11/12/2021, Colectivo Barbaria
En las últimas semanas hemos visto el estallido y el rápido sofoco de la llama de nuestra clase, esta vez a propósito de la huelga del sector del metal en la provincia de Cádiz, que tiene la segunda mayor tasa de paro de toda España, con un 23,16%. Hemos vuelto a ver, cómo no, al Estado, a la izquierda que lo encabeza y a los sindicatos en acción, haciendo el papel que históricamente mejor han sabido hacer: dinamitar cualquier perturbación de la “paz social”.
La huelga empezó a tomar forma a lo largo del mes de octubre, dada la descompensación que hay entre la inflación, que se ha disparado al 5,5% en 2021, y la subida de los salarios, de la que hablaremos más adelante. Estos hechos están afectando en mayor o menor medida a todos los trabajadores, haciéndonos perder salario real y poder adquisitivo, con el consiguiente empobrecimiento. Esta circunstancia en el ya previamente maltrecho y amenazado sector de la industria metalúrgica genera las condiciones para el estallido de, como poco, una huelga, que fue impulsada por los elementos más precarios del sector. Ante la inevitabilidad de la huelga, los sindicatos decidieron intervenir para mantener la huelga dentro de los límites aceptables desde la lógica del beneficio económico, la única posible para el sindicalismo. En este sentido, los sindicatos mayoritarios (UGT y CCOO) se afanaron por mantener la huelga lo más aislada posible en su sector, y en este sentido se vieron presionados para ponerse al frente de las asambleas de trabajadores, que desde luego no habían nacido de la iniciativa sindical, para asegurarse de que así fuera. Del mismo modo, las reticencias de los partidos del gobierno PSOE-Podemos frente a la huelga pasaron a convertirse en muestras de apoyo cuando esta amenazaba con desbordarse, tomando el papel de poli bueno al avisar a los trabajadores de que la huelga podía ser instrumentalizada por la derecha. Una vez más, por si no hubiéramos tenido suficientes muestras ya, sus diatribas palaciegas y cortoplacistas se muestran totalmente ajenas a los intereses de nuestra clase. Entretanto, los sindicatos acordaron pactar con el gobierno una subida de los salarios del 2%, más que insuficiente para cubrir la inflación, en una votación individual y secreta que los sindicatos más “radicales” no tardaron en señalar como un fraude, movilizando a los trabajadores más comprometidos para continuar con la huelga, al coste de enfrentarse a sus propios compañeros.
Una línea general que atraviesa todos los elementos que han conducido al fracaso de la huelga ha sido, sin duda, la división. Por una parte, la división que mantuvieron los sindicatos mayoritarios para garantizar que la huelga se restringía al sector del metal, evitando que otros sectores se solidarizasen con la huelga. Por otra parte, estos mismos sindicatos se aseguraron de mantener atomizados a los trabajadores del propio sector del metal, al sabotear la asamblea e imponer el voto secreto, como derecho ciudadano, evitando que los trabajadores pudiesen poner en común sus intereses para actuar de forma unitaria. Luego, los sindicatos “radicales” decidieron empujar a los trabajadores más comprometidos a continuar con la huelga -de forma unilateral, sin contar con la asamblea de los trabajadores, al igual que hacen los sindicatos mayoritarios- por el rechazo al acuerdo que habían alcanzado los sindicatos mayoritarios con el gobierno, a sabiendas de que la huelga ya había sido sofocada y que eso generaría enfrentamientos por una parte entre los compañeros más radicales y los que ya se habían desmovilizado, y por otra parte un enfrentamiento estéril entre los trabajadores radicales y la policía, que de paso sirvió al gobierno para dividir a los huelguistas entre los buenos -que aceptan el acuerdo alcanzado- y los malos -que no lo aceptan y además perturban el orden público-, a los cuales lógicamente había que darles un escarmiento.
Es importante señalar que el hecho de que esta dinámica se haya reproducido huelga tras huelga durante décadas no es algo casual, ni fruto de alguna traición particular, sino que atiende a la propia esencia de los sindicatos. El papel de los sindicatos no es el de velar por los intereses de nuestra clase, sino el de mediar entre el Estado y la patronal por una parte y los trabajadores por otra, además en un único sentido, que los trabajadores acepten las vueltas de tuerca que les va imponiendo la burguesía. Es por esto que podemos decir que los sindicatos son el brazo del Estado en la clase trabajadora, y no al contrario, como se nos ha pretendido hacer creer. Por esto mismo no es de extrañar que hayan sido tan considerados con la rentabilidad económica del sector y hayan aceptado una subida de los salarios que de sobra saben que no compensa la inflación. También, como hemos visto, los sindicatos “radicales” no escapan a esto, pues necesariamente priman su afán por ganar representatividad -ante el Estado- sobre los intereses de los trabajadores a los que dice representar. El sindicalismo es, como el parlamentarismo, una vía muerta que jamás tuvo nada de revolucionaria, pues jamás hubo nada de revolucionario en mantener una separación entre la política y la economía que no tarda en mostrarse ficticia. En las elocuentes palabras de alguien que sufrió la violencia de esos mismos partidos que hoy se hallan al frente del Estado español:
“Determinados grupos con más humos que penetración, achacan la evidente incompatibilidad de los sindicatos con la revolución a un carácter reformista que en verdad nunca tuvieron, y por otra parte a la supuesta incapacidad del capitalismo hogareño para hacer concesiones al proletariado. Lejos de ello, la causa es esencial, no contingente. Lo que engendra el carácter reaccionario de la organización sindical no es otra cosa que su propia función organizativa. Obtenga o no determinadas mejoras, está directamente interesada en que el proletariado siga siendo indefinidamente proletariado, fuerza de trabajo asalariado, cuya venta negocia ella. Los sindicatos representan la perennidad de la condición proletaria. […] Ahora bien, representar la perennidad de la condición proletaria conlleva aceptar, y de hecho necesitar también, la perennidad del capital. Los dos factores antitéticos del sistema actual han de conservarse para que el sindicato desempeñe su función, de ahí su profunda naturaleza reaccionaria, independientemente de los vaivenes que modifiquen, para mal, para menos mal o para mejor, la compra-venta de la mano de obra, jugarreta clave del sistema capitalista.” Los sindicatos contra la revolución, Munis
Por último, y aunque suene a perogrullada, cabe recordar que el Estado y su política no son garantes de los intereses de nuestra clase, ni hay modo alguno en que lo sean, pese a los llamados del PCE (parte de la coalición de Unidas Podemos) para que los trabajadores confíen en el gobierno que empeora sistemáticamente sus condiciones de vida -y del que ellos forman parte- al mismo tiempo que les enviaban una tanqueta y una brigada de antidisturbios, que por lo visto debían venir en son de paz. Esto no quiere decir que los trabajadores nos tengamos que desmovilizar, ni que no haya nada que hacer, al contrario. Lo que esto quiere decir es que cualquier movilización será desmantelada si no sigue los principios que han marcado los éxitos de nuestro movimiento (hay que señalar que también los ha habido), y que no son otros que el internacionalismo y la independencia de nuestra clase, lo que en una huelga se concreta por una parte extendiéndola a otros sectores -y no aislándola en uno solo-, tendencia que se ha visto en la huelga de Cádiz, que tuvo una marcada tendencia a desbordar el marco de la fábrica extendiéndose por el entorno urbano de Cádiz y San Fernando a través de manifestaciones y asambleas de barrio, y por otra entregando todo el poder de decisión sobre la huelga a la asamblea formada por los propios trabajadores, y no a sindicatos ajenos a estos y con intereses diferentes, cuando no opuestos, a los de nuestra clase. Dicho de otra manera, los intereses de nuestra clase solo pueden ser representados por la propia clase, cuando se constituye como partido y se pone a la cabeza de la revolución que dejará en la cuneta a los sindicatos, a la izquierda del capital y a todos los que quieren conciliarnos con nuestros verdugos poniendo, como el título de este artículo, flores en sus guadañas.
Fuente con links: https://barbaria.net/2021/12/11/la-huelga-de-cadiz-y-las-flores-en-la-guadana
domingo, 12 de diciembre de 2021
[España] La huelga de Cádiz y las flores en la guadaña
viernes, 28 de agosto de 2020
[Chile] MOVILIZACIONES REACCIONARIAS Y CHANTAJE DEMOCRÁTICO: ESTRATEGIAS DEL ORDEN CAPITALISTA
Proletarixs en reuelta
28 de agosto
Mientras los Presos Políticos Mapuche continúan una huelga de hambre de casi 120 días, exigiendo garantías mínimas en los procesos judiciales en su contra levantados por el Estado chileno, los gremios de camioneros -fieles representantes de los intereses de la patronal y agentes históricos de la derecha política- llevan a cabo movilizaciones que tienen como principal demanda la intensificación de la represión estatal en el Wallmapu.
De esta movilización reaccionaria se pueden comentar varios elementos:
-El cacareado llamado a paro del 27 de agosto contó con muy poco apoyo, no siendo seguido por dos de las tres más grandes agrupaciones gremiales de camioneros (todas dirigidas por la derecha), y ha despertado un amplio repudio en toda la población.
-Se enmarca en una estrategia parainstitucional del gobierno que busca afirmar una base en torno a la derecha más rancia, conservadora y filofascista. Esto se expresa en la tolerancia y protección de las manifestaciones de este tipo, siendo uno de sus hitos más importantes el desalojo de la toma de la Municipalidad de Curacautín (y otras dos más) a manos de turbas racistas, que contaron con la abierta complicidad de las fuerzas policiales y militares, además del visto bueno del Ministro del Interior Víctor Pérez, quien horas antes se reunió con los dirigentes fascistas y anti-Mapuche que convocaron a estos ataques.
-También, quedan nuevamente en evidencia las fisuras dentro de la alianza gobernante, tambaleante entre la derecha más dura, y el manejo de la crisis mediante la integración del descontento generalizado en las vías institucionales, a través del plebiscito y proceso constituyente. No por nada algunos de sus rostros más publicitados afirman que votarán por la opción del “Apruebo” y hasta se autodenominan como socialdemócratas.
-Desde este sector de la política burguesa lidian abiertamente con la amenaza de una “revolución social”, y su objetivo declarado es combatirla por todos los medios. Para ello, apuestan, no sin contradicciones y roces internos, por el endurecimiento de la legislación represiva (todos los puntos del petitorio del gremio de camioneros apuntaban en esta dirección), el fortalecimiento de los aparatos policiales y de inteligencia (ídem), canalización institucional de demandas populares y fomento de organizaciones civiles de corte neofascista. Anticipando un escenario de intensa conflictividad social, tantean el terreno de la represión militarizada, junto con la promoción de enfrentamientos entre civiles, mientras otras fracciones, temerosas de un aislamiento total, intentan acercarse a posiciones de “centro” o “dialogantes”. Claramente, esta última política no descarta en absoluto recurrir simultáneamente a la represión sanguinaria; solo pretende acotarla.
-Por su parte, la respuesta general de la izquierda, tanto parlamentaria como pretendidamente revolucionaria, se limita a señalar la identificación con la derecha fascistoide del gremio de camioneros, exigiendo para éste el mismo trato represivo al que nos tiene acostumbradxs el Estado cuando somos nosotrxs quienes salimos a la calle. Así, se acusa al paro de camioneros de “atentar contra el Estado de derecho” y de “ir contra la democracia”. Por tanto, solicita la aplicación de la Ley de Seguridad Interior del Estado o incluso la Ley Antiterrorista, todo en el lenguaje propio de la clase dominante. Una cosa es denunciar la evidente desigualdad con que se tratan las manifestaciones callejeras dependiendo de su identificación política, y otra muy distinta aceptar la lógica y discurso del poder, pretendiendo que sea ejecutado con “justicia”. De esta forma, no se podrá sino ver montajes en las acciones radicales contra la infraestructura capitalista y sus agentes, quitando así legitimidad a la lucha por fuera de los límites que establece la legalidad burguesa para precisamente condenar a la impotencia cualquier intento de protesta. La consecuencia de esta lógica es la propia inactividad frente a las diversas formas en que el poder nos ataca; regalarles las calles, mientras se denuncia el obvio sesgo ideológico del gobierno y los aparatos represivos, como si pudiera esperarse otra cosa. Estos hechos deben ser reconocidos y señalados como expresión de la naturaleza de clase del Estado y la imposibilidad de su reforma. Deben servir para romper toda ilusión en un cambio en su política de defensa de los intereses capitalistas.
-Recordando su herencia propiamente socialdemócrata, esta izquierda intenta colar consignas como “más trenes menos camiones”, como si esa fuera alguna solución siquiera tibia frente a los crecientes conflictos. Como si esos trenes, y la infraestructura que requieren, no tuvieran otro objetivo que no sea acarrear mercancías y materias primas depredadas de nuestro entorno. Jamás pondrá en tela de juicio a las relaciones capitalistas mismas, pues eso sería su condena como variante de izquierda del partido del orden.
-A las manifestaciones del neofascismo se les combate desde nuestra clase, con nuestros propios métodos, no acudiendo a la represión estatal, pues al hacer esto último se otorga legitimidad a mecanismos generados fundamentalmente para ser aplicados contra nuestras luchas.
-Otro discurso de esta izquierda es que tras estas manifestaciones estaría la intención de desestabilizar el actual orden democrático (como si fuera hoy muy estable) con el objetivo de no llevar a cabo el plebiscito en octubre. Asumir ese razonamiento es no comprender que el plebiscito es precisamente la vía mediante la cual el partido del orden pretende recuperar su estabilidad (estabilidad que no es más que explotación capitalista sin mayores sobresaltos), y como consecuencia, tener una excusa para condenar cualquier expresión autónoma que no se cuadre con los delirios democráticos: el clásico y nefasto “no hay que hacerle el juego a la derecha”.
-Lxs explotadxs debemos comprender el mundo no según las categorías propias de la política burguesa (“derecha”, “izquierda”), sino sobre aquello que nos condiciona como clase dominada y explotada. Debemos criticar y actuar contra el capital mismo, y esto significa una oposición radical al Estado, a la jerarquización sexual, la producción y circulación de mercancías; la mercantilización de cada aspecto de nuestras vidas.
-Los sectores reaccionarios de derecha ya preparan la represión brutal de un eventual y probable resurgir proletario, tanto dentro como fuera de su propia legalidad. Mientras, buena parte de la izquierda intenta apaciguarnos y hacernos desfilar hacia las urnas de votos, urnas que de seguir aquella deriva serán más que una triste alegoría del destino de nuestros esfuerzos y nuestras propias vidas. O bien, intentará canalizar toda la energía desplegada en las calles, de la que hace solo unos meses comprobábamos su magnitud, en función de intereses electorales. Cualquier actividad autónoma por fuera de esos márgenes será calificada como irresponsable y relacionada a alguna forma de “guerrillerismo” o “lucharmadismo”, que no ha sido más que la variante armada del reformismo histórico. Nuestra lucha no se decide con votos ni con aparatos armados actuando en representación de toda la clase explotada. Más allá de esa dicotomía propia de la socialdemocracia, el proletariado construye sus organismos autónomos en función de sus intereses vitales, y recurre a las formas de lucha que le sean coherentes y útiles. Y esos medios no son democráticos ni militaristas.
-Frente a la parafernalia política que estas semanas se desplegará con mayor efervescencia, frente a las movidas neofascistas de grupos amparados por el poder, recordemos el potencial que vislumbramos en los meses de revuelta y confiemos en nosotrxs mismxs. Después de todo, no contamos con nada ni nadie más. Pero tampoco les necesitamos ni les queremos.
¡Solidaridad con las comunidades Mapuche que se enfrentan al Estado y cuadrillas paramilitares racistas!
¡Solidaridad en todas las poblaciones contra las políticas asesinas del gobierno de turno y su falsa oposición!
domingo, 3 de febrero de 2013
Sudáfrica: Golpe del proletariado al sindicato oficial
La burguesía, con su Alianza tripartita, ANC/SACP/COSATU (Congreso Nacional Africano, Partido Comunista de Sudáfrica y Congreso de los Sindicatos Sudafricanos), decididos a poner fin a lo que llaman «una huelga salvaje con reivindicaciones irreales», hace todo lo posible para socavar el movimiento: represión abierta, intervenciones policiales y militares, asesinatos, incursiones en los municipios para desarmar a los huelguistas y amenazas de despidos (100.000 mineros están bajo el yugo de la amenaza), intervención de los tribunales y negociaciones sindicales mina por mina.
La Alianza tripartita, que había prometido «una vida mejor para todos» cuando se acabase con el apartheid, se ve obligado a reprimir con pies de plomo. En febrero de este año, en Impala Platinum, una huelga fue reprimida gracias a los embrollos sindicales habituales del NUM (Unión Nacional de Trabajadores Mineros, por sus siglas en inglés, National Union of Minerworkers); en agosto, los mineros, recordando esa derrota, asestaron un golpe al sindicalismo con una lucha proletaria memorable.
El 16 de agosto de 2012 fue el día elegido para aplastar la huelga gracias a los 3.000 milicos (una combinación de policía montada, vehículos blindados y soldados) desplegados en Marikana con la intención de dar una buena lección a los mineros. Y no sólo para acabar con la huelga, sino también para vengar la muerte de dos policías y dos vigilantes durante los enfrentamientos de la semana anterior.
Las declaraciones de los pobres e indefensos policías, asegurando que pretendían defenderse de los ataques de unos mineros armados hasta los dientes, son contradictorias con las imágenes que se filmaron y que circularon poco después. A medida que se va conociendo el elevado número de mineros heridos y asesinados, por una bala por la espalda, el Estado encuentra más dificultades de mantener le argumento de la autodefensa. Para evitar una explosión social, libera a 162 inculpados (¡en libertad condicional!) y admite que puede haber habido algún exceso puntual de las fuerzas del orden, por lo que realizará una investigación policial exhaustiva «para determinar las responsabilidades de cada uno». ¡Qué alivio! También, afirma que la masacre, se produjo por por la «falta de experiencia y equipamiento de la policía», ante la «violencia de los mineros». Como en otras ocasiones, para calmar los ánimos, el gobierno decreta funerales nacianales y una semana luto. Por lo menos, mientras lloramos a nuestros muertos estamos tranquilos... ¡Buen intento!
En vez de romper la huelga, los muertos de Marikana provocan una intensificación del pulso entre el proletariado y la burguesía y la huelga se propaga como una mancha de aceite.
Muchas compañías mineras están afectadas por el movimiento: Madder East, Amplats, Aquarius, Xstrata, Béatrix, Altlatsa, la Gold One, la Gold Field, American Platinum… «Lo que nos inquieta realmente es que el movimiento se extienda a las minas de oro», se lamenta el secretario general del NUM. En el momento más álgido de la lucha hubieron 100.000 huelguistas. Y efectivamente el movimiento se extiende a las minas de platino, de oro, de hierro, de cromo, de carbón..., a los que se suman 20.000 camioneros del sector del transporte y los obreros de Dunlop.
El palo y la zanahoria
Como es habitual, las diferentes fracciones burguesas se reparten el trabajo. Por un lado, los sindicatos, entre los que el NUM es el más conocido, intentan imponer las negociaciones con los patrones para que los mineros retomen el trabajo en la mina, mientras que el gobierno promete un desarrollo de los pueblos mineros.
Por otro lado, las huelgas son declaradas ilegales por la justicia, lo que justifica el despido en masa de los mineros que se niegan a volver al trabajo.
En plena apoteosis, la policía y el ejército intentan mantener la situación bajo control, ya sea con balas de goma o fuego real, bombardeando con gases lacrimógenos o con granadas aturdidoras, matando o hiriendo a quienes se resisten.
La Alianza tripartita, completamente sobrepasada por la amplitud y la fuerza del movimiento, pide la intervención del ejército y de las fuerzas especiales para reprimir a «los elementos criminales de Rustenburg y las minas próximas». La radicalidad de los huelguistas empuja a los sindicatos a radicalizar su discurso, pero es en vano. Después del inicio del movimiento, los mineros rechazan la representación de quienes tantas veces los han embaucado y deciden por sí mismos las reivindicaciones que quieren defender: ¡La triplicación de los salarios ! Con esta situación, los inversores internacionales están intranquilos y el valor de las acciones no deja de bajar. En 2012, las huelgas costaron más de 900 millones de euros a la industria minera. Evidentemente, a la burguesía le importan un carajo las pésimas condiciones de vida del proletariado, lo que le preocupa son las pérdidas que las huelgas le ocasionan. Pérdidas que nosotros celebramos.
Crítica en los hechos del sindicalismo: Zokwana, presidente de la agrupación sindical NUM, va a visitar a los huelguistas de Lonmin, en un coche blindado, para intentar convencerlos de que paren la huelga, declarada ilegal. El sindicalista es abucheado por la multitud, que lo obliga a irse con el rabo entre las piernas bajo protección policial. El NUM negocia un bono de 179 dólares para aquellos que volvieran al trabajo antes del martes siguiente. Pero para su disgusto, las negociaciones se rompen porque «muchos se niegan a aceptar el compromiso y llaman a continuar el movimiento».
En el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU), al que el NUM, que sigue llamando a la unidad sindical, está afiliado, se organiza una manifestación antisindical. A la salida, trescientos manifestantes antisindicales son bloqueados por vehículos blindados y dispersados a golpe de granadas aturdidoras y gases lacrimógenos. Al grito de «estamos hartos del NUM», muchos queman camisetas del sindicato y declaran: «no retrocederemos, poco importa lo que digan o lo que hagan, lucharemos hasta la última gota de sangre»
El aspecto de la lucha proletaria más decidido e intransigentes fue el que impidió a los esquiroles (carneros) reiniciar el trabajo. De los sesenta muertos, que hubo en los dos meses y medio que duró el conflicto, buena parte debe atribuirse a las luchas antisindicales y antiesquiroles: «Los que van al trabajo son los responsables de la muerte de los otros»; «nadie dormirá la próxima noche, hay que controlar a los que quieren ir a trabajar». Llevar una camiseta con el logo del NUM se convierte en algo peligroso. Un sindicalista es asesinado por una bala proletaria y a otros les rompen la cara. En el punto álgido de la lucha, los esquiroles no se atreven a regresar a la mina y los sindicatos se quejan: «Los trabajadores que querían ir a trabajar han sido agredidos, intimidados» (portavoz del NUM, Lesiba Seshaka).
A nosotros ni nos extraña ni nos indigna que una ley de los tiempos del apartheid sirva para reprimir a los huelguistas de hoy. Sabemos que cualquier fracción burguesa, aunque se llame de izquierda, no tendrá ningún reparo en utilizar la legislación aprobada por una fracción llamada de derechas, y viceversa. La única razón de ser de toda ley es la de reprimirnos, ya sea individual o colectivamente. Y es también un viejo clásico de la burguesía destacar la violencia de las acciones de nuestra clase para justificar su propia violencia. Está legitimado por todo su arsenal jurídico e ideológico. Del mismo modo, otro viejo clásico del Estado es justificar la utilización de esos milicos tipo Robocop, sobrearmados, los vehículos blindados, los tanques, las granadas, las ametralladoras, los misiles y sus otras mierdas inventadas para reprimir a los proletarios en lucha, armados con lanzas, cuchillos o revólveres.
Sólo la burguesía puede utilizar la violencia con total impunidad, son sus leyes y sus tribunales de justicia, son sus milicos y sus armas las que nos la imponen por la fuerza. Cuando se trata de nuestra violencia de clase, se la tacha de terrorismo por parte de nuestros enemigos. El error sería creer que podría ser de otra manera, nada tenemos que esperar de su justicia y sus leyes, que han sido elaboradas para reprimirnos. La única violencia aceptada por el Estado es la suya, que no es otra que la violencia de la tasa de ganancia.
Estas luchas no surgen de la nada, su radicalidad nos muestra que la crítica de las prácticas sindicales tiene un largo recorrido, y que empezó mucho antes del inicio de estas últimas huelgas. Por el contrario, es difícil determinar cuáles son las formas de asociacionismo con las que se dotan los proletarios en lucha y cuál es el grado de autonomía. Como sucede a menudo en este tipo de contexto de enfrentamiento al sindicato oficial, surgió un sindicato disidente, la ACMU (Association of Minerwokers and Construction Union), que agrupa a muchos mineros en ruptura con el NUM. Sin embargo, y a pesar de la virulencia de COSATU (Congreso de los Sindicatos Sudafricanos) contra ella, no podemos afirmar si tiene o no una práctica de clase. Nos falta información sobre su práctica real, aunque es una fuerza que parece interesante, más cuando el Estado la tilda de anarquista y declara que su creación responde «a una estrategia política deliberada de intimidación y violencia».
El viejo cuento de la unidad sindical no tuvo demasiado peso entre las razones que provocaron la vuelta al trabajo. El decaimiento del movimiento huelguístico y el aumento de los beneficios por parte de la burguesía, se debieron más a la falta de extensión y unificación de las luchas. De todas formas, las huelgas salvajes continuaron, al menos, hasta noviembre, especialmente en las minas de carbón de Magdalena, donde los mineros exigieron que se doblaran sus salarios y se les otorgaran seis meses de licencia de maternidad. En esa lucha dos proletarios fueron asesinados al intentar tomar la armería de la mina.
El decaimiento del movimiento, no le resta valor a la experiencia que nuestros hermanos de Sudáfrica acaban de vivir. La demanda, no obtenida, de triplicación de los salarios tenía su razón de ser, porque intentaba impedir la obtención de beneficios y trataba de recuperar una parte de la plusvalía. Iba en el sentido de la lucha para el aumento del salario relativo contra la dictadura del beneficio.
Es difícil analizar con mayor profundidad las contradicciones que se producen en el seno de estas luchas. Al carecer de una red de información directa, seguramente, se nos escaparon muchos acontecimientos importantes. No obstante podemos rescatar de estas huelgas el rechazo a la política gubernamental, la ruptura con el sindicato oficial, la enorme combatividad y determinación demostradas por los proletarios, su violenta respuesta al terrorismo asesino del Estado, la lucha por sus necesidades contra el imperativo de la gestión «realista» y contra la tasa de ganancia.
¡Fuera y en contra de todos los encuadramientos burgueses!
¡Abajo la dictadura del beneficio!
# publicado originalmente en Communisme nro.64 (Diciembre de 2012), revista en francés del Grupo Comunista Internacionalista (traducción al español en el blog del GCI)
martes, 13 de noviembre de 2012
[España] RUPTURA REVOLUCIONARIA FRENTE AL PARO SINDICAL
En este contexto de canalización y liquidación de las luchas, el sindicalismo sigue jugando un papel esencial contra el asociacionismo proletario. El paro del 14-N y el papel del sindicalismo actúan, en una realidad social que es hoy una auténtica olla a presión a punto de estallar, como válvula de escape para evitar que todo salte por los aires. Los sindicatos, como principales aparatos del Estado contra la huelga, tienen como objetivo concreto presentarnos estos simulacros de oposición como la verdadera respuesta a la situación actual. Pero todo lo que ese día se aproxime a lo que ha sido siempre llamado huelga no provendrá más que de los proletarios que se nieguen a seguir el redil sindical.
Dicho esto queremos dejar claro que no nos quedaremos de brazos cruzados. Tenemos claro que es sumamente importante contraponer la lucha del proletariado a todos los simulacros de oposición y a todas las canalizaciones. Por eso ese día no nos quedaremos en casa, sino que estaremos como siempre en la calle, pero no para saltar a la orden del sindicato de turno, ni para “radicalizar” el paro de los sindicatos, sino para impulsar la ruptura revolucionaria con toda esa parodia. Para encontrarnos con los nuestros, para expresar y desarrollar el asociacionismo proletario en contraposición a las estructuras del Estado, para denunciar a todos los apagafuegos, para conspirar, para sabotear la economía y todo aquello que nos hunde en la mierda. Y todo siempre con la perspectiva de ir más allá de ese día. En definitiva se trata para nosotros de combatir el paro sindical y contraponerle el verdadero contenido que contiene esa herramienta de lucha histórica del proletariado que es la huelga general.
Aunque lo importante de todo esto, lo que puede suponer un salto cualitativo para nuestra clase y temen todos los defensores de este mundo de miseria, es que esta ruptura adquiera perspectiva organizativa, que lejos de ser una ruptura fugaz y un recreo para que se desfoguen los proletarios más castigados y combativos, toda la práctica y experiencia que materialicemos se estructure, que la organización y propagación de la lucha fuera y contra de los órganos del Estado rompan el localismo y el inmediatismo activista reinantes, asumiendo permanencia y niveles internacionales. El rechazo a los partidos, sindicatos y demás instrumentos del capital, transformado en un rechazo a toda organización, es la otra cara terrible del triunfo del capital frente a la cual es fundamental contraponer el asociacionismo proletario, la organización de la comunidad de lucha. Por ello impulsamos a todos los compañeros y a todos los proletarios que luchan contra el capital, a romper definitivamente con todo aparato burgués y con toda concepción anti-organizativa.
Nuestro objetivo no es organizarnos para un día de lucha, día fijado además por el enemigo, nuestro objetivo es, en continuidad y como parte de todas las luchas proletarias del pasado, abolir el capitalismo y levantar sobre sus escombros una sociedad sin clases, sin Estado, sin dinero, sin trabajo... en definitiva una comunidad humana, el comunismo. Pero sin desarrollar el asociacionismo proletario, consolidando y potenciando los lazos organizativos que vayamos generando, sin cristalizar y multiplicar los distintos niveles de organización que requiere la lucha, sin asumir la organización de las múltiples tareas que demanda el enfrentamiento contra la bestia capitalista, no haremos otra cosa que contribuir en el mantenimiento de la paz social.
domingo, 9 de septiembre de 2012
Barricadas Autónomas, ¡fuego a los sindicatos!
(nota del blog: se refieren al texto "Postura contra el sindikalismo y por la Autonomía, difusión y crecimiento de la lucha anticapitalista" ya publicado en este sitio web.
lunes, 18 de junio de 2012
Postura contra el sindikalismo y por la Autonomía, difusión y crecimiento de la lucha anticapitalista
De nada sirve tomar un sindicato “para pedir elecciones” por considerar corruptos a quienes tienen ese cargo o considerarlos obstáculos en la lucha ya que esa es su esencia, de nada sirve entrar a este sino es para echarle nafta y fuego, extinguir el sindicalismo, dando lugar a la lucha autónoma irreconciliable y sin intermediarios!
# de Anarquistas de Puerto Deseado (sur de la región argentina)
# extraído de su publicación "Esteparia" nro1 de Marzo de 2012, solicitarla a: anarquia_puertodeseado[arroba]hotmail.com
viernes, 15 de junio de 2012
[Asturias] Rompamos el aislamiento de la lucha en la minería
# por Unos incontrolados
# Asturias, España. Junio de 2012
Mas información:
http://rokambol.com/la-policia-antidisturbios-denuncia-la-excesiva-musculatura-de-los-mineros/
http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/21184 (actualización constante)
http://www.elmundo.es/albumes/2012/06/12/protestas_mineros/index.html (fotos)
jueves, 21 de octubre de 2010
[Argentina] ¡Asesinos!
Por si hacía falta, el Miércoles 20 de Octubre de 2010 en Buenos Aires queda expuesto lo que es este entramado de muerte que llaman sociedad, el mismo que asesina por "gatillo fácil" en los barrios, el mismo que permite y alienta la trata de personas, el mismo que mata de hambre y de desesperación, y rápida o lentamente en los trabajos.
Estos sucesos no son extraordinarios, ni la demencia de algún personaje sindical, politiquero o policial, estas son las consecuencias lógicas de este sistema que atenta contra la vida: asesinando a Mariano, o hace años a Dario y a Maxi, a Carlos Fuentealba y todos los “sin nombre” que mueren día a día, como el albañil aplastado por una pared en la zona sur de Rosario este mismo Miércoles.
Estamos cada vez mas empujados a escoger entre seguir con esta inmundicia o luchar para cambiarlo todo.
#Grupo Anarquistas Rosario, Octubre de 2010.
www.grupoanarquistasrosario.blogspot.com