lunes, 28 de febrero de 2022

[Rusia] La guerra ha comenzado

KRAS-AIT, Sección de la Asociación Internacional de Trabajadores de la Región de Rusia
26 de febrero de 2022

Lo que temían, lo que advirtieron, lo que no querían creer, pero lo que era inevitable, sucedió. Las élites gobernantes de Rusia y Ucrania, instigadas y provocadas por el capital mundial, ávidas de poder e infladas con miles de millones robados a los trabajadores, se luchan en una batalla mortal. Su sed de ganancias y dominación ahora paga con su sangre la gente común, como nosotros.

El primer tiro lo disparó el más fuerte, depredador y arrogante de los bandidos: el Kremlin. Pero, como siempre sucede en los conflictos imperialistas, detrás de la causa inmediata se esconde toda una maraña de razones asquerosamente hediondas: esta es la lucha internacional por los mercados del gas, y el afán de las autoridades de todos los países por desviar la atención de la población de la tiranía. de las dictaduras "sanitarias", y la lucha de las clases dominantes de los países de la antigua Unión Soviética por la división y redistribución del "espacio postsoviético", y las contradicciones a mayor escala y globales, y la lucha por la dominación mundial entre la OTAN, dirigida por EE. UU. y China, desafiando a la vieja potencia hegemónica y sujetando a su carro a su "hermano pequeño" en el Kremlin. Hoy estas contradicciones dan lugar a guerras locales. Mañana amenazan con convertirse en una Tercera Guerra Mundial Imperialista.

Cualquiera que sea la retórica “humanista”, nacionalista, militarista, histórica o de cualquier otra índole que justifique el actual conflicto, detrás de él sólo están los intereses de quienes detentan el poder político, económico y militar. Para nosotros, trabajadores, jubilados, estudiantes, sólo trae sufrimiento, sangre y muerte. El bombardeo de ciudades pacíficas, los bombardeos, la matanza de personas no tienen justificación.

Exigimos el cese inmediato de las hostilidades y el retiro de todas las tropas a las fronteras y líneas de separación que existían antes del inicio de la guerra.

Hacemos un llamado a los soldados enviados a combatir a que no se disparen unos a otros y más aún a que no abran fuego contra la población civil.

Los instamos a que se nieguen en masa a cumplir las órdenes criminales de sus comandantes.

¡PARAR ESTA GUERRA!

¡BAYONETA AL SUELO!

Llamamos a la gente en la retaguardia a ambos lados del frente, a los trabajadores de Rusia y Ucrania a no apoyar esta guerra, no ayudarla, al contrario, ¡resistirla con todas sus fuerzas!

¡No vayas a la guerra!

¡Ni un solo rublo, ni un solo hryvnia de nuestros bolsillos para la guerra!

¡Haced huelgas contra esta guerra si puedes!

Algún día, cuando tenga suficiente fuerza, los trabajadores de Rusia y Ucrania exigirán la completa responsabilidad de todos los políticos presuntuosos y oligarcas que nos enfrentan entre nosotros.

Recordamos:

¡NO A LA GUERRA ENTRE LOS TRABAJADORES DE RUSIA Y UCRANIA!

¡NO HAY PAZ ENTRE CLASES!

¡PAZ A LAS CASAS - GUERRA A LOS PALACIOS!

https://www.iwa-ait.org/es/content/kras-ait-contra-la-guerra

Invasión a Ucrania, opiniones sueltas.

Pablo Jiménez
tomado de Asedio

Un fantasma recorre el mundo, el fantasma de la guerra internacional. Todas las potencias centrales del capitalismo mundial deciden su futuro sobre la base de la preparación para el conflicto militar que, pese al tono tranquilizador de diferentes analistas internacionales, es desmentido por la carrera armamentista que llevan a cabo los diferentes bloques de potencias capitalistas que se han formado en las décadas recientes de desarrollo global del capitalismo.

Desde la caída del régimen de modernización capitalista retrasada conocido como U.R.S.S, los conflictos militares han sido parte integral del desarrollo desigual y conflictivo del capitalismo global con posterioridad a la Guerra Fría -a despecho de las tesis que auguraban un tranquilo y pacífico fin de la historia con la victoria del capitalismo occidental en la arena internacional-: Yugoslavia, Kosovo, Irak, Afganistán, Siria, Libia, entre otros, sin mencionar el estado de conflicto militar permanente en ciertos sectores del continente africano y que tienen su origen directamente en la disputa de capitales internacionales por los territorios y recursos naturales de la zona. En este sentido, podríamos decir que este conflicto militar permanente de diferentes potencias capitalistas entre sí, y también de naciones locales que son el teatro de guerra para intereses globales, es un momento o dimensión del colapso del proceso de modernización del capitalismo mundial en la época en que de manera creciente alcanza su límite interno absoluto. En efecto, la civilización capitalista atraviesa hoy una crisis generalizada en la que convergen de manera simultánea la crisis del trabajo, el desempleo masivo, la devastación psíquica y la crisis del sujeto moderno, la debacle ecológica -de la cual la pandemia de coronavirus es producto y factor-, la aceleración del cambio tecnológico, revueltas sociales en países de diferentes continentes y el desencadenamiento de un estado de excepción de carácter global que hoy se expresa en conflicto militar abierto entre Rusia y Ucrania.

¿Por qué Rusia invade Ucrania? En primer lugar, se trata de un movimiento estratégico del imperialismo ruso frente al avance del bloque OTAN – USA hacia el oriente. En décadas recientes, el desenvolvimiento científico y tecnológico de la industria armamentista, que hoy integra también la cibernética avanzada y el desarrollo de tecnologías virtuales puestas al servicio del complejo militar-industrial, ha hecho posible -entre otros avances en el exterminio de seres humanos- el desarrollo de armas hipersónicas capaces de portar cabezas nucleares, lo que implica que se ha hecho virtualmente posible que aquella potencia que logre la supremacía en esa área pueda lanzar un ataque nuclear devastador a la infraestructura crítica -por ejemplo, los silos de lanzamiento de misiles- de la potencia enemiga sin tener que arriesgarse a una represalia de la misma magnitud, rompiendo así el esquema de destrucción mutua asegurada (MAD) que imperó durante la guerra fría. De esta manera, la posible entrada de Ucrania al bloque militar de la OTAN, y el consecuente despliegue de misiles en su territorio es la razón inmediata del conflicto. La elite política y económica europea hoy llora democráticas lágrimas de cocodrilo por los civiles ucranianos, cuando en realidad prepararon paso a paso este conflicto que ponía en la primera línea de riesgo a quienes se supone claman por defender. De la misma manera, Putin le miente a todo el planeta durante semanas al declarar que bajo ninguna circunstancia invadirá Ucrania para acto seguido preparar una ofensiva militar de gran escala en dicho país bajo la excusa de proteger a los civiles rusos de las autoproclamadas republicas del Donetsk y Luhansk. La verdad no se encuentra en las declaraciones públicas de ninguno de ambos bandos en conflictos, sino en el movimiento de las fuerzas materiales económicas, políticas y militares que constituyen la base real de este conflicto.

En segundo lugar, Rusia invade Ucrania no para ocuparla militar y territorialmente al estilo de la invasión alemana a Polonia en 1939, sino para derrocar a su gobierno pro-OTAN y poner un gobierno afín a los intereses rusos en su lugar. Una guerra prolongada causaría una serie de bajas en ambos bandos, con el consecuente desprestigio de la ya débil aprobación de Putin ante la opinión pública de su país, además de involucrar necesariamente el asesinato de civiles europeos como consecuencia de la ocupación territorial. Sabemos cómo opera la opinión internacional: se pueden matar impunemente personas en todo Medio Oriente y África, pero no se puede matar a gran escala a ciudadanos blancos europeos. Los muertos importantes son los muertos de los países dominantes.

Al menos esto en primera instancia, es difícil saber de buenas a primeras cómo terminará este conflicto, puesto que no ha empezado en Ucrania y no terminará bajo ningún caso con un alto al fuego o con el derrocamiento del gobierno ucraniano. Estamos en presencia de un conflicto global, que se ha manifestado localmente en el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, pero que bien podría arrastrar a otras potencias al conflicto y desatar una guerra de mayor envergadura. Como se sabe, a la burguesía internacional -que perdió todo escrúpulo en las dos guerras mundiales del siglo pasado, y que se ha formado globalmente a través de genocidios y el exterminio de pueblos enteros- no se detiene ante sentimientos humanitarios, excepto cuando es bueno para sus negocios. Una clase dominante internacional que sacrifica al planeta entero a la acumulación de capital, no se detendrá ante la perspectiva de millones de muertes: hace tiempo que ya han hecho su elección, y cada acción que realizan en el plano internacional lo confirma.


Tenemos, además, el posicionamiento de China frente a este conflicto a favor de Rusia. Hace décadas que ambas potencias se acercan mutuamente, y hoy conforman un bloque económico y militar conjunto que compite en todos los planos con el bloque occidental y sus aliados en Asia y Medio Oriente. El pensamiento descompuesto de nuestra época, que solo puede correr detrás de los acontecimientos sin llegar a explicarlos jamás desde una perspectiva de totalidad, hoy se sorprende con la invasión de Rusia a Ucrania y olvida el carácter global de este conflicto que pronto encontrará una manifestación abierta en el continente asiático. La disputa entre China, que se encuentra en camino a devenir la primera potencia capitalista mundial en todas las áreas de desarrollo, y las potencias Occidentales, Taiwán, Japón, India y Australia en la región asiática es un barril de pólvora dispuesto a explotar. Por ahora, todos tratan de ganar tiempo, posicionar alianzas, mover fuerzas y desarrollar su industria. Dos años de pandemia mundial han golpeado fuertemente las economías de las potencias mundiales -aún cuando la riqueza se ha concentrado en cada vez menos empresas-, y la inflación que crece, las interrupciones en las cadenas de suministro y el auge del descontento social al interior de las fronteras de cada país obliga a cada clase dominante nacional no sólo a lidiar con problemas que se derivan de la competencia mundial, sino también a mantener un orden cada vez más frágil dentro de sus propias naciones. En este contexto, la promoción de la guerra y de la industria armamentista juega un papel clave en la recuperación de la economía de las principales potencias, y ello acerca a su vez a las diferentes potencias capitalistas al conflicto militar global, que no sería sino la consecuencia material y lógica del conflicto económico global que ya se libra entre ellas.

Delirio Izquierdista.

En redes sociales, la izquierda chilena se posiciona en este conflicto a favor de rusia que es considerada como un poder antiimperialista que defiende la consigna leninista del derecho de los pueblos a su autodeterminación. La estupidez de esta posición, y de quienes la enarbolan hoy en día, es flagrante y casi no merecería una mención si no fuera porque esta mistificación hace parte de una tendencia delirante que desde hace tiempo ha parasitado a la izquierda y, en particular, al anarquismo. Este último vive su decadencia en esta región; perdido el movimiento en su mayoría toda perspectiva revolucionaria, sus últim@s militantes reales y valiosos que mantienen posiciones serias y revolucionarias frente al desarrollo global de los eventos, han debido ver como algunos de sus antigu@s compañer@s se arrojaron primero en nombre del antifascismo de bruces a la socialdemocracia más rancia de la izquierda chilena, para acto seguido devenir hacia la locura en diferentes frentes: posiciones conspiranoicas frente a la pandemia que no se diferencian en nada, excepto en la estética y en el ideario liberal, a las de la neoderecha; antifascismo que solidariza abiertamente con todas y cada unas de las recuperaciones democráticas de la revuelta; y, ahora, convertidos much@s a una suerte de “anarco-putinismo” o, en otros casos, hacia el apoyo a uno de los bandos en conflictos. Mención honrosa para los antifascistas y “tankies” pro Rusia que creen ver en Putin el resurgimiento de la URSS, que por enésima vez demuestran que no han entendido, ni llegarán a entender, en que consiste el capitalismo o su cacareada praxis revolucionaria. Son parte de las fuerzas de la barbarie, aunque crean luchar contra lo peor de la humanidad. Por supuesto, que el delirio en redes sociales de estas personas no haría más que reír a Putin, o a cualquier otro genocida a la cabeza de un Estado, y lo mencionamos aquí solamente para no dejar en la sombra un delirio que avanza en la izquierda chilena y que es peligroso para el desarrollo de cualquier movimiento genuino de emancipación social. Ante este delirio, que expresa la muerte de las ideologías revolucionarias de los S. XIX y XX, no queda sino levantar la bandera de un nuevo paradigma de emancipación social y de la tierra, que integre dentro de su movimiento a todas las luchas con potencia revolucionaria, teniendo como eje la crítica radical del capital como modo de producción histórico y como forma de socialización.

¿Qué hacer?

Frente a este desarrollo complejo y terrible del proceso de modernización hasta nuestra época, que integra dentro de sí una serie de momentos críticos que convergen en el escenario catastrófico actual, se vuelve necesaria la crítica radical de todo lo existente. De nada nos servirá a quienes afirmamos la revolución comunista, excepto quizás para mantener la cordura en medio del delirio masivo, proclamar el internacionalismo proletario en redes sociales, cuando el individuo y las masas se encuentran aplastadas, aisladas y atomizadas por el desarrollo de la socialización capitalista, empujados hacia “rebeliones conformistas” (Fenichel), como las agresiones xenófobas en el norte de la región chilena, que están ligadas a la conciencia actualizada de las relaciones de poder e impotencia y del lugar de los individuos en ellas, ya que les permiten a estas masas desposeídas tanto la rebelión contra los que ocupan una posición social de indefensión -como por ejemplo los migrantes -, así como el dócil refuerzo del orden social dado. El capitalismo global contemporáneo –que no ha dejado de ser una “sociedad de la abundancia”– exige a sus individuos cada vez más renuncias y sacrificios mientras que, por el contrario, el grado de integración social, reconocimiento o posibilidad de vender su fuerza de trabajo que les ofrece a cambio es cada vez más precario y frágil. Ante este recrudecimiento de las relaciones sociales capitalistas, se incrementa la búsqueda de formas de autoafirmación y compensación del narcisismo herido y, sobre todo, la necesidad de chivos expiatorios: el delirio izquierdista que criticamos más arriba, así como el surgimiento de movimientos xenófobos, comparten así el mismo fundamento.

Fortalecer la subjetividad, el yo aplastado por la socialización capitalista, realizar la crítica radical de la sociedad existente, combatir radicalmente, es decir, desde su raíz de origen, la xenofobia y cualquier otra expresión de miseria, formar lazos comunitarios y fortaleces los lazos de amistad entre las personas, llevar la crítica allí donde sea necesario, son procesos necesarios para la conformación de un movimiento de emancipación de mayor envergadura, hasta que las fuerzas que han crecido en la separación, y que no se han reencontrado todavía, puedan lanzarse hacia la crítica práctica de la civilización capitalista en crisis que hoy amenaza con una guerra de magnitud internacional

Algunas posiciones fundamentales del internacionalismo proletario

Barbaria (Madrid), 26 de febrero de 2022

•    El imperialismo no es la imposición internacional del Estado más fuerte sobre el resto de Estados nacionales, es un fenómeno histórico ligado al desarrollo mundial del Modo de Producción Capitalista. El capitalismo es competencia y lucha de todos contra todos. La mundialización de la economía, la expansión mundial del capitalismo, el agotamiento de la producción del valor por la expulsión del trabajo vivo agudiza la crisis capitalista, que llega a sus límites internos, y el mercado mundial es incapaz de suponer una contratendencia a la crisis. Todo esto exacerba la competencia y convierte la guerra, más que como un fenómeno superador de las crisis cíclicas, en la continuación de la economía del capital por otros medios, tratando de acapararse de recursos, materias primas, mercados, ventajas competitivas en relación a otros Estados nacionales. En las guerras, el proletariado es engañado y embarcado para hacer de carne de cañón. No hay ningún Estado nacional que no sea imperialista, o como decía Lenin: «todos son peores».

•    El internacionalismo es un principio fundamental del proletariado, que es internacional e internacionalista. La revolución será internacional e internacionalista o no será. El proletariado como clase defiende los intereses de la humanidad en su conjunto por encima de cualquier división nacional impuesta por la burguesía y sus Estados nacionales. El internacionalismo está ligado a la autonomía de clase, la necesidad de que la clase desarrolle su conciencia, unidad y organización de forma independiente de la burguesía y sus aparatos políticos. No hay ninguna posibilidad de coaligarse tácticamente con ninguna fracción de la burguesía (todas imperialistas) que no supongan una traición al proletariado y los principios del programa revolucionario.

•    El izquierdismo es la ideología que defiende el capital desde argumentos que suponen la degeneración del programa revolucionario, poniendo cuestiones tácticas sobre los principios y abordando la realidad desde la defensa del mal menor o de la burguesía más débil. Es la ideologización de la traición histórica de la socialdemocracia, de la defensa de bloques burgueses e imperialistas, de la defensa del interclasismo rampante. Una y otra vez el izquierdismo nos llama a volver a firmar los “créditos de guerra”, a enfrentarnos con nuestros hermanos y hermanas de clase en defensa de la economía nacional frente a la defensa de las necesidades humanas.

•    La guerra y el militarismo son por todo ello inseparables de la misma dinámica del capitalismo. No hay guerras buenas, todas responden a los intereses del capital y sus burguesías. La respuesta histórica del proletariado a la guerra es la revolución mundial, que implica afirmar nuestras necesidades humanas por encima de todas las divisiones impuestas. Las consecuencias de la guerra nos llegan en forma de muerte y miseria y son inmediatas. La subida de los precios y la precarización de las condiciones de vida son un hecho inmediato que nos afectan a todos, también aquellos trabajadores que (aún) no estamos bajo sus bombas.

•    La lucha de clases se expresa, en el momento actual de debilidad del proletariado internacional, en la defensa las condiciones de vida. Recientemente en Kazajistán, los trabajadores se enfrentaron (huelgas masivas, revueltas urbanas, etc.) contra su propio Estado ante la subida del gas y todos los productos básicos, defendiendo sus vidas frente al capital. La revuelta (sin duda débil por su falta de perspectiva y organización) fue ahogada en sangre por los ejércitos de la federación rusa, en connivencia con el Estado kazajo y el bloque imperialista occidental. El movimiento en Kazajistán (uno más de los muchos que marcan nuestra historia como clase explotada y revolucionaria) muestra cómo las diversas burguesías y sus bloques imperialistas no tienen el menor problema para unirse contra los trabajadores. Como decían unos compañeros, Kazajistán es hoy el mundo. Con sus debilidades indudables expresa de modo fotográfico la perspectiva del futuro: guerra imperialista y/o revolución, catástrofe capitalista o comunismo.

¡CONTRA TODAS LAS GUERRAS!
¡CONTRA TODOS LOS IMPERIALISMOS!
¡CONTRA TODOS LOS CAPITALISTAS!
¡POR LA DEFENSA DE LAS NECESIDADES HUMANAS!
¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÁMONOS!

viernes, 25 de febrero de 2022

Guerra en Ucrania: el ratón y el gato

Barbaria (Madrid), 25 de febrero de 2022

Acabó el juego del gato y el ratón. Y el ratón se comió al gato. No habían despuntado las luces del día cuando blindados y cuerpos de combate rusos entraron en suelo ucraniano. En esta ocasión a cara descubierta, con las insignias correspondientes a sus batallones y la bandera tricolor rusa visible. La farsa del 2014 ya no tenía sentido en esta ocasión. El capitalismo ruso ha lanzado a todo su ejército, toda su capacidad de fuego y destrucción, para recordarle al mundo entero que está dispuesto a competir con el resto de capitales por hacerse con la parte del botín que pueda, en un periodo histórico de reparto y reconfiguración de liderazgos del capitalismo mundial.

Naturalmente, el botín en disputa es la plusvalía mundialmente entendida, la suma total de esa parte que a cada uno de los trabajadores del mundo chupa el vampiro capitalista, inmerso en una crisis mortal. De Kiev a Moscú, pasando por Madrid, Dakar, Bombay, Chicago, Lima, Seúl, por los cuatro puntos cardinales del globo, el programa del capitalismo en crisis (y qué crisis: económica, ecológica, social, energética, todas ellas agravándose sin parar) es el mismo: guerra imperialista entre naciones y acrecentamiento sin límites de la explotación a la clase obrera.

La burguesía rusa apareció envuelta en el celofán de la Patria y la Bandera, vieja argucia de las clases decadentes. Pero en realidad lo único que defiende la burguesía, rusa y no rusa, son sus mercados. Por eso la intervención militar se abate indistintamente contra la clase trabajadora ucraniana y rusa. A ambas solo les cabe esperar el horror de la guerra y el terror policíaco que ya existen en Rusia. Conforme pasen los días y el humo de la batalla se disipe, a los trabajadores ucranianos y rusos más conscientes no les cabrá la duda de que, al margen del color de las banderas, las condiciones de vida entre ellos son idénticas, que la explotación es la misma, que ambos son la carne de cañón de sus respectivas burguesías. Y que cuando la refriega acabe y llegue el acuerdo, la burguesía victoriosa representará a la totalidad de explotadores.

En la batalla ideológica, los crápulas “occidentales” (con toda su la comitiva de profesores, expertos, periodistas, amén de sus organizaciones no gubernamentales) quieren hacernos creer que Putin es un chiflado con deseos de ser Zar, que la burguesía rusa no es tal sino “oligarcas” (como quien dice burgués de baja estopa) y Rusia un atavismo de tiempos ya pasados, con sus cúpulas doradas, banderas con águila y puertas gigantescas en los palacios. Nada más lejos de la realidad. Putin es un fiel y consciente heredero de Stalin y su régimen capitalista. Todos sus movimientos están orientados a convertir el capitalismo ruso en competitivo, con una sobreexplotación de la clase obrera en el suelo patrio, y la rapiña imperialista allí donde sea capaz de imponerse. Después del colapso de 1989 ha ido recomponiendo las piezas, hasta el punto al que ha podido, y lo ha hecho en consonancia con el capitalismo mundial. Para ello ha contado con las élites de la burguesía europea: si no, que le pregunten a los Schröder, Berlusconi, Fillon y tantos otros.

El ataque ruso a Ucrania está en la línea de dominio imperialista del capitalismo ruso, la misma que aplastó con sus tanques la revuelta en Berlín en 1953, Hungría en 1956, Checoslovaquia en 1968 o Afganistán en 1979. Recobrada su capacidad operativa ha intervenido en Georgia, Osetia, Siria, Kazajistán y en diversos lugares del mundo mediante fuerzas mercenarias. Es esta renovada capacidad de intervenir y competir con las burguesías occidentales lo que las tiene horrorizadas. Y lo hace con las mismas armas que ellos: guerra imperialista para garantizarse los suministros en materias primas y minerales necesarios y una acrecentada voluntad de incremento de plusvalía a todo desdichado que caiga en sus manos, esté en el país que esté. Eso sí, ahora quiere competir si es necesario en el mismo patio de las burguesías europeas. Mientras los cazas rusos bombardeaban las posiciones de los aliados occidentales en Siria, nada parecía ocurrir. Ahora, el rugido de sus motores les recuerda que su botín no está a buen recaudo, y que en la nueva situación mundial son codiciados por diferentes países capitalistas.

En una ironía de la historia, a la que desde Hegel sabemos cuánto le gustan estos juegos, el antiguo jefe de filas ha pasado a ser subordinado, y el lacayo de antaño jefe de filas. Las nuevas hechuras imperialistas rusas serían difíciles de sostener sin todo el apoyo brindado por China. Quienes se quedan en la superficie de los fenómenos políticos no están en condiciones de entender la naturaleza del capitalismo como una relación social abstracta: el capitalismo chino necesitó del apoyo americano en las décadas de los 70 y 80 del siglo XX para zafarse de la opresión del capitalismo ruso, sin importarle las “diferencias políticas”. Ahora el capitalismo chino le presta a su antiguo opresor ruso la ayuda para independizarse de los capitales occidentales. Lo esencial en todo ello, lo que verdaderamente se juega, es que el capitalismo va a continuar perpetuándose sin importarle un pepino las formas políticas, esa cáscara de nuez solo útil para el juego ideológico.

En nuestra declaración anterior decíamos:

El desarrollo del capitalismo implica, por un lado, la contradicción entre la necesidad de explotar trabajo y la necesidad de expulsarlo con nuevas tecnologías, que lo introduce en una crisis económica perenne, de agotamiento de su propio mecanismo para producir riqueza en los términos de la mercancía. Por otro lado, ese mismo desarrollo hace cada vez más dudosa la capacidad de una potencia capitalista para mantener su hegemonía sobre el resto o, siquiera, sobre un bloque estable y robusto, al mismo tiempo que impulsa a los distintos países a pugnar entre sí por convertirse en potencias regionales.

En este periodo histórico que vivimos, que nosotros consideramos de bisagra, estamos abocados a padecer el creciente enfrentamiento imperialista por todo el mundo, y a agravarse, si es posible más todavía, las condiciones de vida de la clase obrera mundial. Esto es cuanto el capitalismo es capaz de ofrecer a la humanidad.

La resolución inmediata del conflicto se resolverá con una negociación, siempre bajo la amenaza de nuevas reanudaciones bélicas. La propia complejidad y entrelazamiento de la economía capitalista mundial hará que el conjunto de las sanciones impuestas por la UE y EEUU parezca un chiste. No pueden castigar a Rusia sin castigarse, de pasada, ellos mismos. Es esta sensación de impotencia y frustración la que recorre a toda la clase política europea.

Pero no nos olvidamos. La canalla uniformada rusa está bombardeando ciudades, calles. Miles de personas huyendo de sus casas para salvar la vida. En el horizonte de todo esto están las negociaciones entre los dos gobiernos. Los trabajadores ucranianos y rusos no tienen nada que ganar en todo esto, y aunque estamos lejos de una situación donde la clase tenga claridad respecto a sus propios intereses, es importante señalar las manifestaciones que se dieron por toda Rusia ayer contra la guerra y que han dejado 1.800 detenidos. Que sea la clase obrera rusa la que impida que sus soldados salgan de Rusia, que sean los trabajadores ucranianos quienes tomen las riendas del país. Que se despojen de cualquier tentación nacionalista. ¡Abajo rusos y ucranianos! ¡Viva la acción conjunta del proletariado!

Desde 1914 los trabajadores del mundo entero solo pueden enarbolar una bandera: la del derrotismo revolucionario. Contra las guerras imperialistas, la necesidad de abatir en primer lugar a la propia burguesía. La solidaridad internacional entre los trabajadores. No hay otra tarea, por ingente y alejada que esté en este momento, que abatir las relaciones sociales capitalistas. Cualquier otra salida es un remedo a la situación presente.

Contra quienes enarbolan la bandera de la paz en las condiciones sociales actuales, les decimos que es perpetuar las condiciones de la guerra y la explotación. Es continuar con la degradación del capitalismo mundial. Contrariamente a esta visión de convivencia pacífica en el capitalismo, levantamos la bandera de ¡clase contra clase, explotados contra explotadores, comunismo contra capitalismo, revolución contra reacción!

Barbaria somos una pequeña agrupación sin capacidad de influir en la lucha de los acontecimientos. Pero estamos profundamente comprometidos con los proletarios que en este momento padecen el fuego y la metralla de dos ejércitos en combate. Nuestro pensamiento y corazón está con todos ellos.

jueves, 24 de febrero de 2022

¡Proletarios en Rusia y en Ucrania! En el frente de producción y en el frente militar... ¡Camaradas!

TŘÍDNÍ VÁLKA / GUERRA DE CLASES
24 de febrero de 2022

Los rumores de guerra vuelven a resonar ruidosamente en Europa, los cañones se cargan, los cazabombarderos se llenan de balas y bombas asesinas, los misiles apuntan sus cabezas nucleares hacia sus futuros objetivos.

Estas palabras que escribimos en 2014 están más que nunca de actualidad a propósito del conflicto entre Rusia y Ucrania. Si el capitalismo es visceralmente un fabricante de males, generador de miseria, de crisis climáticas y sanitarias, ¡casi habíamos “olvidado” que era y sigue siendo sin duda un belicista! Hoy se ha lanzado la ofensiva militar: hay informes de bombardeos en el Donbass, Odessa, Kiev, Marioupol, Kharkov…

Proletarios con uniforme ruso. Desde hace años, les han enviado por todo el mundo para proteger los intereses de “la nación rusa”. Comenzó con la “defensa de la integridad territorial de Rusia” contra los separatistas del Cáucaso Norte, luego continuó con la “protección de los osetios en Georgia” para culminar con la “protección de los hermanos rusos contra las hordas de Bandera en Ucrania” y el “gobierno legítimo de Siria, contra los terroristas islamistas”.

Una historia similar fue contada a generaciones de proletarios, tanto “soldados” como “civiles” en todos los conflictos capitalistas anteriores en todo el mundo para sangrarlos en el frente militar o en las fábricas tras la frontera, en el frente de producción, en el frente interno... Ellos estaban luchando por el “Zar” o el “Socialismo” o la “Nación” o la “Democracia” o el “Lebensraum” o el “Cristianismo” o el “Islam”. Y el mismo cuento de hadas se les cuenta a los proletarios uniformados de EEUU, Turquía, Reino Unido, Israel, Ucrania, la Siria controlada por Assad, Daesh, Rojava, Georgia, Donetsk y Lugansk, Irán, las regiones gestionadas por Hezbolá, Hamás... y cualquier otra falsa comunidad… nacional, regional, religiosa o cualquier otra.

Proletarios con uniforme ucraniano. Su propia burguesía les hace creer que tienen una patria que defender contra el “agresor ruso”, que deben unirse a sus propios explotadores y exigir que Ucrania se adhiera a la Unión Europea o a la OTAN. Pero al igual que todos los proletarios del mundo, sólo tienen que perder su cadenas de esclavos asalariados.

Proletarios en el frente interno. Una vez más, se les dice que se sacrifiquen, que sean “más productivos”, que sean “más flexibles”, que “pospongan” la satisfacción de sus necesidades inmediatas (incluso hasta el punto de preferir pasar hambre, que comer “comida del enemigo”), etc. Todo ello por el bien mayor de la Nación. Se les dice que apoyen incuestionablemente esta o aquella “Guerra Santa”, que se olviden de las huelgas y de la interrupción de la producción de material bélico, que envien de buen grado a sus hijos, hermanos, maridos y padres a convertirse en mártires para los beneficios de sus amos burgueses.

El Capital y su Estado siempre han encontrado la manera de convertir a los proletarios en carne de cañón y dejar que se masacren unos a otros bajo la bandera de esta o aquella “Patria”. Como si nosotros, el proletariado, la clase explotada, tuviéramos alguna patria que defender. Como si los “intereses nacionales” representaran algo más que los intereses de la clase dominante. La guerra y la posterior lucha por la reconstrucción no son otra cosa que una forma concreta de competencia entre las distintas facciones capitalistas. Es una expresión de su necesidad de ampliar su mercado para compensar la disminución de la tasa de ganancia. Al mismo tiempo, la guerra sirve para dividir a nuestra clase a lo largo de líneas nacionales, regionales, religiosas, políticas, etc. con el fin de suprimir la lucha de clases y romper la solidaridad internacional del proletariado. En última instancia, la guerra sirve para deshacerse físicamente de la fuerza de trabajo sobrante. O en otras palabras, para masacrarnos…

Soldados “rusos”, están destinados a Siria o Ucrania para matar y ser matados por gente que al igual que ustedes y sus familiares en casa se ven obligados a vender su fuerza de trabajo al Capital para poder sobrevivir, gente que forma parte de la misma clase explotada que ustedes, gente que son sus hermanos y hermanas proletarios en “el otro lado”. Todas esas aventuras militares, ejercicios y carreras armamentísticas están empezando a paralizar la capacidad del Capital para apaciguar al proletariado tirándole migajas de la mesa burguesa.

El capitalismo sólo puede traernos explotación, miseria, alienación, guerra y destrucción como siempre lo hizo. El proletariado mundial se encuentra en una encrucijada: levantarse contra él o caer en la mayor picadora de carne humana de la historia. En todo el mundo, los conflictos militares más o menos abiertos y los enfrentamientos entre las diversas facciones burguesas se agudizan. Se están formando y rompiendo alianzas y contraalianzas, con una centralización cada vez más evidente en unos pocos superbloques. Ucrania está en el centro de todo esto y la guerra allí amenaza con escalar a un conflicto global, que tiene el potencial de acabar con toda la vida en este planeta.

Al igual que en Irán, Irak, Chile, Líbano, Colombia, y muy recientemente en Kazajstán, la única alternativa para el proletariado en Rusia y en Ucrania es intensificar la confrontación con el Estado y atacar directamente sus instituciones y expropiar los bienes y medios de producción. No nos limitemos a protestar en las calles, sino extendamos y generalicemos las huelgas y desarrollemos la lucha de clases en el frente de la producción. ¡Convirtamos la lucha de los familiares de los soldados, que en el pasado habían mostrado repetidamente una fuerte postura antibélica, en una lucha revolucionaria derrotista generalizada, sin limitaciones de ninguna ideología legalista!

El derrotismo revolucionario significa organizar todas las acciones destinadas a minar la moral de las tropas, así como impedir el envío de proletarios a la matanza…

El derrotismo revolucionario significa organizar la deserción y el cese del fuego más masivos entre los proletarios uniformados de ambos lados del frente, abandonar los frentes lejanos y llevar la guerra, no entre proletarios sino entre clases, es decir, la guerra de clases, a los centros de las superpotencias bélicas…

El derrotismo revolucionario significa fomentar la confraternización, los motines, volver las armas contra los organizadores de la carnicería de guerra, es decir, “nuestra” burguesía y sus lacayos…

El derrotismo revolucionario significa la acción más decidida y ofensiva con vistas a convertir la guerra imperialista en guerra revolucionaria por la abolición de esta sociedad de clases basada en el hambre y la guerra, guerra revolucionaria por el comunismo…

¡Ustedes, “soldados rusos” y “soldados ucranianos”, proletarios de los ejércitos de las burguesías rusa y ucraniana, no tienen otra alternativa (¡si quieren vivir en lugar de seguir sobreviviendo, cuando no croando en los próximos campos del horror!) que negarse a servir una vez más como esbirros globales de sus intereses! Al igual que muchos de sus predecesores en la guerra de Chechenia, ¡rompamos filas y no luchemos más! Al igual que los soldados del “Ejército Rojo” en Afganistán o los soldados estadounidenses en Vietnam, ¡puedes disparar a tus propios oficiales! Al igual que los proletarios con o sin uniforme en la Primera Guerra Mundial, ¡amotinémonos y levantémonos juntos y convirtamos la guerra capitalista global en la guerra civil por la revolución comunista!

Por supuesto, no queremos limitarnos a dirigirnos sólo a los proletarios con uniforme ruso o ucraniano, sino también a nuestros hermanos de clase en lucha de todo el mundo y les instamos a seguir y desarrollar los ejemplos de derrotismo ya existentes, por ejemplo los soldados en Irán que expresaron su negativa a ser utilizados en la represión contra nuestros movimientos de clase en 2018, los policías y milicianos en Irak que hicieron lo mismo unos meses después durante los disturbios que envolvieron la mitad del país desde Basora hasta Bagdad, así como los policías y militares en Kazajistán a principios de este año que se negaron a reprimir el levantamiento proletario, obligando a la gendarmería rusa a intervenir para restaurar el orden capitalista…

Proletarios con y sin uniforme, ¡organicémonos juntos contra el sistema capitalista de explotación del trabajo humano que está en la raíz de toda la miseria, de toda la opresión del Estado y de todas las guerras!

¡¡¡Proletarios, no olviden nunca que fueron nuestros hermanos de clase de entonces los que pararon la Primera Guerra Mundial desertando masivamente, amotinándose colectivamente y haciendo la revolución social!!!

¡Abajo los explotadores! De Moscú a Teherán, a Washington, a Kiev y al mundo entero.

¡Contra el nacionalismo, el sectarismo, el militarismo, oponemos la solidaridad proletaria internacional e internacionalista!

Convirtamos esta guerra en una guerra de clases para la revolución comunista mundial.

miércoles, 23 de febrero de 2022

Ucrania, Rusia y la importancia de las preguntas

Barbaria (Madrid),22 de febrero de 2022

Como en todo conflicto entre Estados capitalistas, el debate ideológico y la propaganda giran en torno al derecho y la soberanía nacional. Si Rusia tiene derecho a reclamar su espacio de seguridad, si Ucrania es un país soberano para decidir sus alianzas, si es justo y legítimo que Estados Unidos amplíe las fronteras de la OTAN, si la Unión Europea tiene que mantener una autonomía estratégica, si acaso la propia burguesía europea tiene claro qué significa eso.

Pero tan importante como la respuesta es el terreno en el que se sitúa la pregunta. Y todas las preguntas anteriores se ubican en un terreno burgués, el que nos hace acabar apoyando a un Estado capitalista frente a otro, en contra de los principios básicos de internacionalismo y autonomía de clase que han definido históricamente al movimiento proletario.

Porque lo que se disputa en el actual conflicto entre Rusia y la OTAN es el reparto de nuestra explotación y el dominio del territorio. El desarrollo del capitalismo implica, por un lado, la contradicción entre la necesidad de explotar trabajo y la necesidad de expulsarlo con nuevas tecnologías, que lo introduce en una crisis económica perenne, de agotamiento de su propio mecanismo para producir riqueza en los términos de la mercancía. Por otro lado, ese mismo desarrollo hace cada vez más dudosa la capacidad de una potencia capitalista para mantener su hegemonía sobre el resto o, siquiera, sobre un bloque estable y robusto, al mismo tiempo que impulsa a los distintos países a pugnar entre sí por convertirse en potencias regionales. El resultado ante el que nos encontramos no es, como se dice a veces, la tendencia a la sustitución de EEUU por China en la gendarmería mundial, sino la fragmentación geopolítica de las distintas potencias por garantizar su control sobre la región.

En este esfuerzo se encuentra Rusia al contraponerse a EEUU y la OTAN en el actual conflicto con Ucrania. EEUU tiene cada vez más dificultad para mantener su hegemonía mundial, como se demostró con la retirada de Afganistán. Tiene, de hecho, cada vez mayores dificultades para mantener el control de su propio territorio, tocado por una polarización social que ni los tambores de guerra consiguen, al menos actualmente, mantener suturada. Por su parte, Rusia ejerce su control imperialista sobre los Estados que la rodean para garantizarse una “profundidad estratégica” —un cinturón de Estados-cojín para amortiguar militarmente sus propias pretensiones de potencia hegemónica—, aunque sea a costa de la represión sangrienta del proletariado, como se ha visto en su intervención militar para aplastar las revueltas en Kazajistán. La Unión Europea, ese conglomerado de viejas potencias en busca de la gloria perdida y sin capacidad para aunar una política económica ni militar propia, se ha visto atrapada en el choque de trenes: Alemania dividida entre su dependencia energética del gasoducto ruso y su alianza con EEUU, Francia frustrada por sus intentos de pasar bajo la alfombra su derrota en Mali liderando la diplomacia europea de manera autónoma a EEUU, cuyo final tragicómico fue el fracaso de las negociaciones entre Putin y Biden con la llegada de los tanques rusos al Donbass.

La guerra hace parte de la naturaleza del capitalismo, y de la naturaleza de todo Estado nacional. En este sentido, todo Estado es imperialista: sea EEUU, Rusia o Ucrania, todo Estado trata de alinear al proletariado tras su propia burguesía para servir de carne de cañón en la guerra imperialista. El resultado de la actual escalada de tensión y la entrada de tropas rusas en el este de Ucrania ha sido, una vez más, la exacerbación del nacionalismo ucraniano y prooccidental de un lado, prorruso del otro, que solo sirve para ocultar la naturaleza de clase de este conflicto bajo las consignas de democracia, soberanía y derecho internacional.

Ese no es nuestro terreno. Nuestro terreno es el de la defensa de los intereses de clase por fuera y en contra de todo interés nacional e imperialista. La única forma en que puede entenderse el actual conflicto de Ucrania es mediante los principios básicos del derrotismo revolucionario: unidad de clase por encima de toda frontera, guerra de clases contra la propia burguesía, revolución proletaria mundial.