Mostrando entradas con la etiqueta Trabajadores anticapitalistas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Trabajadores anticapitalistas. Mostrar todas las entradas

viernes, 4 de julio de 2025

[Irán] La guerra y la estrategia de nuestra clase

Julio de 2025
Original: https://alayhesarmaye.com/2025/07/04/_/5370/


1. Tras la caída del bloque capitalista soviético, Estados Unidos se vio a sí mismo como el polo único dominante del mundo capitalista. Pero no pasó mucho tiempo hasta que encontró un poderoso rival en China. El sueño de los gobernantes estadounidenses de establecer un mundo unipolar se convirtió en pesadilla. China alcanzó con una velocidad asombrosa la cima del crecimiento industrial y se convirtió en el gigante del capital global. Lo que sin duda ayudó a China en este proceso fue el precio extremadamente bajo de la fuerza de trabajo de sus cientos de millones de trabajadores. Desde hace tiempo, China ha superado a Estados Unidos en volumen de exportación de capital. Europa y EE.UU. se han convertido en mercado para la venta de mercancías chinas, incluidas mercancías-capital de este país. Más de la mitad del comercio total de los países latinoamericanos es con China. La inversión de capital chino en África crece a una velocidad vertiginosa y con un volumen enorme. Según un informe de la Universidad de Harvard, China ha superado a EE.UU. en algunos campos como la inteligencia artificial, ciencias computacionales, biotecnología, energía verde, redes y semiconductores.

Estados Unidos ha comprendido que ha quedado rezagado frente a su polo rival. El mensaje de EE.UU. es que su supremacía es una condición necesaria y obligatoria para la supervivencia del mundo; de lo contrario, hay que prender fuego al planeta y recurrir a la guerra, como lo hicieron los fascistas hitlerianos. Las ofensivas de la OTAN en Europa, el apoyo total e incondicional al holocausto israelí en Gaza, la provocación de guerras en África y el sudeste asiático, la combustión de Oriente Medio, el caso nuclear iraní, la guerra arancelaria, las amenazas de ocupar Groenlandia, Canadá y Panamá... todo forma parte de esta línea.

El mundo, en lugar de ser el campo de batalla de nuestra clase, la clase trabajadora internacional contra el capitalismo y todos los estados capitalistas, se ha convertido en el escenario del salvajismo de los belicistas capitalistas por el reparto del mundo. Los estados capitalistas de EE.UU., China, Rusia, Irán, Europa, India y el resto del mundo juegan este papel, y lo hacen para proteger la existencia del capitalismo. Sus guerras son por el reparto de las acciones de beneficio, poder, propiedad y soberanía.

2. La cuestión esencial en la guerra entre Irán e Israel también se enmarca en la presión sobre los gobernantes islámicos del capital para que se sometan al orden diseñado por EE.UU. Ni Estados Unidos, ni Israel, ni sus aliados tienen un sustituto para el régimen iraní. Saben perfectamente que ninguna parte de la oposición tiene capacidad para jugar un papel en este proceso. Desde su punto de vista, no se trata de hacer caer a la República Islámica, sino de hacerla rendirse. Los gobernantes religiosos del capital, conscientes de esta realidad, luchan hasta el último aliento por reducir costes y minimizar la magnitud de su retirada.

No se puede prever con qué grado de colapso económico del capitalismo iraní, con qué transformaciones internas del régimen, con qué nivel de hambre, miseria, desplazamiento y masacre de las masas trabajadoras se acompañará esa rendición. Lo que sí está claro es que el sector dominante del capital estadounidense no tiene ningún reparo en convertir a Irán en una nueva Libia, Siria o Gaza.

Nuestra clase, de millones, es la única fuerza verdaderamente anti-guerra. Pero nuestra lucha solo puede ser decisiva y efectiva en un movimiento organizado contra el capitalismo. De lo contrario, será débil e ineficaz, o bien será reprimido por la República Islámica o absorbido por una oposición sedienta de poder.

Allí donde estemos, unamos nuestras manos. Construyamos consejos obreros anticapitalistas.
En condiciones donde la guerra aún no ha estallado, la huelga es el arma más eficaz para obligar a los capitalistas y a los estados a aceptar nuestras demandas, siempre que las huelgas salgan de los límites de los centros de trabajo y se extiendan como una lucha simultánea y nacional de toda nuestra clase.

En condiciones de guerra, esta táctica ya no es necesariamente adecuada y puede ser usurpada por la oposición y los gobiernos de EE.UU. e Israel.

Hay que ir más allá de la huelga. Debemos poner en el orden del día la ocupación de los centros de trabajo.

La acción más correcta y urgente hoy es dejar de pedir aumentos salariales irrelevantes y ficticios, y exigir que las necesidades básicas –alimentación, medicinas, atención médica, educación, vivienda, agua, electricidad y gas– sean completamente excluidas de cualquier forma de intercambio mercantil o monetario. Estas necesidades deben ser totalmente gratuitas y accesibles para todos.

Una exigencia que desarmará tanto a EE.UU., a Israel y al conjunto del mundo capitalista como a la propia República Islámica del capital.

miércoles, 2 de julio de 2025

[Radio] Voces desde Irán

Temperamento nro. 72, julio de 2025

Testimonios, panfletos e información de trabajadores anticapitalistas, feministas y anarquistas provenientes desde Irán.


 
En Spotify: 

sábado, 28 de junio de 2025

[Irán] Trabajadores Anticapitalistas sobre el bombardeo de Israel a la cárcel de mujeres de Evin

Original en: https://alayhesarmaye.com
Traducción: Barbaria

El destino de las mujeres prisioneras en las mazmorras, los trabajadores bajo la tortura del capital
¡Ojalá todos los trabajadores comprendieran que todos los Estados capitalistas, todos los modelos de gobierno capitalista, todos los bloques y polos de poder y dominación del capital global, son igualmente asesinos de trabajadores, salvajes, genocidas, antihumanos y promotores de guerra! Y esto por una razón clara: todos ellos son formas y modelos del aparato estatal del capital, máquinas de violencia y barbarie capitalista, y fortificaciones que garantizan la supervivencia de la esclavitud asalariada. Todos hacen lo que el capital exige: satisfacer su necesidad de mayores ganancias, competencia destructiva y codicia con tentáculos de pulpo. Las diferencias entre ellos están solo en su capacidad actual para alcanzar estos fines. Democracia, dictadura, religiosidad o secularismo son apenas adornos y herramientas al servicio de este objetivo.

Basta con mirar lo que les ha ocurrido en estos últimos días a la multitud de prisioneros, especialmente mujeres, en las mazmorras de la muerte de la República Islámica. Desde hace años, este régimen asesino de trabajadores las ha torturado, golpeado, agotado, llevado a la muerte o amenazado con exterminarlas de inmediato. El Estado salvaje de Israel, con bombas estadounidenses y europeas, se ha lanzado contra ellas. Las bestias gobernantes del capital en Irán las encarcelaron por el crimen de protestar, y ahora Israel y Estados Unidos, enarbolando la bandera de la lucha contra la República Islámica, han abierto fuego mortal contra estas mismas luchadoras. El régimen iraní las ha privado incluso del mínimo acceso a medicamentos y atención médica. Las bestias gobernantes de Israel, Estados Unidos y el "campo democrático" han bombardeado incluso los centros de salud más precarios sin dejar posibilidad alguna a estas prisioneras.

La República Islámica ha enviado a cientos de estas prisioneras libres y luchadoras —supervivientes del bombardeo genocida israelí— al infierno de Qarchak, la sección más horrenda de sus mazmorras y centros de tortura. Su ración de comida de "no comas y muere" ha sido aún más reducida. Se les ha cerrado todo acceso a medicinas y tratamiento. Han sido apiladas unas sobre otras en celdas estrechas, oscuras y mortíferas. Se ha prohibido y hecho imposible cualquier intento de sus familias por obtener información sobre su suerte.

Todo esto lo han hecho en conjunto, como aliados o como enemigos, como socios o como rivales: la República Islámica, los gobiernos de Israel, Estados Unidos, la Unión Europea y el mundo entero contra un grupo de trabajadores, contra personas que protestan frente al terror opresivo de la explotación, la barbarie, la brutalidad y la masacre del capital. Nada hay más estúpido que un trabajador que caiga en la trampa de distinguir entre estas bestias. Hay que luchar contra todos ellos, contra el capital como fundamento mismo del poder estatal y del gobierno.

domingo, 22 de junio de 2025

Dos panfletos desde Irán

Trabajadores Anticapitalistas (Irán)
15 y 17 de junio de 2025
Tomado de League of Internationalist Communists. Traducido por Barbaria.

Solo un levantamiento obrero anticapitalista puede aplastar a estos dos pulpos capitalistas asesinos y belicistas

1.    Los trabajadores estamos empleados en todos los sectores: en fábricas, escuelas, hospitales, servicios municipales, agricultura, industria, transporte por tierra, mar y aire, energía y servicios públicos, construcción, bosques y más. Ya estemos desempleados, jubilados o cargados de trabajo doméstico no remunerado, todos pertenecemos a la misma clase trabajadora, unidos por nuestra existencia social y nuestra explotación. Soportamos todo el peso de la dominación capitalista: la esclavitud asalariada, represión, privaciones, genocidio, encarcelamiento, tortura, violencia de género, opresión étnica, destrucción medioambiental y todas las calamidades que este sistema engendra.

2.    Hasta hace poco, sólo la clase capitalista y el régimen islámico de Irán nos imponían directamente esta violencia. Ahora, con la guerra en marcha, nos enfrentamos a dos monstruos capitalistas: la burguesía iraní y su régimen por un lado, y los gobiernos de Israel, Estados Unidos y la Unión Europea por otro. A pesar de su conflicto, ambos bandos imponen la misma brutalidad genocida. Desde arriba y desde abajo, en todos los aspectos de la vida, estamos siendo aplastados por la violenta maquinaria del capital, ya sea iraní, israelí, estadounidense o europea.

3.    Esta guerra no se libra entre «Estados», se libra contra nosotros. Decenas de millones de trabajadores soportan la carga: desplazamientos, falta de vivienda, hambre, hambruna, falta de agua, medicinas, tratamientos, muerte masiva. Nuestros hogares son bombardeados, nuestros seres queridos yacen insepultos y el futuro de nuestros hijos es incierto. En Teherán, Kermanshah, Isfahan y otros lugares, el coste de la guerra es inmenso. Estas condiciones gritan que debemos actuar, colectivamente, a nivel nacional y con una organización consejista y con conciencia de clase. Esto no es un eslogan. Es una cuestión de supervivencia. Debemos unirnos allí donde vivimos y trabajamos —fábricas, escuelas, hospitales, puertos, barrios— para formar consejos. No deben ser aislados ni locales; deben crecer hasta convertirse en un movimiento nacional, capaz de movilizar todos los recursos para satisfacer las necesidades urgentes: alimentos, seguridad, atención sanitaria, vivienda, educación. Estos consejos deben unirse, evolucionar hasta convertirse en una fuerza anticapitalista unificada, y arrebatar el control de la producción, la riqueza y la infraestructura de las manos de la clase capitalista y su Estado. Proclamemos al mundo: vemos a todas las clases dominantes —israelí, islámica, estadounidense, europea— como enemigas genocidas de la clase trabajadora. Hacemos un llamamiento a los trabajadores de todo el mundo a la solidaridad y al apoyo.

 

La guerra entre las bestias capitalistas es una guerra contra todos nosotros

1.    Dos regímenes genocidas están ahora en guerra: el gobierno israelí y la República Islámica. Como todos los Estados capitalistas, ambos son asesinos de trabajadores, criminales y belicistas.

2.    Israel nació de la coalición imperialista que surgió de la Segunda Guerra Mundial: un puesto estratégico para las potencias capitalistas. Durante casi 80 años, ha llevado a cabo un genocidio continuo contra los trabajadores palestinos y de Oriente Medio. Sus acciones cuentan con el pleno consenso del capital mundial. La República Islámica, por el contrario, surgió de la derrota del movimiento obrero revolucionario de Irán a finales de la década de 1970. Fue la solución de emergencia del capital para aplastar los levantamientos obreros y preservar la explotación. Aunque sus orígenes son diferentes, ambos regímenes sirven a los intereses del capital mediante la guerra, la represión y la expansión. Su confrontación actual es un choque por la influencia, no por la justicia: una lucha entre facciones capitalistas rivales.

3.    Israel, con el apoyo incondicional del capital estadounidense y europeo, ya ha dañado gravemente la infraestructura militar de Irán. Sin embargo, esto no significa que el régimen islámico se derrumbe. Luchará para preservarse, utilizando todos los recursos disponibles. Sus recientes derrotas, aunque significativas, no bastan para asegurar su rendición. El régimen resistirá hasta que su propia supervivencia se vea amenazada.

4.    La guerra no es por las armas nucleares. La cuestión nuclear es un pretexto. Durante 45 años, el conflicto central ha sido el desafío de Irán al orden capitalista mundial liderado por Estados Unidos, su exigencia de una mayor cuota de poder y su negativa a someterse. Esta guerra pretende zanjar esa disputa de forma decisiva, aunque no permanente. Aunque la República Islámica se vea obligada a transigir, sus rivales no tienen un sustituto viable para ella. Los exiliados monárquicos, los que quieren revivir la monarquía de los Pahlavi y los restos que defienden a [Maryam] Rajavi no tienen una base real. El régimen no caerá: capitulará y negociará para minimizar sus pérdidas.

5.    Aunque esta guerra termine, la siguiente fase de explotación y represión continuará. Mientras exista el capitalismo, también existirán la guerra, la crisis, el genocidio y la competencia por la plusvalía, el capital y el poder. Creer que Netanyahu, Estados Unidos o el régimen islámico «liberarán» a los 60 millones de trabajadores de Irán es una ilusión peligrosa. A cualquier trabajador arrastrado a esta creencia se le ha robado la conciencia. Esta ilusión debe ser destrozada por una crítica de clase contundente y basada en principios.

6.    Nadie puede predecir las consecuencias económicas de la guerra. Pero el resultado probable será la pobreza masiva, el hambre, el colapso de la producción, la represión y la muerte, solo para llevar a Irán a la mesa de negociaciones. Las clases dominantes estadounidense e israelí no dudarán en convertir a Irán en otra Libia si ello sirve a sus objetivos. Pero Irán no es la Libia de Gadafi ni el Iraq de Sadam. El régimen islámico luchará para evitar el colapso total.

7.    Es probable que esta guerra se intensifique. Las condiciones —hambruna, falta de medicinas, falta de vivienda, desempleo masivo— empeorarán. Todos los bandos cargarán el coste de la guerra sobre la clase trabajadora. Debemos invertir esta tendencia. Debemos redirigir la crisis hacia el propio capital. Esto no es imposible. Nuestra clase tiene la capacidad de hacerlo. El capitalismo estampa la palabra «imposible» en cada sueño de liberación, pero eso es parte de su poder ideológico, su deshumanización del trabajo y la mistificación de las mercancías. Debemos romper estas ilusiones. Hacer recaer el coste de la guerra sobre el capital. Intensificar la lucha de clases anticapitalista, con claridad, estrategia y determinación.

8.    Esta no es nuestra guerra. Es la suya. Estamos en guerra con ambos regímenes, con ambos bloques, con todo el sistema capitalista mundial. Cualquier alineamiento con un bando es una traición. La actividad contra la guerra solo tiene sentido si promueve un programa revolucionario y anticapitalista. Las manifestaciones contra la guerra deben estar vinculadas a la lucha de clases: no como una protesta vacía, sino como un desafío a los dos polos del poder imperialista. De lo contrario, se convierte en un llamamiento al régimen islámico para que se rinda ante sus rivales más poderosos y genocidas. Debemos rechazar esta narrativa. Nuestra lucha es contra todos los Estados y todos los capitales.

9.    Un punto crucial: la lucha contra la guerra debe ser anticapitalista. Sin esto, nos vemos reducidos a ser soldados de infantería de uno de los dos bandos de asesinos. Por ejemplo, oponerse a la política de guerra de la República Islámica es necesario, pero solo si se combina con la oposición al Estado genocida israelí y al imperialismo occidental. Lo mismo ocurre con las armas nucleares. Debemos rechazar toda financiación de la guerra por parte de nuestro trabajo, pero no de forma que sirva a facciones capitalistas rivales. Nuestra crítica debe caer por igual sobre todos los belicistas, todos los estados, todas las alas de la burguesía global.

10.   Dondequiera que estemos —fábricas, escuelas, hospitales, puertos, barrios— debemos unirnos. Construyamos consejos obreros. Unámoslos, no como sueños, sino como herramientas materiales de resistencia. ¿Por qué llamar a esto utópico? ¿Es porque el régimen utiliza la represión brutal para impedirlo? ¿No hacen lo mismo con todas las huelgas? ¿No han intentado aplastar todas las protestas, especialmente las de las mujeres, los jóvenes y los desempleados? Aun así, hemos luchado. ¿Por qué dudar ahora? Esta vacilación no es nuestra, nos la ha implantado la ideología capitalista. Debemos rebelarnos contra ella.

11.  Hacer de los consejos nuestra arma. En tiempos normales, las huelgas y los paros son poderosos. Pero en tiempos de guerra, las huelgas pueden ser cooptadas por un bando. Debemos ir más allá: tomar los medios de producción. No solo parar el trabajo, sino tomar el control. Esto aterroriza tanto al régimen islámico como al capital occidental más que cualquier otra cosa. Sí, seremos reprimidos. Pero debemos empezar. Hacer contactos. Coordinar. Construir. Unir nuestros consejos en un movimiento capaz de tomar el control del trabajo, la vida y la producción.

12.    ¿Qué pasa con nuestras necesidades inmediatas: medicina, vivienda, energía, alimentos? No pueden asegurarse en el marco del comercio capitalista. Nuestra consigna debe ser: Ocupar. Preparar. Expandir. Cuanto más preparados estemos para tomar y organizar la vida colectivamente, más poder tendremos para imponer demandas y asegurar la supervivencia.

13.    Debemos actuar como clase. Hemos pasado generaciones evitando este camino, engañados por falsas esperanzas: sindicalismo, democracia, ONGs, revoluciones de colores, antiimperialismo, federalismo. Nos han llevado al agotamiento, a la traición, a la ruina. Un día debemos empezar. Ese día ya debería haber llegado hace mucho. hagamos que sea ahora.

sábado, 11 de enero de 2025

Siria, la guerra, la repartición… y el destino de las masas trabajadoras

Trabajadores anticapitalistas, militantes del Movimiento por la Abolición del Trabajo Asalariado
Irán, diciembre de 2024
 

El régimen de Assad ha caído y la pregunta fundamental es: ¿qué significa esto en la práctica? ¿Qué ha ocurrido? La respuesta de los principales medios de comunicación del mundo es que los “sirios” de todas partes, dentro y fuera del país, lo están celebrando. Consideran que la caída de un gobierno que había sido tan brutal durante tanto tiempo es su victoria, depositan sus esperanzas en un futuro mejor y ¡esperan milagros de los nuevos dirigentes! La oposición burguesa de derecha e izquierda, y quizás incluso algunos trabajadores de Irán, también lo celebran y dicen que estos acontecimientos son buenas noticias. “La República Islámica ha perdido su profundidad estratégica”, su influencia en Oriente Medio se ha debilitado, todo lo que ha conseguido en la región en los últimos 45 años se ha evaporado; Assad ha huido, Nasrallah ha muerto, Soleimani ha sido asesinado, Hezbolá se está derrumbando… la lista continúa. Pero la cuestión central es: ¿cuál es el significado real de estos acontecimientos? ¿Qué se ha derrumbado? ¿Qué lo sustituye? ¿Qué lugar ocupan en esta historia la gran masa de trabajadores sirios, los pobres, los sin techo y los refugiados? ¿Quiénes son los vencedores? ¿Cuál es la maquinaria de guerra que ha hecho posible estas asombrosas victorias? ¿Qué planean hacer y cuál es su programa presente y futuro para los millones de trabajadores sirios?

Una cosa está clara: la burguesía siria, que hasta ayer estaba en la oposición, ahora está a punto de ser coronada y de adquirir enormes cuotas de beneficios, propiedad, poder y gobierno. Sus homólogos iraníes, afines o no, que se unieron a la oposición con el único propósito de alcanzar sueños similares, ven el debilitamiento de la República Islámica, el colapso de sus bastiones en Oriente Medio y el temblor del suelo bajo sus pies como signos de su propia victoria y emergencia al estilo de Tahrir al-Sham. Su caso está claro, y el debate no es sobre ellos, sino sobre las masas trabajadoras sirias, iraníes, libanesas, iraquíes y palestinas, una fuerza abrumadora de cientos de millones de personas que deben examinar de forma consciente y atenta el desarrollo de los acontecimientos. De lo contrario, las celebraciones correrán la misma suerte que sus camaradas en Libia, Egipto, Irán (tras el advenimiento del régimen islámico asesino) y otros lugares.


La afirmación más simple y directa sobre lo que ha sucedido hasta ahora es la siguiente: en Siria, un brutal régimen capitalista ha caído y otro – igualmente brutal, genocida y quizás aún más despiadado – se prepara para tomar el poder. Al mismo tiempo, la República Islámica capitalista y antihumana se ha debilitado considerablemente, mientras que los Estados genocidas de Israel, Turquía y Estados Unidos han izado sus banderas de victoria. Netanyahu, refiriéndose a los cementerios y ruinas causados por el holocausto de Gaza, sus atrocidades en Líbano y los golpes mortales que ha infligido al régimen islámico, alardea con orgullo de su “recompensa legal” y “honor soberano”, blandiendo las medallas de apoyo que le han concedido las potencias capitalistas dominantes del mundo. Se ve a sí mismo como el “Comandante Qadisiyya” de este siglo, de la región y del mundo. Erdogan ve el establecimiento de sus apoderados y mercenarios en partes de Siria como el primer paso hacia el renacimiento del capitalismo otomano. Sobre la base de estos logros, advierte a los Estados rivales que le feliciten de antemano por sus futuras conquistas.

Todo lo que ha sucedido hasta ahora puede resumirse así. ¿De qué hay que alegrarse? Una respuesta consciente a esta pregunta es crucial para los trabajadores y abrirá una ventana a una comprensión más profunda de quienes se regocijan.

Algunos podrían decir que un brutal régimen dictatorial ha caído en Siria y que otro régimen – quizás mejor – está a punto de ocupar su lugar. Y que, por el momento, ¡no habría nada más que celebrar y dar la bienvenida! ¡Eso está muy bien! Pero las fuerzas conocidas como “Tahrir al-Sham” y el “Ejército Nacional Sirio” son, en primer lugar – en el mejor de los casos – bárbaros representantes de las partes más atrasadas y aterradoras de la burguesía del país. En segundo lugar, en su propia existencia social, ni siquiera poseen tales posiciones o capacidades. Desempeñan el papel de marionetas y carroñeros. Sus victorias relámpago ni siquiera se deben a ninguna ilusión popular entre la gente desesperada.

Todas estas victorias son el resultado directo del completo colapso del régimen de Assad, el fin de la dominación de la República Islámica, la pérdida de influencia de Hezbolá en la región y el impacto sustancial de este colapso en el papel de Rusia, por un lado, y el completo apoyo de Israel, Turquía y Estados Unidos a estas fuerzas, por otro. El debate sobre la supuesta transformación de Tahrir al-Sham a partir de sus raíces en Al Qaeda o Jabhat al-Nusra no es más que un análisis barato y engañoso destinado a rehabilitar a estas fuerzas bárbaras. Estas dos mafias deben todo lo que tienen a los gobiernos de Turquía y Estados Unidos. Israel, Turquía y Estados Unidos controlan todos los acontecimientos y están preparados para la más amplia dominación, la codicia y la persecución de sus ambiciones a largo plazo.

Montañas de pruebas demuestran que fuerzas bien conocidas, nacidas del vientre del ISIS y alimentadas por Turquía, EEUU y sus aliados, lanzaron su reciente levantamiento con señales del régimen genocida israelí y la coordinación de Erdogan. Esto se hizo con la aprobación de Estados Unidos, el posterior alineamiento con Rusia y, en última instancia, la inevitable retirada de la República Islámica. Al mismo tiempo, Netanyahu, embriagado por el genocidio y la conquista, reveló su firme intención de determinar el destino del tambaleante régimen de Assad, incluso mientras discutía un acuerdo de alto el fuego en Líbano. Dijo que aceptaría el alto el fuego porque había llegado el momento de una nueva confrontación con el régimen islámico. El campo de batalla de esta confrontación es sin duda Siria, y el objetivo era acabar con el régimen de Assad, que ya estaba roto por todos lados.

En este contexto, Netanyahu también llevó a cabo las negociaciones necesarias con el gobierno de Erdogan. Al mismo tiempo, trató de convencer a Rusia de que el cambiante equilibrio de poder en la región no dejaba lugar a su intervención para asegurar la victoria de Assad. Sugirió que Rusia debía seguir defendiendo sus intereses cooperando con Israel. Del mismo modo, trató de convencer al régimen islámico de que no podría conseguir nada. Todo indica que el ascenso de los yihadistas y de los nuevos “herederos al trono” ha surgido de este mismo proceso. Los planes, los acuerdos, los avances y las retiradas forzadas se han materializado.

Sin embargo, el curso de los acontecimientos no se limita a la caída de Assad o al ascenso de otro régimen brutal. La repartición de Siria y su división entre regímenes, mafias y diversas bandas en expansión es un grave peligro que amenaza a millones de trabajadores sirios oprimidos, ya agotados por los crímenes del sistema capitalista de esclavitud asalariada. Los informes indican que más de 80 grupos armados activos, depredadores y mercenarios, financiados y controlados por diversos Estados, redes y mafias, están listos para desatar la violencia contra la población de este país.

Israel, que durante décadas ha actuado como el mimado y guardián de los arsenales militares, intelectuales, técnicos y de inteligencia del capital mundial, ha extendido ahora su agresión para apoderarse de nuevas partes de Siria. Israel ya ha desmantelado las fronteras entre ambos países en los Altos del Golán, ha expulsado a las fuerzas de la ONU, ha ocupado la provincia siria de Quneitra y está en proceso de apoderarse de otros territorios. Como parte de estos acuerdos, Rusia entregó a Israel sus dos pequeños campamentos militares que habían quedado inservibles. Netanyahu describe estas victorias como otro eslabón importante en su cadena de agresiones similares al Holocausto, que ha durado ya 14 meses.

Turquía está estableciendo su Estado sustituto en Siria para extender su influencia hasta las últimas fronteras posibles de Oriente Próximo. El primer paso en estas conquistas es lanzar los ataques más salvajes y operaciones genocidas contra las vastas masas trabajadoras kurdas. Mientras tanto, Estados Unidos, que considera la dominación regional de Israel como su propia victoria, ve la caída de Assad y la partición de Siria como un éxito decisivo en su rivalidad con el gobierno de Putin.

Estos son los acontecimientos tal como se han desarrollado y como siguen desarrollándose. Como hemos dicho, la cuestión más fundamental sigue siendo el destino de los millones de trabajadores sirios, libaneses, kurdos y de otros países a la sombra de estos acontecimientos. Una cuestión complementaria es el papel que las masas trabajadoras de Irán, Irak, Egipto, Jordania y otras partes del mundo pueden desempeñar en estos acontecimientos.

A este respecto, es importante subrayar varios puntos clave.

1/ Uno de los principales ejes del engaño, el lavado de cerebro y la desorientación que practican los medios de comunicación burgueses de derecha e izquierda en todo el mundo es la narrativa de que Siria es un país formado por árabes, kurdos, turcos, turcomanos, yazidíes, musulmanes, cristianos, alauitas, judíos y suníes. Es la droga o veneno más mortífero inyectado históricamente en la conciencia humana por las clases dominantes, sus gobiernos y, en innumerables ocasiones, por el sistema capitalista con sus abrumadoras fuerzas de coerción. Esta narrativa pretende destruir la existencia social unificada de los trabajadores y la base de su lucha por la liberación, poniéndolos unos contra otros e impidiendo su lucha radical y común contra las verdaderas raíces de la explotación, la opresión y la miseria.

Los habitantes de ningún país, en ninguna parte del mundo, pueden dividirse en un puñado de seguidores de tal o cual religión o credo, secta o ideología, raza o grupo étnico. Todos vivimos en un sistema capitalista inhumano y criminal, que ha dividido por la fuerza a la humanidad en dos clases sociales fundamentalmente opuestas. Los trabajadores constituyen el 80% de la población mundial, mientras que el resto son propietarios del capital. Esta misma división se aplica a Siria y es la única categorización clara, innegable y correcta.

Lo que une al 80% de los trabajadores sirios es su existencia social común. Este 80%, a pesar de las variaciones en el empleo, los salarios, los medios de subsistencia y el bienestar, están separados del producto de su trabajo y privados de cualquier derecho a determinar el destino de la producción, el trabajo o sus vidas. Esta es la única identidad verdadera que define a la clase obrera y a la humanidad, una identidad que es la fuente y la fuerza motriz del movimiento moderno de liberación humana. El capitalismo, con todo su poder de manipulación, propaganda y lavado de cerebro, intenta utilizar identidades como árabe, kurda, yazidí, turcomana, suní o alauita como veneno mortal para paralizar y debilitar este movimiento.

El 80% de la población trabajadora de Siria debe romper las cadenas de la etnia, la lengua, la raza, la religión, las creencias y el sectarismo en las profundidades de la historia. Deben unirse como una sola clase social para luchar contra el capital, el sistema capitalista asesino, la explotación, la opresión, el apartheid de género, la supresión de las libertades y todas las formas de desposesión derivadas de la esclavitud asalariada. Es con esta unidad que deben salir al campo de batalla como arma poderosa contra este sistema.

2/ Cada etapa de esta lucha depende de la formación de consejos obreros poderosamente organizados y extendidos, una fuerza que se opone al poder, al capital y a toda forma de gobernanza y modelo de gobierno capitalista. Sin un esfuerzo estratégico plenamente consciente en esta dirección, nada podrá lograrse y ninguna expectativa se cumplirá. Mañana será demasiado tarde. Hoy, debemos unir nuestras fuerzas de la forma más rápida, consciente y radical posible, y con la mayor experiencia posible. Hay que crear consejos y construir un movimiento anticapitalista fuerte.

3/ ¡Un siniestro escenario de engaño, orquestado por los nuevos poseedores de la corona y sus apoyos estatales y aliados en todo el mundo, implicará probablemente el “circo electoral”! Nos llamarán a las urnas, ¿para qué? Para elegir a los nuevos empresarios feroces, ávidos de lucro, poder y posesión, y considerarlos “nuestro gobierno”, permitiéndoles así cimentar el sistema capitalista de esclavitud asalariada – que es la raíz de toda explotación, pobreza, falta de vivienda, falta de atención sanitaria, falta de medicinas, falta de educación, hambre, pobreza, humillación y miseria. Utilizarán nuestros votos para perpetuar nuestra condición de esclavos asalariados, para intensificar nuestra explotación en nombre del capital y de los capitalistas, para despojarnos de toda libertad humana real bajo el disfraz de la “elección”, y bombardearnos hasta el último aliento de nuestra libertad humana en nombre de una libertad falsificada y de la farsa que es la democracia.

Nuestra respuesta a sus exigencias debe ser el rechazo categórico de cualquier escenario de “elecciones”. Nuestra respuesta debe ser organizarnos en nuestros consejos y construir un poderoso movimiento de consejos contra la esclavitud asalariada. Haremos de los consejos la plataforma para la participación más libre, consciente, creativa, efectiva e igualitaria de todas las personas. Dentro de estos consejos, exigiremos controlar el destino de nuestro trabajo, nuestra producción y nuestras vidas. Juntos tomaremos decisiones colectivas sobre qué producir, qué no producir, cuánto tiempo trabajar y cómo definir el trabajo para satisfacer las necesidades cotidianas y, en última instancia, eliminar la escasez. Planificaremos y ejecutaremos todo colectivamente.

Nos oponemos a la creación de cualquier forma de Estado o modelo de gobierno que sitúe la autoridad por encima de los seres humanos.

4/ En este proceso de organización de un movimiento anticapitalista basado en consejos, la base de nuestros esfuerzos debe ser tomar el control de nuestro trabajo, nuestra producción y nuestras vidas. Debemos luchar por recuperar la mayor parte posible de los resultados de nuestro trabajo de las garras ensangrentadas de los capitalistas y orientar el ciclo del trabajo y la producción hacia la satisfacción de las necesidades reales y, en última instancia, la liberación de la humanidad de la desposesión. En este sentido, y como primer eslabón de la cadena de luchas que se desarrollan a nivel de todo el país, exigimos que la alimentación, el vestido, las medicinas, la sanidad, el agua, la electricidad, el gas, el transporte y la atención a los discapacitados dejen de ser reducidos a meras mercancías dentro del sistema capitalista de intercambio monetario y mercantil.

5/ No cabe duda de que en cuanto propongamos uno de los puntos anteriores, los todopoderosos ejércitos de la oposición de derecha e izquierda – los autoproclamados liberadores de la humanidad – pulularán como una nube de langostas, rodeándonos por todos lados. Cada uno gritará, más elocuentemente, más sabiamente, más académicamente, más sociológicamente, más históricamente y más filosóficamente que el otro: “¿Qué tontería es ésta? Ha llegado el momento de enarbolar la orgullosa bandera de la democracia, de exigir el derecho a formar sindicatos, a crear partidos, a alistarse en la infantería de los ejércitos de partidos y sindicatos, a exigir libertad de organización, libertad de manifestación, la promulgación de leyes notables contra el apartheid de género y un largo etcétera.”

Nuestra respuesta a esta gentuza es meridianamente clara. Detonaremos toda la historia del siglo XX como una bomba en sus conciencias y gritaremos:

Vergüenza debería darles repetir esas palabras de nuevo!!!!. ¿No hicimos todo eso durante 150 años? ¿No vieron la tierra estéril que han producido sus recetas? Mitren directamente a los ojos de los 4.000 millones de trabajadores del mundo, hambrientos, privados de medicinas, sanidad, educación, humillados, aplastados, subyugados, oprimidos. ¡Fuera de nuestro camino! No necesitamos que nos aprueben el llamado “derecho de sindicación”. Nos organizamos con la fuerza de nuestra lucha. No enterraremos nuestras organizaciones en el cementerio del orden capitalista y no las convertiremos en armas del poder capitalista. Construiremos verdaderos consejos anticapitalistas. Desde las alturas de estos consejos anticapitalistas, antiestatales y antiautoritarios, declaramos que tomaremos el control del trabajo, de la producción y de las vidas que sólo nos pertenecen a nosotros.

6/ La misma multitud de la que hablamos arriba gritará a pleno pulmón:
Estamos en Siria, su economía está en quiebra, su industria es “dependiente” y “subdesarrollada”, su crecimiento es bajo, su productividad es deficiente, su competitividad está paralizada y su producto interior bruto per cápita es minúsculo. En una sociedad así, ¿estás hablando de eliminar necesidades básicas y servicios sociales como la educación y la sanidad del sistema capitalista de intercambio monetario y de mercado? ¡Eso es socialismo! ¡Eso es utopismo! ¡Te estás aferrando a los ideales de Platón y planeando una utopía platónica!”

Una vez más, nuestra respuesta es clara: ¡Fuera de nuestro camino! No pretendemos otra cosa que disfrutar de los frutos de nuestro trabajo y nuestra producción. No pretendemos resolver todos los problemas de la humanidad moderna hoy, aquí en el infierno de devastación y derramamiento de sangre que es Siria. La esencia de nuestra reivindicación es simple y pura: no queremos un Estado que nos gobierne. No permitiremos que el producto de nuestro trabajo se convierta en una montaña de capital para los trusts, las corporaciones, los gigantes financieros e industriales, para el pulpo estatal o para la máquina de opresión física e ideológica que nos gobierna. Sabemos muy bien cómo utilizar los frutos de nuestro trabajo para satisfacer nuestras necesidades de subsistencia, bienestar y libertad humana. Sabemos distribuir eficazmente cada parte del mismo. Somos capaces de hacer todo esto.

No vemos nuestra victoria como algo predeterminado o inevitable. Para lograr la victoria, lucharemos – y volveremos a luchar – de forma más consciente, más reflexiva y más alerta.

 

Original en persa: https://alayhesarmaye.com/2024/12/09/_/5212

Fuente en inglés: https://againstwagelabor.com/2024/12/16/syria-war-partition-and-the-fate-of-the-working-masses

Traducción: https://www.autistici.org/tridnivalka/alayhesarmaye-siria-la-guerra-la-reparticion-y-el-destino-de-las-masas-trabajadoras