domingo, 14 de enero de 2024

[Ecuador] CONTRA LA GUERRA ENTRE PATRONES, REDES DE SOLIDARIDAD PROLETARIA

Análisis y posicionamiento comunista sobre la jornada de terror del 9 de enero de 2024

Proletarios Hartos de Serlo
Quito, enero de 2024

 

Ecuador, 9 de enero de 2024: continuación y agudización de la guerra interburguesa o entre patrones, usando como carne de cañón a proletarios sobrantes y a la población civil en general, a fin de aterrorizar, disciplinar y explotar con mayor facilidad y “legitimidad” a la clase trabajadora por parte del Estado capitalista y su gobierno de turno. Para los explotados y oprimidos, la salida de esta situación sólo puede ser colectiva… y combativa:  la solidaridad de clase… contra clase.  

Hoy en día, el contexto histórico y mundial es de crisis, descomposición y guerra; de catástrofe y contrarrevolución. El narcoterrorismo en países capitalistas subdesarrollados como el Ecuador es su rostro más visible y monstruoso. Pero no es una “anomalía”: eso mismo es el capitalismo y el Estado.

El capitalismo es un modo de producción y reproducción social que se basa en la violencia: la depredación sistemática de la naturaleza y de la humanidad proletarizada para producir mercancías y obtener ganancia. La explotación asalariada es violencia. La acumulación de riqueza en un polo social (ej. Samborondón) y de miseria en otro polo social (ej. El Guasmo) es violencia. La represión de la protesta contra esta desigualdad estructural es violencia. El Estado es el monopolio “legítimo” de toda esa violencia. El Estado no es “neutral”: es el guardián del Capital.

El capitalismo se basa también en la competencia. Con sus empresas y sus Estados, los capitalistas de todo el mundo compiten entre sí de manera permanente por más capital, territorio y poder, tal cual lo hacen las mafias. Y, en ciertas situaciones, dicha competencia adquiere una forma armada llamada guerra. Esto es la guerra intercapitalista, la guerra interburguesa o la guerra entre patrones, donde el Estado es el patrón de patrones y la mafia de las mafias.

Mientras que las mafias del narcotráfico en realidad son empresas transnacionales (carteles mexicanos, colombianos, albaneses, etc.) con sucursales locales (empresas de lavado de dinero, bandas delictivas, etc.). Esta es la lumpenburguesía. Su fuerza de trabajo (traficantes) y, al mismo tiempo, su fuerza de choque (sicarios) es el lumpenproletariado o el proletariado sobrante ─sin trabajo, sin techo, sin estudios, sin futuro─ que reclutan a la fuerza desde niños y adolescentes en los suburbios.

¿Por qué ahora estas mafias tienen más poder que antes? Porque son un síntoma de la crisis y descomposición del capitalismo que mencionamos al principio. Teniendo presente que las crisis son momentos de verdad; es decir, el capitalismo es mafioso por naturaleza y desde sus orígenes, sólo que hoy en día aquello es más brutal y escandaloso que antes. Y no se olvide: el Estado es la mafia mayor de cuello blanco.

Por lo tanto, los hechos violentos del 9 de enero en Ecuador son un episodio más, pero también más fuerte, de la guerra entre la mafia de la burguesía agroexportadora ─personificada por Noboa y su gobierno─ que ahora está de nuevo en el poder estatal y la mafia de la lumpenburguesía ─personificada por “Fito” y su banda─ que ha ganado cada vez más poder en la sociedad. Esto es lo que realmente significa el “conflicto armado interno” del que habla el gobierno ─y la prensa burguesa. También habla de “actores no estatales beligerantes”, “crimen organizado transnacional” y “terroristas”. Pero este refinado e hipócrita discurso liberal no resiste un análisis crítico de clase.

Por un lado, los narcopolicías, narcomilitares, narcojueces, narcopolíticos y narcoempresarios tanto del caso “Metástasis” como del caso “El gran Padrino”: toda esa “élite” burguesa mafiosa es el Estado capitalista crudo y duro, sin máscaras ni maquillajes, aquí y ahora. Por otro lado, las bandas del narcotráfico en realidad son “la hipertrofia del poder estatal” ─como bien dicen unos compañeros anarquistas─, porque ejercen funciones estatales en los suburbios y las cárceles: administración de negocios, control territorial, represión y asistencialismo al mismo tiempo.

Por lo tanto, ese lloriqueo socialdemócrata de “el abandono del Estado” o de “el Estado ausente” es falso. Al contrario, eso mismo es el Estado: una gran pandilla de hombres armados que administra la acumulación de capital y de poder en los territorios, ya que las condiciones materiales y las relaciones sociales vigentes lo hacen posible. El Capital-Estado es el verdadero crimen organizado, y es un pulpo con diferentes tentáculos: el tentáculo legal y “bueno” está conformado por todos los empresarios, políticos, jueces, militares y policías (de Ecuador, México, EE.UU. y otros países) con quienes los narcos hacen negocios y pactos bajo la mesa; mientras que el tentáculo ilegal y “malo” está conformado por las bandas ecuatorianas y sus verdaderos jefes, los carteles mexicanos. Ese es el Capital-Estado real aquí y ahora, que explota y somete a la mayoría de la población usando todo su poder (militar, político, legal, económico, social, cultural y mediático).

En la política ─y en su continuación que es la guerra─ ciertamente existen conspiraciones y espectáculos. De hecho, la jornada de terror del 9 de enero en Ecuador fue la ejecución de un plan orquestado entre el Estado y las bandas. El torpe secuestro de TC Televisión por parte de miembros muy jóvenes de una banda y su fácil rescate por parte de la policía es el más claro ejemplo de ello, y no sólo una televisada demostración de fuerza; así como también, los videos que circularon en redes sociales de los guías penitenciarios secuestrados y supuestamente “ejecutados” dentro de las cárceles. ¿“Política de shock” y de show? Sí, pero esa no es la causa que explica lo sucedido…

La causa estructural es la necesidad de la clase dominante de gestionar la crisis capitalista (caída de la tasa de ganancia, desvalorización y sobreproducción de drogas y de mercancías en general) y la contrarrevolución preventiva (prevenir una nueva insurrección de los explotados y oprimidos como en octubre de 2019 y junio de 2022) de manera cada vez más violenta o sangrienta. Durante los últimos años en el Ecuador, este ya es un patrón que se repite y se agudiza cada vez más. La causa estructural es, pues, la necesidad del Capital de usar la violencia estatal y paraestatal tanto para deshacerse de proletarios sobrantes o “antisociales” porque ya no producen valor o no son “productivos” como para disciplinar y reproducir la fuerza de trabajo en activo, su única fuente de valor y ganancia. En fin, es una violenta vuelta de tuerca del capitalismo.

El resultado logrado por la clase dominante es sembrar el miedo en la población y crear un consenso social reaccionario de “más seguridad” y, peor aún, de “darles bala”, para así justificar y legitimar, por un lado, el terrorismo de Estado: toque de queda o estado de excepción; militarización de las calles; impunidad para los militares y policías que humillen, torturen y asesinen a jóvenes empobrecidos y racializados de los suburbios; Decreto 111; “Plan Fénix” (o Noboa imitando a Bukele); y posiblemente, “Plan Ecuador” (nueva versión criolla del “Plan Colombia”, bajo la tutela de EE.UU.). Por otro lado, justificar y legitimar el “paquetazo” de medidas económicas de este gobierno de la burguesía agroexportadora contra el proletariado de todos los sectores (aumento del IVA del 12 al 15%, condonación de deuda tributaria a grandes grupos económicos, privatizaciones, zonas francas, flexibilización laboral, etc.), como si todo el país fuese su hacienda bananera… y su puerto de cocaína. En suma: aterrorizar para disciplinar y explotar con mayor facilidad y “legitimidad” a la heterogénea clase trabajadora que habita la región ecuatoriana. Y, por supuesto, beneficiar a toda la clase de los capitalistas ─criollos y extranjeros─, más allá de sus conflictos internos.   

Por todo ello, el problema no es “el país”, “el gobierno”, “el narcoestado”, “el neoliberalismo” ni “la fascistización social”. El problema es el capitalismo, que es un sistema mundial de explotación y muerte. Y los proletarios no tenemos patria. De manera que rechazamos todos los llamados a la “unidad nacional” y la “defensa de la democracia”, vengan de quien vengan, porque la nación o la patria es una hacienda con shopping y cárcel; y la democracia, la dictadura invisibilizada y normalizada de la burguesía ─legal e ilegal─ con sus sicarios ─uniformados y no uniformados─, en la cual tienen lugar estas guerras entre patrones donde los muertos nunca son ellos, sino los proletarios sobrantes, los nadies. Mismos que, desgraciadamente, en lugar de militar para la guerra de clases y la revolución, hoy militan y sacrifican sus vidas para la guerra interburguesa y la contrarrevolución. Hijos bastardos de estos tiempos.

Frente a toda esta catástrofe, nuestra propuesta como comunistas no es “más Estado” ─que en este caso sería pedir más ejército y policía en las calles o más violencia y control sobre la población con unas migajas de “gasto social”─ ni más activismo ciudadano y caritativo ─porque fuera de un contexto de lucha de clases, la “solidaridad” termina siendo caridad o asistencialismo, venga de quien venga─. Nuestra propuesta como comunistas es crear, desarrollar y fortalecer comunidades de lucha y de vida o redes de solidaridad, resistencia, apoyo mutuo y cuidado en los territorios. Redes que sean independientes de todas las fracciones (legales e ilegales, estatales y narcos, gubernamentales y no gubernamentales) del Capital y del Estado. En una palabra: practicar la solidaridad de clase, que es autónoma y combativa o no es. Porque en la guerra social, la solidaridad es nuestra mejor arma, proletarios.

Apoyarnos mutuamente y cuidarnos entre explotados, oprimidos y excluidos contra el terror, el aislamiento y la desesperanza que nos imponen los explotadores y opresores junto con sus sicarios uniformados y no uniformados. Apoyarnos mutuamente y cuidarnos desde el alimento y el techo hasta la salud mental y las adicciones, en los lugares donde habitemos o donde nos movamos y con quienes tengamos diferentes vínculos. Incluso llegar a disputar, controlar y transformar los territorios, con la solidaridad proletaria y la legítima autodefensa como nuestras mejores armas. Tal como ya lo han hecho y/o lo hacen nuestros hermanos de clase en otros países (Chile, Grecia, Argentina, País Vasco, etc.).

En el actual contexto de contrarrevolución preventiva y sangrienta, sin duda está lejos la revuelta… y peor aún la revolución, que sería la única solución radical o de fondo para toda esta catástrofe. A pesar de ello, es necesario mantener encendida la llama de la lucha proletaria con independencia y solidaridad de clase. El desafío es construir una alternativa revolucionaria real codo a codo entre explotados, oprimidos y excluidos, en especial entre el proletariado juvenil, más que como un proyecto histórico y político, como una cuestión de vida o muerte aquí y ahora. Lo uno es inseparable de lo otro. Y es mundial, porque la lucha y la solidaridad de clase no tienen fronteras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario