jueves, 23 de julio de 2020

[Video - Desde Brasil] El Fin de La Policia


Antimidia
Brasil, fecha desconocida.

Los levantamientos por la muerte de George Floyd en los Estados Unidos en 2020 despiertaran el debate sobre la abolición de la policía. ¿Pero es posible vivir sin la policía? ¿Para qué fue creada la policía y qué papel juega en el mundo de hoy?

Ver video:

lunes, 20 de julio de 2020

NO AL ESFUERZO DE GUERRA


Anónimo
Fecha y lugar desconocidos.


En nombre de una guerra contra un virus, de una llamada "crisis de salud", el Estado nos pide que abandonemos nuestras luchas, que nos encerremos en casa, que nos comuniquemos solo por medios electrónicos, que no nos juntemos, que no nos reunamos con los seres queridos, ni amigos u otros, que no acompañemos más a los ancianos ni en la vida ni en la muerte, que dejemos que los pacientes hospitalizados mueran solos, lejos de todo, ... que abandonemos a los encarcelados a su suerte, privados de todo apoyo, que dejemos que los migrantes mueran en las fronteras, ... que consideremos al otro como un peligro potencial, un enemigo, ... para romper toda solidaridad, para dar un paso más en la atomización social. ¡Cada uno para sí mismo, cada uno detrás de su mascarilla, cada uno detrás de su miedo! Las limitadas relaciones humanas que aún podíamos realizar son negadas bajo el bombardeo mediático del miedo.

El proyecto capitalista de negación de la vida, donde las mercancías determinan la totalidad social llega a cumbres insospechadas. El internet de las cosas que se iba imponiendo progresivamente irrumpe bruscamente amparado en la paranoia social. Objetos interconectados que se apoderan de cada uno de nuestros gestos, pensamientos, movimientos, reuniones, deseos, acciones... Como en China, donde todo acceso a un comercio, un parque, un edificio, agua, electricidad, transporte público... pasan por el escaneo del Código QR. El rastreo y señalamiento en los desplazamientos cotidianos, reuniones… para saber todo lo que haces, adquiere rango de ley. Cualquier cuestionamiento o tentativa de saltarse esa monitorización social está amenazada de sanción, encierro, tortura, desaparición. El estado se esfuerza más que nunca por hacernos pequeños robots perfectos, por hacer nuestras vidas cárceles al aire libre, por usar anteojeras y caminar en línea recta. ¡Es la libertad democrática en su más alta expresión!

Utilizando el miedo al virus el Estado crea el pánico, nos coloca en un estado de shock, ... y nos hace títeres obedientes. ¡Sin palabras! En todas partes, los Estados, independientemente del discurso del gobierno o político dirigente, han esperado hasta que el miedo estaba lo suficientemente instalado, que el golpeteo de números y amenazas hagan su efecto para atreverse a sacar todas sus medidas de contención. La población tuvo que adherirse. Se le aterrorizó lo suficientemente para que cumpliera con las medidas de confinamiento, lo suficientemente paralizada como para abandonar a sus seres queridos, desconfiar de sus amigos, retroceder cuando se acerca otro ser humano, un vecino ... una máscara y abstenerse de cualquier mala conducta. La cobertura del coronavirus ha servido para hacer que las personas aceptaran la violencia del distanciamiento, de la separación cada vez mayor entre sí. Acercarse, abrazarse, besarse, tocarse... ¡Tantos actos criminales!

Los estados han enviado trabajadores de salud con poco personal y con las manos vacías al "frente" debido a recortes presupuestarios durante décadas, dándonos imágenes de trabajadores de la salud con exceso de trabajo, hospitales saturados, mientras que las ofertas de otros hospitales y laboratorios con estructuras de recepción y / o todo el equipo para probar el impacto de este famoso virus han sido excluidos deliberadamente. Las imágenes de impotencia, de hospitales saturados de enfermos y muertos -imágenes que se preocupan de ocultar en otros momentos como el pico anual de la gripe- se repiten hasta la extenuación para que la gente acepte lo inaceptable, la violencia del distanciamiento, del aislamiento.

Con todo ello los Estados lograron crear un impresionante inmovilismo social que puso fin, temporalmente, a todas las luchas que, propagándose en 2019 (en Sudán, Líbano, Chile, Francia, Irán, Irak), amenazaron con contaminar 2020.

Y, para aquellos que no se someten a la dictadura del Estado de alarma, que se atreven a seguir hablando entre ellos demasiado cerca: ¡condenas morales: "irresponsables" o peores "asesinos"! Condenas físicas: multas, penas de prisión, desapariciones, torturas, campos de reeducación, hospitales psiquiátricos, ... ¡Y lo que es peor, en nombre de la salud, la denuncia elevada al rango de deber cívico! No solo se impone el requisito de someterse, sino también ser agente activo del Estado ejerciendo la represión a cualquier pequeña disidencia. ¡Ser los viles servidores de la guerra de todos contra todos! Es la base social de esta sociedad: dividirnos, ¡para romper toda solidaridad de clase!

Aplaudir al personal médico, incluso con reservas, es aplaudir el esfuerzo de guerra. Exigir una refinanciación del sector médico es ignorar la medicina que nos imponen atenta contra nuestra salud, es hablar de una mejor distribución del presupuesto estatal y ponerse en el lugar de un gestor. Al igual que hablar de incompetencia, que discute la relevancia de tal y cual medida. Y esto obviamente es admitir que sería una crisis de salud. ¡No! ¡No aplaudimos a los trabajadores de salud ni todos aquellos que obedecen el requisito de ser buenos soldados y sacrificar su salud para… ¿Para qué? ¿Para defender la imagen de un estado protector? Apoyemos a aquellos que se atreven a expresar el hecho de que no quieren servir como carne de cañón.

Hoy vamos sabiendo que los moribundos son aún más numerosos en áreas muy contaminadas (contaminación industrial, electrónica, etc.), más numerosos entre los ancianos que ya combinaban varios tratamientos para diversos problemas de salud. También que un buen número de personas mayores se dejan morir de angustia emocional, de no ser capaces de soportar lo insoportable, este doble encierro... Hoy sabemos que cada año, en el pico de la gripe estacional, los hospitales y cuidadores están abrumados y colapsados, abrumados por los recortes y las formas naturales de ayudar a los enfermos a desecharse. Demasiadas posibilidades de una cura relativamente fácil y económica no generan suficientes beneficios para la industria farmacéutica. Y entonces ya no tendríamos miedo, recuperaríamos la confianza en nuestras capacidades de autocuración, en nuestra fuerza de combate. No es rentable ni en términos de obtener ganancias, ni en términos de mantener nuestro sometimiento. Los verdaderos "gestos de barrera", como tomar vitamina C, D3, magnesio, zinc, tomillo, ... y otros remedios no tóxicos, salir, recibir oxígeno, ... son deliberadamente denigrados o prohibidos por el Estado y su medicina que por el contrario nos debilita con un mundo en el que no se puede vivir (contaminación, alimentación tóxica, trabajo, destrucción psíquica…). El Estado se basa en siglos de represión del cuerpo, de destrucción de los conocimientos históricos de curación, de lavado de cerebro, privatización del conocimiento en manos de "expertos", cultura de la ignorancia y sumisión a las autoridades médicas (determinadas, evidentemente, por la dictadura de la ganancia) para hacernos tragar cualquier cosa para luchar contra ese virus, y especialmente para asustarnos hasta el punto de renunciar a toda autonomía de pensamiento y acción.

Todos los aspectos que habrían permitido mantener la calma y comprender rápidamente que el confinamiento no tenía nada que ver con ninguna cuestión de salud se han ocultado deliberadamente. Tuvimos que asustarnos y movilizarnos para una guerra que no es la nuestra, para hacernos adherir al consenso nacional, para que todos se mantengan unidos para salvar ... el Estado y la economía, el Estado y las necesidades de la ganancia.

Lo que está realmente en juego es una crisis económica y social que ha estado amenazando con explotar durante décadas y que el Estado quiere camuflar hoy detrás de la llamada crisis de salud. El coronavirus es el chivo expiatorio para culpabilizar de todos los males a un virus y esconder al verdadero productor de muerte: el capitalismo. Capitalismo que se encamina ya desde hace años a una crisis de dimensiones impredecibles. Los economistas ya no tienen miedo de hacer comparaciones con las crisis más importantes del pasado: largas filas de desempleados, de despidos, de destrucción, de escasez, inflación, ... preparación para la movilización para una nueva fase de guerra entre poderes económicos, condicionamiento para llevarnos a servir como carne para cañón.

No tenemos la más mínima duda de esos motivos y desde luego no nos vamos a tragar que nuestra salud, nuestro cuidado, es un asunto de Estado. El Estado nunca regatea en sacrificios de poblaciones enteras en el altar del dinero y las ganancias. La llamada salud hoy sirve de pretexto para hacernos tragar sus medidas. Recordemos que esta sociedad se basa en la explotación, en guerras para saquear los recursos vitales, masacres, exterminios y esclavitud de todo el planeta. Recordemos las generaciones sacrificadas en las minas y otros campos de trabajo. Recordemos a los muertos en los campos de batalla. Recordemos a los millones de personas que sobreviven y mueren en los campos de refugiados. Recordemos a los las fronteras llenas de migrantes que ningún Estado quiere. Recordemos que cada día más de 10.000 personas mueren de hambre. Recordemos que está es la condena del proletariado en esta sociedad: el proletariado sufrirá durante toda su vida sino destruye el viejo mundo.

Las medidas decretadas sacan a la luz que no se trata de una crisis de salud sino de una profunda crisis del sistema capitalista. Aquellos que vivían en trabajos informales y / o de trabajo negro son privados de todos los ingresos, la hambruna y la desposesión se desarrolla a gran velocidad. Las colas de hambrientos, de desposeídos… siguen aumentando. El "después" que nos prometen toma la forma de escasez, aumentos de precios, desalojos…

El Estado espera contener el imparable desarrollo de luchas con una represión y un control cada vez más estricto: códigos QR generalizados, teléfonos inteligentes, instrumentos privilegiados de rastreo. El 5G no es sólo una herramienta que maximiza la ganancia directa por la velocidad de latencia en las operaciones mercantiles, sino una herramienta perfecta para perfeccionar ese control social.

Entonces, ¿qué queremos? ¿Nos encerramos en circuitos cada vez más controlados? ¿Continuar alimentando al vampiro capitalista? ¿Continuar sirviendo como carne de trabajo o de cañón? ¿Caminar hacia una guerra que solo sirve para perpetuar el capital y destruir cada vez más a la humanidad y la Tierra?

Abajo la sumisión. ¡Vamos a la revuelta!

¡Tomemos el control de nuestras vidas!
¡Ya no seamos manipulados como títeres!

¡Abajo a la pandemia del miedo! ¡No al esfuerzo de guerra!

¡No al distanciamiento social! ¡Abajo las mascarillas!
¡Vamos a juntarnos! ¡Tapémonos el rostro sólo para golpearles de forma anónima!


Luchando contra el estado de alarma en algún lugar del mundo…
...Unos rebeldes por la destrucción de su mundo de muerte

jueves, 16 de julio de 2020

[España] ESTAMOS HARTOS DE VUESTRA MASCARILLA OBLIGATORIA


Anónimo
Primer quiencena de julio de 2020, España

La campaña de terror sanitario que los gobiernos llevan cinco largos meses aplicando contra la gente ha rebasado esta semana un nuevo umbral de brutalidad: en numerosas zonas del país ya es obligatorio llevar la mascarilla siempre, incluso aunque se pueda guardar la distancia de metro y medio.

Justo en el momento en que la enfermedad y el caos organizado por los protocolos y las medidas aplicados para gestionarla están remitiendo (más del 60% de los positivos que se detectan ahora son asintomáticos, y de los propiamente enfermos, muy pocos requieren hospitalización), nos vienen con esta vuelta de tuerca de la mascarilla, así como con la amenaza y la aplicación efectiva de nuevos encierros forzosos de ciudades y comarcas enteras, para lo cual les basta con contar positivos, no enfermos.

El uso obligatorio de mascarilla no tiene justificación médica (¿cómo si no se entiende que cualquier cosa valga como mascarilla?, ¿cómo si no se entiende que a ninguna autoridad le preocupe que todos la usemos de manera incorrecta y que sea perniciosa para la salud?). No: es una medida disciplinaria y propagandística. La mascarilla mantiene viva la amenaza del virus y la idea de que se está haciendo algo para combatirlo. La mascarilla separa, aísla y enfrenta a la gente, alimentando la idea de que que somos peligrosos los unos para los otros, y permite identificar fácilmente al desobediente, de tal manera que los obedientes puedan reconvenirle, intimidarle o insultarle, y los agentes del Orden multarle o agredirle.

Contra una norma tan estúpida y dañina, ahora más que nunca, cabe protestar y cabe desobedecer. O al menos, no obedecer más de lo que manda la propia Ley. Sigue habiendo partes del país donde la mascarilla sólo es obligatoria en los transportes públicos y cuando no se pueda guardar la distancia de metro y medio, lo mismo en sitios cerrados que abiertos. Y en las regiones donde la cosa se ha endurecido, siguen estando exentos de la mascarilla los niños de menos de seis años, quienes hagan deporte al aire libre, personas en supuestos de fuerza mayor o situación de necesidad, quienes tengan algún problema de salud que les impida llevarla y quienes estén haciendo cosas incompatibles con el uso de mascarilla (claro que las principales actividades incompatibles con el uso de mascarilla son ¡hablar y respirar!). También cabe desobedecer obedeciendo: obedeciendo de manera paródica o exagerada, pintándose en la mascarilla lemas como «No me dejan respirar», poniéndose un bozal encima o saliendo a la calle con una escafandra o con un burka… Las ocurrencias de la inteligencia no sometida no tienen fin.

¿CUÁNTO MÁS VAMOS A AGUANTAR?

ESTAMOS HARTOS DE VUESTRA MASCARILLA OBLIGATORIA
ESTAMOS HARTOS DE VUESTRA CAMPAÑA MUNDIAL DE TERROR
ESTAMOS HARTOS DE QUE NOS ENCERRÉIS CADA VEZ QUE OS VENGA EN GANA
ESTAMOS HARTOS DE VUESTROS VIRUS Y DE VUESTRAS AMENAZAS
ESTAMOS HARTOS DE VUESTROS REMEDIOS, QUE SON PEORES QUE LA ENFERMEDAD, CUANDO NO LA PROPIA ENFERMEDAD
ESTAMOS HARTOS DE VUESTRO CAOS ORGANIZADO ESTAMOS HARTOS DE QUE HAGÁIS DE CADA VECINO, DE CADA AMIGO Y DE CADA HERMANO UN POLICÍA
ESTAMOS MUY HARTOS.
ASÍ QUE, DE UNA VEZ POR TODAS...
¡DEJADNOS VIVIR!
¡DEJADNOS RESPIRAR!

jueves, 9 de julio de 2020

Contra la mascarilla obligatoria


Anónimo
Julio de 2020, España


Si eres de los que se da un baño en el mar con la mascarilla y los guantes puestos; o si eres de los que le encasqueta la mascarilla al crío de cuatro años; o si eres de los que considera que llevar la mascarilla ocho, diez, doce o catorce horas en el puesto de trabajo es un derecho de los trabajadores y no un atentado contra su salud y su dignidad; o si eres de los que piensa que llevar mascarilla es de ser buen ciudadano; o si eres de los que va a la manifa contra los recortes, contra el racismo o contra la ley mordaza con la mascarilla puesta; o si estás conforme con que entre en vigor en Cataluña la obligación de llevarla siempre, aunque haya distancia de seguridad; o si sencillamente eres de los que no entiende por qué hay que ponérsela a la fuerza y encima creerse que eso puede ser bueno para algo…  entonces tal vez te interese leer esta hoja, en la que se dan ALGUNAS RAZONES CONTRA LA MASCARILLA OBLIGATORIA.

Si te parece oportuna y útil para lo que sea, difúndela y repártela de la manera que mejor te parezca.

¿TE HAS PARADO A PENSAR EN SI LA MASCARILLA OBLIGATORIA DE VERDAD SIRVE PARA LO QUE NOS DICEN QUE SIRVE?

¿TE HAS PARADO A PENSAR EN QUE PARA LO ÚNICO QUE SEGURO QUE SIRVE ES PARA NO DEJARNOS HABLAR NI RESPIRAR, PARA ALIMENTAR EL CLIMA GENERALIZADO DE MIEDO, PARA QUE CADA CUAL MUESTRE SU OBEDIENCIA, PARA SEÑALAR AL QUE NO SE SOMETE?

¿TE HAS PARADO A PENSAR EN QUE, CUANDO UNA ORDEN ES TAN ESTÚPIDA Y TAN DAÑINA, SE PUEDE DESOBEDECER?

CONTRA LA MASCARILLA OBLIGATORIA,
¿TE HAS PARADO A PENSAR?

Desde la orden gubernamental del 19 de mayo, confirmada y retocada por Real Decreto el 9 de junio (es decir, en pleno estado de excepción), y hasta que el gobierno tenga a bien declarar «finalizada la situación de crisis sanitaria» (es decir, hasta no se sabe cuándo), «las personas de seis años en adelante» están obligadas a llevar mascarilla.

Son muchos los estudios que muestran que las mascarillas no sirven para impedir el contagio de enfermedades respiratorias del tipo del virus corona.* La propia OMS reconoce que «no hay suficientes pruebas a favor o en contra del uso de mascarillas (médicas o de otro tipo) por personas sanas».** ¿Qué sentido tiene entonces imponer su uso por ley, y encima a enfermos y sanos por igual?

Por otra parte, se nos ha obligado a usar mascarilla justo cuando lo peor de la epidemia ha pasado. Los hospitales ya no están saturados. Y no tiene sentido querer frenar a cualquier precio una enfermedad que sólo resulta peligrosa en unos pocos casos. Siempre ha habido enfermedades de transmisión similar y nunca se nos ha obligado a llevar mascarilla. Ahora mismo hay menos peligro que en plena temporada de gripe en otros años.

Pero no es sólo que haya muchas dudas, y muy razonables, sobre la capacidad de la mascarilla para evitar contagios. Es que además puede ser perjudicial para la salud. Cualquiera sabe que llevar mascarilla es un incordio y una guarrería que no puede sentar bien a nadie. Pero si alguien necesita que se lo confirme la ciencia, que sepa que no faltan científicos que avisan de que el vapor que exhalamos y se va acumulando en la mascarilla es un caldo de cultivo perfecto para virus, bacterias, hongos y parásitos presentes en el aire, y de que las mascarillas impiden que eliminemos correctamente el anhídrido carbónico que exhalamos, haciendo que ese desecho nocivo vuelva a entrar en la sangre a través de los pulmones, de modo que, en lugar de nutrir las células con el oxígeno que necesitan, se les devuelve una sustancia tóxica, lo que puede hacer enfermar de maneras mucho más graves que las que se pretenden impedir con la mascarilla.*** ¿Cómo puede ser que en nombre de la salud se nos impida respirar correctamente?

Si no sirve para lo que dicen lo que sirve, ¿para qué sirve entonces la mascarilla obligatoria?

Utilizar correctamente una mascarilla exige el cumplimiento constante de una serie de instrucciones bastante engorrosas que nadie o casi nadie observa. Cada cual lleva la mascarilla como buenamente puede. O sea, mal. Y no pasa nada, porque lo único que está mandado es que la lleve. Esta imposibilidad de usar correctamente la mascarilla, y la palmaria indiferencia de las autoridades al respecto, demuestra que la función de la mascarilla no es sanitaria, sino política y religiosa: no se trata de recomendaciones más o menos razonables, sino de una imposición legal, de un acto de fuerza; no se trata de mirar por la salud, sino de que se cumpla el ritual mágico de adhesión y de obediencia, que es la manera, única y obligatoria, de conjurar la amenaza abstracta y de evitar el castigo concreto.

Pero cualquiera se da cuenta de que el efecto principal que tiene esta imposición legal y este ritual supersticioso es el de separar (en el doble sentido de aislar y clasificar) a la gente: la mascarilla hace que sea muy difícil hablar, oculta la mitad de la cara o más y alimenta así la idea de que somos peligrosos los unos para los otros, dejando señalado como «egoísta» (y quién sabe qué más) a quien no se somete, de forma que los obedientes puedan volverse contra él. La agresividad, los malos modos y la intimidación contra quienes se resisten más o menos a llevar la mascarilla, y el desprecio absoluto por las razones que puedan asistirles, están ya a la orden del día.

Pues bien, contra una norma tan estúpida y tan dañina, o sea, tan irracional, cabe desobedecer, o al menos no obedecer más de lo que manda la propia Ley. Digan lo que digan policías, vigilantes, empleados de comercios y servicios públicos y nuestros propios vecinos, por ahora la mascarilla sólo es obligatoria por ley cuando no se puede guardar la distancia de seguridad de metro y medio, lo mismo en sitios cerrados que abiertos, y en los transportes públicos. Y están exentos de ella los niños de menos de seis años; quienes hagan deporte al aire libre; personas en supuestos de fuerza mayor o situación de necesidad; quienes tengan algún problema de salud que les impida llevarla; quienes estén haciendo cosas incompatibles con el uso de mascarilla. Así que quienes coman pipas en el tren, quienes se besen en los autobuses, quienes se suenen los mocos o fumen o beban o lo que sea donde sea han de estar exentos. Claro que las principales actividades incompatibles con el uso de las mascarillas son hablar y respirar. Exentos están también quienes tengan, por ejemplo, algo de asma o les dé ansiedad llevarla, y esto último da la impresión de que nos pasa más o menos a todos. Como las autoridades tienen la manía de no creer a la gente y la cosa se ha puesto tan violenta, hay quien prefiere que un médico le certifique por escrito esta incompatibilidad suya con las mascarillas (por mucho que la ley no exija estos certificados). Otros prefieren obedecer de manera paródica o exagerada y pintarse en la mascarilla lemas como «Yo obedezco», o el dibujito que ilustra este panfleto, o se ponen un bozal encima de la mascarilla, o salen a la calle con una escafandra o con un burka… Otros desobedecen sin más y no se la ponen nunca, o no se la ponen hasta que no les obligan. Las ocurrencias de la inteligencia no sometida no tienen fin.

Porque la salud no puede ser obligatoria

Porque no tiene sentido perder la vida para salvarla

Porque lo que nos están obligando a sacrificar no son nimiedades

o lujos prescindibles, sino la vida misma…

CONTRA LA MASCARILLA OBLIGATORIA,

¿POR QUÉ NO DAMOS LA CARA?


Notas:
* https://contraelencierro.blogspot.com/#Mascarillas
**https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/q-a-coronaviruses
***https://www.youtube.com/watch?v=c0F6bopeS40&feature=youtu.be, minuto 33 y ss.


La capitulación impuesta en la sociedad occidental del nuevo Despotismo


Gianfranco Sanguinetti
27 junio 2020
(Traducción: José Sagasti)

“que nos dan a entender que es malo hablar mal del mal, y que es bueno vivir bajo su obediencia…” [Maquiavelo, ‘Discursos sobre la primera década de Tito Livio’. Libro, III, capitulo 1].

Los extraordinarios progresos realizados en unos pocos meses por el nuevo despotismo en su abrumadora afirmación en las sociedades occidentales, gracias al virus, habrían llevado años en una situación normal, despertando violentas oposiciones y luchas interminables en todas partes. El patrocinador del Foro Económico Mundial de Davos, Klaus Schwab, está encantado. “Un lado positivo de la pandemia es que ha demostrado lo rápido que podemos hacer cambios radicales en nuestros estilos de vida… Debemos usarlo para asegurar el Gran Reset que tanto necesitamos. Esto requerirá gobiernos más fuertes y efectivos…“[1]

Los poderes del Estado, ya desacreditados, cuando no abiertamente difamados, se han reforzado más allá de todos los límites imaginables, irrumpiendo en la vida del la población: ningún gobierno ha dudado en romper y violar la Constitución del Estado, ningún “garante” y ningún partido se ha opuesto realmente, muchos miles de millones se han creado de la nada y han cambiado de manos, las amenazas misteriosas han tenido evidentemente su efecto en todas partes, con la solitaria excepción de Suecia.

La militarización de la información

Pero hay una cuestión especialmente delicada que atañe a todos los países occidentales más afectados por la pandemia -que son también los más ricos y, cabe suponer, los más educados del mundo-: esta cuestión particular parece preocupar a la OMS y a los gobiernos mucho más que las consecuencias del virus, cuestión en la que los poderes públicos están de acuerdo y no transigen, exigen el consentimiento, toman precauciones y están dispuestos a aplicar severas sanciones y una censura sin precedentes. En esto, incluso están preparados para ser feroces contra las poblaciones atormentadas. Y este nudo es la narración ortodoxa de la crisis sanitaria mundial o, como dice el Ministerio francés, citado a continuación, “el estricto respeto de la doctrina de la salud“: desde el murciélago malvado en adelante, a la justificación de la imposición del encierro generalizado, de la suspensión de todas las actividades, al distanciamiento y las barreras sociales, desde el confinamiento domiciliario a las terapias infligidas a los enfermos, hasta la cremación de los cadáveres sin funerales, etc. En estas condiciones, nadie tiene derecho a cuestionar la interpretación correcta y oficial de los acontecimientos ni a criticar la acción y reacción correctas de las autoridades públicas, la Organización Mundial de la Salud, o el tratamiento o los remedios impuestos. Sobre esta estricta ortodoxia ideológica, no se tolera la menor desviación, se militariza la información y por lo tanto se censura: aquí termina toda libre expresión de pensamiento, toda duda y toda crítica se convencen de que aquí están muertos: se consideran crímenes de mayor gravedad, herejía, alta traición, insubordinación, fakenews, todas las cosas dignas de un castigo ejemplar. Todo el mundo tiene que llevar una mordaza [tapa-bocas], para que el reticente pueda ser reconocido desde lejos y castigado severamente. Nunca antes ha habido tal histeria general.

En Gran Bretaña se creó inmediatamente una Unidad de Respuesta Rápida dentro del gabinete, que se encarga de eliminar de la información cualquier contenido que se considere falso, sin posibilidad de apelación, o incluso simplemente “perjudicial“. ¿Perjudicar a quién, se pregunta? ¿Y por qué? ¿Sólo porque se aleja de la narración vulgar del coronavirus, o expresa dudas sobre la gestión y las directivas de la OMS?

En Italia no se duda en aplicar los tratamientos sanitarios obligatorios (TSO) a quienes manifiestan su disconformidad, como en el caso de la U.R.S.S. Todo aquel que exprese públicamente su desacuerdo con las medidas impuestas puede ser detenido y sacado de la calle por la policía y los médicos, quienes, tras inmovilizarlo, le aplican una inyección de anestésico en la plaza pública y luego lo encierran en un hospital psiquiátrico, como ocurrió en Sicilia, atado a una cama de contención por tiempo indefinido a discreción no de un magistrado, sino de un simple alcalde, y en otros lugares a discreción de un obispo.[3] Al mismo tiempo, se ha creado una Guardia Cívica de 60.000 unidades de voluntarios para garantizar que la ciudadanía cumpla todas las infinitas disposiciones contenidas en los decretos ilegales emitidos por el Primer Ministro. Las anécdotas ya no se cuentan, pero ayudan a hacerse una idea de la falta de escrúpulos que acompaña a la imposición del nuevo Despotismo con todos los matices de miedo y terror ejercido ad hominem.

No sé si puede ser un consuelo para los italianos saber que incluso en Alemania una jurista y abogada, Beate Bahner, que había juzgado el encierro inconstitucional apelando al Tribunal Constitucional, fue encerrada en un manicomio[4]. También en Alemania se censuró un informe de 93 páginas, encargado por el Ministerio del Interior a médicos y científicos nombrados por ese mismo ministerio. En el informe[5] se señala, entre otras cosas, que “las medidas terapéuticas preventivas nunca deberían causar más daño que la propia enfermedad”. En cambio, el informe denuncia que “mueren más personas como resultado de las medidas contra el coronavirus que las que mueren a causa del virus”. Los periódicos, tras una primera difusión del informe por un empleado del Ministerio del Interior, han silenciado completamente esta denuncia, y las autoridades han perseguido al informante.

La edificación de una nueva Bastilla


En Francia, donde se ha erigido una nueva Bastilla alrededor de cada elector que se ha hecho paciente, de la cual todos son los únicos prisioneros, el Ministerio de Educación de la antigua República Francesa ha enviado impunemente circulares amenazadoras y escandalosas a todos los maestros de escuela de todos los niveles con directivas en las que se esboza, sin vergüenza ni freno, una necro-pedagogía que debe desarrollarse “en estricto cumplimiento de la doctrina sanitaria“.[6] No hace falta decir que los profesores y maestros que no se sometan al “estricto cumplimiento de la doctrina de sanitaria” oficialmente serán despedidos. La necro-pedagogía tendrá que “orientar las discusiones sobre el hecho de que el mismo castigo afecta a las familias”. Los profesores deben estar atentos a “las derivas sectarias (…) causadas por influencias familiares o externas”: para ello deben “concienciar a los alumnos de los riesgos de los discursos peligrosos que generan falsos remedios y consejos peligrosos en relación con el COVID-19”. Por lo tanto, deberán “luchar contra la desinformación, las noticias falsas, los rumores y las teorías de conspiración”; los profesores deberán “prestar atención a los alumnos cuyos responsables legales (es decir, los padres) sean seguidores de determinadas ideologías o creencias, reticentes o contrarios a las recomendaciones formuladas en el ámbito de la salud pública…” Los alumnos deberán ser interrogados con “preguntas adaptadas” para reunir “elementos de prueba” y “un cúmulo de indicios”. Los profesores, “frente al riesgo de deriva sectaria, deben alertar a los servicios competentes con el fin de salvaguardar la integridad física y moral del menor… El correspondiente académico encargado de la prevención del fenómeno sectario en el ámbito escolar debe ser informado sistemáticamente”. Vale la pena recordar que estas nuevas directivas son casi idénticas a las que el propio Ministerio envió a los maestros después de los ataques terroristas de 2015. Esto prueba, si todavía fuera necesario, que la intención es la misma, el uso del terrorismo y el virus es idéntico.

Con estas precauciones el Ministerio de Educación pretende impedir “el descrédito de la palabra institucional”, evitar la “fragilización del vínculo de la población con las instituciones públicas” y, finalmente, evitar la “pérdida de control de la opinión pública“. El hecho de que el “control de la opinión pública” fuera una tarea del Ministerio es una novedad absoluta que ninguna democracia tradicional se había asignado nunca.

Mientras que Italia desea crear una Comisión Parlamentaria de Investigación sobre la desinformación acerca del virus y ha creado un “grupo de tareas” encargado de formular propuestas legislativas para combatir la difusión de información falsa sobre el Coronavirus, la Comisión Europea, por su parte, desea adoptar medidas para combatir la desinformación sobre el virus y luchar contra los contenidos “ilegales o perjudiciales”. ¿Perjudiciales para quién?

La preocupación virulenta, la mala conciencia, y también la falsa conciencia, en el sentido de Josef Gabel, la histeria que emana de cada palabra de estos Ukaze, la intención policial que los anima, el tono imperativo, aprensivo y malévolo, el miedo del Estado a ser, como de hecho lo es, desacreditado por sus propias acciones y mentiras, y el temor a “perder el control de la opinión pública”, son todos elementos que sugieren un canallismo y una furia de las autoridades públicas contra el pueblo, incluso los niños, y desde una edad temprana. El mundo, como diría Nietzsche, se ha “sumergido en un futuro que ya se está vengando”[7]; o, como formuló Hannah Arendt, “todas las vergüenzas teóricas de la nueva visión del mundo (…) se inmiscuyen como realidades en el mundo cotidiano del hombre, y ponen su sentido común ‘natural’ fuera de circuito…”[8]

Por lo tanto, para el Estado, para la Organización Mundial de la Salud y para cualquier otro poder, es malo hablar mal del mal: lo que Maquiavelo formuló hace cinco siglos como verdad teórica es ahora impuesto prácticamente y por ley por todos los poderes constituidos. ¿Pero por qué es malo hablar mal del mal? Maquiavelo lo explica precisamente: porque los poderosos dan a entender al pueblo “que es bueno vivir bajo su obediencia y, si comenten un error, dejar que Dios los castigue; y así hacen lo peor que pueden porque no temen ese castigo que no ven y no creen“.[9]

Pero Maquiavelo dice de nuevo que “cuando el destino hace que la gente no tenga fe en nadie, habiendo sido engañada por las cosas o los hombres, se llega a la ruina de la necesidad“. [10]

Antes de que sea demasiado tarde, ¿no es hora de hacer el mal hablando mal del mal?


Notas:
[1] – https://www.project-syndicate.org/commentary/great-reset-capitalism-covid19-crisis-by-klaus-schwab-2020-06/italian
[2] – https://www.roughestimate.org/roughestimate/the-crimes-of-tedros-adhanom   https://www.hrw.org/news/2016/11/04/open-letter-government-ethiopia
[3] – https://www.ansa.it/sicilia/notizie/2020/05/11/la-pandemia-non-ce-e-gli-fanno-tsogarante-chiede-notizie_640d55b2-53c7-4d75-b944-270759306f46.html https://www.recnews.it/2020/05/27/don-loda-di-castelletto-di-leno-un-altro-tso-da-opinione/ https://www.recnews.it/2020/05/27/don-loda-di-castelletto-di-leno-un-altro-tso-da-opinione/
[4] – https://translate.google.it/translate?hl=it&sl=de&tl=it&u=https%3A%2F%2Fwww.rnz.de%2Fnachrichten%2Fheidelberg_artikel%2C-nach-aufruf-zu-corona-demoheidelberger-anwaeltin-in-psychiatrischer-einrichtung-update-_arid%2C508747.html&sandbox=1
[5] – KM4 Analyse des Krisenmanagements. Cfr.: https://www.ichbinanderermeinung.de/Dokument93.pdf
[6] - https://cache.media.eduscol.education.fr/file/Reprise_deconfinement_Mai2020/69/3/Fiche-Ecouter-favoriser-parole-des-eleves_1280693.pdf https://cache.media.eduscol.education.fr/file/Reprise_deconfinement_Mai2020/69/2/Fiche-Derives-sectaires_1280692.pdf [7] – F. Nietzsche, in Mort parce que Bête, Paris, 1998-2003
[8] – Hannah Arendt, La crisis de la cultura
[9] – Maquiavelo: Discursos sobre la primera década de Tito Libro, III, capit
[10] – Maquiavelo, Discursos sobre la primera década de Tito Libro I, 53.

De virus illustribus. Crisis del coronavirus y colapso estructural del capitalismo


por Sandrine Aumercier, Clément Homs, Gabriel Zacarías y Anselm Jappe

Presentación y primer capítulo del libro “De virus illustribus”, pronto a aparecer en francés el próximo 28 de agosto por la Editorial Crise et Critique.


¿Es que la crisis del coronavirus acabará con el capitalismo? ¿Ella nos llevará al fin de la sociedad industrial y consumista? Algunos lo temen, otros lo esperan. Aún es demasiado temprano como para decirlo. Lo cierto es que con la pandemia del Covid-19, un factor inesperado de la crisis ha surgido, por lo tanto, lo esencial no es el virus, sino que más bien la sociedad que lo recibe y la luz brillante que este arroja sobre las esquinas más sombrías. La pandemia del Covid-19 resulta ser un elemento acelerante pero no así la causa de la agravación del momento de crisis global que vive la sociedad capitalista a nivel mundial. Por tanto, debemos tratar de entender el vínculo entre la situación actual y tal fatiga estructural del capitalismo que ha dejado al descubierto la teoría crítica del valor y que ha comenzado durante la década del 1960. El conjunto de los procesos de la crisis fundamental ha llegado hasta el ático albergando la crisis de la forma-sujeto moderna y sus ideologías de exclusión (racismo, antisemitismo, antitziganismo, populismo productivo neo-nacionalista, social-darwinismo, etc.) debe ser el punto de partida del análisis y de reflexión sobre la crisis del coronavirus y las intervenciones estatales que le corresponden.

También resulta necesario el considerar el creciente rol que han tenido los Estados mediante un análisis de la relación polarizada entre Estado y Economía, y así mostrar el vínculo entre la crisis del proceso de valorización y el aumento considerable de diversos Estados de ser incapaces de hacer el rol de administrador del desastre si tal crisis perdura. Hay que mostrar cómo la crisis del Covid-19 va a ser un acelerante del proceso de afirmación paradójica de la “primacía de la política”. Por un lado, los Estados se afirman como administradores del desastre y como “salvadores en última instancia” del capitalismo (mediante políticas presupuestarias de cada Estado, así como de políticas monetarias emitidas por los bancos centrales). Al mismo tiempo, la crisis de valorización destruye al fundamento y legitimidad de las instituciones políticas y produce el receso de la política estatal al socavar las bases de la capacidad interventora de cada Estado.

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