domingo, 22 de junio de 2025

Las feministas iraníes se pronuncian

20 de junio de 2025
Tomado de Anarchist Communist Group
Publicamos a continuación varias declaraciones de feministas iraníes.
El primero es del Grupo de Liberación Feminista de Irán.

7 recordatorios clave para nuestros aliados internacionales sobre el conflicto en Irán

1. Prioriza la desescalada
Evita cuentas o narrativas que comiencen con lemas como "Irán tiene derecho a la legítima defensa" (a menudo propaganda estatal) o "Israel liberará a Irán y no atacará a los civiles" (a menudo propaganda sionista). Tales declaraciones a menudo ocultan o justifican la violencia estatal. En cambio, siempre deberíamos centrarnos en los civiles, no en los estados.

2. Vuelve a verificar tus fuentes
Hay una cantidad abrumadora de desinformación en línea. Antes de compartir algo, verifícalo con medios de comunicación acreditados o periodistas de confianza. Las publicaciones virales no siempre son precisas, incluso si son emocionalmente convincentes. Algunas cuentas a seguir: @middleeastmatters y @centerforhumanrights

3. No olvides a los presos políticos.

A medida que se desarrollan los ciclos informativos, muchas personas quedan olvidadas. En Irán, innumerables presos políticos, incluidos los condenados a muerte, corren grave peligro a diario. Durante la guerra entre Irán e Irak, miles de personas fueron ejecutadas en 1988 con el pretexto del conflicto. No permitamos que la historia se repita.

4. Evitemos idealizar cualquier forma de poder estatal.
La oposición a un régimen opresor no implica apoyo a otro. Todos los gobiernos deben rendir cuentas, ya sea Israel, Estados Unidos, Irán o cualquier otro Estado. El auténtico antiimperialismo exige un cuestionamiento constante de todas las formas de opresión.

5. Enfóquese en las voces de los directamente afectados.
Empodere a quienes están en primera línea, no a los influencers que se apropian de la narrativa. Encuentre y apoye a activistas de base, periodistas independientes y personas que hablan desde su propia experiencia.

6. Las mujeres y los hombres iraníes están atrapados entre dos formas de violencia.
Muchas personas en Irán se oponen al régimen islámico y, al mismo tiempo, temen la intervención militar extranjera. No quieren ser utilizadas como peones en juegos geopolíticos. La verdadera solidaridad significa apoyar sus demandas de libertad, sin intervención militar.

7. No ignoremos las demás luchas en curso, especialmente la lucha contra el genocidio en Palestina.

En solidaridad con las mujeres y los hombres iraníes, sigan alzando la voz contra las atrocidades en Palestina, Sudán, Ucrania y las injusticias globales. Estas luchas no compiten entre sí, sino que están entrelazadas a través de sistemas comunes de opresión, militarismo y violencia estatal. La solidaridad debe ser interseccional.

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La segunda y la tercera declaraciones provienen de mujeres en la terrible prisión de Evin . Ambas exigen el fin de la guerra, condenan el ataque del Estado de Israel contra Irán y, al mismo tiempo, rechazan el régimen teocrático y autoritario de Irán, responsable de miles de muertes de disidentes. Ambas enfatizan la necesidad de una lucha popular para derrocar al régimen, a la vez que rechazan la intervención extranjera. Si bien podemos criticar el uso de ciertos términos como «democracia», apoyamos el antimilitarismo y el internacionalismo de estas valientes mujeres.

En una de estas declaraciones, cuatro presos políticos —Reyhanna Ansari, Sakineh Parvaneh, Verisheh Moradi y Golrokh Irai— afirmaron que la verdadera libertad de Irán solo se logrará mediante la resistencia generalizada y el poder de los movimientos sociales. Rechazaron firmemente cualquier esperanza de depender de gobiernos extranjeros para traer la libertad o la democracia al pueblo iraní y condenaron enérgicamente los recientes ataques israelíes en suelo iraní, que resultaron en la muerte de civiles y la destrucción de infraestructura. Escribieron: «Nuestra liberación, la liberación del pueblo de Irán de la dictadura que gobierna el país, solo es posible mediante la lucha de las masas y recurriendo a las fuerzas sociales, no aferrándose a potencias extranjeras ni depositando esperanzas en ellas... Las potencias que siempre han traído destrucción a los países de la región mediante la explotación y la colonización, incitando guerras y asesinatos en busca de mayores beneficios, no tendrán otra salida para nosotros que una nueva destrucción y explotación».

*

En un mensaje aparte, las presas políticas Anisha Asadollahi, Nahid Khodabakhashi y Nasrin Javadi escribieron una carta directamente al pueblo de Irán. Comenzaron su carta con un saludo al pueblo oprimido y justo y declararon: «Las guerras nunca beneficiarán al pueblo». Es el pueblo, que no tuvo ningún papel en el inicio de estas guerras, quien siempre paga el precio.

Estas presas políticas se autodenominan "rehenes del gobierno", mantenidas indefensas tras puertas de hierro. Sin embargo, incluso desde dentro de la prisión han expresado su profunda preocupación por la gente que está afuera, llamando a la resistencia colectiva contra la guerra.

Dos panfletos desde Irán

Trabajadores Anticapitalistas (Irán)
15 y 17 de junio de 2025
Tomado de League of Internationalist Communists. Traducido por Barbaria.

Solo un levantamiento obrero anticapitalista puede aplastar a estos dos pulpos capitalistas asesinos y belicistas

1.    Los trabajadores estamos empleados en todos los sectores: en fábricas, escuelas, hospitales, servicios municipales, agricultura, industria, transporte por tierra, mar y aire, energía y servicios públicos, construcción, bosques y más. Ya estemos desempleados, jubilados o cargados de trabajo doméstico no remunerado, todos pertenecemos a la misma clase trabajadora, unidos por nuestra existencia social y nuestra explotación. Soportamos todo el peso de la dominación capitalista: la esclavitud asalariada, represión, privaciones, genocidio, encarcelamiento, tortura, violencia de género, opresión étnica, destrucción medioambiental y todas las calamidades que este sistema engendra.

2.    Hasta hace poco, sólo la clase capitalista y el régimen islámico de Irán nos imponían directamente esta violencia. Ahora, con la guerra en marcha, nos enfrentamos a dos monstruos capitalistas: la burguesía iraní y su régimen por un lado, y los gobiernos de Israel, Estados Unidos y la Unión Europea por otro. A pesar de su conflicto, ambos bandos imponen la misma brutalidad genocida. Desde arriba y desde abajo, en todos los aspectos de la vida, estamos siendo aplastados por la violenta maquinaria del capital, ya sea iraní, israelí, estadounidense o europea.

3.    Esta guerra no se libra entre «Estados», se libra contra nosotros. Decenas de millones de trabajadores soportan la carga: desplazamientos, falta de vivienda, hambre, hambruna, falta de agua, medicinas, tratamientos, muerte masiva. Nuestros hogares son bombardeados, nuestros seres queridos yacen insepultos y el futuro de nuestros hijos es incierto. En Teherán, Kermanshah, Isfahan y otros lugares, el coste de la guerra es inmenso. Estas condiciones gritan que debemos actuar, colectivamente, a nivel nacional y con una organización consejista y con conciencia de clase. Esto no es un eslogan. Es una cuestión de supervivencia. Debemos unirnos allí donde vivimos y trabajamos —fábricas, escuelas, hospitales, puertos, barrios— para formar consejos. No deben ser aislados ni locales; deben crecer hasta convertirse en un movimiento nacional, capaz de movilizar todos los recursos para satisfacer las necesidades urgentes: alimentos, seguridad, atención sanitaria, vivienda, educación. Estos consejos deben unirse, evolucionar hasta convertirse en una fuerza anticapitalista unificada, y arrebatar el control de la producción, la riqueza y la infraestructura de las manos de la clase capitalista y su Estado. Proclamemos al mundo: vemos a todas las clases dominantes —israelí, islámica, estadounidense, europea— como enemigas genocidas de la clase trabajadora. Hacemos un llamamiento a los trabajadores de todo el mundo a la solidaridad y al apoyo.

 

La guerra entre las bestias capitalistas es una guerra contra todos nosotros

1.    Dos regímenes genocidas están ahora en guerra: el gobierno israelí y la República Islámica. Como todos los Estados capitalistas, ambos son asesinos de trabajadores, criminales y belicistas.

2.    Israel nació de la coalición imperialista que surgió de la Segunda Guerra Mundial: un puesto estratégico para las potencias capitalistas. Durante casi 80 años, ha llevado a cabo un genocidio continuo contra los trabajadores palestinos y de Oriente Medio. Sus acciones cuentan con el pleno consenso del capital mundial. La República Islámica, por el contrario, surgió de la derrota del movimiento obrero revolucionario de Irán a finales de la década de 1970. Fue la solución de emergencia del capital para aplastar los levantamientos obreros y preservar la explotación. Aunque sus orígenes son diferentes, ambos regímenes sirven a los intereses del capital mediante la guerra, la represión y la expansión. Su confrontación actual es un choque por la influencia, no por la justicia: una lucha entre facciones capitalistas rivales.

3.    Israel, con el apoyo incondicional del capital estadounidense y europeo, ya ha dañado gravemente la infraestructura militar de Irán. Sin embargo, esto no significa que el régimen islámico se derrumbe. Luchará para preservarse, utilizando todos los recursos disponibles. Sus recientes derrotas, aunque significativas, no bastan para asegurar su rendición. El régimen resistirá hasta que su propia supervivencia se vea amenazada.

4.    La guerra no es por las armas nucleares. La cuestión nuclear es un pretexto. Durante 45 años, el conflicto central ha sido el desafío de Irán al orden capitalista mundial liderado por Estados Unidos, su exigencia de una mayor cuota de poder y su negativa a someterse. Esta guerra pretende zanjar esa disputa de forma decisiva, aunque no permanente. Aunque la República Islámica se vea obligada a transigir, sus rivales no tienen un sustituto viable para ella. Los exiliados monárquicos, los que quieren revivir la monarquía de los Pahlavi y los restos que defienden a [Maryam] Rajavi no tienen una base real. El régimen no caerá: capitulará y negociará para minimizar sus pérdidas.

5.    Aunque esta guerra termine, la siguiente fase de explotación y represión continuará. Mientras exista el capitalismo, también existirán la guerra, la crisis, el genocidio y la competencia por la plusvalía, el capital y el poder. Creer que Netanyahu, Estados Unidos o el régimen islámico «liberarán» a los 60 millones de trabajadores de Irán es una ilusión peligrosa. A cualquier trabajador arrastrado a esta creencia se le ha robado la conciencia. Esta ilusión debe ser destrozada por una crítica de clase contundente y basada en principios.

6.    Nadie puede predecir las consecuencias económicas de la guerra. Pero el resultado probable será la pobreza masiva, el hambre, el colapso de la producción, la represión y la muerte, solo para llevar a Irán a la mesa de negociaciones. Las clases dominantes estadounidense e israelí no dudarán en convertir a Irán en otra Libia si ello sirve a sus objetivos. Pero Irán no es la Libia de Gadafi ni el Iraq de Sadam. El régimen islámico luchará para evitar el colapso total.

7.    Es probable que esta guerra se intensifique. Las condiciones —hambruna, falta de medicinas, falta de vivienda, desempleo masivo— empeorarán. Todos los bandos cargarán el coste de la guerra sobre la clase trabajadora. Debemos invertir esta tendencia. Debemos redirigir la crisis hacia el propio capital. Esto no es imposible. Nuestra clase tiene la capacidad de hacerlo. El capitalismo estampa la palabra «imposible» en cada sueño de liberación, pero eso es parte de su poder ideológico, su deshumanización del trabajo y la mistificación de las mercancías. Debemos romper estas ilusiones. Hacer recaer el coste de la guerra sobre el capital. Intensificar la lucha de clases anticapitalista, con claridad, estrategia y determinación.

8.    Esta no es nuestra guerra. Es la suya. Estamos en guerra con ambos regímenes, con ambos bloques, con todo el sistema capitalista mundial. Cualquier alineamiento con un bando es una traición. La actividad contra la guerra solo tiene sentido si promueve un programa revolucionario y anticapitalista. Las manifestaciones contra la guerra deben estar vinculadas a la lucha de clases: no como una protesta vacía, sino como un desafío a los dos polos del poder imperialista. De lo contrario, se convierte en un llamamiento al régimen islámico para que se rinda ante sus rivales más poderosos y genocidas. Debemos rechazar esta narrativa. Nuestra lucha es contra todos los Estados y todos los capitales.

9.    Un punto crucial: la lucha contra la guerra debe ser anticapitalista. Sin esto, nos vemos reducidos a ser soldados de infantería de uno de los dos bandos de asesinos. Por ejemplo, oponerse a la política de guerra de la República Islámica es necesario, pero solo si se combina con la oposición al Estado genocida israelí y al imperialismo occidental. Lo mismo ocurre con las armas nucleares. Debemos rechazar toda financiación de la guerra por parte de nuestro trabajo, pero no de forma que sirva a facciones capitalistas rivales. Nuestra crítica debe caer por igual sobre todos los belicistas, todos los estados, todas las alas de la burguesía global.

10.   Dondequiera que estemos —fábricas, escuelas, hospitales, puertos, barrios— debemos unirnos. Construyamos consejos obreros. Unámoslos, no como sueños, sino como herramientas materiales de resistencia. ¿Por qué llamar a esto utópico? ¿Es porque el régimen utiliza la represión brutal para impedirlo? ¿No hacen lo mismo con todas las huelgas? ¿No han intentado aplastar todas las protestas, especialmente las de las mujeres, los jóvenes y los desempleados? Aun así, hemos luchado. ¿Por qué dudar ahora? Esta vacilación no es nuestra, nos la ha implantado la ideología capitalista. Debemos rebelarnos contra ella.

11.  Hacer de los consejos nuestra arma. En tiempos normales, las huelgas y los paros son poderosos. Pero en tiempos de guerra, las huelgas pueden ser cooptadas por un bando. Debemos ir más allá: tomar los medios de producción. No solo parar el trabajo, sino tomar el control. Esto aterroriza tanto al régimen islámico como al capital occidental más que cualquier otra cosa. Sí, seremos reprimidos. Pero debemos empezar. Hacer contactos. Coordinar. Construir. Unir nuestros consejos en un movimiento capaz de tomar el control del trabajo, la vida y la producción.

12.    ¿Qué pasa con nuestras necesidades inmediatas: medicina, vivienda, energía, alimentos? No pueden asegurarse en el marco del comercio capitalista. Nuestra consigna debe ser: Ocupar. Preparar. Expandir. Cuanto más preparados estemos para tomar y organizar la vida colectivamente, más poder tendremos para imponer demandas y asegurar la supervivencia.

13.    Debemos actuar como clase. Hemos pasado generaciones evitando este camino, engañados por falsas esperanzas: sindicalismo, democracia, ONGs, revoluciones de colores, antiimperialismo, federalismo. Nos han llevado al agotamiento, a la traición, a la ruina. Un día debemos empezar. Ese día ya debería haber llegado hace mucho. hagamos que sea ahora.

domingo, 15 de junio de 2025

Teherán bajo las bombas: testimonio de un compañero anarquista

Traducido de: https://www.leperepeinard.com/breves/rapport-des-compagnon-es-iranien-nes-jour-3-de-la-guerre-iran-israel
14/06/2025

[Desde Teherán, un militante anarquista da testimonio de los ataques israelíes, del caos cotidiano y del papel que intentan desempeñar los anarquistas entre la guerra, la represión y la supervivencia. Un relato conmovedor que he traducido con lágrimas en los ojos. ¡Todos mis pensamientos están con aquellos que, en ambos bandos, luchan por la paz y la libertad! ¡A los desertores, únicos héroes de las guerras!]

Una noche de fuego y confusión

Anoche, mientras dormíamos, Israel atacó Irán. Los ataques se dirigieron contra Teherán, pero también contra otras ciudades. Oí estruendos, vi relámpagos... Pensé que era una tormenta. Nada hacía presagiar una guerra, sobre todo con las conversaciones entre Irán y Estados Unidos.

No fue hasta la mañana siguiente, a través de nuestro sindicato anarquista (el Frente Anarquista), cuando nos enteramos de lo que realmente había pasado: múltiples ataques, muertes de civiles. Salí a investigar. La ciudad estaba acordonada. El ejército y la policía prohibían el acceso a las zonas afectadas. Todavía había bombas sin explotar en los edificios. En el hospital me impidieron entrar y la policía borró todas las fotos de mi teléfono. Según un periodista que se encontraba allí, al menos siete niños habían muerto.

Algunos lloraban. Otros, como era de esperar, se alegraban de la muerte de figuras del régimen.

El día siguiente: un infierno sin alarma

En las horas siguientes, vi escenas apocalípticas. El cielo estaba surcado por misiles. El fuego caía sobre las carreteras. La gente huía de Teherán: familias enteras, jóvenes trabajadores, ancianos. Esperaban ayuda en las aceras. Heridos, quemados, dos muertos ante mis ojos. Sin alarma. Sin refugio. Nada.

Las pantallas gigantes difundían la versión oficial: la República Islámica ha atacado Tel Aviv, Israel promete responder. Yo tengo compañeros allí. Anarquistas, pacifistas, insumisos. No queremos esta guerra.

Una población en supervivencia

El aire está contaminado: las instalaciones nucleares han sido alcanzadas. La gente fabrica conservas, almacena, huye de las grandes ciudades... y luego regresa, por falta de alternativas. Las carreteras están saturadas. Los medios de comunicación estatales cantan himnos y difunden mentiras. La única fuente fiable: Telegram y los canales por satélite.

Las manifestaciones siguen siendo escasas. Demasiada policía, demasiado miedo. Ayer, frente a los hospitales, las familias buscaban a sus seres queridos desaparecidos. Gritaban. Lloraban. Resistían.

Sin refugio, sin evacuación

Las instituciones permanecen abiertas como si nada hubiera pasado. No hay instrucciones de seguridad, ni sirenas, ni centros de acogida. Es probable que se produzcan fugas químicas, pero no existe ningún protocolo.

Así que la gente huye por su cuenta: los comercios cierran, los estudiantes se niegan a hacer los exámenes, los funcionarios se quedan en casa. Solo los servicios de emergencia siguen funcionando.

A veces tengo la sensación de que sigo vivo solo porque Israel (todavía) no ataca las zonas residenciales. Pero los incendios, la lluvia radiactiva y los disparos perdidos matan a pesar de todo.

Y no hay ayuda. Nada. Ni ayuda humanitaria, ni organizaciones externas, ni medicamentos... y las sanciones ya llevan años matando.

Cuatro Iránes, una sola tierra bajo las bombas

Hay que entender que el pueblo iraní está fragmentado:

  1. Una mayoría silenciosa, que odia al régimen pero rechaza la guerra. Sobreviven, huyen, lloran a los muertos y maldicen a los dirigentes.
  2. Los islamistas, fieles al poder, que hablan de martirio y quieren responder.
  3. Los monárquicos y liberales, a menudo proisraelíes, que aplauden los ataques contra los Guardianes de la Revolución.
  4. Los anarquistas y militantes de izquierda, como nosotros: contra la República Islámica, pero también contra Israel, contra todos los Estados. Por la supervivencia, la ayuda mutua, la autonomía.

¿Qué lugar ocupan los anarquistas en esta guerra?

No estamos armados. No participamos en los combates. Nuestra tarea es otra: informar, socorrer, crear vínculos, contrarrestar la propaganda. Ayudamos como podemos: primeros auxilios, transmisión de información, sensibilización sobre los riesgos químicos. Nos ocupamos de los nuestros y de aquellos que no tienen a nadie.

Rechazamos los discursos simplistas. Ni «todos los israelíes deben morir», ni «los sionistas son nuestros salvadores». Estamos entre dos fuegos: el fundamentalismo religioso por un lado, el militarismo sionista por el otro.

Nuestro papel es ser puentes. Transmisores de ideas. Abrir brechas en el fatalismo. Mantener la firmeza, incluso sin armas, incluso con miedo.

El duelo del movimiento contra la guerra

Debo admitirlo: estoy triste. Profundamente triste. Hace diez años, conversaba con pacifistas israelíes. Rehusaban servir. Kurdos, árabes, armenios, anarquistas. Soñábamos juntos con un Oriente Medio libre, sin ejército, sin Estado.

Pero perdimos. No fuimos lo suficientemente fuertes para impedir la guerra. No tuvimos suficiente apoyo. Hoy en día, la gente tiene miedo de hablar de paz. Creen que sería una traición. Que pedir el fin de los ataques es entregarse al enemigo.

Y, sin embargo, todo el mundo quiere la paz. Pero nadie se atreve a pedirla.

Una voz en medio del tumulto

No sé cuánto tiempo aguantaremos. Anoche, los aviones rugían como una autopista en el cielo. Pero sé una cosa: mientras haya gente que cuide, resista y se organice sin esperar al Estado, habrá semillas de anarquía, incluso entre los escombros.

Conclusión: no normalicemos lo insoportable

Antes que nada, quiero agradecer sinceramente a todos los compañeros que se han tomado el tiempo de escucharnos. En un mundo en el que las fuerzas políticas, económicas y policiales nos aplastan constantemente, es raro que aún se nos deje espacio para hablar. Incluso sin bombas, la violencia nos rodea: toma la forma de alquileres inasequibles, papeleo interminable, discriminación, cansancio, aislamiento. Una violencia sorda, presentada como «normal», a la que no deberíamos acostumbrarnos.

Pero cuando estalla la guerra, esta violencia se desata de repente a plena luz. Lo que se toleraba se vuelve insoportable. Y entonces, paradójicamente, podemos hablar. He podido escribirles porque todo se ha derrumbado. Porque, en el caos, las verdades más simples vuelven a ser audibles.

Lo que quiero decirles es esto: no dejen que estas palabras caigan en el silencio. No dejen que nuestro dolor, aquí en Irán, como en otros lugares, quede relegado a los márgenes, como si fuera solo «local», «específico», «cultural» o «excepcional».

Porque, en realidad, compartimos la misma guerra: la que libran los Estados contra nuestras vidas. Así que les suplico, compañeros: no aceptenla violencia cotidiana como algo natural. Rechacen la idea de que hay que esperar a que lleguen los misiles para reaccionar. No esperen a que nuestro sufrimiento se convierta en algo espectacular para que merezca su atención.

Hablemos ahora mismo. Organicémonos. Creemos espacios reales de acción y ayuda mutua. Para que la guerra aquí no se convierta en ruido de fondo. Para que no seanreducidos a simples «salvadores» frente a nuestro sufrimiento, sino cómplices en la lucha.

Llamamiento a la solidaridad internacional

Hoy en día, la situación es inestable, crítica, quizás al borde de una catástrofe humanitaria. Si Irán está aislado del mundo, ya sea por las bombas o por la censura de la República Islámica, difundan nuestro mensaje. Cuenten lo que está pasando. Den voz a quienes no la tienen.

No contamos con ninguna protección internacional. Las ONG están prácticamente ausentes. Las sanciones agravan nuestro sufrimiento.

Si tienen contactos, influencias, intermediarios en colectivos, sindicatos, asociaciones o redes de asistencia sanitaria: movilícenlos. Pidan ayuda médica urgente, una mayor vigilancia de las violaciones, una mediación internacional que escape a la lógica estatal.

Pero, sobre todo, rechacen los relatos simplistas. No somos peones de Israel ni peones del régimen islámico. No creemos ni en las bombas «liberadoras» ni en los mulás «resistentes». Estamos atrapados entre dos máquinas de muerte, y seguimos intentando, una y otra vez, construir otra cosa.

Aún no hay un éxodo masivo. Pero si la guerra se extiende, las consecuencias serán terribles. Así que, camaradas, levantémonos juntos. No para apoyar a un bando contra otro, sino para hacer oír otra voz: la de la vida, la libertad, la solidaridad, contra todos los Estados, todas las fronteras, todas las guerras.

lunes, 7 de abril de 2025

Revista Revolución nro. 3

Proletarios Internacionalistas, marzo de 2025

«El desarrollo de la guerra imperialista sigue desarrollándose y generalizándose avistando nuevas escaladas a nivel mundial. A la persistencia de las decenas de guerras, con Ucrania como centro de atención internacional, se ha sumado durante el último año una nueva masacre en Palestina, la más brutal desde que el Estado de Israel asume la función de gendarme en esa zona del planeta. A su vez, los discursos altisonantes de dirigentes burgueses y las tensiones diplomáticas que se acumulan entre gobiernos no son una mera sobreactuación para nutrir el espectáculo de la esfera política, sino que manifiestan un clima de beligerancia real, determinado por las necesidades actuales de acumulación capitalista que exigen de forma cada vez más acuciante, una destrucción masiva de fuerzas productivas para seguir reproduciendo las relaciones sociales existentes. (...) Nuestro  objetivo con estos materiales es contribuir a las tareas  derrotistas. Profundizar, fortalecer y estructurar esa práctica, esa perspectiva que nuestra clase trata de imponer contra todas las fracciones burguesas, luchando allí donde está contra “su propia” burguesía, transformando la guerra imperialista en guerra revolucionaria del proletariado mundial contra la burguesía mundial.»

• Presentación
• Precisiones sobre el derrotismo revolucionario
• Oriente Medio. La lógica de los Estados y el proletariado
    La lucha proletaria en Palestina y el ataque de Hamás del 7 de octubre
    Repliegue del proletariado y alineamiento imperialista
    Algunas respuestas relevantes del proletariado
    Esbozo de perspectivas
• Palestina. Una historia de miseria, masacres y sublevaciones
    Nacimiento del Estado de Israel
     La primera intifada
     Acuerdos de Oslo
    La segunda intifada
• El colonialismo y sus criticos

Revista en PDF: https://proleint.org/wp-content/uploads/Revolucion-3.pdf

EL COLONIALISMO Y SUS CRÍTICOS

Extraído de revista Revolución nro. 3 (marzo 2025)
Proletarios Internacionalistas https://proleint.org

Históricamente, la colonización está indisolublemente ligada al desarrollo del mercado mundial, que a su vez está indisolublemente ligado al pillaje y a la guerra. Esta colonización ha sido obra de empresas que combinan intereses imperialistas privados y nacionales, los cuales han encontrado en aquella el medio para aumentar su poder, al tiempo que materializaban inexorablemente la globalización del mercado y la competencia capitalista.

La visión sesgada en términos de «pueblos» niega sistemáticamente el antagonismo de clase que opera en las sociedades colonizadoras y, en su caso, en las sociedades colonizadas. Cuando estas últimas ya eran sociedades de clases (como el Imperio Inca, enfrentado a los colonos españoles), el colonizador siempre utilizó la estructura opresora existente para someter a las clases explotadas, a menudo mediante alianzas oportunistas, enfrentando a unos contra otros antes de subyugar a las clases dominantes nativas o deshacerse de ellas. Por otra parte, cuando los colonizadores se enfrentaban a comunidades indígenas que no estaban organizadas en clases, y cuando no se trataba sólo de establecer un puesto comercial sino de conquistar tierras, los métodos, con la colaboración , si era necesario, de esclavistas locales preexistentes, eran invariablemente: expoliación de tierras, éxodo forzoso, esclavización y/o masacre. (1)

Más allá de estos hechos, lo que ha colonizado fundamentalmente el mundo, en oposición a la producción material destinada a la subsistencia, es el intercambio de mercancías, y lo ha hecho de forma violenta, a través de la guerra, pero también a través del trastorno de las relaciones sociales inducido por el intercambio, por el dinero que le sigue (que tiende a disolver y sustituir todas las comunidades preexistentes) y, por último, por el trabajo asalariado, que lleva la desposesión y la alienación a un nivel nunca antes alcanzado.

Más aún, todo Estado-nación se ha construido mediante una colonización brutal dentro de sus propias fronteras contra todo lo que tiende a escapar a sus garras y a los imperativos económicos, ideológicos y disciplinarios que encarna en defensa de las necesidades del capital. Por su parte, los métodos y la ideología coloniales (racistas, sexistas, deshumanizadores) de los países colonizadores beneficiaron la implacable vigilancia policial de los «enemigos interiores», los incontrolados, los marginales, los refractarios, las minorías... En general, a medida que ha avanzado el desarrollo y el progreso capitalistas, también lo han hecho las políticas de reconfiguración del espacio, la tierra y el tejido urbano, el desplazamiento, el destierro, la requisa, la devastación y la exposición a la contaminación industrial.

Todas las luchas en este terreno, sobre todo las que apuntaban a alcanzar un cierto grado de autonomía, forman parte del movimiento comunista por la abolición de las condiciones existentes, de la lucha proletaria.

Incluso hoy se puede decir que el Estado sigue llevando a cabo su obra civilizadora y colonizadora contra todos los aspectos de la vida que puedan escapar a la mercancía y a la vigilancia policial, cuestión esencial que guía también la gestión de la migración y del mercado laboral. A esto, como al imperialismo y a la guerra, ningún Estado (por muy «popular» o «libre» que sea) contribuirá jamás a ofrecer una solución o contrapeso, porque ésa es su esencia misma. Oponer un Estado «libre y soberano» a un Estado «colonial» es un señuelo para distraernos de nuestra lucha, una lucha que ante todo no tiene patria.

Históricamente, este internacionalismo se ha expresado en la crítica del colonialismo y el racismo, así como en la crítica del punto de vista colonial y occidental del mundo, en tanto que punto de vista de la clase dominante que naturaliza su estatus, jerarquiza a la humanidad y considera su obra civilizadora beneficiosa por naturaleza, justificando todas las atrocidades. Por supuesto, la crítica revolucionaria a este aspecto esencial no siempre ha sido coherente y consecuente, y sería interesante profundizar en ello.(2) Las divisiones en el seno del proletariado no desaparecen mágicamente en el curso de los procesos de ruptura con el orden burgués, por drásticos que sean.

Las luchas de las poblaciones colonizadas han sido a menudo distorsionadas o invisibilizadas. [Desde el principio] comenzaron a surgir en las regiones y países colonizados diversas expresiones de crítica radical a la visión colonial y occidentalocéntrica del mundo, y a la continuación material, económica, militar, política, social e ideológica de la empresa colonial y capitalista, críticas más allá de las independencias nacionales que se produjeron según calendarios diferentes de un continente a otro.

Lo que suele promoverse bajo la etiqueta de decolonialismo, lejos de ser la punta de lanza de esta crítica, expresa generalmente su versión integrable y aceptable, es decir, su desviación, su captación dentro de un marco socialdemócrata, con todo lo que ello implica en términos de borrar las demarcaciones esenciales respecto al Estado, la nación, el pueblo y los frentes más diversos.

La ideología decolonial, por un lado, se presenta bajo el disfraz de anticapitalismo radical, pero por otro se ahoga en el circo electoral representando a los explotados provenientes históricamente de la inmigración.

En cualquier caso, es en un terreno de desorientación política y de fragmentación posmoderna de la crítica en una disección interminable de «dominaciones» y «opresiones» donde la ideología en su versión decolonial fascina y recluta. A nosotros nos corresponde reapropiarnos de la investigación sobre los fragmentos poco conocidos o falsificados de la historia capitalista y de nuestras luchas, sin someternos a ese marco que se limita a reivindicaciones de reequilibrio, de autodeterminación de los pueblos y no de emancipación revolucionaria mundial.


Notas:
(1) Para ser precisos, existen tres tipos de colonias, que, por supuesto, pueden combinarse en formas híbridas: un simple puesto comercial (teniendo en cuenta los trastornos económicos y sociales provocados por el comercio en torno a las rutas trazadas desde el puesto comercial), una colonia penal y, por último, una colonia de asentamiento, tanto si en este último caso se trata de someter a la población existente a la explotación (y a la mortalidad que conlleva).
(2) A modo de ejemplo recordemos el caso emblemático de la solidaridad de Louise Michel, deportada a Nueva Caledonia, con la revuelta kanak de 1878, actitud no compartida por todos sus compañeros de prisión.

martes, 1 de abril de 2025

Protestas antiguerra en Gaza

Dyjbas, Communist Workers’ Organisation
28 de marzo de 2025

El frágil alto el fuego en Gaza llegó inevitablemente a su fin el 18 de marzo, con la reanudación de los ataques aéreos israelíes. En lo que fue uno de los días más mortíferos del conflicto hasta la fecha, cientos de palestinos murieron en cuestión de horas. Las acciones de Israel estuvieron motivadas por tres factores principales: consideraciones militares (Hamás estaba empezando a reagruparse), la situación política interna (el gobierno de coalición de Netanyahu intenta mantenerse en el poder en medio de una oposición creciente) y los intereses imperialistas regionales más amplios (la guerra en Gaza es clave para el intento de Israel de rehacer Oriente Próximo). La Administración Trump -que durante las últimas semanas había estado echando leña al fuego con diversas amenazas de expulsiones masivas de palestinos de Gaza para dar paso a una «riviera de Oriente Próximo»- simplemente dio luz verde a Netanyahu.

Una vez más, son los palestinos quienes están pagando el precio más alto, reducidos a nada más que números, con familias enteras y sus escasos medios de subsistencia siendo continuamente aniquilados. Sin embargo, a pesar de la guerra y la ocupación, los «palestinos» no son simplemente un bloque homogéneo, sino una sociedad con intereses sociales, políticos y económicos contrapuestos. Los últimos acontecimientos han puesto de manifiesto este hecho de forma contundente.

El 25 de marzo, cientos de personas salieron a las calles de Beit Lahia desafiando la brutal realidad de su vida cotidiana. Ondeaban retazos de tela blanca, portaban pancartas caseras y coreaban cánticos. Las protestas se extendieron a otras ciudades y los eslóganes que resonaban entre los escombros hablan por sí solos: “Queremos la paz”, “Paremos la guerra” y “Fuera Hamás”. El eslogan más simple pero directo era una reminiscencia de las protestas económicas en Gaza que Hamás dispersó en 2019: “queremos vivir”. (1)

“Nos negamos a morir por nadie, por la agenda de ningún partido o por los intereses de Estados extranjeros… Hamás debe dimitir y escuchar la voz de los afligidos, la voz que surge de debajo de los escombros: es la voz más veraz.” (2)

“Han matado a nuestros hijos. Nuestras casas han sido destruidas … [Estamos] contra la guerra, contra Hamás y las facciones (políticas palestinas), contra Israel y contra el silencio del mundo.” (3)
“Estamos oprimidos por el ejército de ocupación (Israel) y estamos oprimidos por Hamás.” (4)

En otras palabras, estas protestas son un grito valiente y desesperado, contra la guerra y contra todos los bandos en conflicto. En ellas podemos oír la voz real de las masas desposeídas que empiezan a ver que ninguna facción de la clase dominante puede ofrecerles la salvación. Los trabajadores de todo el mundo necesitan oír este grito.

Las guerras imperialistas son el producto directo de un sistema mundial al que en última instancia le importan los beneficios, no las vidas humanas. La única fuerza capaz no sólo de detener la tendencia a la guerra, sino también de crear una nueva sociedad sin guerras, es el movimiento de masas de la clase obrera internacional, sobre cuya explotación se construye el capitalismo. Sólo un movimiento así podría responder verdaderamente al grito que viene de Gaza.


Fuentes:
(1) https://www.hrw.org/news/2019/03/20/another-brutal-crackdown-hamas-gaza
(2) https://www.bbc.co.uk/news/articles/c4g71lk09npo
(3) https://time.com/7272030/palestinian-anti-hamas-protest-gaza-war-israel
(4) https://edition.cnn.com/2025/03/26/middleeast/why-gazans-are-protesting-hamas-now-intl-latam


jueves, 20 de marzo de 2025

Tehuchitlán es una muestra más de la putrefacción del Capital

Agrupación Autónoma Rabia Colectiva - AARC
En algún lugar de esta ciudad monstruo- Marzo 2025
Versión (corregida) en PDF: https://ia601201.us.archive.org/13/items/tehu_ver2PDF_folleto./tehu_ver2PDF_folleto..pdf

 
A comienzos de marzo del 2025 en el municipio de Tehuchitán Jalisco, el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, conformado por familiares y voluntarios ocupados en la búsqueda de fosas clandestinas para la identificación de cuerpos de personas desaparecidas, se toparon con un macabro hallazgo, el cual se equiparó al de un campo de exterminio.

En el lugar de los hechos se encontraron con hornos crematorios clandestinos, restos óseos, vestimenta, calzado, cartas de despedida y varios objetos personales; que días después algunos fueron reconocidos por familiares de las víctimas desaparecidas. Se confirmó también que en esa propiedad donde se hizo el hallazgo, era un centro de operaciones y adiestramiento perteneciente al Cártel Jalisco Nueva Generación. En los días posteriores, en otros estados del país como Tamaulipas y Veracruz, otros colectivos buscadores hallaron también fosas clandestinas, sumándose a las miles de fosas encontradas en todo el país en las últimas décadas.

Desde hace años ya circulaba información en diversos reportajes acerca de la desaparición de jóvenes precarizados de clase trabajadora de entre 18 y 25 años, que eran reclutados por la fuerza por los cárteles de la droga, enganchándolos con artimañas y engaños mediante falsas ofertas de trabajo, para que, una vez acudieran a un lugar citado, fueran secuestrados para obligarlos por medio de la violencia, a trabajar para ellos (1). En este sentido, dichos hechos arrojan por tierra el mito de que ser sicario era sinónimo de una vida de lujos y exceso (viajando en autos de alta gama, derrochando el dinero en fiestas, rodeados de mujeres, mascotas exóticas, joyas y alcohol fino), el cual ha incentivado a muchos jóvenes de zonas rurales y marginadas a unirse a las filas de los cárteles. Con el paso de los años se demuestra que ha perdido cierta credibilidad, pues los miles de muertos, desaparecidos, desplazados y familias rotas no han sido en vano y sirven de ejemplo para no tomar parte en ese negocio. Es por esto mismo, que estas mafias organizadas no tienen otra opción que recurrir a métodos cada vez más deleznables para reclutar gente que haga su trabajo sucio.

Por otro lado, la respuesta del gobierno oficial y de la izquierda nauseabunda encabezada por MORENA y los simpatizantes que le dan su “apoyo crítico”, ha sido la del negacionismo de los hechos, con un alto grado de cinismo, deslindándose de toda responsabilidad y acusando de “complot y conspiración” “orquestado por la oposición derechista para deslegitimar su gobierno”. De más está decir que poco o nada le importan los asesinatos y desapariciones, ni mucho menos dar con los culpables.

No nos extraña tal posicionamiento proveniente de una izquierda mojigata delirante, socia y servil de los grandes capitalistas nacionales y extranjeros. El actual gobierno, que se jacta de ser “progresista” y brindar “apoyos sociales”, lejos de ser la caricatura que nos pintan los derechistas que lo acusan de ser un “gobierno socialista” y hasta “comunista”, en los hechos reales no busca trastocar siquiera un poco la estructura económica y social, sino por el contrario, se ha encargado de impulsar proyectos de desarrollismo capitalista urbano y de “seguridad” (2) que solo benefician a los a intereses de los sectores empresariales y conglomerados nacionales y extranjeros (turísticos e inmobiliarios), a costa de la destrucción de la naturaleza, el desplazamiento forzado de poblaciones (3).

Por su parte, la derecha rancia (encabezada por PAN, PRI, Movimiento Ciudadano) ha aprovechado la situación y ha abogado en su discurso por reavivar la estrategia del mequetrefe Felipe Calderón de “guerra contra las drogas con mano dura” (4), aderezándola con copiar el modelo de Nayhib Bukele en el Salvador, cuya campaña de “estado de excepción” lejos de lo que canta la prensa y los medios, no ha hecho otra cosa que encarcelar a miles de personas inocentes sin relación alguna con las pandillas y usarlas como fuerza laboral en condiciones de esclavitud. Lejos de haber eliminado el problema de las pandillas, solo ha provocado que muchos de sus líderes simplemente emigren a otros países para continuar sus operaciones o unirse a otros cárteles locales (5).

En este sentido, el combate a las drogas tiene más una careta moralista que real, los Estados no combaten al narcotráfico, simplemente lo regulan moviendo las piezas a su conveniencia. Las capturas de capos, la incautación de sus cuentas bancarias, los decomisos de drogas, la destrucción de laboratorios y las múltiples medidas tomadas, nunca frenarán la epidemia del consumo de drogas, porque este es un problema estructural bien incrustado en el funcionamiento de la sociedad capitalista. El tráfico de sustancias ilegales es un gran negocio que retribuye en grandes ganancias que fluyen hacia los bancos y la bolsa de valores. Un gran negocio que posibilita, además, pagar grandes sobornos a funcionarios del Estado (presidentes, gobernadores, alcaldes, mandos policiales, militares e incluso miembros del clero), por consiguiente, no es extraño que existan grandes intereses en preservar y hacer que crezca esa fuente de dinero.

El narcotráfico es una industria que no puede separarse del capitalismo empresarial que opera legalmente. Esas mafias encabezadas por grandes capos, cuyas estructuras jerarquizadas se alimentan de la sangre humana, no tienen nada que envidiar a los grandes conglomerados y corporaciones madereras, mineras y petroleras, cuyo modus operandi en todo el mundo, también es el despojo y el asesinato de poblaciones endémicas (y que casualmente muchos de esos grupos armados que emplean las empresas para amedrentar, son conformados por miembros de las mismas mafias de traficantes).

No es que el Estado y sus instituciones estén corrompidas por la mafia, el Estado es una mafia más en sí mismo, pero que opera bajo la cobertura de la legalidad. El Estado es una fuerza organizada, un monopolio de la violencia al servicio de la burguesía; no importa si gobierna la izquierda o la derecha, sus cambios camaleónicos son solo una careta para encubrir su verdadera función: servir al sistema capitalista.  

Por otra parte, el adiestramiento y la formación de los cuadros logísticos y militares de los miembros de los cárteles, no sería posible sin la participación de las mismas fuerzas armadas (incluyendo a altos rangos del ejército y fuerzas especiales) y de las corporaciones policiacas, que abastecen de activos a sus filas; los cuales son los encargados de transmitir todo el conocimiento sobre tácticas en uso de armas, inspección del terreno, asesinato, interrogación, vigilancia y tortura (mismo conocimiento que es utilizado contra el proletariado cuando se rebela e insurrecciona)

Otro de los principales responsables de la situación son los EEUU (capitalismo imperialista en decadencia), siendo el principal consumidor de sustancias a nivel mundial (6), primero por crear en la población la adicción a los analgésicos (a base de opioides) que son vendidos sin prescripción médica alguna; además de ser el principal proveedor a granel de armas a los cárteles. Todo esto evidencia que la estrategia propuesta por Donald Trump, que las derechas aplauden, de una “intervención militar en México para combatir a los carteles” es una burda falacia, que en nombre de “la seguridad”, esconde intereses de mayor control e injerencia7 en su guerra política y comercial contra las potencias orientales.  

Esclavitud, tráfico de mujeres, tráfico de órganos, cobro de piso, eliminación física de grupos rivales, empleo del terror armado, son solo algunos de los aspectos derivados de una industria psicópata que opera bajo la dinámica y las leyes del capitalismo (competencia, lucro, estafa), solo que, llevada a su máxima expresión, operando libremente sin trabas legales y despojándose de todo discurso moral. Como ya se mencionaba en la obra El Capital, el capitalismo viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza.

Es necesario que, como clase desposeída, como proletarios, entendamos que ni el Estado ni la burguesía son nuestros aliados. No solamente porque están hasta el hueso de coludidos con las mafias de traficantes, sino porque sus intereses están dirigidos a preservar este estado de cosas existente. En toda “guerra contra las drogas” siempre seremos el “daño colateral” de los reajustes en su negocio, ya sea por encontrarnos en el fuego cruzado o como carne de cañón que se enlista en su ejército; mientras la burguesía y los poderosos se orinan y cagan sobre nosotros.

El único camino que nos queda es empuñar el arma de la crítica sobreponiéndonos a la razón dominante, frente a la noción de que este es “el mejor de los mundos posibles” y el “orden natural de las cosas”; como proletarios, debemos afirmar la perspectiva revolucionaria, la comunidad de lucha, el apoyo mutuo y la confianza en nuestras propias fuerzas, a contracorriente de la figura de individuo ciudadano, atomizado y aislado, pues ese es el ideal que la burguesía quiere para nosotros, porque así resulta más fácil mantenernos vulnerables y dóciles ante sus manipulaciones. 

 

Notas:

1. Hay testimonios de sobrevivientes que escaparon del secuestro. 

2. En los sexenios anteriores donde gobernaron los partidos de la derecha, se buscó decretar la institucionalización de una policía facultada legalmente para ejercer tareas que hasta ese momento eran “exclusivas” del ejército, ante lo cual, la izquierda oficial encabezada por AMLO se opuso bajo la bandera de la paz y las libertades civiles. No obstante, cuando en el 2018 esa misma izquierda conquistó la presidencia y la mayoría parlamentaria, logró barrer con todos los obstáculos legales para la formación de esa policía militar, dando paso a la creación de la Guardia Nacional. Pero no sólo en este aspecto Morena fue superior a sus antecesores, sino que además, brindó mayores poderes y facultades al ejército, otorgándoles control sobre infraestructura estratégica como puertos, trenes y aeropuertos. Por si fuera poco, desde la administración e AMLO, se ha absuelto de sus crímenes a altos mandos del ejército, que habían sido arrestados por su comprobada complicidad con el narcotráfico y relacionados al caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

3. La gentrificación y la turistificación ha sido impulsada y respaldada desde la administración de AMLO, contribuyendo al incremento de la explotación y precarización de las condiciones de vida de la clase trabajadora.

4. Guerra que además de costar miles de muertos y desaparecidos, en realidad fue una patraña encubierta para apoyar al Cartel de Sinaloa en su disputa contra el Cartel del Golfo y los Zetas.

5. Cabe agregar que más allá de las bellas idealizaciones que se le adjudican, Bukele ha decretado la reactivación de la industria minera en El Salvador, que beneficiará a capitalistas privados y ha despojado a poblaciones pobres y contaminando sus tierras y mantos acuíferos. Por si fuera poco, su gobierno ha autorizado que las mega cárceles recientemente construidas, funcionen también como un “Guantánamo” para los inmigrantes venezolanos deportados por el gobierno de Trump. 

6. Récord que viene encabezándolo desde los años 70s, por la demanda de heroína para los soldados vueltos de Vietnam. Además, es importante recordar que fue el mismo gobierno norteamericano quien introdujo las drogas en los barrios pobres como estrategia anti-subversiva y contra la organización de proletarios negros y chicanos, durante las décadas de los 60s y 70s. También destaca el hecho de que, durante la ocupación yanki en Afganistán en la primera década del siglo XXI, se disparó la producción de opio para su comercialización mundial, y que además creó un gran número de adictos entre la población local.

7. A saber, la apropiación de los recursos naturales como es la intención de hacer con Ucrania.

lunes, 24 de febrero de 2025

Una tradición que se ha perdido: los pillajes a la muerte de los papas

Grupo Comunista Internacionalista
Revista Comunismo nro. 53, septiembre de 2005

[Apropósito de la muerte de Karol "Juan Pablo II" Wojtyła en aquel año]

Es con gran desolación que asistimos hoy al penoso espectáculo de millones de ovejas religiosas desfilando lloriqueando ante la riqueza del Vaticano. Quisiéramos creer que es por falta de acceso a todas esas riquezas que esos peregrinos modernos se pierden en efusiones, pero no es así, si esas pobres criaturas oprimidas se encuentran ahí, arrastrados por sus suspiros ciudadanos y la religión televisiva, es para lamentar la muerte del jefe de los prelados de ese riquísimo Estado que es el Vaticano, el papa Juan Pablo II. Éste se ha hecho famoso por sus frecuentes viajes y manifestaciones de apoyo - “perdón” en el lenguaje cristiano - a todo tipo de torturadores en todas partes del mundo, desde Hassan II y Ben Ali a Pinochet, Reagan o Castro, así como por la beatificación de José Maria Escriva de Balaguer, fundador de ese centro ultrareaccionario y anticomunista primario que es el Opus Dei.

Nosotros hemos encontrado consuelo a la triste actualidad sumergiéndonos en la historia y no fue una sorpresa, algunas buenas noticias nos esperaban. Durante la Edad Media y el Renacimiento, así como en épocas más recientes, la noticia de la muerte del papa hacía desencadenar la rabia de las masas contra los bienes pontificales. Antaño peregrinos y habitantes de Roma se manifestaban de una manera muy distinta a como lo hacen hoy esas carneros ciudadanos, provocando grandes desórdenes, pillajes y destrucciones. Un cronista romano, Gaspare Pontani, cuenta como en 1484 apenas había empezado a propagarse la noticia de la muerte del papa Sixto IV, considerado por la Iglesia como uno de los grandes papas del siglo XV, ocurrida en plena noche, cuando se empiezan a producir desórdenes hasta tal punto que “simplemente no es posible quedarse en Roma a causa de los pillajes y robos”. En efecto, grupos de jóvenes se reunieron y entendiendo que debían aprovechar la ocasión de la muerte del papa para manifestar su rabia frente al orden social, se presentaron en el palacio del conde Girolamo Riario, sobrino del papa Sixto IV y lo destruyeron completamente, a “tal punto”, prosigue el cronista, “que no dejaron una puerta y una ventana intacta”. Otros jóvenes fueron a Castel Giubileo, donde se encontraba la finca de la condesa Caterina Sforza Riario, para “robar una centena de vacas, todas las cabras y numerosos puercos, burros, gansos y pollos pertenecientes a la condesa”. ¡Al contrario de lo que constatamos hoy, pareciera que entonces era difícil lograr que los jóvenes se arrodillaran frente al clero, que aseguraba que los bienes pontificales acumulados en esos lugares servían a la salud de las almas!

Episodios de este género eran recurrentes y tenían una clara connotación social. El 9 de agosto de 1559 a la noticia de la muerte del papa Pablo IV, los habitantes de Roma “corrieron hacia la prisión y después de haber roto las puertas, liberaron a todos aquellos que encontraron”. Ese mismo día otros grupos fueron al Campidoglio para destruir la estatua de mármol que había sido dedicada tres meses antes a ese mismo Pablo IV. La frecuencia de este tipo de acciones durante la muerte de un papa era a tal punto elevada que la Iglesia se sintió obligada a tomar medidas para defenderse de esos ataques. Así, siempre a la ocasión de la muerte de Sixto IV de la que hemos hablado más arriba según Bucardo, maestro de ceremonia pontifical, “a cada entrada de la ciudad han sido asignados como custodias notarios apostólicos, funcionarios de la curia o/y ciudadanos romanos. Cardenales fueron designados para cuidar el palacio y la administración de asuntos corrientes”.

Muchas veces ni esperaban a la muerte del papa para empezar los pillajes. A veces era suficiente que circularan “malas noticias” sobre la salud del “santo hombre” para que la bronca de los romanos se desatara. Los esbirros del papa debían apurarse para probar que estaba todavía vivo y retardar así los “desórdenes”. Así, al inicio del siglo XIII el cronista inglés Matteo Paris cuenta como diez días antes de su deceso, Honorius III (1216-1227) “cansado y medio muerto” debió ser llevado a una “alta ventana” (del palacio Laterano) y ser expuesto a los habitantes de Roma para calmarlos, pues éstos ya habían empezado a “desquitarse contra los bienes pontificales”.

Ya en el año 904 un concilio romano había tomado medidas para reprimir esa vil costumbre de pillar el palacio Laterano, así como Roma y sus alrededores luego de la muerte del papa. En efecto, había promulgado un decreto hablando de esos “detestables hábitos” que “iban en aumento”. Por otra parte, es importante destacar que no se trata de un fenómeno exclusivamente romano. Capítulos imperiales y concilios intentaron impedir durante siglos el pillaje de episcopados y abadías a la muerte de su titular, emitiendo decretos, lamentando que esos pillajes se ejercieran en contra de sus bienes, “como si pertenecieran directamente a los prelados, lo que es contrario a toda ley”.

En toda Italia se verifican fenómenos de ese género. Cerca de 1049, a la muerte de “su” obispo, los habitantes de Osimo, una pequeña ciudad de Marches en los alrededores de Ancona, invadieron y saquearon el palacio episcopal, destruyendo viñas y arbustos, prendiendo fuego a las casas. León IX, la misma mañana del 18 de abril de 1054, cuando ya estaba gravemente enfermo, pide ser conducido a la basílica de San Giovanni, en el palacio Laterano, transportado sobre el mismo lecho en el que se encontraba. Cuando se supo la noticia “los romanos atacaron el palacio Laterano como tienen hábito de hacerlo”…

¡Otro tiempo, otras costumbres!

Contra la amnesia con la que los burgueses quisieran golpearnos, recordemos esos momentos de lucha que indican la vía de futuras peleas y gritemos fuerte:

¡Abajo todos los curas!, ¡abajo todos los ayatolás, imams y compañia! ¡Muerte a todos esos revendedores de paraíso adulterado!

Contra esta época hecha de superstición, de dinero y de plástico, donde la representación y lo ficticio ocupan el lugar de toda relación verdaderamente humana.

¡Que vuelva pronto el tiempo de lo real, el tiempo en el que los proletarios pillan y queman los edificios religiosos en lugar de llorar sobre la tumba de sus explotadores!

¡Proletarios “en el frente interno”!

22/02/2025
https://rdnetwork.noblogs.org/post/2025/02/22/proletarians-on-the-home-front


¡Camaradas!

En muchas partes del mundo, el capitalismo está reactivando su maquinaria bélica principal para masacrar a miles y miles de proletarios. Se les bombardea y acribilla sin tregua, se les mata deliberadamente de hambre y se les priva de agua, se les obliga a dispararse, apuñalarse o gasearse en las trincheras, se les viola, tortura y mutila…

Cuando nuestra clase se enfrenta a esta carnicería, a esta horrible intensificación de la inhumanidad de la sociedad capitalista, ¡su única reacción es negarse a someterse a ella! Esto nos sale de las entrañas y al mismo tiempo es la expresión de nuestros intereses históricos de clase.

Por eso, poco después del comienzo de la guerra en Ucrania, empezaron a aparecer “incidentes” a ambos lados del frente. Los soldados de ambos ejércitos intentan cada vez más escapar al reclutamiento y evitar ser enviados al frente. Se esconden cuando pueden, y si son reclutados a la fuerza en unidades militares, intentan escapar y abandonar sus posiciones a la primera oportunidad. La situación ha llegado tan lejos que los generales ucranianos se quejan de la “desintegración total de la disciplina del ejército”. Lo mismo está ocurriendo, aunque desgraciadamente a menor escala, en otros conflictos interburgueses en Oriente Medio, Sudán y otros lugares. Tanto en Ucrania como en Rusia, oficiales del ejército y reclutadores militares han sido atacados por sus “propias” tropas.

Pero, ¿qué podemos hacer nosotros, como proletarios que vivimos en los territorios “pacíficos” del “frente interno”, para apoyar concretamente la lucha de nuestros hermanos de clase uniformados que se rebelan contra la guerra capitalista y vincularla concretamente a nuestras propias luchas? ¿Aunque tengamos la suerte de vivir lo suficientemente lejos de la “zona de la muerte” como para no sufrir los bombardeos, los misiles, la ocupación militar o la presencia de bandas ambulantes de matones de las “unidades especiales”?

Nuestras vidas siguen viéndose afectadas a diario por los recortes del “gasto social”, el deterioro de las condiciones laborales y la intensificación de la explotación, la subida de los precios de la vivienda, los alimentos, la energía y otros medios de supervivencia, el aumento del control social y la represión y la militarización general de la sociedad.

Por supuesto, esto no es nada nuevo; también conocemos esta miseria en tiempos de “paz” capitalista y luchamos contra ella con la misma intensidad. Pero durante la guerra o los preparativos intensivos para la guerra, el capital y su Estado deben concentrar una parte cada vez mayor de la producción en lo que se conoce como “economía de guerra”. Es decir, producir rápidamente armas, municiones y vehículos militares, combustible, raciones alimenticias, etc. para gastarlos con la misma rapidez en el proceso de masacrar a los proletarios, es decir, ¡al resto de nosotros! Y como cada Estado tiene que hacer esto más rápidamente y a mayor escala que el “enemigo”, esto crea una inmensa presión para hacernos trabajar cada vez más arduamente, por más tiempo y con menos medidas de seguridad, etc. Al mismo tiempo, el Estado tiene que redoblar su propaganda a favor de la nación y de la santidad de “la Patria”, “la democracia” y “la libertad” para convencernos de que nos sacrifiquemos por los intereses del Capital, los cuales nunca pueden ser los nuestros.

La primera respuesta a la pregunta de qué hacer es: ¡rebelarnos contra nuestra propia explotación! Mediante huelgas, ocupaciones, bloqueos y sabotajes de autopistas y ferrocarriles, saqueos de mercancías y su redistribución entre la clase, etc. en tiempos de guerra, atacamos la producción, valorización y reproducción del Capital necesario para el esfuerzo bélico. Pero también, al afirmar nuestros intereses de clase en oposición a los intereses de la clase dominante, ¡desbaratamos su cuento de hadas de la “unidad nacional”! Nuestros enemigos de clase también tendrán que enviar más policías y soldados para intentar reprimir nuestras luchas – y no podrán ser utilizados para ahuyentar a los desertores y refugiados, para imponer la movilización, para vigilar las fronteras… y su lealtad al Estado no es un hecho. Después de todo, los motines en el ejército ruso en febrero de 1917 se desencadenaron cuando los soldados recibieron órdenes de sus oficiales de reprimir a los trabajadores en huelga en Petrogrado.

Para que nuestro ataque a la maquinaria bélica sea directo y eficaz, debemos concentrar nuestra actividad subversiva en varias áreas:

Desorganización de la infraestructura militar, como almacenes de municiones, ferrocarriles, puertos, aeropuertos y las carreteras utilizadas para llevar tropas y equipo militar a los frentes.

Podemos inspirarnos en nuestros hermanos y hermanas proletarios de los colectivos que han estado saboteando los ferrocarriles en Bielorrusia y Rusia desde el comienzo de la guerra para impedir el transporte de suministros militares al frente.

Los estibadores de Génova y Trieste en Italia y del Pireo en Grecia también bloquearon el envío de armas y municiones a Ucrania, Israel o para los bombardeos estadounidenses en Yemen.

Perturbación del reclutamiento militar, la conscripción y la “busificación” de reclutas para el frente. Tanto en Ucrania (Transcarpatia, etc.) como en Rusia (Daguestán, etc.), los cerdos y las patrullas militares que vienen a detener a los hombres reclutados a la fuerza se enfrentan a sus familiares y amigos enfadados.

Si vivimos en países más alejados del frente, el Estado ha utilizado hasta ahora o bien tácticas de reclutamiento “voluntario” y de manipulación nacionalista, como los programas de educación patriótica llevados a cabo en Francia y Polonia, por ejemplo, o bien planes de servicio militar obligatorio. Si buscamos inspiración sobre qué hacer, señalemos la larga tradición de protestas y disturbios contra los reclutadores militares y los “asesores de carreras militares” en las universidades estadounidenses, que se remontan a las llamadas guerras de Vietnam y del Golfo y llegan hasta la reciente guerra de Gaza.

¿Por qué los reclutadores militares, los propagandistas nacionalistas o los buenos ciudadanos que delatan para el Estado y denuncian la resistencia de clase antimilitarista – aquellos que nos obligan a sacrificarnos por el “bien de la nación” –, por qué a estos compinches se les debería permitir vivir sus vidas en paz y con seguridad? ¡Tratémoslos como nuestro movimiento de clase ha tratado siempre a los soplones y esquiroles! ¡Los chivatos no duran mucho tiempo!

¡Ayudemos a escapar a los desertores, escondámoslos y pasémoslos de contrabando a través de las fronteras, pero también organicemos nuestra lucha con ellos! Ya existen redes en Rusia y Ucrania que ayudan a los soldados a escapar del ejército, y tenemos que vincularlas con nuestras propias redes de lucha. Eso significa contactos seguros, teléfonos seguros, hogares seguros, recaudación de fondos…

La historia de la lucha de clases nos muestra que la única manera de oponerse realmente a la guerra capitalista, no a favor de continuar nuestra miseria en la paz capitalista, sino por la destrucción de toda la sociedad de miseria y explotación, y por lo tanto por el fin de todas las guerras, ¡es cuando la revuelta de los proletarios en el frente y la lucha de los que están en el “frente interno” se unen prácticamente!

Recordemos la experiencia de los proletarios en Irak durante la llamada primera guerra del Golfo de 1991, cuando los desertores del ejército, muchos de los cuales habían conservado sus armas, se reunieron tanto en los humedales del sur como en las montañas del norte, ¡donde organizaron con militantes obreros la insurrección contra el Estado!

Frente a la catástrofe capitalista mundial, ¡la revolución es nuestra única perspectiva!
¡Volvamos nuestras armas contra “nuestros propios” explotadores y “nuestros propios” generales!
¡Luchemos juntos contra la guerra capitalista y contra la paz capitalista!
¡Transformemos la guerra capitalista en una insurrección de clase mundial por el comunismo!

sábado, 25 de enero de 2025

Palestina: pueblo o clase

Entrevista realizada a Emilio Minassian por zyg en octubre/noviembre de 2024
 

Introducción de DNDF: En el marco de los intercambios que han tenido lugar aquí y allá y en dndf tras nuestra publicación de una primera entrevista al camarada Minassian, Gaza: "una militarización extrema de la guerra de clases en Israel-Palestina", reproducimos la entrevista en dos partes que acaba de conceder a Courant Alternatif este diciembre de 2024.

1ª parte

Como continuación y profundización del debate que tuvo lugar con Emilio Minassian en los Rencontres Libertaires du Quercy de este verano, para defender una lectura y una perspectiva de clase de la situación en Palestina-Israel, le planteamos algunas preguntas. En la primera parte, hablaremos de la integración de la región Israel/Palestina en el capitalismo mundial y de la composición de clase de Palestina. En la próxima, analizaremos las implicaciones para las luchas proletarias y la lucha de liberación nacional.

• A modo de introducción


Primero, unas palabras sobre "desde dónde hablo", como suele decirse. No soy palestino, pero he pasado regularmente algunos meses en Cisjordania durante los últimos veinte años, haciendo cosas habituales de los occidentales de izquierdas que visitan los Territorios: actividades de solidaridad, documentales cortos, investigación académica sin seguimiento. No cabe duda de que en muchos lugares ha sido una forma de turismo militante, con un toque marxista.

Rápidamente intenté evitar los marcos sociales en los que se proyecta el activismo propalestino, pasando el rato con los "profesionales" de la narrativa de la opresión, en encuentros estructurados. Lo he conseguido en mayor o menor medida, según el periodo, el contexto y la energía gastada, y más a menudo con los desocupados y los maleantes de los campos de refugiados que con los trabajadores (por no hablar de las trabajadoras): los desocupados tienen tiempo libre, y los maleantes a menudo quieren compartir sus historias de lucha contra las fuerzas armadas (tanto israelíes como palestinas), de encarcelamiento y tortura (practicadas en las cárceles israelíes y palestinas).

Abrir la boca para decir que "en Palestina hay clases sociales" puede parecer fuera de lugar en un contexto en el que la población de Gaza lleva un año ahogada bajo las bombas. Sin duda no lo haría, o lo haría de otra manera, si hubiera pasado mi vida en Gaza y no en Cisjordania. No lo hago para distanciarme de la masacre, sino para combatir la idea de una alteridad radical, de una exterioridad, de lo que ocurre en términos de relaciones sociales capitalistas, allí como aquí.

• Usted defiende la idea de que Israel-Palestina es una unidad en el espacio capitalista mundial y regional. ¿Puede explicar por qué?

Originalmente, el proyecto sionista preveía una sociedad judía separada en Palestina. Este proyecto condujo a la limpieza étnica de 1947-1948, que, aunque no fue total, creó una zona "judía", entonces esencialmente de origen europeo. En 1967, con la ocupación de la Franja de Gaza y Cisjordania, que habían sido anexionadas por Egipto y Jordania respectivamente, la población del territorio administrado por Israel dejó de ser esencialmente judía. Al mismo tiempo se fue construyendo un nacionalismo específicamente palestino -y ya no "árabe"-. Esto dio la impresión de que se enfrentaban dos "naciones" en el mismo territorio. Pero hasta la fecha, de este nacionalismo palestino no ha surgido ninguna entidad estatal separada, salvo sobre la base de la administración de "bolsas" en Gaza y Cisjordania. El territorio controlado por Israel no está formado, por un lado, por territorios judíos y, por otro, por territorios palestinos. Hay muchas zonas predominantemente palestinas en los territorios del Estado formado en 1948, y una gran población de colonos en Cisjordania. Este territorio es un rompecabezas en el que las distinciones nacionales, siempre que abandonemos las afiliaciones subjetivas, son a su vez objeto de múltiples subdivisiones que, aunque étnicas (incluso en el lado "judío"), son ahora de carácter social y forman parte todas ellas de la economía israelí.

Partir de la "unidad de espacio" entre Israel y Palestina es, por tanto, una forma de alejarse de un análisis de la cuestión palestina vista como la de un "pueblo sin Estado", unificado por un sentimiento compartido de pertenencia y una única desposesión. Esta lectura tiende a esencializar categorías nacionales que se producen socialmente, y también a anclar la violencia del Estado israelí en una continuidad desde 1948, continuidad que no tiene en cuenta su lugar en la dinámica mundial.

Lo que está ocurriendo desde hace un año no es una guerra, en la que se enfrentan dos espacios nacionales, ni una empresa de conquista destinada a acaparar recursos y mercados. No es el "pueblo palestino" ahogado bajo las bombas en el marco de una lucha por la existencia entre dos naciones. La Franja de Gaza no es una entidad social fuera de Israel. Lleva casi sesenta años integrada en el mercado israelí, en el capitalismo israelí. La inmensa mayoría de los palestinos que viven allí son proletarios sin recursos propios que consumen productos israelíes, que compran con moneda israelí, pero que no son trabajadores cuyo trabajo se explota. Son supernumerarios [población sobrante] a los que el capital israelí expulsó del mercado laboral en los años 90 y estacionó en una enorme "reserva" a unas decenas de kilómetros de Tel Aviv, en una lógica de animalización inscrita en la historia colonial.

• ¿Puede detallar la historia de la integración de esta zona (y su mano de obra) en el mercado capitalista?


Desde el punto de vista del mercado, el espacio "palestino" se creó con la partición del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial. El punto de partida era una situación dominada por estructuras feudales y los inicios de una burguesía comercial. El Mandato y el sionismo marcaron el verdadero inicio de la proletarización del campesinado árabe palestino, pero el verdadero detonante fue 1948 y la Nakba. La burguesía palestina y los señores feudales abandonaron el territorio bajo control israelí con sus enseres bajo el brazo; los campesinos palestinos, en su mayoría aparceros, fueron expulsados de sus tierras y hacinados en campos.

El colonialismo israelí puede dividirse en tres ciclos. En la primera fase (1948-1967), el campesinado palestino se enfrentó a una tipología similar a la de un asentamiento: limpieza étnica, acaparamiento de tierras, capital y mano de obra "judíos". Esto tiene un corolario, como he dicho antes, que es la importación de un proletariado judío del mundo árabe, a su vez etnificado y atrapado en una relación colonial de animalización-explotación. Durante este periodo, el capital se acumuló bajo el férreo dominio de un Estado planificador omnipotente, dirigido por élites asquenazíes y socialistas, con el sindicalismo integrado en el Estado.

En una segunda fase, entre 1967 y alrededor de 1990, con la conquista de Gaza y Cisjordania, se pasó a una situación colonial del tipo "explotación de la mano de obra autóctona". El capitalismo israelí entró en una fase de integración intensiva con el capital internacional, sobre todo a través de la industria militar. Durante unos veinte años, el proletariado de los campos de Gaza y Cisjordania se integró masivamente en el sector asalariado, en los sectores menos cualificados: construcción, agricultura, etc.

Los acuerdos de Oslo abrieron una nueva fase, la de una relación colonial estructurada en torno a la figura del supernumerario palestino y la subcontratación de su gestión. Israel conservó el control del territorio, prosiguió su ofensiva de destrucción del campesinado y confió la gestión de los proletarios palestinos, estacionados en zonas urbanas cerradas, a un equipo de gestión nacional surgido de la lucha de liberación.

En este contexto, la burguesía comercial que había escapado a la Nakba -la asentada en Hebrón y Nablús, que se encontraba en el territorio anexionado por Jordania entre 1948 y 1967- se integró con esta clase dirigente procedente de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina). Esta última, integrada en el aparato de seguridad de la AP (Autoridad Palestina), tiene un doble origen: están los cuadros de "fuera", que llegaron en las maletas de Arafat entre 1994 y 1996, y los de "dentro", procedentes de la primera Intifada y de las cárceles israelíes. Es una clase compuesta, dividida en facciones enfrentadas. Se beneficia de la seguridad internacional, pero también controla sectores enteros de la economía en los territorios, en la construcción, las infraestructuras, la telefonía y, por supuesto, la importación-exportación con Israel. Todos estos sectores están relacionados con el mercado y las inversiones israelíes.

• ¿No marca la guerra de Gaza el inicio de una nueva fase?

Podría pensarse que sí. La fase posterior a [el acuerdo de] Oslo estuvo marcada por la inflación de las técnicas de control desplegadas por Israel sobre este proletariado que se había vuelto esencialmente improductivo: división del territorio en microzonas, introducción de un sistema de permisos delirantes para autorizar los desplazamientos, el trabajo, el acceso a la sanidad, el archivo general, vigilancia de las redes sociales, sistema de reconocimiento informatizado, pero también utilización masiva de la aleatoriedad (en las detenciones, la apertura o el cierre de los pasos fronterizos, el acceso a los permisos) para "probar" los comportamientos. Estas tecnologías y conocimientos se exportaron masivamente y, por tanto, produjeron valor.

Me parece que el año pasado entramos en la fase militar de esta lógica de experimentación. La práctica actual de destrucción y masacre no sólo no tiene límites: es meticulosa, bien pensada y controlada, y al mismo tiempo es difícil imaginar qué "victoria" se busca. Mi hipótesis es que las masacres de Gaza constituyen una secuencia de experimentos, de valor para el capitalismo global -al igual que, de otra manera, la lógica de "parar y seguir" de la economía global durante los Covid tuvo una fuerte dimensión de "biopoder". Eso sí, no se trata de ser posmoderno y decir que alguna lógica de dominación se ha vuelto autónoma de las relaciones capitalistas. Los proletarios supernumerarios de Gaza ya no tienen una función productiva para el capital israelí, pero el sector puntero de las tecnologías de control, con su alto valor añadido, los "necesita" como conejillos de indias para que luego puedan formar parte de una circulación internacional. Se ensayan los bombardeos y la elaboración de perfiles de individuos mediante inteligencia artificial, se gestiona con meticulosidad la relación con el hambre para mantenerlos constantemente al borde de la desnutrición (hasta ahora), se hace lo mismo con las epidemias, etcétera.

Esta lógica de agresión militar sin fin contra los proletarios supernumerarios de Gaza es apoyada a distancia por las potencias occidentales: todas las posturas políticas que llaman a la moderación no son más que teatro (sólo hay que comparar la cuestión de las entregas de armas con Ucrania para ver que sus aliados no ponen límites a la maquinaria de guerra israelí).

• Usted habla de una burguesía y un proletariado en Palestina. ¿Podría hacernos un retrato de la composición de clase en Gaza y Cisjordania y decirnos cuáles son las condiciones para la lucha entre estas clases? ¿El estatuto de Israel determina la pertenencia a una clase?

La burguesía palestina no forma una clase nacional firmemente constituida: sigue dependiendo efectivamente de su sumisión al capital israelí y al Estado israelí. Los capitalistas palestinos (si entendemos "de origen palestino"), en cuanto tengan libertad para invertir, preferirán espontáneamente realizar su capital fuera del territorio palestino y, por tanto, fuera del marco nacional israelí. Es innegable que la ocupación israelí ha limitado el desarrollo de una clase capitalista palestina territorializada. Una investigadora estadounidense (Sara Roy) ha popularizado la noción de "des-desarrollo" para referirse al modo en que Israel ha impedido la creación de una economía de mercado "libre", es decir, que forme parte del mercado mundial, en los territorios. La ocupación ha dirigido el desarrollo del capitalismo en Gaza y Cisjordania en la dirección de la complementariedad exclusiva y subordinada, ha moldeado la producción en una lógica de subcontratación, y los capitalistas israelíes se han labrado un mercado cautivo en los Territorios. La burguesía empresarial palestina tiene todas las razones para resentirse de la ocupación: está confinada al sector del tráfico, es una burguesía “compradora”, por utilizar un término acuñado por los trotskistas. ¿Significa esto que sus luchas son las de los proletarios de los Territorios? A menos que creamos en el escurrimiento [ruissellement], debemos dudarlo.

Por otra parte, lo que está en el centro de la dinámica social que atraviesa los Territorios es la burguesía "política" formada en el contexto de los acuerdos de Oslo, cuyo destino está ligado a la gestión del proletariado palestino. En su sociología, ella misma desciende en gran medida de este proletariado. Se ha impuesto a las clases dirigentes tradicionales (las llamadas "grandes familias"), que le han jurado lealtad, y ha penetrado en su mundo. Sus mandos intermedios (de Hamás en Gaza, pero sobre todo de Fatah en Cisjordania) constituyen una fuerza de supervisión del proletariado supernumerario "sobre el terreno". Se encuentran en la intersección del mundo de la militancia y el mundo de las rentas de los donantes internacionales. Son a la vez fuertemente contestados (en la medida en que hacen todo lo posible por "cerrar la puerta detrás de ellos") y solicitados para acceder a los salarios; y han encarnado una forma de ascenso social y de revancha de clase a través de la lucha política.

Hablar de un proletariado supernumerario no implica que la gente no trabaje, sino que ha sido empujada a los márgenes de la explotación capitalista. Muchos trabajan de forma caótica, en pequeñas estructuras, a menudo comerciales, por salarios miserables y sin contrato (unos 10 dólares al día, mientras que el coste de los bienes está indexado a los del mercado israelí).

Otros, en Cisjordania, siguieron trabajando en Israel, en la construcción, la restauración o la agricultura, en condiciones muy precarias, ya fuera cruzando ilegalmente o dependiendo de intermediarios para acceder a permisos que podían ser revocados en cualquier momento (están suspendidos desde el 7 de octubre). Los trabajadores contratados cobraban unos 1.400 euros al mes, de los que había que deducir los prohibitivos costes del "pasaje" y, a menudo, la compra de permisos de trabajo.

En Cisjordania también persiste una economía campesina, a menudo "de reserva" y bajo la presión de la colonización. La dinámica de proletarización del campesinado no ha cesado desde los inicios del sionismo, como consecuencia directa del proceso de acaparamiento de tierras y de rentabilización de las mismas.

Y luego está el mundo de las rentas políticas, derivadas del dinero vertido por los donantes internacionales para defender formas de estabilidad relativa ligadas a sus intereses. Estas rentas mantienen entre un cuarto y un tercio de la población, teniendo en cuenta que el 40% de los empleados del sector público trabajan para las fuerzas de seguridad de la AP. Se les paga según la escala legal de salarios "formales", unos 450 euros al mes, pero los fondos pagados a la AP por sus donantes y por Israel (a través de un sistema de retrocesión de impuestos) están bajo amenaza constante de ser cortados, lo que lleva a suspensiones salariales.

Además, parte de esta renta política es malversada por los cuadros políticos en beneficio propio, para mantener sus clientelas y desarrollar inversiones en el sector informal. Una gran parte del proletariado supernumerario sobrevive gracias a estas malversaciones. Se trata de una población socialmente inquieta, que se integró masivamente en la fuerza de trabajo en Israel en los años 1970-1980, y que se movilizó masivamente durante las dos Intifadas. Se concentra en los campos de refugiados, que históricamente han sido el caldo de cultivo de las "clases peligrosas" palestinas y siguen siéndolo hoy en día. Tanto en Gaza como en Cisjordania, de Jabaliya a Yenín, estos "suburbios dentro de los suburbios" están bajo el fuego constante del ejército israelí.

La volatilidad de la estructura social en los Territorios Ocupados es, por tanto, significativa. La burguesía política y especialmente sus dirigentes están siempre bajo la amenaza de retroceder, es decir, de ser degradados por Israel de la condición de colaboradores a la de combatientes de la resistencia y, por tanto, de ser encarcelados.

• ¿Y en Gaza?

En Gaza, durante el período en que Hamás estuvo en el poder (desde 2007), la centralidad de las rentas políticas y de una burguesía esencialmente "compradora" integrada en los circuitos políticos siguió siendo la misma, pero en un contexto de bloqueo, con inversiones aún más débiles y una volatilidad exacerbada. Las rentas procedían del control de la circulación de mercancías y de las prebendas internacionales de Qatar e Irán. Los empresarios que han amasado fortunas en los últimos años (en la economía de túneles, por ejemplo) lo han hecho en asociación con el aparato de seguridad de Hamás.

¿Podemos hablar siquiera de una estructura de clases en la situación actual de Gaza? Incluso en este tipo de situación, en la que cada mañana es incierto, siempre hay grupos de individuos (vinculados a Hamás, a organizaciones militares basadas en clanes, o formados sobre la base de bandas) que consiguen hacer negocio. Pero eso no constituye una estructura de clases, o bien se trata de una estructura de clases de tipo concentracionario, que no forma parte de ninguna reproducción social a lo largo del tiempo.

2ª parte

Como continuación y profundización del debate que tuvo lugar con Emilio Minassian en los Rencontres Libertaires du Quercy de este verano, para defender una lectura y una perspectiva de clase de la situación en Palestina-Israel, le planteamos algunas preguntas. En la primera parte (CA n° 345), hablamos de la integración de la región Israel/Palestina en el capitalismo mundial y de la composición de clase en Palestina. En este número, queremos discutir las implicaciones de esta composición de clase para las luchas proletarias y la lucha de liberación nacional.

• ¿No puede la lucha de liberación nacional, por muy interclasista que sea, aflojar el dominio de clase de los proletarios palestinos? Porque es posible que la colonización israelí proteja a la burguesía palestina de una extensión de las contradicciones de clase.

¿Cuál es el estado actual de la lucha de liberación nacional en Palestina? ¿Sigue existiendo? La lucha de liberación nacional es ciertamente una perspectiva (un Estado nacional libre del colonizador), y podemos considerar que esta perspectiva sigue siendo válida en Palestina mientras persista el colonialismo. Pero, ¿qué ocurre con el proceso de movilización? Históricamente, la movilización siempre ha tenido lugar en torno a formaciones políticas, actuando al mismo tiempo sobre la estructura de clases.

En Palestina, la lucha por la liberación nacional se encarnó en los partidos de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), actores de lo que se ha dado en llamar la "revolución palestina" tras la guerra de 1967: fue en torno a estos partidos (Fatah, FPLP -Frente Popular para la Liberación de Palestina- y todas las escisiones que surgieron) donde tomó forma un movimiento social que trastocó las jerarquías tradicionales heredadas del mundo feudal. La "revolución palestina" dio lugar a una clase dirigente procedente de la pequeña burguesía intelectual en el exilio que, mediante la circulación de rentas políticas, integró al proletariado de los campos de refugiados de Jordania, Líbano y Siria (y a veces a proletarios no palestinos de esos países) en las organizaciones de lucha. La burguesía tradicional no fue derrocada, pero fue sacudida: fue llevada a negociar con estas organizaciones para protegerse de los proletarios armados que llevaban sus colores. Este es el motor clásico de los movimientos de liberación nacional: la absorción, por una dirección política que aspira a transformarse en aparato de Estado, de un movimiento social proletario o campesino o, las más de las veces -y este fue el caso de Palestina-, de una parte de la proletarización de las masas campesinas resultante de las relaciones coloniales. Luego, en los años 80, el proceso se extendió a Gaza y Cisjordania, pero sin la dimensión militar: la primera Intifada comenzó como una revuelta de los proletarios de los Territorios Ocupados (en gran parte los que vivían en los campos de refugiados) explotados por el capital israelí; sólo más tarde la OLP la "recuperó" para convertirla en un movimiento político nacional.

¿Qué ocurrió después? En el modelo "clásico", cuando la dirección política se hace cargo del Estado, los intereses del movimiento social y de la formación política se desvinculan, y los proletarios vuelven a ser enviados a trabajar por el Estado nacional, supuestamente al servicio de las masas. Lo particular de Palestina es que esta desconexión se produjo sin que se hubiera logrado la independencia: al final del periodo que va de los Acuerdos de Oslo a la segunda Intifada (1993-2004), la dirección nacional abandonó la lucha por la independencia para conformarse con las rentas y los mercados concedidos por Israel. Desde entonces, la opresión de los proletarios sigue tomando la forma de la ocupación y la colonización israelíes, pero sin ninguna perspectiva de lucha ofrecida por las organizaciones políticas surgidas de la lucha de liberación nacional, porque sus dirigentes son ahora subcontratistas de esta configuración. Es la famosa "doble ocupación", omnipresente en el discurso de Cisjordania.

• ¿No ha tomado el poder Hamás?

En algunos aspectos, Hamás ha seguido los pasos de la OLP. La composición social de sus dirigentes es similar: clases medias sin capital propio, licenciados universitarios, que caminan por una fina línea entre una base proletaria y los intereses de la burguesía comercial. Pero Hamás, a diferencia de la OLP, no se basa en un movimiento social. Ha formado una especie de contrasociedad piadosa y jerárquica que respeta el orden social. Ha integrado a los proletarios en sus filas mediante el reclutamiento y nunca ha tratado de captar su actividad autónoma en sus negociaciones con la burguesía.

A este respecto, creo que hay que distinguir, al menos metodológicamente, entre la noción de lucha, que implica una forma de acción autónoma, apuestas materiales y contradicciones sociales, y la de "resistencia" tal y como la utilizan organizaciones militares jerarquizadas como las Brigadas Al-Qassam en Gaza. Hamás puede pretender legítimamente formar parte de la resistencia (como Hezbolá y otros grupos político-militares de la región), pero tiene que basarse en un modelo militar centralizado y jerárquico, separando a la población de sus "tropas" y estando dispuesto a liberar a estas últimas para reprimir las luchas.

A mediados de la década de 2000, algunos dentro de Hamás le empujaron a unirse al marco de los acuerdos de autonomía participando en las elecciones, es decir, a posicionarse, siguiendo a Fatah, como subcontratista de Israel en la gestión de los proletarios de los Territorios. Esto es lo que acabó haciendo cuando se hizo con el poder en Gaza en 2007. Como lo hizo militarmente, y sin negociar con el ocupante, pudo mantener su cara de intransigencia, pero no obstante se convirtió, objetivamente, en un subcontratista local en la gestión de los proletarios excedentes.

Durante dieciséis años, Hamás administró la franja, gestionó las relaciones con Israel (mediante negociaciones y misiles), reprimió las luchas y permitió que una clase de empresarios se enriqueciera bajo su ala. Hasta que, de repente, el 7 de octubre de 2023, abandonó su papel de subcontratista y, me imagino, reinvirtió su dimensión de organización político-militar transnacional del tipo de Hezbolá. Al hacerlo, ha sacrificado a la clase de empresarios gazatíes que se había desarrollado bajo su ala. Podemos suponer que esta reorientación no ha estado exenta de tiras y aflojas internos, que refleja la ruptura de una vieja contradicción en su seno entre su rama político-militar con una fuerte clientela proletaria y su franja insertada en la burguesía empresarial palestina.

• La dominación británica, luego la colonización sionista, la enorme proporción de refugiados, el ejercicio cotidiano de la violencia colonial, etc., han construido materialmente una identificación común de los palestinos y su resistencia expresada bajo la forma del término "pueblo". ¿Refleja esta construcción únicamente el discurso de las élites palestinas?

Esta identificación existe evidentemente, pero hay que preguntarse qué ocurre detrás. No trato de decir a toda costa "los pueblos no existen, es una mistificación de la clase dominante destinada a enmascarar su dominación"; y menos aún "si cayera la máscara, los proletarios tomarían conciencia de sus intereses de clase".

La idea de un pueblo palestino no es exclusiva de las élites palestinas; a veces incluso se utiliza contra ellas. La cuestión es: ¿qué luchas se libran dentro de la categoría "pueblo", abierta o encubiertamente, entre los diferentes segmentos de clase que la esgrimen? No por identificarnos con un pueblo dejamos de luchar desde nuestra posición social.

Y volvemos a lo que decía sobre la lucha de liberación nacional y el interclasismo. En los años 1960-1990, la OLP necesitaba las luchas proletarias para negociar su parte del pastel con Israel, mientras que los proletarios utilizaban su dirección "nacional" como medio para legitimar sus luchas contra las élites. En los Territorios, la primera Intifada fue el apogeo de esta doble lógica de captura del movimiento social por la dirección política y de utilización de la lucha nacional por el movimiento social. Pero entre 2002 y 2005, las luchas proletarias y las de las direcciones nacionales, que hasta entonces habían trabajado juntas (en conflicto), dejaron de hacerlo. Tras el fracaso de la segunda Intifada (que en sus primeros meses continuó la misma lógica interclasista que vinculaba a los proletarios amotinados o armados con los dirigentes políticos), las direcciones nacionales (en Cisjordania e incluso en Gaza) entraron en una lógica de represión de las luchas, incluidas las que movilizaban el lenguaje de la liberación nacional.

Aunque pueda parecer contraintuitivo, desde el fracaso de la segunda Intifada, las luchas proletarias en los Territorios han tenido como principal adversario un marco nacional palestino. Esto se debe sencillamente a que están en conflicto con él, porque desempeñan el papel de amortiguador. Israel se ha liberado de la carga de la reproducción de la población, que ha traspasado a los dirigentes palestinos. Israel interviene en las aglomeraciones de Cisjordania con un enfoque de "redada", y en Gaza con un enfoque de masacre.

• ¿Y las luchas de los últimos 20 años fuera/contra los partidos?

Por hablar de lo que mejor conozco (solo he estado una vez en Gaza, en 2002), en 2015-2016, en el norte de Cisjordania, hubo una insurrección latente del proletariado de los campos de refugiados contra la Autoridad Palestina (AP). En su momento se habló de una Intifada "interna", cuyo epicentro fue el campo de Balata, a las afueras de Nablus. Este movimiento social hizo retroceder a la policía palestina, dejando espacio para que los jóvenes reformaran grupos armados en sus bases, al margen de la jerarquía del partido, y se impusieran socialmente frente a los notables vinculados a la AP en Naplusa y Yenín. Los enfrentamientos de la primavera de 2021 (revueltas en Jerusalén y en las ciudades palestinas de los territorios israelíes "de 1948", ofensiva político-militar de Hamás, anulación de las elecciones por la AP) clavaron el clavo: la AP se encontró debilitada y esto calmó un poco su deseo de gobierno autoritario.

Lo que me pareció interesante del ciclo de disturbios de 2015-2016 fue que mucha gente mantenía un discurso (que solo es contradictorio en apariencia) en el sentido de que la administración palestina impedía tanto la confrontación física con la ocupación como el acceso a la economía israelí como trabajador. Había nostalgia por los días en que "trabajábamos para los israelíes de día y lanzábamos molotov a los israelíes de noche".

Ese mismo año se produjo una importante huelga de profesores empleados por la AP, que ésta consiguió neutralizar recurriendo a la intimidación, la represión y el chantaje, siguiendo el modelo de los regímenes "árabes" de la región, pero que constituyó una secuencia de protesta social que sacudió los cimientos de su control político.

• ¿Por qué nuestro campo político guarda tanto silencio sobre estas luchas?

La AP y la burguesía palestina están omnipresentes en el discurso de Cisjordania como fuente de opresión. Pero hay que tener en cuenta las situaciones de interacción, por supuesto: los activistas blancos de vacaciones en los Territorios nos apropiamos de una función: la de dar testimonio para contrarrestar la máquina de propaganda israelí. Esta apropiación la llevan a cabo esencialmente las clases medias, que de un modo u otro forman parte de una lógica de acceso al capital (material o simbólico) de Occidente, y es un hecho que nadie espera solidaridad en la lucha de clases contra los explotadores palestinos. Así que las personas atrapadas en estas relaciones "internas" de explotación (desde un punto de vista nacional) van a hablar contigo de ello, todo el tiempo incluso, pero no vamos a investir este discurso con la dimensión de un mensaje político - excepto en momentos de extrema tensión, como fue el caso en 2015-2016 en el norte de Cisjordania.

Lo que los proletarios palestinos experimentan como proletarios apenas llega a nuestros oídos, lo que no es de extrañar: esta experiencia no está contenida en la "causa nacional" que los cuadros políticos transmiten a sus relevos en el exterior.

• ¿Qué perspectivas comunes pueden tener los proletarios de esta zona?

Israel representa la imagen de un futuro de pesadilla: el de un Estado perteneciente al bloque central de países capitalistas que ha reproducido en su territorio la zonificación mundial de la fuerza de trabajo observada en la división mundial del trabajo. Esta zonificación social tiene lugar en una cuasi-conurbación: la distancia entre Gaza y Tel Aviv es apenas mayor que la que separa París de Mantes-la-Jolie. Y funciona sobre la base de la etnicidad (se trata de una constante en la historia de Israel y de muchos otros Estados, incluso fuera del contexto de la lucha nacional: antes de la ocupación de Cisjordania y Gaza, eran los proletarios judíos "importados" de los países árabes quienes pagaban el precio).

Pero en los últimos veinte años, el Estado se ha impuesto como garante no sólo de la reproducción social del proletariado judío al que domina, sino de su propia existencia "física", de su supervivencia. Hoy somos testigos de cómo este proletariado "nacional" se ve arrastrado detrás de sus explotadores a una escala nunca vista en la historia, a diferencia de los supernumerarios de Gaza, estacionados en un campo de concentración bajo el fuego constante de las bombas.

Así que hay que tener en cuenta que las luchas forman parte de este universo de pesadilla. Es difícil imaginar que puedan producir una relación de fuerzas capaz de "romper las divisiones". Hasta el año pasado, el simple hecho de que esas luchas siguieran existiendo en los Territorios y forzando la reproducción de las relaciones sociales (una vez más, hablo de luchas, no de resistencias jerárquicas) era en sí mismo algo que, personalmente, me estremecía y me alimentaba. Hoy, el peso de la lógica de la masacre lo aplasta todo: la capacidad de acción autónoma del proletariado palestino está amenazada por los bombardeos y, mientras el proletariado judío siga cautivo del Estado israelí (lo que no va a cambiar), no hay nada que negociar a través de la relación de fuerzas. En efecto, hemos entrado en otra fase, que no ofrece muchas esperanzas.

• ¿Negar la base material del "pueblo" palestino no equivale a dar un "apoyo pasivo" al Estado que lo coloniza y reprime?

Creo que es posible desarrollar un marco de análisis en el que nos sintamos solidarios con las luchas en Palestina sin engañarnos sobre las perspectivas que mantienen los aparatos sociopolíticos "nacionales". Eso es lo que Socialisme ou Barbarie consiguió en parte durante la guerra de Argelia: desarrollar una línea internacionalista capaz de mantener una posición crítica frente al FLN, basada en un análisis de clase.

En Palestina, como en todo el mundo, estamos en un periodo en el que en ninguna parte encontraremos una encarnación política "de clase" del proletariado. Algunos se aferran a una identificación con partidos de izquierda como el FPLP o el FDLP (Frente Democrático para la Liberación de Palestina), o con una hipotética sociedad civil a distancia de los partidos. Comprendo el planteamiento, y me he visto llevado a compartirlo en mis viajes por afinidad "cultural", pero esos partidos y esa sociedad civil están atravesados por contradicciones de clase que los cuadros quieren hacer pasar por secundarias frente a la dominación nacional. Sin embargo, es con el discurso de esos cuadros con el que (generalmente) nos solidarizamos, sin darnos cuenta.

Me aferro a la idea de que las relaciones sociales tienen prioridad sobre las ideologías políticas, y que, tanto emocional como intelectualmente, siempre debemos intentar "empezar desde abajo", socialmente hablando, más allá de las identificaciones políticas, para comprender las luchas que "la" lucha nacional pretende abarcar.

En la identificación con Palestina, con la idea de Palestina, se disciernen distintas lógicas en función de la clase, la relación con la política, el capital militante, el capital cultural, etc. Este es el caso allí, pero también aquí en casa, en las expresiones de solidaridad. Este es el caso allí, pero también aquí en casa, en las expresiones de solidaridad. Estas lógicas diferentes no coexisten, no forman una convergencia o una unidad: son contradictorias, están en lucha, de manera más o menos asumida o silenciosa.

Tengo poco que decir sobre el tema del "qué hacer". En cualquier caso, me parece que, más que las diferentes posiciones políticas mantenidas dentro del movimiento de solidaridad (lo que uno piensa de Hamás, de un Estado binacional o lo que sea), es necesario cuestionar su composición social y las prácticas de lucha que se derivan de ella, para luego posicionarse dentro del movimiento -con la esperanza de "traer la guerra a casa", y de atacar el mantenimiento del orden social allí donde uno está, y así poner fin a las masacres en Gaza.

En Francia, la captura y la gestión de las manifestaciones de solidaridad por los políticos de La France insoumise y los de su calaña, que utilizan la "causa palestina" para favorecer sus propios intereses, o incluso por asociaciones que se posicionan como interlocutores ante las autoridades, apunta, en mi opinión, a una derrota del componente proletario y apolítico del movimiento, que se expresó con más fuerza, por ejemplo, durante la guerra de 2014.