martes, 19 de mayo de 2020
DECRETEMOS LA AUTODEFENSA SANITARIA
Raoul Vaneigem
17 de mayo de 2020
Traducción Miguel Amorós
La amenaza del coronavirus que pesa sobre la salud de la población del mundo entero ha demostrado que el verdadero peligro proviene de la degradación de los servicios médicos. No cabe duda de que los imperativos del beneficio privado, que dominan en todas partes, acelerarán dicha degradación.
Administrar los hospitales como si fueran empresas que han de resultar rentables, implica malpagar y sobreexplotar al personal, disminuir el número de camas y de medios técnicos. Las grandes firmas farmacéuticas paralizan la auténtica investigación, persiguen con el descrédito a los mismos científicos que subvencionan, prohiben medicamentos baratos con buenos resultados probados para vender dudosas vacunas cuya única eficacia garantizada es el interés financiero que van a producir.
Es obvio que los Estados no dudarán en reiterar el golpe a las libertades restringidas que tan bien les ha ido. A la vez que dejan extenderse los virus salidos de la fusión del permafrost, se sirven sin escrúpulo del mismo pretexto epidémico para confinar preventivamente a todos y todas las que se insurgen contra su política criminal. Es necesario que desenmascaremos ya esa maniobra.
Nos jugamos la vida y la de nuestros hijos: decretemos la autodefensa sanitaria. En las calles, las ciudades, los campos, pongámonos la blusa blanca del personal sanitario. ¡Seamos todos cuidadores y sanadores!
La morbilidad del Estado y de las instituciones supranacionales es permanente. Contra ellas impongamos gracias a la permanencia y la intransigencia de nuestras luchas, el derecho imprescriptible a la vida.
Chalecos amarillos, negros, rojos, multicolores, no son más que los hábitos de una revolución de la que pende el porvenir de la humanidad. La blusa blanca es más una práctica que un símbolo. Si se adueña de las calles ¿Como se saldrá con la suya el Estado policial?
Toca a los pueblos, principales víctimas de las medidas coercitivas y de las malversaciones presupuestarias, el crear las condiciones capaces de asegurar a todos y todas la erradicación de la enfermedad cuyo virus más implacable es el capitalismo. Desobediencia civil, resistencia a la opresión, solidaridad festiva, ¿qué mejor garantía de salud?
Todos somos cuidadores. El combate existe en los lugares donde el poder de las Comunas prohibe los plaguicidas y la nocividad ambiental, reinventa la escuela, los transportes, las estructuras sanitarias, la existencia cotidiana. Un conocido refrán médico dice que la mayoría de los males se curan solos si se les concede un tiempo suficiente. Nosotros somos ese tiempo.
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