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lunes, 7 de abril de 2025

Revista Revolución nro. 3

Proletarios Internacionalistas, marzo de 2025

«El desarrollo de la guerra imperialista sigue desarrollándose y generalizándose avistando nuevas escaladas a nivel mundial. A la persistencia de las decenas de guerras, con Ucrania como centro de atención internacional, se ha sumado durante el último año una nueva masacre en Palestina, la más brutal desde que el Estado de Israel asume la función de gendarme en esa zona del planeta. A su vez, los discursos altisonantes de dirigentes burgueses y las tensiones diplomáticas que se acumulan entre gobiernos no son una mera sobreactuación para nutrir el espectáculo de la esfera política, sino que manifiestan un clima de beligerancia real, determinado por las necesidades actuales de acumulación capitalista que exigen de forma cada vez más acuciante, una destrucción masiva de fuerzas productivas para seguir reproduciendo las relaciones sociales existentes. (...) Nuestro  objetivo con estos materiales es contribuir a las tareas  derrotistas. Profundizar, fortalecer y estructurar esa práctica, esa perspectiva que nuestra clase trata de imponer contra todas las fracciones burguesas, luchando allí donde está contra “su propia” burguesía, transformando la guerra imperialista en guerra revolucionaria del proletariado mundial contra la burguesía mundial.»

• Presentación
• Precisiones sobre el derrotismo revolucionario
• Oriente Medio. La lógica de los Estados y el proletariado
    La lucha proletaria en Palestina y el ataque de Hamás del 7 de octubre
    Repliegue del proletariado y alineamiento imperialista
    Algunas respuestas relevantes del proletariado
    Esbozo de perspectivas
• Palestina. Una historia de miseria, masacres y sublevaciones
    Nacimiento del Estado de Israel
     La primera intifada
     Acuerdos de Oslo
    La segunda intifada
• El colonialismo y sus criticos

Revista en PDF: https://proleint.org/wp-content/uploads/Revolucion-3.pdf

martes, 1 de abril de 2025

Protestas antiguerra en Gaza

Dyjbas, Communist Workers’ Organisation
28 de marzo de 2025

El frágil alto el fuego en Gaza llegó inevitablemente a su fin el 18 de marzo, con la reanudación de los ataques aéreos israelíes. En lo que fue uno de los días más mortíferos del conflicto hasta la fecha, cientos de palestinos murieron en cuestión de horas. Las acciones de Israel estuvieron motivadas por tres factores principales: consideraciones militares (Hamás estaba empezando a reagruparse), la situación política interna (el gobierno de coalición de Netanyahu intenta mantenerse en el poder en medio de una oposición creciente) y los intereses imperialistas regionales más amplios (la guerra en Gaza es clave para el intento de Israel de rehacer Oriente Próximo). La Administración Trump -que durante las últimas semanas había estado echando leña al fuego con diversas amenazas de expulsiones masivas de palestinos de Gaza para dar paso a una «riviera de Oriente Próximo»- simplemente dio luz verde a Netanyahu.

Una vez más, son los palestinos quienes están pagando el precio más alto, reducidos a nada más que números, con familias enteras y sus escasos medios de subsistencia siendo continuamente aniquilados. Sin embargo, a pesar de la guerra y la ocupación, los «palestinos» no son simplemente un bloque homogéneo, sino una sociedad con intereses sociales, políticos y económicos contrapuestos. Los últimos acontecimientos han puesto de manifiesto este hecho de forma contundente.

El 25 de marzo, cientos de personas salieron a las calles de Beit Lahia desafiando la brutal realidad de su vida cotidiana. Ondeaban retazos de tela blanca, portaban pancartas caseras y coreaban cánticos. Las protestas se extendieron a otras ciudades y los eslóganes que resonaban entre los escombros hablan por sí solos: “Queremos la paz”, “Paremos la guerra” y “Fuera Hamás”. El eslogan más simple pero directo era una reminiscencia de las protestas económicas en Gaza que Hamás dispersó en 2019: “queremos vivir”. (1)

“Nos negamos a morir por nadie, por la agenda de ningún partido o por los intereses de Estados extranjeros… Hamás debe dimitir y escuchar la voz de los afligidos, la voz que surge de debajo de los escombros: es la voz más veraz.” (2)

“Han matado a nuestros hijos. Nuestras casas han sido destruidas … [Estamos] contra la guerra, contra Hamás y las facciones (políticas palestinas), contra Israel y contra el silencio del mundo.” (3)
“Estamos oprimidos por el ejército de ocupación (Israel) y estamos oprimidos por Hamás.” (4)

En otras palabras, estas protestas son un grito valiente y desesperado, contra la guerra y contra todos los bandos en conflicto. En ellas podemos oír la voz real de las masas desposeídas que empiezan a ver que ninguna facción de la clase dominante puede ofrecerles la salvación. Los trabajadores de todo el mundo necesitan oír este grito.

Las guerras imperialistas son el producto directo de un sistema mundial al que en última instancia le importan los beneficios, no las vidas humanas. La única fuerza capaz no sólo de detener la tendencia a la guerra, sino también de crear una nueva sociedad sin guerras, es el movimiento de masas de la clase obrera internacional, sobre cuya explotación se construye el capitalismo. Sólo un movimiento así podría responder verdaderamente al grito que viene de Gaza.


Fuentes:
(1) https://www.hrw.org/news/2019/03/20/another-brutal-crackdown-hamas-gaza
(2) https://www.bbc.co.uk/news/articles/c4g71lk09npo
(3) https://time.com/7272030/palestinian-anti-hamas-protest-gaza-war-israel
(4) https://edition.cnn.com/2025/03/26/middleeast/why-gazans-are-protesting-hamas-now-intl-latam


sábado, 25 de enero de 2025

Palestina: pueblo o clase

Entrevista realizada a Emilio Minassian por zyg en octubre/noviembre de 2024
 

Introducción de DNDF: En el marco de los intercambios que han tenido lugar aquí y allá y en dndf tras nuestra publicación de una primera entrevista al camarada Minassian, Gaza: "una militarización extrema de la guerra de clases en Israel-Palestina", reproducimos la entrevista en dos partes que acaba de conceder a Courant Alternatif este diciembre de 2024.

1ª parte

Como continuación y profundización del debate que tuvo lugar con Emilio Minassian en los Rencontres Libertaires du Quercy de este verano, para defender una lectura y una perspectiva de clase de la situación en Palestina-Israel, le planteamos algunas preguntas. En la primera parte, hablaremos de la integración de la región Israel/Palestina en el capitalismo mundial y de la composición de clase de Palestina. En la próxima, analizaremos las implicaciones para las luchas proletarias y la lucha de liberación nacional.

• A modo de introducción


Primero, unas palabras sobre "desde dónde hablo", como suele decirse. No soy palestino, pero he pasado regularmente algunos meses en Cisjordania durante los últimos veinte años, haciendo cosas habituales de los occidentales de izquierdas que visitan los Territorios: actividades de solidaridad, documentales cortos, investigación académica sin seguimiento. No cabe duda de que en muchos lugares ha sido una forma de turismo militante, con un toque marxista.

Rápidamente intenté evitar los marcos sociales en los que se proyecta el activismo propalestino, pasando el rato con los "profesionales" de la narrativa de la opresión, en encuentros estructurados. Lo he conseguido en mayor o menor medida, según el periodo, el contexto y la energía gastada, y más a menudo con los desocupados y los maleantes de los campos de refugiados que con los trabajadores (por no hablar de las trabajadoras): los desocupados tienen tiempo libre, y los maleantes a menudo quieren compartir sus historias de lucha contra las fuerzas armadas (tanto israelíes como palestinas), de encarcelamiento y tortura (practicadas en las cárceles israelíes y palestinas).

Abrir la boca para decir que "en Palestina hay clases sociales" puede parecer fuera de lugar en un contexto en el que la población de Gaza lleva un año ahogada bajo las bombas. Sin duda no lo haría, o lo haría de otra manera, si hubiera pasado mi vida en Gaza y no en Cisjordania. No lo hago para distanciarme de la masacre, sino para combatir la idea de una alteridad radical, de una exterioridad, de lo que ocurre en términos de relaciones sociales capitalistas, allí como aquí.

• Usted defiende la idea de que Israel-Palestina es una unidad en el espacio capitalista mundial y regional. ¿Puede explicar por qué?

Originalmente, el proyecto sionista preveía una sociedad judía separada en Palestina. Este proyecto condujo a la limpieza étnica de 1947-1948, que, aunque no fue total, creó una zona "judía", entonces esencialmente de origen europeo. En 1967, con la ocupación de la Franja de Gaza y Cisjordania, que habían sido anexionadas por Egipto y Jordania respectivamente, la población del territorio administrado por Israel dejó de ser esencialmente judía. Al mismo tiempo se fue construyendo un nacionalismo específicamente palestino -y ya no "árabe"-. Esto dio la impresión de que se enfrentaban dos "naciones" en el mismo territorio. Pero hasta la fecha, de este nacionalismo palestino no ha surgido ninguna entidad estatal separada, salvo sobre la base de la administración de "bolsas" en Gaza y Cisjordania. El territorio controlado por Israel no está formado, por un lado, por territorios judíos y, por otro, por territorios palestinos. Hay muchas zonas predominantemente palestinas en los territorios del Estado formado en 1948, y una gran población de colonos en Cisjordania. Este territorio es un rompecabezas en el que las distinciones nacionales, siempre que abandonemos las afiliaciones subjetivas, son a su vez objeto de múltiples subdivisiones que, aunque étnicas (incluso en el lado "judío"), son ahora de carácter social y forman parte todas ellas de la economía israelí.

Partir de la "unidad de espacio" entre Israel y Palestina es, por tanto, una forma de alejarse de un análisis de la cuestión palestina vista como la de un "pueblo sin Estado", unificado por un sentimiento compartido de pertenencia y una única desposesión. Esta lectura tiende a esencializar categorías nacionales que se producen socialmente, y también a anclar la violencia del Estado israelí en una continuidad desde 1948, continuidad que no tiene en cuenta su lugar en la dinámica mundial.

Lo que está ocurriendo desde hace un año no es una guerra, en la que se enfrentan dos espacios nacionales, ni una empresa de conquista destinada a acaparar recursos y mercados. No es el "pueblo palestino" ahogado bajo las bombas en el marco de una lucha por la existencia entre dos naciones. La Franja de Gaza no es una entidad social fuera de Israel. Lleva casi sesenta años integrada en el mercado israelí, en el capitalismo israelí. La inmensa mayoría de los palestinos que viven allí son proletarios sin recursos propios que consumen productos israelíes, que compran con moneda israelí, pero que no son trabajadores cuyo trabajo se explota. Son supernumerarios [población sobrante] a los que el capital israelí expulsó del mercado laboral en los años 90 y estacionó en una enorme "reserva" a unas decenas de kilómetros de Tel Aviv, en una lógica de animalización inscrita en la historia colonial.

• ¿Puede detallar la historia de la integración de esta zona (y su mano de obra) en el mercado capitalista?


Desde el punto de vista del mercado, el espacio "palestino" se creó con la partición del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial. El punto de partida era una situación dominada por estructuras feudales y los inicios de una burguesía comercial. El Mandato y el sionismo marcaron el verdadero inicio de la proletarización del campesinado árabe palestino, pero el verdadero detonante fue 1948 y la Nakba. La burguesía palestina y los señores feudales abandonaron el territorio bajo control israelí con sus enseres bajo el brazo; los campesinos palestinos, en su mayoría aparceros, fueron expulsados de sus tierras y hacinados en campos.

El colonialismo israelí puede dividirse en tres ciclos. En la primera fase (1948-1967), el campesinado palestino se enfrentó a una tipología similar a la de un asentamiento: limpieza étnica, acaparamiento de tierras, capital y mano de obra "judíos". Esto tiene un corolario, como he dicho antes, que es la importación de un proletariado judío del mundo árabe, a su vez etnificado y atrapado en una relación colonial de animalización-explotación. Durante este periodo, el capital se acumuló bajo el férreo dominio de un Estado planificador omnipotente, dirigido por élites asquenazíes y socialistas, con el sindicalismo integrado en el Estado.

En una segunda fase, entre 1967 y alrededor de 1990, con la conquista de Gaza y Cisjordania, se pasó a una situación colonial del tipo "explotación de la mano de obra autóctona". El capitalismo israelí entró en una fase de integración intensiva con el capital internacional, sobre todo a través de la industria militar. Durante unos veinte años, el proletariado de los campos de Gaza y Cisjordania se integró masivamente en el sector asalariado, en los sectores menos cualificados: construcción, agricultura, etc.

Los acuerdos de Oslo abrieron una nueva fase, la de una relación colonial estructurada en torno a la figura del supernumerario palestino y la subcontratación de su gestión. Israel conservó el control del territorio, prosiguió su ofensiva de destrucción del campesinado y confió la gestión de los proletarios palestinos, estacionados en zonas urbanas cerradas, a un equipo de gestión nacional surgido de la lucha de liberación.

En este contexto, la burguesía comercial que había escapado a la Nakba -la asentada en Hebrón y Nablús, que se encontraba en el territorio anexionado por Jordania entre 1948 y 1967- se integró con esta clase dirigente procedente de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina). Esta última, integrada en el aparato de seguridad de la AP (Autoridad Palestina), tiene un doble origen: están los cuadros de "fuera", que llegaron en las maletas de Arafat entre 1994 y 1996, y los de "dentro", procedentes de la primera Intifada y de las cárceles israelíes. Es una clase compuesta, dividida en facciones enfrentadas. Se beneficia de la seguridad internacional, pero también controla sectores enteros de la economía en los territorios, en la construcción, las infraestructuras, la telefonía y, por supuesto, la importación-exportación con Israel. Todos estos sectores están relacionados con el mercado y las inversiones israelíes.

• ¿No marca la guerra de Gaza el inicio de una nueva fase?

Podría pensarse que sí. La fase posterior a [el acuerdo de] Oslo estuvo marcada por la inflación de las técnicas de control desplegadas por Israel sobre este proletariado que se había vuelto esencialmente improductivo: división del territorio en microzonas, introducción de un sistema de permisos delirantes para autorizar los desplazamientos, el trabajo, el acceso a la sanidad, el archivo general, vigilancia de las redes sociales, sistema de reconocimiento informatizado, pero también utilización masiva de la aleatoriedad (en las detenciones, la apertura o el cierre de los pasos fronterizos, el acceso a los permisos) para "probar" los comportamientos. Estas tecnologías y conocimientos se exportaron masivamente y, por tanto, produjeron valor.

Me parece que el año pasado entramos en la fase militar de esta lógica de experimentación. La práctica actual de destrucción y masacre no sólo no tiene límites: es meticulosa, bien pensada y controlada, y al mismo tiempo es difícil imaginar qué "victoria" se busca. Mi hipótesis es que las masacres de Gaza constituyen una secuencia de experimentos, de valor para el capitalismo global -al igual que, de otra manera, la lógica de "parar y seguir" de la economía global durante los Covid tuvo una fuerte dimensión de "biopoder". Eso sí, no se trata de ser posmoderno y decir que alguna lógica de dominación se ha vuelto autónoma de las relaciones capitalistas. Los proletarios supernumerarios de Gaza ya no tienen una función productiva para el capital israelí, pero el sector puntero de las tecnologías de control, con su alto valor añadido, los "necesita" como conejillos de indias para que luego puedan formar parte de una circulación internacional. Se ensayan los bombardeos y la elaboración de perfiles de individuos mediante inteligencia artificial, se gestiona con meticulosidad la relación con el hambre para mantenerlos constantemente al borde de la desnutrición (hasta ahora), se hace lo mismo con las epidemias, etcétera.

Esta lógica de agresión militar sin fin contra los proletarios supernumerarios de Gaza es apoyada a distancia por las potencias occidentales: todas las posturas políticas que llaman a la moderación no son más que teatro (sólo hay que comparar la cuestión de las entregas de armas con Ucrania para ver que sus aliados no ponen límites a la maquinaria de guerra israelí).

• Usted habla de una burguesía y un proletariado en Palestina. ¿Podría hacernos un retrato de la composición de clase en Gaza y Cisjordania y decirnos cuáles son las condiciones para la lucha entre estas clases? ¿El estatuto de Israel determina la pertenencia a una clase?

La burguesía palestina no forma una clase nacional firmemente constituida: sigue dependiendo efectivamente de su sumisión al capital israelí y al Estado israelí. Los capitalistas palestinos (si entendemos "de origen palestino"), en cuanto tengan libertad para invertir, preferirán espontáneamente realizar su capital fuera del territorio palestino y, por tanto, fuera del marco nacional israelí. Es innegable que la ocupación israelí ha limitado el desarrollo de una clase capitalista palestina territorializada. Una investigadora estadounidense (Sara Roy) ha popularizado la noción de "des-desarrollo" para referirse al modo en que Israel ha impedido la creación de una economía de mercado "libre", es decir, que forme parte del mercado mundial, en los territorios. La ocupación ha dirigido el desarrollo del capitalismo en Gaza y Cisjordania en la dirección de la complementariedad exclusiva y subordinada, ha moldeado la producción en una lógica de subcontratación, y los capitalistas israelíes se han labrado un mercado cautivo en los Territorios. La burguesía empresarial palestina tiene todas las razones para resentirse de la ocupación: está confinada al sector del tráfico, es una burguesía “compradora”, por utilizar un término acuñado por los trotskistas. ¿Significa esto que sus luchas son las de los proletarios de los Territorios? A menos que creamos en el escurrimiento [ruissellement], debemos dudarlo.

Por otra parte, lo que está en el centro de la dinámica social que atraviesa los Territorios es la burguesía "política" formada en el contexto de los acuerdos de Oslo, cuyo destino está ligado a la gestión del proletariado palestino. En su sociología, ella misma desciende en gran medida de este proletariado. Se ha impuesto a las clases dirigentes tradicionales (las llamadas "grandes familias"), que le han jurado lealtad, y ha penetrado en su mundo. Sus mandos intermedios (de Hamás en Gaza, pero sobre todo de Fatah en Cisjordania) constituyen una fuerza de supervisión del proletariado supernumerario "sobre el terreno". Se encuentran en la intersección del mundo de la militancia y el mundo de las rentas de los donantes internacionales. Son a la vez fuertemente contestados (en la medida en que hacen todo lo posible por "cerrar la puerta detrás de ellos") y solicitados para acceder a los salarios; y han encarnado una forma de ascenso social y de revancha de clase a través de la lucha política.

Hablar de un proletariado supernumerario no implica que la gente no trabaje, sino que ha sido empujada a los márgenes de la explotación capitalista. Muchos trabajan de forma caótica, en pequeñas estructuras, a menudo comerciales, por salarios miserables y sin contrato (unos 10 dólares al día, mientras que el coste de los bienes está indexado a los del mercado israelí).

Otros, en Cisjordania, siguieron trabajando en Israel, en la construcción, la restauración o la agricultura, en condiciones muy precarias, ya fuera cruzando ilegalmente o dependiendo de intermediarios para acceder a permisos que podían ser revocados en cualquier momento (están suspendidos desde el 7 de octubre). Los trabajadores contratados cobraban unos 1.400 euros al mes, de los que había que deducir los prohibitivos costes del "pasaje" y, a menudo, la compra de permisos de trabajo.

En Cisjordania también persiste una economía campesina, a menudo "de reserva" y bajo la presión de la colonización. La dinámica de proletarización del campesinado no ha cesado desde los inicios del sionismo, como consecuencia directa del proceso de acaparamiento de tierras y de rentabilización de las mismas.

Y luego está el mundo de las rentas políticas, derivadas del dinero vertido por los donantes internacionales para defender formas de estabilidad relativa ligadas a sus intereses. Estas rentas mantienen entre un cuarto y un tercio de la población, teniendo en cuenta que el 40% de los empleados del sector público trabajan para las fuerzas de seguridad de la AP. Se les paga según la escala legal de salarios "formales", unos 450 euros al mes, pero los fondos pagados a la AP por sus donantes y por Israel (a través de un sistema de retrocesión de impuestos) están bajo amenaza constante de ser cortados, lo que lleva a suspensiones salariales.

Además, parte de esta renta política es malversada por los cuadros políticos en beneficio propio, para mantener sus clientelas y desarrollar inversiones en el sector informal. Una gran parte del proletariado supernumerario sobrevive gracias a estas malversaciones. Se trata de una población socialmente inquieta, que se integró masivamente en la fuerza de trabajo en Israel en los años 1970-1980, y que se movilizó masivamente durante las dos Intifadas. Se concentra en los campos de refugiados, que históricamente han sido el caldo de cultivo de las "clases peligrosas" palestinas y siguen siéndolo hoy en día. Tanto en Gaza como en Cisjordania, de Jabaliya a Yenín, estos "suburbios dentro de los suburbios" están bajo el fuego constante del ejército israelí.

La volatilidad de la estructura social en los Territorios Ocupados es, por tanto, significativa. La burguesía política y especialmente sus dirigentes están siempre bajo la amenaza de retroceder, es decir, de ser degradados por Israel de la condición de colaboradores a la de combatientes de la resistencia y, por tanto, de ser encarcelados.

• ¿Y en Gaza?

En Gaza, durante el período en que Hamás estuvo en el poder (desde 2007), la centralidad de las rentas políticas y de una burguesía esencialmente "compradora" integrada en los circuitos políticos siguió siendo la misma, pero en un contexto de bloqueo, con inversiones aún más débiles y una volatilidad exacerbada. Las rentas procedían del control de la circulación de mercancías y de las prebendas internacionales de Qatar e Irán. Los empresarios que han amasado fortunas en los últimos años (en la economía de túneles, por ejemplo) lo han hecho en asociación con el aparato de seguridad de Hamás.

¿Podemos hablar siquiera de una estructura de clases en la situación actual de Gaza? Incluso en este tipo de situación, en la que cada mañana es incierto, siempre hay grupos de individuos (vinculados a Hamás, a organizaciones militares basadas en clanes, o formados sobre la base de bandas) que consiguen hacer negocio. Pero eso no constituye una estructura de clases, o bien se trata de una estructura de clases de tipo concentracionario, que no forma parte de ninguna reproducción social a lo largo del tiempo.

2ª parte

Como continuación y profundización del debate que tuvo lugar con Emilio Minassian en los Rencontres Libertaires du Quercy de este verano, para defender una lectura y una perspectiva de clase de la situación en Palestina-Israel, le planteamos algunas preguntas. En la primera parte (CA n° 345), hablamos de la integración de la región Israel/Palestina en el capitalismo mundial y de la composición de clase en Palestina. En este número, queremos discutir las implicaciones de esta composición de clase para las luchas proletarias y la lucha de liberación nacional.

• ¿No puede la lucha de liberación nacional, por muy interclasista que sea, aflojar el dominio de clase de los proletarios palestinos? Porque es posible que la colonización israelí proteja a la burguesía palestina de una extensión de las contradicciones de clase.

¿Cuál es el estado actual de la lucha de liberación nacional en Palestina? ¿Sigue existiendo? La lucha de liberación nacional es ciertamente una perspectiva (un Estado nacional libre del colonizador), y podemos considerar que esta perspectiva sigue siendo válida en Palestina mientras persista el colonialismo. Pero, ¿qué ocurre con el proceso de movilización? Históricamente, la movilización siempre ha tenido lugar en torno a formaciones políticas, actuando al mismo tiempo sobre la estructura de clases.

En Palestina, la lucha por la liberación nacional se encarnó en los partidos de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), actores de lo que se ha dado en llamar la "revolución palestina" tras la guerra de 1967: fue en torno a estos partidos (Fatah, FPLP -Frente Popular para la Liberación de Palestina- y todas las escisiones que surgieron) donde tomó forma un movimiento social que trastocó las jerarquías tradicionales heredadas del mundo feudal. La "revolución palestina" dio lugar a una clase dirigente procedente de la pequeña burguesía intelectual en el exilio que, mediante la circulación de rentas políticas, integró al proletariado de los campos de refugiados de Jordania, Líbano y Siria (y a veces a proletarios no palestinos de esos países) en las organizaciones de lucha. La burguesía tradicional no fue derrocada, pero fue sacudida: fue llevada a negociar con estas organizaciones para protegerse de los proletarios armados que llevaban sus colores. Este es el motor clásico de los movimientos de liberación nacional: la absorción, por una dirección política que aspira a transformarse en aparato de Estado, de un movimiento social proletario o campesino o, las más de las veces -y este fue el caso de Palestina-, de una parte de la proletarización de las masas campesinas resultante de las relaciones coloniales. Luego, en los años 80, el proceso se extendió a Gaza y Cisjordania, pero sin la dimensión militar: la primera Intifada comenzó como una revuelta de los proletarios de los Territorios Ocupados (en gran parte los que vivían en los campos de refugiados) explotados por el capital israelí; sólo más tarde la OLP la "recuperó" para convertirla en un movimiento político nacional.

¿Qué ocurrió después? En el modelo "clásico", cuando la dirección política se hace cargo del Estado, los intereses del movimiento social y de la formación política se desvinculan, y los proletarios vuelven a ser enviados a trabajar por el Estado nacional, supuestamente al servicio de las masas. Lo particular de Palestina es que esta desconexión se produjo sin que se hubiera logrado la independencia: al final del periodo que va de los Acuerdos de Oslo a la segunda Intifada (1993-2004), la dirección nacional abandonó la lucha por la independencia para conformarse con las rentas y los mercados concedidos por Israel. Desde entonces, la opresión de los proletarios sigue tomando la forma de la ocupación y la colonización israelíes, pero sin ninguna perspectiva de lucha ofrecida por las organizaciones políticas surgidas de la lucha de liberación nacional, porque sus dirigentes son ahora subcontratistas de esta configuración. Es la famosa "doble ocupación", omnipresente en el discurso de Cisjordania.

• ¿No ha tomado el poder Hamás?

En algunos aspectos, Hamás ha seguido los pasos de la OLP. La composición social de sus dirigentes es similar: clases medias sin capital propio, licenciados universitarios, que caminan por una fina línea entre una base proletaria y los intereses de la burguesía comercial. Pero Hamás, a diferencia de la OLP, no se basa en un movimiento social. Ha formado una especie de contrasociedad piadosa y jerárquica que respeta el orden social. Ha integrado a los proletarios en sus filas mediante el reclutamiento y nunca ha tratado de captar su actividad autónoma en sus negociaciones con la burguesía.

A este respecto, creo que hay que distinguir, al menos metodológicamente, entre la noción de lucha, que implica una forma de acción autónoma, apuestas materiales y contradicciones sociales, y la de "resistencia" tal y como la utilizan organizaciones militares jerarquizadas como las Brigadas Al-Qassam en Gaza. Hamás puede pretender legítimamente formar parte de la resistencia (como Hezbolá y otros grupos político-militares de la región), pero tiene que basarse en un modelo militar centralizado y jerárquico, separando a la población de sus "tropas" y estando dispuesto a liberar a estas últimas para reprimir las luchas.

A mediados de la década de 2000, algunos dentro de Hamás le empujaron a unirse al marco de los acuerdos de autonomía participando en las elecciones, es decir, a posicionarse, siguiendo a Fatah, como subcontratista de Israel en la gestión de los proletarios de los Territorios. Esto es lo que acabó haciendo cuando se hizo con el poder en Gaza en 2007. Como lo hizo militarmente, y sin negociar con el ocupante, pudo mantener su cara de intransigencia, pero no obstante se convirtió, objetivamente, en un subcontratista local en la gestión de los proletarios excedentes.

Durante dieciséis años, Hamás administró la franja, gestionó las relaciones con Israel (mediante negociaciones y misiles), reprimió las luchas y permitió que una clase de empresarios se enriqueciera bajo su ala. Hasta que, de repente, el 7 de octubre de 2023, abandonó su papel de subcontratista y, me imagino, reinvirtió su dimensión de organización político-militar transnacional del tipo de Hezbolá. Al hacerlo, ha sacrificado a la clase de empresarios gazatíes que se había desarrollado bajo su ala. Podemos suponer que esta reorientación no ha estado exenta de tiras y aflojas internos, que refleja la ruptura de una vieja contradicción en su seno entre su rama político-militar con una fuerte clientela proletaria y su franja insertada en la burguesía empresarial palestina.

• La dominación británica, luego la colonización sionista, la enorme proporción de refugiados, el ejercicio cotidiano de la violencia colonial, etc., han construido materialmente una identificación común de los palestinos y su resistencia expresada bajo la forma del término "pueblo". ¿Refleja esta construcción únicamente el discurso de las élites palestinas?

Esta identificación existe evidentemente, pero hay que preguntarse qué ocurre detrás. No trato de decir a toda costa "los pueblos no existen, es una mistificación de la clase dominante destinada a enmascarar su dominación"; y menos aún "si cayera la máscara, los proletarios tomarían conciencia de sus intereses de clase".

La idea de un pueblo palestino no es exclusiva de las élites palestinas; a veces incluso se utiliza contra ellas. La cuestión es: ¿qué luchas se libran dentro de la categoría "pueblo", abierta o encubiertamente, entre los diferentes segmentos de clase que la esgrimen? No por identificarnos con un pueblo dejamos de luchar desde nuestra posición social.

Y volvemos a lo que decía sobre la lucha de liberación nacional y el interclasismo. En los años 1960-1990, la OLP necesitaba las luchas proletarias para negociar su parte del pastel con Israel, mientras que los proletarios utilizaban su dirección "nacional" como medio para legitimar sus luchas contra las élites. En los Territorios, la primera Intifada fue el apogeo de esta doble lógica de captura del movimiento social por la dirección política y de utilización de la lucha nacional por el movimiento social. Pero entre 2002 y 2005, las luchas proletarias y las de las direcciones nacionales, que hasta entonces habían trabajado juntas (en conflicto), dejaron de hacerlo. Tras el fracaso de la segunda Intifada (que en sus primeros meses continuó la misma lógica interclasista que vinculaba a los proletarios amotinados o armados con los dirigentes políticos), las direcciones nacionales (en Cisjordania e incluso en Gaza) entraron en una lógica de represión de las luchas, incluidas las que movilizaban el lenguaje de la liberación nacional.

Aunque pueda parecer contraintuitivo, desde el fracaso de la segunda Intifada, las luchas proletarias en los Territorios han tenido como principal adversario un marco nacional palestino. Esto se debe sencillamente a que están en conflicto con él, porque desempeñan el papel de amortiguador. Israel se ha liberado de la carga de la reproducción de la población, que ha traspasado a los dirigentes palestinos. Israel interviene en las aglomeraciones de Cisjordania con un enfoque de "redada", y en Gaza con un enfoque de masacre.

• ¿Y las luchas de los últimos 20 años fuera/contra los partidos?

Por hablar de lo que mejor conozco (solo he estado una vez en Gaza, en 2002), en 2015-2016, en el norte de Cisjordania, hubo una insurrección latente del proletariado de los campos de refugiados contra la Autoridad Palestina (AP). En su momento se habló de una Intifada "interna", cuyo epicentro fue el campo de Balata, a las afueras de Nablus. Este movimiento social hizo retroceder a la policía palestina, dejando espacio para que los jóvenes reformaran grupos armados en sus bases, al margen de la jerarquía del partido, y se impusieran socialmente frente a los notables vinculados a la AP en Naplusa y Yenín. Los enfrentamientos de la primavera de 2021 (revueltas en Jerusalén y en las ciudades palestinas de los territorios israelíes "de 1948", ofensiva político-militar de Hamás, anulación de las elecciones por la AP) clavaron el clavo: la AP se encontró debilitada y esto calmó un poco su deseo de gobierno autoritario.

Lo que me pareció interesante del ciclo de disturbios de 2015-2016 fue que mucha gente mantenía un discurso (que solo es contradictorio en apariencia) en el sentido de que la administración palestina impedía tanto la confrontación física con la ocupación como el acceso a la economía israelí como trabajador. Había nostalgia por los días en que "trabajábamos para los israelíes de día y lanzábamos molotov a los israelíes de noche".

Ese mismo año se produjo una importante huelga de profesores empleados por la AP, que ésta consiguió neutralizar recurriendo a la intimidación, la represión y el chantaje, siguiendo el modelo de los regímenes "árabes" de la región, pero que constituyó una secuencia de protesta social que sacudió los cimientos de su control político.

• ¿Por qué nuestro campo político guarda tanto silencio sobre estas luchas?

La AP y la burguesía palestina están omnipresentes en el discurso de Cisjordania como fuente de opresión. Pero hay que tener en cuenta las situaciones de interacción, por supuesto: los activistas blancos de vacaciones en los Territorios nos apropiamos de una función: la de dar testimonio para contrarrestar la máquina de propaganda israelí. Esta apropiación la llevan a cabo esencialmente las clases medias, que de un modo u otro forman parte de una lógica de acceso al capital (material o simbólico) de Occidente, y es un hecho que nadie espera solidaridad en la lucha de clases contra los explotadores palestinos. Así que las personas atrapadas en estas relaciones "internas" de explotación (desde un punto de vista nacional) van a hablar contigo de ello, todo el tiempo incluso, pero no vamos a investir este discurso con la dimensión de un mensaje político - excepto en momentos de extrema tensión, como fue el caso en 2015-2016 en el norte de Cisjordania.

Lo que los proletarios palestinos experimentan como proletarios apenas llega a nuestros oídos, lo que no es de extrañar: esta experiencia no está contenida en la "causa nacional" que los cuadros políticos transmiten a sus relevos en el exterior.

• ¿Qué perspectivas comunes pueden tener los proletarios de esta zona?

Israel representa la imagen de un futuro de pesadilla: el de un Estado perteneciente al bloque central de países capitalistas que ha reproducido en su territorio la zonificación mundial de la fuerza de trabajo observada en la división mundial del trabajo. Esta zonificación social tiene lugar en una cuasi-conurbación: la distancia entre Gaza y Tel Aviv es apenas mayor que la que separa París de Mantes-la-Jolie. Y funciona sobre la base de la etnicidad (se trata de una constante en la historia de Israel y de muchos otros Estados, incluso fuera del contexto de la lucha nacional: antes de la ocupación de Cisjordania y Gaza, eran los proletarios judíos "importados" de los países árabes quienes pagaban el precio).

Pero en los últimos veinte años, el Estado se ha impuesto como garante no sólo de la reproducción social del proletariado judío al que domina, sino de su propia existencia "física", de su supervivencia. Hoy somos testigos de cómo este proletariado "nacional" se ve arrastrado detrás de sus explotadores a una escala nunca vista en la historia, a diferencia de los supernumerarios de Gaza, estacionados en un campo de concentración bajo el fuego constante de las bombas.

Así que hay que tener en cuenta que las luchas forman parte de este universo de pesadilla. Es difícil imaginar que puedan producir una relación de fuerzas capaz de "romper las divisiones". Hasta el año pasado, el simple hecho de que esas luchas siguieran existiendo en los Territorios y forzando la reproducción de las relaciones sociales (una vez más, hablo de luchas, no de resistencias jerárquicas) era en sí mismo algo que, personalmente, me estremecía y me alimentaba. Hoy, el peso de la lógica de la masacre lo aplasta todo: la capacidad de acción autónoma del proletariado palestino está amenazada por los bombardeos y, mientras el proletariado judío siga cautivo del Estado israelí (lo que no va a cambiar), no hay nada que negociar a través de la relación de fuerzas. En efecto, hemos entrado en otra fase, que no ofrece muchas esperanzas.

• ¿Negar la base material del "pueblo" palestino no equivale a dar un "apoyo pasivo" al Estado que lo coloniza y reprime?

Creo que es posible desarrollar un marco de análisis en el que nos sintamos solidarios con las luchas en Palestina sin engañarnos sobre las perspectivas que mantienen los aparatos sociopolíticos "nacionales". Eso es lo que Socialisme ou Barbarie consiguió en parte durante la guerra de Argelia: desarrollar una línea internacionalista capaz de mantener una posición crítica frente al FLN, basada en un análisis de clase.

En Palestina, como en todo el mundo, estamos en un periodo en el que en ninguna parte encontraremos una encarnación política "de clase" del proletariado. Algunos se aferran a una identificación con partidos de izquierda como el FPLP o el FDLP (Frente Democrático para la Liberación de Palestina), o con una hipotética sociedad civil a distancia de los partidos. Comprendo el planteamiento, y me he visto llevado a compartirlo en mis viajes por afinidad "cultural", pero esos partidos y esa sociedad civil están atravesados por contradicciones de clase que los cuadros quieren hacer pasar por secundarias frente a la dominación nacional. Sin embargo, es con el discurso de esos cuadros con el que (generalmente) nos solidarizamos, sin darnos cuenta.

Me aferro a la idea de que las relaciones sociales tienen prioridad sobre las ideologías políticas, y que, tanto emocional como intelectualmente, siempre debemos intentar "empezar desde abajo", socialmente hablando, más allá de las identificaciones políticas, para comprender las luchas que "la" lucha nacional pretende abarcar.

En la identificación con Palestina, con la idea de Palestina, se disciernen distintas lógicas en función de la clase, la relación con la política, el capital militante, el capital cultural, etc. Este es el caso allí, pero también aquí en casa, en las expresiones de solidaridad. Este es el caso allí, pero también aquí en casa, en las expresiones de solidaridad. Estas lógicas diferentes no coexisten, no forman una convergencia o una unidad: son contradictorias, están en lucha, de manera más o menos asumida o silenciosa.

Tengo poco que decir sobre el tema del "qué hacer". En cualquier caso, me parece que, más que las diferentes posiciones políticas mantenidas dentro del movimiento de solidaridad (lo que uno piensa de Hamás, de un Estado binacional o lo que sea), es necesario cuestionar su composición social y las prácticas de lucha que se derivan de ella, para luego posicionarse dentro del movimiento -con la esperanza de "traer la guerra a casa", y de atacar el mantenimiento del orden social allí donde uno está, y así poner fin a las masacres en Gaza.

En Francia, la captura y la gestión de las manifestaciones de solidaridad por los políticos de La France insoumise y los de su calaña, que utilizan la "causa palestina" para favorecer sus propios intereses, o incluso por asociaciones que se posicionan como interlocutores ante las autoridades, apunta, en mi opinión, a una derrota del componente proletario y apolítico del movimiento, que se expresó con más fuerza, por ejemplo, durante la guerra de 2014.

martes, 24 de diciembre de 2024

Declaración Surrealista Internacional sobre y contra las guerras del capital y en concreto la masacre de Gaza

24/12/2024

Las manos de la tormenta

Tu flor pasará por las manos de la tormenta
Sigue la estrella de su mano, sus máscaras, sus halcones,
y  el hielo rojo del trance.
(Laurence Weisberg)

Dame la niebla que fecunde el barrio de los insaciados,
que tatúe con su lengua el farallón alto de su pecho insatisfecho.
Dame el océano y su rumor de promesas,
y su voz depositando en la calle un idioma confín.
(Eugenio Castro)
En nuestra lucha por liberarnos del lúgubre laberinto en el que seguimos atrapados desde hace un siglo, los surrealistas nos alineamos con quienes comparten nuestro objetivo de transformar el mundo y cambiar la vida. Condenamos los obstáculos a esta liberación y las mentiras y las excusas al servicio de este imperio de la miseria.

Pero el mundo necesita algo más que declaraciones. La retórica visionaria no detendrá las bombas ni resucitará a los muertos. Convencidos sin embargo de que el surrealismo es un proyecto liberador que enraíza su utopía en la crítica despiadada de todo lo que existe objetiva y subjetivamente en todos los planos de lo real y de lo imaginario, o no es nada, reafirmamos nuestros principios como una chispa de esperanza y como una señal que presagia caminos mejores. Lo mismo que el cielo estrellado sobre el smog y las luces de neón, a veces estos caminos se deben alcanzar utilizando la imaginación incluso cuando la mera hipótesis de su existencia desafía y rompe los esquemas de nuestros sentidos, y especialmente el sentido así llamado “común” que dicta y administra la dominación.

Por ello mismo seguimos siendo fieles al espíritu de la solidaridad internacional que el realismo racionalizador ignora y el capitalista sofoca y persigue, y en consecuencia rechazamos alinearnos con bloques imperialistas y frentes capitalistas, ya sea en defensa de la desesperada hegemonía de EE.UU y sus lacayos, o en nombre de los regímenes “multipolares” rivales. Nos negamos a tomar partido en guerras apocalípticas entre bandas mafiosas nacionales. Por consiguiente, ante la matanza imperialista y la guerra por poderes en Ucrania no adoptamos otra posición que el derrotismo total en relación con todas las partes, en favor de la disolución de todos los Estados beligerantes y de la apertura de un camino hacia la utopía a través de sus ruinas. Merecen nuestro desprecio todos los dobles raseros y los insulsos llamamientos a la democracia, la soberanía y el antifascismo (con ambos ejércitos con neonazis recalcitrantes en sus filas). Nos burlamos de los políticos y expertos que nos dicen que aceptemos la necesidad de una guerra nuclear. Y si se nos acusa de maximalistas, ilusos o utópicos con toda su razón instrumental, nos arrogamos el derecho de réplica, en nombre de nuestra razón ardiente, preguntando a nuestros sensatos y realistas acusadores qué es entonces el pragmatismo, el punto medio, el mal menor, la realidad abyecta y la miserable realpolitik que tendríamos que aceptar en lugar de nuestro deseo de emancipación total e irreductible, y qué garantías del más mínimo éxito pueden ofrecer semejantes expedientes mediocres, cobardes y colaboracionistas, que no pase por el reforzamiento de la dominación y su fin del mundo que nunca jamás será el nuestro.

Del mismo modo que rechazamos esas narrativas putrefactas, también rechazamos las ideologías de superioridad racial o religiosa y la licencia que las acompaña para aniquilar a los demás. Esta mentalidad es más que evidente en la masacre que el ejército de Israel está perpetrando contra la población de Gaza, a instancias de un Estado que ya no teme expresar sus profundos anhelos genocidas mientras sus patrones (y clientes) de Washington y Bruselas callan, bizquean y asienten. Es un hecho criminal e intolerable que el mundo no ayude a los palestinos hasta que se desmantele la ocupación: esta es la primera y última medida a tomar, por su absoluta y prioritaria necesidad, y porque poco o nada más se podría esperar de un «concierto internacional» podrido, de una «gobernanza mundial» enloquecida, de un humanitarismo asesino que no es sino el corolario inevitable y lógico del abominable colonialismo europeo, que fue denunciado y estigmatizado, como no podía ser menos y con esta misma expresión terrible pero certera, por los surrealistas de los años 30 del pasado siglo.

Tampoco nos hacemos ilusiones algunas con respecto a ningún régimen de Oriente Próximo, pues todos ellos se ríen de la libertad y aplastan la disidencia a mayor gloria del Mercado omnipresente y omnipotente, incluyendo a las dos potencias, Israel e Irán, que supuesta y espectacularmente posan como enemigos antagónicos cuando no son sino las dos caras de la misma moneda autoritaria, teocrática, nacionalista y capitalista, por mucho que una se diga «demócrata occidental», y la otra presuma de «democracia islámica». La única esperanza germina y crece entre sus respectivos sediciosos, y en su convergencia hoy improbable y remota pero no imposible: los Anarquistas contra el Muro y los desertores de la guerra que en Israel denuncian la cínica demagogia asesina de Netanyahu, las jóvenes y los insurrectos que en Irán desafían la barbarie clerical en nombre de la mujer, la vida y la libertad. Y por supuesto, los palestinos que por todos los medios resisten a la opresión y la muerte, sin privarse empero de criticar la más que discutible estrategia de los dirigentes de Hamás y sus crímenes y exacciones, a pesar de arriesgase a una doble y fatal represión.

Porque lo mismo pensamos de los movimientos de liberación nacional y/o religiosa cuyos medios se corresponden exactamente con sus fines, incluyendo para empezar los que aplican a su propio pueblo al que nunca se le pregunta su opinión ni sus deseos, por mucho que sea comprensible que ese mismo pueblo pueda cerrar filas tras su bandera por pura desesperación y rabia ante el genocidio perpetrado por un sionismo racista y neocolonial que, presa de una paranoia securitaria que ha roto y burlado cualquier freno moral o excusa plausible, se ha entregado definitivamente a las peores fantasías del profético destino manifiesto y el sagrado espacio vital. Pero insistimos en que sólo se podrá encontrar una solución, aun imperfecta y precaria, cuando se produzca una transformación revolucionaria regional y global hacia una confederación antiestatal de comunas árabes e israelíes emancipadas tanto de la economía espectacular como del espectáculo religioso, como ya apunta la experiencia kurda en Rojava a pesar de su imperfección y precariedad. Por muy maximalista, ilusa y utópica que pueda parecer ahora mismo tal deseo y esperanza, en plena noche opaca del siglo donde nos debatimos a ciegas, buscando la anhelada puerta de salida (y de clausura) de las ideologías y religiones muertas y mortíferas, y la utopía que puede y debe tender a ser real siempre que recuerde las nobles experiencias revolucionarias que nos precedieron, si no olvida las amargas lecciones de la Historia y sus promesas traicionadas.

Pero aunque las contingencias existan como Grandes Transparentes donde todo será otra vez, por ahora el optimismo anticipatorio tiene que velar sus armas inactuales, dejando su puesto a la organización del pesimismo que la urgencia del desastre actual reclama y exige. En medio de este horror, los cadáveres de niños etiquetados como terroristas ponen en evidencia los principios del “orden internacional basado en unas normas”. En Israel y en todo el mundo, los partidarios de la sed de sangre apocalíptica se encarnizan hasta el delirio frenético, tanto los que pretenden justificarse con una elucubración teológica como los que esgrimen un sofisma laico, mientras que se difumina, o mejor dicho pretenden difuminar, el recuerdo de las generosas organizaciones revolucionarias internacionalistas como el movimiento israelí Matzpen, que en los años 60 y 70 denunció el colonialismo sionista desde dentro tendiendo puentes con sus camaradas palestinos, libaneses y argelinos por la revolución proletaria, o el grupo surrealista árabe Le Désir Libertaire, que se atrevió a combatir el nacionalismo panarabista y el fanatismo islamista como problemas y males añadidos a la trágica iniquidad de la ocupación de Palestina y la petrificación y explotación de las sociedades árabes, y nunca su solución.

Por su hipócrita parte, el liberalismo progresista y tecnófilo es un fósil moral en bancarrota que se desmorona y se fusiona cada vez más con el estercolero circundante, y sus huecos pronunciamientos humanitarios se reducen a una alucinación narcisista en el humo del campo de batalla. Una bala que roza la oreja de un obsceno oligarca provoca jadeos en bocas que rezuman la sangre de Gaza, que hacen una pausa entre cráneos roídos para denunciar la «violencia política» en el corazón del principal exportador de violencia del mundo.

Por todo ello, los que todavía pretendan domesticar la poesía, la libertad y el amor al servicio de esta monstruosa civilización capitalista que nos gobierna con números y balas tienen la boca llena de cadáveres. Muy al contrario, y desde la desviación absoluta respecto a semejante cultura servil y tal ideología atroz, seguimos sosteniendo que el espíritu poético debe arder en todas partes si todavía desea y pretende cambiar la vida y transformar el mundo, abrasando como un eros salvaje los endebles simulacros de la nuda vida miserabilista y monitorizada que se nos imponen desde todas partes.

Flores y apoyo a los resistentes, a los que confraternizan, a los desertores y a los que están de duelo, a los que luchan por su vida y a los perseguidos por sus actos de conciencia.

Un saludo a todos los rebeldes que, desde los ecologistas radicales de Soulévements de la terre contra las megabalsas en Francia, a los proletarios y estudiantes de Kenia o Bangladés contra el neoliberalismo y la tiranía, siguen saliendo a las calles y campos para encender una vez más y siempre la llamarada blasfema de la libertad y la revuelta, luz negra que devora y abole la iluminación artificial e inhumana de la ridícula antorcha olímpica de Macron I el Represor y del siniestro incendio de los pogromos fascistas.

¡No comeremos de ese pan! Seguiremos, sí, la estrella que enarbola la tormenta, que fecundará el barrio demolido de los insaciados, que depositará en todas las calles la promesa del hielo rojo del trance: un común idioma confín.
 
Primeras firmas:
Magdalena Benavente, Jay Blackwood, Richard Burke, Susan Burke, Doug Campbell, Steven Cline, Neil Coombs, Mohsen ElBelasy, Alice Farley, Brandon Freels, Esther Holbrook, Stuart Inman, Ghadah Kamal, Renay Kerkman, Taya King, Unruh Lee, Ryan McCarthy, David Nadeau, Jaime Alfaro Ngwazi, Flores Nunes Jr, Daniel O’Reilly, Marianna O’Reilly, Gregorio Parades, Pierre Petiot, Matthew Presti, Marco Rivera, Penelope Rosemont, Mark Rosenzweig, Veronica Cabanillas Samaniego, James Sebor, LaDonna Smith, Darren Thomas, Andrew Torch, Beth E. Wilson, Craig S. Wilson, Dada Zilch.

Cooperativa Surrealista Chrysopoeia.

Grupo Surrealista del Medio Oeste y del Norte de África.

Por el Grupo surrealista de Madrid: Manuel Crespo, Andrés Devesa, Vicente Gutiérrez Escudero, Javier Gálvez, Lurdes Martínez, Noé Ortega, Jesús García Rodríguez, Jose Manuel Rojo.
                                                                     ***
El 1 de agosto de 2024 recibimos el borrador de una Declaración Surrealista Internacional sobre y contra las guerras del capital, en concreto la intolerable masacre de Gaza a manos del ejército israelí y su lúgubre mesías, propuesta por los camaradas estadounidenses Ryan McCarthy, Mark Rosenzweig y Craig S. Wilson en nombre del colectivo Surrealist Revolution. No dudamos en sumarnos colaborando sustancialmente en su redacción, proceso lento y complejo que se alargó mucho más tiempo del conveniente al ser necesario discutir, armonizar y aprobar el texto definitivo, cuya versión en inglés es más breve y resumida que la que aquí ofrecemos por las exigencias y servidumbres de la traducción.

Por razones análogas, y porque no se pretendía abordar un análisis o estudio exhaustivo, se ha renunciado a añadir nuevas consideraciones sobre la invasión israelí de Líbano o la caída de la sangrienta tiranía de Bashar Al Assad en Siria, acontecimientos que nada bueno presagian en tanto responden a la misma y criminal lógica geopolítica imperialista y sectaria que ha engendrado tanto dolor, espanto e iniquidad, y que por ello mismo en poco o nada nos obligarían a corregir o matizar las principales reflexiones y pronunciamientos del texto, tanto críticos como utopistas, más allá de sus aspectos más coyunturales.

Por último, no nos hacemos ninguna ilusión, aunque sí todo el deseo que ningún realismo capitalista, ningún miserabilismo religioso, racista o nacionalista nos podrá arrebatar jamás, sobre el alcance, repercusión y sobre todo eficacia de esta Declaración, asumiendo los límites, limitaciones, incoherencias obvias, arbitrariedades infundadas, errores garrafales y simples lugares comunes que pudiera lastrar su discurso y significado, por lo demás inevitables al abordar una cuestión tan sangrante y dolorosa como compleja.

Pero quien calla otorga, y también olvida, y el terror criminal de ayer engendra el de mañana. Y tamaño colaboracionismo, semejante amnesia cómplice, tal silencio reveladoramente culpable, tampoco son los nuestros.

Porque la voz del idioma confín puede equivocar su palabra y su oráculo, y se equivoca, pero solo lo hace total e irremisiblemente cuando no se pronuncia.

Grupo surrealista de Madrid

miércoles, 19 de junio de 2024

Las acampadas por Gaza. Entrevistas con los participantes

Endnotes & Megaphone, 2024
Pensamiento & Batalla, junio 2024. Presentación a la traducción:

El presente texto fue publicado recientemente en el sitio web de la revista comunizadora de habla inglesa “Endnotes”. Nos pareció relevante traducirlo y hacerlo circular, porque entrega información de primera fuente de lo que ocurrió en diversos campus universitarios de Estados Unidos con las masivas acampadas por Gaza, táctica que luego fue replicada en diversas universidades de varios lugares del mundo como España, Alemania, Reino Unido, Países Bajos, México e incluso Chile, con el acampe en la Casa Central de la Universidad de Chile. 

La principal reivindicación planteada en esta lucha colectiva es el cese al fuego en la Franja de Gaza que ya ha cobrado la vida de más de 36.000 palestin@s y que las instituciones educativas corten los vínculos con el Estado de Israel y las empresas que apoyan el genocidio. La masividad de esta movilización logró romper con la censura tanto de los medios de comunicación masivos, como de las redes sociales, visibilizando el episodio actual más cruel y catastrófico de la guerra civil planetaria en curso.

En inglés: https://endnotes.org.uk/posts/the-encampments-for-gaza

Traducción: https://drive.google.com/file/d/1qMy9bAqeoUcLprTSyhXXiXZjZ9KZKifi

miércoles, 28 de febrero de 2024

[Israel] El discurso de los derechos humanos ha fracasao en detener el genocidio en Gaza

Un anarquista de Jaffa sobre la necesidad de estrategias anticoloniales para la liberación
2024-02-13, publicación original en CrimthInc.

Tras cuatro meses de asalto a Gaza, el ejército israelí ha obligado a más de un millón de refugiados a refugiarse al borde de la frontera egipcia y ahora los bombardea mientras amenaza con organizar un asalto terrestre contra ellos. En el siguiente texto, Jonathan Pollak, participante desde hace mucho tiempo en Anarquistas contra el Muro y otros esfuerzos de solidaridad anticolonial, explica por qué no debemos esperar que las instituciones internacionales o los movimientos de protesta de la sociedad israelí pongan fin al genocidio de Gaza y hace un llamamiento a la gente corriente para que pase a la acción.

Una versión más corta de este texto fue rechazada por la plataforma liberal israelí Haaretz, un indicio de la disminución del espacio para la disidencia en Palestina y dentro de la sociedad israelí.


El discurso de los derechos humanos no ha logrado detener el genocidio en Gaza

Llevamos ya más de 120 días de un ataque israelí sin precedentes contra Gaza. Sus terribles repercusiones y nuestra incapacidad para ponerle fin deberían obligarnos a reevaluar nuestra perspectiva sobre el poder, nuestra forma de entenderlo y, lo que es más importante, lo que tenemos que hacer para combatirlo.

En medio de la sangre derramada, los interminables días de muerte y destrucción, la insoportable escasez, el hambre, la sed y la desesperación, las incesantes noches de fuego y azufre y fósforo blanco lloviendo indiscriminadamente del cielo, debemos enfrentarnos a la cruda realidad y remodelar nuestras estrategias.

Las víctimas mortales registradas oficialmente -además de las muchas personas palestinas que permanecen sepultadas bajo los escombros y que aún no figuran en el recuento oficial- suponen ya la aniquilación de casi el 1,5% de toda la vida humana en la Franja de Gaza. A medida que Israel intensifica sus ataques contra Rafah, parece que no hay final a la vista. Pronto se habrá extinguido la vida de uno de cada cincuenta habitantes de Gaza.

El ejército israelí está infligiendo un número sin precedentes de sufrimiento y muerte a los 2,3 millones de habitantes de Gaza, superando cualquier cosa jamás presenciada en Palestina -o en cualquier otro lugar- durante el siglo XXI. Sin embargo, estas asombrosas cifras no han penetrado en las gruesas capas de disociación y desconexión que caracterizan a la sociedad israelí y a los aliados occidentales de Israel. En todo caso, la reducción de esta tragedia a estadísticas parece dificultar más que mejorar nuestra comprensión. Presenta un todo que oscurece lo específico: las cifras ocultan la personalidad de los innumerables individuos que han sufrido muertes dolorosas y particulares.

Al mismo tiempo, la insondable magnitud de la masacre de Gaza hace imposible comprenderla a través de las historias de las víctimas individuales. Periodistas, barrenderos, poetas, amas de casa, trabajadores de la construcción, madres, médicos y niños, una multitud demasiado vasta para ser narrada. Nos quedan figuras anónimas sin rostro. Entre ellos hay más de 12.000 niños. Probablemente muchos más.

Por favor, hagan una pausa y digan esto en voz alta, palabra por palabra: más de doce mil niños y niñas. Asesinadas. ¿Hay alguna forma de que podamos asimilarlo y superar el ámbito de las estadísticas para comprender la horrible realidad?

Las frías y contundentes cifras también ocultan cientos de familias aniquiladas, muchas de ellas completamente borradas -a veces tres, incluso cuatro generaciones, borradas de la faz de la tierra.

Estas cifras eclipsan a las más de 67.000 personas que han resultado heridas, miles de las cuales quedarán paralizadas para el resto de sus vidas. El sistema médico de Gaza ha sido destruido casi por completo; se están llevando a cabo amputaciones vitales sin anestesia. El grado de destrucción de las infraestructuras en Gaza supera al de los bombardeos de Dresde al final de la Segunda Guerra Mundial. Casi dos millones de personas -aproximadamente el 85% de la población de la Franja de Gaza- se han visto desplazadas, con sus vidas destrozadas por los bombardeos israelíes mientras se refugian en el sur de la Franja, peligrosamente superpoblada, que el gobierno israelí declaró falsamente “segura”, pero que sigue bombardeando con cientos de bombas de 2000 libras. El hambre en Gaza, creado por la política estatal israelí incluso antes de la guerra, es tan grave que equivale a una hambruna. En su desesperación, la gente ha recurrido a comer forraje, pero ahora incluso eso se está acabando.

Hace aproximadamente un mes, un conocido mío que huyó a Rafah desde la ciudad de Gaza después de que bombardearan su casa allí me dijo que él y su familia ya se habían visto obligados a trasladarse de un refugio temporal a otro seis veces diferentes en sus intentos de escapar de las bombas. Desesperado, me dijo: “No hay comida, ni agua, ni un lugar donde dormir. Estamos constantemente sedientos, hambrientos y mojados. Ya he tenido que sacar a mis hijos de debajo de los escombros dos veces: una en Gaza y otra aquí en Rafah”.

Estos ríos de sangre deben romper los muros de nuestra apatía. Ojalá el tiempo se detuviera lo suficiente para que todos pudiéramos procesar nuestro dolor. Pero no lo hará. Sigue pasando mientras caen más bombas sobre Gaza.

Décadas de injusticia han allanado el camino para esto. Han pasado 75 años desde la Nakba, 75 años de colonialismo israelí, y sus defensores siguen negando los hechos. Incluso después de que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) afirmara que hay motivos para temer que se esté cometiendo un genocidio en Gaza, Estados Unidos y muchos de los demás aliados occidentales de Israel han guardado silencio.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, calificó la mera disposición del tribunal a debatir el caso de “una vergüenza que no se borrará en generaciones”. Efectivamente, la sentencia es una vergüenza. A pesar de que todo quedó a la vista, el tribunal no ordenó a Israel que cesara el fuego. Es una vergüenza para el propio tribunal y para la idea misma de que el derecho internacional debe proteger las vidas y los derechos de las personas que son aplastadas por la fuerza militar de las naciones.

Se dirá sin duda que el derecho, por naturaleza, es meticuloso y que considera el bosque no como un todo sino como árboles individuales. A eso debemos responder que la realidad, los hechos, el sentido común deben estar por encima de la ley, no por debajo de ella. Israel dedica considerables recursos a un legalismo del campo de batalla, destinado a dar cobertura a sus actos asesinos. Este enfoque consiste en trocear la realidad en finas lonchas de observaciones y acciones independientes aprobadas legalmente. En el bloque X había un objetivo militar, lo que justifica la muerte de más de dos docenas de civiles no implicados; el bloque Y era el hogar de un bombero empleado por Hamás, lo que legitima, según el principio de proporcionalidad, la decisión de aniquilar a tres familias vecinas. Pero esta práctica no puede convertir el agua genocida en vino legítimo. Se trata de una luz de gas legal que desmenuza la realidad para ocultar un patrón de asesinato masivo indiscriminado.

Si la matanza del 1,5% de la población en cuatro meses no es genocidio; si los actos de Israel no se consideran lo suficientemente graves como para que un tribunal ordene el cese inmediato de la matanza, ni siquiera a la luz de la incitación abierta al exterminio de los palestinos por parte de destacados políticos israelíes y miembros de la prensa, por no mencionar al presidente y al primer ministro de Israel; cuando se acepta la falta de castigo por tales incitaciones y tales actos en lugar de calificarlos de genocidio en los términos más sencillos, entonces las palabras que utilizamos para describir la realidad han perdido todo su significado y necesitamos urgentemente un nuevo lenguaje que vaya más allá de los confines de la jerga jurídica.

Dejar el cuchillo del carnicero en la mano del carnicero -dejar a Israel sin trabas ni obstáculos- significa permitir que continúe la matanza en Gaza. Este es el fracaso absoluto y continuo del derecho internacional y de las instituciones encargadas de mantenerlo.

Este fracaso traspasa la responsabilidad de forzar el fin de la catástrofe en curso, para que recaiga sobre los hombros de la sociedad civil. Esto debería obligarnos a superar los vacíos paradigmas liberales de los derechos humanos, que han sustituido a la liberación como discurso dominante en la política de izquierdas.

El camino a seguir

El discurso de los derechos humanos que ha secuestrado a la izquierda política en las últimas décadas nos ha alejado de un marco de liberación y acción eficaz. Ahora está claro que debemos desviarnos del pensamiento liberal para restablecer estrategias que desarmen y deconstruyan el poder. La complicidad moral con los crímenes de Israel que representa la negativa de la CIJ a ordenar un alto el fuego inmediato nos obliga a ello. Ofrece un argumento convincente de que todos debemos romper con el actual sistema fracasado.

Por otra parte, la realidad no esperará a que resolvamos las cosas. No podemos simplemente tomarnos nuestro tiempo y esperar a pasar a la acción hasta que hayamos desarrollado y popularizado nuevas narrativas y marcos conceptuales. Tenemos que utilizar todos los medios a nuestro alcance para actuar ahora mismo.

¿Nos ofrece la CIJ alguna herramienta que podamos utilizar? la CIJ está considerada la más alta instancia del derecho internacional. Aunque no dispone de mecanismos de aplicación independientes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sus sentencias y jurisprudencia se consideran la base de la jurisprudencia del derecho internacional, y a menudo se incorporan a las sentencias de los tribunales nacionales sobre estos asuntos. A pesar de haber ordenado muy pocas medidas contra Israel o el genocidio en curso que se está llevando a cabo, el tribunal sí determinó que hay motivos considerables para creer que se está produciendo un genocidio.

Dado que el tribunal no adoptó ninguna medida real contra Israel, debería ser evidente que la responsabilidad de actuar recae sobre nosotras y nuestros movimientos. Afortunadamente, la sentencia también podría darnos algunas herramientas para utilizar aquí y ahora mientras desarrollamos nuevos marcos de liberación. Un ejemplo de ello es una reciente demanda ante un tribunal federal de California que pretendía ordenar a la administración estadounidense que pusiera fin al apoyo militar a Israel. El caso fue desestimado alegando que la política exterior estadounidense está fuera de la jurisdicción del tribunal, pero éste determinó que es plausible que Israel esté cometiendo genocidio en Gaza basándose en la sentencia de la CIJ.

El argumento jurídico de que los gobiernos deben abstenerse de complicidad en el genocidio no carece de fundamento en la legislación estadounidense, así como en muchos otros países. Un tribunal holandés ha ordenado recientemente al gobierno de los Países Bajos que detenga la entrega de piezas para los aviones de combate F-35 que Israel está utilizando para bombardear la Franja de Gaza. Ahora podría ser plausible obligar a más gobiernos a imponer embargos de armas, sanciones u otras medidas a través de los tribunales nacionales.

Sin embargo, tales estrategias nos siguen reduciendo a confiar en supuestos expertos; no nos ayudarán a construir movimientos. El genocidio no se detendrá desde dentro de la sociedad israelí. La presión para hacerlo debe venir de fuera. Ha llegado el momento de la acción directa y de los esfuerzos de abajo arriba, como los boicots impulsados por las comunidades a los productos israelíes, a los vendedores que comercian con ellos, a las exportaciones culturales y propagandísticas israelíes y a cualquier otra cosa que alimente el movimiento mundial de boicot, desinversión y sanciones. El bloqueo del puerto de Tacoma o las acciones de los trabajadores portuarios de todo el mundo que se niegan a cargar barcos y mercancías israelíes y a transportar armas a Israel son ejemplos de cómo podríamos avanzar, construyendo hacia un movimiento de base proactivo.

Debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para detener el genocidio que se está produciendo ahora, pero es importante que abordemos el hecho de hacerlo como un paso hacia la promoción de la liberación palestina y el desmantelamiento del colonialismo de los colonos israelíes. La descripción del pueblo palestino como poco más que víctimas a merced de la represión israelí es a veces bien intencionada, pero borra su personalidad y su capacidad de acción. Mientras nos esforzamos por poner fin a la maquinaria bélica de Israel, debemos articular que esto forma parte de la lucha para acabar con el colonialismo israelí, y centrar a los y las palestinas como protagonistas de esa historia.

Las raíces del problema

Desde antes de la creación del Estado israelí, Israel ha sido una sociedad racista y colonialista, basada en la idea de que los israelíes son fundamentalmente superiores a los palestinos. Esta es la corriente principal del pensamiento político israelí, tanto en su ala derecha como en la llamada izquierda. Este es el pensamiento que motivó la desposesión masiva de familias palestinas que precedió a la formación del Estado, la limpieza étnica de la Nakba en 1948, y diversas formas de apartheid y gobierno militar desde entonces. De hecho, sólo ha habido un año en la historia de Israel -1966- en el que no impusiera un régimen de dictadura militar sobre al menos parte de su población palestina.

Desde mucho antes del actual asalto a Gaza, la realidad cotidiana de la existencia palestina bajo el dominio israelí ha sido un terror continuo y permanente en medio de la violencia y la incertidumbre. Ser palestino significa pasar por un puesto de control sin saber si te sacarán y te detendrán; significa la violencia de las turbas de colonos; significa que te metan en la cárcel bajo detención administrativa, sin saber para qué ni durante cuánto tiempo; significa una redada militar en mitad de la noche. Son todas estas cosas y otras peores, día tras día, a lo largo de toda una vida, a lo largo de generaciones. Una de las muchas cosas que ocurrieron el 7 de octubre fue que, durante un breve periodo de tiempo, también los israelíes, como sociedad, experimentaron ese tipo de terror existencial, esa inquietante incertidumbre y falta de seguridad.

Los sucesos del 7 de octubre han tenido tal impacto en la sociedad israelí que, incluso hoy, la mayoría de la ciudadanía israelí sigue centrándose en sí misma como principal víctima de la narración. Uno de los efectos de esto es la obsesión israelí por contextualizar el genocidio de Gaza en relación con la violencia del 7 de octubre. Una queja común sobre la decisión de la CIJ entre los israelíes es que el tribunal no mencionó el 7 de octubre en su decisión (de hecho, sí lo mencionó). Al mismo tiempo, esta exigencia de contexto pretende suprimir el contexto más amplio. Muchas personas, incluso de la llamada izquierda, expresan su indignación cuando la situación actual se pone en el contexto de la Nakba, la ocupación de 1967 o el asedio en curso. Según esta lógica al revés, proporcionar ese contexto se percibe como un genocidio contra los israelíes.

El racismo israelí era frecuente antes, pero desde el 7 de octubre, el discurso genocida no disimulado y los llamamientos abiertos al genocidio real se han convertido en la norma. Dentro de la sociedad israelí no existe ningún movimiento realmente significativo contra el genocidio. Los movimientos de protesta que existen tienen un tamaño y una influencia insignificantes, o se dedican principalmente a exigir un acuerdo de intercambio de rehenes, o se centran en cuestiones internas israelíes, reminiscencias del movimiento pro-judicial de antes del 7 de octubre.

Los minúsculos islotes aislados de resistencia al asalto a Gaza y a los aspectos más generales del dominio israelí son tan pequeños que deben entenderse como un error de redondeo, no como una fuerza real. La idea de que existe un movimiento contra el colonialismo y por la liberación palestina dentro de la sociedad israelí es una ilusión. Para desempeñar un papel a la hora de labrar un camino hacia un futuro de verdadera libertad, quienes proceden de esta sociedad de colonos tendrán que rechazar de raíz el colonialismo israelí. Debemos tener en cuenta que, por mucho que queramos ser parte de la solución, también seguiremos siendo inherentemente parte del problema.

Al abordar el futuro posterior al genocidio, debemos preguntarnos cómo sobrevivirán las ideas igualitarias en una realidad asolada por la guerra, la muerte y la destrucción. No está claro cómo podemos prever y crear un futuro que pueda trascender el trauma del pasado reciente, sobre todo teniendo en cuenta que, aunque la ruina y la violencia podrían disminuir una vez que haya cesado el asalto, la represión israelí continuará.

Todavía no hay nada claro sobre el futuro posterior al genocidio, incluidos los giros que tomará el movimiento palestino de liberación. Eso sólo lo puede decidir los y las palestinas. Lo que es obvio -y debería haber estado claro mucho antes- es que quienes se oponen al colonialismo no deben regodearse en los privilegios que éste otorga. Los detalles exactos del camino hacia la liberación son inciertos, pero es innegable que quienes quieran contribuir a allanarlo sólo pueden desempeñar un papel en ello dentro del movimiento palestino. La responsabilidad de encontrar formas de hacerlo, de transgredir los límites de la identidad nacional forzada que existen precisamente para impedirlo, recae en quienes desean apoyar al pueblo palestino y romper los confines del colonialismo.

lunes, 26 de enero de 2009

PALESTINA: OTRA VEZ LA GUERRA CAPITALISTA

Una vez más, los grandes gendarmes del planeta quieren imponer el orden a sangre y fuego en el Medio Oriente. Con la excusa de la lucha antiterrorista, desatan el terrorismo de Estado. El Estado asesino de israel sigue con su genocidio en la Franja de Gaza. Mientras tanto, la Autoridad nacional palestina se frota las manos para que sus socios sionistas les devuelvan el poder en Gaza. Todas las potencias occidentales, encabezadas por estados unidos, son cómplices de la masacre. Y al mismo tiempo, los radicales de Hizbullah y las autoridades del putrefacto Estado de Irán llaman a los proletarios en revuelta a no atacar a israel, a no usar armas (caseras o no, o sus propios cuerpos) contra una de las máquinas de guerra más letales del planeta.


Todos los Estados del mundo cierran su cerco contra los proletarios del Medio Oriente, incluyendo a todas las fracciones políticas burguesas, desde la socialdemocracia europea hasta Hamas. Y la prensa maldita produce opinión pública favorable a la barbarie en Palestina e Irak, condenando toda acción violenta de los explotados, haciendo la amalgama de todas las luchas en la zona con el islamismo (que es un enemigo de la revolución proletaria).


Pero así como hay represión, hay combate social. El llamado a coordinar los viernes jornadas de lucha internacional contra el Estado de israel y la guerra, cuya coordinación se ha materializado en las calles de Gaza, Cisjordania, El Líbano; y en varios puntos de europa, es un ejemplo de acciones a discutir y concretar. Pero el marginarse de tales iniciativas, con el pretexto de que son impulsadas por Hamas o el islamismo, es disociarse de nuestros hermanso de clase que están siendo bombardeados con fósforo.


¡MUERA EL ESTADO DE ISRAEL!
¡MUERAN TODOS LOS ESTADOS!!


# Enero 2009, Chile. Rojoscuro.

MASACRE PROLETARIA EN PALESTINA.

Bajo la mirada afligida de millones de espectadores, convencidos de su imposibilidad de hacer algo más que participar en alguna procesión ovejera, el Estado de Israel vuelve a bombardear la franja de Gaza bajo la cobertura del antiterrorismo. Las lágrimas de cocodrilo de las principales potencias capitalistas, no esconden su satisfacción por tener en Oriente Medio un tentáculo como el del Estado Israelí, auténtico brazo armado del capitalismo mundial para mantener el orden en la región. El proletariado en Gaza, Cisjordania o Líbano conoce en su pellejo esta realidad.

Políticos, periodistas, oenegeros, sindicalistas, tertulianos y todo tipo de payasos del espectáculo, nos dan toda un gama de explicaciones y soluciones que encierran el conflicto en oriente medio dentro de los márgenes burgueses. Se limitan a crear una demarcación entre quienes defienden a los palestinos y quienes defienden a los israelíes, alineando a todo quisqui detrás de las banderas hediondas de cada Estado nacional. Para ello construyen toda una fábula grotesca que encubre la verdadera realidad social. Mezclan los intereses del Estado palestino y del proletariado que vive en esa tierra, amalgaman la lucha desplegada por los proletarios con la organización Hamas, ponen en un mismo saco al joven que tira piedras y los grandes comerciantes o banqueros palestinos, al reservista israelí (¡incluso a los desertores y objetores!) y a su oficial. Eliminan de esta forma toda la confrontación de clases, toda división social entre explotados y explotadores, creando el mito del enfrentamiento entre países.

Sin romper y desenmascarar todo este arsenal ideológico que enturbia la realidad, estaremos atados de pies y manos imposibilitados para asumir la lucha contra la masacre en Oriente medio. Es imprescindible afirmar abiertamente que la guerra es una guerra contra nuestra clase. Quienes caen bajo las bombas, bajo las metralletas, bajo el terror capitalista, son los niños, hombres y mujeres que han sido condenados en esa región del mundo a ser carne de cañón, a ser población superflua potencialmente peligrosa y que debe ser exterminada de forma cotidiana. Todos los Estados del mundo participan de una u otra manera en esta matanza. Los Estados occidentales, con el de Israel a la cabeza, masacrando. Hamas, la autoridad nacional palestina y demás organismos del Estado palestino, así como Estado árabes propalestinos, impidiendo la estructuración en fuerza autónoma de esa masa de subversión, encuadrándola y dirigiéndola al matadero en actos suicidas, desarmándola, pacificándola, reprimiéndola y apresando a los irreductibles.

Los grupos y militantes revolucionarios de todo el mundo estamos obligados a subrayar la lucha del proletariado en Palestina, sus intentos de proyectarse en fuerza autónoma, y asumirlos y discutirlos como propios. Destacar la tentativa de autonomía que en numerosas ocasiones ha trazado la lucha, enfrentándose a todos los Estados. Insistir en que la esencia de la lucha del proletariado en Palestina es la misma que en Grecia, que en los suburbios franceses, que en China, que en Irak, que en Oaxaca, que en Haití: defender e imponer las necesidades humanas a las de la economía capitalista. Estamos obligados a denunciar a todos los aparatos del Estado palestino o israelí, a todos los que son parte del organismo mundial del capital que nos masacra, que nos arrastra por falsos caminos, a todos sus lacayos por el mundo, a todos sus voceros y propagandistas. Y ante todo estamos obligados a luchar aquí y ahora, contra “nuestro” propio Estado, contra “nuestro” propio país.


SER PATRIOTA ES SER ASESINO. ¡ABAJO TODAS LAS NACIONES!
CONTRA LA GUERRA EN GAZA O DONDE SEA,
CONTRA LA PAZ DE LOS CEMENTERIOS
LUCHEMOS POR LA ABOLICIÓN DEL ESTADO CAPITALISTA


# Enero 2009. Proletarios Internacionalistas.