viernes, 20 de marzo de 2020

CORONAVIRUS: Reporte de Chile

EVADE CHILE
20 de marzo de 2020

Compañerxs:

Luego de 5 meses de avances y resistencia, nuestra comunidad de lucha se enfrenta hoy a un nuevo reto. La llegada de la pandemia global al territorio chileno anuncia el cierre de una etapa y el inicio de otra para la insurrección en curso.

La crisis mundial se agudiza, y junto a ella emergen las posibilidades de deshacernos de una vez por todas de los lastres que nos han arrastrado a este abismo. Sabemos que la solidaridad reencontrada al calor de la insurrección ofrecerá sus frutos nuevamente.

Nosotrxs nos volveremos a disolver en la masa insurrecta de la que brotamos y volveremos a brotar.

Hasta entonces: ¡Amor y lucha!



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CORONAVIRUS: Reporte de Chile

La pandemia no detendrá la rebelión: será la rebelión la que termine con la pandemia que los Estados del mundo administran.

Esa pandemia tiene varios nombres: patriarcado, capitalismo, dinero, trabajo asalariado, incluso poder, economía política, ilustración, religión, plaga emocional, estupidez, etc. Es la enfermedad que divide y separa a la humanidad en clases, razas, naciones, estratos, privilegiados y desafortunados, nobles ricos y pobres diablos, izquierdas y derechas, etc.

Los Estados, que en las últimas décadas habían pasado de moda, hoy hacen una re-aparición triunfal. Son sus estructuras políticas y militares las únicas que pueden garantizar que las pérdidas no sean totales para los funcionarios del capital. Pero la burbuja esta vez les explotó en la cara.

De un momento a otro, como por acto de magia, los gobiernos del primer mundo nacionalizan empresas, suspenden el pago de cuentas de servicios básicos, aseguran un ingreso universal mínimo a lxs proletarixs, todxs son liberadxs del acuartelamiento escolar o laboral, etc. En el tercer mundo son los grandes capos de los bancos los que salen a condonar deudas, mientras que algunos sindicatos arreglan una rebaja del 50% del sueldo de sus afiliados y los gerentes sacrifican un 25% del suyo. Todo sea por superar esta crisis.

Las medidas parecen coincidir con el nivel de terrorismo mediático y político que presenta esta como la peor catástrofe de los últimos siglos a pesar de que el mundo ha visto situaciones mucho peores, como la muerte de 50 millones de personas de “gripe española” luego de la primera guerra mundial o los 20 millones de yemeníes que actualmente mueren de hambre. ¿Temerá perder su hegemonía Occidente?

La unidad a la que llaman, como siempre, es falsa. Funciona solo mientras gestionan el “aislamiento social” que tantos costos les trae pero que tan conveniente les resulta, al mismo tiempo, frente a una población fundamentalmente indefensa luego de siglos de precarización y empobrecimiento.

Dado que las necesidades de la producción de mercancías nos fuerzan a reunirnos, aunque por mandato nos llaman a aislarnos, los políticos se esfuerzan en que ahora, y de una vez por todas, se instaure la mediación definitiva de la abstracción vía el internet: teletrabajo, teleducación, telesociabilidad. La pandemia capitalista, hoy disfrazada de “crisis sanitaria”, abre la posibilidad de correr el cerco del dominio de la vida cotidiana haciéndola incluso más estrecha y confinandola al campo de lo digital.

Pero esta crisis mundial no pilló de rodillas ni desprevenido al pueblo que habita el territorio ocupado por el Estado chileno. Lo pilló en pie: sabemos perfectamente que esta crisis no es producto de un nuevo tipo de gripe, sino más bien que el nuevo tipo de gripe es resultado de sus industrias productoras de muerte.

Los expertos apuran sus juicios y culpan de la propagación del virus a la globalización, a los hospitales públicos sin presupuesto, a un “rastro de salvajismo” de los chinos que comen “cosas raras” y trafican especies exóticas, al aumento de la población que supuestamente demanda la destrucción de los ecosistemas globales, lo que a su vez empuja a los animales, vectores de virus que pueden matarnos, a estar más cerca de los humanos, etc. El neurótico es ciego a lo obvio.

Las condiciones materiales que genera la producción industrial, y que vuelven a todo el mundo vulnerable a la catástrofe, están en el origen de esta crisis. En estas latitudes explotan glaciares y desertifican regiones completas; venden el agua y transforman la vivienda en un problema existencial; aniquilan toda la vida del fondo marino y gestionan la salud como un Cartel; hacen de la educación un chiste negro; saquean el territorio entero y vuelan los ojos, matan o encarcelan a quien quiera rebelarse contra esta miseria. Todo el territorio es una “zona de sacrificio”, incluidos sus supuestos sectores privilegiados que viven encandilados por el dinero.

La trama se vuelve aún más espesa. El Poder debe impedir que la pandemia haga explotar su infraestructura y, a la vez, debe aprovechar el tiempo-fuera para montar su show de la normalidad nuevamente. Pero esta vez no hay ninguna garantía de que podrá lograrlo: la situación global impide cualquier certeza respecto del estado de salud de la bestia moribunda. Estamos siendo testigos de una de sus últimas sacudidas, y con ella toda nuestra vida está cambiando más rápido que nunca. Pareciera que todo lo que se necesita es una gran carcajada para abatirla.

Así, mientras las bolsas del mundo se desploman y los grandes empresarios corren a saquear al Estado para que mantenga a flote sus capitales paralizados por la reducción de los actos de compra-venta, esta crisis ha realizado algo que jamás podría haber logrado todo el lobby político: la dramática reducción, aquí y ahora, de las emisiones de gases de efecto invernadero. Solo en China, el freno de la actividad económica de los últimos meses llevó a una disminución equivalente al 6% de las emisiones mundiales. Los expertos, moralmente confundidos, afirman: “parece que esta crisis sanitaria a largo plazo logrará salvar más vidas de las que está quitando”.

Quieren hacernos tragar la píldora de la emergencia —que para nosotrxs es la norma—, intentan separarnos, inyectarnos el miedo del individualista que prefería ahogar las penas en ofertas. Serán las redes de apoyo mutuo las que podrán responder a esta crisis de una forma que erradique para siempre el poder y la legitimidad de los administradores políticos y económicos del mercado, acabando con el modo de reproducción social que los hace necesarios.

Ahora que los escombros de la economía y la política crecen frente a nuestros ojos hasta el cielo, ahora que ha caído el decorado de la vida cotidiana y aterrizamos forzosamente en nuestra existencia para contemplar, ya sin posibilidades de distracción, el estado al que nos ha arrojado la inercia del dinero, se nos presenta una oportunidad única: o nos dejamos aplastar por la basura de una civilización arruinada o nos dejamos llevar por la vida que brota gratuita y profusamente allí donde se desnaturaliza, en los actos, las condiciones existenciales del empobrecimiento soportado en silencio.

La lucha por la liberación saca su fuerza no de la visión del futuro, sino de la visión del pasado. Y ese pasado que tenemos frente a nosotros apesta. Su pestilencia insensibilizó nuestros sentidos durante mucho tiempo. ¿No sería absurdo esperar que los zombies que nos arrojaron a este estado de putrefacción nos lancen un salvavidas?

Todo está por hacerse. Podemos construir en el reverso de las ruinas una vida guiada por la satisfacción inmediata de las necesidades humanas y, al hacerlo, recrear nuestros entornos sacrificados a la acumulación ciega de riqueza abstracta.

El despertar de octubre ha sido la lucha de un pueblo reavivada cada día por salir de este trance, de la pesadilla de lo que sucede y ha sucedido:

No volveremos a la normalidad, porque la normalidad era el problema.

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