¿Qué fue la revolución cubana?
Fue un caso más de
“liberación nacional” en el contexto de la descolonización y la
guerra fría. A mediados del siglo veinte, para que el capitalismo
siguiera desarrollándose, muchas antiguas colonias tuvieron que
constituirse en polos de acumulación de capital en un marco
nacional: para ello tuvieron que modificar su estructura política y
económica a fin de poder integrarse al mercado mundial. Las
“revoluciones” tercermundistas de esa época no fueron, de hecho,
mas que cambios abruptos en la jefatura: los dirigentes que no podían
hacer crecer el capital nacional fueron reemplazados por otros que sí
podían. En todos los casos, la debilidad de las nuevas economías en
formación hizo que los nuevos Estados tuvieran que integrarse a una
de las dos imperios comerciales en competencia: el capitalismo
democrático occidental o el capitalismo soviético. Tras la
revolución, en Cuba nunca se cuestionaron ni desaparecieron las
categorías básicas del capital: la explotación salarial siempre
fue la base de su sistema de producción. El único cambio importante
fue que gran parte del capital fue transferido al Estado, asumiendo
éste y el PC cubano la organización monopólica de la compraventa
de actividad humana. Para ello debieron implementar formas de salario
indirecto (prestaciones de salud, educación y vivienda) que
asegurasen la reproducción de la fuerza de trabajo, lo cual es una
parte normal de las funciones de cualquier Estado capitalista. De
idilio, nada.
¿Quién fue Fidel Castro?
Un abogado liberal burgués
que lideró dicho proceso en Cuba, para lo cual tuvo que conquistar
por la fuerza el poder del Estado, en 1959. Para entonces, Castro no
había leído una sola línea de Marx. Cuando se dio cuenta que el
capital norteamericano le daría la espalda y que le iría mejor
lamiendo las botas de los burócratas rusos, empezó a vociferar que
él era marxista y que su toma del poder era el inicio de una
“revolución socialista” en Cuba. En los años siguientes, para
dejar claras sus lealtades, defendió el
empleo de tanques rusos contra la insurrección del proletariado en
Checoslovaquia, apoyó los campos de detención contra homosexuales y
otros disidentes, dio refugio a un renombrado sicario de Stalin,
respaldó a la dictadura argentina de Videla, mandó encarcelar a los
opositores al régimen y decretó luto oficial en Cuba por la muerte
del dictador español Franco, entre otras hazañas. Esta farsa,
aclamada durante medio siglo por un ejército de trovadores y militantes de
la inconsciencia, alcanza hoy, con la muerte de Castro, su apoteosis
final: llorando a su héroe uniformado, la izquierda del capital
reafirma su adicción a la jerarquía social, al poder político, a
la desigualdad económica y a la opresión racial y de género. Los
gorilas siguen entre nosotros.
Contra la comedia
infame puesta en escena una vez mas por la internacional de los
imbéciles, recordamos que “la
emancipación de los trabaja dores tiene que ser obra de los mismos
trabajadores”, tal como lo señalan los estatutos de la primera
Internacional. Esto significa que el comunismo es la
auto-emancipación de la especie humana, una obra colectiva y
anónima, multitudinaria y creativa, que no necesita héroes y que,
al destruir el viejo mundo, necesariamente los suprime a todos ellos.
# extraído de Anarquía y Comunismo nro.7, diciembre de 2016, Chile.
No hay comentarios:
Publicar un comentario