El ya maldecido mil veces primero de Mayo de las libertades y prohibiciones democráticas, hoy se adereza con el terror a no tener trabajo, al hambre, a ser prescindible por el capital como fuerza de trabajo.
Primero fue convertido por los poderes públicos de la democracia en día festivo, para anular su potencial mensaje subversivo. Que no es otro que, si los proletarios no trabajan en la reproducción e intercambio de mercancías, este mundo absurdo se para, independientemente de la fuerza militar que conserve intacta la clase dominante. Porque parar de trabajar atenta contra las relaciones sociales mismas y más si es para reivindicar que los sometidos al trabajo asalariado tienen en su mano acabar con su condena. Que pueden paralizar la producción y circulación de mercancías cuando quieran.
Eso era el Primero de Mayo, una demostración de fuerza en la guerra social de los proletarios y los burgueses. Entonces no eran fiestas, prohibiciones, convivencia ciudadanas o comilonas, las que sacaban a los proletarios forzosamente de las calles y de las terrazas destrozadas de los cafés burgueses. Eran las cargas de caballería, las ametralladoras o incluso la artillería de cualquier ejército democrático. El primero de mayo era sin más, una anomalía en el legalmente pacifico y burocráticamente violento discurrir de la sociedad mercantil.
Hoy, no solo se ha convertido en un día festivo donde se deja de producir mercancías, en ciertos lugares, para consumir e intercambiar esas mercancías más intensamente. Hoy, como no, se utiliza este día para remarcar un mito burgués según el cual los asalariados viven por la gracia que les concede el capital al otorgarles un trabajo. El mito del mundo al revés que refuerza el terror a perder el miserable salario que otorga el don del derecho a la vida y otros muchos derechos democráticos. Es la afirmación de la derrota histórica del asalariado frente al dueño del capital, del expropiado frente al expropiador de su vida.
Ningún burgués podría vivir de sus billetes de banco, sus bonos, acciones o incluso de sus propiedades tangibles, si no trabajaran para él los proletarios asalariados, consumieran las mercancías que ellos mismos producen, aceptaran el precio de esas mercancías y la inviolabilidad de la propiedad privada, por encima del derecho a la vida del asalariado o desechado, del desposeído de sus medios de vida en general.
Hoy en medio de una desvalorización general del capital mercantil y del capital financiero, la única salida del capital es la destrucción de las mercancías, la eliminación en masa de proletarios sobrantes. La agudización del enfrentamiento interburgués para arrastrar en él a esos proletarios, sobrantes o no, hambrientos y acosados por la miseria.
Como no recuperemos los viejos hábitos de la guerra social contra la clase capitalista, como un Primero de Mayo de combate, estamos muertos en silencio. El Primero de Mayo tendría que servir para reafirmar los intereses de los desposeídos frente a los intereses de los expropiadores. El rechazo a toda reorganización burguesa del trabajo en relación a lo festivo: día de producir mercancías o de dar servicios, día de consumir. El repudio a la moral del trabajo asalariado y del consumo. La determinación para entorpecer el normal desarrollo de las relaciones sociales mercantiles. Negarse a colaborar con la clase dominante y a aceptar sus mitologías, tanto relacionadas con el trabajo como con otros temas, negarse al sacrificio por la economía nacional y por la patria misma. Arrojar estiércol sobre esa entelequia asquerosa que es la patria burguesa. La patria de un burgués es su banco fiscalmente paradisiaco, la del proletario tiene que ser por pura supervivencia… la humanidad.
Primero fue convertido por los poderes públicos de la democracia en día festivo, para anular su potencial mensaje subversivo. Que no es otro que, si los proletarios no trabajan en la reproducción e intercambio de mercancías, este mundo absurdo se para, independientemente de la fuerza militar que conserve intacta la clase dominante. Porque parar de trabajar atenta contra las relaciones sociales mismas y más si es para reivindicar que los sometidos al trabajo asalariado tienen en su mano acabar con su condena. Que pueden paralizar la producción y circulación de mercancías cuando quieran.
Eso era el Primero de Mayo, una demostración de fuerza en la guerra social de los proletarios y los burgueses. Entonces no eran fiestas, prohibiciones, convivencia ciudadanas o comilonas, las que sacaban a los proletarios forzosamente de las calles y de las terrazas destrozadas de los cafés burgueses. Eran las cargas de caballería, las ametralladoras o incluso la artillería de cualquier ejército democrático. El primero de mayo era sin más, una anomalía en el legalmente pacifico y burocráticamente violento discurrir de la sociedad mercantil.
Hoy, no solo se ha convertido en un día festivo donde se deja de producir mercancías, en ciertos lugares, para consumir e intercambiar esas mercancías más intensamente. Hoy, como no, se utiliza este día para remarcar un mito burgués según el cual los asalariados viven por la gracia que les concede el capital al otorgarles un trabajo. El mito del mundo al revés que refuerza el terror a perder el miserable salario que otorga el don del derecho a la vida y otros muchos derechos democráticos. Es la afirmación de la derrota histórica del asalariado frente al dueño del capital, del expropiado frente al expropiador de su vida.
Ningún burgués podría vivir de sus billetes de banco, sus bonos, acciones o incluso de sus propiedades tangibles, si no trabajaran para él los proletarios asalariados, consumieran las mercancías que ellos mismos producen, aceptaran el precio de esas mercancías y la inviolabilidad de la propiedad privada, por encima del derecho a la vida del asalariado o desechado, del desposeído de sus medios de vida en general.
Hoy en medio de una desvalorización general del capital mercantil y del capital financiero, la única salida del capital es la destrucción de las mercancías, la eliminación en masa de proletarios sobrantes. La agudización del enfrentamiento interburgués para arrastrar en él a esos proletarios, sobrantes o no, hambrientos y acosados por la miseria.
Como no recuperemos los viejos hábitos de la guerra social contra la clase capitalista, como un Primero de Mayo de combate, estamos muertos en silencio. El Primero de Mayo tendría que servir para reafirmar los intereses de los desposeídos frente a los intereses de los expropiadores. El rechazo a toda reorganización burguesa del trabajo en relación a lo festivo: día de producir mercancías o de dar servicios, día de consumir. El repudio a la moral del trabajo asalariado y del consumo. La determinación para entorpecer el normal desarrollo de las relaciones sociales mercantiles. Negarse a colaborar con la clase dominante y a aceptar sus mitologías, tanto relacionadas con el trabajo como con otros temas, negarse al sacrificio por la economía nacional y por la patria misma. Arrojar estiércol sobre esa entelequia asquerosa que es la patria burguesa. La patria de un burgués es su banco fiscalmente paradisiaco, la del proletario tiene que ser por pura supervivencia… la humanidad.
¡¡ PARA ACABAR CON EL PARO, SUPRIMAMOS EL TRABAJO !!
SI LA ECONOMÍA NOS DESTROZA,
DESTROCEMOS LA ECONOMÍA.
CONTRA EL ESTADO Y EL CAPITAL.
POR EL COMUNISMO, POR LA ANARQUÍA
# Coordinadora Anticapitalista. Xixón (España)
# 1° de Mayo de 2013
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