N+1, julio de 2021
Traducción tomada de facebook
Desde hace unos días se están produciendo en Cuba numerosas manifestaciones, expresión, según la televisión y la prensa, de una demanda de democracia. Profundizando un poco más, se descubre que las motivaciones que han empujado a los cubanos a salir a la calle tienen su origen en el empeoramiento de las condiciones económicas, debido al alto coste de la vida, el aumento de la pobreza y las dificultades relacionadas con la pandemia (reducción del turismo). También hay quienes sospechan del posible papel de los servicios de inteligencia norteamericanos en la difusión de la protesta, y/o quienes se sorprenden de que esto pueda ocurrir en la "Cuba socialista" (los izquierdistas de Il Manifiesto titularon un artículo: "Insólita manifestación en Cuba"). Pero más allá de la posible influencia del país de las barras y estrellas, y de las mismas reivindicaciones expresadas por los manifestantes, lo cierto es que en la base del descontento hay determinaciones materiales. Y es en estas situaciones cuando se producen los cortocircuitos antes mencionados: miles de personas que salen a la calle para protestar contra nuevos impuestos o recortes de subvenciones y para exigir más democracia, luego acaban incendiando el parlamento. Son dinámicas que hemos visto muy a menudo en los últimos años.
La polarización de la riqueza y el aumento de la pobreza también están detrás de las violentas protestas que han estallado en algunas grandes ciudades de Sudáfrica. Las manifestaciones y los saqueos comenzaron tras la detención del ex presidente Jacob Zuma, pero se enmarcan en una situación económica muy precaria, agravada recientemente por el Coronavirus. El Líbano también atraviesa una violenta crisis. El país está técnicamente en bancarrota, la población se muere de hambre, y los vídeos que circulan por la red muestran al ejército obligado a abandonar algunos barrios de la capital porque la población les ha hecho retroceder con piedras (y más). En Cisjordania, el asesinato de Nizar Banat, un conocido miembro de la oposición a Abu Mazen, ha desencadenado protestas y manifestaciones en Hebrón y otras ciudades más pequeñas contra la Autoridad Nacional Palestina y su corrupción.
Las palabras de moda de las revueltas pueden ser de lo más dispares, corrupción, dictadura, represión, democracia, coste de los billetes de transporte, impuestos, etc., pero lo que realmente importa es que las masas se pongan en movimiento y se autoorganicen, mientras que las reivindicaciones iniciales de las que nació la revuelta suelen trascender a otra cosa o se abandonan en las calles. En tales contextos, el matón global del capitalismo, EE.UU., no puede eludir su tarea de prevenir y gestionar el conflicto social, utilizando toda la influencia que pueda reunir, pero sólo hasta cierto punto. En el artículo "El caos social y la guerra" (abril de 2011), escribimos que la ola de revueltas iniciada en el norte de África, y "el intento estadounidense de cabalgarla debe leerse como una acción de retaguardia, defensiva, y no como la de unos titiriteros ocultos, propulsores de improbables revoluciones 'de color'".
jueves, 22 de julio de 2021
Informe semanal de N+1 (extracto)
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