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lunes, 9 de enero de 2023

Declaración del anarquista Alfredo Cospito

5/12/22 (por videoconferencia ante la Corte de Apelación de Torino)

Leo únicamente cuatro letras. Antes de desaparecer definitivamente en el olvido del régimen 41 bis dejadme decir unas pocas cosas y luego callaré para siempre.

La magistratura de la republica italiana ha decidido que,(siendo) demasiado subversivo, no puedo tener la posibilidad de ver las estrellas, (de) la libertad, se ha optado por el ergastolo ostativo, que no dudo que me aplicareis, con la absurda acusación de haber cometido una «masacre política» por dos atentados demostrativos (cometidos) en plena noche, en lugares desiertos, que no debían ni podían herir o matar a nadie. No satisfechos (con esto), se ha decidido, visto que desde la cárcel continuaba escribiendo y colaborando con publicaciones anarquistas, taparme la boca con la mordaza medieval del 41 bis, condenandome a un limbo sin fin en espera de la muerte. Yo no estoy por la labor y no me rindo, y continuaré mi huelga de hambre por la abolición del 41 bis y el ergastolo ostativo hasta mi último aliento, para dar a conocer al mundo estas dos abominaciones represivas de este país.

En este régimen estamos 750 (personas) y por esto también me bato. Junto a mí (están) mis hermanos y hermanas anarquistas y revolucionari@s.

Estoy acostumbrado a la censura y las cortinas de humo de los medios, que tienen como único objetivo mostrar como un/a monstruo a cualquier opositor/a radical y revolucionari@.

Abolición del régimen 41 bis.

Abolición del ergastolo ostativo.

Solidaridad a tod@s l@s pres@s anarquistas, comunistas y revolucionari@s del mundo.

Siempre por la anarquía.

 * * * * *

Para una información actualizada, recomendamos la web lucharcontrael41bis.noblogs.org


Ver también:

“Hasta mi último suspiro” 80 días de huelga de hambre del preso Alfredo Cospito contra el aislamiento y la cadena perpetua
0?/01/2023, Todo por hacer

El superdemocrático Estado burgués italiano, con la «Constitución más bella del mundo», no tiene ningún problema en dejar que se pudran en la cárcel quienes se rebelan contra su orden establecido. Un ejemplo de ello es el caso de los anarquistas Alfredo Cospito y Anna Beniamino [a pesar de no coincidir con las cuestiones de fondo compartimos dicho artículo por su solidaridad y por poner en contexto la situación represiva italiana]
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
30/12/2022

jueves, 30 de junio de 2022

Informe sobre las luchas globales contra el encarecimiento de la vida

por Chicago86
junio de 2022, Italia

La temperatura social sube y con ella las huelgas y los disturbios.

Como se anticipó en el artículo "Toque de queda en Sri Lanka y Perú", la situación social, ya de por sí crítica debido a la Covid que ha provocado cuellos de botella en la cadena de suministro, está empeorando drásticamente debido a la guerra en Ucrania.

Túnez se suma a la lista de países en estado de agitación. El jueves 16 de junio, Túnez vivió una huelga general de todo el sector público (que incluye también puertos y aeropuertos), organizada por el mayor sindicato del país, la UGTT (Unión General Tunecina del Trabajo), contra los bajos salarios y el recorte de algunas subvenciones. La movilización contra la pérdida de poder adquisitivo de los salarios implicó a unos tres millones de trabajadores.

En Ecuador, las protestas, iniciadas el pasado 13 de junio y provocadas por la creciente miseria, fueron promovidas por la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE) y pronto se convirtieron en una revuelta masiva contra el sistema, con daños en edificios públicos, cortes de tráfico y enfrentamientos con la policía; hubo cientos de heridos y detenidos, y al menos cuatro muertos. La chispa que provocó el incendio social fueron los altos precios de los combustibles, pero hay muchos otros temas en juego, como la concesión de minas en territorios indígenas y la renegociación de las deudas contraídas por los agricultores con los bancos. En el punto de mira de los manifestantes está el gobierno de Guillermo Lasso, considerado incompetente y corrupto, que ha declarado el estado de excepción en seis provincias, incluida la capital. Quito es el epicentro de la sublevación a la que se han unido ahora diversos sectores sociales, desde los sindicatos hasta el mundo estudiantil, en un #ParoNacional generalizado e indefinido. El viernes 24 de junio, los manifestantes intentaron asaltar el Parlamento, pero fueron repelidos por la policía, que disparó botes de gas lacrimógeno y balas reales. La Iglesia, como siempre, intenta mediar para que las partes dialoguen.

En Europa, el 9 de junio tuvo lugar la primera huelga de estibadores alemanes, organizada por el sindicato, para reclamar un aumento (1,20 euros más por hora) de los salarios erosionados por la inflación. Los trabajadores portuarios de Alemania son 12.000, pero tienen en sus manos una poderosa arma, ya que, al igual que los transportistas por carretera (véanse las huelgas en Corea del Sur), pueden bloquear, o al menos ralentizar, la cadena logística mundial. Para presionar a la otra parte, el sindicato de servicios alemán ha convocado otra huelga para el jueves 23 de junio en los puertos de Hamburgo, Emden, Bremerhaven, Bremen, Brake y Wilhelmshaven.

En la capital belga, 70.000 trabajadores se manifestaron el lunes 20 de junio exigiendo la intervención del gobierno para hacer frente al fuerte aumento del coste de la vida. El aeropuerto de Bruselas se vio muy afectado por la huelga nacional, y cientos de vuelos fueron cancelados. Están previstas nuevas huelgas contra Ryanair y otras aerolíneas de bajo coste, no sólo en Bélgica, para el fin de semana.

En Inglaterra ha comenzado la mayor huelga de transporte de los últimos treinta años. Afecta a unos 40.000 trabajadores, entre ellos maquinistas, limpiadores y trabajadores de mantenimiento de trenes, y a unos 10.000 trabajadores del metro de Londres. Una vez más, la protesta es contra los efectos de la inflación, contra los despidos de las empresas ferroviarias privadas británicas y para exigir más seguridad laboral. Los trabajadores exigen grandes aumentos salariales. Organizada por el sindicato RMT (Rail Maritime and Transport Workers), la segunda jornada de huelga, el 23 de junio, alcanzó una participación del 80% de los trabajadores. El tira y afloja entre los sindicatos y la empresa (estatal) Network Rail junto con las empresas privadas del sector continúa con una nueva huelga prevista para hoy, sábado 25 de junio.

En Italia, los burócratas sindicales dan la voz de alarma. Para Maurizio Landini, líder de la CGIL, la situación social es explosiva (según los últimos datos publicados por el Istat, en 2021 habrá 5,6 millones de personas en situación de pobreza absoluta, y miles de trabajadores serán despedidos o estarán en riesgo de despido). Por mucho que se esfuercen en mantener la paz social, los bomberos sociales son conscientes de que la situación puede escapárseles de las manos, como demuestran las continuas revueltas en diversas partes del mundo. Lo confirma también el presidente de la CEI, la Conferencia Episcopal Italiana, que recientemente declaró a la prensa que "será un octubre caliente, las crisis pueden volverse peligrosas".

Los izquierdistas, por su parte, dicen que hay que reconstruir un bloque social de referencia, una identidad de clase, para poder empezar a luchar. Como buenos idealistas, con una visión invertida de la realidad que se apoya en la cabeza (ideas) y no en los pies (materia), no se dan cuenta que se avecina un tsunami que arrollará a todos, más allá de la conciencia que los hombres individuales tienen de sí mismos y de la época en que viven.

La lucha de clases es así, no es educada, no pide permiso antes de entrar. Hace saltar por los aires la rutina diaria, los cálculos políticos mezquinos, y suscita la solidaridad entre los explotados. Más vale estar preparados entonces, tal vez desde ahora para deshacerse del lastre político e ideológico que nos mantiene aplastados a lo existente, es decir, el gradualismo, el enfoque sindicalista y las múltiples formas de reformismo, incluidas las que se revisten de antagonismo.


Original: https://www.chicago86.org/lotte-in-corso/internazionale/1399-report-sulle-lotte-globali-contro-il-carovita (traducción tomada de facebook)

viernes, 17 de diciembre de 2021

[Italia] Trento: Contra el Pase Verde, contra el Estado y su emergencia. Bloqueemos todo

15/10/2021

El pase verde es una medida que no tiene nada que ver con la salud: es un instrumento más de una política liberticida de chantaje y control tecnológico, que alimenta las divisiones y la guerra entre los pobres.

Esta epidemia, como otras que pueden venir, es producto del capitalismo y de la globalización, de la ganadería intensiva, de la devastación industrial y de las guerras estatales emprendidas para expropiar tierras en nombre del progreso tecnológico.

La propagación del contagio no puede ser derrotada mediante la aceptación de una medida coercitiva. No nos dejemos engañar por la odiosa guerra entre vacunados y no vacunados, tras la cual el Estado esconde sus responsabilidades. Rechacemos esta falsa oposición: la dicotomía es entre explotados y explotadores; el pase verde obligatorio es un ataque de clase, una nueva arma de chantaje y división en manos de la patronal, que nos afecta a todos, más allá de las decisiones de cada uno.

Desde las muertes en Bérgamo entre las fábricas de Valseriana hasta el nuevo PNRR introducido por el gobierno de Draghi, está claro que la prioridad no es la salud, sino un fortalecimiento del sistema de explotación y empobrecimiento en la onda de un Estado de Emergencia.

Ante el tipo de mundo que nos están montando, los llamamientos al respeto de la Constitución son vanos. El pase verde es una expresión de un mundo de algoritmos y eficiencia informática que está declarando la guerra al propio ser humano, un modelo que ha llegado para quedarse. No será mientras los tecnócratas, los militares y los capitalistas estén juntos en el poder cuando las leyes y los tribunales dejen de ser herramientas de la clase dominante. La clase que llevó a cabo las masacres en las cárceles de 2020 cuando los presos levantaron la cabeza; la clase que recortó la financiación de la sanidad pública provocando la muerte de miles de personas; la clase que llenó las calles de militares y mantuvo las fábricas abiertas mientras la gente moría de Covid. Estos no son los daños colaterales de un gobierno "equivocado", sino los productos dentro de la estructura del Estado.

La única manera de resistir es autoorganizarse y luchar, conscientes de que no saldremos de la Emergencia mientras sigamos obedeciendo.

Detener un año y siete meses de obligaciones e intimidaciones del Estado y de Confindustria es posible.

La determinación de los trabajadores portuarios de Trieste y Génova es el ejemplo más claro de ello, en solidaridad con la situación actual: bloquear la producción y los flujos hasta que se levante la obligación del pase verde para todos los trabajadores de todas las categorías, sin concesiones.

EL PASE VERDE ES SÓLO LA PUNTA DEL ICEBERG DE UN SISTEMA EXPLOTADOR QUE QUIERE HACERNOS CADA VEZ MÁS COMO MÁQUINAS.

RESISTAMOS ESTA IMPOSICIÓN.

ORGANICEMOS EN LOS CENTROS DE TRABAJO, EN LAS ESCUELAS, EN LOS LUGARES DONDE VIVIMOS.

Asamblea celebrada tras la huelga general del 11 de octubre, Trento

Fuente: https://ilrovescio.info/2021/10/15/trento-contro-il-green-pass-contro-lo-stato-e-le-sue-emergenze-blocchiamo-tutto

[Italia] Nada volverá a ser lo mismo para vos

14/10/2021

"Quiero destacar que en todos los casos más graves, las instituciones se han mostrado unidas: magistrados, prefectos, cuestores y todas las fuerzas del orden han intervenido sin vacilar, haciendo que el rostro del Estado sea aún más decidido ante los actos delictivos que se estaban produciendo". Las palabras con las que el ex ministro de Justicia, Alfonso Bonafede, reivindicó en el Parlamento la masacre en las cárceles italianas en marzo de 2020 pueden aplicarse, de hecho, a todo lo ocurrido en los últimos dos años.

Millones de personas pudieron ver por fin la verdadera cara del Estado. Primero nos encerraron en nuestras casas durante tres meses, luego llegó el turno del toque de queda nocturno, de los cierres regionalizados, del llamado semienclavamiento (cuando podíamos salir de nuestras casas, sí, pero sólo para ir a trabajar). Finalmente, llegamos al ansiado "reinicio".

La recuperación económica, cueste lo que cueste, no es ciertamente un "retorno" de la libertad y la felicidad de los individuos, sino la exigencia de una abnegación total a las necesidades del mercado. Hay un hilo rojo que une episodios dramáticos como la masacre de Mottarone, las seis muertes diarias en el trabajo, los ataques a los porteadores en huelga y la imposición del pase verde a todos los trabajadores: este hilo rojo se llama reinicio de la economía capitalista. Lo único que les interesa es que la economía no se paralice de nuevo, que no haya brotes en las empresas. La máquina no debe detenerse de nuevo, sino que se cortan los frenos. La máquina no debe frenar, sino que nos atropellará.

Estos son los mismos grandes señores de la Confindustria (Confederación de la Industria Italiana) que en febrero de 2020 presionaron para mantener las fábricas abiertas, que restaron importancia a la gravedad del virus, que junto con los alcaldes democráticos de Milán y Bérgamo dijeron que no podíamos parar. Los mismos que ahora quieren imponer el pase verde. ¿Qué dignidad tienen estos señores para llamarnos irresponsables, para decirnos que somos los "negacionistas"?

El pase verde no tiene nada que ver con la crisis sanitaria. De hecho, tampoco tiene nada que ver con las vacunas (pensemos lo que pensemos de ellas). No es cierto que el pase verde sirva para forzar a la población hacia la campaña de vacunación. Es exactamente lo contrario: es un pretexto para obligarnos a descargar el pase verde. El objetivo mal disimulado del gobierno es aprovechar la pandemia para dar un giro autoritario sin precedentes.

En los últimos años, la patronal lo ha conseguido todo: ha seguido produciendo, exigiendo que nos quedemos en casa cuando no teníamos que ir a trabajar para ellos; ha conseguido la liberación de los despidos, imponiendo como jefe de gobierno a Mario Draghi, ya malvado burócrata del BCE y masacrador de Grecia; nos está matando de hambre con las subidas de las facturas y de los combustibles, una forma indirecta de recortar nuestros salarios. Ante esta crisis estructural, la única respuesta que puede dar el Estado es endurecer la represión y reforzar el control social.

Para eso está el pase verde.

El pase verde no es una medida temporal: en sus planes, es un instrumento de control que permanecerá. Frente a este odioso aparato, no podemos permitirnos compromisos ni puntos intermedios. El problema no es obtener un pase verde preservando nuestra supuesta "libertad de elección". Esta infame herramienta de control debe ser saboteada por todos los medios.

Respondemos a este endurecimiento de la represión endureciendo la lucha. Mucha gente lo ha entendido, saliendo a la calle sin dirigentes ni burócratas que colaboren con el régimen. No sabemos cómo terminará esta lucha, pero sí sabemos que para millones de personas explotadas lo que ha ocurrido en los últimos dos años ha sido una especie de pérdida de inocencia. Muchos han visto la verdadera cara del Estado. Son los propios analistas del régimen los que se preocupan por la pérdida de confianza en las instituciones, la política, la policía y los sindicatos. Que este foso se vuelva insalvable, que sean ellos los que se sientan asediados desde hoy. Que la desconfianza se convierta en conflicto.

Al principio de la emergencia nos dijeron que "nada volverá a ser lo mismo". Eso es lo único en lo que no nos mintieron: para ustedes, los jefes y gobernantes, nada volverá a ser igual. No reclamamos derechos, ardemos con la anarquía.

NOS VEMOS EN LAS CALLES

Fuente: https://malacoda.noblogs.org/post/2021/10/14/niente-sara-piu-come-prima-per-voi

domingo, 21 de noviembre de 2021

[Italia] Conspiración y lucha social

Wu Ming, 7 de noviembre de 2021 

La siguiente entrevista se basó en las preguntas enviadas por Federica Matteoni, de la revista alemana Jungle World, durante la primera semana de octubre de 2021. La presente versión fue revisada y ampliada por los autores a principios de noviembre para su publicación en Ill Will: illwill.com/conspiracy-and-social-struggle

Traducción completa en PDF aquí.

Algunos extractos a modo de presentación:

Desde la primavera de 2020, advertimos que la ira social estaba creciendo y que explotaría una vez que el miedo al virus se calmara. Dijimos que la falta de crítica a la emergencia pandémica convertiría las próximas e inevitables protestas en algo muy confuso y ambiguo, algo explotable por la extrema derecha y diversas subculturas conspirativas. Criticamos duramente a la mayoría de la izquierda de base por expresar una visión "virocéntrica", es decir, por centrar cualquier conversación exclusivamente en el virus y el riesgo de infección, mientras que decían muy poco sobre el gobierno que gestiona la pandemia de forma irracional, injusta, hipócrita e incluso criminal.

*

En los últimos veinte meses, muchos "radicales" -que a veces sonaban y parecían incluso más asustados que el italiano medio, con la única diferencia de que los "radicales" llamaban "altruismo" a su miedo a morir- renunciaron a criticar cualquier decisión tomada por el gobierno. Sólo hablaban del virus. El virus, el virus, el virus. Por eso ahora son incapaces de criticar el pase verde. De hecho, muchos de ellos lo defienden, adoptando exactamente la misma posición que Confindustria, Draghi y toda la clase dirigente.

*

Ante las protestas callejeras contra el pase -pero que en realidad se dirigen contra toda la gestión de la pandemia por parte de los dos últimos gobiernos-, la corriente principal neoliberal recurrió inmediatamente a la reductio ad Hitlerum, y cierta izquierda, incluso declaradamente radical, siguió su ejemplo al instante. A fin de cuentas, es un patrón perfectamente tradicional: la operación retórica de comparar potencialmente cualquier cosa con el nazismo y potencialmente cualquier persona con los nazis -y más generalmente de utilizar los términos "fascismo" y "fascistas" indiscriminadamente- se remonta al Komintern de los años 30 y al Kominform de los años 40. Los estalinistas calificaron a los trotskistas de "trotsko-nazis", a los socialdemócratas de "social-fascistas" y, más tarde, a los comunistas yugoslavos de "tito-fascistas". Todos hemos oído a los camaradas comparar más o menos a cualquier político desagradable con Hitler, llamar "fascismo" a cualquier tendencia desagradable y utilizar "fascista" como insulto genérico. Como consecuencia, el concepto se trivializó y se volvió cada vez más vago. En esta primera fase pospandémica, esta reductio ad Hitlerum juega de hecho a favor de los neofascistas, al exagerar su papel. En muchos mítines antipandémicos, los fascistas están ausentes o son irrelevantes, en otros están presentes y obviamente intentan hacer sus sucias maniobras. Quizá sólo en Roma tengan alguna influencia destacable; en cualquier caso, la movilización en torno a estos temas es salvaje y desafía cualquier parámetro interpretativo. Hasta ahora, ninguna fuerza política ha conseguido asegurarse una verdadera hegemonía.

*

Los compañeros que, en medio de mil dificultades, están interviniendo en las movilizaciones del “No Pass” no partieron de una lectura apriorística, no pensaron en resolverlo todo con frasecitas en Twitter: empezaron a hacer trabajo político en esa situación, persiguiendo la contradicción en lugar de esquivarla. Lo que intentan esos compañeros es trabajar el "biconceptualismo" de la gente que protesta. Varias cosas les unen a nosotros: la idea de que el sistema apesta, que las narrativas dominantes son engañosas, que los costes de la pandemia los están pagando los menos poderosos de entre nosotros, etc. Otras cosas les separan de nosotros: las pseudoexplicaciones que aceptan para todo esto, las conclusiones reaccionarias a las que a menudo llegan, los chivos expiatorios y los personajes imaginarios a los que recurren (la cábala, los reptilianos, etc.). Tenemos que encontrar una manera de hablar a la intersección entre ellos y nosotros, a la "mitad" de su mentalidad que está más cerca de la nuestra. Todo lo demás fluye a partir de ahí. Es como el Tai Chi Chuan: sólo puedes ejecutar las "formas", las largas y complejas secuencias de movimientos, si tu postura es firme.

viernes, 22 de octubre de 2021

[Italia] ¿Pasaporte de salud?

Pippo Gurrieri,
Traducción automática A-infos
Texto original en italiano http://www.sicilialibertaria.it/2021/10/08/passaporto-sanitario

La idea del pasaporte nos remite a fronteras, controles, comisarías, burocracias,  rechazos, prohibiciones, discriminaciones. Los anarquistas consideramos todo esto inaceptable en principio y lo combatimos, considerándolo fruto de la lógica autoritaria y policial de los estados, de su patriotismo vulgar que en la historia sólo ha producido guerras y violencia.  Ahora el Estado italiano está intentando imponer otro pasaporte: el sanitario. Ya existía la tarjeta sanitaria, que se había convertido en una especie de passe partout indispensable de los servicios médicos a la compra de cigarrillos, pero evidentemente no era suficiente.

El pasaporte sanitario, o green pass, porque con los inglesismos se disfraza mejor la sustancia de las palabras, no tiene nada de salud, es el resultado de una operación exquisitamente política para imponer la vacunación contra el covid a quienes no quieran hacerlo, y para extender el estado de emergencia a nivel individual y masivo; nuestro país es un laboratorio en el que la gente intenta acostumbrarse a someterse al control digital (también delegado a los responsables de los lugares públicos, llamados a ser policías o confidentes y espías) en lo más hondo de la vida cotidiana. La obligatoriedad que debe entrar en vigor a partir del 15 de octubre, apoyada por Confindustria, es también un arma puesta en manos de los patrones para discriminar y sacar de la producción a los más rebeldes, disidentes y acérrimos. Una perfecta armonía entre gobierno y jefes.

Este pasaporte no tiene nada de sanitario, porque, paradójicamente, una persona no vacunada que ingresa a un lugar público, sometida a un hisopo el día anterior, ofrece más garantías de no contagiar que una persona con un pase verde durante unos meses, lo que podría ser infectados e infectados (quizás levemente, como nos dicen). No tiene nada que ver con la salud porque luego deberían explicarnos por qué hay universidades donde, a pesar del green pass obligatorio para todos, las lecciones se continúan a distancia. Y por qué las masas están exentas de ello; solo para dar algunos ejemplos.

En el extranjero, donde esta medida es casi inexistente, a excepción de Francia, han sido más explícitos en su interpretación de la situación italiana: el diario madrileño El País del 16 de septiembre titulaba: «Italia se convierte en el primer paìs occidental en imponer la vacunaciòn a todos los trabajadores». Sin demasiadas palabras e hipocresía, el pasaporte sanitario se lee como la imposición de la vacunación obligatoria. El gobierno no quiere imponer la vacuna obligatoria (teniendo que asumir la responsabilidad de las consecuencias sobre la salud de los vacunados), y la mafia elude el problema imponiendo el pase verde, bajo pena de sanciones, suspensiones, pérdida de salario, limitaciones a vida social.

Está claro que los dos temas, las vacunas y el pase verde, están vinculados, pero si el primero se sustenta en la libertad de elección, el segundo se vuelve 100% inaceptable: un instrumento de mero control social que perjudica no tanto a la libertad burguesa, como a alguien. todavía insiste en declarar la libertad tout court del pueblo. A través del chantaje, las personas se ven obligadas a ponerse «en buena posición» como un paso de pseudo-emergencia al que seguirán otros pasos cada vez más estrictos: reconocimiento facial, caza del engrasador, recompensa de los más obedientes; elementos típicos de un estado policial. Todo esto no es un fin en sí mismo, sino preparatorio para el gobierno de las crisis en los próximos años, que verá nuevos y más duros ataques a las condiciones de las clases media y trabajadora para favorecer a multinacionales, grupos financieros y castas políticas y militares.

No se dé cuenta de esto; o peor aún, caer en la trampa de que estas medidas se toman para proteger la salud de las personas es realmente un asunto serio. Igual de serio es dejar que sirvientes turbios del sistema como Salvini, Meloni y el montón de sinvergüenzas que zumban a su alrededor exploten estos argumentos, o la audiencia de teóricos de la conspiración que ocupan el escenario social, con tonterías como la dictadura de la salud: es la modo de producción capitalista, es la dictadura del capital, para ser acusado.

Estamos ante un paso crucial en el matrimonio entre Estado, Capital y alta tecnología, la realización del sueño despótico de toda autoridad: tener el control total de los subordinados, a cualquier precio y por cualquier medio. Una historia que caracteriza la historia de la humanidad y el esfuerzo de los oprimidos por liberarse de explotadores de todo tipo. En este contexto, nuestro lugar siempre ha estado del lado de los oprimidos, contra Estados, Dioses, Maestros y sus dictaduras más o menos disfrazadas. Y hoy es para apoyar a quienes se oponen a esta deriva totalitaria, que nos afecta a todos.

jueves, 21 de octubre de 2021

[Italia] ¡Contra el pasaporte Covid obligatorio para todos los trabajadores!

Partido Comunista Internacional (El Proletario)
13 de octubre de 2021

Desde hace algún tiempo, las organizaciones de extrema derecha, entre las que se encuentra "Forza Nuova", una conocida formación fascista, se están movilizando, tratando de ponerse a la cabeza del heterogéneo movimiento unido por la oposición a las medidas restrictivas con las que el gobierno ha caracterizado, en un breve periodo de tiempo, su "lucha contra el Covid-19", que finalmente se ha centrado en la vasta campaña de vacunación formalmente "no obligatoria", pero de hecho impuesta a todos los niveles, como ha demostrado ampliamente la introducción del pasaporte Covid.

Estas medidas han previsto sanciones cada vez más duras contra quienes no se vacunen, empezando por los médicos y las enfermeras, siguiendo por el personal escolar y los estudiantes, y finalmente, con el último decreto, la suspensión de los salarios de todos los trabajadores que no tengan el pasaporte Covid, obligatorio desde el 15 de octubre para acceder al trabajo, actualmente hasta el 31 de diciembre de 2021, día en que expira el estado de emergencia decretado por el Gobierno. Es una multa vejatoria contra los trabajadores que no se vacunan, no porque tengan miedo a la inyección, no porque sean no-vax por principio, sino porque expresan con esta negativa una profunda desconfianza en la gestión de la pandemia y de la sanidad por parte del gobierno, en un sistema de imposición dictado por los intereses económicos de las grandes multinacionales químico-farmacéuticas y porque perciben en estas medidas un mayor control social por parte de la clase dominante.

Los trabajadores en Italia, según las estadísticas que incluyen tanto a los asalariados como a los autónomos (es decir, los números de IVA) son unos 23 millones. De ellos, más de 5 millones y medio (datos de las estadísticas oficiales publicadas el 8 de octubre), no han sido vacunados. La presión del Gobierno para que el 80% de la población estuviera vacunada antes de septiembre (resultado que no se ha conseguido) y el 100% de la población vacunada (como se acordó en 2014 con las instituciones internacionales) antes de final de año, ante la amplia oposición de gran parte de la población a la vacunación, se ha dotado de un medio de chantaje adicional consistente en la suspensión de los salarios de todos los trabajadores que no quisieran vacunarse. Vincular esta medida a la congelación simultánea de los despidos de estos trabajadores es una pista falsa con la que se pretende engañar a los trabajadores por enésima vez: ¡es la zanahoria prometida tras el fuerte varapalo!

En varias ciudades, y especialmente en Roma y Milán, varios miles de personas salieron a la calle el sábado 9 de octubre para manifestarse contra el pasaporte Covid.

Lo que causó revuelo ese día fue el asalto a la sede nacional de la CGIL en Roma por un grupo de militantes de "Forza Nuova" apoyados por unos mil manifestantes. Enseguida quedó claro que este asalto había sido organizado, al igual que una iniciativa similar dirigida al Palazzo Chigi, el edificio del gobierno. Mientras que los pocos policías que había a la entrada de la sede de la CGIL fueron superados con facilidad y las oficinas internas de la CGIL quedaron destrozadas, el Palazzo Chigi estaba algo mejor vigilado y los manifestantes no pudieron entrar.

Por supuesto, todas las fuerzas democráticas en el gobierno gritaron "no a la violencia, venga de donde venga"; hubo quienes advirtieron contra el fascismo que asoma la cabeza, quienes equipararon la violencia fascista con la de los manifestantes del no-TVA y el no-VAX, y quienes intentaron establecer un paralelismo entre los manifestantes de la derecha en Roma que gritaron "no gren pass" y los manifestantes dirigidos por los sindicatos de base que gritaron "sindicatos servidores de la patronal". También hubo invectivas contra el gobierno y el Ministro del Interior en particular por no haber previsto los disturbios, dado que en la plaza de Roma había militantes de Forza Nuova y sus dirigentes que eran bien conocidos por la policía.

En respuesta a la violencia de las medidas gubernamentales resumidas en el "pasaporte Covid", la multitud pequeñoburguesa, llena de ira e impulsada por un malestar generalizado, interesada en involucrar al proletariado en sus protestas, se dirigió a golpear los símbolos que representaban esa violencia: el edificio del gobierno y el principal sindicato italiano, aprovechando la imposición del pasaporte Covid también para todos los trabajadores.

¿Por qué atacar la sede nacional de la CGIL en Roma? La CGIL, junto con los otros sindicatos CISL y UIL, se ha puesto inmediatamente del lado del gobierno en la campaña de vacunas y en el establecimiento del pasaporte Covid, comparte las mismas motivaciones de Confindustria y del Gobierno en la campaña de vacunas, porque comparte plenamente el objetivo de la recuperación económica y el reinicio de la máquina del beneficio capitalista, no ha organizado ninguna huelga contra la suspensión de los salarios de los no vacunados, exigiendo en cambio un pacto con el gobierno y tampones gratuitos para los trabajadores no vacunados. Los sindicatos han sido totalmente coherentes en su labor colaboracionista y antiobrera, que vienen realizando desde la Segunda Guerra Mundial, reduciéndose a matones con mono de trabajo al servicio de los capitalistas y del poder burgués. Los sindicatos de base tienen toda la razón al llamarlos siervos de la patronal; al mismo tiempo, la extrema derecha tiene fácil señalar al triple sindicato como corresponsable de la imposición del pasaporte Covid en general, pero, al apuntar su violencia en particular al sindicato más importante, la CGIL, pretende amenazar de antemano al proletariado si quiere reaccionar con independencia de los sindicatos colaboracionistas en sus acciones de lucha y huelga. En realidad, el ataque a la CGIL no está motivado por el hecho de que sea un sindicato "de clase", como lo fue la CGL de 1921-22, que organizó al proletariado italiano en el terreno de la lucha de clases, haciéndolo permeable a la influencia del partido comunista revolucionario en la lucha por la revolución, sino que es un sindicato colaboracionista que se baja demasiado los pantalones y no defiende la "libertad de elección" de los ciudadanos, ya sean obreros, patronos o terratenientes.

Evidentemente, las fuerzas parlamentarias de izquierda y centro han lanzado sus gritos contra el "fascismo", contra el "escuadrismo", alabando la democracia y la Constitución, convirtiéndose así, por enésima vez, en altavoz de los intereses de la conservación social. Pero las mismas fuerzas parlamentarias de la derecha, la Liga y los Fratelli d'Italia en particular, se sienten obligadas a "hacer de toda la hierba un fardo", es decir, a declarar estar en contra de "toda" la violencia "que provenga de "cuatro imbéciles" y de "unos cuantos delincuentes" (Salvini), o de "los delincuentes que utilizan cualquier pretexto para ejercer una violencia grave e inaceptable" (Meloni), o de los anarquistas insurrectos o del No-Tav. El estribillo habitual "contra toda violencia" -pero no la del Estado, que en cambio debe considerarse legítima e incuestionable- es cantado de vez en cuando por cada grupo de políticos cobijados bajo las grandes alas del Estado del que dependen sus privilegios de casta, salvo para agitar las tinieblas y obtener un excedente de beneficios y medios de presión para fines privados.

Los proletarios no deben dejarse engañar por el clamor de un "antifascismo" destinado a apretar aún más las cadenas del trabajo asalariado a las exigencias cada vez más apremiantes de la ganancia capitalista; no deben dejarse engañar por los cánticos de pacifismo y de colaboración interclasista cuando la clase dominante, a través del Estado y de todas las fuerzas políticas, económicas y sociales en su defensa, muestra constantemente su desprecio por la vida de los trabajadores asalariados: la demostración más llamativa son los accidentes y muertes en el trabajo por la sistemática y perenne falta de medidas de seguridad; sólo en los ocho primeros meses de 2021, según el Inail, se registraron 349 accidentes.449 (+8,5% respecto al mismo periodo de 2020) con nada menos que 772 casos mortales, es decir, ¡¡¡3 muertes al día!!!, y no de Covid-19, sino de explotación del trabajo asalariado.

Desde el principio de la pandemia quedó claro que la acción del gobierno burgués -en todos los países- trataba, por un lado, de amortiguar de alguna manera una situación que se agravaba de mes en mes y a la que se enfrentaba de forma caótica y contradictoria, y por otro, de adoptar rápidamente medidas para salvar la economía nacional y su capacidad de afrontar, si no vencer, la competencia de las economías de otros países. Para defender los intereses de la economía nacional, sumida en una crisis más profunda por la pandemia, el gobierno -que no es sorprendente que equipare la situación con una situación de "guerra"- tuvo que doblegar al proletariado a las necesidades inmediatas del capitalismo nacional. Los capitalistas sabían perfectamente que la crisis económica, que también se había agravado socialmente como consecuencia de la pandemia, podía empujar a las masas proletarias a la revuelta porque sus condiciones de vida y de trabajo, que ya se habían deteriorado considerablemente en la última década, se harían aún más duras. Los despidos, y por tanto el desempleo, aumentan, al igual que la inseguridad laboral, el trabajo mal pagado y el trabajo no declarado. Y a pesar de la paralización de muchas actividades como consecuencia de la "lucha contra la propagación de la infección por el coronavirus" y del cierre de un gran número de empresas, otras siguieron trabajando a pleno rendimiento, sometiendo a sus trabajadores a ritmos de trabajo y riesgos cada vez más severos.

La crisis económica -aparte de la tan cacareada "recuperación" de los últimos trimestres- también ha arruinado a una parte nada despreciable de la pequeña burguesía, en los sectores clásicos en los que desarrollan sus actividades (restauración, deporte, turismo, espectáculos, conciertos, pequeña distribución), sectores que inexorablemente han recibido un varapalo. Y, como suele ocurrir, son estos estratos sociales los que, a través de los partidos que manifiestan su descontento, son los primeros en expresar su enfado por su propia ruina social. Cólera que les une y les empuja a salir a la calle; cólera que se extiende también a algunas capas proletarias que, al no encontrar cauces de clase en los que canalizarla, se unen a la pequeña burguesía que, a menudo, es también su "patronal". Por otro lado, es la propia pequeña burguesía la que trata de involucrar al proletariado en su protesta porque necesita reforzarla y mostrar que es "el pueblo" el que se manifiesta y pide al gobierno y a los poderes económicos que le salven de la ruina.

Pero el proletariado, como asalariado, como trabajador no cualificado, cuya vida está a merced de un mercado en el que las desgracias van todas a parar a las clases trabajadoras y los beneficios y privilegios a las clases ricas y adineradas, no tiene ningún interés que compartir con los pequeños burgueses, y mucho menos con los grandes burgueses. Sus intereses inmediatos, y sobre todo históricos, como clase productora de la riqueza general de la que se apropia exclusivamente la clase burguesa dominante, responden a un antagonismo social que no han inventado, pero que es generado por el modo de producción capitalista y que es explotado política y socialmente por la clase dominante para aplastar al proletariado en una sumisión perpetua a las exigencias del beneficio capitalista. La clase burguesa dominante tiene tanto el poder económico como el político, representado por el Estado, y por tanto el poder social; poderes que utiliza para defender exclusivamente sus propios intereses de clase contra los intereses de la clase obrera. De esta manera la lucha antagónica es sistemáticamente librada por la clase burguesa contra la clase proletaria, y estas últimas medidas lo demuestran por enésima vez. Para que la lucha antagónica del proletariado tenga la fuerza de responder en el mismo terreno y con los mismos medios violentos que la clase dominante burguesa, debe contar con la organización de clase independiente del proletariado, que aún está por reconstruir, pero que surgirá inevitablemente de la resistencia que los proletarios logren oponer a la presión y represión burguesa progresiva. Una lucha en la que los proletarios tendrán que luchar contra la competencia alimentada a propósito entre ellos por los capitalistas y las fuerzas de colaboración interclasista, separando los objetivos y los medios de la lucha de clases de los de las capas sociales pequeñoburguesas que influyen en el proletariado por su contigüidad social: capas sociales que, sin embargo, se rebelan contra "el sistema", contra la "política gubernamental" sólo cuando corren el riesgo de caer en la proletarización y perder su posición social y sus privilegios. Los proletarios que se dejan arrastrar a la rebelión pequeñoburguesa pierden no sólo su orientación de clase -la única gracias a la cual es posible defender sus intereses inmediatos- sino también la fuerza que potencialmente poseen precisamente por ser asalariados, por ser productores de riqueza general y, por tanto, de beneficio capitalista.

La democracia, el reformismo, la colaboración de clases, son armas políticas que la burguesía utiliza para mitigar un antagonismo social que el propio modo de producción capitalista genera constantemente -y que la burguesía reitera en cada acto y en cada actividad en todas las situaciones especialmente las más graves-; un antagonismo que puede potencialmente poner en movimiento a las masas proletarias especialmente cuando las condiciones de existencia y de trabajo se vuelven insoportables.

Es a este movimiento social al que teme la burguesía, al despertar del proletariado como clase asalariada, a que actúe reconociendo que el antagonista social no es el inmigrante ilegal, el parado que por desesperación prende fuego a los cubos de basura, o los proletarios del país señalado como "enemigo", sino que es la misma clase burguesa en casa que está dispuesta a utilizar cualquier medio, legal o ilegal, constitucional o anticonstitucional, para defender sus privilegios.

El autoritarismo que la burguesía expresa con el pretexto de la "lucha contra el Covid-19" es parte integrante de su dominio; el parlamentarismo y la democracia con que se reviste no son más que un manto que cubre la realidad de su dictadura de clase. La burguesía de los países de la civilización occidental no tiene el valor, al menos hasta ahora, de mostrar su verdadero rostro totalitario; y no tiene ningún interés en mostrarlo mientras el régimen democrático consiga paralizar a las masas proletarias. Utiliza el rostro democrático para seguir engañando a las masas proletarias, para desviar su lucha del terreno de la confrontación de clases al terreno que le es más favorable, el terreno democrático y parlamentario. Pero la crisis económica y social, anticipada por la crisis económica de sobreproducción que caracteriza cíclicamente todo el período histórico del imperialismo en el que estamos inmersos desde hace cien años, se acerca de nuevo a pasos agigantados; Por eso la burguesía tiende a acelerar sus maniobras para encauzar aún más al proletariado, aplastándolo bajo el peso de sus reivindicaciones económicas, políticas y sociales, intoxicándolo aún más con el veneno de una democracia que ya no tiene ningún papel social, pero que sigue teniendo un papel político para desviar, aislar, fragmentar y desmoralizar a la masa proletaria.

Así, las reacciones a un gobierno, como el de Draghi, que responde a una política de "unidad nacional" bajo la que vuelve a encauzar a las masas proletarias, pero que pone como prioridad, en la situación de crisis, la defensa del gran capital, expresan aún más, y con violencia, la ira de las capas pequeñoburguesas que se sienten abandonadas a su suerte. Las organizaciones de extrema derecha actúan en base a esta ira; siempre lo han hecho y lo seguirán haciendo. En realidad, desempeñan un doble papel: Por un lado, atraen la ira de las capas pequeñoburguesas, las organizan, dirigen sus manifestaciones, les hacen creer que el "enemigo del momento" son las llamadas "potencias fuertes", idealizan un "patriotismo" que las potencias fuertes nacionales no defenderían internacionalmente, están dispuestos a destrozar símbolos y vestigios de quienes consideran responsables de su ruina social; Por otro lado, representan el pretexto ideológico y político para que las organizaciones "democráticas" cimenten a las masas proletarias en la colaboración de clases con el pretexto del llamado "antifascismo", "antitotalitarismo". Ambos trabajan para consolidar la conservación social, ambos aspiran a una sociedad en la que todas las clases sociales satisfagan "sus" aspiraciones, ambos defienden el capitalismo nacional frente a la competencia extranjera, ambos utilizan la democracia para imponerse en la arena política como los campeones de la eficiencia económica, la destreza política, la "cohesión nacional", la defensa de las raíces históricas y culturales del país. Ambos compartieron la política que marcó y sigue marcando la victoria política del fascismo, a pesar de su derrota militar en la Segunda Guerra Mundial: la política de colaboración de clases.

Golpear los símbolos del autoritarismo característico de Draghi se ha convertido, por tanto, en el objetivo inmediato de muchos opositores. El pasaporte Covid es sin duda uno de estos símbolos. Pero hay opositores y opositoras. Los opositores pequeñoburgueses se alegran cuando los inmigrantes ilegales son encarcelados, deportados, reunidos en campos de concentración fuera de su vista, devueltos a los países de los que se embarcaron, quizás a Libia bajo las manos de torturadores, o no son rescatados en el mar donde se ahogan por miles. Lo importante es que todo esto ocurre lejos de sus ojos y de sus casas, pero si se acercan demasiado, las armas y las pistolas están siempre a mano. Pero se contentan con explotarlos peor que al ganado en los campos y talleres, bajo el chantaje de su "ilegalidad", obligándolos a vivir en tugurios, chabolas y en medio de la basura. Para ser libres de llevar su mezquina vida y explotar a su antojo la mano de obra negra y el trabajo mal pagado, a estas sanguijuelas no les gustan las imposiciones que ponen en peligro sus sucios negocios. Eluden al recaudador de impuestos mediante hábiles contables, pero el pasaporte Covid es difícil de sortear, por lo que intentan reforzar su protesta implicando a los proletarios. Es también contra esta implicación que los proletarios tienen que luchar.

El ejemplo de los estibadores de Trieste es emblemático: la Coordinación de trabajadores portuarios de Trieste (CLPT por sus siglas en italiano) ha declarado que hará huelga hasta el final, a partir del 15 de octubre, si no se levanta la obligación del pasaporte Covid no sólo para los trabajadores del puerto de Trieste, sino para todos los trabajadores. Es este enfoque decididamente clasista el que les ha hecho declarar que ni siquiera aceptarán los topes gratuitos prometidos por las empresas sólo para ellos con tal de ir a trabajar: ¡No estamos en venta! es el grito que une a todos los estibadores de Trieste, tanto a los que se han vacunado como a los que no han querido vacunarse.

Esto es lo que deben hacer los proletarios en todas las empresas, en todos los sectores, siguiendo el ejemplo de los estibadores de Trieste.

Veremos qué ocurre en Trieste el 15 de octubre: los estibadores han declarado que no se moverán ni un milímetro del bloqueo del puerto. ¿Qué va a hacer la policía, intervenir con la fuerza para liberar el acceso al puerto? Al parecer, muchos de los camioneros que tienen que llegar al puerto tampoco tienen el pasaporte Covid, sobre todo los que vienen del extranjero y se han vacunado con el Sputnik ruso, que no es aceptado por Italia. Es cierto que la tensión se ha acumulado en este último periodo y que el Gobierno se encuentra en una encrucijada: ¿Golpear a los estibadores de Trieste para evitar el bloqueo del puerto, que es uno de los más importantes de Italia, o renunciar a encontrar el habitual resquicio de la situación excepcional?

martes, 17 de marzo de 2020

A nuestros amigos de todo el mundo, desde el centro de la crisis de Covid-19

pubnlicado por DINAMOpress
15 marzo 2020

Estamos viviendo tiempos difíciles, pero también nos estamos movilizando para no rendirnos y así preparar nuestro próximo ataque. Reflexiones, escenarios y reivindicaciones en medio del brote de Coronavirus

Hace doce días las escuelas y universidades fueron cerradas. Hace nueve días la región de Lombardía se convirtió en una extensa zona roja. Hace ocho días 30 cárceles fueron incendiadas. Hace siete días suspendimos las manifestaciones que iban a ser una ocasión para la huelga de las mujeres. Esa noche toda Italia fue declarada zona roja. Hace cincio días la mayoría de los comercios y actividades económicas cerraron.

Escribimos desde el ojo de la tormenta. Estamos viviendo una época difícil. Pero también nos estamos organizando para no rendirnos y preparar nuestro próximo ataque.
 
COVID-19 Y LA CONCIENCIA SOCIAL

En unos días se suspendieron las manifestaciones y las asambleas programadas, las reuniones comenzaron a efectuarse sólo en línea y actualmente estamos confinados a nuestras casas. Este virus tiene un rasgo específico, si comparado con otros riesgos que conscientemente, individual o colectivamente, tomamos en nuestra actividad política. Este virus puede convertir a todos en un riesgo para los demás y para la sociedad en general. Como muchos dicen en estos días, el principal riesgo del Covid-19 es que puede llevar al colapso del sistema nacional de salud.

Esto puede ocurrir principalmente por dos razones: el virus se propaga muy rápidamente y también los enfermos asintomáticos son contagiosos; un porcentaje de los casos debe ser tratado en terapia intensiva. Los sistemas de salud no son iguales en todo el mundo, ni en los diferentes países europeos. La proporción entre las camas de los cuidados intensivos y la población tampoco es la misma. Los datos más recientes que encontramos dicen que Francia tiene 12 camas cada 100 mil habitantes, Italia tiene 11 y el Reino Unido tiene 7. Sólo Alemania es una excepción parcial, con 30 camas. Pero Grecia tiene 5.

Lombardía es una de las regiones más ricas de Europa y tiene uno de los mejores sistemas de sanidad. Sin embargo, también fue el primer sitio del brote de la infección. A pesar del aumento de camas en terapia intensiva, lo que los médicos y enfermeras se ven obligados a hacer en estos días es aplicar los criterios de la llamada “medicina del desastre”. Esto significa que no todo el mundo puede ser tratado y la elección debe hacerse considerando criterios basados en la posibilidad de supervivencia.

¿Qué podría suceder en los países que no tienen un sistema de salud pública? ¿Qué podría suceder en Áfria donde el saqueo colonial empobrece a las sociedades? ¿ Y en América del Sur? ¿Qué podría suceder en los Estados Unidos, donde el acceso a la asistencia sanitaria depende del dinero que se tiene en el bolsillo? Nadie lo sabe, pero nos hemos hecho todas estas preguntas durante estos últimos días. Hasta ahora, evitar las típicas conductas individuales y políticas nos parece más una cuestión de conciencia social y menos una cuestión de control social o un estado de excepción impuesto desde arriba.
 
¿EL FINAL DE LA POLITICA?

Claramente no se entra en el reino de la “Ciencia Sagrada” en sólo un par de días, donde la política de repente ya no importa. La epidemia no es la misma para todos. No es la misma para los detenidos, que iniciaron un gran levantamiento, según las cifras proporcionadas por el Ministro de Justicia se han involucrado alrededor de 6 mil personas (10% de ellos encarcelados) y 30 prisiones en 3 días. Decenas de policías han sido heridos, se han producido daños por valor de unos 500 millones, decenas de presos han escapado (aunque sólo 6 siguen en libertad) y 13 de ellos (la mayoría africanos) han muerto. La autoridad dice que todos ellos murieron a causa de una sobredosis de drogas, que fueron robadas de las enfermerías de las cárceles. Ya veremos.

Las cárceles y los centros de detención para migrantes no son un lugar seguro, en particular durante una epidemia. Pero tampoco son lugares seguros para muchas mujeres las casas. La epidemia en China dio lugar a un aumento de la violencia doméstica y en todo el mundo las casas y las relaciones familiares son los principales sitios donde se producen los feminicidios y los abusos. Por esta razón, el movimiento feminista está discutiendo cómo organizar la autodefensa de las mujeres que durante la cuarentena están expuestas a un riesgo mucho más alto de violencia doméstica. Por supuesto, otro gran problema es el de las personas sin hogar, que son alrededor de 40 o 50 mil en Italia, las cuales no tienen un lugar donde quedarse y tampoco pueden encontrar refugio. Estas personas están haciendo frente a enormes problemas debido al cierre de muchos servicios sociales y de atención.

Mientras las redes sociales, los medios de comunicación y los políticos invitaban a la población a quedarse en casa mediante hastagas, declaraciones y decretos, el sindicato de empresarios y propietarios de industrias y empresas ha estado presionando para que los trabajadores sigan trabajando. Esto es lo que la Confidustria (Confederación General de la Industria Italiana) pidió hasta el día antes de que el último decreto del Primer Ministro entrara en vigor y es lo que sigue ocurriendo en muchos lugares de trabajo. Aquí la clase obrera tradicional de las fábricas y la nueva clase obrera empleada en la logística se rebelaron inmediatamente, con huelgas espontáneas deteniendo la producción y la distribución de mercancías. “¿Por qué todo el mundo debe quedarse en casa mientras nosotros tenemos que trabajar?”, “¿Qué garantías tenemos contra el contagio?”, “¿Qué medios para evitar el contagio y respetar las órdenes médicas nos proporcionará?”, estas son algunas de las principales preguntas que los trabajadores están haciendo en estas horas a los propietarios y al gobierno.

Hasta ahora, parece que la epidemia y la situación de emergencia en la que vivimos están lejos de eliminar la política de la vida social. No es el reino de la ciencia o de los policías. Es, de hecho, también el espacio en el que una idea muy radical puede convertirse en sentido común. No es posible saber cuál será el próximo paso y cómo la emergencia transformará las normas del orden social y político. Pero estamos seguros de que este cambio tendrá lugar y que hay un gran espacio para la política, también en condiciones en las que todavía no es posible salir a la calle, reunirse y protestar.

LO QUE ESTAMOS HACIENDO

Como trabajadores precarios, autónomos, freelance, estudiantes, desempleados, migrantes y toda la composición social que no puede beneficiarse de los amortiguadores sociales tradicionales, tenemos una única y clara reivindicación: una renta básicade cuarentena para todos. Estamos organizando una campaña para reforzar esta reivindicación a nivel nacional. Mientras no trabajemos o no nos paguen, todavía tenemos que pagar los alquileres, las facturas, los préstamos y los bienes. Pensamos que esta reivindicación debería unir las diferentes figuras del mercado laboral fragmentado y la diferenciada composición de clase, además debería ser el primer paso para establecer una norma social universal que deberá mantenerse también después del fin de la epidemia.

Pensamos que esto tendría que reivindicarse por lo menos a nivel europeo, que el 1% debe pagar por ello y en general pagar el coste de la epidemia. Impongamos un impuesto a los gigantes de la web, a los súper ricos, a los propietarios, y hagámosles pagar. Necesitamos impuestos sobre las transacciones financieras y sobre los grandes ingresos. También reclamamos: la inmediata requisa de todas las clínicas y hospitales privados; la distribución gratuita de productos básicos; el cese del pago de facturas y alquileres. Los pobres y los débiles no deben pagar por la epidemia.

Hay que aprovechar de esta situación de emergencia, para recordar quién condujo nuestro sistema de salud a este punto por los cortes y las privaciones. Durante esta cuarentena, hay que luchar por un futuro mejor, sentando las bases de nuevas y más fuertes formas y redes de organización política. Al menos a nivel europeo y contra las instituciones financieras europeas que durante estos años han empobrecido nuestras sociedades, en el marco del neoliberalismo y de la austeridad.