Vamos Hacia la Vida
Chile, marzo 2024
Desde hace más de dos décadas que la población palestina de la Franja de Gaza ha debido enfrentar el recrudecimiento de la política de exclusión del Estado israelí, lo que se ha traducido en el cercamiento y consecuente aislamiento del proletariado gazatí y la ocupación militar de sus ciudades. Las duras condiciones de sobrevivencia impuestas por el régimen sionista han transformado dicha región en un verdadero campo de concentración a cielo abierto.
El Estado de Israel ha pretendido gestionar esta “población sobrante” (para los intereses del capital) mediante el terror más brutal, valiéndose también de pactos con organizaciones de la burguesía palestina para controlar y administrar el territorio, lo que conlleva una relación contradictoria entre ambos aparatos, en tanto que estas organizaciones paraestatales de Palestina deben a su vez validarse continuamente con la población que gobiernan recurriendo a la retórica y actividad anticolonial contra Israel, razón que explica en parte que organizaciones antes financiadas y promovidas por el Estado israelí, como Hamás, se muestren luego como los más encarnizados enemigos de éste.
Sin embargo, el 7 de octubre del año pasado ha marcado un punto de inflexión en esta continua política genocida con el inicio por parte de Israel de una contraofensiva militar que, en base a la utilización de sofisticada tecnología, ha ido arrasando la Franja de Gaza, masacrando y desplazando a cerca de 2 millones de seres humanos de sus hogares. A la fecha, ya suman más de 31.000 las personas asesinadas ―el 70% de esta cifra la componen niñ@s y mujeres; al menos 14.000 niñ@s y más de 9.000 mujeres―, miles más se encuentran desaparecidas bajo las ruinas dejadas por los incesantes bombardeos y más de 73.000 han sido heridas. Estas espeluznantes cifras siguen aumentando con cada día que pasa. Por si esto fuera poco, las personas se encuentran acorraladas en un ínfimo espacio, corriendo el riesgo de perder la vida debido tanto al asedio y los bombardeos efectuados por Israel, como por la falta de acceso a la ayuda humanitaria provocado por el bloqueo total impuesto en la zona.
A escala global, la reciente masacre en curso marca un momento crucial en la evolución de la democracia y el Capital: la adopción de un estado de excepción permanente como única solución viable para un capitalismo que constantemente se enfrenta a sus propias contradicciones en medio de una crisis sistémica que empeora cada vez más nuestras condiciones de vida. Así se legitima crecientemente, ante la pasividad e inmovilismo de una gran mayoría, el terrorismo de Estado: se van ensayando formas represivas, y tal como en los últimos años, una vez que alguna resulta exitosa y, más allá de alguna polémica internacional temporal, ésta queda instalada como por derecho adquirido. De esta manera, todo el peso de la arremetida israelí marca un precedente para el terrorismo de Estado de las democracias mundiales. Por esto cobra sentido la consigna “Gaza es el mundo”, levantada por compañer@s, y que nosotr@s también reivindicamos; la situación en Palestina es una imagen que podría extenderse próximamente a diversos lugares del planeta en un contexto en que la violencia y la descomposición social se generalizan, en sintonía con la irracionalidad inherente a la acumulación capitalista que destruye todo a su paso.
Lo que ocurre en Gaza ―aunque con una magnitud obviamente diferente―, también es conocido y ha sido cruelmente experimentado en nuestra región por las comunidades mapuche en lucha. Bajo un estado de excepción supuestamente temporal, pero que se volvió permanente bajo la administración estatal de Boric, se legitimó la intervención militar que persigue, encarcela, criminaliza y asesina impunemente en el Wallmapu con armamento proporcionado por el mismísimo Estado de Israel.
Volviendo a Gaza, ¿Qué podemos hacer para contribuir a frenar este genocidio? Lo primero es tener claro que intentar comprender las complejidades, lo común y lo específico que tienen estas coyunturas no tiene por qué transformarse en un acto de pasividad. La extrema urgencia de la situación no puede llevarnos a salidas que incrementen nuestra impotencia. Alentamos las acciones de solidaridad con la población palestina y de sabotaje a los Estados directamente involucrados en esta masacre genocida. Creemos importante ir más allá del internacionalismo del movimiento obrero tradicional, promoviendo uno que sea capaz de proyectar el contenido comunista que pueda gestarse en las batallas actuales por la supervivencia de una humanidad proletarizada que se encuentra en una nueva etapa crítica del desarrollo del capital.
Por lo tanto, consideramos que es necesario y urgente difundir, informar, boicotear a las mercancías y al Estado de Israel, movilizarse y solidarizarse en la calle manteniendo y profundizando una perspectiva de autoemancipación de toda forma de gestión capitalista.
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