as protestas de agosto y –en menor medida- de septiembre del 2015 en este
país (cierres de carreteras principales, marchas masivas, enfrentamientos
con las fuerzas represivas, tomas de plazas, motines en cárceles... en Quito, Macas,
Guayaquil, Portoviejo, Cuenca, Saraguro, Latacunga, etc.) son la respuesta a los
ataques del Capital-Estado contra la clase trabajadora y la naturaleza durante
los últimos años y meses, a través del gobierno “socialista del siglo XXI” de
Correa.
Más concretamente,
son la respuesta al extractivismo (minería, petróleo, hidroeléctricas), la
desposesión (de tierras, de acceso a servicios y bienes básicos), las medidas camufladas
de austeridad (ej: leyes, salvaguardias, tratados, etc. que benefician a los
capitalistas y perjudican a lxs trabajadorxs), el encarecimiento del costo de
la vida y la tiranía estatal contra la protesta social, perpetrados por este
gobierno.
Son también el síntoma de que su modelo de administración estatal y modernizadora del capitalismo ha
fracasado y está comenzando a entrar en declive (a “agotarse”, dicen algunos).
Síntoma, a su vez, de la crisis histórica del sistema mundial capitalista,
crisis ahora inocultable en este país, tal como no se puede tapar el sol
con un dedo. Y lo que se viene es peor…
Lo que pasa es que ya
estalló la burbuja-mentira del “milagro ecuatoriano”. Que la mayoría de la gente
ya está curándose en las calles del chuchaqui de la (contra)“revolución
ciudadana”. En suma, que ya “regresó” la “vieja” lucha de clases a esta parcela del mundo capitalista llamada
Ecuador.
Sin embargo, esta lucha de clases se encuentra contenida y camuflada dentro del juego
de fuerzas entre los tres enemigos actuales del proletariado –que parece
empezar a despertar de su letargo-, aquí y ahora: el gobierno, la derecha y la
izquierda. Por eso parece ser una simple pugna política
entre ellos, cuando es más que eso, aunque también dicha pugna intercapitalista
opaca, desvía y debilita la potencia de la lucha de clases misma. (Fuertes protestas con debilidades internas
las de agosto y septiembre.) Se trata de la estrategia de siempre de la
burguesía y la socialdemocracia: convertir la guerra de clases en guerra
interburguesa. ¿Quiénes y cómo hacen esto? Veamos.
El gobierno,
con su pequeñoburgués y tecnocrático populismo, llamando a la farsa del
“diálogo nacional por la equidad y la justicia social” por un lado, y
reprimiendo las protestas por el otro. La típica política estatal de la
zanahoria y el garrote, sólo que ahora, como ya no tiene tanta plata debido al
bajo precio internacional del petróleo –lo que le obliga a hacer ajustes y
recortes económicos por todos lados-, es más lo segundo que lo primero. Dizque
lo hace contra la “desestabilización”, el “golpe blando” y la “restauración
conservadora”... bla-bla-bla. Por si fuera poco, aprovecha el aumento de
actividad del volcán Cotopaxi para decretar “estado de excepción” a nivel
nacional y así dar luz verde a las jaurías policiales –y militares- para que
repriman las protestas “indígenas” (ej: Saraguro). [Luego hará lo mismo con el
fenómeno de “El Niño”.] En fin, sólo está demostrando, una vez más, que es un
gobierno puramente capitalista y represivo, además de racista y colonial.
Enemigo de primera fila aquí y ahora.
La derecha (Nebot, Lasso, Rodas), con su
ambición de recuperar el poder tanto desde arriba (los “gobiernos locales”, las
próximas elecciones) como desde abajo (las calles), buscando de manera
oportunista capitalizar políticamente el creciente descontento social contra el
gobierno, “mimetizándose” y pescando a río revuelto en las marchas. No se diga
en las instituciones. Todo esto solamente para conservar y acrecentar sus
privilegios de todo tipo, su condición de clase dominante. Demostrando así que
el capitalismo es tan viejo y rancio como ella. Enemigo de siempre y a muerte
del proletariado, con el cual no se dialoga ni se discute. Sólo puede haber
guerra.
Finalmente la izquierda (FUT, CONAIE, MPD), asimismo
de manera oportunista –principalmente de sus dirigentes-, convocando a marchas
pacíficas y asambleas populares (donde, por cierto, también se mezclan ciertos
personajes de derecha), levantando plataformas de puras reformas pero no de
cambios radicales o de fondo, llamando no a romper y superar el orden
capitalista sino a mantenerlo y “mejorarlo” “a favor del pueblo”, preparándose
también para las próximas elecciones; es decir, cumpliendo su sempiterno rol de
pastor de masas y bombero de la potencial revuelta. Por eso la izquierda
siempre ha sido y es la izquierda del Capital. Enemigo camuflado en el seno de nuestra
propia clase, y por eso más peligroso y nocivo, a corto y largo plazos.
Pero si
algo tienen en común todos estos “actores” son dos cosas: que han debilitado y desviado la potencia de
las protestas –ya que se encuentran operando políticamente dentro y fuera
de las mismas- en tanto lucha de clases
hacia la pugna política intercapitalista; y, que todos ellos dicen luchar
por “defender la democracia” y “mantener la paz social”. Y efectivamente así
es, puesto que la democracia en realidad
es la dictadura del Capital sobre el proletariado (de los ricos sobre los
pobres, lo cual se mantiene intacto), y la paz social en realidad es la paz de
los cementerios inseparable de la esclavitud asalariada-ciudadanizada que es
vigilada por el Estado y co-gestionada por los sindicatos.
Por eso tanto el
gobierno como la derecha y la izquierda se “asustan” y condenan “los
lamentables e inaceptables hechos de violencia durante las protestas de agosto”.
Recordemos que hubo enfrentamientos violentos más o menos masivos no sólo entre
manifestantes y policías (tanto en la ciudad como en el campo), sino también entre
los mismos manifestantes de izquierdas y de derechas, e incluso hubo incidentes
aislados de violencia entre encapuchadxs antisistema y ciudadanos-policías, por
ejemplo, durante y después de esa marcha predominantemente democrático-ciudadana
o clasemierdera que hubo en Quito el 13 de agosto.
Por eso ellos son los
más virulentos enemigos de las aún minoritarias y precarias expresiones de combatividad
proletaria: de los “infiltrados”, esos “cucos” que, por ejemplo, aparecieron en
la Plaza Chica, San Francisco y otros puntos esa tarde-noche, así como han
aparecido en anteriores protestas siquiera hace un año atrás (el “17S”… en
realidad hace años… “toda la vida”). Esto al menos en Quito, porque días
después en Macas “los violentos” no llevaban capuchas ni bombas caseras pero sí
plumas, lanzas y mucho coraje acumulado. Lo que demuestra que, más allá de las
diferencias “ideológicas” con algunos encapuchados urbanos, y más allá de las
diferencias “étnicas” con los guerreros amazónicos, en el fondo somos lo mismo:
proletarixs, explotadxs y oprimidxs que se han atrevido a enfrentar al
Estado-Capital, “cara a cara” con el enemigo.
Todos
los demócratas “anti-violentos” son unos hipócritas, pues todos sus partidos tienen
y ponen sus grupos de choque en las calles (siendo posible, además, que el
gobierno vuelva a sacar a sus “pandilleros rehabilitados”, la derecha a sus
“cabezas –huecas- rapadas” y las izquierdas a sus “combatientes populares” y a
sus “brigadas antifascistas”…). Mientras que, por otro lado, no sería ninguna
sorpresa que, conjurados en algún momento el gobierno, la derecha y la
izquierda contra el “fantasma” del caos y la revuelta sociales, superen sus
disputas secundarias, negocien y pacten entre sí en nombre de la sacrosanta y
velada dictadura del Capital llamada democracia.
De
hecho, en este mes de septiembre, una vez concluida la “primera fase” de los
famosos “diálogos”, el gobierno ya está haciendo negocios de inversión y
cálculos sobre impuestos a las herencias, etc. con la derecha (al fin y al
cabo, entre burgueses se entienden). Mientras que con la izquierda, al parecer,
ha negociado –o le ha orillado a- “bajarle la tensión” a las protestas e
incluso a que unas caras visibles de ésta salgan voluntariamente a las calles a
“limpiar” los “sucios” grafitis dejados en las paredes de Quito el 13 de agosto,
como “buenos ciudadanos” respetuosos del orden democrático o burgués que son. ¡Qué
asco! Eso entre otras “peleas” que no superan el marco legalista y reformista,
igual de repudiables.
Así
queda claro –nuevamente- que gobierno,
derecha e izquierda son la misma mierda capitalista con diferentes moscas. Los tres son nuestros enemigos de clase concretos
aquí y ahora, por lo tanto lxs proletarixs que vivimos aquí debemos empezar a
tratarlos como tales. Tanto en las manifestaciones callejeras como en el seno
de la propia clase (ej: en organizaciones sociales o “populares”).
Ahora bien, ¿por qué ocurrieron tales hechos de
violencia en las últimas protestas? A primera vista, porque las contradicciones
y los conflictos sociales bajo este gobierno se han acumulado ya hasta el punto
de estallar. En el fondo, porque la sociedad capitalista es violenta desde siempre
y todos los días; y porque –aunque no parezca- estamos en guerra entre explotadores y explotados, entre opresores
y oprimidos.
Toda guerra,
como se sabe, es violenta. La guerra social
no es la excepción. Partiendo del hecho de que violencia es privarnos a la mayoría de seres humanos –los proletarios-
de los medios de vida; obligarnos a trabajar por un salario, o sea a ser
explotados en beneficio de otros -los capitalistas-, para adquirir esos medios,
cada vez más caros; llegar a fin de mes con las justas o no llegar, lo que a su
vez obliga a asfixiarse en deudas con sus bancos; desemplearnos y subemplearnos,
es decir usarnos y desecharnos a su antojo como si fuésemos cosas, simples
mercancías; matarnos o dejarnos morir de hambre, de enfermedad o de locura en
sus calles, sus hospitales y sus psiquiátricos; tener que elegir a nuestros
chupasangre y verdugos de cuello y corbata cada cuatro años en sus urnas; vigilarnos,
perseguirnos, reprimirnos, encarcelarnos, “desaparecernos” o asesinarnos si nos
rebelamos contra su orden de cosas. Todo lo cual ocurre en democracia. Pero
también las insultantes desigualdades entre ricos y pobres, las leyes, las
cárceles, el sistema “educativo”, la moral y las “buenas costumbres”, las
religiones, el bombardeo diario de noticias, marketing y shows, el consumismo, la
miseria en las calles, la “crónica roja”, el transporte urbano, la rutina gris,
monótona y absurda... Toda esta
violencia sistémica y cotidiana es el
capitalismo; la burguesía nos violenta a lxs proletarixs, todos los días y de
múltiples formas, para mantener su riqueza y su poder a costa y en contra
nuestra.
Quien
monopoliza y ejerce esta violencia, este terror de la clase dominante es el
Estado, a través de la policía. Por eso
ésta protege con dientes y colmillos la propiedad privada, los negocios y los
edificios estatales; es el perro guardián de los ricos y poderosos. Que
quede bien claro, entonces: la única
razón de existir y, a la vez, la única función de la policía es reprimir –lo
que incluye tortura y asesinato- la protesta y la rebelión contra el orden
capitalista, al cual debe mantenerlo o, dado el caso, restablecerlo por la
fuerza; la policía, entonces, es esencialmente violenta o “brutal”. El único terrorista en realidad es el
Estado capitalista.
De allí que ¡el
gobierno y los medios de comunicación se pasan de hipócritas al quejarse y llamar
a compadecerse de los “pobrecitos” chapas heridos! Nada dicen de los cientos de
manifestantes detenidos y heridos por la policía nazional. ¡Solidaridad y Libertad presxs políticxs y amotinadxs! (A pesar y
más allá de las diferencias y distancias “ideológicas” con ellxs –valga decirlo.)
Cae en lo mismo al ensalzar sus “diálogos” y, a la vez, condenar la violencia
anti-policial, a la cual “nada la justifica” sino que incluso “puede destruir
la unidad de nuestro país”. Después de cómo este gobierno tan socialista y tan cristiano
reprimió las protestas de agosto, tal discursillo no es otro que el de “tirar
la piedra y esconder la mano”. El
gobierno nos reprime y sus medios nos mienten a fin de mantenernos engañados y dominados.
Por su parte, al terrorismo del Estado burgués los
ciudadanos de derechas e izquierdas lo llaman y aprueban como “uso legal y
legítimo de la fuerza”, mientras abogan por la protesta pacífica. En
realidad, el pacifismo ciudadanista es la
otra cara del terrorismo estatal; al no reconocerlo ni combatirlo, lo justifica
y lo complementa. Pero cuando lxs de abajo nos atrevemos a
responder con nuestra violencia a la violencia que recibimos a diario de los de
arriba, entonces nos acusan de manera cobarde, cizañosa y estúpida de “infiltrados”.
¿Infiltrados? Lxs que no somos dueñxs de nuestras vidas y lo sabemos, lxs que estamos
hartxs de ser esclavxs asalariadxs y nos rebelamos, lxs que no tenemos nada que
perder más que esta pseudo-vida miserable de mierda, es decir, lxs proletarixs
somos capaces de luchar contra el sistema capitalista sin intermediarios ni
representantes, somos capaces de autoemanciparnos. No mendigando ni negociando a
los capitalistas y sus políticos, sino recuperando, arrebatando, atacando y
destruyendo todo lo que sea necesario para conseguirlo. Empezando por nuestra
propia condición de clase explotada y oprimida, pues no constituye ningún
orgullo ser proletarixs, sino que es una maldita realidad social impuesta de la
cual queremos y luchamos por liberarnos.
Por lo
tanto, expresamos nuestro malestar de clase generado por este sistema afuera y en contra de todas las instituciones
políticas y sociales del Capital-Estado, en este caso afuera y en contra del gobierno, de la derecha y de la izquierda del
capital por igual. Con nuestros propios objetivos y métodos de lucha de
clase (necesidades materiales concretas, la acción directa y espontánea), no
con los de la burguesía y la socialdemocracia: marchas pacíficas, demandas
legalistas (“archivo de las enmiendas constitucionales”), frentes, elecciones,
etc. “Las herramientas del amo no pueden desmantelar la casa del amo”.
Si
usamos la violencia, es porque así respondemos a la violencia cotidiana de este
sistema contra nuestra clase, y porque así reivindicamos nuestra humanidad y
dignidad contra la propiedad, la mercancía y la policía, o sea contra lo que
nos priva de los medios de vida, nos mercantiliza y nos reprime.
Si
usamos capucha no es por cobardía (al contrario), sino por anonimato o
seguridad, y porque la capucha nos iguala en la lucha, nos hace un solo -aunque
múltiple- cuerpo emancipado, lanzado a las calles.
Por lo
tanto, ¡no somos “infiltrados”, así como tampoco somos ciudadanos! ¡Somos
proletarixs que hemos asumido en la práctica que estamos en guerra contra todo
este sistema capitalista, sus defensores (la derecha y el gobierno) y sus
falsos críticos (la izquierda)!
Somos ni
más ni menos que algunxs del montón que un día o una noche decidieron salir del
rebaño y mostrarle sus colmillos al opresor. Detrás de las capuchas, no estamos
sólo “nosotros”, sino una expresión de la rabia social proletaria, la de muchxs
otrxs proletarixs cabreadxs contra este sistema –aquí y en todas partes-. Encarnamos la negación y la destrucción de
esta sociedad inhumana y asesina que nos niega y destruye a diario.
Mas no
representamos ni queremos representar a nadie. Tampoco luchamos por reformas políticas
ni por “mejoras” económicas parciales, que no son más que retoques cosméticos y
migajas de la explotación y dominación capitalista. Luchamos por recuperar y
cambiar nuestras vidas, así como por contribuir a que lxs otrxs proletarixs
también lo hagan, a fin de dejar de ser explotadxs y oprimidxs, y ser sólo humanxs.
Ni más ni menos. Lo cual sólo será posible realizarlo como clase mediante la
destrucción y superación revolucionaria del capitalismo, de la sociedad de
clases.
De
manera consciente, organizada y mediante la acción directa, luchamos y
lucharemos por la revuelta, la insurrección y la revolución social mundial. Luchamos
y lucharemos por el comunismo y la anarquía, que no es más que el “programa
histórico” de autoemancipación -y autosupresión revolucionaria- de nuestra
clase; la necesidad y el proyecto histórico –de siempre- de comunidad y de vida
para la especie humana y todas las demás especies.
¿Infiltrados? Infiltrados los burgueses y derechistas en las altas
esferas de este gobierno “socialista del siglo XXI”, donde gestionan sus
intereses capitalistas comunes mediante grandes negocios y secretas alianzas.
Infiltrados los correístas y sus agentes policiales en las organizaciones
sociales, donde hacen “inteligencia” y ni así dejan de perder hegemonía –y, por
ende, convocatoria. Infiltrados los periodistas sapos en las protestas, pues
“la prensa apunta, la policía dispara”. Y obvio que siempre ha habido y hay
policías de civil o “tiras” infiltrados, provocadores, etc., en las mismas, pero
no es tan difícil reconocerlos: el cerdo, aunque se vista de civil, cerdo se
queda. A todos estos despreciables personajes habrá que identificarlos,
denunciarlos y ajusticiarlos al calor de la lucha callejera. Los ciudadanos de
“clase mierda” que actúan como policías, también deben ser tratados como tales...
A pesar de que hoy los
imbéciles de derecha y de izquierda nos “linchen mediáticamente”, nos
estigmaticen y nos pretendan aislar como “infiltrados” –cosa que ya hemos
rechazado-, lxs proletarixs en guerra seguiremos
existiendo, resistiendo y atacando, “destruyendo y sembrando” para ser más
fuertes, así como también para llegar a ser más (porque estamos segurxs que
no somos ni seremos lxs únicxs proletarixs cabreadxs con toda esta mierda de
sistema que soportamos a diario); y
entonces le asestemos golpes más certeros, contundentes y mortales al
Capital-Estado. Será cuestión de tiempo... y de agudización de la crisis y la lucha
de clases, de la cual somos una parte y una expresión. Será cuestión de tiempo para
que les digamos –con las mismas e inmejorables palabras del compañero Di
Giovanni allá por los 30-:
“Desde hoy, cara a cara, mostrando los dientes al enemigo. Desde hoy,
temidos y no humillados. Desde hoy, en estado de guerra contra la sociedad
burguesa. Todo, en el actual mundo capitalista, es indignidad y delito; todo
nos da vergüenza, todo nos causa náuseas, nos da asco. Se produce, se sufre y
se muere como un perro. Dejad, al menos, al individuo la libertad de vivir
dignamente o de morir como hombre, si vosotros queréis agonizar en esclavitud.
El destino del hombre, se ha dicho, es aquel que él mismo se sabe forjar; y hoy
no hay más que una alternativa: o en
rebeldía o en esclavitud.”
Proletarixs: mientras tanto, recordemos
y recordémosles a nuestros enemigos los burgueses (que hoy están dentro y
fuera del gobierno, que son de derecha y de izquierda) que “miles de veces nos han derrotado,
seducido, engañado, comprado, de todas ellas hemos aprendido... Sí: estamos
derrotados, estamos disgregadas, estamos desmoralizados, pero aprendemos
rápido. Tomamos nota de nuestras debilidades pero también de nuestras
potencialidades... Lo queremos todo y tarde o temprano nos lanzaremos a
arrebatárselo, ya que algo tan simple como dejar de ser mercancía en sus
manos no lo vamos a conseguir con sus reformas y democracias, con votos e
ilusiones, con [diálogos y] empoderamientos que dejan intacto el poder... De
momento están tranquilos... pero todo tiene un límite.” La mejor manera
de recordárselo es/será luchando.
Proletarixs: dejemos de agredirnos
y destruirnos entre nosotrxs mismxs, entre hermanxs de clase; seamos
violentxs y destructores solamente contra quienes nos explotan y dominan: la
burguesía, su Estado y sus reformadores… Respeto, solidaridad, unión, complicidad,
amor entre nosotrxs. Odio, violencia, terror, muerte al enemigo.
|
Y no es que estemos
haciendo apología ni mucho menos fetichismo de “la violencia por la violencia” ni
de los encapuchados como si fuesen anti-héroes lumpen o algo así. No, que quede
claro. (La lucha proletaria se hace con o sin capucha, y la acción directa no
es sólo la violenta.) Estamos mostrando y explicando que la sociedad de clases
es y será violenta por naturaleza y hasta que desaparezca. Mientras tanto, estamos
en guerra de clases. Que el capitalismo es violencia y que el Estado es quien
la monopoliza y ejerce, por eso el Estado es el mayor terrorista de la historia.
Que “mientras exista miseria, habrá
rebelión.” Que, en última instancia, sólo mediante la violencia
revolucionaria nuestra clase proletaria (“ejércitos de amarguras”, “clase
insurrecta mil tormentos”) podrá derrocar a la clase dominante y salir del espectacular
fango en la que aquella nos mantiene. En fin, que “absolutamente todo este sistema está organizado en base a la
violencia… Por otro lado, nosotros queremos un mundo de paz, fraternidad y
solidaridad. Entonces, sólo nos permitimos el uso de la violencia para
defendernos hasta el día en que cambie la Historia.”
Por todo lo anterior,
llamamos a todxs lxs proletarixs, especialmente a lxs jóvenes proletarixs que ya están en pie en lucha –así no se
identifiquen como tales-, de distintas “tendencias ideológicas”, que ya le
“joden” al sistema todos los días como pueden, con quienes hemos confluido en
la acción callejera, a superar la
dispersión, el aislamiento, el gueto, así como los prejuicios, confusiones y
barreras ideológicas; a estrechar lazos de confianza y afinidad en base a la
acción pero también en base a la discusión y la reflexión (para la acción); a
la articulación, al reagrupamiento; a juntar rabias y fuerzas (pero también
alegrías y goces); a asumir que si tenemos un enemigo común y algunas ideas y
prácticas comunes en la guerra social –y en lo individual- es porque somos una misma clase: el proletariado, “el negativo del obrero en la sociedad
actual”, un sujeto multiforme de naturaleza negativa y destructora, que se afirma en su negación, que se asume
como tal para negarse y autosuprimirse como clase, para dejar de serlo; es
decir, porque a esta sociedad burguesa que lo niega y destruye a diario en
tanto que humanidad no tiene nada que “aportarle” más que su total destrucción;
porque para volver a ser humanidad y naturaleza, debe abolir su condición de
clase explotada y oprimida mediante la revolución social, lo que significa la
abolición de la sociedad de clases misma. Así como también la liberación total de todos los tipos de
explotación y opresión (incluida a la naturaleza).
Pero todo esto sólo
será posible mediante la guerra de
clases revolucionaria. Por lo tanto, para hacerle la guerra y golpear realmente a
nuestro enemigo común (el Capital, el Estado y la socialdemocracia, quienes nos
quieren divididos y debilitados) hasta que caiga, debemos reconstituirnos y fortalecernos
como clase, ser fuerza; al menos, ser una (minoritaria) fuerza dentro de la
clase. En este sentido, y por el momento, lxs proletarixs en lucha contra
el enemigo común podemos “caminar por
separado” –como los dedos de las manos-, pero es necesario “golpear juntos”
–como los puños-.
Asimismo, llamamos
a todos lxs proletarixs, en especial a lxs jóvenes y “estudiantes”, a no
tragarse las mentiras que vomitan todos los medios de comunicación: estatales,
privados y “alternativos”. En especial, a no creerles que ellos son “los buenos” y los
“infiltrados” “los malos”. Ellos
sólo pretenden mantenernos desinformados, engañados, ideologizados, vendados y aborregados
en función de sus mezquinos intereses políticos capitalistas. Y sobre todo, lxs
llamamxs, en caso de estar todavía enjaulada y confundida su rabia proleta dentro
de organizaciones pseudorevolucionarias, reformistas y oportunistas de
izquierda que sólo los utilizan como carne de cañón (como algunos hermanos de
clase en Plaza Chica y San Francisco, y con quienes nos hemos encontrado del
mismo lado de la barricada en las calles); lxs
llamamos -decíamos- a desbordar y a romper
con ellas, a auto-organizarse y luchar de manera directa por sus propios
intereses, necesidades y deseos humanos. Tanto en la vida diaria como en las
protestas callejeras que vengan de aquí en adelante. (“La revolución siempre ha
sido y será joven.”)
Lo
mismo para que las “masas” que se encuentran encorraladas en esas
organizaciones de izquierda, pero que repiten acríticamente las consignas de la
derecha (“fuera Correa-fuera”), dejen de hacerlo y más bien empiecen a gritar
con voz propia: “¡Fuera Correa, burgueses y políticos!”, “¡Que se vayan
todos!”, “¡No queremos migajas, lo queremos todo!” (y si no, “lo quemaremos
todo, sí, lo quemaremos todo...”); para que se vuelvan incontrolables,
indómitas; para que dejen, precisamente, de ser “masas” y luchen como clase, esto
es como fuerza autónoma y antagonista (lo cual nunca es “puro” o “ideal”, pero
es). Solamente una fuerza social de tal naturaleza evitará que el gobierno y la
derecha sean los grandes beneficiarios políticos de la situación actual (lo que
desgraciadamente es lo más probable), y que la izquierda siga desviando las
protestas masivas hacia simples reformas que no afectan sino que refuerzan el
sistema capitalista (lo que también va a seguir pasando). Ya va siendo hora de
que nuestra clase salga a luchar “a por todo” (tarde o temprano, la crisis la
empujará a ello), alterando así el orden capitalista-estatal-ciudadano y
evitando que vuelva a la normalidad, a la espectacular y violenta normalidad
del Capital.
Sea como fuere, a medida que en este país se agudice la
crisis, las desigualdades y los conflictos sociales, la violencia social –y
política- también experimentará una escalada. La lucha de clases no se hace –nunca
se ha hecho- con piropos ni con flores, menos aún en tiempos de crisis,
austeridad, protestas, represión, guerra social, como es el presente.
Proletarixs: asumamos que estamos en guerra y actuemos en consecuencia. En la
guerra, hay que estar armadxs y preparadxs. Entonces, armemos nuestras mentes
con teoría revolucionaria (comunista y anarquista) mediante la autoformación
(individual y colectiva): el programa revolucionario y la conciencia de clase
son armas necesarias y prácticas. Y armemos nuestras manos con todos los
materiales que sean necesarios para enfrentar el terror estatal capitalista:
capuchas, molotovs, palos, piedras, llantas, gasolina, fuego, latas de espray, puños,
patadas, panfletos, lienzos, gritos, escupitajos... Teniendo presente que en
estos momentos nuestros enemigos visibles en las calles son –serán-: policías, ciudadanos
–de cualquier bandera- que actúen como sapos y como policías, políticos de
derechas e izquierdas y periodistas sapos. Enemigos no en tanto que personas o
grupos más o menos despreciables, sino en tanto que agentes todos ellos de las
relaciones de explotación y dominación capitalista que ya estamos hartxs de
soportar y que por eso queremos combatir y destruir. Todo esto, con el arma de
la organización autónoma para la lucha frontal y multiforme contra este sistema,
sus defensores y sus falsos críticos.
Así pues, proletarixs
cabreadxs, en lucha y “sin partido”: juntemos
fuerzas y agitemos por el desborde y la ruptura proletaria dentro y fuera de las
protestas, de múltiples formas y sobre todo en contenidos, mediante la palabra
y la acción. Agitemos para agudizar
el antagonismo de clases en las calles y en todos lados. Llevemos gasolina al
fuego y fuego a la pólvora de la guerra social contra el Estado y el Capital. (En
las calles, además, veremos quiénes estamos del mismo lado de la barricada y
quiénes están del otro lado de ella. Allí juntaremos fuegos o separaremos
aguas.)
Proletarixs:
para las próximas protestas callejeras, organicémonos de manera independiente y
combativa, afuera y más allá de las marchas de los ciudadanos-borregos tanto de
derecha como de izquierda; en caso de darse, respondamos a sus agresiones (verbales
y físicas) de la misma manera e incluso con más fuerza; y, sobre todo,
ataquemos al enemigo donde y cuando no seamos esperadxs… ¡A romper la paz
social burguesa y ciudadana! ¡Fuego a la policía y a la mercancía! ¡Fuego al
Estado y al Capital! Pero hagámoslo de manera inteligente y segura. Aprendamos
de nuestros propios errores cometidos y de experiencias de compañerxs de otras
latitudes. Preparémonos luchando, combatiendo en las calles. Aprendamos también
de lxs hermanxs de clase “indígenas” de Macas durante las últimas protestas,
quienes usaron una vieja táctica de lucha de lxs oprimidxs de estas tierras: el
sorpresivo asedio a las instituciones estatales, y luego el ataque frontal al
aparato represivo del Estado de los patrones. Proletarias hormigas urbanas, por
nuestra parte: a “morder y huir” al enemigo, desde distintos y en inesperados
puntos, cada vez más y mejor, procurando hacerlo como un solo puño-una sola
clase. En primer lugar, entonces, desarrollemos autonomía de clase: nuestros
propios objetivos y métodos de lucha para satisfacer nuestras propias
necesidades humanas. Sin representantes ni negociaciones ni reformas. Rompamos
con la socialdemocracia, con el reformismo y el oportunismo de izquierdas (y de
derechas). No pidamos migajas, vamos por todo. No luchemos por sus intereses,
luchemos por nuestras vidas. Como parte de esta ruptura y autonomía,
desarrollemos también capacidad combativa e incluso insurreccional (indicios de
lo cual hubo precisamente en Plaza Chica y Macas), de aquí en adelante, cuando
y como sea posible, al calor de la lucha callejera. Encendamos así las primeras
chispas de un futuro incendio de rebelión generalizada que ni burgueses ni
políticos ni reformistas ni ciudadanos de mierda puedan apagar...
En síntesis: asumamos
que estamos en guerra y que estamos derrotadxs, es decir débiles y divididxs, sin
autonomía ni proyecto o “programa” propio, como clase; pero, a la vez, asumamos
que estamos despertando, reaccionando a los ataques del enemigo de clase,
alcanzando incluso a darle unos cuantos contragolpes; entonces levantémonos,
pongámonos de pie, aprendamos de los errores, superemos la derrota, confiemos solamente
en nuestras propias capacidades como clase, luchemos por nuestras necesidades
humanas (las cuales tarde o temprano entran en abierto antagonismo con las
necesidades del Capital o de la economía), sin intermediarios ni
representantes, autoorganicémonos afuera y en contra de todos los partidos,
sindicatos e instituciones burguesas, desbordémoslas, rompamos con ellas,
rearticulémonos y rearmémonos como
clase, es decir como fuerza autónoma, antagonista y destructora del Capital y el
Estado; y, al mismo tiempo, como el germen o la portadora de la sociedad sin
explotadores ni explotados, sin estados ni patrias, de la comunidad humana
mundial.
Proletarixs: luchemos
de esa manera, y en las calles nos encontraremos y sumaremos fuerzas contra
nuestros enemigos comunes. Todos ellos no podrán parar la revuelta proletaria
entonces, no sólo en contra y más allá de este gobierno burgués-policial-ciudadano
y su oposición de la misma ralea, sino contra todo este sistema de dominación y
muerte que nos impide vivir una verdadera vida, sin explotación ni opresión de
ningún tipo; una vida libre y plena en comunidad humana-natural real, donde la
violencia ya no sea necesaria; una vida que sólo podremos conquistar y
disfrutar mediante la lucha anticapitalista y antiestatal por la abolición de
la sociedad de clases y la liberación total. “Hasta entonces, sólo habrá guerra.” “Guerra al Capital hasta que
caiga”.
¡Ni Gobierno ni Derecha
ni Izquierda! ¡Que Se Vayan Todos!