Trabajadores Anticapitalistas (Irán)
15 y 17 de junio de 2025
Tomado de League of Internationalist Communists. Traducido por Barbaria.
Solo un levantamiento obrero anticapitalista puede aplastar a estos dos pulpos capitalistas asesinos y belicistas
1. Los trabajadores estamos empleados en todos los sectores: en fábricas, escuelas, hospitales, servicios municipales, agricultura, industria, transporte por tierra, mar y aire, energía y servicios públicos, construcción, bosques y más. Ya estemos desempleados, jubilados o cargados de trabajo doméstico no remunerado, todos pertenecemos a la misma clase trabajadora, unidos por nuestra existencia social y nuestra explotación. Soportamos todo el peso de la dominación capitalista: la esclavitud asalariada, represión, privaciones, genocidio, encarcelamiento, tortura, violencia de género, opresión étnica, destrucción medioambiental y todas las calamidades que este sistema engendra.
2. Hasta hace poco, sólo la clase capitalista y el régimen islámico de Irán nos imponían directamente esta violencia. Ahora, con la guerra en marcha, nos enfrentamos a dos monstruos capitalistas: la burguesía iraní y su régimen por un lado, y los gobiernos de Israel, Estados Unidos y la Unión Europea por otro. A pesar de su conflicto, ambos bandos imponen la misma brutalidad genocida. Desde arriba y desde abajo, en todos los aspectos de la vida, estamos siendo aplastados por la violenta maquinaria del capital, ya sea iraní, israelí, estadounidense o europea.
3. Esta guerra no se libra entre «Estados», se libra contra nosotros. Decenas de millones de trabajadores soportan la carga: desplazamientos, falta de vivienda, hambre, hambruna, falta de agua, medicinas, tratamientos, muerte masiva. Nuestros hogares son bombardeados, nuestros seres queridos yacen insepultos y el futuro de nuestros hijos es incierto. En Teherán, Kermanshah, Isfahan y otros lugares, el coste de la guerra es inmenso. Estas condiciones gritan que debemos actuar, colectivamente, a nivel nacional y con una organización consejista y con conciencia de clase. Esto no es un eslogan. Es una cuestión de supervivencia. Debemos unirnos allí donde vivimos y trabajamos —fábricas, escuelas, hospitales, puertos, barrios— para formar consejos. No deben ser aislados ni locales; deben crecer hasta convertirse en un movimiento nacional, capaz de movilizar todos los recursos para satisfacer las necesidades urgentes: alimentos, seguridad, atención sanitaria, vivienda, educación. Estos consejos deben unirse, evolucionar hasta convertirse en una fuerza anticapitalista unificada, y arrebatar el control de la producción, la riqueza y la infraestructura de las manos de la clase capitalista y su Estado. Proclamemos al mundo: vemos a todas las clases dominantes —israelí, islámica, estadounidense, europea— como enemigas genocidas de la clase trabajadora. Hacemos un llamamiento a los trabajadores de todo el mundo a la solidaridad y al apoyo.
La guerra entre las bestias capitalistas es una guerra contra todos nosotros
1. Dos regímenes genocidas están ahora en guerra: el gobierno israelí y la República Islámica. Como todos los Estados capitalistas, ambos son asesinos de trabajadores, criminales y belicistas.
2. Israel nació de la coalición imperialista que surgió de la Segunda Guerra Mundial: un puesto estratégico para las potencias capitalistas. Durante casi 80 años, ha llevado a cabo un genocidio continuo contra los trabajadores palestinos y de Oriente Medio. Sus acciones cuentan con el pleno consenso del capital mundial. La República Islámica, por el contrario, surgió de la derrota del movimiento obrero revolucionario de Irán a finales de la década de 1970. Fue la solución de emergencia del capital para aplastar los levantamientos obreros y preservar la explotación. Aunque sus orígenes son diferentes, ambos regímenes sirven a los intereses del capital mediante la guerra, la represión y la expansión. Su confrontación actual es un choque por la influencia, no por la justicia: una lucha entre facciones capitalistas rivales.
3. Israel, con el apoyo incondicional del capital estadounidense y europeo, ya ha dañado gravemente la infraestructura militar de Irán. Sin embargo, esto no significa que el régimen islámico se derrumbe. Luchará para preservarse, utilizando todos los recursos disponibles. Sus recientes derrotas, aunque significativas, no bastan para asegurar su rendición. El régimen resistirá hasta que su propia supervivencia se vea amenazada.
4. La guerra no es por las armas nucleares. La cuestión nuclear es un pretexto. Durante 45 años, el conflicto central ha sido el desafío de Irán al orden capitalista mundial liderado por Estados Unidos, su exigencia de una mayor cuota de poder y su negativa a someterse. Esta guerra pretende zanjar esa disputa de forma decisiva, aunque no permanente. Aunque la República Islámica se vea obligada a transigir, sus rivales no tienen un sustituto viable para ella. Los exiliados monárquicos, los que quieren revivir la monarquía de los Pahlavi y los restos que defienden a [Maryam] Rajavi no tienen una base real. El régimen no caerá: capitulará y negociará para minimizar sus pérdidas.
5. Aunque esta guerra termine, la siguiente fase de explotación y represión continuará. Mientras exista el capitalismo, también existirán la guerra, la crisis, el genocidio y la competencia por la plusvalía, el capital y el poder. Creer que Netanyahu, Estados Unidos o el régimen islámico «liberarán» a los 60 millones de trabajadores de Irán es una ilusión peligrosa. A cualquier trabajador arrastrado a esta creencia se le ha robado la conciencia. Esta ilusión debe ser destrozada por una crítica de clase contundente y basada en principios.
6. Nadie puede predecir las consecuencias económicas de la guerra. Pero el resultado probable será la pobreza masiva, el hambre, el colapso de la producción, la represión y la muerte, solo para llevar a Irán a la mesa de negociaciones. Las clases dominantes estadounidense e israelí no dudarán en convertir a Irán en otra Libia si ello sirve a sus objetivos. Pero Irán no es la Libia de Gadafi ni el Iraq de Sadam. El régimen islámico luchará para evitar el colapso total.
7. Es probable que esta guerra se intensifique. Las condiciones —hambruna, falta de medicinas, falta de vivienda, desempleo masivo— empeorarán. Todos los bandos cargarán el coste de la guerra sobre la clase trabajadora. Debemos invertir esta tendencia. Debemos redirigir la crisis hacia el propio capital. Esto no es imposible. Nuestra clase tiene la capacidad de hacerlo. El capitalismo estampa la palabra «imposible» en cada sueño de liberación, pero eso es parte de su poder ideológico, su deshumanización del trabajo y la mistificación de las mercancías. Debemos romper estas ilusiones. Hacer recaer el coste de la guerra sobre el capital. Intensificar la lucha de clases anticapitalista, con claridad, estrategia y determinación.
8. Esta no es nuestra guerra. Es la suya. Estamos en guerra con ambos regímenes, con ambos bloques, con todo el sistema capitalista mundial. Cualquier alineamiento con un bando es una traición. La actividad contra la guerra solo tiene sentido si promueve un programa revolucionario y anticapitalista. Las manifestaciones contra la guerra deben estar vinculadas a la lucha de clases: no como una protesta vacía, sino como un desafío a los dos polos del poder imperialista. De lo contrario, se convierte en un llamamiento al régimen islámico para que se rinda ante sus rivales más poderosos y genocidas. Debemos rechazar esta narrativa. Nuestra lucha es contra todos los Estados y todos los capitales.
9. Un punto crucial: la lucha contra la guerra debe ser anticapitalista. Sin esto, nos vemos reducidos a ser soldados de infantería de uno de los dos bandos de asesinos. Por ejemplo, oponerse a la política de guerra de la República Islámica es necesario, pero solo si se combina con la oposición al Estado genocida israelí y al imperialismo occidental. Lo mismo ocurre con las armas nucleares. Debemos rechazar toda financiación de la guerra por parte de nuestro trabajo, pero no de forma que sirva a facciones capitalistas rivales. Nuestra crítica debe caer por igual sobre todos los belicistas, todos los estados, todas las alas de la burguesía global.
10. Dondequiera que estemos —fábricas, escuelas, hospitales, puertos, barrios— debemos unirnos. Construyamos consejos obreros. Unámoslos, no como sueños, sino como herramientas materiales de resistencia. ¿Por qué llamar a esto utópico? ¿Es porque el régimen utiliza la represión brutal para impedirlo? ¿No hacen lo mismo con todas las huelgas? ¿No han intentado aplastar todas las protestas, especialmente las de las mujeres, los jóvenes y los desempleados? Aun así, hemos luchado. ¿Por qué dudar ahora? Esta vacilación no es nuestra, nos la ha implantado la ideología capitalista. Debemos rebelarnos contra ella.
11. Hacer de los consejos nuestra arma. En tiempos normales, las huelgas y los paros son poderosos. Pero en tiempos de guerra, las huelgas pueden ser cooptadas por un bando. Debemos ir más allá: tomar los medios de producción. No solo parar el trabajo, sino tomar el control. Esto aterroriza tanto al régimen islámico como al capital occidental más que cualquier otra cosa. Sí, seremos reprimidos. Pero debemos empezar. Hacer contactos. Coordinar. Construir. Unir nuestros consejos en un movimiento capaz de tomar el control del trabajo, la vida y la producción.
12. ¿Qué pasa con nuestras necesidades inmediatas: medicina, vivienda, energía, alimentos? No pueden asegurarse en el marco del comercio capitalista. Nuestra consigna debe ser: Ocupar. Preparar. Expandir. Cuanto más preparados estemos para tomar y organizar la vida colectivamente, más poder tendremos para imponer demandas y asegurar la supervivencia.
13. Debemos actuar como clase. Hemos pasado generaciones evitando este camino, engañados por falsas esperanzas: sindicalismo, democracia, ONGs, revoluciones de colores, antiimperialismo, federalismo. Nos han llevado al agotamiento, a la traición, a la ruina. Un día debemos empezar. Ese día ya debería haber llegado hace mucho. hagamos que sea ahora.
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