martes, 3 de mayo de 2022

Textos sobre la guerra en Ucrania

Grupo Barbaria
Abril de 2022, España

«Desde 1914 los trabajadores del mundo entero solo pueden enarbolar una bandera: la del derrotismo revolucionario. Contra las guerras imperialistas, la necesidad de abatir en primer lugar a la propia burguesía. La solidaridad internacional entre los trabajadores. No hay otra tarea, por ingente y alejada que esté en este momento, que abatir las relaciones sociales capitalistas. Cualquier otra salida es un remedo a la situación presente. Contra quienes enarbolan la bandera de la paz en las condiciones sociales actuales, les decimos que es perpetuar las condiciones de la guerra y la explotación. Es continuar con la degradación del capitalismo mundial. Contraria ente a esta visión de convivencia pacífica en el capitalismo, levantamos la bandera de ¡clase contra clase, explotados contra explotadores, comunismo contra capitalismo, revolución contra reacción!»

Incluye:
• El porqué del derrotismo revolucionario
• Ucrania, Rusia y la importancia de las preguntas
• ¡Proletarios en Rusia y en Ucrania! En el frente de producción y en el frente militar... ¡Camaradas!
• Guerra en Ucrania: el ratón y el gato
• Contra la guerra
• Algunas posiciones fundamentales del internacionalismo proletario
• ¡El enemigo principal está en el propio país!
• La guerra económica, la guerra que ya es ¡Contra la guerra capitalista!  

Para descargar en pdf: barbaria.net/2022/04/30/cuaderno-textos-sobre-la-guerra-de-ucrania

1° DE MAYO CONTRA EL NACIONALISMO

Boletín La Oveja Negra
01/05/2022, Argentina

EnArgentina,  Rusia o Ucrania, en Cuba o en Suecia, en “Oriente” u “Occidente” hay explotadores y hay explotados, hay gobernantes y hay gobernados. Nuestra clase, el proletariado, es una clase mundial. Las condiciones para su explotación o la condena al hambre y la escasez son tan mundiales como la necesidad de destruirlas.

Asumir la lucha internacionalista es solidarizarse con las luchas de los proletarios de otros países, asumirla como nuestra y luchar también en “nuestro” país, contra “nuestro” Estado, contra “nuestra” burguesía; en tiempos de guerra y en tiempos de paz, inseparables para el funcionamiento de la sociedad capitalista. La guerra no es algo extraordinario, es constante, y se prepara en la paz social. ¡Para terminar con las guerras hay que destruir el capitalismo!

En Ucrania, al igual que en todas las demás “zonas en conflicto” como Palestina, Siria, Etiopía, Afganistán o Yemen, las consecuencias de la guerra son sufridas de manera brutal por la clase explotada. Las demás naciones implicadas, como es el caso de Rusia, los miembros de la OTAN y demás gendarmes, también depositan sobre los proletarios los costos y consecuencias de la guerra. Aquellos que habitan en Rusia, además de sufrir más duramente las consecuencias económicas debido al papel del país en el conflicto, son reprimidos frente a cualquier intento de oponerse o criticarla. Incluso al margen de los Estados protagonistas, se hace sentir sobre nuestras espaldas el impacto de las disputas interburguesas, con sus sanciones económicas y su correspondiente aumento de precios, o sus medidas de “excepción” en materia de control social que la guerra “justifica”. Nos hablan de paz y nos hacen la guerra, aunque por otros medios. Nuestra paz es la sumisión al dinero.

En épocas de globalización, de empresas multinacionales, de desterritorialización del Capital, el nacionalismo parecía en vías de extinción. Sin embargo, continúa vivo y fuerte. El nacionalismo dejó de ser cosa exclusiva de los conservadores y se convirtió en credo de la izquierda y los progresistas, incluso como falsa salida a los malestares del capitalismo mundial. Este es el marco que comparten con las nuevas derechas que temen y dicen combatir.

Como señala Fredy Perlman en El persistente atractivo del nacionalismo, los nacionalistas izquierdistas insisten en que sus nacionalismos no tienen nada que ver con el nacionalismo de los fascistas o los nacionalsocialistas, y que el suyo es un nacionalismo de los oprimidos que ofrece no solo la liberación individual sino también cultural. Para refutar estas pretensiones es necesario comprender la división de clase de la sociedad capitalista, que mientras exista trabajo o dinero jamás habrá suficiente para todos y que en nombre de la patria se cometen las peores aberraciones.

A 40 años de la guerra de Malvinas vale la pena recordar cómo los milicos torturadores y asesinos, junto a la ciudadanía cómplice, estaban de acuerdo con la izquierda argentina, prácticamente en su totalidad, en que se trataba de una guerra justa. Las diferencias estaban en cómo y quiénes llevarían adelante esa guerra, siendo de este modo responsables de sus consecuencias y –por acción o aval– de la muerte de más de 600 jóvenes.

Este año también seremos censados por el Estado. Según palabras oficiales, esta información estadística sirve para diseñar políticas públicas y para que las empresas planifiquen y lleven adelante proyectos. En la publicación oficial del primer censo, allá por 1869, cuando se erguía esta nación sobre el genocidio indígena, se puede leer: «el indio arjentino [sic] es tal vez el enemigo más débil y menos temible de la civilización; bárbaro, supersticioso, vicioso, desnudo». Hoy el censo contempla a los “pueblos originarios”: la “patria inclusiva” reconoce a los descendientes de aquellos pueblos que habitan este país, aunque sólo de palabra. En incontables ocasiones, dicho reconocimiento no equivale siquiera al acceso a lo requerido por las necesidades más básicas.

Como si fuera poco, este año habrá que soportar el mundial de fútbol. Otra fiesta empresarial de la burguesía que entretiene con nacionalismo, competencia y contemplación no-participativa. Se trata de exaltaciones del más básico nacionalismo y se trata del mundial de fútbol más infame hasta la fecha. Según cifras del informe «Detrás de la pasión», publicado en mayo del año pasado, ya había más de 6.500 trabajadores muertos para la construcción de los estadios y la infraestructura necesaria. Denuncias actuales por parte de diferentes organismos internacionales estiman que esa terrible cifra ya asciende a 10.000. En Qatar hay más de dos millones de migrantes provenientes principalmente de India, Bangladesh, Nepal, Egipto, Pakistán, Filipinas y Sri Lanka que constituyen el 95% de los trabajadores en el país. Alrededor del 40% trabaja en el sector de la construcción, que ha repuntado por el mundial. Trabajando entre 16 y 18 horas diarias, 7 días a la semana, soportando temperaturas de hasta 50°. Sin embargo parece no importar demasiado, porque son pobres, porque están lejos, porque son extranjeros…

Los partidos de la selección nacional son televisados hasta en las escuelas, institución donde se nos inculca desde bien chicos no solo una rutina de trabajo –o teletrabajo durante los pasados dos años–, sino la identidad nacional, marcadamente ficticia en una región con una historia de fuerte inmigración y aniquilamiento de los nativos. Aunque nos hemos acostumbrado generación tras generación, no podemos dejar de señalar lo ridículo de saludar una bandera todas las mañanas y tardes, jurarle lealtad, y someternos a infinitos actos patrios desde los primeros años de vida.

Incluso al 1° de mayo que estamos conmemorando se lo pretende reducir a un feriado patrio: como día del trabajador, con banderitas argentinas, locro y empanadas. Se intentan borrar así sus orígenes y su significado actual, el de una conmemoración de reflexión y de lucha: internacionalista, anticapitalista y revolucionaria. En las resistencias actuales el nacionalismo pareciera proporcionar cierto amparo comunitario o ligazón, algo común entre quienes se disponen a desobedecer y reunirse para bloquear, hacer asambleas, construir proyectos o simplemente destruir. En no pocas ocasiones muchos lo hacen con la bandera de su país en las manos, que no es más que el símbolo del exterminio en la región, e incluso fuera de sus fronteras. Pero los proletarios rebeldes no se disponen a luchar gracias a su patriotismo, sino a pesar de él. Es la propia lucha en actos la que aplasta esos símbolos de mierda impuestos por los poderosos para hacernos creer que dentro de unas fronteras delimitadas artificialmente coincidimos en nuestros intereses, que todos somos “el pueblo” más allá de las diferencias de clase. Sin embargo, pese a las acciones antipatrióticas, ese patriotismo persiste y es un peligro para la extensión y profundización de la revuelta. Y es un peligro también fuera de las revueltas cuando, para salvaguardar a la burguesía nacional, nos dicen por derecha que el inmigrante nos roba el trabajo y por izquierda que el problema son los ricos, pero de otro país.

No lo olvidemos: a la hora de atacarnos, la burguesía actúa como una fuerza internacional, al contrario de los nacionalismos y regionalismos. Comprender la dimensión internacional del capitalismo nos ayuda a combatir las limitaciones que nos impiden accionar desde una perspectiva que no se restrinja al lugar donde vivimos.

Hablamos de proletariado o burguesía porque nos parecen categorías precisas, mientras otros rebeldes prefieren hablar de oprimidos y opresores, o pueblo y élite. No nos preocupan tanto las terminologías, pero sí nos importa comprender la dimensión internacional y de clase de esta sociedad. Por motivos de este tipo es que insistimos en hablar de capitalismo y no simplemente de neoliberalismo, mucho menos de soberanía o liberación nacional, o siquiera de suma de liberaciones nacionales.

Nuestra consigna de agitación y de provocación «El proletariado no tiene patria» no puede olvidar que mientras exista capitalismo sí tendremos patria tal cual la conocemos. Mientras tanto, habitaremos en un país, incluso a pesar de nuestros deseos. La nacionalidad escrita en nuestras identificaciones es una imposición entre tantas otras. Tristemente, hemos naturalizado tanto el modo de vida que llevamos como asalariados que nos olvidamos de que también somos desposeídos, que nuestros ancestros fueron separados de sus tierras, de sus formas de vida y de producir, que fueron llevados a ciudades y barrios marginales para cubrir las necesidades de la vida mercantil. Esto es así, tanto seamos descendientes de “pueblos originarios”, nietos de inmigrantes de cualquier rincón del planeta, mestizos, o mezcla de inmigrantes e indios.

La patria es la organización que se dieron ricos y opresores en sus competencias: ellos crearon Naciones y Estados a costa de miles y miles de vidas proletarias que sucumbieron en trincheras, campos de trabajo, defendiendo fronteras que no eran las suyas. La patria no es más que la excusa para separarnos y oponernos, porque mientras no estemos luchando contra el Capital estaremos luchando entre nosotros y contra nosotros mismos.

 

En alemán:1. Mai gegen den nationalismus (Traducciones / Übersetzungen)

1ro de Mayo contra la normalidad capitalista

La Caldera
01/05/2022; Buenos Aires

Cuando pisé este lugar por primera vez
sólo deseaba aquella nómina gris del día diez.
Para concederme algún consuelo tardío
Para ello me encadeno a mi esquina y a mis palabras.
Renuncio a faltar, renuncio a enfermar, renuncio a las
faltas por asuntos personales.
Renuncio a llegar tarde, renuncio a irme temprano.
(Fragmento de "Me duermo incluso estando de pie" de Xun Lizhi)

En vísperas de otro 1ro de mayo, del consabido día del trabajador/a y sus consiguientes conmemoraciones, queremos compartir algunas palabras sobre la situación de quienes estamos obligadxs a vender nuestra fuerza de trabajo.  

En la región argentina los salarios han perdido entre un cuarto y un quinto de su valor con respecto a 2018;  las estadísticas que señalan esto no hacen más que confirmar lo que comprobamos diariamente al intentar adquirir lo necesario para vivir y ver que cuesta (y nos cuesta) cada vez más.

El empleo escasea y es cada vez más precario, esta realidad general nos fuerza a aceptar las cada vez más miserables condiciones que imponen quienes nos contratan, trabajando por sueldos de miseria, hasta cuando estamos enfermxs. Nuestro modo de vida se ha precarizado no solo material sino también socialmente, porque repercute en nuestra salud mental al abocarnos exclusivamente a la supervivencia; convivir con el exceso de trabajo, con no encontrar uno, con siquiera poder consumir aquello que producimos ni eso que llamamos “tiempo libre”.

No es mejor la situación de quienes subsisten fuera del mercado formal de trabajo que, igual que el resto, están atadxs a los vaivenes de la economía. Comprobamos que, sea cual sea la manera en la que trabajamos (contratadxs, de manera informal, de manera autogestionada, subcontratadxs o subsidiadxs por la institución estatal), lo que recibimos a cambio es siempre lo mismo: correr detrás del dinero, entregando nuestro tiempo de vida a cambio de una promesa de progreso que nunca llega.

Por lo tanto, siguen vigentes las preguntas:  ¿Para qué y quién trabajamos? ¿Para nosotrxs o para alimentar una carrera insensata que genera ganancias de las que no participamos más allá de lo básico para nuestra supervivencia? Sabemos que abolir esta realidad es improbable hoy en estas condiciones:  trabajamos porque no nos queda otra opción y no importa que huyamos a zonas rurales o pretendamos vivir al margen, las relaciones mercantiles rigen hoy la cotidianeidad de nuestras vidas.

A pesar de este sombrío panorama, no todo es normalidad capitalista: ayer y hoy, con avances y retrocesos, aciertos y errores, ha existido y persiste una lucha contra esta dominación y el "sentido común" que se nos ha impuesto. Un rechazo que nos reencuentra con nuestra fuerza colectiva, que a veces sacude ciudades y gobiernos y a veces se muestra en pequeños gestos, pero que a la vez urge mantener vivo, porque sólo desde este rechazo generalizado y expandido contra lo que nos somete y el deseo profundo de otra cosa podemos encarnar la superación de este momento histórico.

No creemos que solamente nuestro rol de portadores de fuerza de trabajo explotable (o de reserva) encarne un rol que puede dar lugar a la revolución social; creemos que, desde la comunidad humana organizada en contradicción a la comunidad del capital, podremos superar y anular esta realidad . Sabemos que somos más que bestias destinadas a mover la desquiciada maquinaria capitalista y tenemos toda la confianza en las capacidades creadoras y realizadoras de la humanidad.