domingo, 16 de junio de 2013

Turquía: La represión desató un volcán.

El pasado viernes 31 de mayo, un grupo de ecologistas acampaba en la plaza Taskim, dentro del parque Gezi, situado en la capital turca de Estambul, en protesta contra la construcción de un complejo comercial. El proyecto incluye la construcción de la mezquita más grande del país y una réplica de un cuartel de la era otomana. Es impulsado desde gobierno e implica la tala de los árboles del parque, lugar emblemático de las movilizaciones sociales hasta la matanza de 36 obreros el 1º de mayo de 1977.

La policía del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, procedió a desalojar el acampe con gases lanzados de a pie y desde helicópteros; hidrantes; balas de gomas y palos. La represión fue feroz y destapó un volcán, que dio lugar a un masivo movimiento de repudio de la población y provocó la mayor movilización del país en los últimos veinte años. Desde Estambul hasta Ankara, se extendió al interior, especialmente a Adana e Izmit. También contó con llamados de huelgas de la Confederación de Sindicatos de Funcionarios, la Confederación de Sindicatos de Trabajadores Públicos (KESK) y la Confederación de Trabajadores Revolucionarios.

Como en Egipto, la masividad también se expresó en la unidad de la lucha callejera de las hinchadas de los tres principales clubes de fútbol rivales: Besiktas, Fenerbahce y Galatasaray. Un diario burgués se lamentaba dado que “por desgracia, los ultras turcos están acostumbrados a los gases lacrimógenos de la policía… se pueden convertir en un peligroso ejército de choque”.

Por el momento, el saldo de la represión fue de tres muertos: un joven de 22 años aplastado por una tanqueta en Estambul y otros dos, ambos de 20 años, por disparos de armas de fuego en la cabeza, en Estambul y en Antakya. Según la Asociación de Médicos de Turquía, hay más de 3.000 heridos, 15 de gravedad y fueron detenidas 1.700 personas, entre ellas 6 “twiteros” extranjeros: dos franceses, dos iraníes, un estadounidense y un griego.

El llamado “milagro turco”, que implicó un crecimiento económico del 5% anual en los últimos diez años, se basó en el proceso de privatizaciones que incluyó telecomunicaciones, red eléctrica, banco estatal, rutas, autopistas, puentes, ríos, lagos, estanques, la mayor empresa mundial de tabaco, fábrica de acero y aerolíneas de bandera nacional. Todo el proceso fue acompañado de una reforma laboral a medida, y fue posible por el apoyo que recibió el partido oficialista islamista de la Justicia y el Desarrollo (APK) durante las elecciones del 2007 y 2011 con el 47% y 50% respectivamente.

Turquía es una república laica, fundada en 1923, sobre las ruinas del imperio Otomano, por Mustafa Kemal Ataturk. El APK atacó desde el inicio la laicidad y las libertades democráticas. Hizo ingresar la religión en el espacio público. El velo islámico fue autorizado en algunas universidades. El virtuoso pianista Fazil Say fue condenado por blasfemia por una serie de twits en los que ironizaba sobre la religión. La semana pasada, el gobierno hizo votar una ley que prohíbe la venta de alcohol cerca de las mezquitas y las escuelas. Además, tuvo intentos de limitar el derecho al aborto o prohibir el adulterio. Y con la excusa de la lucha contra el terrorismo, lleva adelante una represión con miles de personas detenidas.

A pesar del llamado “milagro”, el salario promedio es de 570 euros, es decir menos de la mitad de un trabajador europeo. La combinación del ataque en el terreno económico y a las libertades democráticas, parece haber bajado el milagro a la tierra. Desatada la resistencia de los manifestantes, la bolsa de comercio acumuló una pérdida del 12% y las demandas ya no pasan por la anulación del proyecto urbanístico sino por la exigencia de la renuncia de Erdogan.

País aliado de EEUU en la zona, Turquía es miembro extra la OTAN desde 1952. En enero de este año, un primer contingente de 300 soldados alemanes y holandeses partió rumbo a Turquía para preparar el emplazamiento de misiles “Patriot” solicitados por Ankara a la OTAN.

Con la excusa de proteger a Turquía de ataques sirios, los misiles se estacionarán en las provincias de Adan, Kahramanmaras y Gaziantep, las que se encuentran a 60 y100 kilómetros de la frontera con Siria. El 18 de mayo hubo un ataque en Antakya, ciudad fronteriza en la que murieron 50 personas. Erdogan acusó a Siria y Damasco rechazó la acusación, responsabilizando a Erdogan. En este contexto, EEUU y la Unión Europea decidieron levantar la prohibición de venta de armamento al llamado “Ejército de liberación de Siria”.

“Tenemos varias opciones para defender nuestras fronteras, una de ellas es invocar al artículo 5 de la Alianza. La OTAN tiene la responsabilidad de defender las fronteras de Turquía, como país miembro del bloque”, dijo Erdogan al señalar que ello dependerá del desarrollo de la situación con Siria. El artículo 5 de la Alianza fue invocado solo una vez en la historia, tras los atentados del 11 de septiembre de 2011 en Estados Unidos.

Los recientes acontecimientos colocan en stand by el armado del escenario para la invasión de Turquía a Siria. Pero, ni lerdo ni perezoso, en estos días Erdogan acusó a los manifestantes de estar manipulados por "terroristas" y descartó renunciar al polémico negocio de urbanización que desencadenó la revuelta.

Una vez más, vemos como la excusa de la “lucha contra el terrorismo” sirve para llevar adelante la política de represión tanto en el plano nacional como internacional. A los pueblos del mundo, nos queda organizarnos, resistir y movilizarnos contra la represión, en Turquía, en Argentina o donde sea que los estados repriman, en la perspectiva de dar la pelea para liberarnos de una vez por todas del látigo de los capitalistas.


# Boletín de CORREPI. Junio de 2013, región argentina.

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