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viernes, 1 de julio de 2022

¿Qué es eso del antifascismo revolucionario?

Agustín Guillamón
Barcelona, julio de 2022

 

Al hilo del tiempo

AYER

Amadeo Bordiga abordó el tema del fascismo en numerosos artículos, entre 1921 y 1926. El fascismo era el problema número uno que el PCd´I debía afrontar en su acción durante estos años.

Ante todo, para comprender las tesis de Bordiga sobre el fascismo, es preciso diferenciar su pensamiento de la ideología antifascista.

Para el antifascismo, el fascismo se caracteriza esencialmente por la supresión violenta de la legalidad y las libertades políticas democráticas. Para Bordiga, dentro de la más pura ortodoxia marxista, el uso abierto de la violencia no caracteriza nada. La violencia en sí carece de significación precisa. Lo importante es analizar y concretar qué clase utiliza la violencia contra qué otra clase. Para Bordiga, el abecé más elemental del marxismo enseña que, en toda sociedad dividida en clases, la clase dominante ejerce la violencia para someter a la clase dominada.

Bordiga consideraba que la ideología que caracteriza el fascismo como una regresión a formas precapitalistas es ajena a la teoría marxista.

Las formas políticas no varían con la moda, sino que vienen determinadas por el conjunto de relaciones sociales imperantes, y su evolución depende no del azar, el capricho o la voluntad, sino del desarrollo económico y social de esa sociedad, esto es, de los cambios que se operan en esa estructura de relaciones sociales en su contacto con los acontecimientos históricos.

En el pensamiento de Bordiga, la aceptación por el proletariado de la ideología antifascista suponía defender la democracia, renunciando a sus intereses de clase, o lo que es lo mismo, renunciando a afirmarse como clase revolucionaria.

Así pues, la antítesis democracia/fascismo, para Bordiga era falsa. Democracia y fascismo no se oponen, sino que se complementan: esta sería una tesis fundamental y distintiva, no sólo para Bordiga, sino para la Fracción de Izquierda comunista italiana en los años treinta.

Tanto fascismo como democracia son, en los artículos de Bordiga, métodos de dominación de la gran burguesía, orientados al mantenimiento de las relaciones sociales de producción capitalistas.

Bordiga, abandonando las definiciones e ideas fetichistas del capital, esto es, el capital como cosa, ya sea dinero, fábricas, etc., retomaba la definición marxista del capital, definido como una relación social de producción, y precisamente aquella que se establece entre una clase social, caracterizada por su libertad (libertad para vender su fuerza de trabajo), y aquella otra clase social caracterizada por ser compradora de fuerza de trabajo asalariada.

Partiendo de la definición marxista del capital, Bordiga afirmó que la clase dominante, es decir, la caracterizada por comprar fuerza de trabajo, se servía alternativamente (o al unísono) del método democrático y/o del método fascista de dominación, para mantener vigentes las relaciones sociales de producción capitalistas, es decir, la compra-venta de fuerza de trabajo en un mercado regido por la ley de la oferta y la demanda.

Que la clase capitalista dominante recurrirse al método democrático o al método fascista no dependía de una opción ideológica; no era un acto voluntario, sino que dependía del grado de maduración de los conflictos sociales.

El método más hábil, el que dio mejores resultados en la Italia de 1920-1925, fue el empleo conjunto de la violencia fascista, alentada y apoyada desde las instituciones democráticas, junto al arma sutil y paralizante del reformismo social y la defensa de las libertades democráticas y la legalidad burguesa, como objetivo propuesto al movimiento obrero.

El fascismo no era para Bordiga una regresión hacia formas políticas precapitalistas, ni tampoco una forma política incompatible con los postulados democráticos, sino una contrarrevolución preventiva para conjurar la amenaza revolucionaria del proletariado.

Bordiga y sus partidarios en la dirección del PCd´I extrajeron sus tesis de la experiencia histórica vivida día a día por el proletariado en Italia.

Obra de la democracia parlamentaria fue la represión durante el bienio rojo de los movimientos populares surgidos a causa de la crisis económica de postguerra: inflación, reconversión industrial y paro, que golpearon duramente las condiciones de vida de la clase obrera.

Las milicias fascistas no intervinieron decisivamente sino con posterioridad a la liquidación del movimiento de ocupación de fábricas de septiembre de 1920, al final del bienio rojo.

El arma más eficaz, utilizada por Giolitti en la desmovilización del movimiento revolucionario, fue la CGL y el PSI, es decir, el reformismo sindicalista y socialista.

El Estado democrático, en colaboración con la socialdemocracia, había creado las condiciones para la aparición de un tercer factor contrarrevolucionario: las escuadras fascistas.

Su misión no fue la de aplastar un movimiento revolucionario, ya vencido por la represión del Estado democrático y el colaboracionismo del socialismo reformista, sino impedir su rebrote.

Un rasgo esencial del fascismo, para Bordiga, era su raíz industrial, y por tanto negaba el carácter de reacción feudal del movimiento fascista.

Bordiga afirmaba que el fascismo había nacido en las grandes ciudades industriales del norte de Italia, como Milán, donde Mussolini fundó los fascios en 1919. De ahí la temprana financiación del fascismo por parte de los grandes industriales, así como la aparición del Fascio como un gran movimiento unitario de la clase dominante. Su implantación en las grandes y ricas regiones rurales de Emilia-Romaña, anterior incluso al dominio de las grandes ciudades industriales, se produjo precisamente en las zonas rurales caracterizadas por una agricultura avanzada, plenamente capitalista, como la imperante en el Valle del Po. La gran burguesía terrateniente de Emilia-Romaña dio su total apoyo al fascismo, que apenas si tuvo eco en el atrasado sur de Italia.

Todavía fueron precisos dos años de auténtica guerra civil (1921 y 1922), la preciosa colaboración del socialismo reformista y la traición del sindicalismo de la CGL, para que el fascismo pudiera dominar los grandes centros industriales del norte de Italia. Pero una vez conseguido esto, tras el fracaso de la huelga general de agosto de 1922, la Marcha sobre Roma se convirtió en puro trámite.

Trámite en el que Bordiga no dejó de subrayar la toma democrática del poder por los fascistas, con el voto favorable de todas las formaciones políticas liberales y democráticas existentes entonces en el Parlamento.

HOY

Pasados cien años de la publicación de los artículos de Bordiga sobre el origen y auge del fascismo en Italia, podemos afirmar, sin duda alguna, que el antifascismo ha sido la peor consecuencia histórica e ideológica del fascismo y es. hoy, el último baluarte teórico del capital.

La esencia del antifascismo radica en promover la lucha contra el fascismo, fortaleciendo la democracia. Esto es, no apoya la lucha contra el capitalismo, sino sólo contra su forma fascista. No lucha por destruir el capitalismo, no lucha por la revolución proletaria, su objetivo es la caída del fascismo para restablecer la democracia burguesa.

El antifascismo conduce a la lucha por una opción burguesa, excluyendo toda alternativa revolucionaria y anticapitalista. Y esa exclusión es precisamente la función contrarrevolucionaria del antifascismo.

No existe un antifascismo revolucionario, más allá de la vacua retórica de un confuso oxímoron. El antifascismo siempre es democrático e integrador, nunca es antisistema, y siempre es objetivamente contrarrevolucionario.

Otra cosa es la imagen deforme y falsa que los militantes antifascistas creen y difunden de sí mismos como gallos peleones con un terrible espolón, cuando solo son desplumadas aves de corral, listas para ser degolladas y arrojadas al caldero.

viernes, 19 de junio de 2020

Mórficos


Agustín Guillamón
Barcelona, 16 de junio de 2020


Desde mediados de marzo hasta primeros de abril de 2020 era habitual la entrada relámpago del Jefe Médico en la sala del hospital, señalando con su índice a los pacientes de mayor edad, gruñendo incansable: ¡mórfico, mórfico y mórfico!, y así hasta el hastío.

Tal orden significaba que la enfermera debía aplicar a cada uno de los así sentenciados un chute de morfina que, en pocas horas, liberara camas y material para otros pacientes, con mayores probabilidades de supervivencia.

Morían como ratas, solos y sin acompañamiento familiar, sedados hasta la muerte, sin previo aviso, porque el único criterio válido era el beneficio que se obtenía con su fallecimiento: liberar recursos escasos. Políticos o verdugos usaban así la palabra “beneficio”, en referencia a los pacientes entregados al horror y la indignidad porque tenían que recuperar, en horas, las camas perdidas en los últimos años con tantos recortes.

Enfermeras rotas y jefes divinos, con el poder de negar la vida y dar la muerte.

*

Las residencias de ancianos, no preparadas médicamente y sin recursos sanitarios adecuados, veían cómo, día a día, anciano a anciano, se rechazaba sus solicitudes de traslado urgente. Que los aislaran y les dejaran morir. Sin visitas de familiares, sin apenas tratamiento alguno, demasiado caro para nada. Como moscas. Eso sí, ¡en la mejor Sanidad del mundo!, como decía el tarambana covidiota de turno, con irresponsabilidades políticas ilimitadas. Las residencias de mayores fueron abandonadas a su suerte, pésimamente gestionadas por las autoridades responsables, desde Ayuso a Iglesias y Torras, que la incompetencia no diferencia colores ni ideas.

Cuidadores rotos, políticos ineficaces y crueldad innecesaria.

Ayuso lanzó una circular invitando a la selección de los pacientes que debían admitirse en los hospitales, señalando el beneficio que suponía no derivar a los de mayor edad. Y se burlaba de todos nosotros, vivos y muertos, con una sesión fotográfica en la que posaba como mater dolorosa. Indecente e intolerable: nos toman por rebaños. ¿Cómo sigue ahí la tal Ayuso, sin una dimisión inmediata, aunque solo fuera por dignidad propia?

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Hubo veinte manifestantes que fueron detenidos por su participación en las acciones que, el 15 de junio de 2011, querían rodear el Parlament, para evitar una sesión parlamentaria convocada para aprobar unos brutales recortes educativos y sanitarios.

Alguno lleva más de dos años en la cárcel. La razón: oponerse al debilitamiento del sistema sanitario, que iba a provocar esa situación de escasez de camas y recursos que en 2020 ha provocado el espanto de esas condenas a muerte, sin más criterio que el de la edad. Han muerto casi 20.000 ancianos, siete de cada diez víctimas de la pandemia en España.

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En la primera quincena de junio Artur Mas, responsable de esos históricos recortes sanitarios en Cataluña, ha ido a felicitar el 90 aniversario del confeso delincuente y estafador Jordi Pujol que, mediante una mafia familiar impune, protegida por el aparato estatal y del partido, se dedicó a saquear el país catalán durante 23 años. Con el dinero robado por esa mafia no hubieran sido necesario tales recortes sanitarios del 2012, que en 2020 nos habían dejado un debilitadísimo sistema sanitario. Confunden la patria con su patrimonio.

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Hay un hilo directo entre la impunidad del clan mafioso de los Pujol, o los Millet, y la debilidad de la Sanidad catalana y la falta de camas y recursos. Hay un hilo directo que relaciona al ciudadano, preso en la manifestación que intentó rodear el Parlament, para evitar UNOS RECORTES EDUCATIVOS Y SANITARIOS SOCIALMENTE SUICIDAS, con la impunidad de un Artur Mas al que no se piden responsabilidades por su política de recortes. ¿Cuántos quirófanos y cuántas camas de hospital podrían haber sido creadas con los tres mil millones saqueados por el clan de los Pujol? ¿Cuántos mórficos se hubieran salvado sin los recortes de Artur Mas?

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La crueldad vivida en estos últimos meses es más propia de Auschwitz que de una Barcelona por fin descontaminada y libre, sin coches y sin turistas. ¡Tanto inepto metido a irresponsable político nos costará muy caro! ¡Tanto salvapatrias ladrón ya nos ha salido muy caro!

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Pero ahora sabemos que, si hay una segunda oleada, será peor, y que todos podemos ser declarados mórficos, mientras dejemos impunes a los Ayuso, a los Pujol, a los Mas, a los Iglesias y al Doctor Mengele.

Algún día alguien impartirá justicia, o no, y sabrá diferenciar entre profesionales, entregados a salvar a sus semejantes con riesgo de su propia vida, sin apenas medios, con sueldos miserables y contratos precarios y esos sádicos jefazos que despachaban etiquetas de mórficos a diestro y siniestro, sin denunciar nunca las carencias del sistema sanitario, ni plantarse ante políticos criminales y ociosos para cantarles las cuarenta… quizás porque les debían cargos y obediencia y sumisión, o subvenciones a la medicina privada.

La barbarie avanza impunemente entre corruptos, terroristas e incompetentes.

A finales de febrero de 2020 se suspendió el Mobile por decisión de las empresas participantes, en contra del criterio de la alcaldesa de Barcelona (señora Colau) y del presidente de la Generalidad (señor Torra, el vicario nombrado a dedo por el vicario nombrado a dedo por el señor Mas), que sólo veían las pérdidas económicas que ello suponía, sin prever en ningún momento las consecuencias del contagio para la salud de los barceloneses.

Y esos mismos inútiles, incapaces de prever lo previsible, que ya estaba en Italia, son quienes han de gestionar la desescalada y la recuperación económica. Y solo se les ocurre un plan Renove para promover la venta de coches, o promocionar un turismo de masas que ya es imposible e indeseable. El dinero europeo se repartirá en la tómbola de las multinacionales y nadie se acordará de reforzar sanidad y educación.

¡Que nos pillen confesados! Eso que tendremos de ventaja, antes de que alguno de esos covidiotas, disfrazados de autoridad pública y provisto de una coartada de asesoramiento científico nos declaren mórficos y prescindibles. Al menos, ya confesados, nos ganaremos el cielo; que el infierno ya lo hemos sufrido en las ucis y en las residencias de mayores.