domingo, 15 de junio de 2025

Teherán bajo las bombas: testimonio de un compañero anarquista

Traducido de: https://www.leperepeinard.com/breves/rapport-des-compagnon-es-iranien-nes-jour-3-de-la-guerre-iran-israel
14/06/2025

[Desde Teherán, un militante anarquista da testimonio de los ataques israelíes, del caos cotidiano y del papel que intentan desempeñar los anarquistas entre la guerra, la represión y la supervivencia. Un relato conmovedor que he traducido con lágrimas en los ojos. ¡Todos mis pensamientos están con aquellos que, en ambos bandos, luchan por la paz y la libertad! ¡A los desertores, únicos héroes de las guerras!]

Una noche de fuego y confusión

Anoche, mientras dormíamos, Israel atacó Irán. Los ataques se dirigieron contra Teherán, pero también contra otras ciudades. Oí estruendos, vi relámpagos... Pensé que era una tormenta. Nada hacía presagiar una guerra, sobre todo con las conversaciones entre Irán y Estados Unidos.

No fue hasta la mañana siguiente, a través de nuestro sindicato anarquista (el Frente Anarquista), cuando nos enteramos de lo que realmente había pasado: múltiples ataques, muertes de civiles. Salí a investigar. La ciudad estaba acordonada. El ejército y la policía prohibían el acceso a las zonas afectadas. Todavía había bombas sin explotar en los edificios. En el hospital me impidieron entrar y la policía borró todas las fotos de mi teléfono. Según un periodista que se encontraba allí, al menos siete niños habían muerto.

Algunos lloraban. Otros, como era de esperar, se alegraban de la muerte de figuras del régimen.

El día siguiente: un infierno sin alarma

En las horas siguientes, vi escenas apocalípticas. El cielo estaba surcado por misiles. El fuego caía sobre las carreteras. La gente huía de Teherán: familias enteras, jóvenes trabajadores, ancianos. Esperaban ayuda en las aceras. Heridos, quemados, dos muertos ante mis ojos. Sin alarma. Sin refugio. Nada.

Las pantallas gigantes difundían la versión oficial: la República Islámica ha atacado Tel Aviv, Israel promete responder. Yo tengo compañeros allí. Anarquistas, pacifistas, insumisos. No queremos esta guerra.

Una población en supervivencia

El aire está contaminado: las instalaciones nucleares han sido alcanzadas. La gente fabrica conservas, almacena, huye de las grandes ciudades... y luego regresa, por falta de alternativas. Las carreteras están saturadas. Los medios de comunicación estatales cantan himnos y difunden mentiras. La única fuente fiable: Telegram y los canales por satélite.

Las manifestaciones siguen siendo escasas. Demasiada policía, demasiado miedo. Ayer, frente a los hospitales, las familias buscaban a sus seres queridos desaparecidos. Gritaban. Lloraban. Resistían.

Sin refugio, sin evacuación

Las instituciones permanecen abiertas como si nada hubiera pasado. No hay instrucciones de seguridad, ni sirenas, ni centros de acogida. Es probable que se produzcan fugas químicas, pero no existe ningún protocolo.

Así que la gente huye por su cuenta: los comercios cierran, los estudiantes se niegan a hacer los exámenes, los funcionarios se quedan en casa. Solo los servicios de emergencia siguen funcionando.

A veces tengo la sensación de que sigo vivo solo porque Israel (todavía) no ataca las zonas residenciales. Pero los incendios, la lluvia radiactiva y los disparos perdidos matan a pesar de todo.

Y no hay ayuda. Nada. Ni ayuda humanitaria, ni organizaciones externas, ni medicamentos... y las sanciones ya llevan años matando.

Cuatro Iránes, una sola tierra bajo las bombas

Hay que entender que el pueblo iraní está fragmentado:

  1. Una mayoría silenciosa, que odia al régimen pero rechaza la guerra. Sobreviven, huyen, lloran a los muertos y maldicen a los dirigentes.
  2. Los islamistas, fieles al poder, que hablan de martirio y quieren responder.
  3. Los monárquicos y liberales, a menudo proisraelíes, que aplauden los ataques contra los Guardianes de la Revolución.
  4. Los anarquistas y militantes de izquierda, como nosotros: contra la República Islámica, pero también contra Israel, contra todos los Estados. Por la supervivencia, la ayuda mutua, la autonomía.

¿Qué lugar ocupan los anarquistas en esta guerra?

No estamos armados. No participamos en los combates. Nuestra tarea es otra: informar, socorrer, crear vínculos, contrarrestar la propaganda. Ayudamos como podemos: primeros auxilios, transmisión de información, sensibilización sobre los riesgos químicos. Nos ocupamos de los nuestros y de aquellos que no tienen a nadie.

Rechazamos los discursos simplistas. Ni «todos los israelíes deben morir», ni «los sionistas son nuestros salvadores». Estamos entre dos fuegos: el fundamentalismo religioso por un lado, el militarismo sionista por el otro.

Nuestro papel es ser puentes. Transmisores de ideas. Abrir brechas en el fatalismo. Mantener la firmeza, incluso sin armas, incluso con miedo.

El duelo del movimiento contra la guerra

Debo admitirlo: estoy triste. Profundamente triste. Hace diez años, conversaba con pacifistas israelíes. Rehusaban servir. Kurdos, árabes, armenios, anarquistas. Soñábamos juntos con un Oriente Medio libre, sin ejército, sin Estado.

Pero perdimos. No fuimos lo suficientemente fuertes para impedir la guerra. No tuvimos suficiente apoyo. Hoy en día, la gente tiene miedo de hablar de paz. Creen que sería una traición. Que pedir el fin de los ataques es entregarse al enemigo.

Y, sin embargo, todo el mundo quiere la paz. Pero nadie se atreve a pedirla.

Una voz en medio del tumulto

No sé cuánto tiempo aguantaremos. Anoche, los aviones rugían como una autopista en el cielo. Pero sé una cosa: mientras haya gente que cuide, resista y se organice sin esperar al Estado, habrá semillas de anarquía, incluso entre los escombros.

Conclusión: no normalicemos lo insoportable

Antes que nada, quiero agradecer sinceramente a todos los compañeros que se han tomado el tiempo de escucharnos. En un mundo en el que las fuerzas políticas, económicas y policiales nos aplastan constantemente, es raro que aún se nos deje espacio para hablar. Incluso sin bombas, la violencia nos rodea: toma la forma de alquileres inasequibles, papeleo interminable, discriminación, cansancio, aislamiento. Una violencia sorda, presentada como «normal», a la que no deberíamos acostumbrarnos.

Pero cuando estalla la guerra, esta violencia se desata de repente a plena luz. Lo que se toleraba se vuelve insoportable. Y entonces, paradójicamente, podemos hablar. He podido escribirles porque todo se ha derrumbado. Porque, en el caos, las verdades más simples vuelven a ser audibles.

Lo que quiero decirles es esto: no dejen que estas palabras caigan en el silencio. No dejen que nuestro dolor, aquí en Irán, como en otros lugares, quede relegado a los márgenes, como si fuera solo «local», «específico», «cultural» o «excepcional».

Porque, en realidad, compartimos la misma guerra: la que libran los Estados contra nuestras vidas. Así que les suplico, compañeros: no aceptenla violencia cotidiana como algo natural. Rechacen la idea de que hay que esperar a que lleguen los misiles para reaccionar. No esperen a que nuestro sufrimiento se convierta en algo espectacular para que merezca su atención.

Hablemos ahora mismo. Organicémonos. Creemos espacios reales de acción y ayuda mutua. Para que la guerra aquí no se convierta en ruido de fondo. Para que no seanreducidos a simples «salvadores» frente a nuestro sufrimiento, sino cómplices en la lucha.

Llamamiento a la solidaridad internacional

Hoy en día, la situación es inestable, crítica, quizás al borde de una catástrofe humanitaria. Si Irán está aislado del mundo, ya sea por las bombas o por la censura de la República Islámica, difundan nuestro mensaje. Cuenten lo que está pasando. Den voz a quienes no la tienen.

No contamos con ninguna protección internacional. Las ONG están prácticamente ausentes. Las sanciones agravan nuestro sufrimiento.

Si tienen contactos, influencias, intermediarios en colectivos, sindicatos, asociaciones o redes de asistencia sanitaria: movilícenlos. Pidan ayuda médica urgente, una mayor vigilancia de las violaciones, una mediación internacional que escape a la lógica estatal.

Pero, sobre todo, rechacen los relatos simplistas. No somos peones de Israel ni peones del régimen islámico. No creemos ni en las bombas «liberadoras» ni en los mulás «resistentes». Estamos atrapados entre dos máquinas de muerte, y seguimos intentando, una y otra vez, construir otra cosa.

Aún no hay un éxodo masivo. Pero si la guerra se extiende, las consecuencias serán terribles. Así que, camaradas, levantémonos juntos. No para apoyar a un bando contra otro, sino para hacer oír otra voz: la de la vida, la libertad, la solidaridad, contra todos los Estados, todas las fronteras, todas las guerras.

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