea.

El poder burgués puede cambiar su método de gestión social si las movilizaciones de masas -como ocurrió con las famosas "primaveras árabes"- son tan masivas que ponen en peligro su dominio; pero no cambiará a menos que haya experimentado todas las formas de represión, incluso las más sangrientas, a su disposición y, en cualquier caso, siempre tenderá a arrojar del trono a la figura que ya no tiene el carisma de antaño para sustituirla por otros representantes, tal vez elegidos democráticamente, para llevar a cabo un cambio de guardia, con el fin de conservar el poder político, económico y social. El Egipto de Mubarak primero, y de Al Sisi después, es prueba de ello. Nos dirigimos a un período en el que las dificultades económicas aumentarán cada vez más, en particular para las grandes masas proletarias, y esto significa que las tensiones sociales aumentarán porque los salarios no alcanzarán para poner el almuerzo y la cena, porque el desempleo hundirá a más y más proletarios en la miseria, porque la represión social aumentará inevitablemente, y entonces el pretexto ya no será el velo que se lleva "incorrectamente", sino la huelga, la lucha que pone en problemas la economía del país; entonces los hombres y mujeres proletarios serán acusados de sabotear "la patria", de ser trabajadores de países extranjeros enemigos... La lucha tomará entonces el aspecto del choque de clases y finalmente la burguesía mostrará su verdadero interés y su verdadero rostro: conservar el poder por todos los medios, asfixiando y reprimiendo a la gran mayoría de la población.

Es en esta perspectiva que los proletarios iraníes, que hoy ciertamente expresan la mayor rabia por el asesinato de Mahsa Amini de una manera tan espantosa, deben preparar su lucha en defensa de sus intereses exclusivos de clase, al margen de todas las ilusiones democráticas y compromisos oportunistas. Será un camino largo y difícil en esta perspectiva, ¡pero es la única posible para lograr la reanudación de la lucha de clases!

Notas:
(1) Véase www.tempi.it/iran-in-piazza-generazione-regime
(2) Cfr. Amnesty says at least 208 killed in Iran protests, su aljazeera.com; Iran protests deaths, en The New York Times,
1 de diciembre de 2019; U.S. says Iran may have killed up to 1.000 protesters, en NBC News.
(3) Cfr. Proteste in Iran del 2019-2020, wikipedia.

domingo, 11 de septiembre de 2022

[Chile] EL REFORMISMO NUNCA HA HECHO REVOLUCIONES

Vamos Hacia la Vida
11 de septiembre 2022. Santiago de Chile

Cuando l@s explotad@s deciden confiar el destino de sus vidas en sus propias manos, todos aquellos sectores cuya existencia depende de la explotación se unen en su contra, aplicando diversas estrategias para contenerl@s y derrotarl@s. Así, se comprometen de derecha a izquierda todos los partidos que defienden las categorías fundamentales de la civilización capitalista.

En los años 60-70 se vivía una inmensa oleada revolucionaria internacional, y en Chile se gestaba un proceso que captaba la atención del mundo entero. Este proceso no se encontraba acotado a los avatares de la alianza reformista de la Unidad Popular, con Allende a la cabeza. Por el contrario, emergía de un creciente movimiento social que se expresaba heterogéneamente en ocupaciones de fábricas, tomas de fundos y terrenos, comedores populares, asociaciones culturales, y una amplia gama de experiencias comunitarias y anticapitalistas. Como sucede en estos casos, este movimiento chocaba tanto contra limitaciones que surgían y se potenciaban desde su propia dinámica interna, como contra la continua y feroz represión estatal (se registraron varias matanzas en pocos años, como la de Pampa Irigoin en Puerto Montt en 1969, bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva, cuando 11 poblador@s son asesinad@s, incluyendo un lactante de 3 meses) y el encuadramiento reformista.

Apoyada en estas luchas, la UP logra llegar al gobierno en 1970, para aplicar un programa socialdemócrata mientras combatía abiertamente a quienes rompían por debajo con los marcos de la legalidad burguesa y se atrevían a actuar autónomamente.

Durante tres años la actividad autónoma de obrer@s, campesin@s y poblador@s, que daba frutos con la conformación de los cordones industriales, la expropiación de fundos a un ritmo que la UP no podía —a pesar de sus esfuerzos— controlar, o los comandos comunales y las juntas de abastecimiento y precios (JAP), se fue haciendo cada vez más intolerable para la clase capitalista.

El sanguinario golpe militar ocurre entonces como última medida para resguardar a la clase dominante, enmarcándose en la respuesta contrarrevolucionaria que en todo el globo reestructuraba al Capital en crisis. Pero su éxito en derrotar al proletariado no se explica sin la constante labor reaccionaria de la propia izquierda, que lo desorganiza, reprime y literalmente desarma.

«Cuarenta y cinco días antes del golpe Allende consideraba que los principales problemas del país eran las demandas salariales excesivas de los obreros, su ‘economicismo’, y el ‘paralelismo sindical’ de los cordones industriales. Pronunció un severo sermón contra la clase obrera y aclaró tajantemente: ‘ESTE PAIS VIVE UN PROCESO CAPITALISTA’; anunció una severa política salarial advirtiendo que en el año próximo los reajustes de sueldos podrían ser inferiores al alza del costo de la vida, aclaró que las FF.AA. seguirían aplicando estrictamente la ley de control de armas y sugirió, en medio de una ovación de sus anfitriones ‘comunistas’ que el MIR podría estar actuando en complicidad con la CIA. Como vemos, una excelente política para preparar al proletariado para los enfrentamientos que se avecinaban»[1].

Se hace ineludible ponderar entonces el rol desmovilizador de la izquierda del capital, que se mueve dentro del marco político burgués y que no se propone otra cosa que el reacomodo de las lógicas mercantiles, haciendo por tanto un balance de su papel en los 70 y el que ha desempeñado desde la revuelta de 2019, principalmente  través de los partidos hoy en el gobierno (P"C" y FA), pero también de aquellos grupos que le entregan su “apoyo crítico”, secundándolos en su maniobras con la pretensión “ingenua” de “desbordarlos”. De esta manera, a partir del “Pacto por la Paz y la Nueva Constitución” firmado por la casi totalidad de partidos políticos con representación parlamentaria el 15 de noviembre de 2019, todo el partido del orden se ha dedicado a diluir la potencia del imponente movimiento desarrollado desde las jornadas históricas del 18-19 de octubre. Su objetivo explícito fue salvar la institucionalidad, gobierno y congreso principalmente, a través de sucesivos eventos electorales que secuestraron la autoactividad de la clase, saboteando las nacientes Asambleas Territoriales, y potenciando el sentido común propio de esta sociedad organizada en torno a la explotación  y dominación social y, por tanto, del fetichismo estatal. Este es el objetivo declarado del proceso constituyente. Su rol fue ciertamente efectivo: las campañas electorales, primero para el plebiscito de entrada, y luego para la elección de constituyentes y otras más (entre las que destaca la presidencial de 2021) sirvieron al propósito de despejar relativamente las calles, quitar fuerza a varias expresiones de autoorganización y luchas reivindicativas, además de otorgar impunidad a los responsables del terrorismo estatal y reafirmar la prisión política para decenas de pres@s de la revuelta. Pero para las ilusiones de un amplio sector que veía en la confección de una nueva constitución una vía para acceder a derechos sociales, este camino resultó en un estrepitoso fracaso, consumado el pasado 4 de septiembre.

El proletariado no se moviliza tras consignas ideológicas ni promesas que se le presentan como ajenas, sino por sus necesidades concretas, lo que no significa que no pueda actuar de forma consciente. La reducción y codificación de las luchas reivindicativas proletarias en categorías propias de los nichos del mercado académico no tienen otro efecto que fragmentar las luchas, aislarlas y finalmente desconectarlas de su sentido original, imponiéndolas luego como algo externo y sembrando la decepción e impotencia. Este es uno de los factores que se encuentra tras la apabullante derrota electoral del “apruebismo”. Además de una pésima campaña, los grupos políticos reaccionarios supieron sacar mejor provecho de temas como la unidad nacional, la seguridad y el orden, que son “propios” de su “ámbito”. Temas que la izquierda del capital no busca nunca tratar en profundidad, sino que, hermanada con sus rivales de derecha, utiliza también de forma proselitista. Consignas patrioteras, respuestas a las mentiras y “campañas del terror” de la derecha que hacen todo lo posible por desmarcarse de cualquier amenaza real al poder y sus lacayos, centralidad de la familia y otros valores rancios, incluyendo el sexismo, racismo y homofobia, son elementos muy comunes de observar en sectores supuestamente ríticos, lo que llegó al paroxismo luego del reciente triunfo del “rechazo”, en la que se observó una verdadera ola de desprecio hacia el “populacho” por quienes pretendían luchar en su nombre.

Tanto los procesos de los años 70 como los de 2019 en adelante, interrumpen su extensión y profundización cuando no dirigen sus críticas y sus luchas contra el núcleo de las relaciones capitalistas (trabajo, dinero, valor) y al Estado como tal. Las lecciones evidentes acerca del papel de los sectores reformistas, que no son solo una versión moderada dentro de las luchas contra el capital, sino que poseen objetivos radicalmente distintos (preservación del orden social capitalista versus su negación radical y superación), no deben ser escondidas bajo la alfombra para volver a desfilar hacia el matadero.

Nuestro camino no es la integración en la política actual sino su destrucción. Esta es una necesidad que surge de las mismas experiencias. Seguir dándose de cabeza contra el muro institucional, pidiendo una y otra vez una “verdadera y democrática” asamblea constituyente y nueva constitución, en lugar de crear y potenciar nuestros propios espacios, fortalecer los lazos y las discusiones fraternas entre individuos y colectividades, y conformar relaciones solidarias que respondan a nuestras necesidades más acuciantes e inmediatas, no puede ser la senda a seguir.

No olvidamos a nuestr@s caíd@s. No perdonamos a l@s asesin@s, torturador@s y sus cómplices de derecha e izquierda.                  

¡QUE LA MEMORIA HISTÓRICA SEPULTE A QUIENES CONDENAN LA VIOLENCIA PROLETARIA!

                                                                                

Nota:
[1]     Helios Prieto (1973) Chile: los gorilas estaban entre nosotros. Se puede descargar junto a otros materiales relacionados desde acá: http://el-radical-libre.blogspot.com/2019/09/la-dictadura-del-capital-es-permanente.html

domingo, 4 de septiembre de 2022

[Chile] «No hemos perdido nada»

por Luther Blisset
5 de septiembre 2022, Chile

No hemos perdido nada, porque nada en ese proceso era nuestro: todo era sobre la oligarquía y sus lacayos intentando reordenar el juego para perpetuar su dominación sobre la mayoría.

Cuando en el plebiscito de entrada el Apruebo ganó con el 80% de los votos, nadie salió a celebrar: esa fue una noche lúgubre, porque todo el mundo sabía que lo que se estaba aprobando era el menos malo de los chanchullos impuestos por los ricos mediante el terrorismo de estado y el confinamiento masivo.

Lo que vino después, la campaña del terror con que hicieron ganar a Boric, y la reciente algarabía histérica de la campaña del Apruebo, no ha sido otra cosa que el efecto amplificado del delirio de la burguesía, obligada a creer rabiosamente en sus propias mentiras. Tan sumergidos están en sus propios fluidos ideológicos, que llegaron a creer que ganarían si obligaban a todo el mundo a votar.  

Si alguien ha salido victorioso hoy, fueron las más de 2 millones de personas que a pesar de las amenazas no acudieron a las urnas. Si a ellos sumamos los votos nulos y en blanco -cuatro veces más numerosos que en el plebiscito de entrada-, resulta que un 16% de los inscritos, cerca de 2 millones y medio de personas, o bien se rehusaron a responder al interrogatorio fariseo de la casta política, o bien respondieron con un digno silencio.

Esa rebeldía elemental, esa voluntad de desertar de la política burguesa, es el piso mínimo para cualquier ambición emancipadora. Quienquiera que se pretenda revolucionario o anticapitalista, debe partir por fomentar y potenciar esa evasión. Esa evasión, la de quienes saltan sin miedo el torniquete del sistema de representación política burguesa, fue y seguirá siendo nuestro gesto primordial de rebelión, y es la condición previa de toda política independiente de las clases explotadas.

sábado, 3 de septiembre de 2022

[Chile] El acá y el allá se piensan juntos

Una respuesta al desasosiego ultraizquierdista del MIT

por Luther Blisset
3 de septiembre 2022, Chile

“Si el partido lo exige, un auténtico bolchevique está dispuesto a creer que lo negro es blanco y que lo blanco es negro.” (Gueorgui Piatakov)

Un pequeño partido trotskista, el MIT, acaba de publicar a través de su fanzine La voz de los trabajadores, un extraño y divertido artículo, firmado por un tal Hank Escorpio, acerca del plebiscito del 4 de septiembre. El autor dice que quienes han llamado a la abstención y al voto nulo, viendo en el proceso constituyente una restauración del poder oligárquico, son “ultraizquierdistas”, y que por lo tanto sus llamados muestran, además de una actitud “estudiantil”, una inclinación criminal, patológica, violenta y fascista.

Lo primero que llama la atención es que en el título se nos conmina a que “aprendamos a pensar”, mientras que el artículo es tan confuso, retorcido y alusivo, que si uno realmente piensa en lo que está leyendo, no puede tomárselo en serio. Aludiendo arbitrariamente a uno que otro concepto filosófico, el autor intenta dar la impresión de un pensamiento profundo y complejo, cuando en realidad su único propósito es demonizar una realidad con tal de poner al lector en contra de ella. Es decir: para que el artículo cumpla su propósito, es necesario que el lector no piense mucho, y más bien reaccione visceralmente ante la amenaza que le están proponiendo.

Vamos a dedicar algunas líneas a demostrar que la amenaza ultraizquierdista retratada por el MIT es más una fantasía que una realidad, y de paso aprenderemos dos o tres cosas quizás hasta ahora inadvertidas sobre la mentalidad y la política del trotskismo de derecha.

Despejando una niebla terminológica

Primero aclaremos: ¿qué es la ultraizquierda? En breve: es el nombre que los dirigentes de la Tercera Internacional le dieron, despectivamente, a los marxistas que se apartaron de su línea oficial porque la consideraban peligrosamente centralista y autoritaria. De hecho, alrededor de 1920 tanto los comunistas de consejos alemanes y holandeses, como también un variado archipiélago de grupos marxistas y anarquistas, pensaban que los jefes rusos de la Internacional, embriagados de poder, se habían vuelto ciegos a las aspiraciones y necesidades del movimiento obrero real, estando dispuestos a aplastar cualquier expresión de lucha que no se sometiera a sus órdenes (como efectivamente hicieron en numerosas ocasiones).

El movimiento obrero ya había sido advertido de esto cuando los jefes socialistas alemanes ordenaron asesinar a Rosa Luxemburgo, a principios de 1919: a su manera, esos jefes políticos habían expresado una temprana preocupación por la amenaza del “ultraizquierdismo”, aunque no utilizaran esa palabra. El término empezó a ser usado cuando Lenin dio a conocer su famoso libelo La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, escrito para denostar a las mismas corrientes políticas que los carniceros Ebert y Noske habían ahogado en sangre en Alemania, un año antes. En lo sucesivo el texto de Lenin ha sido utilizado como un manual doctrinario por todos los defensores del estado policial estalinista, y hoy sigue siendo útil a los izquierdistas que buscan salvar la institucionalidad burguesa, erigirse ellos en jefes políticos del pueblo, y demonizar la autoactividad proletaria.

El MIT, por su parte, sin ningún rigor, de forma obviamente malintencionada, y nada menos que en nombre de Lenin, reduce el ultraizquierdismo a la lucha armada, identificándolo con tendencias tan dispares como el guerrillerismo castro-guevarista y maoista, la ETA, el IRA, las Brigadas Rojas, el MIR, el FPMR, el MJL, la RAF y el anarquismo insurreccional… ocultando que la mayoría de esas expresiones son profundamente leninistas, y sin mencionar que en la ultraizquierda hay grupos que han criticado a ese lucharmadismo, precisamente por ser una forma extrema de leninismo. El MIT está delirando.

Volvamos a la realidad. Hoy en día, quienes se identifican con las tendencias que Lenin denigró como “ultraizquierdistas” (el comunismo de consejos, básicamente) tienden a formar sectas aisladas con muy poca o ninguna influencia social, y que tienden a replicar en miniatura las lógicas alienadas de los partidos burocráticos. Hay, por otro lado, quienes han roto con esa tendencia y la han criticado, en textos como Contribución a la crítica de la ideología de ultraizquierda de Jean Barrot, o De la ultraizquierda a la teoría de la comunización del grupo Thèorie Communiste, por citar sólo dos ejemplos.

El abstencionismo no es de sectas, es de masas

Lejos de las pocas sectas ultraizquierdistas que aún sobreviven, y de los escasos teóricos que les han dedicado críticas que casi nadie lee, hay un campo social bastante amplio y diverso que, sin saber nada de todo eso, encarna un fuerte rechazo a cualquier política burocrática y autoritaria, sea de izquierda o de derecha. Con el correr de los años, esa desconfianza del pueblo hacia los partidos y su política se ha ido convirtiendo en un asunto de sentido común y de decencia, tanto como lo es su rechazo a los carteles del narcotráfico o al tráfico de personas, por ejemplo.

Por lo tanto, es completamente natural que ese ánimo antipartidista forme parte constitutiva de una gran parte de la militancia poblacional, de la lucha medioambiental, del activismo sindical, del rescate historiográfico y de la experimentación cultural, prácticas que no se reconocen ni en la ultraizquierda ni en sus críticos, pero sí en la historia del poder popular y la autonomía obrera, en las luchas de los pueblos originarios y en la idea, vaga pero enérgica, de un “buen vivir” opuesto al capitalismo.

Es de este campo de donde vienen consignas tales como “el pueblo unido avanza sin partido”, “sólo el pueblo ayuda al pueblo”, y “que se vayan todos”, las cuales expresan el ánimo de la mayoría de la población; y es ahí donde más se ha hecho sentir el escepticismo y el asco frente a un proceso constitucional visto como fraudulento. Cuando encontramos llamamientos organizados a no validar ese proceso, o iniciativas en pro de la desobediencia civil, estamos viendo tan sólo la punta del iceberg de una disposición de ánimo que es masiva: la misma que irrumpió en octubre del 2019, y que hoy sigue madurando en el subsuelo de la sociedad, aún cuando parezca haberse extinguido. Atribuir la voluntad de abstención frente al proceso constitucional a la acción de “la ultraizquierda”, como hace el MIT a través de Hank Escorpio es, por decir lo menos, disparatado.

Disparatado, pero predecible. Porque el MIT es una organización que gravita en torno al siguiente artículo de fe: la emancipación de la clase trabajadora no será obra de ella misma, porque sólo puede ser obra de un partido que la dirija. Este dogma refleja fielmente el pensamiento de la burguesía, que se ve a sí misma como protagonista, como agente activo y pensante de la historia, y al proletariado como comparsa, mero músculo ejecutor de las decisiones de la élite dirigente. A quienes ven el mundo de esta forma, simplemente no les entra en la cabeza que las personas comunes puedan forjar sus propias ideas a partir de sus experiencias, ni que actúen por iniciativa propia movidas por sus intereses y necesidades. Según los partidos de derecha, si el pueblo se levanta y protesta en masa es porque unos conspiradores chavistas deben haberlo instigado. Según los partidos de izquierda, si el pueblo se abstiene de votar o acude de mala gana a las urnas para anular su voto, es porque además de ser apático, unos cuantos ultraizquierdistas lo han persuadido. Por lo tanto, si una brisa de escepticismo y desconfianza popular empieza a soplar en torno al plebiscito del 4 de septiembre, si mucha gente empieza a hablar de abstención, de anular y de desobediencia civil… trayendo a la memoria la altísima abstención electoral de años anteriores, lo que el MIT hace no es tratar de explicar todo eso, sino echarle la culpa al ultraizquierdismo. ¡Plop!

La verdadera soberanía es el comunismo

En todo caso, la contundente “explicación” del MIT para la abstención electoral de 58% alcanzada en Chile hace unos años, es ésta: “la gente siente apatía, desinterés, rechazo a la política”. Esto podría haberlo dicho cualquier político de cualquier partido de izquierda o de derecha, sin distinción, por cierto. Ni por un segundo se les ocurre que ese desinterés sea la condición previa para que los proletarios se planteen tomar su destino en sus propias manos, sin abdicar su soberanía en representante alguno. Al contrario, el MIT ve en esa apatía sólo una condición defectuosa que el partido debe corregir, haciendo que el pueblo vuelva a entusiasmarse con una política de dirigentes.

Lo que el MIT no entiende, porque de no entenderlo depende su propia existencia, es esto: la soberanía es una facultad indelegable, es decir que sólo puede ejercerse directamente y no a través de representantes; por lo tanto en un contexto sociohistórico como el nuestro, para que un verdadero ejercicio de soberanía popular sea posible, es necesario que el pueblo haya experimentado antes, frente a la política representativa de los partidos, una apatía y un desinterés total, absoluto y definitivo.

Tal como lo explicamos en un artículo anterior, Lenin y Trotsky (que dicho sea de paso son los principales referentes intelectuales del MIT), daban por sentado que para hacer la revolución el pueblo debe delegar su soberanía en sus representantes políticos, en un partido. Pensaban que con eso el pueblo no abdica de su soberanía, sino que simplemente la transfiere a gente capacitada para ejercerla en su nombre. Esta forma de ver las cosas es inseparable de la deficiente comprensión del capitalismo que aquejó al movimiento socialdemócrata de esa época en general, y a los dirigentes bolcheviques en particular. Ellos pensaban que antes de poder superar el capitalismo había que incrementar en un sentido cuantitativo las fuerzas productivas, multiplicando la industria pesada, las infraestructuras logísticas, de comunicación y transporte, expandiendo al mismo tiempo la reproducción de la fuerza de trabajo asalariada. Todo esto, por supuesto, sólo podía responder a un plan concebido por expertos, el cual para ser ejecutado requería firmes cadenas de mando jerárquico en que los obreros seguían ocupando los escalafones inferiores, tanto en ingresos como en poder de decisión, por debajo de los dirigentes políticos, intelectuales, funcionarios y profesionales.

Nos guste o no, hemos alcanzado el punto en que cualquier incremento cuantitativo de la fuerza productiva tal como ha sido configurada por el capital, sólo nos acerca un paso más hacia la catástrofe global y la extinción de la especie humana. Por lo tanto, en adelante cualquier noción de un mundo post-capitalista debe obligatoriamente contemplar una economía de estado estacionario como mínimo, si no un decrecimiento material acompañado de un incremento exponencial de la fuerza productiva entendida -a la manera de Marx- como la socialización misma, es decir, como praxis subjetiva.

Si la dinámica socioeconómica que los bolcheviques implantaron en Rusia era absolutamente incompatible con el ejercicio de la soberanía popular, porque la soberanía no es una mera gestualidad simbólica sino el ejercicio directo del poder sobre las propias condiciones de existencia, nosotros en cambio no podemos pensar en ninguna transición más allá del capitalismo, sin que ella implique la soberanía popular real. A este tipo de soberanía, que es el dominio consciente y directo de la población sobre sus condiciones de existencia, es a lo que se refieren expresiones como “la organización de los productores libremente asociados”, o la “administración de las cosas y no de los hombres”; y sólo sobre ese trasfondo de soberanía tiene sentido pensar en una vida colectiva que recibe “de cada cual según su capacidad” y da “a cada cual según su necesidad”.

Pensamiento dialéctico e historia

Por más que estas consideraciones puedan parecer abstractas y lejanas de nuestros problemas inmediatos, son sumamente importantes, porque según qué entendamos por capitalismo y cómo concibamos lo opuesto del capitalismo, así serán nuestras ideas sobre la contingencia política y sobre los fenómenos sociales que se agitan bajo ella. Una abstención electoral de casi dos tercios de la masa votante, y la actitud de esa masa frente a un sistema político en el que cree sólo a medias o no cree en absoluto, son fenómenos que significan cosas muy distintas según cómo se entienda la soberanía, el capitalismo, el comunismo, y el paso de uno a otro.

Quienes piensan que la revolución ya fue suficientemente explicada por los líderes bolcheviques en 1920 y que no hay mucho más que agregar, interpretan esa abstención como una “apatía y desinterés” que habría que corregir restableciendo la vieja confianza en los partidos. Esa rigidez tan poco dialéctica, esa fijación en la lógica formal que equipara las condiciones de la lucha de clases de hace un siglo con las de hoy, les iguala quieran o no a todos los partidos burgueses que hoy se parten la cabeza buscando el modo de restablecer la legitimidad perdida del sistema de representación burguesa.

Quienes, por el contrario, pensamos por nosotros mismos de acuerdo con la realidad que vivimos y no según lo que Lenin y Trotsky dijeron sobre Rusia en 1920, vemos esa misma abstención, esa apatía y desinterés frente al sistema de partidos como una evolución positiva, una que habilita problemas y aprendizajes que tienden potencialmente a la soberanía popular, y por tanto hacia el comunismo. Es sobre ese terreno que pensamos y actuamos, y eso no nos convierte en ultraizquierdistas.

Por cierto, es curioso que haya que explicarle esto a gente que se jacta de ser leninista, cuando es bastante sabido que el mayor mérito de Lenin fue precisamente haber mostrado que el contenido de la revolución debe guiar las actitudes políticas de los revolucionarios en todo momento, independientemente de cuán lejos parezca estar el horizonte comunista. Si el propio Lenin no pudo extraer de esta base metodológica correcta conclusiones mejores que las que sacó, no es por un “error” que haya cometido, sino porque en su época no había nada que le permitiera ver más allá de lo que vio, siendo la persona que él era.

De nuevo, pese a su declarado leninismo, el MIT parece necesitar que le refresquen la memoria respecto de la dialéctica histórica que Lenin quiso expresar: nosotros no analizamos la historia para encontrar culpables ni para reprochar defectos, sino para entender los límites que cada período histórico impone a las mentes y a los actos de sus protagonistas, porque sólo así podemos entender hasta qué punto esos límites no son los nuestros, y cómo los límites que nos impone nuestra propia época exigen respuestas que ellos no podrían haber siquiera imaginado. En este punto, estamos obligados a preguntarnos quién es el que “habla por los muertos y es incapaz de pensar por sí mismo”, cuando es Hank Escorpio quien se exaspera porque “cierta ultraizquierda” cita a Lenin y a Trotsky para demostrar que la época de ellos no volverá jamás, mientras que no parece inquietarle que su propio partido los cite constantemente para erigirlos en una voz de autoridad.

Por último, estas observaciones deberían bastar para que quede descartada la acusación hecha por Hank, respecto de que quienes hemos llamado a la abstención estaríamos motivados por un desprecio moral y puritano hacia la “servidumbre voluntaria” de quienes sí votan. Pues no, las cosas no son tan sencillas: uno puede apreciar el tratado de Etienne de la Boetie y seguir haciendo la crítica materialista del mundo del capital, sabiendo que quienes participan del sistema político burgués lo hacen porque las condiciones materiales de su existencia se los impone, tal como mañana esas mismas condiciones les impondrán hacer lo contrario, del mismo modo que hoy nuestro ser social objetivo nos hace captar y expresar tal movimiento contradictorio. De eso se trata el pensamiento dialéctico, en caso de que hiciera falta ilustrarlo.

Pseudofilosofía para incautos

El MIT afirma que reivindicar el voto nulo y la abstención, denunciando el proceso constitucional como un fraude y una derrota, equivale a “renunciar a la lucha gris y cotidiana” en nombre de “criterios absolutos” basados en una “lógica lineal y formal de tipo aristotélico”. Uno no sabe si reír o simplemente menear la cabeza cuando lee estas frases. Es como leer a esos militantes izquierdistas de los años setenta que en sus encarnizadas (e irrisorias) peleas por dominar la opinión ajena se acusaban mutuamente de abandonar “el materialismo dialéctico”, enrostrándose unos a otros una verborrea pastosa y vacía aprendida en los manuales de la Academia de Ciencias de la URSS, o de Marta Harnecker, sin que esas discusiones llegaran nunca a nada.

Dejémoslo claro de una vez: cuando uno reivindica la abstención, la apatía y el desinterés respecto de la política burguesa, como condiciones necesarias para la autoactividad proletaria y el poder popular, en eso no hay ninguna falta a la dialéctica, ninguna concesión a la lógica formal aristotélica, ningún “criterio absoluto” y ninguna renuncia “a la lucha gris y cotidiana”. Las razones históricas, sociales, políticas que sustentan una posición abstencionista frente al proceso constitucional de la burguesía son profundas, pesan, y han sido expuestas tanto en lenguaje teórico como en consignas, así como en un sinnúmero de expresiones populares cotidianas. Hay una comprensión dialéctica de los procesos históricos, hay razones fundantes de una decisión política responsable, madura y argumentada. Lo que no hay, es indulgencia ante el oportunismo y la demagogia, y es esto lo que molesta al MIT, no la falta de rigor filosófico. Decir que la nueva constitución traerá mejores condiciones para el pueblo y que había que llamar a aprobar en el plebiscito, no es más dialéctico que decir lo contrario. Sólo es más cómodo. Sólo hace parecer que la gris lucha cotidiana tiene más sentido porque se la ha acompañado con un posicionamiento político que ofrece ventajas comparativas a corto plazo.

Una justificación post festum

Quienes afirman que la defensa de la abstención y del voto nulo es “ultraizquierdista”, que responde a un “método estudiantil”, a una “iluminación pedagógica” cercana al fascismo, que es “vanguardista”, que es “criminal” y que es “patológica”… quienes dicen todo eso tal vez consigan dar de buenas a primeras una impresión superficial de adultez política, de responsabilidad histórica y de certeza científica, pero basta con remover un poco esas hileras de frases grandilocuentes puestas una detrás de otra, para ver que ahí no hay nada: sólo la voluntad de denostar, de demonizar una opción política que es contraria a la de ellos y que ellos son incapaces de refutar con verdaderos argumentos. Después de todo, ¿para qué cansarse pensando en argumentos cuando eso entraña el riesgo de no encontrarlos, y además resulta más fácil convencer a una audiencia de lectores desatentos movilizando sus temores y antipatías?

El punto es, justamente, que muchísima gente ya decidió votar Apruebo, que el MIT ya decidió sumarse a esa movilización política de masas respondiendo a cálculos que le conciernen en tanto partido político, y que una vez tomada esa decisión, están obligados a combatir con ferocidad cualquier oposición o crítica. Acá “ferocidad” significa: con mentiras, con tergiversaciones, con trucos retóricos. Que la abstención/voto nulo es ultraizquierdista, que es fascista, criminal, enferma. Esto en psicología se llama proyección: le atribuyen a otros lo que ellos temen encontrar en el fondo de sí mismos.

Todo el artículo de Hank Escorpio está plagado de ese mecanismo neurótico. El objetivo: aplastar la opción abstencionista en cuanto empiece a mostrarse como algo más que un fenómeno periférico, marginal e insignificante. Porque eso es exactamente lo que ha sucedido en estas últimas semanas: que ante la pasividad y postración de las masas populares, la casta política y la oligarquía se desataron, mostraron sin tapujos lo que el proceso constitucional siempre ha sido, un fraude total, y en respuesta a eso la sospecha que anidaba en mucha gente empezó a convertirse en inquietud, en malestar y finalmente en la decisión política de abstenerse o de votar nulo.

Frente a ese tenue, incipiente regreso de la desobediencia civil que estalló en octubre de 2019, el MIT se ha visto enfrentado al siguiente dilema: o admite que se equivocó al sumarse al Apruebo y reconoce la legitimidad del rechazo popular al fraude constitucional, o justifica su decisión a sabiendas de lo que implica, huyendo hacia adelante. Ya sabemos: ha preferido huir hacia adelante, y para justificarse va a echar mano a lo que sea, incluso a insinuar que sus detractores son extremistas armados locos y peligrosos. Lo importante es mostrarse serios y respetables ante el partido del orden, con la esperanza de ser admitido en sus filas.

Sí, lo queremos todo

Hasta aquí sólo hemos esbozado algunas ideas que esperamos ayuden a despejar la neblina de malos entendidos y tergiversaciones ofrecidas por Hank Escorpio en su artículo para el MIT. Sobre todo, nos ha interesado desmentir algunas deformaciones bastante groseras que Hank hizo pasar bajo un barniz aparentemente filosófico, dialéctico, realista, optimista y asertivo… y que en realidad denotan exactamente lo contrario: un pensamiento superficial, rígido, voluntarista y acomodaticio. Sólo para dejar consignado el grado de hostilidad que el abstencionismo electoral puede suscitar: Hank ha llegado al extremo de decir que quienes no votan en elecciones, esos ultraizquierdistas dementes, profesan un “odio patológico” a la clase obrera, buscan deliberadamente vivir en la pobreza, padecen de personalidades narcisistas, y usan el anonimato debido a sus acciones violentas, clandestinas e ilegales.

Por supuesto, no vale la pena ocuparnos de acusaciones tan estrambóticas, pero sí es relevante mencionar, respecto del anonimato, que la gran mayoría de los anticapitalistas que no revelan su identidad en internet, lo hacen simplemente porque desdeñan la figuración pública, no tienen ningún interés en el prestigio autoral, y en cualquier caso son lo bastante prudentes para no olvidar que llegado el momento de la represión política no hace falta cometer ninguna ilegalidad para ser blanco de ella. Como sea, no es muy común encontrar a anticapitalistas que le den demasiada importancia a la presencia de su Yo virtualizado en el mundo de internet. Por si fuera poco, existe una abundante producción literaria, filosófica y política que ha puesto en tela de juicio el valor de la identidad egoica y de su publicidad, pero es obvio que Hank Escorpio la ignora o no la entiende; sin pensarlo dos veces, se contenta con el absurdo de diagnosticarle narcisismo precisamente a quienes por motivos que nada tienen que ver con la ilegalidad, han renunciado de buena gana al reconocimiento de una sociedad que produce narcisismo en masa.

En cualquier caso, sería muy raro que en ese esfuerzo por justificar su adhesión al partido del orden, el MIT no hubiera acertado en una que otra descripción de los elementos políticos que hoy día están posicionados en torno al plebiscito. A saber: en los sectores que defienden la abstención y el voto nulo sí hay, efectivamente, un componente impresionista que aísla algún aspecto de la lucha social y la eleva a categoría suprema, suplantando el todo por una parte. Tampoco se puede negar que existe un elemento voluntarista, empirista, inmediatista, que tiende a reemplazar el análisis sociohistórico por los deseos personales y las inclinaciones emotivas del momento. Estos rasgos son límites inherentes al movimiento social tal como existe en este momento, y no van a desaparecer por un acto de voluntariosa denuncia retórica. Por lo mismo, son también rasgos notorios de los sectores militantes que no han sabido aún romper con las lógicas de la ultraizquierda. Pero por más que estos rasgos existan, y constituyan un límite a las luchas, deducir de ello que la abstención electoral es una manía de ultraizquierdistas, es una estupidez. No vamos a insistir en los motivos que el MIT tiene para incurrir en ella.

Por último, queda comentar, aunque sea muy rápido y para rematar, ciertas acusaciones que la izquierda partidista -no sólo el MIT- ha dejado caer últimamente sobre quienes han puesto en duda su vía institucional. Existencialismo, milenarismo, maximalismo, ultimatismo. Sería interesante ver cómo experimentarían esos izquierdistas estas evocaciones si no estuvieran cegados, ensordecidos e insensibilizados por su necesidad de justificar las míseras cuotas de poder que ya les han sido concedidas dentro del orden burgués. Tal vez, sólo tal vez, descubrirían que antes que ellos llegaran a solicitar su admisión en el negocio de la representación política, el existencialismo, el milenarismo, el maximalismo y el ultimatismo ya se habían consolidado como fuerzas motrices definitivas e insustituibles de toda transformación histórica. No las escuelas filosóficas ni las corrientes literarias, sino las vivencias compartidas por masas de gente que en determinados momentos no pudieron tolerar más la miseria, el vacío y el sinsentido de una existencia reducida a una variable del mercado. Sin esas disposiciones de ánimo, que una y otra vez actúan como fuerzas elementales de lo humano frente a la alienación de lo real cosificado… sin esas proyecciones subjetivas y sociales hacia un más allá de la alienación cotidiana, jamás habríamos oído una palabra sobre Espartaco, ni sobre Thomas Müntzer, ni sobre Marx, Bakunin, Lenin o Mao, ni sobre los Cordones Industriales o el poder popular. Tampoco habríamos vivido en primera persona un levantamiento social como el de octubre de 2019, ni habría en este momento ningún “político realista” buscando que le concedan un puesto en la gestión racional de la barbarie neoliberal.

El MIT, el Frente Amplio, y todos los demás partidos que ya están o aspiran a ser admitidos en la administración del capitalismo, le deben todo a esas pulsiones existencialistas, milenaristas, maximalistas, tan emparentadas con la poesía, con la alegría de vivir, con el amor y el espíritu de aventura y de descubrimiento. Sin esas pulsiones, el politicismo rencoroso y gris, burocrático y sin imaginación, de los militantes del conformismo, se ahogaría en su propia insignificancia, aparte de que no tendría nada que reprimir, nada que controlar, nada que acallar ni administrar. Así que un consejo: cuando perciban un aire de romanticismo revolucionario, existencialista y utópico, deberían como mínimo observar el mundo de pesadilla en el que apenas sobreviven, examinarse a sí mismos vegetando dentro de él, y al menos por pudor, callarse la boca, porque en ese aire inconformista está la semilla de toda revuelta, de toda revolución futura.

Lo que fue y lo que vendrá

Dicho esto, concluyamos con una advertencia, por la que podrán acusarnos de muchas cosas pero no de un exceso de humildad: pese a todo lo que esta breve pausa pueda sugerir, en Chile no se va a restablecer la legitimidad del sistema de dominación política de la burguesía. Así como hoy avanza a paso acelerado en varias regiones del planeta una marea de recesión económica, colapso climático y derrumbe de los estados nacionales; así como las clases dominantes se aprestan para la guerra civil generalizada confiando en que esta vez, contra toda evidencia pasada, la destrucción física alcanzará para detener la historia; así como hoy los humillados y ninguneados de siempre aguardan pacientemente el resultado de su último acto de confianza en el orden de las cosas, sabiendo que no van a esperar indefinidamente… asimismo aquí y en todas partes hay quienes han llevado el conocimiento dialéctico de la historia a la conclusión lógica que en este momento es evidente por sí misma: no es el momento de ceder ninguna fuerza, ningún gesto, ninguna esperanza, a la continuación de las cosas tal como han sido hasta hoy.

La vieja ensoñación constitucional, democrática, representativa, hoy restaurada por un rato, va a durar muy poco. El agua y la electricidad, el trigo y las hortalizas, las correas de transmisión y los microchips, las camillas y medicamentos, las señales inalámbricas y las armas, pronto empezarán a imponer sin mediaciones sus propias leyes inapelables, y toda convocatoria a “la razón” ilustrada y a “la razón” política, se va a revelar como una abstracción insignificante y ridícula, frente a la razón concreta de los pueblos vivientes, reales, buscando subsistir. Cualquiera que observe con atención las curvas de datos macroeconómicos, climáticos y sociales, y que acompañe esas curvas con informaciones frescas sobre desempleo, automatización, inundaciones, sequías e incendios catastróficos, hambrunas, guerras civiles y derrumbe de estados-nación, sabe que este es el curso inevitable a seguir, y que si bien no hay nada que podamos hacer para evitarlo, sí podemos hacer esta simple, modesta y crucial elección vital -que es a la vez política e histórica-: o dedicamos nuestras fuerzas a alimentar ilusiones vanas, o a destruirlas.

La mayoría de la gente que se abstiene de votar o vota nulo, sin importar cuán intenso haya sido el asedio propagandístico, lo hace por hastío, apatía y desinterés, que son las actitudes más saludables que alguien puede tener en estos tiempos frente al capitalismo real. Entre ellos, hay unos cuantos que pese a estar también hastiados del capitalismo y de los embusteros izquierdistas y ultraizquierdistas, promueven la abstención no por hastío, sino por economía de fuerzas. Mientras menos ilusiones existan sobre la capacidad de la política burguesa para mejorar nuestras condiciones de vida, mejores serán nuestras probabilidades de salir del capitalismo, hacerlo por nosotros mismos, y a partir de ahí, ser dueños soberanos de lo que sea que vaya a venir después.