viernes, 28 de noviembre de 2025

DE GAZA AL CONFLICTO GLOBAL. GUERRA CAPITALISTA Y SOLIDARIDAD INTERNACIONALISTA

Asamblea Internacionalista contra la Guerra

Este texto fue publicado originalmente en griego el 7 de julio de 2025, luego de la conformación en Atenas de la “Asamblea Internacionalista contra la Guerra”, espacio colectivo conformado por múltiples voluntades provenientes de diversas vertientes revolucionarias del medio antagonista radical —comunistas, anarquistas, antiautoritarios, autónomos, etc.—. L@s compañer@s frente a la masacre perpetrada en Gaza por el Estado de Israel, la guerra entre Ucrania y Rusia y otros conflictos armados, defienden de manera intransigente una perspectiva autónoma proletaria, internacionalista y anticapitalista, rechazando toda lógica de identificación con los bandos beligerantes en confrontaciones interestatales e interimperialistas (EE.UU. / China), que se están intensificando en la actual fase de crisis del capital mundial.

contacto:
/Biblio Laín Díez (facebook)
@bibliolaindiez (insta)
bibliotecaautonomalaindiez@gmail.com

DESCARGAR PDF MAQUETADO

Gaza: de un ataque genocida a desplazamientos masivos y limpieza étnica

Durante más de 20 meses, Israel ha lanzado un ataque sin precedentes contra la población palestina de Gaza. La guerra librada por Israel se dirige deliberadamente contra objetivos civiles, adquiriendo proporciones genocidas y destruyendo casi por completo infraestructuras, viviendas, hospitales, escuelas y vidas humanas. Ha provocado el desplazamiento masivo de palestinos de sus hogares, con el objetivo final de llevar a cabo una limpieza étnica que facilite la expansión de los asentamientos bajo la visión de establecer un “Gran Israel”. Simultáneamente, las operaciones militares de Israel en Gaza y en la región en general (Líbano, Siria, Irán) sirven de punta de lanza para que el bloque imperialista “occidental” cambie la dinámica de poder e imponga un nuevo orden en Medio Oriente, directamente vinculado al conflicto más amplio entre bloques imperialistas. Evidentemente, estas operaciones militares han dado sus frutos, debilitando a Hezbolá en el Líbano, contribuyendo a la caída de Assad, disminuyendo la influencia de Rusia en Siria y asestando importantes golpes a Irán.

La expansión de la guerra en Medio Oriente: crisis capitalista y rivalidad imperialista

Esta expansión de la guerra en Medio Oriente, con el apoyo activo de Estado Unidos y su participación directa en el conflicto militar, marca una escalada cualitativa. El peligro de una guerra regional más amplia y, posiblemente, mundial es ahora más real que nunca, como lo demuestran la continua guerra entre Ucrania y Rusia, la creciente tensión en el Mar del Sur de China entre China y Taiwán, el conflicto entre Pakistán y la India, el rápido rearme de los países europeos y el intento de fortalecer el militarismo y la militarización de la sociedad en todo el mundo. Es la crisis capitalista la que impulsa el aumento de la rivalidad interestatal y la escalada de los conflictos militares.

La guerra actúa como “destrucción creativa” y como mecanismo para superar el estancamiento y reproducir la dominación capitalista, entre otras cosas, mediante la limpieza violenta de un proletariado excedente.

Los palestinos de Gaza como proletariado excedente y las múltiples facetas del racismo antipalestino

Esto describe con precisión la condición de la abrumadora mayoría de la
población palestina de Gaza. En la década de 1980, casi el 45% de la población de Gaza trabajaba en Israel en empleos mal pagados y sin derechos laborales. Completamente privados de las protecciones otorgadas a la clase trabajadora israelí, los palestinos servían como ejército de reserva de mano de obra barata. Durante la década de 1990, los trabajadores palestinos fueron reemplazados cada vez más por migrantes de Tailandia, Filipinas y Rumania, que hoy representan la mano de obra más explotada en Israel, a menudo ganando incluso menos que los palestinos. Desde 2007, con el bloqueo total de Gaza por parte de Israel y Egipto, y el establecimiento de un estado de sitio, hasta el 7 de octubre de 2023, el número de residentes de Gaza que trabajaban en Israel se redujo a sólo el 1% de la población.

La economía de Gaza sufrió un daño masivo, con importaciones y exportaciones realizadas sólo ilegalmente a través de túneles en la frontera egipcia, lo que llevó a una tasa de desempleo en torno al 50% y a que casi la mitad de la población de Gaza dependiera exclusivamente de programas de ayuda humanitaria para sobrevivir. Es evidente que esta población representa un proletariado excedente totalmente desechable tanto desde la perspectiva de la economía israelí como de la imposición de la “pureza nacional” en la región. Esto ha fomentado un racismo extremo contra la población palestina de Gaza dentro de la sociedad israelí, llegando al punto de deshumanización. Los palestinos son etiquetados como “animales humanos”, e incluso el presidente de Israel, afiliado al Partido Laborista, declaró que en Gaza “no hay inocentes”. Esta ideología nacionalista de Estado legitima aún más la masacre y la guerra dentro de la sociedad israelí, construye la narrativa defensiva que el Estado de Israel necesita para justificar la agresión militar en Gaza y articula las ambiciones expansionistas territoriales de Israel.

Sin embargo, el racismo antipalestino también existe en muchos países árabes. La mayoría de los refugiados palestinos permanecen indocumentados y apátridas en los Estados árabes vecinos, a menudo confinados en campos de refugiados sin libertad de movimiento. Son tratados como forasteros, como una carga para la economía local y como un “cuerpo extraño” frente a la población local, como ocurre hoy con los refugiados en todo el mundo, sirviendo como chivos expiatorios de los males sociales. Además, son vistos como una fuerza desestabilizadora, con segmentos políticamente radicalizados de refugiados palestinos históricamente involucrados en conflictos armados con las autoridades estatales (por ejemplo, “Septiembre Negro” en Jordania), participando en la guerra civil del Líbano, y apoyando a Irak durante la invasión de Kuwait, lo que resultó en el desplazamiento de entre 300.000 a 400.000 palestinos de Kuwait después de 1991 y restricciones migratorias más estrictas en otros Estados del Golfo. Los proletarios palestinos han sido tratados sistemáticamente por los Estados árabes como peones y no como seres humanos en el tablero diplomático y militar de Medio Oriente.

En Europa y, más ampliamente, en el mundo “occidental”, el racismo antipalestino se ha visto reforzado en los últimos años como una versión de un racismo más amplio contra los musulmanes, promovido sistemáticamente en los últimos años tanto por las teorías de extrema derecha del “gran reemplazo”, como por el pánico moral cultivado por los gobiernos —tanto socialdemócratas como de derechas— ante la entrada de musulmanes en Occidente. El descontento por el declive del nivel de vida se dirige así hacia los segmentos más vulnerables de nuestra clase, desviando la ira de las relaciones sociales capitalistas. En estas odiosas narrativas racistas se presenta a Israel como un baluarte de la “civilización occidental” contra la “barbarie islámica”. Esto parece paradójico, dado que la retórica de extrema derecha que atribuye los planes de “sustitución de población” a la “élite global” es estructuralmente antisemita. Por el contrario, la solidaridad con los palestinos, que también ha crecido dentro de los grupos sociales más progresistas, frecuentemente carece de contenido de clase y se articula sobre la base de una mitología reaccionaria acerca del carácter revolucionario de Hamás y sus organizaciones aliadas, que en realidad representan políticas de opresión nacionalistas y capitalistas, a menudo estrechamente vinculadas a una ideología religiosa estatista. Hemos visto cómo esta posición se desarrollaba aún más con el apoyo abierto de Estados como Irán y Rusia, es decir, el apoyo de uno de los campos imperialistas. En cuanto a Hamás, no cabe duda de que es el personal político y militar de una sección de la clase dominante palestina que ejercía el poder en Gaza. Como tal, participó en la explotación del proletariado palestino tanto como fuerza de trabajo —mediante la imposición de impuestos y aranceles sobre el comercio realizado a través de los túneles— como mediante la extracción de ingresos procedentes de la gestión de la “ayuda humanitaria” para las necesidades de la población y el apoyo financiero de Irán y Qatar.

Hamás y sus organizaciones afiliadas tienen el monopolio de la violencia y las armas, en contraste con cualquier tipo de violencia revolucionaria de clase. Por otra parte, la gran mayoría de la población de Gaza sigue siendo un proletariado excedente desechable; carne de cañón.

Hamás y la trampa del “campismo antiimperialista”

Sobre esta base, el ataque del 7 de octubre de Hamás y sus colaboradores en Israel fue un acto de guerra por parte de lo que hasta entonces había sido la autoridad estatal de facto en Gaza. No fue un acto de resistencia por parte de un movimiento, ni tuvo un carácter proletario o revolucionario. No puede servir de modelo ni de brújula para las luchas proletarias. Su objetivo principal era invertir la situación que se estaba configurando con los Acuerdos de Abraham y alterar el equilibrio geopolítico en Medio Oriente. En segundo lugar, sirvió temporalmente para abordar la crisis de legitimidad interna de Hamás en Gaza; como demostraron las recientes manifestaciones masivas contra Hamás. Considerando el resultado, es decir, la respuesta absolutamente atroz del Estado israelí, el ataque no sirvió —ni podría haber servido— a los intereses y necesidades de la población palestina, que ya vivía en condiciones de apartheid y desplazamiento por parte del Estado israelí. Apuntó a objetivos militares y no militares por igual e intentó aterrorizar a la población enemiga, como cualquier acción militar estatal, aunque a una escala mucho menor. Sin embargo, contar cadáveres y comparar masacres es ajeno a cualquier perspectiva proletaria. La inmensa mayoría de los muertos en la guerra capitalista son nuestros propios muertos.

 

Grecia del lado de Israel: intereses económicos y rivalidades geopolíticas

Como ya se ha mencionado, la guerra de Gaza forma parte de un conflicto imperialista más amplio. El Estado griego ya nos está involucrando de lleno dentro de este conflicto, aumentando el gasto militar, proporcionando instalaciones y participando activamente en los planes de batalla del bloque “occidental”. Por un lado, hay razones económicas inmediatas por las que el gobierno griego apoya a Israel: la cooperación entre el capital griego e israelí desde armamento (INTRACOM Defense) hasta bienes raíces y desde el proyecto de interconexión eléctrica Grecia-Chipre-Israel hasta muchas otras colaboraciones sectoriales. Aún más importante es la alianza entre Grecia e Israel contra el creciente poder geopolítico de Turquía. En este contexto, se ha formado un frente informal Grecia-Chipre- Israel con ejercicios militares conjuntos, planes (abortados) para construir un gasoducto de gas natural (EastMed) que sortearía las redes de distribución rusas, intercambio de información, coordinación diplomática sobre la definición de Zonas Económicas Exclusivas, etc. Por otro lado, está el contexto más amplio de la competencia entre los bloques imperialistas “occidentales” y los llamados  “euroasiáticos”. Esto incluye el plan para conectar India, Medio Oriente y Europa (IMEC), que evitará rutas marítimas como el Canal de Suez, el Estrecho de Bab el-Mandeb y potencialmente incluso el Estrecho de Ormuz, quitando poder geopolítico a los Estados que actualmente los controlan. Este plan cuenta con el apoyo de Estados Unidos, la Unión Europea, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos e India. Aunque este plan no tenga éxito, como suele ocurrir con este tipo de planes, es un método para ejercer influencia geopolítica sobre las partes implicadas.

De la crisis de la “globalización” al capitalismo de Estado y la economía de guerra

El apoyo de Grecia a Israel no está relacionado únicamente con los intereses económicos directos del capital griego o con los intereses geopolíticos inmediatos del Estado griego. Más bien, refleja cambios más amplios tanto en el sistema global de Estados-nación capitalistas como en los regímenes de acumulación dentro de las
formaciones sociales nacionales económicamente avanzadas. La crisis capitalista desde 2008 también ha sido una crisis del modelo de “globalización”, evidenciada por el resurgimiento del proteccionismo, con la imposición y el aumento de aranceles al comercio internacional.

Esta nueva era de proteccionismo coincide con un aumento de la intervención estatal, lo que señala el surgimiento de una nueva forma de “capitalismo de Estado”, caracterizado por economías de guerra y significativas inversiones desde los llamados “fondos soberanos de riqueza”, que se han expandido enormemente en los últimos años. Las grandes potencias están desarrollando sistemas de planificación destinados a aumentar su poder económico y militar, reemplazando los vínculos económicos mundiales regulados por el mercado e inaugurando una nueva fase de reproducción capitalista. Esta es también la base de la intensificación de la rivalidad imperialista y de los conflictos militares para asegurarse tierras, recursos y mano de obra. Esta es también la razón del consenso entre todos los partidos (excepto el Partido Comunista Griego) sobre el aumento del gasto militar en el marco del programa ReArm Europe. Los principales bloques en la nueva escalada del conflicto por las materias primas, los mercados, el liderazgo tecnológico, las esferas de influencia y la hegemonía cultural son, por un lado, Estados Unidos como potencia hegemónica existente y, por otro, China como potencia imperialista emergente con ambiciones de hegemonía global.

Estados Unidos cuenta con el apoyo de las principales potencias de la Unión Europea, Japón, Reino Unido y Australia, junto con Israel y Arabia Saudí; opuestos a ellos, alineados con China, están Rusia, Bielorrusia, Irán y Corea del Norte. Otros poderosos países del “Sur Global” —India, Brasil, Indonesia y Sudáfrica— aún no se han alineado definitivamente con ninguno de los dos bloques. En este  conflicto, Grecia se alinea con el bloque imperialista “occidental” y lo apoya. Además, con su participación en este conflicto, pretende mejorar su posición y poder regionales, por ejemplo, mediante el posible establecimiento de una Zona Económica Exclusiva (ZEE) más amplia, como lo demuestra la presencia de buques de guerra en el mar de Libia. Por supuesto, estas formaciones no son monolíticas y no excluyen la cooperación entre países pertenecientes a bloques diferentes. Al fin y al cabo, se trata de “hermanos enemigos”: la competencia no excluye la cooperación, que puede ir seguida de un conflicto armado.

Contra el “campismo”: una respuesta de clase internacionalista a la guerra capitalista

Si no resistimos ahora por todos los medios posibles a esta escalada bélica, pronto nos encontraremos entre la espada y la pared. Desde la perspectiva de los intereses proletarios, no existen guerras “justas” o “defensivas”. Tales distinciones son una mistificación que oculta el conflicto entre capitales nacionales y bloques imperialistas por el control de los mercados de capitales y materias primas, esferas de influencia y mano de obra barata. Cada parte envuelta en una guerra presenta su propio papel como “defensivo” y “justo”. Una victoria del Estado más débil lo hace más fuerte, reiniciando de nuevo el círculo vicioso, como lo ha demostrado la experiencia histórica. La derrota de un poder estatal más fuerte implica necesariamente el fortalecimiento del Estado-nación oponente y la movilización de la población en torno a él. Cualquier resistencia de clase debe ser aplastada para imponer la paz social y la unidad nacional.

En el pasado, el apoyo a los nacionalismos “débiles” y a sus respectivos Estados se disimulaba tras el fortalecimiento del llamado campo socialista. Hoy, ausente incluso esta pretensión, se abandona la crítica al capitalismo en favor de las distinciones culturales entre Occidente y Oriente o Norte y Sur, proclamadas por la ideología “anticolonial” y las políticas identitarias contemporáneas. Esta distinción es claramente irracional, mítica y reaccionaria, ya que el capitalismo es un sistema universal y global: “[ha] convertido todo el planeta en su campo de operaciones”, aunque la opresión religiosa, étnica y nacional obviamente sigue existiendo y no es “privilegio” de Estados específicos. La antigua y espectacular pseudo dicotomía, capitalismo versus “socialismo”, ha sido reemplazada por una nueva, desprovista de toda pretensión de emancipación social, como lo ejemplifica el apoyo “antiimperialista” a Irán, Rusia o China, salvo por la invocación de una hueca “teoría de las etapas”. El apoyo a un campo
imperialista, o campismo, es inherente a la ideología antiimperialista porque proporciona un análisis de arriba hacia abajo enfocado en los conflictos entre Estados, en lugar de una perspectiva proletaria arraigada en el conflicto global entre el capital y el proletariado. El apoyo a las fuerzas del “otro bando” y a los movimientos de liberación nacional asociados a ellas ni siquiera puede provocar el derrocamiento del imperialismo, que es inherente al capitalismo. Objetivamente, la posición política de apoyar a un bando imperialista allana el camino para la militarización más amplia de la sociedad y la guerra capitalista. Los antiimperialistas llegan incluso a apoyar los programas nucleares de supuestos “Estados débiles”, lo que puede conducir a la culminación de la guerra capitalista y a la destrucción total.

La única salida a la espiral bélica es la acción proletaria internacionalista con un claro carácter anticapitalista. Nos negamos a ser cómplices de cualquier ejército y de cualquier Estado. No apoyaremos a ninguno de los bandos en guerra. La única solución frente a la guerra es la organización autónoma de clase que lucha contra el capital y el Estado en nuestro propio país y el apoyo práctico a los que se niegan a hacer el servicio militar. También implica el apoyo a los desertores y objetores de conciencia del “otro bando”, así como la solidaridad práctica con los colectivos políticos y sociales que luchan contra la guerra capitalista en Rusia, Ucrania, Israel, Palestina, Irán y en todas partes. En lugar de esta práctica, que es la condición mínima necesaria para no convertirnos en carne de cañón del capital, presenciamos calumnias inaceptables sobre el “colaboracionismo” y la “traición nacional” contra los camaradas anarquistas y comunistas y, más ampliamente, contra los colectivos de la clase trabajadora (por ejemplo, en Irán). Precisamente en este contexto, debemos expresar nuestra solidaridad con los —ciertamente escasos— objetores de conciencia en Israel, así como con aquellas fuerzas dentro de Israel que se resisten al genocidio que se está llevando a cabo en Gaza. La identificación de toda la población con su Estado es falsa, como demuestra el hecho de que 100.000 reservistas no se presentaran a filas tras la ruptura del alto el fuego por parte del Estado israelí. Hay que confrontar los incidentes de odio nacionalista israelí cuando ocurran. La lógica de los ataques indiscriminados contra turistas israelíes es racista, ya que atribuye la responsabilidad colectiva a toda la población, a la vez que debilita la ya débil corriente de oposición a la guerra dentro de Israel.

Estamos en contra de la guerra capitalista y de cualquier implicación del Estado griego en ella, en contra de la militarización de la sociedad y del aumento del gasto militar que se produce a expensas del salario social. Luchamos por la creación de un movimiento proletario internacionalista que no se someta a los intereses nacionales, al Estado y al capital, expresando solidaridad práctica con los colectivos proletarios y políticos —comunistas y anarquistas— que luchan en los países devastados por la guerra.

Nuestro objetivo es construir lazos y comunicación con los proletarios internacionalistas. Sólo a través de la unidad global del proletariado podremos derrocar esta barbarie impuesta por los Estados y el capital. No debemos dejarnos arrinconar, sino acabar con la guerra capitalista luchando contra quienes la provocan. Nuestra guerra no es nacional ni religiosa. Es una guerra de clases social y antiestatal.

miércoles, 26 de noviembre de 2025

PEQUEÑA CONTRIBUCIÓN PARA LA SALVACIÓN DEL ENEMIGO INTERNO

Asamblea de la ocupación de Fabrica Yfanet, octubre de 2024 (Thessaloniki, Grecia)

Original en griego: https://yfanet.espivblogs.net/2024/11/04/mikrh-symvolh-gia-ti-diaswsh-tou-eswterikou-exthrou

Introducción

Desde hace ya varios meses, la guerra sigue causando estragos en toda la región del Oriente Medio, después del ataque del 7 de octubre, con Israel procediendo a la destrucción de Gaza y el exterminio masivo de los palestinos. La guerra se agudiza con la participación de cada vez más agentes. En cuanto al discurso político que circula, parece estar polarizado. La esfera pública se ha dividido en dos bandos y los argumentos desplegados por ambas partes se han aferrado a la convicción de la «justicia» de su lucha: Israel tiene derecho a la autodefensa y los palestinos tienen derecho a la resistencia.

Aquellos que se muestran escépticos ante los polos establecidos, reconociendo una dimensión caótica en el conflicto o, más aún, aquellos que intentan interpretarlo centrándose en el conflicto social, se encuentran en una posición compleja. Por lo tanto, hablar de ello en las circunstancias actuales es una tarea difícil y exigente. Y esto se debe a que no se encuentra en la superficie del conflicto bélico, sino que está oculto por los gritos de la guerra. Lxs interesadxs deben buscar el conflicto social más allá de estos gritos, en un entorno no tan ideal.

Al mismo tiempo, es muy probable que lo que se encuentre en esta búsqueda resulte un poco decepcionante. Puede que los hallazgos no sean motivo de celebración, que no puedan convertirse en banderas e himnos. Es posible que suenen más como un llamado de atención que un toque de corneta para la contraofensiva. Puede que se trate de una historia con muchos callejones sin salida y pocas alternativas. Una historia con pequeñas victorias y grandes derrotas.

Aun así, creemos que vale la pena conservar esta perspectiva. Después de todo, sigue siendo útil para nosotros, precisamente porque lo que aprendemos de aquel conflicto refleja nuestra postura aquí. Sin duda, es un lujo poder ver desde una posición de relativa seguridad las formas en que el nacionalismo y el capital impusieron sus condiciones en la cuestión social en otro lugar. Se te da la oportunidad de ver qué salió mal, qué decisiones se tomaron y qué oportunidades se perdieron, antes de que las cosas se hundieran en el horror de la guerra. Se te da la oportunidad de pensar y actuar, antes de que sea demasiado tarde, antes de que tú también acabes como carne de cañón. Por lo tanto, creemos que debemos aprovechar esta oportunidad para enriquecer el debate público.

El siguiente texto resume algunos puntos que, como asamblea de la ocupación de Fabrica Yfanet, consideramos útiles para comprender la situación actual. Se refieren tanto a aspectos del conflicto bélico en la región como a la postura del movimiento de solidaridad local.

Parte A: El estado de guerra en Palestina

 

La continuidad entre la guerra y la paz

Se dice que la guerra es la fiebre del capitalismo. El síntoma de una crisis capitalista, pero al mismo tiempo su cura. Esta comparación tiene puntos fuertes y débiles. Su punto fuerte es que identifica la conexión entre la guerra y la crisis de la acumulación capitalista. Su punto débil es que concibe la guerra (y la crisis) solo como un acontecimiento aislado.

Pero, ¿qué ocurre en un periodo en el que la crisis se agrava, revelando su carácter permanente? Es lo que estamos viviendo en los últimos años. Un periodo en el que la crisis capitalista adopta muchas y diferentes caras, y cada episodio se suma al anterior: crisis económica, «crisis migratoria», crisis sanitaria, crisis medioambiental, y así sucesivamente. Entonces, la guerra deja de percibirse solo como un conflicto entre dos o más ejércitos organizados, se fluidifica y aparece en cada vez más aspectos de la vida social y política. A su vez, también adopta diversas formas, algo que podemos observar fácilmente en la esfera pública: guerra contra la delincuencia, guerra contra la inmigración ilegal, guerra contra las catástrofes naturales, guerra contra el alto costo de vida, ¡guerra en todas partes! Se trata de un proceso de difuminación de los límites entre la guerra y la paz, ya que ambas situaciones se difunden la una en la otra. La preparación de la guerra tiene lugar en tiempos de paz, los estados se lanzan a una carrera armamentística, el ejército se encarga de la gestión de situaciones de crisis (como la migración y las catástrofes naturales), el miedo y la inseguridad se extienden por la sociedad, los «enemigos» acechan en cada esquina, el militarismo impregna la cultura dominante y, sobre todo, predomina la invocación de la unidad nacional. Todos juntos debemos unirnos, hacer sacrificios, para superar las dificultades. Por nuestro bien.

La situación que prevalece en Palestina es un ejemplo característico de la difuminación de los límites mencionados anteriormente. Desde hace varias décadas, se mantiene una tensión bélica en toda la región, con altibajos. Podemos afirmar que esta tensión gira en gran medida en torno a la gestión de una población que se encuentra en una situación de integración a través del aislamiento, en la forma particular que han adoptado las estructuras sociales allí. Pero, ¿qué significa todo esto más concretamente? A continuación, intentaremos esbozar la situación tal y como se había configurado antes del 7 de octubre de 2023.

La gestión de la población palestina por parte del estado israelí

El estado israelí, que tiene la mayor responsabilidad en la gestión de los palestinos, ha impuesto en las zonas de Gaza y Cisjordania un régimen de apartheid que, a su vez, ha provocado miles de fallecidos. Durante décadas, Israel ha marginado a esta población en una especie de prisiones abiertas, bajo estricta vigilancia, mientras que la explota cuando la necesita. Sin embargo, no es solo la mano de obra barata de los palestinos lo que resulta lucrativo para la economía israelí, sino su gestión general como personas prescindibles y peligrosas. Precisamente sobre esta gestión, Israel ha desarrollado a lo largo de los años una industria militar y policial que constituye una parte importante de su economía. Esta industria produce, entre otras cosas, tecnologías de vigilancia y sistemas armamentísticos, que se prueban sobre esta población antes de lanzarse al mercado. Desde esta perspectiva, podemos afirmar que la gestión militar de la población palestina tiene un carácter permanente y se retroalimenta con la industria bélica del estado israelí. Se trata de un ejemplo característico de cómo la guerra se entrelaza con la producción capitalista: la tensión bélica se mantiene, entre otras cosas, gracias a una industria bélica que necesita que la guerra continúe para poder desarrollarse.

Al mismo tiempo, esta población marginada y nacionalizada se utiliza para que Israel construya su cohesión social. El papel que se le reserva es doble: por un lado, se presenta como un elemento intimidatorio para la clase trabajadora israelí, como una reserva de mano de obra infravalorada que la presiona para que se alinee con las exigencias de sus jefes. Por otro lado, también funciona como chivo expiatorio, la figura hacia la que el estado israelí intenta dirigir el descontento social generado por sus políticas. En cualquier caso, su construcción como «extranjero» o incluso «amenaza» funciona como una forma de presión que vincula a la sociedad israelí al estado y a sus intereses. Sin embargo, para comprender mejor este proceso dinámico, debemos señalar también la estratificación racial dentro de la sociedad israelí.

Procesos de nacionalización: el ejemplo de los asentamientos

Con el paso de los años, la explotación de esta población palestina pasó a ser secundaria para el estado israelí, ya que la prioridad era la integración de los judíos que llegaban a Israel procedentes de otras regiones (África, Asia). Israel se vio obligado a cumplir sus promesas de crear un estado abierto a todos los judíos y a conceder derechos políticos y prestaciones sociales a esta nueva población. Sin embargo, su «integración» no fue un proceso sencillo. Los primeros habitantes israelíes disfrutaban de un estatus superior al de los recién llegados, que a menudo eran tratados como ciudadanos de segunda clase. Aún más abajo en la jerarquía se encontraban los árabes israelíes que habían permanecido en territorio israelí y, en la parte inferior, los palestinos en los territorios ocupados desde 1967, así como los/las inmigrantes con o sin papeles. Ante las reivindicaciones de inclusión de la nueva población, el estado israelí optó por enfrentarla a los palestinos. El pasaporte para la participación igualitaria en la comunidad nacional incluía la participación en colonizaciones violentas con el objetivo de desplazar a los palestinos y arrebatarles sus tierras, lo cual fue alentado e incluso organizado por el estado israelí. En resumen, dado que los nuevos ciudadanos no estaban dispuestos a sustituir simplemente a los palestinos como mano de obra barata, tendrían que demostrar por la fuerza que merecían algo mejor. De esta manera, el estado israelí logró no solo satisfacer en parte las demandas de los colonos, sino también encargarles la función de guardianes de la frontera, poniéndolos en una situación de fricción y tensión permanentes con la población palestina desplazada.

Con este ejemplo, podemos comprender mejor el vector que conecta el «dentro» y el «fuera» en esta relación de integración a través de la exclusión. Por lo tanto, no se trata de dos conjuntos homogéneos que se tocan en una línea divisoria. Por el contrario, entre la experiencia de lo «totalmente integrado» y lo «totalmente excluido», existe un espectro de condiciones intermedias de existencia. La vida de una israelí en Tel Aviv es diferente de la vida de un inmigrante judío de Rusia que vive en los asentamientos. Del mismo modo, la subsistencia de un árabe israelí difiere de la de un palestino en Gaza. Clasificaciones similares se encuentran en la mayor parte del planeta, solo que en esta zona concreta están sujetas a una delimitación más militar: diferentes derechos políticos, restricciones de movimiento, zonas separadas, muros, rejas, vigilancia armada, asesinatos. Sin embargo, esto no significa que estas delimitaciones no se renueven. Por el contrario, los violentos procesos de nacionalización de las expectativas sociales se producen de forma incesante, incluso en tiempos de «paz», ya que para los estados la integración nacional sigue siendo una cuestión pendiente. A través de su repetición, estos procesos tratan de integrar en su dinámica las condiciones sociales y políticas que se configuran en cada momento. Las determinaciones de clase, género y raza se refractan a través del prisma nacional y adquieren nuevos significados, creando al mismo tiempo diferentes percepciones sociales del interés nacional.

Las manifestaciones contra el Gobierno que tuvieron lugar en Israel unos meses antes del 7 de octubre fueron indicativas de tal diferenciación1. Aunque limitadas al ámbito de la ciudadania, demostraban que la sociedad israelí, al igual que el resto, no es un conjunto totalmente homogéneo, sino que sigue manteniendo una gran cantidad de divisiones sociales en su interior. El recrudecimiento de la guerra congeló estas manifestaciones e intentó lograr la ansiada unión de toda la sociedad detrás del Estado.

El papel de las organizaciones palestinas

Sin embargo, la responsabilidad de la gestión de la población palestina no se limita al estado de Israel, sino que se distribuye también entre las clases dirigentes palestinas. En esencia, se trata de élites económicas que surgieron de un liderazgo militar-burocrático de la lucha de la liberación nacional palestina y que se reproducen, en su mayor parte, a partir de la gestión de la ayuda económica internacional que llega a la región (Irán, Qatar), la explotación de la clase obrera palestina y el contrabando. Sus intereses están representados por las principales organizaciones que actúan en estos territorios, Hamás y la Autoridad Palestina (con Fatah como su principal organización interna). Estas organizaciones operan en relación directa o indirecta con Israel y desempeñan un papel contradictorio. Por un lado, actúan como guardianes del proletariado palestino y, por otro, como representantes combativos de sus intereses nacionales. En el marco de la relación de «integración mediante la exclusión» y dado que estos territorios no están formalmente anexados a Israel, se aprovechan de los beneficios del trabajo palestino y, al mismo tiempo, tratan de imponer un régimen de unidad nacional. Asegurar la paz social en el interior de su territorio, de modo que el proletariado palestino respalde el desarrollo y las aspiraciones de la clase dominante palestina. Sin embargo, las políticas de ambas organizaciones no coinciden plenamente, por lo que existen diferencias entre el modelo de Gaza y el de Cisjordania ya desde 2007, cuando Hamás ganó el poder en Gaza tras un conflicto armado con Fatah.

En Cisjordania, la clase dominante vinculada a la Autoridad Palestina no logró a lo largo de los años crear una actividad económica autónoma y terminó reproduciéndose en los márgenes de la economía israelí. Por supuesto, no fueron solo las restricciones de Israel las que le asignaron este papel, sino también el temor a exponerse a la competencia de las economías vecinas, que también disponían de mano de obra barata. La exposición a esta competencia la obligaría a entrar en conflicto directo con su clase trabajadora, con el fin de infravalorarla. Los empresarios palestinos asociados a la Autoridad Palestina consideraron que su vinculación con la economía israelí, por un lado, podría ser rentable para ellos mismos, al actuar como subcontratistas, y, por otro, no pondría en peligro su imagen ante la población empobrecida sobre la que ejercían control. Sin embargo, al final, tampoco se logró este objetivo. Con el paso del tiempo, una gran parte de la población palestina comenzó a desaprobar las políticas de la Autoridad Palestina, considerando que básicamente servían a sus propios intereses. Esto, a su vez, contribuyó a la deslegitimación de la Autoridad Palestina como representante de los palestinos2. Una deslegitimación que se expresó también como traición al interés nacional.

En la franja de Gaza, Hamás intentó trazar una política más autónoma, con el objetivo de crear un estado palestino. Invirtió en la creación de una red de túneles bajo su control, con el fin de obtener ingresos del desarrollo de la economía del contrabando. El objetivo era crear así su propia élite económica, que sustituyera a la anterior clase comercial, y constituir una red de reproducción social para la población. Sin embargo, su plan se basaba en la creación de relaciones clientelares y partidistas a través de las cuales se distribuirían los beneficios obtenidos, algo que pronto fue percibido por los habitantes de Gaza. Es más, el hecho de que la red de reproducción social que se creó no lograra satisfacer las expectativas de la población, llevó a Hamás, también, a enfrentarse a una crisis de legitimidad. En los últimos años han estallado en varias ocasiones manifestaciones contra la administración de Hamás, a la que se acusa tanto de mala gestión como de haber dado prioridad a su autorreproducción como mecanismo militar y partidista. Las últimas manifestaciones de este tipo tuvieron lugar en el verano de 2023, pocos meses antes del 7 de octubre3.

Estas organizaciones, aunque no son gobiernos de estados reconocidos, desempeñan la mayoría de sus funciones: organizan la vida social, económica y política de un territorio, tratan de crear estructuras básicas de reproducción social para atar a la población a su poder, se ocupan de la distribución de los recursos disponibles, mantienen el orden y reclaman el monopolio de la violencia. Pero también hacen algo más, quizás más importante: intentan en todo momento generar un «interés general» abstracto de toda la población (de todos los palestinos), con el fin de encubrir los intereses concretos y contradictorios que existen dentro de la sociedad, las relaciones de explotación y opresión. Cada vez que sus políticas provocaban la indignación de los palestinos, estas organizaciones se presentan a sí mismas como las verdaderas representantes de los intereses nacionales y dirigen el descontento social contra el «verdadero enemigo», es decir, Israel. Por otra parte, su historia está ligada a la militarización de las revueltas sociales. Se trata de ejemplos ilustrativos de cómo el estado surge como una relación a partir de los movimientos y se convierte en mecanismo.

La guerra como exportación de los conflictos internos

Hemos decidido exponer algunos aspectos de la situación que prevalecía en la región antes del 7 de octubre, con el fin de destacar algunas cuestiones que consideramos fundamentales. Aunque no es posible desarrollar en este texto toda la historia del conflicto, sí podemos mostrar algunos datos y extraer algunas conclusiones.

Vemos, pues, que en ambos «bandos», el nacionalismo funciona como el medio que oculta las divisiones sociales. A menudo se presenta como un movimiento que reclama la inclusión en el estado, expresando el deseo de una población de participar en una comunidad de «aquellos cuyas vidas tienen importancia». El nacionalismo es la forma en que el pueblo reclama al estado cuando se siente abandonado y con necesidades insatisfechas. Los intereses particulares deben expresarse como nacionales para adquirir validez, ya que es el lenguaje que habla el estado. Al mismo tiempo, el nacionalismo también aparece como ideología estatal, como un marco interpretativo y deontológico que el estado proporciona a la sociedad para comprender el mundo. A través de este punto de referencia, se señala a los culpables de los sufrimientos del pueblo, se demoniza a aquellos que se construyen como enemigos y se mantiene la paz social. Pero, ¿qué ocurre cuando los conflictos sociales han llegado a un punto crítico? Entonces, la guerra se encarga de resolverlos con violencia bruta, destruir a los que se consideran prescindibles y arrastrar por la fuerza a toda la sociedad detrás del estado. A través de la guerra, los asuntos internos de cada territorio se exteriorizan y se internacionalizan aún más, con cada facción del capital mundial proponiendo un modelo diferente de administración de la población para restaurar la acumulación en una región y trazar nuevas vías para la circulación de mercancías.

Existe una lógica capitalista más profunda que impulsa a los estados la necesidad de la guerra, la cual sale a la superficie cuando su capacidad para obtener el consenso social y seguir siendo competitivos a nivel internacional llega a su límite. Esto no significa que los intereses particulares desaparezcan. Por el contrario, las clases dominantes de cada epoca intentan aprovechar la crisis como una oportunidad y promover, en medio de la guerra, su propia agenda particular. Pero en la guerra no hay garantías. Hamás organizó el ataque del 7 de octubre sabiendo que las represalias de Israel serían implacables. Prefirió arriesgar a la población, cuyo apoyo estaba perdiendo, con la esperanza de convertirse en un actor internacional, reforzar su posición como potencia político-militar y romper los acuerdos económicos de Israel con los países árabes. Del mismo modo, el Gobierno de Israel esperaba que, con una guerra que arrasara la región, recordaría a sus aliados lo lejos que estaba un tratado de normalización, reafirmando su papel como responsable de imponer el orden. De esta manera, cree que doblegará el movimiento de oposición que se había desarrollado dentro de Israel y obtendrá acceso a nuevas vías económicas. Podemos afirmar que ninguno de los dos regímenes eligió simplemente la guerra, sino que se vieron obligados a hacerlo. Queda por ver si este salto desesperado los llevará al otro lado o los hará caer al vacío. Por desgracia, lo único seguro es que ambos escenarios se desarrollan a costa del bienestar de sus poblaciones.

Parte Β: «With great resistance comes great responsibility»

A partir de lo anterior, se comprende que el conflicto no se da entre el bando de los «buenos» y el bando de los «malos», a pesar de la evidente asimetría de las fuerzas militares. Es verdad que el ejército israelí, esa máquina ultramoderna de exterminio de proletarios, ha arrasado prácticamente Gaza. Más de 40.000 personas han muerto, miles han emigrado, las infraestructuras han quedado destruidas y la población se hunde en una situación de crisis alimentaria y sanitaria. La resistencia palestina, por su parte, dispone de una máquina de exterminio de proletarios mucho menos desarrollada, lo que se refleja en el campo de batalla. Más allá del ataque del 7 de octubre, que costó la vida a unas 1.200 personas, Hamás solo ha logrado algunos golpes esporádicos dentro de Israel. Entendemos, por supuesto, que la destrucción de Gaza genera sentimientos espontáneos de identificación con la experiencia de los palestinos, ya que funciona como una condensación de la violencia sistemática que han sufrido durante años por parte del estado israelí. Sin embargo, consideramos errónea la petición de igualdad en la guerra. Y ello por dos razones. En primer lugar, porque la guerra capitalista no se libra en términos de caballerosidad, como un duelo en igualdad de condiciones entre dos partes. Esta asimetría es bastante habitual en el contexto de las guerras capitalistas, que rara vez se libran entre dos adversarios iguales. En segundo lugar, porque esta exigencia implica una mayor matanza. Una guerra sin fin. En resumen, no creemos que la solución al horror de la guerra pase por exigir su reparto equitativo, sino por su cese.

La simetría que queremos mostrar se refiere a lo que ya estaba ocurriendo antes de que se agravara el conflicto bélico. Es la simetría de los nacionalismos que se alimentan mutuamente. Existe una compleja red de relaciones de poder y explotación que atraviesa ambas formaciones sociales. Son el nacionalismo y la guerra los que intentan eliminar estas contradicciones en el interior de cada sociedad, con el fin de presentarlas como homogéneas. Esta es la razón por la que no compartimos el entusiasmo de una parte del movimiento por la lucha de liberación nacional palestina, aunque nos posicionamos en contra de la guerra y el régimen de apartheid en la región. Nuestra preocupación no radica solo en la orientación ideológica de Hamás, sino en que esta lucha intenta por la fuerza eliminar las divisiones sociales en el interior de su territorio.

¿Lo discutiremos más adelante?

Por supuesto, una parte del movimiento no parece preocuparse por esto, ya que le preocupan más las cuestiones de maniobras tácticas. Lo que se plantea como prioridad en muchos enfoques es la derrota de las fuerzas imperialistas a cualquier costo. En este contexto, no se considera un problema aliarse con una clase burguesa nacional, ya que se hace hincapié en la distribución del poder entre los estados capitalistas y no en las relaciones de poder y explotación. Del mismo modo, el hecho de que, en el marco de una lucha de liberación nacional, las autoridades locales refuerzan su poder sobre la población que controlan, se presenta como algo secundario, algo que puede resolverse tras la liberación del estado «débil» del «fuerte». Pasos, etapas, programas políticos, planes sobre el papel y alianzas tácticas se enumeran en la esfera pública del movimiento social, como si nunca hubiesen críticas a las visiones que presentaban la revolución como un programa político a aplicar. Estos enfoques olvidan una serie de ejemplos históricos en los que los líderes de los movimientos de liberación nacional se convirtieron en regímenes autoritarios, procedieron a purgas internas de disidentes y extendieron la relación capitalista en su territorio, completando el trabajo que habían dejado a medias los imperialistas. Queda por ver, por supuesto, si la historia se repetirá.

Por nuestra parte, entendemos el capitalismo, ante todo, como una relación cualitativa, más que cuantitativa, basada en la mercantilización coercitiva de las relaciones humanas y la organización de la vida en torno a la producción de beneficios. Dado esto, podemos decir que el imperialismo no es la etapa superior del capitalismo, sino una de sus características fundamentales. La relación capitalista es intrínsecamente expansiva y trata de colonizar cada rincón geográfico del planeta y cada actividad humana. En este proceso expansivo, el estado nacional es la forma que adopta la acumulación de capital en cada región. La distribución desigual del poder entre los estados nacionales está relacionada en gran medida con la forma en que cada uno somete a su población y la integra en los procesos de explotación. En otras palabras, su capacidad de ascender en la jerarquía capitalista depende también de su capacidad para oprimir y explotar en su interior. Por lo tanto, la restauración de la «desigualdad» a nivel transnacional no implica el bienestar de una población. Lamentablemente, muchos enfoques, al centrarse exclusivamente en lo que perciben como «la etapa superior del capitalismo» o «la forma extrema del capitalismo», terminan oscureciendo todas las demás relaciones de poder.

A lo largo de la historia del movimiento social, percibimos las voces que insistían en que el enfoque exclusivo en el movimiento obrero masivo silenciaba la existencia de otras formas de opresión y explotación, como las mujeres, los negros, los estudiantes y los precarios. Del mismo modo, dentro del movimiento feminista, nos inspiramos en las críticas que señalaban la diferencia entre la experiencia de las mujeres blancas y las negras. Además, dentro del movimiento local, intentamos incorporar los enfoques autocríticos que ponían de manifiesto un carácter helenocéntrico (centrado en grecia) que repelía a los inmigrantes. Por último, dentro de nuestros propios procesos políticos, intentamos abrir espacio para todo aquello que nos recuerda que las jerarquías informales siguen reproduciéndose también en nuestro interior. ¿Nos preguntamos, pues, cómo podemos apoyar una perspectiva que afirma que los palestinos constituyen un cuerpo indivisible, sin contradicciones, que tiene un único interés?

Nacionalismo a plazos

No es, por supuesto, la primera vez que nos encontramos con estas opiniones dentro del movimiento social, pero las hemos señalado muchas veces en el pasado reciente, con motivo de los conflictos bélicos en diversos rincones del planeta. Al mismo tiempo, no son las únicas que consideramos problemáticas en la esfera pública del movimiento. Por el contrario, en la coyuntura actual, se complementan con un conjunto de opiniones que tratan de bloquear la mirada crítica de los hechos, acusando a quienes no pueden identificarse con una lucha de liberación nacional de ser privilegiadas occidentales blancas. Por lo que parece, para estos enfoques, no importa que sean igualmente «privilegiado y occidental» apoyar una resistencia bajo Hamás y, además, desde la seguridad. Es decir, sin necesidad de organizarse, luchar y morir por esta organización.

Su pobreza radica en una concepción estrecha que ve el poder solo en su dimensión represiva/opresiva y no en la productiva. De esta perspectiva se deriva también un enfoque puramente afirmativo sobre la cuestión de la identidad nacional. Lo que se deja fuera no es solo cómo se constituye cada identidad nacional, sino también cómo su reproducción conduce a la subordinación de cualquier otra determinación que pueda tener un sujeto. Veamos el ejemplo de la identidad palestina, que surgió a raíz de procesos de racialización violenta: una población se vio sometida a la represión, fue sistemáticamente menospreciada, se le prohibió la libertad de movimiento, sus necesidades se disminuyeron a las básicas, su vida se redujo a la supervivencia y la diversidad que llevaba dentro se eliminó para finalmente encajar en la definición que le atribuían a la fuerza: Palestino. Sin duda, la fuga de la prisión en la que los han encerrado parte de esta definición. Sin embargo, esta identidad ha quedado marcada de forma permanente por la violencia que la engendró. Su reproducción contribuye a la propagación de la violencia y al refuerzo de una percepción mutilada y unívoca de sí mismo por parte de sus portadores. Las décadas de lucha de los proletarios palestinos contra Israel se caracterizan precisamente por esta reproducción de la identidad palestina, a menudo reprimiendo las tendencias que se desarrollaron en el seno de estas luchas para superarla. En pocas palabras: en el momento en que estallan las bombas y el nacionalismo toma el control, cualquier otra identificación social queda sofocada. Nadie puede ser otra cosa (mujer, hombre, queer, trabajador, jefe, derechista, izquierdista, etc.) más allá de palestino (o, respectivamente israelí). O primero hay que ser palestino y luego cualquier otra cosa. Por lo tanto, si criticamos la resistencia palestina, no tiene que ver con el hecho de que sea una «lucha parcial». Por el contrario, tiene que ver con el hecho de que apunta a una universalización abstracta, eliminando por la fuerza cualquier contradicción social particular. Queremos preservar estas contradicciones sociales particulares de ambos bandos.

Por supuesto, reconocemos que muchas de las críticas que hacemos se basan en corrientes teóricas y movimientos que intentaron cuestionar las Grandes Narrativas del pasado y poner de relieve aspectos silenciados de las relaciones de poder que habían quedado marginados. Sin embargo, la ausencia de cualquier rastro de reflexión sobre cómo surge la experiencia de la opresión y la yuxtaposición copulativa de identidades conduce al resultado contrario. Si comparamos el «derecho a la propiedad de la tierra», la defensa de una «cultura oprimida que está siendo alterada», la preocupación por «las costumbres y tradiciones que deben preservarse» y la invocación de «tradiciones que conllevan la sabiduría de siglos», lo que obtenemos son los elementos protoideológicos del nacionalismo. Se trata de los materiales que utiliza el nacionalismo para construir su narrativa, basándose en la condición psíquica de la intimidad perdida, en la tristeza que provoca algo que creemos haber perdido, cuando en realidad nunca nos perteneció. Lo único que consiguen estas concepciones esencialistas, que ven a la nación como algo preexistente detrás de cada comunidad humana, es borrar toda la historia de la humanidad, que incluye mezclas de poblaciones y apropiaciones mutuas de elementos culturales. Al final, terminan sirviéndonos un nacionalismo a plazos.

¿Quién tiene la culpa?

Consideramos que los dos enfoques mencionados anteriormente, el que podríamos llamar antiimperialista y el que intenta organizar de manera fragmentaria un conjunto heterogéneo de puntos de vista, bajo el paraguas de la anti(post)colonialismo, comparten un punto de partida común. Parten de una necesidad que ahora se encuentra ampliamente extendida dentro de los movimientos. Se trata de la necesidad de simplificar, con el fin de explicar el mundo capitalista en sus innumerables expresiones. Existe una inquietud entre muchos activistas por dar rostro a esa fuerza impersonal que domina el mundo y hace que todo gire en torno a la creación de beneficios. Sería muy conveniente que alguien encarne el papel del archicapitalista, el que mueve los hilos y domina nuestras vidas, siendo responsable de nuestros sufrimientos. Nuestra lucha sería así más fácil, tendría un objetivo claro. Del mismo modo, sería preferible que la compleja red de poderes y explotación que nos envuelve en su dinámica se presentara como un dípolo arquetípico: buenos vs. malos. Lo único que se necesitaría entonces, si el conflicto social lograra cristalizarse en dos bandos aislados que se enfrentan cara a cara, sería una identidad ampliada, un punto de referencia simbólico, para que los «buenos» pudieran identificarse entre sí.

Lord Byron de Lidl*

*Lidl: cadena de supermercados baratos

Como nos ha demostrado la larga historia del movimiento social, la construcción de una Gran Narrativa suele ir de la mano de la construcción de un Sujeto Revolucionario. Observamos, pues, una tendencia dentro del movimiento a buscar este sujeto en algún punto, supuestamente, externo al capitalismo. En un punto que parece purificado de la suciedad capitalista y, por lo tanto, ideal para iniciar el ataque al capital. Las llamadas poblaciones excedentes se encuentran cada vez más a menudo en esta posición, lo que supone una inversión del análisis clásico de la clase obrera. Si en el pasado era la clase obrera la que estaba destinada a hacer la revolución debido a su posición objetiva dentro de la producción, hoy en día esta cualidad se transfiere a las poblaciones excedentes por la razón opuesta: porque son expulsadas de la producción capitalista. En otros enfoques, este «fuera» se define en términos retrospectivos, lo que conduce a la idealización de tradiciones, costumbres, culturas y otros elementos culturales que prevalecían en las regiones antes de la acumulación primitiva, con la esperanza de que allí sobreviva un deseo insaciable de las personas por comunidades más allá del capital.

En los casos anteriores, la incapacidad de comprender cómo el «exterior» y el «interior» se producen mutuamente como aspectos complementarios de la totalidad capitalista, conduce al apoyo de una forma capitalista frente a otra o a la idealización de formas precapitalistas del poder: frente a Occidente, se opone Oriente; frente al centro, la periferia; frente a los muertos de un bando, los muertos del otro; frente a las coacciones mediadas por el capital, la violencia directa de los vínculos precapitalistas; frente al capital globalizado, la comunidad de la nación. Se trata de una tendencia de la época. En muchos lugares del mundo se está produciendo un desplazamiento conservador, de tal manera que la nación aparece como un refugio de fortalecimiento frente a la inestabilidad que generan las crisis del capitalismo globalizado. Al parecer, ni siquiera los movimientos permanecen inmunes a este cambio, ya que, no lo olvidemos, también forman parte de la sociedad y son parte integrante de ella.

Epílogo: lo que se puede salvar

El realismo capitalista ha logrado imponer su propio horizonte en nuestro pensamiento y limitarnos a las opciones ya existentes. No es paradójico, por tanto, que surjan voces que rechacen la propuesta de luchas comunes de palestinos e israelíes contra el apartheid, con la justificación de que es algo inalcanzable y poco realista, y a pesar del hecho de que ya existían indicios de tales enfoques en la región hasta antes del inicio de la guerra4. Lo único que se presenta como «realista» es la continuación de la guerra y el aumento del número de muertos, hasta que se convierta en un conflicto generalizado o conduzca al exterminio de los palestinos o la expulsión de los judíos, según el bando que defienda cada uno. Estas son las opciones «realistas» que se nos ofrecen y que nos obligan a elegir bando.

Para nosotros, cualquier cosa que se proponga como «solución», ya sea en su versión más reformista o en la más revolucionaria, ya se trate de la creación de uno, dos o diez estados, ya se trate de confederaciones y comunas, presupone transformaciones sociales radicales. Supone el retroceso de los nacionalismos y el fin del apartheid. No creemos que la solución dependa de si las masas seguirán al pie de la letra la receta inspirada la oficina política de turno. Depende de si la gente de allí quiere y puede imaginar formas de coexistir. Pero para que eso suceda, la guerra debe terminar. Ese es el principal desafío que vemos en este momento. Ya hemos defendido que lo que decimos sobre Palestina se aplica, en primer lugar y ante todo, a nuestro propio estado. Refleja nuestra postura aquí. En este sentido, nos sentimos lo suficientemente seguros como para ser un poco más concretos. Por ello, al final de este texto, nos gustaría destacar tres puntos de escape del sombrío futuro que nos espera.

Primero. La gestión de la población palestina allí se refleja en la gestión de la inmigración aquí. La deshumanización de quienes son etiquetados como «extranjeros» y «peligrosos», el fomento de un clima de apatía social e indiferencia por sus vidas, el desarrollo de un mecanismo policial-militar para controlarlos y reprimirlos, son cosas que están sucediendo en este momento, en el lugar donde vivimos. Este tipo de políticas exacerban el descontento social, vinculan a la población al discurso nacional y alimentan una lucha de «tu muerte es mi vida», ya que se ha consolidado la idea de que cualquiera podría encontrarse marginado y ser considerado prescindible. Desde esta perspectiva, el esfuerzo por construir comunidades de locales e inmigrantes es el único camino si queremos levantar barreras contra el canibalismo social. Una opción que, por difícil que sea, es igualmente necesaria.

Segundo. Debemos oponernos a la participación del estado griego en la guerra, pero también a todos los preparativos bélicos que le gusta anunciar. Los ejercicios conjuntos con fuerzas aliadas, las «carreras armamentísticas», las «batallas» contra los fenómenos naturales y, por supuesto, la participación en el matadero de la guerra, intentan, entre otras cosas, crear un clima social en el que la guerra sea una opción realista para gestionar la cuestión social. Lo que no nos interesa, por supuesto, es hacer política exterior. Sabemos que las alianzas interestatales son volátiles y que no tiene sentido presionar al estado para que cambie de «aliados». Además, la reciente guerra entre rusia y ucrania nos ha demostrado que la «neutralidad» puede ser aceptable en el marco de una política exterior nacionalista («ni con ni con Rusia ni con Ucrania, nuestro enemigo es Turquía»). Las posiciones pacifistas serán antinacionales o no serán nada.

Tercero. El militarismo es el lugar donde van las revueltas para morir. Lo único que garantiza la militarización de los movimientos y las revueltas es la formación de un cuerpo de combatientes dentro de ellos, que desea ascender a su liderazgo. La centralización de la contra-violencia del movimiento social no produce luchadores, sino cuadros partidistas y aplaudidores. Detrás de la postura que afirma que «los medios crean los fines», no solo vemos ingenuidad, sino también deseo de poder. Por lo tanto, si una faceta de nuestra acción se centra en la crítica del ejército como institución, la otra faceta debe erradicar del movimiento el heroísmo, la valentía, el martirio y la necrofilia que nos ha legado la izquierda.

Por último, queremos señalar, una vez más, que las decisiones de los proletarios allí nos conciernen directamente, porque pedirán de nosotros que vayamos a luchar si empiezan a caer bombas también en nuestro territorio. Por nuestra parte, no estamos dispuestos a hacer tal cosa, ni con ejércitos regulares ni con agrupaciones de izquierda. Sin embargo, estamos dispuestos a asumir el papel de enemigo interno, traidoras y desertores. Tanto frente al aparato estatal, que nos pedirá que seamos carne de cañón, como frente a las aspirantes a liderazgos del movimiento que intentarán definir las prioridades de nuestra lucha. En la fase actual, esto es lo mínimo que podemos prometer.

Fabrika Yfanet



CESE INMEDIATO DE LAS ACCIONES BÉLICAS



BOICOT A LA PARTICIPACIÓN DEL ESTADO GRIEGO
EN LA GUERRA



APERTURA DE LAS FRONTERAS – SOLIDARIDAD
CON LAS MIGRANTES



SOLIDARIDAD CON TODOS LOS DESERCTORES



LUCHAS COMUNES DE ISRAELÍES Y PALESTINOS
CONTRA EL APARTHEID







Notas al pie

1 https://www.efsyn.gr/kosmos/mesi-anatoli/400733_oi-israilinoi-epimenoyn-ka-ta-tis-dikastikis-metarrythmisis

2 https://www.aljazeera.com/news/2023/10/11/what-is-the-palestinian-authority-and-how-is-it-viewed-by-palestinians

3 Las mayores manifestaciones de la población palestina contra el gobierno de Hamás tuvieron lugar en 2019 (https://www.aljazeera.com/news/2019/3/19/gaza-rights-groups-denounce-hamas-crackdown-on-protests) y las mas recientes en el verano del 2023 (https://www.lemonde.fr/en/international/article/2023/07/30/thousands-of-marchers-in-gaza-in-rare-public-display-of-discontent-with-hamas_6073136_4.html).

4 Algunas iniciativas recientes de acción conjunta pueden encontrarse en la entrevista de Georges Mehrabian (https://www.aftoleksi.gr/2023/11/14/koinoi-agones-ar-avon-evraion-chtes-amp-to-simera-synenteyxi-ton-zorz-mechrampian) Por supuesto, hay ejemplos de luchas comunes de israelíes y palestinos a lo largo del siglo pasado. Algunos de ellos fueron la colaboración entre trabajadores árabes y judíos que trabajaban en los ferrocarriles durante el periodo de entreguerras (cuando Palestina estaba bajo mandato británico), la huelga conjunta de conductores de autobús árabes y judíos en 1931, la huelga conjunta de trabajadores judíos y árabes de Tempo Beers en 2000, varias organizaciones de mujeres que agrupan a feministas israelíes y palestinas, la organización judía KavLaOved (escisión de Matzpen) que ofrece asistencia jurídica tanto a trabajadores judíos como árabes (pero también a inmigrantes de terceros países), activistas pacifistas, anarquistas judíos que mantienen contactos con organizaciones palestinas y participan en las protestas contra la construcción del muro que separa los territorios palestinos ocupados en enclaves, israelíes que se niegan a alistarse en el ejército o son objetores de conciencia, etc.



* * *



Este texto fue escrito por la asamblea de la ocupación de Fabrica Yfanet, en octubre de 2024. Se distribuye gratuitamente en centros sociales, ocupaciones, espacios sociales y los gastos se cubren con aportacion voluntaria. La versión electrónica del folleto se puede encontrar en https://yfanet.espivblogs.net

Para comentarios, críticas o cualquier pregunta, existe la dirección contact@yfanet.net

Alternativamente, todos los martes a las 20:00, en la esquina de Omirou y Perdika, Kato Toumba, Thessaloniki, Grecia.

jueves, 6 de noviembre de 2025

DE JACAREZINHO A PENHA: EL NARCOESTADO EN SU MADUREZ

por Arthur Moura
Brasil 30 de octubre de 2025
Conjuntura Crítica

Acerca de la masacre ocurrida durante la denominada “Operación Contención” el 28 de octubre en el complejo de favelas Alemão y Penha (Río de Janeiro) en la cual fueron ejecutadas al menos 121 personas. El artículo trata no sólo sobre el narco sino sobre la función del  Estado y los estados de excepción permanentes, sobre racialización y población sobrante.

«El Estado no "fracasa" al matar, sino que cumple su función estructural de defender los intereses de las clases dominantes, transformando el control social en una fuente de ganancias y poder. La letalidad no es un error, sino un método contable del orden.»

Artículo completo: https://drive.google.com/file/d/1jPpJon7YHyOd3lZIePWz2WBrymstAC5c

Panfletos internacionalsitas contra la guerra, contra la paz

¡Alto a la Guerra-Alto a la Paz! ¡Parar el genocidio significa muerte al Capitalismo!

México, octubre de 2025

«El momento de emergencia exigía acción, el periodo extraordinario exigía soluciones “reales” (¿?) la gente salía de nuevo a las calles para parar el genocidio perpetrada por Israel, cobijada por múltiples Estados Europeos, aplaudida por sus asquerosos esbirros en Latinoamérica, financiada y dirigida por Estados Unidos. Y cuando paró el bombardeo, ¡¡¡el alto al fuego lo logró Estados Unidos!!! Muchos camaradas preguntaban ¿Qué carajo significa esto?

La presión internacional ha interrumpido el genocidio, por ahora. Pero también ha validado a Hamas como interlocutor del destino de los palestinos, justo cuando los mismos proletarios cuestionaban y atacaban su liderazgo. Justo cuando cientos de israelitas desertaban o se negaban a participar en el genocidio. Es necesario seguir con la presión en las calles, ningún Estado abogará por nuestros intereses. También es imperativo la discusión entre camaradas para afilar el rumbo organizativo. Dirían por ahí: el reagrupamiento y la unificación sólo será a partir de intercambios, más o menos fraternos. Tengamos nervios de acero para lo que se avecina.»

Panfleto completo: https://insurgenciamagisterial.com/alto-a-la-guerra-alto-a-la-paz-parar-el-genocidio-significa-muerte-al-capitalismo


Continúan las deserciones en los frentes de la guerra entre Rusia y Ucrania

Octubre 2025

Sobre las deserciones en el ejército ucraniano; y los motines y desobediencia en el ejército ruso.

Panfletos y entrevistas: https://materialesxlaemancipacion.espivblogs.net/2025/10/18/continuan-las-deserciones-en-los-frentes-de-la-guerra-entre-rusia-y-ucrania

jueves, 2 de octubre de 2025

GAZA: OTRA MASACRE DEL CAPITALISMO

02/10/2025, España
Balance y Avante / Grupo Barbaria

Gaza está sufriendo desde hace casi dos años una auténtica carnicería a manos del Estado de Israel, que usa todos sus instrumentos de exterminio sobre la población civil palestina. La Franja se ha convertido en un auténtico campo en ruinas donde han muerto ya más de 65.000 personas, de las cuales casi 20.000 niños, sobre una población de 2 millones. Desde hace casi dos años, la población se ve obligada a desplazarse sin cesar bajo las bombas, por un territorio minúsculo en el que ningún espacio civil es respetado, y en un estado de permanente desnutrición y falta de agua.

Varios sindicatos de la Enseñanza de la Comunidad de Madrid han convocado un paro de dos horas bajo el título «Educación contra la barbarie». Como revolucionarios internacionalistas y como trabajadores de la enseñanza, creemos que este puede ser un buen momento para discutir todos juntos sobre los motivos de esta brutal catástrofe humana y dar una perspectiva a la indignación que sentimos frente a ella. Aquí van algunas de nuestras reflexiones.

Gaza es una nueva masacre del capitalismo. La lógica capitalista y de competencia imperialista es la que se encuentra en el origen de esta y de otras matanzas. No hace falta ir a los tiempos de la II Guerra Mundial. Basta pensar más recientemente en la Camboya de los Jemeres Rojos en los años 70, la Ruanda de 1994, la Bosnia de 1995, Darfur desde 2003, los rohingya en Myanmar, el Tigray en Etiopía o en la actualidad los masalit, una población de origen no árabe en Sudán. Es la competencia capitalista entre Estados —existentes o aspirantes, no importa— y el nacionalismo quienes hacen de carburante para estas masacres despiadadas. Los pueblos oprimidos del pasado se convierten en los carniceros del futuro gracias a la sagrada unidad patriótica puertas adentro y a la deshumanización del enemigo nacional, puertas afuera. Por eso, y con el sionismo como ideología, Israel es la respuesta burguesa y nacionalista al exterminio de la población judía en la II Guerra Mundial, así como lo fue la matanza de los hutus sobre los tutsis en Ruanda.

Todo nacionalismo prepara matanzas futuras. Un hipotético Estado palestino no escaparía a esa lógica capitalista. Y es que este es el terreno en el que se ubica el nacionalismo palestino, ya sea bajo el paraguas islamista de organizaciones reaccionarias como Hamás o bajo el paraguas “laico” —pero igualmente reaccionario— de las diferentes ramas de la OLP, desde Fatah al FPLP y el FDLP. Financiado por Qatar, Hamás colocó el 7 de octubre a la población palestina como carne de cañón, consciente de la política de exterminio con que respondería el Estado de Israel, y este año ha aplicado una represión implacable sobre el proletariado gazatí que se ha manifestado contra él en diversas ocasiones, como ya había hecho antes del 7 de octubre por la situación de miseria en que vivían. Al mismo tiempo, Fatah no es sino una organización burguesa que gestiona la miseria del proletariado palestino en Cisjordania, y el FPLP cuenta con algunos de los grandes carniceros de la región como aliados, desde la Siria de los Assad al actual Irán de los Ayatollahs.

Y es que no podemos comprender lo que está sucediendo en Palestina solo a través de la terrible fotografía de Gaza. El mundo se está acelerando. El capitalismo está dirigido de un modo despiadado hacia una tendencia a la guerra imperialista generalizada. Se preparan bloques políticos, económicos y militares de cara a esa guerra imperialista. Ningún futuro nos cabe como trabajadores ni como humanidad bajo la defensa de cualquiera de los Estados burgueses en conflicto, ni mucho menos de los nacionalismos que lo alimentan. Desde luego no podemos tener ninguna esperanza en los Estados europeos o en Estados Unidos, pero tampoco en los Estados árabes, que históricamente han instrumentalizado a la población palestina tanto o más que el resto; no digamos ya de Irán y sus aliados internacionales desde Rusia o China. El capitalismo se prepara para una nueva conflagración al mismo tiempo que reproduce guerras y catástrofes por todas partes.

Como proletarios solo nos cabe la solidaridad internacionalista, por fuera y contra todas las naciones, defendiendo el derrotismo revolucionario contra todas las burguesías. Sí, solidaridad entre los trabajadores de todo el mundo: también en Israel y en Palestina. Debemos animar a su unidad y solidaridad contra las burguesías nacionales y reivindicar las reacciones que existen en ese sentido, como las manifestaciones de los trabajadores gazatíes contra Hamás o las protestas en Israel, que se intentan ocultar porque suponen una vía de salida frente a tanto horror: las acciones de los refusenik que se niegan a hacer el servicio militar, los más de 100.000 reservistas israelíes que no se han presentado a la llamada a filas —lo que supone más del 50%— o el millón de personas que participaron en la huelga y protestas del 17 de agosto. Obviamente todo esto no basta, no es suficiente, pero indica cuál es la vía de salida.

¡Unidad entre los proletarios de todo el mundo!

¡Solo la solidaridad entre los trabajadores puede romper el engranaje bélico y la masacre burguesa en curso!

¡Proletarios de todos los países, uníos!

viernes, 4 de julio de 2025

[Irán] La guerra y la estrategia de nuestra clase

Julio de 2025
Original: https://alayhesarmaye.com/2025/07/04/_/5370/


1. Tras la caída del bloque capitalista soviético, Estados Unidos se vio a sí mismo como el polo único dominante del mundo capitalista. Pero no pasó mucho tiempo hasta que encontró un poderoso rival en China. El sueño de los gobernantes estadounidenses de establecer un mundo unipolar se convirtió en pesadilla. China alcanzó con una velocidad asombrosa la cima del crecimiento industrial y se convirtió en el gigante del capital global. Lo que sin duda ayudó a China en este proceso fue el precio extremadamente bajo de la fuerza de trabajo de sus cientos de millones de trabajadores. Desde hace tiempo, China ha superado a Estados Unidos en volumen de exportación de capital. Europa y EE.UU. se han convertido en mercado para la venta de mercancías chinas, incluidas mercancías-capital de este país. Más de la mitad del comercio total de los países latinoamericanos es con China. La inversión de capital chino en África crece a una velocidad vertiginosa y con un volumen enorme. Según un informe de la Universidad de Harvard, China ha superado a EE.UU. en algunos campos como la inteligencia artificial, ciencias computacionales, biotecnología, energía verde, redes y semiconductores.

Estados Unidos ha comprendido que ha quedado rezagado frente a su polo rival. El mensaje de EE.UU. es que su supremacía es una condición necesaria y obligatoria para la supervivencia del mundo; de lo contrario, hay que prender fuego al planeta y recurrir a la guerra, como lo hicieron los fascistas hitlerianos. Las ofensivas de la OTAN en Europa, el apoyo total e incondicional al holocausto israelí en Gaza, la provocación de guerras en África y el sudeste asiático, la combustión de Oriente Medio, el caso nuclear iraní, la guerra arancelaria, las amenazas de ocupar Groenlandia, Canadá y Panamá... todo forma parte de esta línea.

El mundo, en lugar de ser el campo de batalla de nuestra clase, la clase trabajadora internacional contra el capitalismo y todos los estados capitalistas, se ha convertido en el escenario del salvajismo de los belicistas capitalistas por el reparto del mundo. Los estados capitalistas de EE.UU., China, Rusia, Irán, Europa, India y el resto del mundo juegan este papel, y lo hacen para proteger la existencia del capitalismo. Sus guerras son por el reparto de las acciones de beneficio, poder, propiedad y soberanía.

2. La cuestión esencial en la guerra entre Irán e Israel también se enmarca en la presión sobre los gobernantes islámicos del capital para que se sometan al orden diseñado por EE.UU. Ni Estados Unidos, ni Israel, ni sus aliados tienen un sustituto para el régimen iraní. Saben perfectamente que ninguna parte de la oposición tiene capacidad para jugar un papel en este proceso. Desde su punto de vista, no se trata de hacer caer a la República Islámica, sino de hacerla rendirse. Los gobernantes religiosos del capital, conscientes de esta realidad, luchan hasta el último aliento por reducir costes y minimizar la magnitud de su retirada.

No se puede prever con qué grado de colapso económico del capitalismo iraní, con qué transformaciones internas del régimen, con qué nivel de hambre, miseria, desplazamiento y masacre de las masas trabajadoras se acompañará esa rendición. Lo que sí está claro es que el sector dominante del capital estadounidense no tiene ningún reparo en convertir a Irán en una nueva Libia, Siria o Gaza.

Nuestra clase, de millones, es la única fuerza verdaderamente anti-guerra. Pero nuestra lucha solo puede ser decisiva y efectiva en un movimiento organizado contra el capitalismo. De lo contrario, será débil e ineficaz, o bien será reprimido por la República Islámica o absorbido por una oposición sedienta de poder.

Allí donde estemos, unamos nuestras manos. Construyamos consejos obreros anticapitalistas.
En condiciones donde la guerra aún no ha estallado, la huelga es el arma más eficaz para obligar a los capitalistas y a los estados a aceptar nuestras demandas, siempre que las huelgas salgan de los límites de los centros de trabajo y se extiendan como una lucha simultánea y nacional de toda nuestra clase.

En condiciones de guerra, esta táctica ya no es necesariamente adecuada y puede ser usurpada por la oposición y los gobiernos de EE.UU. e Israel.

Hay que ir más allá de la huelga. Debemos poner en el orden del día la ocupación de los centros de trabajo.

La acción más correcta y urgente hoy es dejar de pedir aumentos salariales irrelevantes y ficticios, y exigir que las necesidades básicas –alimentación, medicinas, atención médica, educación, vivienda, agua, electricidad y gas– sean completamente excluidas de cualquier forma de intercambio mercantil o monetario. Estas necesidades deben ser totalmente gratuitas y accesibles para todos.

Una exigencia que desarmará tanto a EE.UU., a Israel y al conjunto del mundo capitalista como a la propia República Islámica del capital.

miércoles, 2 de julio de 2025

[Radio] Voces desde Irán

Temperamento nro. 72, julio de 2025

Testimonios, panfletos e información de trabajadores anticapitalistas, feministas y anarquistas provenientes desde Irán.


 
En Spotify: 

sábado, 28 de junio de 2025

[Irán] Trabajadores Anticapitalistas sobre el bombardeo de Israel a la cárcel de mujeres de Evin

Original en: https://alayhesarmaye.com
Traducción: Barbaria

El destino de las mujeres prisioneras en las mazmorras, los trabajadores bajo la tortura del capital
¡Ojalá todos los trabajadores comprendieran que todos los Estados capitalistas, todos los modelos de gobierno capitalista, todos los bloques y polos de poder y dominación del capital global, son igualmente asesinos de trabajadores, salvajes, genocidas, antihumanos y promotores de guerra! Y esto por una razón clara: todos ellos son formas y modelos del aparato estatal del capital, máquinas de violencia y barbarie capitalista, y fortificaciones que garantizan la supervivencia de la esclavitud asalariada. Todos hacen lo que el capital exige: satisfacer su necesidad de mayores ganancias, competencia destructiva y codicia con tentáculos de pulpo. Las diferencias entre ellos están solo en su capacidad actual para alcanzar estos fines. Democracia, dictadura, religiosidad o secularismo son apenas adornos y herramientas al servicio de este objetivo.

Basta con mirar lo que les ha ocurrido en estos últimos días a la multitud de prisioneros, especialmente mujeres, en las mazmorras de la muerte de la República Islámica. Desde hace años, este régimen asesino de trabajadores las ha torturado, golpeado, agotado, llevado a la muerte o amenazado con exterminarlas de inmediato. El Estado salvaje de Israel, con bombas estadounidenses y europeas, se ha lanzado contra ellas. Las bestias gobernantes del capital en Irán las encarcelaron por el crimen de protestar, y ahora Israel y Estados Unidos, enarbolando la bandera de la lucha contra la República Islámica, han abierto fuego mortal contra estas mismas luchadoras. El régimen iraní las ha privado incluso del mínimo acceso a medicamentos y atención médica. Las bestias gobernantes de Israel, Estados Unidos y el "campo democrático" han bombardeado incluso los centros de salud más precarios sin dejar posibilidad alguna a estas prisioneras.

La República Islámica ha enviado a cientos de estas prisioneras libres y luchadoras —supervivientes del bombardeo genocida israelí— al infierno de Qarchak, la sección más horrenda de sus mazmorras y centros de tortura. Su ración de comida de "no comas y muere" ha sido aún más reducida. Se les ha cerrado todo acceso a medicinas y tratamiento. Han sido apiladas unas sobre otras en celdas estrechas, oscuras y mortíferas. Se ha prohibido y hecho imposible cualquier intento de sus familias por obtener información sobre su suerte.

Todo esto lo han hecho en conjunto, como aliados o como enemigos, como socios o como rivales: la República Islámica, los gobiernos de Israel, Estados Unidos, la Unión Europea y el mundo entero contra un grupo de trabajadores, contra personas que protestan frente al terror opresivo de la explotación, la barbarie, la brutalidad y la masacre del capital. Nada hay más estúpido que un trabajador que caiga en la trampa de distinguir entre estas bestias. Hay que luchar contra todos ellos, contra el capital como fundamento mismo del poder estatal y del gobierno.

[Irán] Un informe detallado de la guerra – y unos cuantos millones obligados a huir

Frente Anarquista de Irán y Afganistán 

Tomado del inglés :https://theanarchistlibrary.org/library/anarchist-front-of-iran-and-afghanistan-a-detailed-report-of-war (25/06/2025)

Se trata de la continuación del informe: Teherán bajo las bombas: testimonio de un compañero anarquista

 

1.

Cuando me dispuse a escribir este informe, incluso el título me hizo dudar. «Huir» no era una palabra que quisiera utilizar. Pero es la verdad. Yo huí. Huimos.

Escapamos de Teherán, huyendo no porque tuviéramos alguna conexión con la República Islámica o con Israel, sino simplemente para sobrevivir a las bombas que caían del cielo.

En aquellos últimos momentos antes de partir, todo se reducía a una cosa: salir. Toda la rabia, toda la adrenalina que llevaba encima la canalicé en la preparación de este informe y en la planificación de nuestra huida.

Parecía lo más necesario del mundo.
Quizá incluso suficiente.
Pero en nuestra primera noche en un lugar seguro, me di cuenta de que no era suficiente. No podía dejar de pensar en lo que habíamos dejado atrás en Teherán.

Lo que más me enfurecía era ver los noticiarios oficiales de la República Islámica. Fingían que todo iba bien. No tenían soluciones, ninguna. Su única preocupación, como siempre, era aferrarse al poder.

Como ya he informado antes, no hay refugios oficiales del gobierno en Teherán, ni en ningún otro lugar de Irán. Cuando leas esto, o bien será mucho después de que hayan terminado los bombardeos, o bien yo ya no estaré en Irán, o tal vez nunca llegues a leer esto.

Han cortado Internet. Las señales de los satélites están interferidas. Éstas eran las únicas formas de que la gente de Teherán y de todo Irán pudiera seguir el momento y el tipo de los ataques que se avecinaban.

Ahora, la República Islámica utiliza a la gente como escudos humanos. Los leales al régimen se esconden entre los civiles. Van de puerta en puerta, retirando las antenas parabólicas de los tejados. Buscan herramientas de Internet por satélite, tratando de estrangular todo canal de conexión, todo susurro de noticias.

Mientras tanto, ni siquiera se ofrece la ayuda más básica a los civiles afectados por la guerra. El gobierno niega la existencia misma de esta guerra catastrófica a gran escala. Pero la población de Irán está completamente indefensa: atrapada, abandonada y atacada.

Hace años, paralelamente al ejército nacional, la República Islámica creó su propia fuerza militar-económica: el CGRI (Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica), conocido simplemente como Sepah en persa.

Su misión nunca fue la protección de las personas, sino la protección del régimen. En la actualidad, el Sepah tiene un poder abrumador en toda la economía de Irán, su estructura militar y casi todas las industrias importantes. Su alcance es total. Su interés es singular: la supervivencia del régimen.

2.
Esta institución (el CGRI) siempre ha estado fundamentalmente comprometida con la preservación de la República Islámica y su estructura dirigente.

El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) es una de las principales fuerzas responsables de reprimir y torturar a los manifestantes iraníes. Sus miembros han utilizado munición real contra manifestantes en las calles y han gestionado centros secretos de tortura donde se viola y asesina a personas.

Hoy, esta misma fuerza es la encargada de dirigir los esfuerzos bélicos de Irán contra Israel.

El líder supremo Alí Jamenei ha delegado oficialmente una parte importante de su autoridad en el CGRI. El ejército nacional iraní está ahora totalmente subordinado al mando de la Guardia.

Como resultado, junto con Estados Unidos e Israel, la CGRI se ha convertido en una fuerza con control de vida o muerte sobre el pueblo iraní.

Algunos iraníes, totalmente abandonados por las instituciones nacionales e internacionales, recurrieron a Internet antes del reciente apagón, suplicando en persa a las autoridades israelíes, a «Terror Alarm» y a los monárquicos de extrema derecha que no atacaran zonas residenciales dentro de Irán.

Pero, ¿quiénes son estas voces desesperadas?

Desde la instauración de la República Islámica, un gran número de iraníes se han visto obligados a exiliarse. Sus motivos para huir eran variados: algunos tenían convicciones políticas que los ponían en peligro, mientras que otros eran simplemente músicos, propietarios de bares, vendedores de moda o de películas.

La República Islámica consideraba a monárquicos, conservadores, izquierdistas, anarquistas, laicistas, artistas, bailarines -e incluso islamistas con distintas interpretaciones de la fe- como amenazas para su régimen.

Para evitar ser encarcelados, torturados o ejecutados -y mantener su derecho a trabajar y vivir libremente-, muchos huyeron del país. Estos exiliados formaron grandes comunidades de la diáspora en Europa y Norteamérica.

Entre ellos había también individuos y grupos afiliados al régimen anterior, es decir, los Pahlavis.

3.

Estos individuos se encontraban entre los que habían transferido importantes riquezas fuera de Irán. Al establecer redes de televisión por satélite en el extranjero, empezaron a promover sus propias ideologías.

Con el tiempo, algunos segmentos de la diáspora iraní y de las comunidades de expatriados recibieron el apoyo de gobiernos occidentales, sobre todo de Estados Unidos. Este apoyo a las cadenas de televisión contrarias a la República Islámica pasó a formar parte de un proyecto más amplio del Reino Unido, Estados Unidos y, más tarde, otras potencias occidentales para influir en la opinión pública y las narrativas culturales.

Este proyecto continúa hasta hoy, al servicio de sus propios intereses políticos y estratégicos.

Llegó a un punto en que medios como Voice of America (persa), Israel in Persian, Manoto TV e Iran International adquirieron una influencia comparable a la de la radiotelevisión estatal iraní y los medios oficiales en lengua persa.

Muchos opositores iraníes a la República Islámica, que justificaban su colaboración con estas redes diciendo «necesitamos dinero y recursos para luchar contra el régimen», pasaron a formar parte de este ecosistema mediático.

Estas redes configuraron colectivamente lo que hoy se conoce en el mundo de habla persa como los medios de comunicación dominantes.

En el núcleo de su orientación política se encuentran varias creencias compartidas: el laicismo y la oposición al gobierno religioso (especialmente el islamismo), la glorificación de la antigua monarquía, la idealización de la antigua Persia y el nacionalismo, el apoyo a Israel y la preparación del terreno para el regreso al poder del hijo del antiguo sha de Irán, titulado príncipe Reza Pahlavi.

Como muchos otros grupos de la oposición, su principal método ha sido convocar protestas públicas masivas. Sin embargo, no hicieron ningún esfuerzo por tener en cuenta la seguridad o el bienestar de los ciudadanos. Para ellos, los manifestantes no eran más que números: cuantos más, mejor.

4.

La probabilidad de que la República Islámica se derrumbara habría sido mayor.

No se tomaron en absoluto en serio los costes de estas protestas. Al final, no hubo un verdadero apoyo a los revolucionarios, a los manifestantes o a la gente corriente por parte de estos medios de comunicación o de la oposición dominante, ni siquiera después de haber sido perjudicados por el régimen.

Hoy, y antes del cierre de Internet, algunos iraníes -sintiéndose despojados de su agencia política- suplicaron a estas plataformas mediáticas que limitaran el alcance de los ataques, simplemente para sobrevivir.

En este contexto, el gobierno israelí también hizo una promesa al pueblo de Irán: se comprometió a que los civiles no serían objetivo de los ataques.

5-

«No atacamos emplazamientos civiles. Y si hay algún plan para atacar una zona densamente poblada, emitiremos un aviso de evacuación».

Esto es lo que afirmaron el Primer Ministro y el Ministro de Defensa israelíes. Sin embargo, en la práctica, apuntar sólo a objetivos militares resulta casi imposible cuando la República Islámica utiliza a civiles como escudos humanos.

Intento compartir un informe que presencié personalmente y que se relaciona directamente con esta situación.

6.

Un hombre de mediana edad, con el ojo desprendido de su órbita, fue llevado al hospital.

Había estado trabajando en un supermercado junto a un centro Basij (una base para las fuerzas del CGRI y partidarios de la República Islámica) cuando un fragmento de un avión no tripulado derribado impactó en la parte posterior de su cabeza. El impacto le aplastó parte del cráneo y le sacó un ojo.

La primera noche se le acercaron periodistas de agencias de noticias afiliadas al CGRI. A pesar de su estado crítico, le exigieron que concediera una entrevista en la que condenara a Israel. El hombre, dolorido y aterrorizado, se negó; su única preocupación era recibir tratamiento médico. Pero los interrogadores-periodistas le dijeron que, a menos que cooperara y hablara en apoyo de la República Islámica, le negarían la atención médica. Finalmente, bajo coacción, se le obligó a conceder la entrevista antes de recibir tratamiento alguno.

Este informe ilustra claramente que ni la República Islámica ni el régimen israelí pueden pretender actuar en interés del pueblo iraní.

La afirmación de que los civiles no sufren daños es una mentira flagrante.

La forma en que huí, lo que vi y cómo regresé.

7.

Yo informaba desde Teherán y escribía para vosotros. El día que Israel atacó el edificio de la televisión estatal, yo estaba presente en la autopista cercana, justo debajo de las colinas, para recoger un informe.

En lo alto, hubo un intercambio de disparos: parecía una escena sacada de un apocalipsis.

En ese mismo momento, Israel emitió una advertencia de evacuación a los residentes de Teherán. Se ordenó a todos los habitantes del distrito 3, donde yo me encontraba, y del distrito 18 que abandonaran el lugar inmediatamente.

Pero debido al intenso tráfico, la evacuación era prácticamente imposible.

Además, las fuerzas de seguridad de la República Islámica estaban apostadas por todas partes, vigilando numerosos puestos de control, lo que no hizo sino ralentizar aún más el proceso.

Tuve que enviar mi informe y borrar inmediatamente los datos de mi teléfono. Porque cualquiera que fuera sorprendido captando imágenes de los atentados o intentando comunicar la noticia al extranjero podía ser detenido acusado de espionaje a Israel, cargos que a menudo conllevan el riesgo de ejecución.

Pero Internet no funcionaba.No podía informar a mis camaradas o colegas en el extranjero de que estaba a salvo, ni siquiera enviar el informe.

Aplacé la transmisión y, en su lugar, con gran dificultad, logré escapar de la zona atacada.

Teherán ya no era segura.

Con la mochila de emergencia que ya había preparado, decidí abandonar la ciudad. Tras un esfuerzo considerable, conduje hacia el oeste y luego hacia el norte de Irán. Las carreteras estaban casi paralizadas por el tráfico y los vehículos atestados.

Hacía calor. En el coche, el único sonido procedía de la radio de la República Islámica, que emitía himnos amenazadores en árabe contra Israel. Al cabo de horas, llegamos a un área de descanso junto a la carretera y a una gasolinera. Conseguí un poco de agua y volví a esperar horas en la cola del combustible, con la esperanza de conseguir mi parte de la gasolina racionada.

Hacia la 1 de la madrugada, miré a mi alrededor. Internet seguía sin funcionar. Había viajeros cansados de la guerra por todas partes. Algunos jugaban al voleibol en el aire ligeramente más fresco de la noche; otros estaban sentados en el suelo, comiendo lo que tenían. Los niños jugaban cerca. No estaba en un campo de refugiados, pero lo parecía.

Y ya podía intuir que esta imagen de personas desplazadas en busca de supervivencia se convertiría en una imagen recurrente en los días venideros.

Todos habíamos adquirido una nueva identidad: Éramos refugiados de guerra.

8.

Por el camino, el agua embotellada estaba estrictamente racionada y teníamos que hacer largas colas sólo para ir al baño.

Según los informes oficiales, en pocos días casi seis millones de personas habían entrado en Mazandaran y cuatro millones en Gilan, dos provincias del norte consideradas relativamente seguras.

Viajábamos junto a una gran parte de esa población desplazada. Las ciudades septentrionales estaban abrumadoramente abarrotadas y, en algunos lugares, los suministros básicos de alimentos se estaban agotando.

Me resultó dolorosamente claro que la carga de nuestra supervivencia recaía sobre los hombros de las comunidades locales del norte.

Esto, comprensiblemente, podía provocar tensiones e incluso conflictos. Aunque se estaban llevando a cabo esfuerzos de ayuda autoorganizada y de apoyo de base, ninguno de ellos era suficiente para acomodar la migración forzada de diez millones de personas.

9.

A la mañana siguiente, llegamos a una de las llamadas «zonas seguras». El acceso a Internet había mejorado ligeramente, así que envié un informe. Poco después, recibí varios mensajes de camaradas.

Los habían detenido, acusados de espiar para Israel.

Nunca hemos apoyado la ideología sionista. Lo hemos dicho abierta y repetidamente. Entonces, ¿cuál fue el motivo de estas detenciones?

Uno de los detenidos era un solicitante de asilo en Irán que había huido de los talibanes y casualmente llevaba consigo algunos libros no islámicos.Otro era un antiguo compañero de universidad.

Una vez nos detuvieron juntos durante las protestas de «Mujer, Vida, Libertad». A los ojos de la República Islámica, cualquiera que se atreva a permanecer, resistir y mantener una postura diferente a la del Estado es automáticamente tachado de espía. Cualquiera que se manifieste o proteste es acusado de trabajar para Israel.

El régimen aprovecha el estado de guerra para intensificar la represión de la disidencia. Han silenciado nuestras voces para poder imponer su propia narrativa al mundo.

Cada mañana se ejecuta en las cárceles iraníes a al menos dos presos políticos. La República Islámica ha declarado que se ha detenido a casi 80 «espías» en cada provincia, una cifra absurda y claramente inventada.

La mayoría de estos supuestos espías son simplemente activistas políticos y sociales, civiles: gente como yo, como nosotros.

Por enviar estos informes y mantener estas líneas de comunicación, puede que me mate, no Israel, sino la República Islámica.

10.

Ayer secuestraron a uno de mis amigos y desde entonces no se sabe nada de él.

No era sionista; su único «delito» era tener creencias distintas de las de la República Islámica. Era conocido como activista por los derechos de los niños y, de hecho, solía escribir y organizar actos sobre los derechos de los niños en Gaza.

La República Islámica, junto con Jamenei -que recientemente ha empezado a llamarse Irán-, detiene, tortura y, en última instancia, asesina a sus críticos con el pretexto de “defender a Irán”. Pero, en realidad, no es más que una defensa de su propia supervivencia y de la represión continuada.

Mi pueblo está siendo amenazado y asesinado por la República Islámica vía terrestre, mientras que desde el cielo, Israel bombardea sus hogares.

Mientras tanto, en Europa y Estados Unidos, algunos críticos de las políticas occidentales defienden a la República Islámica bajo la bandera de la «paz» y el activismo «contra la guerra». Pero condenar los crímenes de Israel o el imperialismo de Estados Unidos no exige defender o justificar a la República Islámica y su narrativa.

Al igual que nadie necesitó blanquear a los nazis o al régimen soviético para condenar el belicismo de la Segunda Guerra Mundial, nadie necesita defender hoy un régimen criminal para oponerse a otro.

Tal vez la única ayuda real que podemos ofrecer a los encarcelados en esta geografía sea reflejar plena y verazmente toda la historia de lo que está ocurriendo en Irán.

11.

En Irán se ha cortado totalmente el acceso a Internet.

Aparte de unas pocas bases del CGRI  y un puñado de ciudadanos privilegiados, nadie tiene conexión con el mundo exterior.

También se han bloqueado las líneas telefónicas para llamadas internacionales a Irán, lo que hace casi imposible la comunicación para el público en general.

Alrededor de ciudades y barrios se han establecido numerosos puestos de control, supuestamente para hacer frente al ejército israelí.

En realidad, sin embargo, estos puestos de control se han utilizado principalmente para acosar, registrar y detener a ciudadanos iraníes de a pie, más que para hacer frente a cualquier amenaza extranjera.

12.

Estados Unidos había emitido una orden de advertencia y evacuación de Teherán.

Cada noche, las defensas aéreas se activan en la ciudad y el sonido de las explosiones resuena en toda la capital.

Tomé la decisión de regresar a Teherán, una ciudad que ha quedado inquietantemente despoblada.

Como escribí al principio de esta serie de informes: Desprecio la idea de huir. Más que eso, odio la sensación de impotencia.

Imagino que todos estamos atrapados en una prisión masiva, y siento la responsabilidad de hacer algo más que huir o hacerme la víctima.

Todas las redes de comunicación del movimiento anarquista dentro de Irán han sido cortadas o gravemente interrumpidas.

Corremos un grave peligro. Aún así, era importante para mí volver a Teherán para evaluar la situación de primera mano y, si era posible, restablecer la comunicación con el mundo exterior, para volver a conectar con camaradas de otras regiones y, si era necesario, luchar junto a ellos.

Y así fue como regresé.

La ciudad que dejé atrás estaba mucho más abarrotada que el Teherán militarizado y fantasmal al que regresé. Los bancos sólo abren hasta las 11 de la mañana, y las grandes tiendas no funcionan más tarde del mediodía.

Los alimentos de muchas tiendas se han echado a perder o escasean. Los productos de higiene femenina y los enlatados están ahora racionados.

Pero lo que más llama la atención son los puestos de control repartidos por toda la ciudad. Unos días antes de salir de Teherán, esos puestos de control estaban ocupados por iraníes afines al régimen, principalmente la milicia Basij.

A mi regreso, sin embargo, me encontré con un panorama distinto: muchos de los guardias actuales son fuerzas no iraníes aliadas de la República Islámica, probablemente islamistas chiíes árabes iraquíes y otros grupos militantes.

Han sustituido a los Basij en estos puestos.

Así pues, no sólo Israel o Estados Unidos han invadido mi ciudad y mi hogar, sino también grupos paramilitares islamistas que han llegado de la región y se han desplegado en Teherán.

Esta gente está claramente aquí para apoyar y proteger la continuación de la República Islámica, un régimen criminal.

Parecen haber olvidado que esta tierra tiene sus propios propietarios y residentes. Y ahora, parece que se están preparando para convertir Irán en otro campo de batalla para sus guerras.

13.

Actualmente me encuentro en Teherán, y los atentados continúan.

Varios compañeros han sido detenidos -probablemente en las mismas detenciones masivas que otros- y tememos que, como muchos detenidos, se nos acuse de espionaje.

Aunque nos oponemos firmemente a todos los gobiernos y a todas las guerras -incluidos el Estado israelí, la República Islámica de Irán y todas sus guerras-, sabemos cómo funciona la maquinaria del Estado.

Llaman “espías” a las personas y las acusan de espionaje a favor de Israel simplemente porque se oponen al régimen. Pero nosotros no somos agentes de ningún Estado. De hecho, creemos que todos los gobiernos son el mal absoluto y nos oponemos a todos los Estados de la Tierra.

Nos acusan de colaborar con un gobierno, cuando en realidad, nos oponemos a todos ellos – los vemos a todos como entidades criminales.

Ahora mismo, Internet está cortado. Nuestra situación es extremadamente peligrosa. Puede que esta sea la última vez que pueda ponerme en contacto contigo. La próxima vez, podría estar en la cárcel, o incluso ejecutado.

A pesar de ello, seguiré informando desde el territorio.

Recientemente, las fuerzas de seguridad secuestraron a uno de mis compañeros y lo acusaron de espionaje a favor de Israel, a pesar de que es abiertamente contrario a la guerra, a Israel y al Estado. Podría ser ejecutado.