OTRA VEZ LA MISERIA DEL ESTADO-CAPITAL, DE SUS DERECHAS Y SUS IZQUIERDAS
Cuando se siente amenazado, el Estado se defiende solamente a sí mismo.
Marx
El proletariado no es débil porque está dividido, está dividido porque es débil.
Pannekoek
Marx
El proletariado no es débil porque está dividido, está dividido porque es débil.
Pannekoek
El 30 de septiembre no fue un “intento de golpe de Estado por parte de la derecha y el imperialismo”, como falsa y paranoicamente nos quiere hacer creer este gobierno contrarrevolucionario. Tampoco fue una simple “reivindicación sectorial” o “justa protesta” de los policías, ni mucho menos un “triunfo del pueblo por defender su proceso", como rebuznan algunos izquierdistas miopes y oportunistas. Lo ocurrido ese día fue nada más y nada menos que un violento episodio de pugna interburguesa intraestatal; es decir, una sangrienta y espectacular pelea por el poder entre patrones, entre fracciones, aparatos o mafias rivales al interior del mismo Estado burgués, a través de sus cuerpos represivos. En este caso, la resentida y reaccionaria derecha del capital –representada por el Partido Sociedad Patriótica (PSP)- contra la arribista y progresista izquierda del capital –representada por Alianza País (AP)-, queriendo todavía la una disputarle espacios e influencias dentro de los aparatos estatales a la otra o, en su defecto, queriendo generar un ambiente de inestabilidad para obtener rédito político. Pero al final de la jornada, el “triunfo amargo” se lo llevó el gobierno de Correa; mientras que, de su lado, policías y militares no perdieron sus exclusivos privilegios de casta burocrática. En suma, el único protagonista y el único ganador del 30 de septiembre fue ese monopolio de la violencia o esa mafia de mafias que es el Estado; el que, como sabemos, no es neutral, sino que es el Estado del Capital, el Estado de la clase capitalista que explota, oprime y reprime a nuestra clase proletaria.
Esto es así porque aún vivimos tiempos de contrarrevolución, es decir, tiempos donde el capitalismo mantiene la ofensiva contra la amenaza de insurrección proletaria y revolución social, con medidas de todo tipo (económicas, políticas, ideológicas, represivas), y en especial, mediante enemigos camuflados o gobiernos “de izquierda” como el de Correa. Son tiempos en los que la tónica está dada precisamente por este tipo de contradicciones secundarias o conflictos entre fracciones de la clase dominante, mientras que el proletariado en tanto sujeto revolucionario brilla por su ausencia, o es utilizado como masa de maniobra y carne de cañón por estas fracciones de la burguesía (más de 10 muertos y de 150 heridos hubo ese día), o es el pasivo espectador de este repugnante show político-militar-mediático.
Sin duda, el mayor gendarme del capital y el principal aparato de la contrarrevolución es el Estado. Como el capitalismo se basa en la competencia, el Estado funciona y se fortalece a través de sus pugnas internas de poder. Por eso, cuando se siente amenazado o cuando necesita fortalecerse, el Estado solo se defiende a sí mismo, ¡a nadie más! En efecto, durante el 30 de septiembre lo que le interesaba al Estado no eran las vidas humanas puestas en riesgo por el mismo terror de Estado, sino protegerse a sí mismo, a fin, a su vez, de proteger la propiedad privada, la mercancía, el orden: la normalidad capitalista que nos subyuga día tras día, en la cual el capital es como un parásito que vive a costa de nuestro trabajo y nuestra vida.
Por su parte, todas y cada una de las derechas del capital –PSP, PSC-Madera de Guerrero, PRIAN, etc.- así como de las izquierdas del capital –AP, PCE, PSE, PCMLE-MPD, Pachakutik, Polo Democrático, Diabluma, etc.- que, como buenos oportunistas políticos que son, salieron a favor o en contra de la rabiosa canallada de los chapas aquel día, lo único que estaban haciendo es tratar de pescar a río revuelto en nombre de sus mezquinos y acomodados intereses dentro y solamente dentro del sistema de dominación capitalista, esto es dentro del sistema de esclavitud asalariada y despotismo estatal. En fin, desempeñaron el único papel que les corresponde a todos ellos: putrefactos títeres peleones del mismo circo o diferentes tripas entrecruzadas de la misma bestia.
Así quedo demostrada, una vez más, toda la miseria del Estado, de las derechas y de las izquierdas del capital por igual. Todo esto, en nombre de la dictadura “legal y legítima” del capital llamada democracia, bien resguardada por sus perros guardianes: los militares y los policías. Así y solo así es como la contrarrevolución ciudadana sigue en marcha. De hecho, este gobierno es contrarrevolucionario porque solo beneficia a ciertos capitales (locales y transnacionales), mientras que administra nuestra explotación y miseria asalariadas, nos entrega migajas en forma de bonos y demás, nos embrutece y desmoviliza colectivamente con su política y su propaganda, y reprime violentamente nuestros reclamos y protestas. Es más que seguro que, una vez resuelta esta “crisis interna” con la policía, el gobierno capitalista y contrarrevolucionario de Correa volverá a arremeter contra nuestra clase con leyes, con “paquetazos” y, por supuesto, con policías y militares nuevamente en primera fila mostrándonos sus colmillos.
Por otro lado, no existen “malos policías” y “buenos policías”, como lloriqueaba Correa; tampoco es cierto que son “pueblo uniformado”, como dice alguna gente. Absolutamente todos los policías –y militares- solo “sirven y protegen” a la explotación y opresión capitalistas y, para colmo, todos los privilegios que gozan estos cerdos y gorilas con armas provienen ¡de nuestros bolsillos! Toda la brutalidad cometida por policías y militares el 30 de septiembre solo demostró que ellos no son más que los perros guardianes del capitalismo, los asesinos a sueldo del Estado -el único y gran terrorista-, y traidores y enemigos a muerte de los proletarios.
Finalmente, la democracia solo es una y es la burguesa, puesto que es la forma política inherente a la sociedad mercantil y espectacular generalizada que es el capitalismo: he allí sus instituciones, el mercado, el gobierno, el parlamento, los partidos y sindicatos, las urnas, los medios de comunicación, la ciudadanía. Pero, sobre todo, no hay democracia sin policía y sin ejército, es decir sin violencia organizada de la burguesía para proteger la propiedad privada y reprimir a los proletarios (y/o a otras fracciones burguesas que se opongan al poder de turno). Lo cual no es solamente el “lado oscuro” ni el “exceso obsceno” de la democracia, sino su esencia misma. No hay Estado sin represión. No hay democracia sin dictadura de clase. Todos los defensores de la democracia, por tanto, son los defensores de la dictadura de los que nos explotan, oprimen y matan a los proletarios: “el partido de la reacción contra el proletariado es el partido de la democracia”. Y es que es la democracia la que nos entretiene y estupidiza con mercancías para comprar, con televisión y urnas, al mismo tiempo que mata de hambre y a balazos a millones de proletarios. No en vano Correa, los militares, la prensa, las derechas y las izquierdas del capital corearon en una sola voz que se haya “salvado la democracia”, es decir la dictadura del capital. Por todo ello, no se trata de “radicalizar la democracia” ni cosa por el estilo, como cree todo socialdemócrata, sino de criticarla y de abolirla radicalmente mediante la dictadura social de las necesidades humanas sobre la dictadura democrática del capital-estado, es decir mediante la dictadura del proletariado.
Por cierto, tal vez alguien increpe que si no existiese policía y ejército, no habría quién nos “proteja” de la delincuencia. Pero lo de la delincuencia no es un problema de ese día, ni del gobierno actual. Es un problema de fondo. Existe policía y existe delincuencia porque existe propiedad privada, explotación y miseria. Es un “lado oscuro” pero inevitable de la sociedad capitalista. Por lo tanto, la delincuencia no se soluciona con más fuentes de empleo ni con más policía, sino aboliendo el capitalismo y su Estado. En este sentido, los saqueos –como los habidos el 30 de septiembre- son justificables en la medida en que imponen las necesidades de los proletarios que saquean por sobre la propiedad privada y la mercancía. Pero, en cambio, los mismos solo cobrarían un sentido revolucionario si formasen parte de la lucha proletaria por la abolición social de la propiedad privada y la mercancía, de la empresa y la policía.
Ahora bien, el problema principal desde el punto de vista revolucionario es que nuestra clase actualmente no existe como clase para sí misma, como movimiento revolucionario real que lucha por suprimir de raíz la sociedad capitalista de clases en su totalidad y, con ello, suprimirse a sí misma como clase social para devenir comunidad humana real. Existe como mansa clase trabajadora para el capital, o como esa histórica criatura del Estado llamada “pueblo”. Peor aún, existe como masa ciudadana (¡!), tal como se pudo observar el 30 de septiembre, pues la gente lanzada a las calles aquel día se dejó manipular como si fuesen peones de ajedrez o soldaditos de plomo, apoyando a bandos enemigos de nuestra clase. Sin embargo, podría decirse que la mayoría de nuestra clase fue un espectador pasivo de este sangriento espectáculo estatal televisado (ojo). No podía ser de otra manera. En primer lugar, porque esa no era su lucha, sino una lucha entre patrones y sus perros guardianes. Y en segundo lugar, porque no existe un proletariado visible en lucha contra el capital, un proletariado autónomo y antagónico, revolucionario, ya que “el proletariado es revolucionario o no es nada”. Esto no es una queja. Es un hecho determinante a tal punto que por eso los conflictos principales actuales no son conflictos sociales entre proletarios y burgueses, sino conflictos políticos entre burgueses mismos. Por eso lo ocurrido el 30 de septiembre no fue lucha de clases, sino lucha entre fracciones, mafias o aparatos de la burguesía, de su Estado. Y por eso, frente a estas falsas contraposiciones y falsos dilemas, los proletarios no tenemos ¡ningún partido que tomar!, sino más bien que tomar distancia de ellos y comenzar a luchar por nuestros propios objetivos y con nuestros propios métodos, en nuestro propio terreno de clase y contra toda la bestia capitalista. No es suficiente que los burgueses se peleen y se maten entre ellos mismos. Para que todo cambie en serio, es necesario que el proletariado reemerja para cuestionar, golpear y destruir o subvertir de raíz todo el orden burgués. Y esto no se trata de una miserable lucha política para conquistar el poder del Estado burgués, sino de una lucha social o generalizada para revolucionarlo todo desde sus cimientos, para cambiar la vida misma. No para cambiar las fichas del ajedrez de la dictadura democrática capitalista, sino para romper todo el tablero.
Nuestra clase lucha por necesidades concretas, por sus condiciones materiales de vida (alimentación, vivienda, salud, tiempo libre, etc.), no por ideologías ni por reformas. Son el capital, el Estado y las izquierdas del capital las que desvían y encasillan la lucha proletaria de esta manera. Entonces, para que el proletariado reemerja o insurja en la lucha de clases y le pueda dar una solución revolucionaria a la actual crisis capitalista, es necesario que comience a luchar por sus intereses o reivindicaciones propias y no por las de sus enemigos de clase, recuperando su confianza, su solidaridad, su autonomía y su combatividad de clase. Es necesario profundizar, radicalizar, generalizar y unificar estas reivindicaciones, y deshacernos de las ilusiones reformistas de lucha (leyes, reformas, “poder popular”, etc.), así como también de las mediaciones del mismo capital-estado (gobierno, asamblea nacional, partidos, sindicatos, ongs, “movimientos sociales”, etc.), levantando nuestras propias formas de asociación u organización clasista y autónoma para la lucha (asambleas, comités, núcleos, grupos, etc.), y sabiendo golpear al poder burgués donde le duela. Tarde o temprano, nuestra clase se dará cuenta que sus reivindicaciones o necesidades vitales no pueden ser verdaderamente satisfechas por el capitalismo, sino en contra y más allá de éste. Que la única solución de fondo ha de ser la revolución social, y que la única vía para ello será la insurrección. Mientras tanto, hermanos proletarios, procuremos convertir las próximas protestas sociales en huelga general, y la huelga general en huelga salvaje. De lo contrario, seguiremos siendo espectadores o carne de cañón de las pugnas interburguesas por venir.
Frente a la confusión reinante dentro de nuestra clase –algo propio de tiempos contrarrevolucionarios- en torno a los polémicos y recientes hechos del 30 de septiembre en ecuador, es necesario y pertinente que las minorías proletarias revolucionarias los aclaremos desde una firme y clara posición programática, como parte de la misma clase que somos. El programa comunista histórico y mundial de nuestra clase (abolición de la propiedad privada, el trabajo asalariado, el capital, el Estado, la democracia, las patrias, etc., mediante la lucha autónoma, la insurrección y la dictadura del proletariado) es nuestra arma de combate por el momento, no solo contra el capital-estado, sino contra toda forma de reformismo (sean correístas, marxistas-leninistas, “anarquistas”) dado su carácter confusionista y contrarrevolucionario. Reiterarles a todos estos nuestro odio de clase. De este modo, lo que más nos interesa es que materiales como este contribuyan a la autoclarificación de nuestros hermanos de clase, si no es de todos, al menos sí de algunos proletarios, a fin de que no vuelvan a ser peones de ajedrez ni carne de cañón de ninguna fracción de la burguesía, sino que sean sus enemigos; a fin de que ya no tengan miedo de sus opresores ni luchen por el “mal menor”, sino que les infundan miedo a ellos y luchen por conquistarlo todo, puesto que los proletarios somos quienes producimos o creamos todo en esta sociedad, por lo tanto, todo debería pertenecernos.
Esto es así porque aún vivimos tiempos de contrarrevolución, es decir, tiempos donde el capitalismo mantiene la ofensiva contra la amenaza de insurrección proletaria y revolución social, con medidas de todo tipo (económicas, políticas, ideológicas, represivas), y en especial, mediante enemigos camuflados o gobiernos “de izquierda” como el de Correa. Son tiempos en los que la tónica está dada precisamente por este tipo de contradicciones secundarias o conflictos entre fracciones de la clase dominante, mientras que el proletariado en tanto sujeto revolucionario brilla por su ausencia, o es utilizado como masa de maniobra y carne de cañón por estas fracciones de la burguesía (más de 10 muertos y de 150 heridos hubo ese día), o es el pasivo espectador de este repugnante show político-militar-mediático.
Sin duda, el mayor gendarme del capital y el principal aparato de la contrarrevolución es el Estado. Como el capitalismo se basa en la competencia, el Estado funciona y se fortalece a través de sus pugnas internas de poder. Por eso, cuando se siente amenazado o cuando necesita fortalecerse, el Estado solo se defiende a sí mismo, ¡a nadie más! En efecto, durante el 30 de septiembre lo que le interesaba al Estado no eran las vidas humanas puestas en riesgo por el mismo terror de Estado, sino protegerse a sí mismo, a fin, a su vez, de proteger la propiedad privada, la mercancía, el orden: la normalidad capitalista que nos subyuga día tras día, en la cual el capital es como un parásito que vive a costa de nuestro trabajo y nuestra vida.
Por su parte, todas y cada una de las derechas del capital –PSP, PSC-Madera de Guerrero, PRIAN, etc.- así como de las izquierdas del capital –AP, PCE, PSE, PCMLE-MPD, Pachakutik, Polo Democrático, Diabluma, etc.- que, como buenos oportunistas políticos que son, salieron a favor o en contra de la rabiosa canallada de los chapas aquel día, lo único que estaban haciendo es tratar de pescar a río revuelto en nombre de sus mezquinos y acomodados intereses dentro y solamente dentro del sistema de dominación capitalista, esto es dentro del sistema de esclavitud asalariada y despotismo estatal. En fin, desempeñaron el único papel que les corresponde a todos ellos: putrefactos títeres peleones del mismo circo o diferentes tripas entrecruzadas de la misma bestia.
Así quedo demostrada, una vez más, toda la miseria del Estado, de las derechas y de las izquierdas del capital por igual. Todo esto, en nombre de la dictadura “legal y legítima” del capital llamada democracia, bien resguardada por sus perros guardianes: los militares y los policías. Así y solo así es como la contrarrevolución ciudadana sigue en marcha. De hecho, este gobierno es contrarrevolucionario porque solo beneficia a ciertos capitales (locales y transnacionales), mientras que administra nuestra explotación y miseria asalariadas, nos entrega migajas en forma de bonos y demás, nos embrutece y desmoviliza colectivamente con su política y su propaganda, y reprime violentamente nuestros reclamos y protestas. Es más que seguro que, una vez resuelta esta “crisis interna” con la policía, el gobierno capitalista y contrarrevolucionario de Correa volverá a arremeter contra nuestra clase con leyes, con “paquetazos” y, por supuesto, con policías y militares nuevamente en primera fila mostrándonos sus colmillos.
Por otro lado, no existen “malos policías” y “buenos policías”, como lloriqueaba Correa; tampoco es cierto que son “pueblo uniformado”, como dice alguna gente. Absolutamente todos los policías –y militares- solo “sirven y protegen” a la explotación y opresión capitalistas y, para colmo, todos los privilegios que gozan estos cerdos y gorilas con armas provienen ¡de nuestros bolsillos! Toda la brutalidad cometida por policías y militares el 30 de septiembre solo demostró que ellos no son más que los perros guardianes del capitalismo, los asesinos a sueldo del Estado -el único y gran terrorista-, y traidores y enemigos a muerte de los proletarios.
Finalmente, la democracia solo es una y es la burguesa, puesto que es la forma política inherente a la sociedad mercantil y espectacular generalizada que es el capitalismo: he allí sus instituciones, el mercado, el gobierno, el parlamento, los partidos y sindicatos, las urnas, los medios de comunicación, la ciudadanía. Pero, sobre todo, no hay democracia sin policía y sin ejército, es decir sin violencia organizada de la burguesía para proteger la propiedad privada y reprimir a los proletarios (y/o a otras fracciones burguesas que se opongan al poder de turno). Lo cual no es solamente el “lado oscuro” ni el “exceso obsceno” de la democracia, sino su esencia misma. No hay Estado sin represión. No hay democracia sin dictadura de clase. Todos los defensores de la democracia, por tanto, son los defensores de la dictadura de los que nos explotan, oprimen y matan a los proletarios: “el partido de la reacción contra el proletariado es el partido de la democracia”. Y es que es la democracia la que nos entretiene y estupidiza con mercancías para comprar, con televisión y urnas, al mismo tiempo que mata de hambre y a balazos a millones de proletarios. No en vano Correa, los militares, la prensa, las derechas y las izquierdas del capital corearon en una sola voz que se haya “salvado la democracia”, es decir la dictadura del capital. Por todo ello, no se trata de “radicalizar la democracia” ni cosa por el estilo, como cree todo socialdemócrata, sino de criticarla y de abolirla radicalmente mediante la dictadura social de las necesidades humanas sobre la dictadura democrática del capital-estado, es decir mediante la dictadura del proletariado.
Por cierto, tal vez alguien increpe que si no existiese policía y ejército, no habría quién nos “proteja” de la delincuencia. Pero lo de la delincuencia no es un problema de ese día, ni del gobierno actual. Es un problema de fondo. Existe policía y existe delincuencia porque existe propiedad privada, explotación y miseria. Es un “lado oscuro” pero inevitable de la sociedad capitalista. Por lo tanto, la delincuencia no se soluciona con más fuentes de empleo ni con más policía, sino aboliendo el capitalismo y su Estado. En este sentido, los saqueos –como los habidos el 30 de septiembre- son justificables en la medida en que imponen las necesidades de los proletarios que saquean por sobre la propiedad privada y la mercancía. Pero, en cambio, los mismos solo cobrarían un sentido revolucionario si formasen parte de la lucha proletaria por la abolición social de la propiedad privada y la mercancía, de la empresa y la policía.
Ahora bien, el problema principal desde el punto de vista revolucionario es que nuestra clase actualmente no existe como clase para sí misma, como movimiento revolucionario real que lucha por suprimir de raíz la sociedad capitalista de clases en su totalidad y, con ello, suprimirse a sí misma como clase social para devenir comunidad humana real. Existe como mansa clase trabajadora para el capital, o como esa histórica criatura del Estado llamada “pueblo”. Peor aún, existe como masa ciudadana (¡!), tal como se pudo observar el 30 de septiembre, pues la gente lanzada a las calles aquel día se dejó manipular como si fuesen peones de ajedrez o soldaditos de plomo, apoyando a bandos enemigos de nuestra clase. Sin embargo, podría decirse que la mayoría de nuestra clase fue un espectador pasivo de este sangriento espectáculo estatal televisado (ojo). No podía ser de otra manera. En primer lugar, porque esa no era su lucha, sino una lucha entre patrones y sus perros guardianes. Y en segundo lugar, porque no existe un proletariado visible en lucha contra el capital, un proletariado autónomo y antagónico, revolucionario, ya que “el proletariado es revolucionario o no es nada”. Esto no es una queja. Es un hecho determinante a tal punto que por eso los conflictos principales actuales no son conflictos sociales entre proletarios y burgueses, sino conflictos políticos entre burgueses mismos. Por eso lo ocurrido el 30 de septiembre no fue lucha de clases, sino lucha entre fracciones, mafias o aparatos de la burguesía, de su Estado. Y por eso, frente a estas falsas contraposiciones y falsos dilemas, los proletarios no tenemos ¡ningún partido que tomar!, sino más bien que tomar distancia de ellos y comenzar a luchar por nuestros propios objetivos y con nuestros propios métodos, en nuestro propio terreno de clase y contra toda la bestia capitalista. No es suficiente que los burgueses se peleen y se maten entre ellos mismos. Para que todo cambie en serio, es necesario que el proletariado reemerja para cuestionar, golpear y destruir o subvertir de raíz todo el orden burgués. Y esto no se trata de una miserable lucha política para conquistar el poder del Estado burgués, sino de una lucha social o generalizada para revolucionarlo todo desde sus cimientos, para cambiar la vida misma. No para cambiar las fichas del ajedrez de la dictadura democrática capitalista, sino para romper todo el tablero.
Nuestra clase lucha por necesidades concretas, por sus condiciones materiales de vida (alimentación, vivienda, salud, tiempo libre, etc.), no por ideologías ni por reformas. Son el capital, el Estado y las izquierdas del capital las que desvían y encasillan la lucha proletaria de esta manera. Entonces, para que el proletariado reemerja o insurja en la lucha de clases y le pueda dar una solución revolucionaria a la actual crisis capitalista, es necesario que comience a luchar por sus intereses o reivindicaciones propias y no por las de sus enemigos de clase, recuperando su confianza, su solidaridad, su autonomía y su combatividad de clase. Es necesario profundizar, radicalizar, generalizar y unificar estas reivindicaciones, y deshacernos de las ilusiones reformistas de lucha (leyes, reformas, “poder popular”, etc.), así como también de las mediaciones del mismo capital-estado (gobierno, asamblea nacional, partidos, sindicatos, ongs, “movimientos sociales”, etc.), levantando nuestras propias formas de asociación u organización clasista y autónoma para la lucha (asambleas, comités, núcleos, grupos, etc.), y sabiendo golpear al poder burgués donde le duela. Tarde o temprano, nuestra clase se dará cuenta que sus reivindicaciones o necesidades vitales no pueden ser verdaderamente satisfechas por el capitalismo, sino en contra y más allá de éste. Que la única solución de fondo ha de ser la revolución social, y que la única vía para ello será la insurrección. Mientras tanto, hermanos proletarios, procuremos convertir las próximas protestas sociales en huelga general, y la huelga general en huelga salvaje. De lo contrario, seguiremos siendo espectadores o carne de cañón de las pugnas interburguesas por venir.
Frente a la confusión reinante dentro de nuestra clase –algo propio de tiempos contrarrevolucionarios- en torno a los polémicos y recientes hechos del 30 de septiembre en ecuador, es necesario y pertinente que las minorías proletarias revolucionarias los aclaremos desde una firme y clara posición programática, como parte de la misma clase que somos. El programa comunista histórico y mundial de nuestra clase (abolición de la propiedad privada, el trabajo asalariado, el capital, el Estado, la democracia, las patrias, etc., mediante la lucha autónoma, la insurrección y la dictadura del proletariado) es nuestra arma de combate por el momento, no solo contra el capital-estado, sino contra toda forma de reformismo (sean correístas, marxistas-leninistas, “anarquistas”) dado su carácter confusionista y contrarrevolucionario. Reiterarles a todos estos nuestro odio de clase. De este modo, lo que más nos interesa es que materiales como este contribuyan a la autoclarificación de nuestros hermanos de clase, si no es de todos, al menos sí de algunos proletarios, a fin de que no vuelvan a ser peones de ajedrez ni carne de cañón de ninguna fracción de la burguesía, sino que sean sus enemigos; a fin de que ya no tengan miedo de sus opresores ni luchen por el “mal menor”, sino que les infundan miedo a ellos y luchen por conquistarlo todo, puesto que los proletarios somos quienes producimos o creamos todo en esta sociedad, por lo tanto, todo debería pertenecernos.
¡EL ÚNICO Y GRAN TERRORISTA ES EL ESTADO CAPITALISTA!
HERMANO PROLETARIO: ¡NO TOMES PARTIDO POR NINGUNA FRACCIÓN DE LA CLASE QUE TE EXPLOTA Y OPRIME
EN SUS MISERABLES PUGNAS DE PODER COMO LA DEL 30 DE SEPTIEMBRE!
HERMANO PROLETARIO: ¡NO TE CONVIERTAS EN TRAIDOR Y ENEMIGO DE TU CLASE:
NO TE HAGAS POLICÍA, MILITAR, POLÍTICO NI SINDICALISTA NUNCA!
HERMANO PROLETARIO: ¡LUCHA POR LAS REIVINDICACIONES CONCRETAS DE TU CLASE Y CON TU CLASE,
CONFIANDO SOLAMENTE EN TUS PROPIAS FUERZAS, CON SOLIDARIDAD, AUTONOMÍA Y COMBATIVIDAD!
¡CONVIRTAMOS LAS PRÓXIMAS PROTESTAS SOCIALES EN HUELGA GENERAL,
Y LA HUELGA GENERAL EN HUELGA SALVAJE!
¡TARDE O TEMPRANO, LA ÚNICA SOLUCIÓN VITAL SERÁ LA REVOLUCIÓN SOCIAL,
Y LA ÚNICA VÍA SERÁ LA INSURRECCIÓN!
¡ABAJO EL ESTADO, LA POLICÍA, EL EJÉRCITO, LOS PARTIDOS, LA DEMOCRACIA, LA PATRIA,
LA PROPIEDAD PRIVADA, LA MERCANCÍA Y EL TRABAJO ASALARIADO!
¡POR EL COMUNISMO Y LA ANARQUÍA SIEMPRE!
HERMANO PROLETARIO: ¡NO TOMES PARTIDO POR NINGUNA FRACCIÓN DE LA CLASE QUE TE EXPLOTA Y OPRIME
EN SUS MISERABLES PUGNAS DE PODER COMO LA DEL 30 DE SEPTIEMBRE!
HERMANO PROLETARIO: ¡NO TE CONVIERTAS EN TRAIDOR Y ENEMIGO DE TU CLASE:
NO TE HAGAS POLICÍA, MILITAR, POLÍTICO NI SINDICALISTA NUNCA!
HERMANO PROLETARIO: ¡LUCHA POR LAS REIVINDICACIONES CONCRETAS DE TU CLASE Y CON TU CLASE,
CONFIANDO SOLAMENTE EN TUS PROPIAS FUERZAS, CON SOLIDARIDAD, AUTONOMÍA Y COMBATIVIDAD!
¡CONVIRTAMOS LAS PRÓXIMAS PROTESTAS SOCIALES EN HUELGA GENERAL,
Y LA HUELGA GENERAL EN HUELGA SALVAJE!
¡TARDE O TEMPRANO, LA ÚNICA SOLUCIÓN VITAL SERÁ LA REVOLUCIÓN SOCIAL,
Y LA ÚNICA VÍA SERÁ LA INSURRECCIÓN!
¡ABAJO EL ESTADO, LA POLICÍA, EL EJÉRCITO, LOS PARTIDOS, LA DEMOCRACIA, LA PATRIA,
LA PROPIEDAD PRIVADA, LA MERCANCÍA Y EL TRABAJO ASALARIADO!
¡POR EL COMUNISMO Y LA ANARQUÍA SIEMPRE!
Proletarios Salvajes comunismoobarbarie[a]gmail.com
# Octubre 2010, Quito-Ecuador
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