Volante internacionalista contra la guerra entre Irán e Israel
Proletarios Revolucionarios. Octubre de 2024
https://proletariosrevolucionarios.blogspot.com/2024/10/volante-internacionalista-contra-la.html
Precisiones sobre el derrotismo revolucionario
Proletarios Internacionalistas. Octubre de 2024
https://proleint.org/?p=330&i=1
Mostrando entradas con la etiqueta de Proletarios internacionalistas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta de Proletarios internacionalistas. Mostrar todas las entradas
miércoles, 23 de octubre de 2024
Dos textos sobre derrotismo revolucionario
domingo, 28 de junio de 2020
EL CONTAGIO DE LA REVUELTA SE EXTIENDE… ¡LUCHAS POR DOQUIER!
Proletarios Internacionalistas
28/06/2020
Desde que publicamos nuestro anterior texto a finales de marzo,1 el desarrollo de los acontecimientos no ha hecho sino confirmar lo que allí denunciábamos: la guerra contra el coronavirus es una guerra contra el proletariado mundial. La declaración de pandemia fue el chivo expiatorio, una excelente oportunidad y cobertura para ir imponiendo toda una serie de brutales medidas que exige despóticamente la dictadura de la ganancia. Se trata de enchufar al proletariado toda clase de medidas de austeridad, imponer a una parte jornadas de trabajo aún más intensas y extensas a cambio de salarios cada vez más precarios, facilitar los despidos de otra parte, exterminar a las enormes franjas sobrantes de la población, asegurar su implantación por medio del control y el terror, y frenar la oleada de revueltas de 2019 reiniciando un nuevo ciclo de acumulación.
El aislamiento que intenta imponer el capital representa la negación del proletariado como clase revolucionaria, la alienación de su comunidad de lucha, para destruir no sólo su proceso actual de asociacionismo, sino su potencia futura (que ya se evidencia en las luchas actuales). Ese es el verdadero objeto del estado de alarma:2 concretar las necesidades intrínsecas a la relación social capitalista.
>> leer texto completo y/o descargar en PDF
https://es.proletariosinternacionalistas.org/el-contagio-de-la-revuelta-se-extiende
lunes, 6 de abril de 2020
CONTRA LA PANDEMIA DEL CAPITAL ¡REVOLUCIÓN SOCIAL!
Proletarios Internacionalistas
2 de abril de 2020
2 de abril de 2020
El capitalismo está instalando el terror y la represión en todo el mundo en una operación sin parangón en la historia de la humanidad. Confinamiento de regiones, ciudades y países enteros, confinamiento masivo de seres humanos que son obligados a permanecer encarcelados en sus propias viviendas, suspensión de los miserables derechos ciudadanos, vigilancia, seguimiento y procesamiento de los movimientos de la población a través de todo tipo de tecnologías (smartphones, big data, inteligencia artificial…), despidos masivos, aplicación de Estados de emergencia, de alarma, de sitio, etc. Por todo el globo vemos extenderse una militarización de las calles para controlar y reprimir todo movimiento no autorizado. También vemos multiplicarse los ojos del Estado por medio de ciudadanos sumisos y atemorizados que vigilan cualquier pequeño incumplimiento o cuestionamiento de los decretos del mismo.1
Para apuntalar este escenario, los voceros del Estado nos ahogan con datos sobre la expansión de lo que la OMS ha denominado como “Pandemia del COVID–19”. La retransmisión de las cifras de infectados, hospitalizados y muertos, así como de las tasas de mortalidad y de las previsiones de contagio, acompañadas de imágenes de hospitales saturados y caravanas de coches fúnebres haciendo cola en la morgue, se suceden frenéticamente ante nuestros ojos con todo lujo de detalles mientras un constante desfile de políticos, científicos, milicos y periodistas nos introducen en una guerra contra un enemigo externo llamado coronavirus, presentado como el gran mal de la humanidad, como una pandemia que pone en peligro la vida de los seres humanos.
Queremos dejar claro que con esto no tratamos de decir que lo que se denomina COVID–19 no exista o sea una pura creación ideológica del Estado. Lo que tratamos de explicar a lo largo del texto es que la pandemia está siendo utilizada como herramienta contrainsurreccional y de reestructuración del capitalismo, que lo que nos venden por solución es mucho peor que el problema. En este sentido, si bien es evidente la incidencia social de esta pandemia como resultado del despliegue terrorista desarrollado por los Estados, no tenemos elementos sobre los que valorar aún la incidencia directa del COVID–19 a nivel biológico sobre nuestra salud. Los datos que manejamos son los que ofrecen los diversos aparatos del capitalismo mundial (OMS, Estados, organismos científicos…), que evidentemente para nosotros no tienen ninguna fiabilidad pues tal o cual Estado puede inflar o tapar sus estadísticas. Claro que también los proletarios de residencias de ancianos, cárceles, psiquiátricos… denuncian que esos centros se están convirtiendo, más que nunca, en centros de exterminio. Ahora bien, la cuestión fundamental a tener en cuenta es que el capitalismo mundial nunca tomó semejantes medidas pese a la catástrofe generalizada que materializa y se expresa en miles de terrenos (pandemias, enfermedades, hambrunas, catástrofe ecológica…).2
Para nosotros no hay nada de humanitario en las medidas contra el coronavirus. El Estado siembra el miedo y la impotencia entre una población atomizada para presentarse a sí mismo como el protector omnipotente de la humanidad. Llama a la unidad de todos para asumir juntos la lucha contra ese enemigo, a realizar los sacrificios necesarios, a colaborar con todo lo que las autoridades dicten, a someterse a las directrices y órdenes de los distintos aparatos del Estado.
Todo este despliegue espectacular crea una cobertura imprescindible. No cuela el cuento de la defensa de la salud. Sabemos que la muerte y catástrofe generalizadas son la esencia de este modo de producción y reproducción, donde la vida humana y el planeta son meros medios para la valorización, y al capital le importa un carajo su bienestar. Aunque las diferentes formas de gestión burguesas diseñan límites para no destruir totalmente el sostén material de la valorización, la depredación de esos medios, su deterioro y destrucción acaban franqueando todo límite, pues esa es la forma natural bajo la que se desarrolla la vida en el capitalismo. La destrucción del planeta y sus habitantes, la muerte imparable, y en crecimiento, de millones de humanos por hambre, por guerras, por pandemias, por la toxicidad, por el trabajo, por inanición, por suicidios y un largo etcétera, nunca han sido un problema a solucionar para el capitalismo, sino daños colaterales o, mejor dicho, su modo específico de desarrollarse.
Las campañas de “solidaridad”, la investigación y el desarrollo científico–médico o alguna que otra medida legislativa, son las formas como el capital aplica las “soluciones” a todas las preocupaciones que generan esos grandes problemas que sufre la humanidad bajo la tiranía del valor. Incluso si utilizamos el mismo criterio restringido y tramposo que utiliza la ciencia para justificar las medidas tomadas hoy de forma generalizada,3 es decir, la existencia de un virus que amenaza la salud de la sociedad, sabemos que en todos y cada uno de los países donde se despliegan esas “medidas de contención del coronavirus” la existencia, según los propios datos oficiales, de otros virus con una gran incidencia para la salud nunca ha sido motivo de gran preocupación. Eso no quiere decir que el Estado no se vea obligado a intervenir con motivo de alguna catástrofe concreta, como ha hecho en diversas ocasiones, lo que aprovecha siempre para introducir medidas que en otro momento supondrían resistencias y revueltas.
Por consiguiente, para nosotros es claro que todas las medidas que el capital está desplegando para “luchar contra la pandemia del coronavirus” no tienen como objeto nuestra salud, nuestro cuidado y bienestar. Cabe preguntarse por qué el capitalismo ha creado este estado de guerra en este caso concreto y, más importante aún, qué hacemos como proletarios y revolucionarios en esta situación.
No tenemos dudas. La guerra contra el coronavirus es una guerra contra el proletariado mundial. Las medidas estatales justificadas por la pandemia del coronavirus son un salto cualitativo decisivo y homogéneo en la contrainsurrección mundial y en las tentativas burguesas por tratar de iniciar un nuevo ciclo de acumulación de capital. Y frente a esa guerra el proletariado sólo tiene dos caminos: o sacrificar su vida en ella o contraponerse a la misma para defender sus necesidades humanas.
Es cierto que vivimos en un sistema social acostumbrado a confinar. A confinar los alimentos, las necesidades básicas, a confinarnos en pisos, en coches, en centros comerciales, en centros de domesticación para los niños, en centros de trabajo, en centros de mayores (geriátricos), en centros de salud, en centros carcelarios, en centros de ocio o vacacionales… y estas medidas dan una vuelta de tuerca más a este sistema de aislamiento y privatización, transformando el mundo en un gran campo de concentración.4 Pero no se puede obviar que todo esto sucede precisamente cuando la catástrofe capitalista alcanza nuevas cumbres, cuando el antagonismo entre la vida y el capital llega a niveles todavía más insostenibles que en el pasado. La destrucción de la Tierra, la depredación de sus recursos, el envenenamiento de todo lo que existe, la agudización de todos los mecanismos de explotación y expoliación del ser humano y todo el medio natural, que son aspectos inherentes a este modo de producción de la especie determinado por la economía, están alcanzado niveles insoportables para la mera existencia de seres vivos. La propia dinámica de valorización del capital, en la que éste tiene cada vez más dificultades para renovar sus ciclos reproductivos por la creciente desvalorización que le es congénita, está llevando las contradicciones de este sistema social a sus límites. Caminamos hacia una desvalorización sin precedentes. El desplome del capital ficticio, que sostenía con alfileres los ciclos de reproducción capitalistas, se prefigura en el horizonte. La crisis financiera de los últimos años, cuya primera gran explosión se desarrolló en el año 2008, expresa el agotamiento del mecanismo de respiración artificial que mantenía con vida la economía mundial. Hoy, cuando todo el capital se sostiene en base a la reproducción incesante de capital ficticio, de toneladas de deudas y toda clase de inyecciones financieras que permiten que el capital siga succionando la sangre del proletariado mundial, la burguesía comienza a ser consciente que la ficción no puede escapar a la propia lógica sobre la que se ha edificado, no puede desembarazarse de la ley del valor y toda esa gigantesca acumulación de capital se precipita hacia su desmoronamiento.
Claro que, ante todo, no podemos obviar otra cuestión todavía más decisiva. Toda esta “guerra contra el coronavirus” sucede precisamente cuando la catástrofe que la burguesía hacía cargar sobre las espaldas del proletariado proyectaba grandes sacudidas auguradas ya por las oleadas de luchas que confluyeron en el año 2019 y principios de 2020 en decenas de países.5 El desencadenamiento de un incendio que arrase con todo el orden capitalista es un problema que vuelve a estar al orden del día en los círculos de la burguesía y una esperanza que vuelve a los corazones de los proletarios.
De ahí que desde hace años las operaciones contrainsurreccionales se multipliquen por el mundo. Si bien, todo manual contra la insurrección tiene como fundamento destruir la autonomía del proletariado, las formas como se ha materializado a lo largo de la historia han sido múltiples. La guerra imperialista, que no ha dejado de desarrollarse, siempre ha sido el recurso por excelencia para transformar el antagonismo de clases en una pelea entre fracciones burguesas, restableciendo la unidad nacional frente a un enemigo exterior, destruyendo a los irreductibles, dando una vuelta de tuerca más a las condiciones miserables del proletariado —imponiendo sacrificios bélicos y posbélicos— y generando una destrucción, material y humana, lo suficientemente amplia para dinamizar el proceso de reproducción capitalista abriendo una nueva fase de expansión.
La pandemia del coronavirus presenta todas las características propias de la guerra imperialista: el enemigo exterior, la unidad nacional, la economía de guerra, los sacrificios por la patria o el “bien común”, los colaboradores, las muertes, la reestructuración económica, etc.6
Como toda guerra imperialista supone pérdidas generales a corto plazo (aunque ciertos sectores disparen sus beneficios), pero contiene las bases materiales para generar una nueva fase de acumulación. El proceso de reanimación del moribundo capital, que está aplicándose bajo la cobertura de la guerra al coronavirus y que implica el ataque a las condiciones de vida del proletariado, conlleva el impulso de una nueva fase de acumulación que sólo puede desarrollarse sobre una destrucción de capital de dimensiones y consecuencias inéditas y desconocidas. Claro que en una dinámica donde el capital ficticio representa el eje donde se sustenta la acumulación, la destrucción partirá de ese terreno. La actual paralización parcial y temporal de la producción y circulación de mercancías requiere cantidades insólitas de capital ficticio para mantener el tejido social, además de centralizar gran parte del capital en los sectores militar y sanitario. Sin embargo, esa inundación de ficción para aliviar la parálisis del mercado, que ya contenía una sobreacumulación insostenible de capital ficticio pero que circulaba en gran parte exclusivamente por los mercados financieros, implica volcar masas enormes de ficción desde esos mercados financieros al intercambio mercantil efectivo, lo que expone todo ese capital a su destrucción por la corrección coercitiva que, más pronto que tarde, realizará el mercado respecto al signo de valor. Es decir, la devaluación de la moneda, la imposición despótica de una ley que la burguesía creía haber burlado, creará una desvalorización sin precedentes que implicará la quiebra generalizada de empresas, de Estados, la cancelación masiva de deudas y, por supuesto, la tentativa burguesa de reestructuración global de todo el capital (centralizándose en nuevas esferas, purgándose otras, consolidando nuevos mecanismos de circulación…), tratando de reemprender un nuevo ciclo de acumulación.
Claro que, sobre todo y ante todo, este contexto sólo puede desarrollarse haciendo tragar al proletariado un sacrificio que le invitará a reventar masivamente, que generalizará en todas partes unas condiciones cada vez más imposibles para la supervivencia. Por otro lado, también le empujará a rebelarse, a defender sus necesidades frente a la catástrofe del capital. Ese es el futuro que nos reserva a la humanidad el capitalismo mundial: agudización de la catástrofe o revolución.7
En ese contexto se comprenden mejor el accionar de todos los Estados, se comprende el confinamiento, la salida del ejército a las calles, el control, la vigilancia de la población, el ajuste de cinturones de todos los proletarios y el anuncio de los Estados de peores sacrificios a venir. El Estado evalúa cómo reacciona el proletariado ante estados de emergencia y consigue replegar momentáneamente protestas y revueltas en desarrollo como en Francia, Irán, Irak, Líbano, Argelia, Hong–Kong, Chile, etc. En Chile, antes de que los números oficiales del Estado aporten si quiera una sola muerte, y antes de que se implemente alguna medida sanitaria, el Estado ha declarado el estado de emergencia. De esa forma los Estados utilizan la pandemia para recuperar la paz social en zonas con protestas y revueltas estos últimos años, a la par que despliegan en otras partes un entorno propicio para la represión de las protestas a las medidas de empeoramiento que se preparan, comprobando la capacidad de control social que posee sobre su territorio, dónde se concentran los focos rebeldes, qué aspectos mejorar para asegurar la vigilancia y el dominio del territorio, etc.
A lo largo de la historia del capitalismo, a medida que éste iba imponiendo nuevos ajustes y vueltas de tuercas a la explotación, se fueron sucediendo resistencias más o menos colectivas, revueltas e insurrecciones. Por eso fue sorprendente, en un primer momento, la masiva aceptación del proletariado a las medidas aplicadas por los Estados, facilitada, sin duda, por la situación novedosa en que se encontraba y la fuerza mediática de los aparatos del Estado. Sin embargo, algunos proletarios anuncian por medio de sus primeras contestaciones a todas estas medidas, su rechazo a seguir el sonido de las trompetas del Estado, a someterse al régimen de terror y a aceptar el empeoramiento de sus condiciones de vida. Poco a poco vemos como los gestos, gritos, movilizaciones y protestas comienzan a reproducirse.
Pese a las difíciles condiciones que impone el Estado a través del confinamiento y el aislamiento, nuestra clase trata de organizar su respuesta al ataque lanzado por el Estado. No sólo se reproducen pequeños actos de desobediencia, que el Estado reprime con multas, detenciones y acusaciones de insolidarios (como los ancianos que se pasean con la barra de pan, los padres que juntan a niños en casa de los que tienen el jardín más grande, los jóvenes que pasean por los bosques con la excusa de buscar leña, los que cuestionan la versión oficial en cuanto a temas de salud, los que avisan dónde hay controles y señalan a los soplones, los que inventan todo tipo de tretas y artimañas… actos todos que expresan nuestra necesidad más humana de romper el encarcelamiento e invitan a romper el aislamiento), sino que también se suceden protestas y enfrentamientos en las calles.
La provincia de Hubei, primer lugar a ser sometido al estado de emergencia, está viviendo protestas y enfrentamientos en diversas ciudades. En Filipinas se desafía el confinamiento realizando manifestaciones que reclaman alimentos y otros productos básicos. En Argelia, los proletarios se niegan a suspender manifestaciones que se encadenan una tras otra desde antes del confinamiento. En la India, los trabajadores inmigrantes se enfrentan a la policía. En Italia se organizan acciones al grito de “¡Noi! A recuperar lo que nos quitan”. Los motines en las cárceles y en los centros de detención de inmigrantes ilegales viajan de país en país. Los saqueos y el llamado a no pagar alquileres, junto a las huelgas de los que siguen trabajando comienza también a instalarse en algunos lugares. Como las redes de apoyo mutuo y cajas de resistencia.
Los diversos Estados nacionales tratan de zanjar o contener estas protestas utilizando las ventajas que les permite el estado de emergencia. El presidente de Filipinas fue claro al respecto al afirmar que se ejecutará a todo el que se salte el confinamiento. Por otro lado, anuncian pequeñas concesiones como la liberación temporal de 100.000 presos en Irán, o la creación de bonos sociales para la alimentación en Italia. Otros Estados, intentando anticiparse a las protestas, lanzan miserables zanahorias que estamos convencidos que no servirán para aplacar ni el hambre ni las amplias necesidades reprimidas durante siglos por un capitalismo a las que hoy se les da una nueva vuelta de tuerca.
Estas primeras escaramuzas que se organizan contra el estado de emergencia mundial avanzan que el proletariado no se quedará encerrado en su casa viendo cómo le llevan al matadero ni aceptará sacrificarse por la economía. Pero necesitamos organizar internacionalmente toda esa contestación y profundizarla hasta atravesar el corazón de la bestia capitalista. Cambiar el miedo de lado, que el pánico se traslade para el lado de la burguesía. Que el miedo por la pandemia del coronavirus se transforme en miedo por la pandemia de la revolución.
¡La guerra contra el coronavirus es una guerra contra el proletariado mundial!
¡Impongamos nuestras necesidades humanas a las necesidades del capitalismo mundial!
Para apuntalar este escenario, los voceros del Estado nos ahogan con datos sobre la expansión de lo que la OMS ha denominado como “Pandemia del COVID–19”. La retransmisión de las cifras de infectados, hospitalizados y muertos, así como de las tasas de mortalidad y de las previsiones de contagio, acompañadas de imágenes de hospitales saturados y caravanas de coches fúnebres haciendo cola en la morgue, se suceden frenéticamente ante nuestros ojos con todo lujo de detalles mientras un constante desfile de políticos, científicos, milicos y periodistas nos introducen en una guerra contra un enemigo externo llamado coronavirus, presentado como el gran mal de la humanidad, como una pandemia que pone en peligro la vida de los seres humanos.
Queremos dejar claro que con esto no tratamos de decir que lo que se denomina COVID–19 no exista o sea una pura creación ideológica del Estado. Lo que tratamos de explicar a lo largo del texto es que la pandemia está siendo utilizada como herramienta contrainsurreccional y de reestructuración del capitalismo, que lo que nos venden por solución es mucho peor que el problema. En este sentido, si bien es evidente la incidencia social de esta pandemia como resultado del despliegue terrorista desarrollado por los Estados, no tenemos elementos sobre los que valorar aún la incidencia directa del COVID–19 a nivel biológico sobre nuestra salud. Los datos que manejamos son los que ofrecen los diversos aparatos del capitalismo mundial (OMS, Estados, organismos científicos…), que evidentemente para nosotros no tienen ninguna fiabilidad pues tal o cual Estado puede inflar o tapar sus estadísticas. Claro que también los proletarios de residencias de ancianos, cárceles, psiquiátricos… denuncian que esos centros se están convirtiendo, más que nunca, en centros de exterminio. Ahora bien, la cuestión fundamental a tener en cuenta es que el capitalismo mundial nunca tomó semejantes medidas pese a la catástrofe generalizada que materializa y se expresa en miles de terrenos (pandemias, enfermedades, hambrunas, catástrofe ecológica…).2
Para nosotros no hay nada de humanitario en las medidas contra el coronavirus. El Estado siembra el miedo y la impotencia entre una población atomizada para presentarse a sí mismo como el protector omnipotente de la humanidad. Llama a la unidad de todos para asumir juntos la lucha contra ese enemigo, a realizar los sacrificios necesarios, a colaborar con todo lo que las autoridades dicten, a someterse a las directrices y órdenes de los distintos aparatos del Estado.
Todo este despliegue espectacular crea una cobertura imprescindible. No cuela el cuento de la defensa de la salud. Sabemos que la muerte y catástrofe generalizadas son la esencia de este modo de producción y reproducción, donde la vida humana y el planeta son meros medios para la valorización, y al capital le importa un carajo su bienestar. Aunque las diferentes formas de gestión burguesas diseñan límites para no destruir totalmente el sostén material de la valorización, la depredación de esos medios, su deterioro y destrucción acaban franqueando todo límite, pues esa es la forma natural bajo la que se desarrolla la vida en el capitalismo. La destrucción del planeta y sus habitantes, la muerte imparable, y en crecimiento, de millones de humanos por hambre, por guerras, por pandemias, por la toxicidad, por el trabajo, por inanición, por suicidios y un largo etcétera, nunca han sido un problema a solucionar para el capitalismo, sino daños colaterales o, mejor dicho, su modo específico de desarrollarse.
Las campañas de “solidaridad”, la investigación y el desarrollo científico–médico o alguna que otra medida legislativa, son las formas como el capital aplica las “soluciones” a todas las preocupaciones que generan esos grandes problemas que sufre la humanidad bajo la tiranía del valor. Incluso si utilizamos el mismo criterio restringido y tramposo que utiliza la ciencia para justificar las medidas tomadas hoy de forma generalizada,3 es decir, la existencia de un virus que amenaza la salud de la sociedad, sabemos que en todos y cada uno de los países donde se despliegan esas “medidas de contención del coronavirus” la existencia, según los propios datos oficiales, de otros virus con una gran incidencia para la salud nunca ha sido motivo de gran preocupación. Eso no quiere decir que el Estado no se vea obligado a intervenir con motivo de alguna catástrofe concreta, como ha hecho en diversas ocasiones, lo que aprovecha siempre para introducir medidas que en otro momento supondrían resistencias y revueltas.
Por consiguiente, para nosotros es claro que todas las medidas que el capital está desplegando para “luchar contra la pandemia del coronavirus” no tienen como objeto nuestra salud, nuestro cuidado y bienestar. Cabe preguntarse por qué el capitalismo ha creado este estado de guerra en este caso concreto y, más importante aún, qué hacemos como proletarios y revolucionarios en esta situación.
No tenemos dudas. La guerra contra el coronavirus es una guerra contra el proletariado mundial. Las medidas estatales justificadas por la pandemia del coronavirus son un salto cualitativo decisivo y homogéneo en la contrainsurrección mundial y en las tentativas burguesas por tratar de iniciar un nuevo ciclo de acumulación de capital. Y frente a esa guerra el proletariado sólo tiene dos caminos: o sacrificar su vida en ella o contraponerse a la misma para defender sus necesidades humanas.
Es cierto que vivimos en un sistema social acostumbrado a confinar. A confinar los alimentos, las necesidades básicas, a confinarnos en pisos, en coches, en centros comerciales, en centros de domesticación para los niños, en centros de trabajo, en centros de mayores (geriátricos), en centros de salud, en centros carcelarios, en centros de ocio o vacacionales… y estas medidas dan una vuelta de tuerca más a este sistema de aislamiento y privatización, transformando el mundo en un gran campo de concentración.4 Pero no se puede obviar que todo esto sucede precisamente cuando la catástrofe capitalista alcanza nuevas cumbres, cuando el antagonismo entre la vida y el capital llega a niveles todavía más insostenibles que en el pasado. La destrucción de la Tierra, la depredación de sus recursos, el envenenamiento de todo lo que existe, la agudización de todos los mecanismos de explotación y expoliación del ser humano y todo el medio natural, que son aspectos inherentes a este modo de producción de la especie determinado por la economía, están alcanzado niveles insoportables para la mera existencia de seres vivos. La propia dinámica de valorización del capital, en la que éste tiene cada vez más dificultades para renovar sus ciclos reproductivos por la creciente desvalorización que le es congénita, está llevando las contradicciones de este sistema social a sus límites. Caminamos hacia una desvalorización sin precedentes. El desplome del capital ficticio, que sostenía con alfileres los ciclos de reproducción capitalistas, se prefigura en el horizonte. La crisis financiera de los últimos años, cuya primera gran explosión se desarrolló en el año 2008, expresa el agotamiento del mecanismo de respiración artificial que mantenía con vida la economía mundial. Hoy, cuando todo el capital se sostiene en base a la reproducción incesante de capital ficticio, de toneladas de deudas y toda clase de inyecciones financieras que permiten que el capital siga succionando la sangre del proletariado mundial, la burguesía comienza a ser consciente que la ficción no puede escapar a la propia lógica sobre la que se ha edificado, no puede desembarazarse de la ley del valor y toda esa gigantesca acumulación de capital se precipita hacia su desmoronamiento.
Claro que, ante todo, no podemos obviar otra cuestión todavía más decisiva. Toda esta “guerra contra el coronavirus” sucede precisamente cuando la catástrofe que la burguesía hacía cargar sobre las espaldas del proletariado proyectaba grandes sacudidas auguradas ya por las oleadas de luchas que confluyeron en el año 2019 y principios de 2020 en decenas de países.5 El desencadenamiento de un incendio que arrase con todo el orden capitalista es un problema que vuelve a estar al orden del día en los círculos de la burguesía y una esperanza que vuelve a los corazones de los proletarios.
De ahí que desde hace años las operaciones contrainsurreccionales se multipliquen por el mundo. Si bien, todo manual contra la insurrección tiene como fundamento destruir la autonomía del proletariado, las formas como se ha materializado a lo largo de la historia han sido múltiples. La guerra imperialista, que no ha dejado de desarrollarse, siempre ha sido el recurso por excelencia para transformar el antagonismo de clases en una pelea entre fracciones burguesas, restableciendo la unidad nacional frente a un enemigo exterior, destruyendo a los irreductibles, dando una vuelta de tuerca más a las condiciones miserables del proletariado —imponiendo sacrificios bélicos y posbélicos— y generando una destrucción, material y humana, lo suficientemente amplia para dinamizar el proceso de reproducción capitalista abriendo una nueva fase de expansión.
La pandemia del coronavirus presenta todas las características propias de la guerra imperialista: el enemigo exterior, la unidad nacional, la economía de guerra, los sacrificios por la patria o el “bien común”, los colaboradores, las muertes, la reestructuración económica, etc.6
Como toda guerra imperialista supone pérdidas generales a corto plazo (aunque ciertos sectores disparen sus beneficios), pero contiene las bases materiales para generar una nueva fase de acumulación. El proceso de reanimación del moribundo capital, que está aplicándose bajo la cobertura de la guerra al coronavirus y que implica el ataque a las condiciones de vida del proletariado, conlleva el impulso de una nueva fase de acumulación que sólo puede desarrollarse sobre una destrucción de capital de dimensiones y consecuencias inéditas y desconocidas. Claro que en una dinámica donde el capital ficticio representa el eje donde se sustenta la acumulación, la destrucción partirá de ese terreno. La actual paralización parcial y temporal de la producción y circulación de mercancías requiere cantidades insólitas de capital ficticio para mantener el tejido social, además de centralizar gran parte del capital en los sectores militar y sanitario. Sin embargo, esa inundación de ficción para aliviar la parálisis del mercado, que ya contenía una sobreacumulación insostenible de capital ficticio pero que circulaba en gran parte exclusivamente por los mercados financieros, implica volcar masas enormes de ficción desde esos mercados financieros al intercambio mercantil efectivo, lo que expone todo ese capital a su destrucción por la corrección coercitiva que, más pronto que tarde, realizará el mercado respecto al signo de valor. Es decir, la devaluación de la moneda, la imposición despótica de una ley que la burguesía creía haber burlado, creará una desvalorización sin precedentes que implicará la quiebra generalizada de empresas, de Estados, la cancelación masiva de deudas y, por supuesto, la tentativa burguesa de reestructuración global de todo el capital (centralizándose en nuevas esferas, purgándose otras, consolidando nuevos mecanismos de circulación…), tratando de reemprender un nuevo ciclo de acumulación.
Claro que, sobre todo y ante todo, este contexto sólo puede desarrollarse haciendo tragar al proletariado un sacrificio que le invitará a reventar masivamente, que generalizará en todas partes unas condiciones cada vez más imposibles para la supervivencia. Por otro lado, también le empujará a rebelarse, a defender sus necesidades frente a la catástrofe del capital. Ese es el futuro que nos reserva a la humanidad el capitalismo mundial: agudización de la catástrofe o revolución.7
En ese contexto se comprenden mejor el accionar de todos los Estados, se comprende el confinamiento, la salida del ejército a las calles, el control, la vigilancia de la población, el ajuste de cinturones de todos los proletarios y el anuncio de los Estados de peores sacrificios a venir. El Estado evalúa cómo reacciona el proletariado ante estados de emergencia y consigue replegar momentáneamente protestas y revueltas en desarrollo como en Francia, Irán, Irak, Líbano, Argelia, Hong–Kong, Chile, etc. En Chile, antes de que los números oficiales del Estado aporten si quiera una sola muerte, y antes de que se implemente alguna medida sanitaria, el Estado ha declarado el estado de emergencia. De esa forma los Estados utilizan la pandemia para recuperar la paz social en zonas con protestas y revueltas estos últimos años, a la par que despliegan en otras partes un entorno propicio para la represión de las protestas a las medidas de empeoramiento que se preparan, comprobando la capacidad de control social que posee sobre su territorio, dónde se concentran los focos rebeldes, qué aspectos mejorar para asegurar la vigilancia y el dominio del territorio, etc.
A lo largo de la historia del capitalismo, a medida que éste iba imponiendo nuevos ajustes y vueltas de tuercas a la explotación, se fueron sucediendo resistencias más o menos colectivas, revueltas e insurrecciones. Por eso fue sorprendente, en un primer momento, la masiva aceptación del proletariado a las medidas aplicadas por los Estados, facilitada, sin duda, por la situación novedosa en que se encontraba y la fuerza mediática de los aparatos del Estado. Sin embargo, algunos proletarios anuncian por medio de sus primeras contestaciones a todas estas medidas, su rechazo a seguir el sonido de las trompetas del Estado, a someterse al régimen de terror y a aceptar el empeoramiento de sus condiciones de vida. Poco a poco vemos como los gestos, gritos, movilizaciones y protestas comienzan a reproducirse.
Pese a las difíciles condiciones que impone el Estado a través del confinamiento y el aislamiento, nuestra clase trata de organizar su respuesta al ataque lanzado por el Estado. No sólo se reproducen pequeños actos de desobediencia, que el Estado reprime con multas, detenciones y acusaciones de insolidarios (como los ancianos que se pasean con la barra de pan, los padres que juntan a niños en casa de los que tienen el jardín más grande, los jóvenes que pasean por los bosques con la excusa de buscar leña, los que cuestionan la versión oficial en cuanto a temas de salud, los que avisan dónde hay controles y señalan a los soplones, los que inventan todo tipo de tretas y artimañas… actos todos que expresan nuestra necesidad más humana de romper el encarcelamiento e invitan a romper el aislamiento), sino que también se suceden protestas y enfrentamientos en las calles.
La provincia de Hubei, primer lugar a ser sometido al estado de emergencia, está viviendo protestas y enfrentamientos en diversas ciudades. En Filipinas se desafía el confinamiento realizando manifestaciones que reclaman alimentos y otros productos básicos. En Argelia, los proletarios se niegan a suspender manifestaciones que se encadenan una tras otra desde antes del confinamiento. En la India, los trabajadores inmigrantes se enfrentan a la policía. En Italia se organizan acciones al grito de “¡Noi! A recuperar lo que nos quitan”. Los motines en las cárceles y en los centros de detención de inmigrantes ilegales viajan de país en país. Los saqueos y el llamado a no pagar alquileres, junto a las huelgas de los que siguen trabajando comienza también a instalarse en algunos lugares. Como las redes de apoyo mutuo y cajas de resistencia.
Los diversos Estados nacionales tratan de zanjar o contener estas protestas utilizando las ventajas que les permite el estado de emergencia. El presidente de Filipinas fue claro al respecto al afirmar que se ejecutará a todo el que se salte el confinamiento. Por otro lado, anuncian pequeñas concesiones como la liberación temporal de 100.000 presos en Irán, o la creación de bonos sociales para la alimentación en Italia. Otros Estados, intentando anticiparse a las protestas, lanzan miserables zanahorias que estamos convencidos que no servirán para aplacar ni el hambre ni las amplias necesidades reprimidas durante siglos por un capitalismo a las que hoy se les da una nueva vuelta de tuerca.
Estas primeras escaramuzas que se organizan contra el estado de emergencia mundial avanzan que el proletariado no se quedará encerrado en su casa viendo cómo le llevan al matadero ni aceptará sacrificarse por la economía. Pero necesitamos organizar internacionalmente toda esa contestación y profundizarla hasta atravesar el corazón de la bestia capitalista. Cambiar el miedo de lado, que el pánico se traslade para el lado de la burguesía. Que el miedo por la pandemia del coronavirus se transforme en miedo por la pandemia de la revolución.
¡La guerra contra el coronavirus es una guerra contra el proletariado mundial!
¡Impongamos nuestras necesidades humanas a las necesidades del capitalismo mundial!
Notas
2 No creemos relevante profundizar en este texto en cuestiones relacionadas con el origen concreto del COVID–19. En primer lugar, porque no podemos afirmar nada con claridad al no tener los elementos suficientes para hacerlo, y en segundo, porque lo más importante es comprender que la producción y difusión de las pandemias actuales son un resultado del modo de producción y circulación capitalista. Ver al respecto: Contagio social, del grupo Chuang (https://lazoediciones.blogspot.com/2020/03/chuang-contagio-social-guerra-de-clases.html) y Las pandemias del Capital (http://barbaria.net/2020/03/20/las-pandemias-del-capital/) del Grupo Barbaria.
3 Queremos aclarar, aunque no podamos profundizar en este pequeño texto, que no sólo negamos que la curación de una enfermedad sea un acto médico, como el sistema de salud del capital y la medicina “oficial” nos quieren hacer creer, sino que nuestra concepción de lo que es una enfermedad, un virus y, más en general, nuestra concepción de lo que es el cuidado de la salud, están en las antípodas de la ciencia. Desde luego, la ciencia, si está para algo, es para desarrollar las condiciones necesarias para que el capitalismo siga funcionando, siga aniquilando y aplastando todo, saltando obstáculos, sobrepasando límites, etc. Sus distintas articulaciones permiten al capital la adaptación y la fagocitosis.
Esto no quiere decir que avalemos o propongamos un sistema o enfoque “alternativo”. El sistema tecnocientífico condena rápidamente a sus críticos bajo el rótulo de “seudociencia”, pero nuestra crítica del sistema dominante y totalitario de conocimiento bajo la sociedad capitalista también apunta a los fenómenos catalogados de esa forma. Además, estas “terapias alternativas” cada vez actúan más como válvulas de escape y técnicas que complementan a la “medicina oficial”.
4 Claro que ese gran campo de concentración no es igual para todos. No sólo se refleja en aspectos como decíamos en una nota anterior en relación con el trabajo, sino que también el propio confinamiento se vive totalmente diferente. Recordemos la campaña “yo me quedo en casa”, impulsada por medio de vídeos en los que algunos famosos arengaban desde sus “pequeños jardines” o el interior de sus “modestos palacetes” a quedarse en casa, y que fue mimetizada por miles de ciudadanos desde las cajas de cerillas en las que viven.
5 Ver nuestro texto Revuelta internacional contra el capitalismo mundial en www.proletariosinternacionalistas.org.
6 No sólo nos referimos a las muertes asociadas por los Estados al COVID–19, sino que incluimos las generadas por el Estado con sus medidas. Entre algunos compañeros se discute si caracterizarla también como una guerra química directa contra el proletariado (lo que no implica hablar de premeditación —aunque sepamos que nuestro enemigo ya la usó en el pasado y no ha dejado de desarrollar la investigación en ese campo— sino de su efecto objetivo), en concreto contra los sectores que el capital considera improductivos y que suponen fuertes cargas a las arcas de los Estados y que es precisamente donde está golpeando el coronavirus: ancianos, presos, inmunodeficientes…
7 No estamos afirmando que este proceso se desarrolle inmediatamente, pero sí afirmamos que bajo “la pandemia del coronavirus” ese proceso ha iniciado un salto cualitativo hacia su desenvolvimiento.
domingo, 12 de enero de 2020
[Medio Oriente] "Desde Bagdad a Beirut. Ni suníes ni chiies. ¡Continuemos la lucha!"
El gobierno iraquí se compone de todas las facciones burguesas
que hay en Irak, y es aclamado tanto por las fuerzas regionales
como por la burguesía mundial, sin embargo, el proletariado
intentó derrumbarlo.
La «Zona Verde» es el centro del capitalismo mundial en Bagdad. El proletariado trató de tomarlo, perdiendo numerosas vidas en el intento.
El puerto de Basora es un corredor global para las exportaciones y el comercio internacional de petroleo. El proletariado lo bloqueó e intentó tomar el control del mismo.
La policía, las fuerzas de seguridad, y las fuerzas especiales y militares en Irak son fuerzas del capitalismo mundial en las que participan chiíes, sunníes, cristianos,kurdos y turcomanos, con una amplia dotación de fuerzas regionales e internacionales,incluyendo tropas de Estados Unidos, Europa, Turquía, Irán, etc. El proletariado los atacó, tanto a sus centros como a los destacamentos en las calles. Hubo muchos proletarios muertos (más de 650) y más de 20.000 heridos (sin mencionar el numero de secuestrados y encarcelados).
En todas las áreas rebeldes en Irak, el proletariado quemó las sedes de los partidos políticos (religiosos y nacionales sin excepción), asaltó e incendió las casas de los miembros del parlamento, de funcionarios del Estado, y también llevó a cabo ataques contra edificios de seguridad y de la policía, medios de comunicación, instituciones judiciales, el Ministerio de Justicia, periódicos y estaciones de televisión.
Al hacer todo esto, el proletariado atacó a la totalidad del Estado.
De acuerdo con el primer ministro Adel Abd Al-Mahdi, este movimiento ha destruido la economía nacional (capitalista) en todos sus aspectos.
En esta lucha, el proletariado atacó todo sin excepción: todo símbolo, persona o lugar ligado con la historia de la autoridad y la represión, incluyendo militares, instituciones diplomáticas, centros comerciales y servicios secretos, tanto internos como externos. Los ataques sobre las fuerzas represivas de Pasdaran y el consulado iraní en la ciudad de Karbala, no son ataques anti-iraníes como los medios dicen, sino que forman parte de la acción de clase contra las fuerzas y centros represivos en todas sus formas, igual que el ataque a la “Zona Verde” y otros lugares.
¿No está del todo clara la unidad de acción proletaria y sus consignas -«Abajo todos los ladrones», «De Bagdad a Beirut, ni sunníes ni chiítas», «¡Ni patria, ni trabajo estamos todos en las calles, ni patria, ni trabajo, hasta derrumbar este sistema!»– y que el proletariado apunta a la contrarrevolución en su totalidad, tal como lo hizo en Basora durante septiembre del 2018?
La burguesía siempre ha tratado de distorsionar y desviar el camino de clase de nuestro movimiento revolucionario. Han recurrido a diversos métodos para vaciar el contenido revolucionario de nuestra lucha, tejiendo todo tipo de tramas a su alrededor para transformarlo en cualquier cosa. Todo para ocultar su represión sangrienta y la destrucción del movimiento revolucionario mediante conflictos burgueses.
El proletariado se ha levantado socialmente contra los explotadores y tiene la intención de poner fin a su poder. Es consciente de que los capitalistas externos e internos (chiítas, suníes, kurdos, cristianos, judíos..., los ricos y los explotadores de todo el mundo) son los verdaderos miembros del Estado y todos ellos están unidos para explotar a la humanidad. Por consiguiente, la lucha proletaria es, sin duda, una lucha unitaria contra todos ellos.
El proletariado militante no permite que nadie lo represente, no tienen demandas, ni nada que negociar. No forma parte de ningún programa político. ¿No es acaso esta rebelión una profunda lucha de clases contra el sistema capitalista en su totalidad? El único programa que tiene el proletariado, su única demanda, es continuar y dirigir su lucha unitaria contra la dictadura del capital y el Estado. «Estamos en contra de todos ellos y lo tomaremos todo». Esa es la autonomía de la clase y la fuerza de la lucha de nuestro movimiento. Por lo tanto, no es una cuestión fácil para el Estado erradicar este movimiento.
El proletariado no está en situación de espera o pasivo. Desde que el movimiento estalló, incluso con la represión masiva y asesinatos por parte del Estado, este movimiento continúa, y sus luchas y tácticas se están extendiendo día tras día. Por ejemplo, en Bagdad el movimiento formó unidades de combate repartidas por toda la ciudad para interrumpir el tránsito y tomar el control de puentes o áreas importantes. Coordinó de forma colectiva sus actividades para ampliar el alcance y la amplitud de su lucha, planificar el día siguiente, el siguiente objetivo, hacer publicaciones acerca de su lucha, cuidar a los compañeros heridos... Todo eso es coordinar, organizar y expandir su capacidad de lucha.
Del mismo modo que en el pasado las luchas proletarias tomaban energías unas de otras, y así continuaba el proceso de lucha, asumiendo sus intereses de clase y su internacionalización, y al romper los límites geográficos, ideológicos, económicos, así como los marcos democráticos y del Estado nacional... este movimiento apuntaba contra el capital y el capitalismo mundial, hoy sucede exactamente lo mismo.
El proletariado hoy en día, de Haití a Francia, de Francia a Hong Kong, de Egipto, a América Latina, de Líbano a Irak e Irán, está en una misma lucha, luchando contra el mismo enemigo, con los mismos intereses y con la misma esperanza: derrocar el capitalismo y afirmar una comunidad de vida humana sin explotación, lucro, capital,trabajo asalariado, contaminación, injusticia, guerra y destrucción.
Esta lucha proletaria no es una lucha «anarquista», tampoco es una lucha “socialista”ni en aras de democratizar el poder o el Estado nacional, sino que es una lucha revolucionaria, de clase e internacional contra la dictadura capitalista sobre la vida(sobre la Tierra). Es una lucha para liberar la vida de todas las formas de esclavitud humana.
Si hoy jóvenes militantes han salido a las calles participando y tomado la iniciativa dela lucha, ¡Es algo completamente natural! Porque esta generación, mientras huía de la catástrofe cotidiana del capital, soñaba con la vida. Son quienes no tienen estabilidad en la vida. Lo que ellos tienen hoy quizá no lo tengan mañana. Lo que sienten cerca hoy, mañana podría estar lejos. La codicia del capitalismo, sus guerras y sus desastres sucesivos los han dejado en una lucha constante. Esta situación se intensifica cada vez más en todo el mundo y se convierte en un infierno que empuja al proletariado ala lucha, y su lucha es la lucha de la vida contra este infierno capitalista. Los proletarios en la lucha comprenden el capitalismo y su catástrofe, se sienten vivos yfelices en la lucha por la vida.
La lucha proletaria es la lucha de la clase explotada contra el mundo capitalista. Es una lucha por la vida contra las relaciones de explotación y muerte del capital mundial.
El proletariado continúa luchando: desde Francia hasta Líbano, desde Irak hasta Chile,desde Hong Kong hasta Irán... y llama al levantamiento de todas las áreas vecinas donde es posible la unidad y coordinación de acciones de clase en esta lucha contra el capitalismo.
En nuestra región, la lucha del proletariado en Turquía, Israel e Irán... bloquea las posibilidades de la guerra capitalista y empuja nuestra guerra de clases internacional hacia una mejor perspectiva
¡Abajo la explotación y opresión!
¡Abajo la guerra!
¡Abajo el capitalismo!
¡Por la continuidad de la guerra de clases en todo el mundo!
Compañeros de la lucha internacional
Proletarios Internacionalistas
Medio Oriente
Noviembre de 2019
Comunicación Compañera Internacional: internationalist@riseup.net
info@proletariosinternacionalistas.org
Extraído de: www.es.proletariosinternacionalistas.org
La «Zona Verde» es el centro del capitalismo mundial en Bagdad. El proletariado trató de tomarlo, perdiendo numerosas vidas en el intento.
El puerto de Basora es un corredor global para las exportaciones y el comercio internacional de petroleo. El proletariado lo bloqueó e intentó tomar el control del mismo.
La policía, las fuerzas de seguridad, y las fuerzas especiales y militares en Irak son fuerzas del capitalismo mundial en las que participan chiíes, sunníes, cristianos,kurdos y turcomanos, con una amplia dotación de fuerzas regionales e internacionales,incluyendo tropas de Estados Unidos, Europa, Turquía, Irán, etc. El proletariado los atacó, tanto a sus centros como a los destacamentos en las calles. Hubo muchos proletarios muertos (más de 650) y más de 20.000 heridos (sin mencionar el numero de secuestrados y encarcelados).
En todas las áreas rebeldes en Irak, el proletariado quemó las sedes de los partidos políticos (religiosos y nacionales sin excepción), asaltó e incendió las casas de los miembros del parlamento, de funcionarios del Estado, y también llevó a cabo ataques contra edificios de seguridad y de la policía, medios de comunicación, instituciones judiciales, el Ministerio de Justicia, periódicos y estaciones de televisión.
Al hacer todo esto, el proletariado atacó a la totalidad del Estado.
De acuerdo con el primer ministro Adel Abd Al-Mahdi, este movimiento ha destruido la economía nacional (capitalista) en todos sus aspectos.
En esta lucha, el proletariado atacó todo sin excepción: todo símbolo, persona o lugar ligado con la historia de la autoridad y la represión, incluyendo militares, instituciones diplomáticas, centros comerciales y servicios secretos, tanto internos como externos. Los ataques sobre las fuerzas represivas de Pasdaran y el consulado iraní en la ciudad de Karbala, no son ataques anti-iraníes como los medios dicen, sino que forman parte de la acción de clase contra las fuerzas y centros represivos en todas sus formas, igual que el ataque a la “Zona Verde” y otros lugares.
¿No está del todo clara la unidad de acción proletaria y sus consignas -«Abajo todos los ladrones», «De Bagdad a Beirut, ni sunníes ni chiítas», «¡Ni patria, ni trabajo estamos todos en las calles, ni patria, ni trabajo, hasta derrumbar este sistema!»– y que el proletariado apunta a la contrarrevolución en su totalidad, tal como lo hizo en Basora durante septiembre del 2018?
La burguesía siempre ha tratado de distorsionar y desviar el camino de clase de nuestro movimiento revolucionario. Han recurrido a diversos métodos para vaciar el contenido revolucionario de nuestra lucha, tejiendo todo tipo de tramas a su alrededor para transformarlo en cualquier cosa. Todo para ocultar su represión sangrienta y la destrucción del movimiento revolucionario mediante conflictos burgueses.
El proletariado se ha levantado socialmente contra los explotadores y tiene la intención de poner fin a su poder. Es consciente de que los capitalistas externos e internos (chiítas, suníes, kurdos, cristianos, judíos..., los ricos y los explotadores de todo el mundo) son los verdaderos miembros del Estado y todos ellos están unidos para explotar a la humanidad. Por consiguiente, la lucha proletaria es, sin duda, una lucha unitaria contra todos ellos.
El proletariado militante no permite que nadie lo represente, no tienen demandas, ni nada que negociar. No forma parte de ningún programa político. ¿No es acaso esta rebelión una profunda lucha de clases contra el sistema capitalista en su totalidad? El único programa que tiene el proletariado, su única demanda, es continuar y dirigir su lucha unitaria contra la dictadura del capital y el Estado. «Estamos en contra de todos ellos y lo tomaremos todo». Esa es la autonomía de la clase y la fuerza de la lucha de nuestro movimiento. Por lo tanto, no es una cuestión fácil para el Estado erradicar este movimiento.
El proletariado no está en situación de espera o pasivo. Desde que el movimiento estalló, incluso con la represión masiva y asesinatos por parte del Estado, este movimiento continúa, y sus luchas y tácticas se están extendiendo día tras día. Por ejemplo, en Bagdad el movimiento formó unidades de combate repartidas por toda la ciudad para interrumpir el tránsito y tomar el control de puentes o áreas importantes. Coordinó de forma colectiva sus actividades para ampliar el alcance y la amplitud de su lucha, planificar el día siguiente, el siguiente objetivo, hacer publicaciones acerca de su lucha, cuidar a los compañeros heridos... Todo eso es coordinar, organizar y expandir su capacidad de lucha.
Del mismo modo que en el pasado las luchas proletarias tomaban energías unas de otras, y así continuaba el proceso de lucha, asumiendo sus intereses de clase y su internacionalización, y al romper los límites geográficos, ideológicos, económicos, así como los marcos democráticos y del Estado nacional... este movimiento apuntaba contra el capital y el capitalismo mundial, hoy sucede exactamente lo mismo.
El proletariado hoy en día, de Haití a Francia, de Francia a Hong Kong, de Egipto, a América Latina, de Líbano a Irak e Irán, está en una misma lucha, luchando contra el mismo enemigo, con los mismos intereses y con la misma esperanza: derrocar el capitalismo y afirmar una comunidad de vida humana sin explotación, lucro, capital,trabajo asalariado, contaminación, injusticia, guerra y destrucción.
Esta lucha proletaria no es una lucha «anarquista», tampoco es una lucha “socialista”ni en aras de democratizar el poder o el Estado nacional, sino que es una lucha revolucionaria, de clase e internacional contra la dictadura capitalista sobre la vida(sobre la Tierra). Es una lucha para liberar la vida de todas las formas de esclavitud humana.
Si hoy jóvenes militantes han salido a las calles participando y tomado la iniciativa dela lucha, ¡Es algo completamente natural! Porque esta generación, mientras huía de la catástrofe cotidiana del capital, soñaba con la vida. Son quienes no tienen estabilidad en la vida. Lo que ellos tienen hoy quizá no lo tengan mañana. Lo que sienten cerca hoy, mañana podría estar lejos. La codicia del capitalismo, sus guerras y sus desastres sucesivos los han dejado en una lucha constante. Esta situación se intensifica cada vez más en todo el mundo y se convierte en un infierno que empuja al proletariado ala lucha, y su lucha es la lucha de la vida contra este infierno capitalista. Los proletarios en la lucha comprenden el capitalismo y su catástrofe, se sienten vivos yfelices en la lucha por la vida.
La lucha proletaria es la lucha de la clase explotada contra el mundo capitalista. Es una lucha por la vida contra las relaciones de explotación y muerte del capital mundial.
El proletariado continúa luchando: desde Francia hasta Líbano, desde Irak hasta Chile,desde Hong Kong hasta Irán... y llama al levantamiento de todas las áreas vecinas donde es posible la unidad y coordinación de acciones de clase en esta lucha contra el capitalismo.
En nuestra región, la lucha del proletariado en Turquía, Israel e Irán... bloquea las posibilidades de la guerra capitalista y empuja nuestra guerra de clases internacional hacia una mejor perspectiva
¡Abajo la explotación y opresión!
¡Abajo la guerra!
¡Abajo el capitalismo!
¡Por la continuidad de la guerra de clases en todo el mundo!
Compañeros de la lucha internacional
Proletarios Internacionalistas
Medio Oriente
Noviembre de 2019
Comunicación Compañera Internacional: internationalist@riseup.net
info@proletariosinternacionalistas.org
Extraído de: www.es.proletariosinternacionalistas.org
jueves, 31 de octubre de 2019
REVUELTA INTERNACIONAL CONTRA EL CAPITALISMO MUNDIAL
La revuelta proletaria ha explotado a lo largo del mundo confluyendo violentamente en diferentes rincones del mismo. Chile, Ecuador, Irak, Haití, Francia, Líbano, Hong Kong, Colombia, Bolivia, Honduras, Argelia, Sudán… son algunos de los lugares donde en estos últimos meses hemos salido a las calles desatando toda la cólera acumulada durante años. Bastó el anuncio de una subida del subte en Chile, de la tasa de combustible en Francia, del precio del pan en Sudán, un impuesto en las llamadas por redes sociales y en la gasolina en Líbano, o que quitaran los subsidios al combustible en Ecuador, para que como en Irak o Haití, saliéramos desesperados y furiosos ante la imposibilidad absoluta de vivir.
La insaciable sed de ganancia de la burguesía mundial está llevando a la vida en la Tierra a límites inimaginables, la contradicción entre las necesidades de valorización y la vida humana explosionan desde hace años en revueltas que hoy, con la concentración en el tiempo de decenas de revueltas, anuncian una nueva agudización del antagonismo de clases a nivel internacional. Cada barricada, cada protesta que se alza contra los sucesivos aumentos de nuestra explotación, cada corte de ruta, cada saqueo, es un llamamiento del proletariado mundial a luchar contra el deterioro de nuestras condiciones de vida, a extender y afirmar la negación de este mundo, a empuñar y levantar de nuevo la bandera de la revolución social.
Lo que nos anuncian las revueltas que hoy se generalizan por el mundo capitalista no es otra cosa que la reemergencia del proletariado, el regreso del viejo topo que nunca dejó de cavar. La llamada primavera árabe, la revuelta social en Grecia, en Turquía, en Ucrania, o las recientes luchas en Brasil o Venezuela, eran la antesala de un movimiento internacional e internacionalista que hoy lleva el miedo a todos los representantes del capitalismo mundial e insufla esperanzas y fuerzas a los proletarios de todo el planeta.
Desde el gobierno de turno que ejecuta las medidas que imponen las necesidades económicas y suponen siempre una subida de los precios de lo imprescindible para vivir; desde el patrón que nos explota directamente en el trabajo sacándonos nuestra última gota de energía; desde el mercado que nos arroja al desempleo en un mundo en el que si no tienes billetes en el bolsillo sobras y vas directo el matadero; pasando por el banco, o mejor dicho, por los bancos mundiales que aumentan nuestro grado de explotación con todo tipo de medidas de expoliación que hace que esos mismos billetes valgan cada vez menos en nuestras manos; desde cada chute más de ganancia que ejecuta la burguesía mundial a costa de envenenar el aire, el agua, la tierra, nuestra sangre o lo que comemos, pasando por todas esas innumerables organizaciones, sindicatos y partidos de izquierda y de derecha que representan “alternativas” al interior del capital y que sirven para perpetuarnos en nuestra condición de esclavos… a todos y cada uno de ellos van siendo señalados por el fuego de la revuelta como responsables de nuestros sufrimientos, como representantes del capitalismo mundial.
La potencia que ha mostrado nuestra clase en estos meses ha conseguido trastocar incluso los encuadramientos que en algunos lugares la burguesía lograba imponer para fagocitar nuestra lucha. En Hong Kong, el encuadramiento interburgués recula por la fuerza de la lucha internacional que arrincona algunas de las consignas de nuestro enemigo y determina a los proletarios a delimitarse de las mismas. Hasta en Cataluña, donde el nacionalismo parece omnipotente dirigiendo un espectáculo que arrastra al proletariado a negarse como fuerza revolucionaria, han aparecido consignas y prácticas de minorías que expresan que la fuerza revolucionaria sólo se abrirá paso fuera y contra la trampa de las banderitas nacionales.
Claro que, dicho todo esto, subrayando la importancia histórica de lo que estamos viviendo y que tiende a afirmarse en la práctica como movimiento proletario internacional e internacionalista frente a todas las tentativas de la burguesía por reprimirlo, ocultarlo, canalizarlo, deformarlo, fraccionarlo… no dudamos ni un momento que no es más que el comienzo de un proceso largo y complejo. Es difícil predecir los pulsos y desarrollos que tendrá, las idas y venidas, pero indudablemente avanza ya hacia una confrontación cada vez más internacional y generalizada, cada vez más violenta, cada vez más decisiva.
Si bien estamos ya reventando de hambre, enfermando de todas las maneras posibles y asfixiándonos por todo lo que da empuje a la economía a costa de nuestra vida y la de nuestro planeta, lo que está por venir es todavía peor. La catástrofe capitalista que se viene encima es incomparable con lo que se ha vivido hasta ahora. Las insaciables necesidades vitales de la economía capitalista piden sacrificar al ser humano y a todo lo viviente en el altar de la ganancia. Pero los proletarios hemos retomado la vía que abre la puerta a otro futuro: la pelea, la lucha intransigente por imponer una transformación radical, el ataque a las diversas instancias y representantes del capital, la afirmación en las calle de innumerables rincones del mundo de la comunidad de lucha contra el capital.
Ante la fuerza de la revuelta internacional, el capitalismo mundial responde como no puede ser de otra manera, con todo su arsenal terrorista. Durante estas semanas de protestas la democracia del capital nos recuerda que su dictadura es la más brutal que ha conocido la humanidad. Policías, antimotines y milicos salen a llenar de sangre las calles, a destrozar cuerpos, a encerrarnos, a asesinarnos, a dejarnos sin suministros y sin abastecimiento para hacernos recular, para meternos el miedo y que abandonemos las calles, para mostrarse invencible. Centenares de muertos, decenas de miles de detenidos y encarcelados, hombres, mujeres y niños mutilados y torturados por las armas que usan contra nosotros, ciudades y barrios desabastecidos para que regresemos a nuestras casas y se añore la vuelta a la tranquilidad de los cementerios.
Pese a que en algunos lugares tratamos de responder a todo ese terrorismo creando ollas y cocinas comunitarias, albergues, espacios para cuidar a nuestros hijos más pequeños mientras otros pelean en las calles, centros para tratar a los heridos y refugiar a compañeros, y también respondemos con la violencia revolucionaria, tomando por la fuerza lugares de abastecimiento, atacando a los medios de comunicación del capital, consiguiendo y repartiendo armas con las que defendernos y atacar al terrorismo del Estado, intentando que el miedo cambie de campo, intentando responder a su terrorismo expresándonos como comunidad de lucha, como comunidad solidaria, lo cierto es que aún no tenemos la fuerza suficiente para responder como se necesita al terrorismo del Estado. Es cierto, los milicos y todo su arsenal asesino no nos ha hecho retroceder, y la resistencia en las calles nos llena de determinación y coraje. Sin embargo, cuando el ejército sale a las calles a desplegar todo su terror, pese a la existencia de minorías que mantienen el pulso de la lucha y tratan de dar directivas, todavía somos incapaces de dar un salto cualitativo que cristalice en insurrección. La necesidad que hoy se nos plantea en cada revuelta es cómo profundizar y desarrollar esa insurrección.
Tenemos que retomar la senda del pasado, recordar lo que hicieron nuestros hermanos de clase entonces, cómo se cristalizaron las insurrecciones pasadas que lograron desestabilizar al Estado. Tenemos que recordar cómo se desestructuró a los cuerpos represivos, cómo se descompusieron los ejércitos, cómo enormes franjas de milicos se negaron a disparar contra la revuelta o más aún, se pasaron con la armas a su lado. La descomposición del ejército siempre fue y será un salto de calidad fundamental en toda revuelta proletaria.
Tenemos también que retomar la creación de estructuras para el abastecimiento, para la autodefensa, organizar el asalto a los centros de armamento para cristalizar las necesidades insurreccionales del enfrentamiento. Pero también necesitamos saber cuándo replegarnos en los momentos en los que la correlación de fuerzas nos es desfavorable, manteniendo la fuerza colectiva para evitar que el Estado nos barra. A veces puede ser necesario el repliegue, que no el abandono, para estructurarse, ampliar el asociacionismo y la estructuración proletaria internacional. Necesitamos también sacar a los presos, a los detenidos, etc. Pero sobre todo necesitamos que todo esto sea materializado como expresión y dirección de nuestra comunidad de lucha contra el capital. Toda tentativa de eludir la necesidad insurreccional y desarrollar en su lugar una guerra entre aparatos, o la de escindir de la propia comunidad de lucha la organización de la violencia como tarea de específica de un grupo guerrillero, son caminos que liquidan la fuerza que estamos generando. Como lo son también todas las peticiones de derechos humanos, o las exigencias de dimisiones de responsables del Estado, formas de integración democrática. Sin embargo, estamos convencidos de que nuestra comunidad de lucha aprenderá no sólo de su propia experiencia actual, sino que esa misma experiencia le hará reencontrarse con su propio pasado para buscar las formas de asumir estas necesidades. Como en Irak, donde los proletarios lanzan consignas refiriéndose a la insurrección de 1991.
No podemos obviar que el orden social existente no sólo combate nuestra lucha con balas y milicos que se lanzan contra las barricadas, sino con un conglomerado de ideologías y fuerzas que maniobran para destruir toda contestación social. Y lo que es más peligroso, esas mismas fuerzas, aprovechando nuestras propias debilidades y límites actuales, se presentan como parte de nuestra comunidad de lucha, llevando a muchos sectores de nuestra clase a identificarlas como tal. Las “soluciones” nacionales o nacionalistas, los espectáculos de asambleas constituyentes, los pedidos de depuraciones democráticas o cualquier otra reforma al interior del Estado son balas más dañinas que las que tiran los milicos, pues van dirigidas al corazón de nuestro movimiento. De nuestra determinación a contraponernos y enfrentarnos a esas fuerzas de la contrarrevolución depende la perspectiva revolucionaria, el latido de ese corazón comunitario.
No hay que olvidar que también es fundamental asumir todas una serie de tareas en los lugares donde la paz social no se acaba de romper. Claro que las mismas no tienen nada que ver con limitarse a la cuestión antirrepresiva o/y movilizaciones en embajadas y consulados que son terreno abonado para discursos reformistas y de derechos, con quejas y condenas contra los “excesos del Estado”. Ni por supuesto con defender la revuelta en tanto “pueblo que no aguanta mas” y que es “reprimido brutalmente”. Estas prácticas permiten precisamente a fracciones progresistas liquidar la verdadera solidaridad de clase, hacer de la revuelta y su necesidad algo de otros lugares, ajeno, lo que justifica negarla en su propio territorio defendiendo la paz democrática y los llamados a votar al mal menor. Por el contrario, la solidaridad de clase defiende la revuelta como expresión de nuestra comunidad de lucha contra el capital, como una misma lucha contra un mismo enemigo mundial. Claro que, las necesidades y tareas que se pueden asumir en los diversos lugares viene condicionada, no por la voluntad o determinación de grupos militantes, sino por la correlación de fuerzas locales. Desde luego es necesario crear instancias y comités de solidaridad, para centralizar y difundir las distintas informaciones de la lucha, así como lo que se realiza al interior de la revuelta (la sociabilidad, los saqueos, la organización comunitaria, la autodefensa, los comunicados compañeros etc.), para contraponernos a las mentiras de los medios de comunicación, a las canalizaciones socialdemócratas; para crear redes de ayuda con los refugiados, etc. En definitiva, hay que impulsar la estructuración de nuestra comunidad de lucha internacional, buscar formas de satisfacer las necesidades que se nos plantean en la lucha y saltar los obstáculos que nos encontramos.
La revuelta proletaria que hoy pone patas arriba al capitalismo mundial deja en evidencia, frente a todos los que quieren hacernos creer que la revolución es imposible, que la única alternativa del ser humano al capitalismo es la revolución mundial. La propia lucha y lo que cristaliza, nos da la certeza de que la humanidad puede destruir esta forma de vivir basada en la comunidad del dinero, mandarla al basurero de la historia, y desarrollar una nueva sociedad basada en la comunidad humana y su unidad inseparable con la Tierra.
¡Desde diferentes países y distintos escenarios,
una misma lucha contra el capitalismo!
¡Organicemos internacionalmente nuestra comunidad de lucha!!
Afuera y en contra de sindicatos y partidos
¡A profundizar la lucha contra las relaciones sociales capitalista!
La insaciable sed de ganancia de la burguesía mundial está llevando a la vida en la Tierra a límites inimaginables, la contradicción entre las necesidades de valorización y la vida humana explosionan desde hace años en revueltas que hoy, con la concentración en el tiempo de decenas de revueltas, anuncian una nueva agudización del antagonismo de clases a nivel internacional. Cada barricada, cada protesta que se alza contra los sucesivos aumentos de nuestra explotación, cada corte de ruta, cada saqueo, es un llamamiento del proletariado mundial a luchar contra el deterioro de nuestras condiciones de vida, a extender y afirmar la negación de este mundo, a empuñar y levantar de nuevo la bandera de la revolución social.
Lo que nos anuncian las revueltas que hoy se generalizan por el mundo capitalista no es otra cosa que la reemergencia del proletariado, el regreso del viejo topo que nunca dejó de cavar. La llamada primavera árabe, la revuelta social en Grecia, en Turquía, en Ucrania, o las recientes luchas en Brasil o Venezuela, eran la antesala de un movimiento internacional e internacionalista que hoy lleva el miedo a todos los representantes del capitalismo mundial e insufla esperanzas y fuerzas a los proletarios de todo el planeta.
Desde el gobierno de turno que ejecuta las medidas que imponen las necesidades económicas y suponen siempre una subida de los precios de lo imprescindible para vivir; desde el patrón que nos explota directamente en el trabajo sacándonos nuestra última gota de energía; desde el mercado que nos arroja al desempleo en un mundo en el que si no tienes billetes en el bolsillo sobras y vas directo el matadero; pasando por el banco, o mejor dicho, por los bancos mundiales que aumentan nuestro grado de explotación con todo tipo de medidas de expoliación que hace que esos mismos billetes valgan cada vez menos en nuestras manos; desde cada chute más de ganancia que ejecuta la burguesía mundial a costa de envenenar el aire, el agua, la tierra, nuestra sangre o lo que comemos, pasando por todas esas innumerables organizaciones, sindicatos y partidos de izquierda y de derecha que representan “alternativas” al interior del capital y que sirven para perpetuarnos en nuestra condición de esclavos… a todos y cada uno de ellos van siendo señalados por el fuego de la revuelta como responsables de nuestros sufrimientos, como representantes del capitalismo mundial.
La potencia que ha mostrado nuestra clase en estos meses ha conseguido trastocar incluso los encuadramientos que en algunos lugares la burguesía lograba imponer para fagocitar nuestra lucha. En Hong Kong, el encuadramiento interburgués recula por la fuerza de la lucha internacional que arrincona algunas de las consignas de nuestro enemigo y determina a los proletarios a delimitarse de las mismas. Hasta en Cataluña, donde el nacionalismo parece omnipotente dirigiendo un espectáculo que arrastra al proletariado a negarse como fuerza revolucionaria, han aparecido consignas y prácticas de minorías que expresan que la fuerza revolucionaria sólo se abrirá paso fuera y contra la trampa de las banderitas nacionales.
Claro que, dicho todo esto, subrayando la importancia histórica de lo que estamos viviendo y que tiende a afirmarse en la práctica como movimiento proletario internacional e internacionalista frente a todas las tentativas de la burguesía por reprimirlo, ocultarlo, canalizarlo, deformarlo, fraccionarlo… no dudamos ni un momento que no es más que el comienzo de un proceso largo y complejo. Es difícil predecir los pulsos y desarrollos que tendrá, las idas y venidas, pero indudablemente avanza ya hacia una confrontación cada vez más internacional y generalizada, cada vez más violenta, cada vez más decisiva.
Si bien estamos ya reventando de hambre, enfermando de todas las maneras posibles y asfixiándonos por todo lo que da empuje a la economía a costa de nuestra vida y la de nuestro planeta, lo que está por venir es todavía peor. La catástrofe capitalista que se viene encima es incomparable con lo que se ha vivido hasta ahora. Las insaciables necesidades vitales de la economía capitalista piden sacrificar al ser humano y a todo lo viviente en el altar de la ganancia. Pero los proletarios hemos retomado la vía que abre la puerta a otro futuro: la pelea, la lucha intransigente por imponer una transformación radical, el ataque a las diversas instancias y representantes del capital, la afirmación en las calle de innumerables rincones del mundo de la comunidad de lucha contra el capital.
Ante la fuerza de la revuelta internacional, el capitalismo mundial responde como no puede ser de otra manera, con todo su arsenal terrorista. Durante estas semanas de protestas la democracia del capital nos recuerda que su dictadura es la más brutal que ha conocido la humanidad. Policías, antimotines y milicos salen a llenar de sangre las calles, a destrozar cuerpos, a encerrarnos, a asesinarnos, a dejarnos sin suministros y sin abastecimiento para hacernos recular, para meternos el miedo y que abandonemos las calles, para mostrarse invencible. Centenares de muertos, decenas de miles de detenidos y encarcelados, hombres, mujeres y niños mutilados y torturados por las armas que usan contra nosotros, ciudades y barrios desabastecidos para que regresemos a nuestras casas y se añore la vuelta a la tranquilidad de los cementerios.
Pese a que en algunos lugares tratamos de responder a todo ese terrorismo creando ollas y cocinas comunitarias, albergues, espacios para cuidar a nuestros hijos más pequeños mientras otros pelean en las calles, centros para tratar a los heridos y refugiar a compañeros, y también respondemos con la violencia revolucionaria, tomando por la fuerza lugares de abastecimiento, atacando a los medios de comunicación del capital, consiguiendo y repartiendo armas con las que defendernos y atacar al terrorismo del Estado, intentando que el miedo cambie de campo, intentando responder a su terrorismo expresándonos como comunidad de lucha, como comunidad solidaria, lo cierto es que aún no tenemos la fuerza suficiente para responder como se necesita al terrorismo del Estado. Es cierto, los milicos y todo su arsenal asesino no nos ha hecho retroceder, y la resistencia en las calles nos llena de determinación y coraje. Sin embargo, cuando el ejército sale a las calles a desplegar todo su terror, pese a la existencia de minorías que mantienen el pulso de la lucha y tratan de dar directivas, todavía somos incapaces de dar un salto cualitativo que cristalice en insurrección. La necesidad que hoy se nos plantea en cada revuelta es cómo profundizar y desarrollar esa insurrección.
Tenemos que retomar la senda del pasado, recordar lo que hicieron nuestros hermanos de clase entonces, cómo se cristalizaron las insurrecciones pasadas que lograron desestabilizar al Estado. Tenemos que recordar cómo se desestructuró a los cuerpos represivos, cómo se descompusieron los ejércitos, cómo enormes franjas de milicos se negaron a disparar contra la revuelta o más aún, se pasaron con la armas a su lado. La descomposición del ejército siempre fue y será un salto de calidad fundamental en toda revuelta proletaria.
Tenemos también que retomar la creación de estructuras para el abastecimiento, para la autodefensa, organizar el asalto a los centros de armamento para cristalizar las necesidades insurreccionales del enfrentamiento. Pero también necesitamos saber cuándo replegarnos en los momentos en los que la correlación de fuerzas nos es desfavorable, manteniendo la fuerza colectiva para evitar que el Estado nos barra. A veces puede ser necesario el repliegue, que no el abandono, para estructurarse, ampliar el asociacionismo y la estructuración proletaria internacional. Necesitamos también sacar a los presos, a los detenidos, etc. Pero sobre todo necesitamos que todo esto sea materializado como expresión y dirección de nuestra comunidad de lucha contra el capital. Toda tentativa de eludir la necesidad insurreccional y desarrollar en su lugar una guerra entre aparatos, o la de escindir de la propia comunidad de lucha la organización de la violencia como tarea de específica de un grupo guerrillero, son caminos que liquidan la fuerza que estamos generando. Como lo son también todas las peticiones de derechos humanos, o las exigencias de dimisiones de responsables del Estado, formas de integración democrática. Sin embargo, estamos convencidos de que nuestra comunidad de lucha aprenderá no sólo de su propia experiencia actual, sino que esa misma experiencia le hará reencontrarse con su propio pasado para buscar las formas de asumir estas necesidades. Como en Irak, donde los proletarios lanzan consignas refiriéndose a la insurrección de 1991.
No podemos obviar que el orden social existente no sólo combate nuestra lucha con balas y milicos que se lanzan contra las barricadas, sino con un conglomerado de ideologías y fuerzas que maniobran para destruir toda contestación social. Y lo que es más peligroso, esas mismas fuerzas, aprovechando nuestras propias debilidades y límites actuales, se presentan como parte de nuestra comunidad de lucha, llevando a muchos sectores de nuestra clase a identificarlas como tal. Las “soluciones” nacionales o nacionalistas, los espectáculos de asambleas constituyentes, los pedidos de depuraciones democráticas o cualquier otra reforma al interior del Estado son balas más dañinas que las que tiran los milicos, pues van dirigidas al corazón de nuestro movimiento. De nuestra determinación a contraponernos y enfrentarnos a esas fuerzas de la contrarrevolución depende la perspectiva revolucionaria, el latido de ese corazón comunitario.
No hay que olvidar que también es fundamental asumir todas una serie de tareas en los lugares donde la paz social no se acaba de romper. Claro que las mismas no tienen nada que ver con limitarse a la cuestión antirrepresiva o/y movilizaciones en embajadas y consulados que son terreno abonado para discursos reformistas y de derechos, con quejas y condenas contra los “excesos del Estado”. Ni por supuesto con defender la revuelta en tanto “pueblo que no aguanta mas” y que es “reprimido brutalmente”. Estas prácticas permiten precisamente a fracciones progresistas liquidar la verdadera solidaridad de clase, hacer de la revuelta y su necesidad algo de otros lugares, ajeno, lo que justifica negarla en su propio territorio defendiendo la paz democrática y los llamados a votar al mal menor. Por el contrario, la solidaridad de clase defiende la revuelta como expresión de nuestra comunidad de lucha contra el capital, como una misma lucha contra un mismo enemigo mundial. Claro que, las necesidades y tareas que se pueden asumir en los diversos lugares viene condicionada, no por la voluntad o determinación de grupos militantes, sino por la correlación de fuerzas locales. Desde luego es necesario crear instancias y comités de solidaridad, para centralizar y difundir las distintas informaciones de la lucha, así como lo que se realiza al interior de la revuelta (la sociabilidad, los saqueos, la organización comunitaria, la autodefensa, los comunicados compañeros etc.), para contraponernos a las mentiras de los medios de comunicación, a las canalizaciones socialdemócratas; para crear redes de ayuda con los refugiados, etc. En definitiva, hay que impulsar la estructuración de nuestra comunidad de lucha internacional, buscar formas de satisfacer las necesidades que se nos plantean en la lucha y saltar los obstáculos que nos encontramos.
La revuelta proletaria que hoy pone patas arriba al capitalismo mundial deja en evidencia, frente a todos los que quieren hacernos creer que la revolución es imposible, que la única alternativa del ser humano al capitalismo es la revolución mundial. La propia lucha y lo que cristaliza, nos da la certeza de que la humanidad puede destruir esta forma de vivir basada en la comunidad del dinero, mandarla al basurero de la historia, y desarrollar una nueva sociedad basada en la comunidad humana y su unidad inseparable con la Tierra.
¡Desde diferentes países y distintos escenarios,
una misma lucha contra el capitalismo!
¡Organicemos internacionalmente nuestra comunidad de lucha!!
Afuera y en contra de sindicatos y partidos
¡A profundizar la lucha contra las relaciones sociales capitalista!
Proletarios Internacionalistas
31 de octubre de 2019
domingo, 2 de junio de 2019
No solo arde París... Anotaciones sobre los chalecos amarillos
Los chalecos amarillos son ―por si alguien lo dudaba todavía― un movimiento proletario. Como en todo movimiento proletario, en él se expresa a la vez el proletariado realmente existente y el mundo que éste anticipa. El primero parte de la confusión actual, de nuestra debilidad como clase, de la falta de memoria que los vencedores nos expropiaron a los vencidos. Pero parte también de la defensa instintiva, inevitable, de unas necesidades que el capital debe negar para poder reproducirse. Esta defensa de sus necesidades empuja al proletariado a negar a su vez al capital y su dominio sobre nuestras vidas, y no sólo, porque en ese proceso el proletariado también se niega, se reafirma como comunidad de lucha en contra de su propia existencia aislada, ciudadana, democrática. Esta contradicción esencial al capitalismo, inherente a su propia reproducción, es lo que determina la posibilidad de la revolución. Hace de ella algo material, físico, ajeno a nuestras voluntades y conciencias individuales. Es así como el proletariado anticipa en su combate otro mundo distinto, al mismo tiempo que sigue arrastrando una parte de la mierda de éste, que se constituirá en la base de su propia derrota si no consigue superarla en el proceso.
- Presentación
- Lo que movimiento hace
- Palo y zanahoria
- Lo quel movimiento dice
- Algunas perspectivas provisionales
28 de mayo de 2019
por Proletarios Internacionalistas
martes, 17 de noviembre de 2015
El Estado Islámico
[Este artículo es un apéndice del libro Guerra social y telaraña imperialista en Siria de Proletarios Internacionalistas, noviembre de 2015]
Ante el avance catastrófico del capital que sufrimos los
proletarios en todas partes y las luchas que de forma explosiva
responden a esta situación aquí y allá, ante la negra perspectiva
que se dibuja en el horizonte para los amos del mundo, incluso en los
países donde la paz social sigue reinando, el capital siempre busca
formas de impe-dir la contestación social y mantenerse a flote en
mitad de la tormenta. En los últimos años el cuco islamista se
presenta como una de las bazas por excelencia para alcanzar este
objetivo.
Si en el pasado se sacó al proletariado de la pelea contra el
capital con el cuco del fascismo, afirmando la polarización
fascismo–antifascismo que llevará al proletariado a negarse y
masacrarse en una de las carnicerías más grandes de la historia (la
llama-da segunda guerra mundial), hoy el islamismo ocupa el lugar
que en su día le correspondió al fascismo.1
Por un lado, el islamismo se pre-senta de forma ilusoria para
muchos proletarios que revientan brutalmente bajo la dictadura del
capital, como si fuera una alternativa al infierno que viven, por
otro lado, otros muchos proletarios lo perciben como una terrible
amenaza que hay que combatir, más incluso que el capitalismo.
Como
con el fascismo, se logra hacer creer que el islamismo es algo
diferente, independiente o separado del capitalismo. En este
escenario el capital oxigena sus células y se prepara para
rejuvenecerse bañándose en los ríos de sangre emanados de los
cuerpos de los explotados de todo el mundo.
Las campañas de difusión, orques-tadas por los medios y voceros
del capital desde hace años, han conseguido darle al islamismo la
importancia necesaria para presentarlo en ciertos lugares como el mal
absoluto, en otros como una oposición a los gendarmes mundiales del
capitalismo. Al–Qaeda primero y el Estado Islámico después
representan las dos organizaciones más importantes del islamismo
“ra-dical”. El protagonismo adquirido por este último a raíz de
la contienda siria, nos vuelve a demostrar la necesidad de denunciar
esta trampa de la burguesía, y exponer que todo lo que actualmente
se denomina islamismo no es más que una ideología utilizada por
fracciones del capital para pelear por el reparto del mundo,
controlar a proletarios y hacer al mismo tiempo que se maten entre
ellos. No es nuestra intención exponer aquí una crítica detallada
del islamismo, sino subrayar esta función social que cumple en la
actualidad esta ideología religiosa y en particular una de sus
expresiones actuales, el EI (Estado Islámico).
Los orígenes del EI hay que rastrearlos en Irak y concretamente
en la estrategia de ocupación del Estado de EEUU en 2004 en Irak que
fomentó la baza religiosa para poder dividir al proletariado y
controlar ese país, utilizando a la burguesía religiosa chiita.
Precisamente ahí está el origen de la ola yihadista del Estado
Islámico que busca canalizar la contraposición a esa burguesía
religiosa que gobernaba Irak, reivindicando el exterminio de los
chiitas de la faz de la tierra como método de liberación. Este
accionar irá parejo de la ejecución de todo aquel que es señalado
como hereje en las zonas suníes de Irak, junto con todas las
brutalidades a las que someten a las mujeres.Mientras Israel, Arabia
Saudí, sus protegidos y evidentemente EEUU se frotaban las manos con
esta beligerancia, comenzará una campaña de voladuras sistemáticas
de mezquitas chiitas en Irak que posteriormente se extenderá por
todo el mundo.
La principal organización que asumirá todo esto en
un primer momento en Irak será Al–Qaeda, pero pronto pasó a
denominarse Estado Islámico de Irak.Con el comienzo de la guerra en
Siria esta organización iba a ganar protagonismo. Las dificultades
de encuadramiento que en ese país surgían en las regiones del
norte, ante todo en la región de Rojava, llevará a la fracción
burguesa encabezada por EEUU, especialmente al Estado de Turquía, a
impulsar al EI desde Irak porque Al–Nusra no era capaz de abrir las
rutas de suministros del ELS a través de la región de Rojava.
Rápidamente el EI se convertirá en una herramienta fundamental para
reprimir al proletariado de ese país ante la situación causada tras
el desgaste del ELS.
El flujo de dólares de los saudíes y del
propio EEUU les fortalece en todos los rincones del llamado entorno
yihadista suní saliendo del ostracismo en el que se encontraban.Por
esa época empieza hablarse del Estado Islámico de Irak y Levante
como una «marca blanca» del ELS para hacer cierto trabajo sucio en
esa región. Como decíamos su labor se centrará en las zonas del
norte de Siria donde se concentraron una gran parte de los
proletarios disidentes con la oposición burguesa a Assad.
Esa región
sufrirá el acoso de Al–Nusra, el Frente Islámico y el Estado
Islámico de Irak y Levante en el verano de 2013 y 2014. Con el paso
del tiempo el EI se irá haciendo un pequeño nombre en la historia
del terror capitalista gracias a las acciones que realiza para
aterrorizar a los proletarios, algunas de las más conocidas
acontecerán en Rojava.
Se darán todo tipo de facilidades para el reclutamiento de miles
de personas del Magreb y de Europa, que fueron a parar a las filas
del Estado Islámico atraídos por el salario que ofrecía así como
su propaganda antioccidental. En un prin-cipio se complementa en su
tarea con Al–Nusra: mientras ésta última encuadra a los
combatientes en siria que rompen con el ELS, el Estado Islámico
recluta a combatientes extranjeros, muchos de ellos provenientes de
Al–Nusra.
Pero no será hasta los sucesos de Irak en 2014 cuando el Estado
Islámico se consolidará como un verdadero ejército insertado en
Oriente Medio. En esa fecha el ejército iraquí se hunde en amplias
zonas del país y algo menos de 15.000 combatientes del EI avanzan
ante más de 250.000 soldados iraquíes que se niegan a ser carne de
cañón y desertan en masa.
Con esa victoria y la reestructuración del EI con nuevas
incorporaciones y con un mando único, se crea el fenómeno mediático
de la apoteosis del hedonismo sádico. Internet se saturará de
vídeos de esta organización decapitando en masa. Todo difundido
profusamente y con una tupida red de propagandistas y captadores que
envían nuevas remesas de soldados.
Desde ese momento, sintiéndose fuerte y con la cobertura del
Estado de Turquía, el EI tratará de coger distancia de sus antiguos
aliados y financiadores para asumir con cierta independencia sus
actuaciones en Siria. Comenzará a concentrar centenares de tanques y
blindados pesados, capturados sin gran esfuerzo en Irak, por las
carreteras en dirección a Siria, aplastarán toda débil oposición
del ELS, y se enfrentarán a tumba abierta con Al–Nusra. El
mariscal Rommel jamás tuvo tantas facilidades para mover divisiones
de tanques por desiertos y eriales sin un solo lugar donde
esconderse. Más de doscientos tanques y blindados aparecerán en
Kobane, sin contar la artillería pesada, para controlar la ciudad.
Allí encontraremos uno de los momentos fundamentales para consolidar
esta polarización interburguesa (islamismo–antiislamismo) a nivel
internacional y arrastrar al proletariado al frentismo y a la guerra
imperialista esgrimiendo la amenaza yihadista. Las políticas
represivas se redoblarán contra el proletariado en todo el mundo
bajo la cobertura yihadista, mientras el Estado Islámico avanzará
por las zonas rurales sirias.
La histeria llega a tal punto que se clamará la intervención de
la OTAN, el bombardeo de EEUU, para derrotar al EI. Como siempre la
causa humanitaria será la bandera que lleven clavada en la punta los
misiles occidentales que caigan sobre el suelo sirio. Lo que pocos se
atreverán a decir es que el EI no es ninguna novedad en la historia
terrorista del capitalismo, sólo es una pequeña expresión de ese
terror que no hace más que imponer las necesidades capitalistas, tal
y como hacen en el resto del mundo otras expresiones del capital. No
es de extrañar entonces que el EI se encargue de la gestión de las
zonas menos pobladas de Siria y por consiguiente de las regiones
rurales desérticas y de la cuenca del Éufrates.
No hay que olvidar que no hace mucho un informe del FMI aconsejaba
a los gobiernos de Medio Oriente una vuelta de tuerca a la
privatización de esas tierras, de los montes comu-nales que
perduraban, así como de las cuencas fluviales para sanear la
economía. Algo que supondría la expulsión y el aumento de la
explotación de los proletarios locales, así como la explotación de
los escasos recursos hídricos disponibles. Las compañías
agroindustriales de la casa de Saud, turcas o incluso multinacionales
de abolengo como Monsanto esperan su oportunidad para expoliar el
suelo y los acuíferos en manos del EI, como sucedió en la cuenca
del mar Caspio.
Efectivamente, mediante el EI se concretan ciertos planes
orquestados por el capitalismo mundial que no pudo implementar el
gobierno del partido Baaz y su familia presidencial.
Todo esto nos recuerda entre muchos episodios, el caso argelino en
1992 donde se usó el yihadismo para poder imponer ciertos planes del
capital.2
Lo que está claro es que no hay dife-rencia entre la gestión de la
miseria en Siria entre el Estado Islámico, Assad o la oposición
burguesa en torno a EEUU.
El terror para la imposición de las necesidades del capital es
la sagrada escritura de todos ellos, el dinero contante y sonante su
verdadero Dios. Son manifestaciones del capital que compiten por
mostrarse como las más aptas para hacerse con la gestión
capitalista en tal o cual lugar del mundo.
En consecuencia todo este ascenso del islamismo es un elemento
generado e inseparable del capitalismo. La burguesía busca formas
ideológicas de dominación que sean capaces de imponer la paz social
y permitir una óptima producción y circulación de capital. El
islamismo cumple ese rol, tanto como el cristianismo, el fascismo, el
stalinismo… En consecuencia no se trata para los proletarios de
emprender una lucha específica contra esas formas ideológicas, como
si se trataran de realidades que coexisten con el capitalismo, sino
de comprender que son expresiones de un todo, que son partículas de
un mismo organismo: el capitalismo. Es una ilusión tratar de
combatir lo que genera el capitalismo si no es combatiendo al mismo
capitalismo, luchando por abolir esta sociedad de explotación y
muerte.
Poner al islamismo como un enemigo al lado del capital es
seguir el juego de distracción de la burguesía, es caminar hacia el
frentismo, hacia la polarización interclasista, hacia la alianza con
expresiones del enemigo, hacia la liquidación de la autonomía de
clase. Para nosotros no hay duda alguna de que el enemigo es el
capital, independientemente que asuma tal o cual forma religiosa, tal
o cual manifestación ideológica. Quien escinde el islamismo del
cuerpo orgánico del que forma parte no comprende el proyecto social
de esa ideología, quedándose en las formas, en el mundo de las
apariencias, imposibilitado de atacar la raíz del problema.
El modo de producción capitalista todo lo abarca, todo lo subsume
y todo lo pervierte. La contraposición a esta totalidad sólo puede
venir de la crítica de la totalidad. Abandonar la crítica unitaria
de este modo de producción y escindirla en críticas parciales
(aunque se quieran unificar en tanto que separadas) es abandonar el
terreno de la revolución social. Por ello la lucha contra el
islamismo sólo adquiere contenido real en la lucha contra el
capitalismo, en la lucha revolucionaria por la abolición de las
clases sociales. Sólo desde esa perspectiva radical las múltiples
manifestaciones del capital y todas sus implicaciones son puestas en
la picota para su liquidación.
Notas:
1La
baza fascismo–antifascismo sigue y seguirá siendo muy importante
para neutralizar la lucha del proletariado. Pese a ser usado hasta
la extenuación a lo largo de décadas, pese al balance de las
experiencias del pasado hecho por minorías revolucionarias de
episodios como la guerra civil en España o la llamada segunda
guerra mundial, esta polarización interbur-guesa sigue teniendo una
gran vigencia (podemos citar su uso en las convulsiones sociales en
Grecia y Ucrania como ejemplos recientes). Es evidente que sólo
cuando sectores importantes del proletariado se afirmen en el
combate orientados por la experien-cia de su clase todos esos
anzuelos entrarán en crisis.
2Ver
al respecto el libro La guerra sucia el ex–milico
(subteniente del ejército argelino) Habib Suaïdia que escribió
acerca de la lucha antiterrorista en Argelia y del desaparecido y
misterioso GIA (Grupo Islámico Armado), destapando la operación de
los servicios secretos argelinos y franceses, y los manejos en la
transición de las propieda-des de la tierra.
lunes, 9 de junio de 2014
MUNDIAL ES EL CAPITAL & MUNDIAL SERÁ SU DESTRUCCIÓN
Ocho obreros muertos en la construcción de los estadios brasileros se suman a los asesinados por las fuerzas del orden y a los 1200 trabajadores muertos en la construcción de estadios en Qatar para el mundial de 2022 (según la burguesía, que además de matarnos es la que cuenta nuestros cuerpos). Para preparar sus eventos de demostración de poder y producir más ganancia el Capital masacra abiertamente no solo a los proletarios desobedientes, sino también a los que son un obstáculo para convertir dinero en más dinero y que tarde o temprano deberán desobedecer a la ideología dominante, porque su simple existencia está en oposición a la dominación burguesa.
Entre mundiales y juegos olímpicos, expos mundiales y miles de congresos de académicos y profesionales, la burguesía llena el calendario y proclama un eventismo con el que exige a los proletarios su sacrificio permanente. Nos intentan imponer una paz social aduciendo a razones de fuerza mayor, sea por el bien del país, de la provincia o de una pequeñísima aldea turística. Para mostrar al resto del mundo lo buenos burgueses que son, pretenden hacernos trabajar hasta el hartazgo con una sonrisa en la cara, orgullosos de sentirnos parte de su eventucho.
Pero por más que el Capital intente conseguir nuestra sumisión absoluta en su proyecto totalitario, nosotros, los proletarios, siempre tendemos a desestabilizar esta realidad con nuestra lucha. Miles de proletarios salen a las calles de Brasil a protestar encasillados en las categorías de indígenas, trabajadores con o sin empleo, jóvenes, negros, homosexuales, sin techo, sin tierra, manifestantes, etc. Aunque sólo suceda en un barrio, una favela o un país. Aunque el detonante sea el recorte de sueldos, los despidos o el aumento del transporte en un contexto de despilfarro obsceno.
Los proletarios que se encuentran en lucha en la región brasilera materializan la crítica histórica del Estado y sus guardianes, de la propiedad privada y de la lógica capitalista del disciplinamiento y la competencia de la cual se nutre la esclavitud salarial. El deporte (del cual el mundial de fútbol es una de sus grandes manifestaciones) no ha sido simplemente corrompido y mercantilizado, sino que es una esfera del aparato de producción capitalista dedicado a la fabricación de ocio, de ese aspecto imprescindible de la alienación social.
Las luchas contra el mundial en Brasil se inscriben en las luchas históricas contra el Capital, son nuestras luchas.
¡Boicot a todos los festejos de la burguesía que significan nuestra miseria aún más embrutecida con la peste nacionalista!
¡Los proletarios no tenemos patria!
Proletarios Internacionalistas. Junio de 2014.¡Los proletarios no tenemos patria!
www.proletariosinternacionalistas.org
jueves, 16 de enero de 2014
¡LO QUEREMOS TODO! Contra los planes de austeridad
El
nuevo papa que vino a limpiarle la cara al catolicismo predica la
austeridad, el ser buenos cristianos que se conforman con poco, el
observar a los ricos con paciencia y piedad. Los políticos de los países
más castigados por la crisis llaman a hacer otro esfuerzo más por la
patria y la economía nacional. En los países más estables el llamado a
la austeridad es para no caer en la desgracia de esos países, empujando a
trabajar en cada vez peores condiciones mientras se señalan como
amenaza las desgracias del ejército de reserva desocupado y hambriento
de esta u otra región. Los ecologistas y los economistas (¿o son lo
mismo?) llaman a la austeridad y nos culpan de las catástrofes
medioambientales. Según ellos, nuestras costumbres antiecológicas están
destruyendo el planeta, pero no dicen que esas costumbres son la forma
de vida impuesta democráticamente por la dictadura capitalista y que son
un grano de arena en el desierto de este modo de producción y
reproducción que se contrapone a la vida. Y ante todo tratan de ocultar
que la erradicación de esa destrucción planetaria sólo es posible
destruyendo esta sociedad de muerte sometida a la tasa de ganancia.
La
austeridad es un llamado a proteger el débil equilibrio de la economía
burguesa pidiendo sacrificios a los proletarios por el bien de la
nación. Un llamado a evitar que se profundicen y violenten aún más los
enfrentamientos de clase, dejando en ridículo a las fuerzas represivas
del Estado, así como a los negociadores de nuestras vidas quienes
siempre nos dicen que no debemos atacar sino aguantar: sindicatos más o
menos reformistas, partidos de todos los colores, grupejos más o menos
parlamentarios, ecologistas y autoproclamados filántropos. Los llamados a
la austeridad intentan disciplinar al proletariado y hacerlo colaborar
con sus explotadores, obligarnos a ajustarnos aún más los cinturones
frente a las migajas que quedan del triste festín burgués.
Pero
el proletariado… ¡Lo quiere todo! ¡Para apropiarse de lo que necesita,
para juzgar todo lo que ha creado este mundo de miseria inspirado en la
ganancia y si es necesario desecharlo, para destruir lo que nos
destruye.
Nuestra
clase está determinada históricamente por su propia vida a asumir una
lucha para abolir todas las condiciones que han separado al ser humano
de sus medios de vida, a imponer la sociedad sin clases que lleva en su
propio ser, derribando la tiranía del valor en favor de los intereses y
las necesidades de la vida. Las reivindicaciones que el proletariado va
realizando (menos horas de trabajo, más medios materiales para
satisfacer sus necesidades, rechazo a sacrificios…), y que tratan de ser
transformadas en reformas (es decir, destruidas) por el reformismo, son
los diferentes momentos, los diferentes niveles, en los que el
proletariado va expresando su tendencia a reivindicarlo todo. Son los
momentos de todo el proceso histórico en el que se desarrolla el
programa revolucionario del proletariado que se dirige hacia la
expropiación de los expropiadores aboliendo la propiedad privada, el
trabajo asalariado y el Estado, apropiándose de todos los medios de
producción y reproducción de la vida, pero no para tomarlos tal cual y
hacer uso de ellos, pues estos medios fueron concebidos por criterios de
valorización, sino para cuestionarlos en su totalidad, desechando lo
que haya que desechar… En definitiva, transformando toda la producción
material de la vida y haciendo de ella una producción verdaderamente
humana.
# Proletarios Internacionalistas, Enero de 2014.
www.proletariosinternacionalistas.org
www.proletariosinternacionalistas.org
# versión en pdf para imprimir.
miércoles, 27 de noviembre de 2013
13 noviembre de 2013... golpe represivo contra la militancia revolucionaria en España
¡El antiterrorismo en acción!
El 13 de noviembre, en otra nueva operación antiterrorista del Estado, fuerzas especiales armadas hasta los dientes, equipos de TEDAX, un equipo de la brigada de información y un nutrido número de antidisturbios se coordinan para asaltar y registrar un domicilio en Barcelona y detener a sus cinco ocupantes. Bajo la aplicación de la ley antiterrorista los detenidos son conducidos a Madrid donde pasan cinco días en aislamiento. Tres de ellos serán liberados con cargos tras prestar declaración, mientras, los otros dos compañeros, Francisco y Mónica, pasan a prisión preventiva y serán rápidamente dispersados en dos cárceles. Mónica se encuentra actualmente en la Centro Penitenciario Madrid VII de Estremera y Francisco en el Centro Penitenciario Madrid IV de Navalcarneri. La acusación es pertenencia a organización terrorista, estragos consumados y estragos en tentativa.
La prensa, como siempre, asume su parte indispensable en la operación represiva señalando, “juzgando” y sentenciando a los cinco detenidos. Activa todo su arsenal antiterrorista centrándose en el “comando insurreccional Mateo Morral” al que se trata de vincular a los detenidos. Crea toda una propaganda mediática que se aterroriza por unos pocos daños efectuados por dicho comando, pero oculta por ejemplo el terrible genocidio del Estado (particularmente de la Iglesia) durante la conquista del continente americano que critica en sus reivindicaciones dicho “comando”.
Para nosotros esta operación no es más que otro movimiento más de la represión mundial contra el incremento de la lucha proletaria que se levanta hoy de nuevo en todos lados. El objetivo es claro, tapar un movimiento social profundo de contestación y protesta contra el capitalismo y tirar a los leones a un puñado de militantes acusándolos, sin ningún elemento probatorio, de terroristas, banda armada o lo que sea.
El Estado, su justicia y sus policías, reprimen de forma cada vez mas brutal toda expresión de contestación social que tienda a oponerse al empeoramiento exponencial de las condiciones de supervivencia bajo el capitalismo. El caso bombas en Chile, la pasada operación contra militantes revolucionarios en México o en Italia, las matanzas de los focos incontrolados en Siria, los encarcelados en las luchas en Grecia... No hay nada de especial en uno u otro caso. Son expresiones de una lucha, de una guerra de clases en la que la burguesía afronta el periodo convulsivo que se avecina fichando, neutralizando y liquidando a los sectores más combativos y conscientes del proletariado, separando a las minorías revolucionarias del resto de su clase, masacrando a bombazos zonas de inestabilidad social... Todo bajo la cobertura del antiterrorismo.
¡Pero terrorismo contra la humanidad es la desposesión de nuestros medios de vida por parte del capital!
Terroristas son las bases mismas del sistema democrático de la propiedad y de la libertad, las normas jurídicas que lo protegen. El aumento del precio de los productos básicos, los despidos masivos y la reducción de las ayudas sociales, a raíz de la crisis capitalista actual, arrojan a la calle y privan de sus medios de supervivencia más elementales a cientos de millones de proletarios. El capital, según cifras de sus propios organismos, mata de hambre al día a 25.000 proletarios en el mundo, otros 5.000 son asesinados en el trabajo, otros millares de proletarios caen bajo los tiros y las bombas. Y esto sin hablar del envenenamiento generalizado de la humanidad y el agotamiento y la destrucción de la tierra en pos de la economía.
Y si la burguesía utiliza la definición de terrorismo a cualquier acto que rompe con el orden democrático es porque en realidad ella misma se siente aterrorizada por la reemergencia de las lucha. El objetivo de todas sus campañas y operaciones terroristas son:
- Ocultar la naturaleza fundamentalmente terrorista de su dominación y asimilar exclusivamente el terrorismo a las reacciones violentas que el proletariado materializa para defender su vida.
- Reforzar su arsenal legal, jurídico e ideológico de represión contra cualquier cuestionamiento al orden mercantil.
- Imponer entre los proletarios la división ideológica entre "inocentes" y "culpables", entre "honestos ciudadanos " y "bárbaros terroristas".
- Aislar a los revolucionarios y a cualquier proletario que finalmente rompió con el pacifismo socialdemócrata y empujar a sus hermanos de clase a la disociación, a la delación, a la denuncia.
¡Frente a la represión de nuestra lucha nuestra respuesta es seguir luchando por derribar la dominación capitalista!
No se trata para nosotros de una cuestión de solidaridad porque sean conocidos compañeros, ni porque se reivindiquen del anarquismo, se trata de que los reconocemos como proletarios en lucha, como partes integrantes de una misma lucha contra el capital. No reducimos esta cuestión a una represión contra compañeros, sino a una represión contra el movimiento de destrucción de las condiciones existentes. Desde ese movimiento respondemos a la represión que recibimos continuando en la batalla, continuando en la militancia revolucionaria, luchando por la reconstrucción del proletariado para imponer el fin de la mercancía, del Estado y las clases sociales.
Proletarios Internacionalistas
http://www.proletariosinternacionalistas.org
proletariosinternacionalistas@yahoo.com
El 13 de noviembre, en otra nueva operación antiterrorista del Estado, fuerzas especiales armadas hasta los dientes, equipos de TEDAX, un equipo de la brigada de información y un nutrido número de antidisturbios se coordinan para asaltar y registrar un domicilio en Barcelona y detener a sus cinco ocupantes. Bajo la aplicación de la ley antiterrorista los detenidos son conducidos a Madrid donde pasan cinco días en aislamiento. Tres de ellos serán liberados con cargos tras prestar declaración, mientras, los otros dos compañeros, Francisco y Mónica, pasan a prisión preventiva y serán rápidamente dispersados en dos cárceles. Mónica se encuentra actualmente en la Centro Penitenciario Madrid VII de Estremera y Francisco en el Centro Penitenciario Madrid IV de Navalcarneri. La acusación es pertenencia a organización terrorista, estragos consumados y estragos en tentativa.
La prensa, como siempre, asume su parte indispensable en la operación represiva señalando, “juzgando” y sentenciando a los cinco detenidos. Activa todo su arsenal antiterrorista centrándose en el “comando insurreccional Mateo Morral” al que se trata de vincular a los detenidos. Crea toda una propaganda mediática que se aterroriza por unos pocos daños efectuados por dicho comando, pero oculta por ejemplo el terrible genocidio del Estado (particularmente de la Iglesia) durante la conquista del continente americano que critica en sus reivindicaciones dicho “comando”.
Para nosotros esta operación no es más que otro movimiento más de la represión mundial contra el incremento de la lucha proletaria que se levanta hoy de nuevo en todos lados. El objetivo es claro, tapar un movimiento social profundo de contestación y protesta contra el capitalismo y tirar a los leones a un puñado de militantes acusándolos, sin ningún elemento probatorio, de terroristas, banda armada o lo que sea.
El Estado, su justicia y sus policías, reprimen de forma cada vez mas brutal toda expresión de contestación social que tienda a oponerse al empeoramiento exponencial de las condiciones de supervivencia bajo el capitalismo. El caso bombas en Chile, la pasada operación contra militantes revolucionarios en México o en Italia, las matanzas de los focos incontrolados en Siria, los encarcelados en las luchas en Grecia... No hay nada de especial en uno u otro caso. Son expresiones de una lucha, de una guerra de clases en la que la burguesía afronta el periodo convulsivo que se avecina fichando, neutralizando y liquidando a los sectores más combativos y conscientes del proletariado, separando a las minorías revolucionarias del resto de su clase, masacrando a bombazos zonas de inestabilidad social... Todo bajo la cobertura del antiterrorismo.
¡Pero terrorismo contra la humanidad es la desposesión de nuestros medios de vida por parte del capital!
Terroristas son las bases mismas del sistema democrático de la propiedad y de la libertad, las normas jurídicas que lo protegen. El aumento del precio de los productos básicos, los despidos masivos y la reducción de las ayudas sociales, a raíz de la crisis capitalista actual, arrojan a la calle y privan de sus medios de supervivencia más elementales a cientos de millones de proletarios. El capital, según cifras de sus propios organismos, mata de hambre al día a 25.000 proletarios en el mundo, otros 5.000 son asesinados en el trabajo, otros millares de proletarios caen bajo los tiros y las bombas. Y esto sin hablar del envenenamiento generalizado de la humanidad y el agotamiento y la destrucción de la tierra en pos de la economía.
Y si la burguesía utiliza la definición de terrorismo a cualquier acto que rompe con el orden democrático es porque en realidad ella misma se siente aterrorizada por la reemergencia de las lucha. El objetivo de todas sus campañas y operaciones terroristas son:
- Ocultar la naturaleza fundamentalmente terrorista de su dominación y asimilar exclusivamente el terrorismo a las reacciones violentas que el proletariado materializa para defender su vida.
- Reforzar su arsenal legal, jurídico e ideológico de represión contra cualquier cuestionamiento al orden mercantil.
- Imponer entre los proletarios la división ideológica entre "inocentes" y "culpables", entre "honestos ciudadanos " y "bárbaros terroristas".
- Aislar a los revolucionarios y a cualquier proletario que finalmente rompió con el pacifismo socialdemócrata y empujar a sus hermanos de clase a la disociación, a la delación, a la denuncia.
¡Frente a la represión de nuestra lucha nuestra respuesta es seguir luchando por derribar la dominación capitalista!
No se trata para nosotros de una cuestión de solidaridad porque sean conocidos compañeros, ni porque se reivindiquen del anarquismo, se trata de que los reconocemos como proletarios en lucha, como partes integrantes de una misma lucha contra el capital. No reducimos esta cuestión a una represión contra compañeros, sino a una represión contra el movimiento de destrucción de las condiciones existentes. Desde ese movimiento respondemos a la represión que recibimos continuando en la batalla, continuando en la militancia revolucionaria, luchando por la reconstrucción del proletariado para imponer el fin de la mercancía, del Estado y las clases sociales.
Proletarios Internacionalistas
http://www.proletariosinternacionalistas.org
proletariosinternacionalistas@yahoo.com
sábado, 22 de junio de 2013
PODER POPULAR Y SOCIALISMO DEL SIGLO XXI: LOS MODERNOS TRAJES DE LA SOCIALDEMOCRACIA
El cacareado socialismo del siglo XXI no es más que el frentepopulismo del siglo XX. El viejo ensopado socialdemócrata vuelve a servirse en la mesa del proletariado para tomar coraje y salir a combatir a la derecha, al neoliberalismo, al imperialismo, a los fascistas, a los yanquis o a quien se designe políticamente como el nuevo enemigo en el próximo foro social, contra-foro o encuentro cultural. Para así tratar de impedir un enfrentamiento total con nuestro enemigo de clase: la burguesía mundial, aquí o allá, de izquierda o de derecha, que es siempre representante del Capital.
Es así que hoy, particularmente en Latinoamerica los gobiernos progresistas mitifican estratégicamente ciertos sectores de la burguesía engrandeciendo a unos y tirando mierda a otros. Una estrategia similar que, salvando el tiempo y las distancias, funcionó en la década del 30 del siglo pasado, liquidando a los sectores más combativos del proletariado internacional, particularmente en la región ibérica donde llegaron revolucionarios de todas las latitudes y que tuvo su broche de oro con la masacre proletaria que supuso la llamada Segunda Guerra Mundial. La creación de pseudo-antagonismos como fascismo/antifascismo trabajan para la burguesía mundial, no es ninguna novedad evadir el antagonismo de clase para llamar a luchar contra tal o cual sector de la clase dominante.
Los mismos que nos llaman a apoyar las fuerzas progresivas de la burguesía nacional, de los antiimperialistas, de los burgueses industriales contra «el atraso del campo» son los mismos que en otras ocasiones nos llaman a combatir contra esas fuerzas. Le llamarán estrategia, le llamarán política... Es el progreso del Capital y ellos son sus agentes. El mantenimiento del orden capitalista, con su paz y su guerra, está basado en esta desorientación, en los golpes a ciegas, en la canalización del proletariado en proyectos burgueses disfrazados de revolucionarios. La llamada a construir poder popular es uno de ellos. Si bien no todos los partidarios del poder popular lo son del socialismo del Siglo XXI, y hasta puede haber grandes disputas entre ellos, ambos conceptos comparten su matriz ideológica. No pretendemos inmiscuirnos en las luchas terminológicas y politiqueras, sino marcar sus principales características. Los llamados a construir poder popular, desde autodenominados comunistas o anarquistas hasta chavistas, se caracterizan a grandes rasgos por una hasta chavistas, se caracterizan a grandes rasgos por una indefinición -propia de la necesidad de captar la mayor cantidad de sectores posibles- que recurre a artimañas terminologicas tando cuando precisa definir «lo popular» como cuando debe hacerlo con «poder» derivando en el «poder hacer», el contra-poder, el doble-poder, la toma del poder institucional, la no-toma del poder institucional, la lucha por fuera de las instituciones, el apoyo crítico a tal gobierno, etc, etc. Poder popular puede significar la disputa de poder político por parte del pueblo, o el crecimiento de las organizaciones populares que se dedican a la lucha por reformas hasta tener la fuerza suficiente para dar el paso electoral , puede significar poder hacer para crear escuelas populares, cooperativas, emprendimientos autogestivos de salud, comunicación, alimentación, etc; que en la mayoría de los casos son impulsados por el Estado o no logran mantenerse al margen de este, e incluso en los casos más «radicales», de aparente total independencia del Estado, lejos de perturbar el orden capitalista no hacen más que gestionarlo y en ese aspecto son también parte del Estado. En Venezuela incluso se le agregó al nombre de cada ministerio el sufijo , y cuando Chávez murió lo lloraron desde burgueses a libertarios de apoyo crítico. Pero el chavismo y su oposición burguesa no son más que dos formas de gestión capitalistas, dos alternativas para mantener la marcha del Capital.
No nos importa delimitar sus propuestas sino afirmar que sus proyectos, aprovechando nuestras debilidades actuales como clase, niegan la revolución social como ruptura total para convertirla en un proceso de absorción o de reformas políticas donde las instituciones y sus funciones comenzarán a ser «del pueblo», de negar el carácter proletario de la revolución, de negar que es la burguesía quien tiene el poder. De lo que se trata es de destruir su poder, de negarlo, de imponerle la revolución total, de comprender que la necesidad de revolución no deriva de una idea abstracta sino de la generalización de todas nuestras necesidades y deseos humanos, y no en la unidad amorfa y etapista de las reivindicaciones convertidas en meras reformas separadas y clasificadas en politicas, económicas, culturales, ecológicas, de género, inmediatas, históricas.
Es tal el reformismo de estas tendencias que en muchos casos ni siquiera hablan ya de revolución sino de cambio social, de procesos de cambio. De este reformismo que todo lo separa surgen a su vez la invención de «nuevos sujetos de cambio» asignados a tal o cual , clasificaciones sociológicas otorgadas por académicos y políticos, que siempre utilizan para dividir, aislar y forzar al proletariado a someterse a la burguesía y mantener la explotación. Nos hablan de indígenas, estudiantes, mujeres, campesinos, trabajadores desocupados, precarizados, profesionales, clase media, intelectuales, del pueblo... En fin, de ciudadanos, y si justamente buscan ahí un sujeto de cambio es porque no quieren cambiar nada y mucho menos una revolución proletaria. Por el contrario, buscan la destrucción del proletariado y su programa, manteniendo intocables al Estado, a la democracia y sus derechos, al trabajo asalariado y la propiedad privada.
Los pocos que se atreven a hablar de clase trabajadora, obrera o explotada, lo hacen de manera apologética para seguir defendiendo el trabajo asalariado y conciben a la clase como la suma de todos esos sujetos o sectores populares que nos deberíamos unir tras uno u otro proyecto político que dará respuestas a cada sector en particular. ¡Nuevamente no es más que la noción socialdemócrata de revolución como mero cúmulo de reformas!
Donde más evidente se hace el carácter burgués de estos proyectos es cuando busca canalizar al proletariado en el latinoamericanismo, que no es más que una suma de nacionalismos, no es más que la defensa de los intereses de un grupo determinado de burgueses a través de un grupo de Estados. Todo Estado es imperialista por más débil que sea su economía nacional o atrasada su industria. En las guerras del Capital como en los mercados solo hay en juego intereses burgueses imperialistas y nunca los intereses del proletariado. La separación ideológica entre primer mundo-tercer mundo o «países desarrollados» y «en desarrollo» enfrenta a los proletarios entre sí, a la vez que confunde y destruye las tareas revolucionarias. La noción etapista de la revolución nos dice que en Latinoamérica hay que realizar las tareas democrático-burguesas desarrollando la industria nacional, fortaleciendo la democracia. Otra vez el cuento de la liberación nacional pero esta vez más a través de las urnas que de las armas.
Las críticas a estas tendencias son tan viejas como el enfrentamiento revolución-contrarevolución. A pesar de presentarse como novedoso, del siglo XXI, no son más que el viejo reformismo con una nueva cara, defendido tanto en nombre de la «revolución» como negando su necesidad. Pero la reforma es siempre, y en todos los casos, el arma de los enemigos, de los explotadores y los opresores contra las necesidades humanas. La revolución, la imposición y generalización de estas necesidades, no puede realizarse reformando esta sociedad basada en la explotacion, el el sacrificio, en la negacion mas brutal de la vida en favor de la valorización del Capital, sino única y exclusivamente mediante su destrucción violenta.
Las reformas y construcciones que propone el poder popular no es que sean incompletas o se queden a mitad de camino ¡es qué van en otra dirección! Pues son parte de la política de la burguesía para canalizar y negar la fuerza revolucionaria del proletariado y transformarla en fuerza productiva del capital.
Toda defensa de la economía nacional, se pinte o no de socialista, es la defensa de nuestra explotación.
Contra las alternativas de gestión burguesas, opongamos la organización y centralización de las luchas proletarias.
Ante la catástrofe capitalista hay un solo camino para la vida: la destrucción revolucionaria del trabajo asalariado y la mercancía.
por PROLETARIOS INTERNACIONALISTAS
Junio de 2013Es así que hoy, particularmente en Latinoamerica los gobiernos progresistas mitifican estratégicamente ciertos sectores de la burguesía engrandeciendo a unos y tirando mierda a otros. Una estrategia similar que, salvando el tiempo y las distancias, funcionó en la década del 30 del siglo pasado, liquidando a los sectores más combativos del proletariado internacional, particularmente en la región ibérica donde llegaron revolucionarios de todas las latitudes y que tuvo su broche de oro con la masacre proletaria que supuso la llamada Segunda Guerra Mundial. La creación de pseudo-antagonismos como fascismo/antifascismo trabajan para la burguesía mundial, no es ninguna novedad evadir el antagonismo de clase para llamar a luchar contra tal o cual sector de la clase dominante.
Los mismos que nos llaman a apoyar las fuerzas progresivas de la burguesía nacional, de los antiimperialistas, de los burgueses industriales contra «el atraso del campo» son los mismos que en otras ocasiones nos llaman a combatir contra esas fuerzas. Le llamarán estrategia, le llamarán política... Es el progreso del Capital y ellos son sus agentes. El mantenimiento del orden capitalista, con su paz y su guerra, está basado en esta desorientación, en los golpes a ciegas, en la canalización del proletariado en proyectos burgueses disfrazados de revolucionarios. La llamada a construir poder popular es uno de ellos. Si bien no todos los partidarios del poder popular lo son del socialismo del Siglo XXI, y hasta puede haber grandes disputas entre ellos, ambos conceptos comparten su matriz ideológica. No pretendemos inmiscuirnos en las luchas terminológicas y politiqueras, sino marcar sus principales características. Los llamados a construir poder popular, desde autodenominados comunistas o anarquistas hasta chavistas, se caracterizan a grandes rasgos por una hasta chavistas, se caracterizan a grandes rasgos por una indefinición -propia de la necesidad de captar la mayor cantidad de sectores posibles- que recurre a artimañas terminologicas tando cuando precisa definir «lo popular» como cuando debe hacerlo con «poder» derivando en el «poder hacer», el contra-poder, el doble-poder, la toma del poder institucional, la no-toma del poder institucional, la lucha por fuera de las instituciones, el apoyo crítico a tal gobierno, etc, etc. Poder popular puede significar la disputa de poder político por parte del pueblo, o el crecimiento de las organizaciones populares que se dedican a la lucha por reformas hasta tener la fuerza suficiente para dar el paso electoral , puede significar poder hacer para crear escuelas populares, cooperativas, emprendimientos autogestivos de salud, comunicación, alimentación, etc; que en la mayoría de los casos son impulsados por el Estado o no logran mantenerse al margen de este, e incluso en los casos más «radicales», de aparente total independencia del Estado, lejos de perturbar el orden capitalista no hacen más que gestionarlo y en ese aspecto son también parte del Estado. En Venezuela incluso se le agregó al nombre de cada ministerio el sufijo , y cuando Chávez murió lo lloraron desde burgueses a libertarios de apoyo crítico. Pero el chavismo y su oposición burguesa no son más que dos formas de gestión capitalistas, dos alternativas para mantener la marcha del Capital.
No nos importa delimitar sus propuestas sino afirmar que sus proyectos, aprovechando nuestras debilidades actuales como clase, niegan la revolución social como ruptura total para convertirla en un proceso de absorción o de reformas políticas donde las instituciones y sus funciones comenzarán a ser «del pueblo», de negar el carácter proletario de la revolución, de negar que es la burguesía quien tiene el poder. De lo que se trata es de destruir su poder, de negarlo, de imponerle la revolución total, de comprender que la necesidad de revolución no deriva de una idea abstracta sino de la generalización de todas nuestras necesidades y deseos humanos, y no en la unidad amorfa y etapista de las reivindicaciones convertidas en meras reformas separadas y clasificadas en politicas, económicas, culturales, ecológicas, de género, inmediatas, históricas.
Es tal el reformismo de estas tendencias que en muchos casos ni siquiera hablan ya de revolución sino de cambio social, de procesos de cambio. De este reformismo que todo lo separa surgen a su vez la invención de «nuevos sujetos de cambio» asignados a tal o cual , clasificaciones sociológicas otorgadas por académicos y políticos, que siempre utilizan para dividir, aislar y forzar al proletariado a someterse a la burguesía y mantener la explotación. Nos hablan de indígenas, estudiantes, mujeres, campesinos, trabajadores desocupados, precarizados, profesionales, clase media, intelectuales, del pueblo... En fin, de ciudadanos, y si justamente buscan ahí un sujeto de cambio es porque no quieren cambiar nada y mucho menos una revolución proletaria. Por el contrario, buscan la destrucción del proletariado y su programa, manteniendo intocables al Estado, a la democracia y sus derechos, al trabajo asalariado y la propiedad privada.
Los pocos que se atreven a hablar de clase trabajadora, obrera o explotada, lo hacen de manera apologética para seguir defendiendo el trabajo asalariado y conciben a la clase como la suma de todos esos sujetos o sectores populares que nos deberíamos unir tras uno u otro proyecto político que dará respuestas a cada sector en particular. ¡Nuevamente no es más que la noción socialdemócrata de revolución como mero cúmulo de reformas!
Donde más evidente se hace el carácter burgués de estos proyectos es cuando busca canalizar al proletariado en el latinoamericanismo, que no es más que una suma de nacionalismos, no es más que la defensa de los intereses de un grupo determinado de burgueses a través de un grupo de Estados. Todo Estado es imperialista por más débil que sea su economía nacional o atrasada su industria. En las guerras del Capital como en los mercados solo hay en juego intereses burgueses imperialistas y nunca los intereses del proletariado. La separación ideológica entre primer mundo-tercer mundo o «países desarrollados» y «en desarrollo» enfrenta a los proletarios entre sí, a la vez que confunde y destruye las tareas revolucionarias. La noción etapista de la revolución nos dice que en Latinoamérica hay que realizar las tareas democrático-burguesas desarrollando la industria nacional, fortaleciendo la democracia. Otra vez el cuento de la liberación nacional pero esta vez más a través de las urnas que de las armas.
Las críticas a estas tendencias son tan viejas como el enfrentamiento revolución-contrarevolución. A pesar de presentarse como novedoso, del siglo XXI, no son más que el viejo reformismo con una nueva cara, defendido tanto en nombre de la «revolución» como negando su necesidad. Pero la reforma es siempre, y en todos los casos, el arma de los enemigos, de los explotadores y los opresores contra las necesidades humanas. La revolución, la imposición y generalización de estas necesidades, no puede realizarse reformando esta sociedad basada en la explotacion, el el sacrificio, en la negacion mas brutal de la vida en favor de la valorización del Capital, sino única y exclusivamente mediante su destrucción violenta.
Las reformas y construcciones que propone el poder popular no es que sean incompletas o se queden a mitad de camino ¡es qué van en otra dirección! Pues son parte de la política de la burguesía para canalizar y negar la fuerza revolucionaria del proletariado y transformarla en fuerza productiva del capital.
Toda defensa de la economía nacional, se pinte o no de socialista, es la defensa de nuestra explotación.
Contra las alternativas de gestión burguesas, opongamos la organización y centralización de las luchas proletarias.
Ante la catástrofe capitalista hay un solo camino para la vida: la destrucción revolucionaria del trabajo asalariado y la mercancía.
por PROLETARIOS INTERNACIONALISTAS
www.proletariosinternacionalistas.org
proletariosinternacionlistas@yahoo.com
DESCARGAR PANFLETO EN PDF
jueves, 2 de mayo de 2013
Contra los festejos burgueses: Retomemos el combate de clase. ¡¡Frente al reformismo y el sindicalismo, Afirmemos la ruptura proletaria!!
Un nuevo Primero de Mayo nos encuentra para recordarnos como el trabajo se nos sigue imponiendo, bajo la dictadura de la economía, como la única forma de concebir, conseguir y en el fondo vivir la vida, dando a la burguesía las armas (nuestra fuerza y su plusvalor) para seguir definiendo el sentido de este mundo a su antojo. Pero al mismo tiempo, esta fecha en el calendario también hace presente nuestra historia de lucha, nos demuestra como nuestra clase, a pesar
de las limitaciones, reemerge como fuerza internacional e internacionalista, aquí y allá, afirmándonos que mientras no empecemos el pro-ceso de destrucción de esta relación social imperante, no hay modo que descubramos de qué somos realmente capaces como humanidad.
de las limitaciones, reemerge como fuerza internacional e internacionalista, aquí y allá, afirmándonos que mientras no empecemos el pro-ceso de destrucción de esta relación social imperante, no hay modo que descubramos de qué somos realmente capaces como humanidad.
Texto de Proletarios Internacionalsitas para el 1° de Mayo de 2013:
* lo anterior publicado en Panfletos Subversivos lleva el mismo nombre pero es un panfleto más resumido.
Contra los festejos burgueses: Retomemos el combate de clase. ¡¡Frente al reformismo y el sindicalismo, Afirmemos la ruptura proletaria!!
Un nuevo Primero de Mayo nos encuentra para recordarnos como el
trabajo se nos sigue imponiendo, bajo la dictadura de la economía,
como la única forma de concebir, conseguir y en el fondo vivir la
vida, dando a la burguesía las armas (nuestra fuerza y su plusvalor)
para seguir definiendo el sentido de este mundo a su antojo. Pero al
mismo tiempo, esta fecha en el calendario también hace presente
nuestra historia de lucha, nos demuestra como nuestra clase, a pesar
de las limitaciones, reemerge como fuerza internacional e internacionalista,
aquí y allá, afirmándonos que mientras no empecemos el proceso
de destrucción de esta relación social imperante, no hay modo
que descubramos de qué somos realmente capaces como humanidad.
Nos hablan de mejorar nuestra posición en la escala social, de buscar
formas democráticas donde participar y “decidir”, de repartir las riquezas,
de cubrir las grietas que los antagonismos de clase muestran evidentes.
Nos dicen que lo que nos hace falta a los proletarios son oportunidades
para poder insertarnos de manera efectiva dentro de este círculo social
desastroso. Nos insisten en que éstas son las victorias que el “pueblo”
debe defender, nos las presentan como necesarias para una “vida
digna”.
Pero aunque se nos intente hacer creer lo contrario, son cada vez
peores las condiciones sociales del mundo capitalista y cada vez más destructivas
sus consecuencias; tras siglos de reformas y mejoras sociales,
de progreso y conquistas por parte de los defensores de la democracia,
es cada vez más amplio el sector que se encuentra enfrentado al
desarrollo incontrolable de este progreso y a su cada vez más catastrófica
destrucción de la vida y el planeta en general.
No, no existe forma alguna de gestionar de mejor manera esta miseria,
no existe forma de humanizar la explotación, la dominación, la violencia
sistematizada que ejerce el capitalismo sobre el proletariado y el
mundo entero. No existió ayer ni existirá nunca: la historia nos ha demostrado
que todas las supuestas “victorias” que nos invita a festejar
la burguesía y la socialdemocracia, lo único que han logrado es acomodar
esta realidad de explotación al punto de que por momentos
casi no existe conciencia de ésta realidad; el único favor que le han
hecho al proletariado estas reformas y la realidad difusa que producen
es que nuestra clase siga atrapada en la nebulosa del falso bienestar;
que siga celebrando su condición ante la idea de un pasado peor perdiendo
la propia conciencia de la realidad que nos oprime, obstaculizando
la fuerza que va adquiriendo nuestra clase a medida que va superando estas
ilusiones.
Es en momentos como éste, cuando oportunistas y reformistas de
todo color se reproducen como las cucarachas que son para canalizar las
explosiones de nuestra clase, donde debemos afirmar con mucha más
fuerza la autonomía del proletariado y su proyecto histórico. Frente a
toda la mierda que izquierdistas, demócratas y sindicalistas nos venden
como “soluciones reales” para combatir nuestra miseria, la lucha
nos demuestra que es la organización de la ruptura, de la lucha y la
negación donde el proletariado encuentra su fuerza y orienta su dirección.
Es frente a todo esto que el proletariado tiene el deber de afirmar
su programa de siempre, invariante; su verdadero proyecto histórico
de negación, de destrucción, única forma de rehacer la vida y nuestra
relación con ésta para gestar una comunidad humana mundial
¡Nada que reformar, nada que “autogestionar”! ¡Lo único que
podemos autogestionar es la destrucción total del Capitalismo y la
dictadura del Valor!
Este 1 de Mayo reafirmemos nuestra unidad como clase, como explotados
del mundo y apuntemos nuestros esfuerzos en una sola dirección:
¡Revolución proletaria mundial!
¡Abolición del Capital y del Estado!
¡Comunismo y Anarquía!
# Proletarios Internacionalistas, proletariosinternacionalistas@yahoo.com
# 1° de Mayo de 2013
martes, 4 de diciembre de 2012
MASACRE PROLETARIA EN PALESTINA
Bajo la mirada afligida de millones de espectadores, convencidos de su imposibilidad de hacer algo más que participar en alguna concentración o procesión ovejera, el Estado de Israel vuelve a bombardear la franja de Gaza bajo la cobertura del antiterrorismo. Las lágrimas de cocodrilo de las principales potencias capitalistas no esconden su satisfacción por tener en Oriente Medio un tentáculo como el del Estado Israelí, auténtico brazo armado del capitalismo mundial para mantener el orden en la región. El proletariado que vive en Gaza, Cisjordania o Líbano conoce en su pellejo esta realidad. Políticos, periodistas, oenegeros, sindicalistas, tertulianos y todo tipo de payasos del espectáculo, nos dan toda un gama de explicaciones y soluciones que encierran el conflicto en oriente medio dentro de los márgenes burgueses. Se limitan a crear una demarcación entre quienes defienden a los palestinos y quienes defienden a los israelíes, alineando a todo quisqui detrás de las banderas hediondas de cada Estado nacional. Para ello construyen toda una fábula grotesca que encubre la verdadera realidad social. Mezclan los intereses del Estado palestino con los del proletariado que vive en esa tierra, amalgaman la lucha desplegada por los proletarios con Hamas, ponen en un mismo saco al joven que tira piedras y a los grandes comerciantes o banqueros palestinos, asimilan al proletario que vive en Israel y lucha contra “su propia” burguesía (desertando, objetando...) con su brutal negación en el ciudadano que vive en complicidad con el Estado. Eliminan de esta forma toda la confrontación de clases, toda división social entre explotados y explotadores, fomentando el mito del enfrentamiento entre países.
Sin romper y desenmascarar todo este arsenal ideológico que enturbia la realidad, estaremos atados de pies y manos imposibilitados para asumir la lucha contra la masacre en Oriente medio como parte indisociable de la lucha contra la dictadura del capital.
Es imprescindible afirmar abiertamente que esa masacre es antes que nada una expresión más del terrorismo que el capitalismo despliega en todo el mundo contra nuestra clase, contra nuestra vidas. Que quienes caen bajo las bombas, bajo las metralletas, bajo el terror capitalista son, en primer lugar, los niños, hombres y mujeres que han sido condenados en esa región del mundo a ser carne de cañón, a ser población superflua potencialmente peligrosa y que debe ser exterminada de forma cotidiana. Todos los Estados del mundo participan de una u otra manera en esta matanza. Los Estados occidentales, con el de Israel a la cabeza, masacrando; Hamas, la autoridad nacional palestina y demás organismos del Estado palestino, junto con los Estados propalestinos, impidiendo la estructuración en fuerza autónoma de esa masa de subversión, encuadrándola y dirigiéndola al matadero en actos suicidas, desarmándola, pacificándola, reprimiéndola y apresando a los irreductibles.
Los grupos y militantes revolucionarios de todo el mundo estamos obligados a subrayar y discutir como propia la lucha del proletariado en Palestina, sus intentos de proyectarse en fuerza autónoma, así como la represión que sufre. Destacar la tentativa de autonomía que en numerosas ocasiones ha trazado la lucha, enfrentándose a todos los Estados. Insistir en que la esencia de la lucha del proletariado en Palestina es la misma que en el norte de África, que en Grecia, que en los suburbios franceses, que en China, que en Irak, que en Oaxaca, que en Haití, que en todos los lugares donde el proletariado se levanta: la contraposición entre las necesidades humanas y las de la economía capitalista. Estamos obligados a denunciar y a enfrentarnos a todos los aparatos del Estado palestino o israelí, a todos los que son parte del organismo mundial del capital que nos masacra, que nos arrastra por falsos caminos, a todos sus lacayos por el mundo, a todos sus voceros y propagandistas. Y ante todo estamos obligados a luchar aquí y ahora, contra “nuestro propio” Estado, contra “nuestro propio” país.
Sin romper y desenmascarar todo este arsenal ideológico que enturbia la realidad, estaremos atados de pies y manos imposibilitados para asumir la lucha contra la masacre en Oriente medio como parte indisociable de la lucha contra la dictadura del capital.
Es imprescindible afirmar abiertamente que esa masacre es antes que nada una expresión más del terrorismo que el capitalismo despliega en todo el mundo contra nuestra clase, contra nuestra vidas. Que quienes caen bajo las bombas, bajo las metralletas, bajo el terror capitalista son, en primer lugar, los niños, hombres y mujeres que han sido condenados en esa región del mundo a ser carne de cañón, a ser población superflua potencialmente peligrosa y que debe ser exterminada de forma cotidiana. Todos los Estados del mundo participan de una u otra manera en esta matanza. Los Estados occidentales, con el de Israel a la cabeza, masacrando; Hamas, la autoridad nacional palestina y demás organismos del Estado palestino, junto con los Estados propalestinos, impidiendo la estructuración en fuerza autónoma de esa masa de subversión, encuadrándola y dirigiéndola al matadero en actos suicidas, desarmándola, pacificándola, reprimiéndola y apresando a los irreductibles.
Los grupos y militantes revolucionarios de todo el mundo estamos obligados a subrayar y discutir como propia la lucha del proletariado en Palestina, sus intentos de proyectarse en fuerza autónoma, así como la represión que sufre. Destacar la tentativa de autonomía que en numerosas ocasiones ha trazado la lucha, enfrentándose a todos los Estados. Insistir en que la esencia de la lucha del proletariado en Palestina es la misma que en el norte de África, que en Grecia, que en los suburbios franceses, que en China, que en Irak, que en Oaxaca, que en Haití, que en todos los lugares donde el proletariado se levanta: la contraposición entre las necesidades humanas y las de la economía capitalista. Estamos obligados a denunciar y a enfrentarnos a todos los aparatos del Estado palestino o israelí, a todos los que son parte del organismo mundial del capital que nos masacra, que nos arrastra por falsos caminos, a todos sus lacayos por el mundo, a todos sus voceros y propagandistas. Y ante todo estamos obligados a luchar aquí y ahora, contra “nuestro propio” Estado, contra “nuestro propio” país.
NO SOMOS NI JUDÍOS, NI ISRAELÍES, NI PALESTINOS ¡SOMOS EL PROLETARIADO!
CONTRA LA PATRIA. CONTRA TODA UNIDAD NACIONAL. CONTRA EL TERROR BURGUÉS.
LUCHEMOS EN “NUESTRO PROPIO” PAÍS CONTRA “NUESTRO PROPIO” ESTADO.
# Proletarios Internacionalistas
# Fines de 2012
martes, 13 de noviembre de 2012
[España] RUPTURA REVOLUCIONARIA FRENTE AL PARO SINDICAL
Ante la negativa del proletariado a sacrificarse por la economía,
materializada en forma de disturbios y revueltas que se suceden en
numerosos países, el capital vuelve a generalizar el uso de una serie de
mecanismos e ideologías tales como el nacionalismo, el politicismo, el
fascismo, el antifascismo, el gestionismo, el islamismo... que siempre
han servido para reprimir, neutralizar o/y desviar la lucha hacia un
problema de naciones, de gobiernos, de fascistas, de formas de
gestión... arrancándola del terreno de la confrontación de clases y su
solución revolucionaria.
En este contexto de canalización y liquidación de las luchas, el sindicalismo sigue jugando un papel esencial contra el asociacionismo proletario. El paro del 14-N y el papel del sindicalismo actúan, en una realidad social que es hoy una auténtica olla a presión a punto de estallar, como válvula de escape para evitar que todo salte por los aires. Los sindicatos, como principales aparatos del Estado contra la huelga, tienen como objetivo concreto presentarnos estos simulacros de oposición como la verdadera respuesta a la situación actual. Pero todo lo que ese día se aproxime a lo que ha sido siempre llamado huelga no provendrá más que de los proletarios que se nieguen a seguir el redil sindical.
Dicho esto queremos dejar claro que no nos quedaremos de brazos cruzados. Tenemos claro que es sumamente importante contraponer la lucha del proletariado a todos los simulacros de oposición y a todas las canalizaciones. Por eso ese día no nos quedaremos en casa, sino que estaremos como siempre en la calle, pero no para saltar a la orden del sindicato de turno, ni para “radicalizar” el paro de los sindicatos, sino para impulsar la ruptura revolucionaria con toda esa parodia. Para encontrarnos con los nuestros, para expresar y desarrollar el asociacionismo proletario en contraposición a las estructuras del Estado, para denunciar a todos los apagafuegos, para conspirar, para sabotear la economía y todo aquello que nos hunde en la mierda. Y todo siempre con la perspectiva de ir más allá de ese día. En definitiva se trata para nosotros de combatir el paro sindical y contraponerle el verdadero contenido que contiene esa herramienta de lucha histórica del proletariado que es la huelga general.
Aunque lo importante de todo esto, lo que puede suponer un salto cualitativo para nuestra clase y temen todos los defensores de este mundo de miseria, es que esta ruptura adquiera perspectiva organizativa, que lejos de ser una ruptura fugaz y un recreo para que se desfoguen los proletarios más castigados y combativos, toda la práctica y experiencia que materialicemos se estructure, que la organización y propagación de la lucha fuera y contra de los órganos del Estado rompan el localismo y el inmediatismo activista reinantes, asumiendo permanencia y niveles internacionales. El rechazo a los partidos, sindicatos y demás instrumentos del capital, transformado en un rechazo a toda organización, es la otra cara terrible del triunfo del capital frente a la cual es fundamental contraponer el asociacionismo proletario, la organización de la comunidad de lucha. Por ello impulsamos a todos los compañeros y a todos los proletarios que luchan contra el capital, a romper definitivamente con todo aparato burgués y con toda concepción anti-organizativa.
Nuestro objetivo no es organizarnos para un día de lucha, día fijado además por el enemigo, nuestro objetivo es, en continuidad y como parte de todas las luchas proletarias del pasado, abolir el capitalismo y levantar sobre sus escombros una sociedad sin clases, sin Estado, sin dinero, sin trabajo... en definitiva una comunidad humana, el comunismo. Pero sin desarrollar el asociacionismo proletario, consolidando y potenciando los lazos organizativos que vayamos generando, sin cristalizar y multiplicar los distintos niveles de organización que requiere la lucha, sin asumir la organización de las múltiples tareas que demanda el enfrentamiento contra la bestia capitalista, no haremos otra cosa que contribuir en el mantenimiento de la paz social.
¡ORGANICÉMONOS AFUERA Y EN CONTRA DE TODOS LOS APARATOS DEL ESTADO!
¡IMPULSEMOS LA ORGANIZACIÓN, COORDINACIÓN Y CENTRALIZACIÓN
DE LA LUCHA INTERNACIONAL CONTRA EL CAPITAL!
# Proletarios Internacionalistas | proletariosinternacionalistas[a]yahoo.com | http://www.proletariosinternacionalistas.org
# Noviembre de 2012, región ibérica.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)