lunes, 29 de marzo de 2010

AVISO A LOS PROLETARIOS RESPECTO DE LA INSTANCIA ELECTORAL

La ideología democrática contiene esencialmente una ilusión: la idea de que en toda circunstancia la forma moralmente superior para la toma de decisiones es algún tipo de participación electoral de la mayoría. Nos convierte entonces en un factor cuantitativo, relegándonos a la condición de ciudadanos, seres sin clase social cuya única función es la reproducción de relaciones mercantiles, componentes inherentes del capital.

El acto de efectuar el voto legitima la representatividad, la ley de mayorías, la separación entre las instancias de decisión y puesta en práctica. En fin, justifica todo lo que nos niega como sujeto revolucionario: nos aliena de nuestro potencial de ataque al orden establecido, a la vez que nos atomiza como oprimidos uno respecto del otro, impidiendo forjar ese ser colectivo que subvierta las relaciones del capital.

La ideología dominante no es otra cosa que la ideología de la clase dominante. Es decir, aquella que preconfigura el medio social para que nuestra rebelión se exprese por canales preconcebidos y bajo praxis estáticas e impotentes… formas que el capital logró reconocer y controlar hace ya mucho tiempo, convirtiéndolas en herramientas obsoletas para nosotros. El acto de elegir representatividad estudiantil y el mismo centro de estudiantes, son expresiones de estas deficiencias de nuestro movimiento. Queremos destruir el mundo actual y refundar uno nuevo basado en la idea de la comunidad humana, pero todavía no dimos un salto cualitativo ni en la forma ni en el contenido.

No creemos que el simple hecho de negarse a votar contenga un accionar revolucionario por sí solo, sería sumamente voluntarista pensar que la acción individual aislada contiene un germen de cambio en sí. La estructura no se modifica votando por alguna agrupación, partido o doctrina que sólo podrán establecer mínimas reformas a la institución burocrática cuyas bases son intocables. El acto de no votar, al menos, crea un vínculo entre sus adherentes, una comunidad pequeña de resistentes. De seres que, ya convencidos de la impotencia de las ideologías estáticas, hemos decidido embarcarnos en un proceso de experimentación y análisis de nuevas herramientas; para acabar con nuestra posición defensiva y pasar de una vez por todas a la ofensiva.

¡Organización fuera de las estructuras de dominación de clase, sean partidos, sindicatos o centros de estudiantes!

¡Sabotaje al espectáculo electoral!

¡A este sistema no se lo reforma, se lo destruye!


# de La Miseria (Agrupación contra la Universidad) la-miseria.blogspot.com
# Rosario, región argentina. Abril de 2010.

viernes, 5 de marzo de 2010

Haití: ¡salvar la propiedad del capital de los escombros, y dejar que los proletarios mueran!


Barricadas hechas de cuerpos. Esto es lo que los proletarios de Puerto Príncipe levantaron a través de las calles ocho días después del terremoto. Se dice que "ellos protestan contra la flagrante falta de ayuda de emergencia". Cómo no ver, mas allá de esta obviedad de la que los medios de comunicación prefieren agarrarse, que lo que estos proletarixs sobreviviendo en tiempo prestado proclaman en la cara de esta sociedad, de su clase dominante, pero también de todos sus “ciudadanos decentes” es: estos son sus muertos, ellos murieron por el hacinamiento en el que vivíamos, por lo poco que se ha hecho durante los primeros días para salvar a los sobrevivientes y desde entonces ustedes están dejándonos morir en esta gigantesca fosa masiva. Así pues, no es necesario explicar a los proletarios de Haití que a los Estados que ahora se movilizan en la isla les importa un carajo su destino. Como común y tajantemente denunciamos en nuestra prensa, soldados y trabajadores humanitarios son una vez más las dos caras de un mismo programa de estado que tiene como objetivo el romper sobre el terreno toda la solidaridad de clase, todas las acciones directas para la sobrevivencia. En una región históricamente llena de levantamientos, inclusive en tiempos "normales" los proletarios están en una buena posición para comprender en qué bando se encuentra el sector humanitario (independientemente de las “buenas intenciones” individuales) y todas las demás obras de las Naciones Unidas: el bando para mantener la paz, la paz social, el mantenimiento de la ley y el orden, o también el famoso "desarrollo", es decir el desarrollo de la ganancia y la explotación por medio de la destrucción de todas las prácticas autónomas de sobrevivencia y de lucha de nuestra clase. De hecho, todas estas preocupaciones fundamentalmente capitalistas para encuadrar, para domesticar, para someter a la civilización, son inseparables de la represión brutal de las luchas por medio de las armas y la tortura. No hay muchos proletarios que lloran por las muertes de la “Minustah”, la misión de las Naciones Unidas en Haití.

Frente a la catástrofe provocada por tal terremoto en el corazón de dicha concentración meramente capitalista de la miseria –como lo es Haití- (enfatizamos), y aunque la burguesía derrame lágrimas de cocodrilo sobre lo que le gusta llamar "crisis humanitaria", el rol de sus agentes "caritativos" ha sido solamente confirmado. Un portaviones norteamericano se encuentra justo en frente de Haití, aviones civiles y militares entran y salen incesantemente de la única pista operacional del aeropuerto (que rápidamente cayó bajo el control del ejército estadounidense), pero no es para salvar a los proletarios de Haití que esta abundancia de medios fue movilizada. Existe en realidad ayuda para la emergencia... ¡pero para el capital!: para reestablecer al estado, para defender a la propiedad privada, para asegurar la provisión y la logística de la fuerza de intervención (incluyendo a los periodistas) y las instituciones estratégicas (las Naciones Unidas, embajadas,…), para salvar a sus propios nacionales (incluidos los restos de los hoteles de lujo), y sobre todo para redesplegar una presencia militar internacional a largo plazo, con el objetivo esencial de no permitir a los proletarios en revuelta que se organicen contra su situación, la cual es fruto del odio burgués internacional de ayer y de hoy en su contra. Cuando la comida y el agua arriben a las puertas de los barrios populares destruidos (¡y después de 10 días este no es el caso!), la mezquina distribución será siempre sujeta a la docilidad y la sumisión de la gente que recibe tales provisiones.

Mientras ellos rescatan en televisión algunos sobrevivientes de entre los escombros y tratan de convencernos que "todo estrato social" está siendo atendido sin distinción, imágenes de proletarios armados con machetes e "imponiendo su ley en las calles" están siendo transmitidas constantemente alrededor de todo el mundo. Los medios internacionales y la prensa izquierdista, en una arrogante convergencia, cumplen su función común de dividir a nuestra clase una vez más al embutirnos con sus clichés racistas, según los cuales hordas de negros indigentes, enfrentando la desintegración del Estado, volvieron codiciosamente a su aterrador “estado natural”, la guerra caníbal de los unos contra los otros. Son descritos como impulsados por la "desesperación", en otros casos por la "codicia", organizados en bandas que siembran el terror para "apropiarse" de productos alimenticios y cuyas filas sin duda aumentaron por los 6000 presos que habían escapado al amparo del terremoto. Indignados por esta emergente ola de bestialidad, estamos obligados a aplaudir el potente despliegue de las llamadas fuerzas de "seguridad", todo esto para hacernos pagar nuestra culposa contribución financiera en las cuentas bancarias que aparecen en las pantallas durante los espectáculos televisivos de "solidaridad" con Haití.

Detrás de estas trilladas frases periodísticas de "aumento de escenas de saqueos" es (mal)escondido el clímax del cinismo capitalista, un grado considerable de avances realizados en el campo de la inhumanidad por la última -y la más "civilizada"- de las sociedades de clases: donde "todo está perturbado" y el estado supuestamente ha desaparecido bajo el terremoto, ¡policías armados y soldados patrullan en medio de todos estas ruinas y montañas de cuerpos muertos en estado de descomposición para prevenir (con balas reales) que los hambrientos y sedientos proletarios busquen en los restos de las tiendas lo que les permitiría a ellos y a sus hijos no morir como perros! Pues bien, ¡esta es la prosaica realidad de la lucha contra las viles bandas de saqueadores! Esto recuerda monstruosamente la situación en Nueva Orleáns tras el paso del huracán Katrina en el verano del 2005.

Y en cuanto a Louisiana, cuando la burguesía y sus comentaristas evocan emocional, obscena y ávidamente perspectivas de "reconstrucción", no dudamos que las inversiones a concederse, motivadas por el más puro altruismo, seguirán celosamente los planes de limpieza social, planes que son desarrollados en la sede de la policía mundial (EE. UU.).

Entonces, proletarios, devuelvan la deplorable bondad de estos bastardos: vengan ustedes mismos a limpiar estas barricadas de cuerpos muertos levantadas contra la asesina hipocresía de su sociedad, ¡ellas no son el resultado de "la injusticia de la Providencia" o de “la naturaleza”, sino más bien y precisamente de esta sociedad!




*Grupo Comunista Internacionalista - Enero 22, 2010*

martes, 2 de marzo de 2010

CHILE: SOBRE LA SITUACION EN EL SUR. LA AUTO-OTGANIZACION DE LOS PROLETARIOS FRENTE A LA CATASTROFE, LOS LUMPEN-CAPITALISTAS Y LA INCAPACIDAD ESTATAL.

Sería muy bueno que, teniendo usted este medio de difusión, pudiese dar cuenta de lo que está pasando en Concepción y sus alrededores, así como en otras zonas afectadas por el terremoto. Ya se sabe que desde el primer momento mucha gente aplicó el mayor sentido común y acudió a los centros donde se almacenan las provisiones, apropiándose sin más de lo que necesitaban. Aquello es lógico, racional, necesario e inevitable, tanto que hasta parece algo absurdo ponerlo siquiera en discusión. No sólo hubo una organización espontánea (especialmente en Concepción) de la gente, que repartió leche, pañales y agua de acuerdo a las necesidades de cada cual, atendiendo al número de hijos de cada familia especialmente. La necesidad de tomar los productos disponibles era tan obvia, tan poderosa la determinación del pueblo a ejercer su derecho a sobrevivir, que hasta los policías terminaron ayudando a la gente a sacar los víveres del supermercado Líder de Concepción, por ejemplo. Y cuando se intentó impedir que la gente hiciera lo único que podía hacer, las instalaciones en cuestión simplemente fueron incendiadas, pues es igualmente lógico que si toneladas de alimentos han de pudrirse en lugar de ser debidamente consumidos, es mejor que esos alimentos se quemen, evitando así peligrosos focos de infección. Estos "saqueos" le han permitido a miles de personas subsistir durante algunas horas, a oscuras, sin agua potable y sin la más mínima esperanza de que alguien más venga en su ayuda. Ahora bien, en el transcurso de unas horas la situación ha cambiado drásticamente. Por toda la conurbación penquista han empezado a actuar bandas bien armadas y movilizadas en buenos vehículos, que se dedican a saquear no sólo pequeños establecimientos, sino viviendas particulares y grupos de casas. Su objetivo es acaparar los escasos bienes que la gente hubiera podido recuperar de los supermercados, así como sus enseres domésticos, dinero o lo que haya. En algunas áreas de Concepción estas bandas han saqueado las casas, luego las han incendiado y han huído. Los vecinos, que al principio se encuentran en la más completa indefensión, han empezado a organizarse para la auto-defensa, haciendo rondas de vigilancia, levantando barricadas para proteger sus pasajes, y en algunos barrios colectivizando los víveres para asegurar la alimentación de todos los vecinos. Con este breve recuento de los hechos ocurridos en horas recientes no pretendo "completar" el cuadro informativo proporcionado por otros medios. Quiero llamar la atención sobre el contenido que encierra esta crítica situación, y el sentido que tiene desde un punto de vista anticapitalista. El impulso espontáneo de la gente a apropiarse de lo necesario para su subsistencia, su tendencia a dialogar, compartir, ponerse de acuerdo y actuar juntos, ha estado presente desde el primer momento de esta catástrofe. Todos hemos visto esta natural tendencia comunitaria actuando de una forma o de otra en nuestro entorno. En medio del horror experimentado por millones de trabajadores y sus familias, este impulso a vivir en comunidad ha emergido como una luz en medio de las tinieblas, recordándonos que nunca es tarde para recomenzar, para volver a nosotros mismos.

Frente a esta tendencia orgánica, natural, comunista, que ha animado al pueblo durante estas horas de espanto, el Estado ha palidecido revelándose como lo que es: un monstruo frío e impotente. Asimismo, la brusca interrupción del demencial ciclo de producción y consumo, dejó al empresariado a merced de los acontecimientos, obligado a esperar agazapado el restablecimiento del orden. En definitiva, una verdadera brecha abierta en la sociedad, por la que podían emerger los destellos del mundo nuevo que habita en los corazones de la gente común. Era necesario entonces, urgente, restablecer a toda costa el viejo orden de la rapiña, del abuso y el acaparamiento. Pero no desde las más altas esferas, sino desde el mismo suelo de la sociedad de clases: los encargados de volver las cosas a su sitio, es decir, de imponer por la fuerza las relaciones de terror que permiten la apropiación privada capitalista, han sido las mafias del narcotráfico enquistadas en las poblaciones, los más arribistas de entre los arribistas, hijos de la clase trabajadora aliados con elementos burgueses para ascender a costa del envenamiento de sus hermanos, del comercio sexual de sus hermanas, de la avidez consumista de sus propios hijos. Mafiosos: es decir, capitalistas en estado puro, depredadores de su pueblo apoltronados en camionetas 4x4 y armados de pistolas automáticas, dispuestos a intimidar y despojar a sus propios vecinos o a los habitantes de otros barrios, a fin de monopolizar el mercado negro y hacer dinero fácil, es decir, poder. Que estos elementos mafiosos son aliados naturales del Estado y de la clase empresarial, lo demuestra el hecho de que sus indignas fechorías están siendo usadas por los mass-media para hacer entrar en pánico a la ya desmoralizada población, justificando así la militarización del país. ¿Qué otro escenario podía ser más propicio para nuestros amos políticos y empresariales, que ven en esta crisis catastrófica nada más que otra buena oportunidad para hacer buenos negocios estrujando con ganancias redobladas a una fuerza de trabajo doblegada por el miedo y la desesperación?

Por parte de los adversarios de este orden social, no tiene ningún sentido cantar loas al saqueo sin precisar el contenido social de tales acciones. No es lo mismo una masa de gente más o menos organizada, o al menos con un propósito común, tomando y repartiéndose los productos que requieren para subsistir... que unas bandas armadas saqueando a la población con tal de lucrar en beneficio propio. Lo cierto es que el terremoto del sábado 27 no sólo ha golpeado terriblemente a la clase trabajadora y destruido las infraestructuras existentes. También ha trastornado seriamente las relaciones sociales en este país. En cuestión de horas, la lucha de clases ha emergido en toda su crudeza ante nuestros ojos, quizás demasiado acostumbrados a las imágenes televisadas para poder captar la esencia de los hechos en curso. La lucha de clases está aquí, en los barrios reducidos a escombros y penumbras, chisporroteando y crujiendo en el suelo mismo de la sociedad, enfrentando en un choque mortal a dos clases de seres humanos que al fin se encuentran cara a cara: por un lado los hombres y mujeres sociales que se buscan entre sí para ayudarse y compartir; y por otro los antisociales que les saquean y les disparan para iniciar su propia acumulación primitiva de capital. Acá estamos nosotros, los seres opacos y anónimos de siempre atrapados en nuestras grises vidas de explotados, de vecinos y parientes, pero dispuestos a estrechar lazos con quienes compartimos la misma desposesión. Allá están ellos, pocos pero dispuestos a despojarnos por la fuerza de lo poco y nada que podemos compartir. De un lado el proletariado, del otro el capital. Así de simple. En muchos barrios de esta tierra devastada, a estas horas de la madrugada la gente empieza a organizar su auto-defensa frente a las bandas armadas. A esta hora empieza a tomar una forma material la conciencia de clase de quienes se han visto obligados, brutalmente y en un abrir y cerrar de ojos, a comprender que sus vidas les pertenecen ellos mismos, y que nadie vendrá en su ayuda.


Extraído de la web.
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Textos relacionados:

- Algunas aclaraciones sobre este texto:
http://www.hommodolars.org/web/spip.php?article2992

- Sobre el Terremoto, la ruina de la sociedad de clases ,la generalización del saqueo [y otras informaciones]
http://www.hommodolars.org/web/spip.php?article2991



Marzo de 2010. Chile.