martes, 12 de marzo de 2024

[Praga] CONGRESO CONTRA LA GUERRA

Action Week Crew

Del 20 al 26 de mayo de 2024, grupos e individuos de diferentes partes del mundo se reunirán en Praga para coordinar actividades contra la guerra como parte de la Semana de Acción. La serie de eventos también incluirá un Congreso contra la guerra, que tendrá lugar del viernes 24 al domingo 26 de mayo de 2024. En el Congreso se presentarán campañas, acciones directas, proyectos, publicaciones y análisis relacionados con la cuestión de la guerra. Entre otras cosas, este evento internacionalista servirá como asamblea abierta que intentará combinar fundamentos teóricos con actividades prácticas.

Consideramos necesario, en el proceso de resistencia a la guerra, desarrollar una práctica anticapitalista que busque preservar la autonomía política. En concreto, esto significa que queremos organizarnos fuera de los partidos políticos, fuera de las estructuras de los Estados, y contra todos los Estados. Buscaremos especialmente las formas de oponernos a todas las duras condiciones a las que hemos estado expuestos y sometidos durante las guerras interestatales y la paz capitalista. Buscaremos las formas de sabotear las guerras, cómo privar a nuestros enemigos de recursos, cómo socavar la capacidad de los Estados y sus ejércitos para continuar las guerras.

¿Qué dirección hay que tomar y qué hay que hacer? ¿Cómo unir fuerzas y organizarse? Buscaremos respuestas basadas en la diferenciación de clase, y no en la diferenciación nacional; respuestas que tengan en cuenta la contraposición entre soldados rasos y oficiales, entre trabajadores asalariados y patrones, entre el proletariado y la burguesía. Buscaremos formas de hacer que los soldados en uniforme de cualquier ejército estatal se identifiquen con la lucha social de sus hermanos y hermanas al otro lado del frente, y no con las órdenes asesinas de sus oficiales. También buscaremos la manera de oponernos a los falsos amigos, a todos aquellos que pretenden transformar la lucha de clases en una lucha nacional o religiosa por un nuevo Estado, un nuevo espacio capitalista, mejor adaptado a sus necesidades.

Apoyamos a la comunidad internacionalista que afirma la lucha contra la burguesía de todos los bandos en guerra, contra los ejércitos de todos los Estados, contra los capitalistas de cada país. Las manifestaciones actuales de resistencia, por contradictorias y fragmentadas que sean, contienen sin duda el germen de una polarización social que puede convertir las guerras entre Estados en un enfrentamiento de clase. Se trata de la confrontación entre los defensores de la nación, de los Estados y del capitalismo, por un lado, y la clase social, por otro, que empieza a darse cuenta de que defender la nación a la que está encadenada sólo sirve a los intereses de quienes la explotan.

La acción directa contra las guerras adopta ahora diversas formas, más o menos selectivas, más o menos organizadas. Luchemos por un cambio cualitativo en el que los actos individuales de resistencia rompan su aislamiento mediante la interconexión y la coordinación. El enemigo común en cada época es, en primer lugar, el capitalismo, y por tanto cada Estado que lo estructura, el ejército que lo defiende, la burguesía que lo encarna. La única salida a la pesadilla de las guerras y la paz capitalistas es un despertar colectivo: debemos ver y sabotear toda la maquinaria de la guerra, derrocar a sus representantes y recuperar nuestro poder como creadores del mundo.

Hacemos un llamamiento a los grupos e individuos interesados en participar en el congreso contra la guerra de Praga para que se pongan en contacto con nosotros con suficiente antelación con propuestas para el programa.

¡Juntos contra las guerras capitalistas y la paz capitalista!

miércoles, 28 de febrero de 2024

[Israel] El discurso de los derechos humanos ha fracasao en detener el genocidio en Gaza

Un anarquista de Jaffa sobre la necesidad de estrategias anticoloniales para la liberación
2024-02-13, publicación original en CrimthInc.

Tras cuatro meses de asalto a Gaza, el ejército israelí ha obligado a más de un millón de refugiados a refugiarse al borde de la frontera egipcia y ahora los bombardea mientras amenaza con organizar un asalto terrestre contra ellos. En el siguiente texto, Jonathan Pollak, participante desde hace mucho tiempo en Anarquistas contra el Muro y otros esfuerzos de solidaridad anticolonial, explica por qué no debemos esperar que las instituciones internacionales o los movimientos de protesta de la sociedad israelí pongan fin al genocidio de Gaza y hace un llamamiento a la gente corriente para que pase a la acción.

Una versión más corta de este texto fue rechazada por la plataforma liberal israelí Haaretz, un indicio de la disminución del espacio para la disidencia en Palestina y dentro de la sociedad israelí.


El discurso de los derechos humanos no ha logrado detener el genocidio en Gaza

Llevamos ya más de 120 días de un ataque israelí sin precedentes contra Gaza. Sus terribles repercusiones y nuestra incapacidad para ponerle fin deberían obligarnos a reevaluar nuestra perspectiva sobre el poder, nuestra forma de entenderlo y, lo que es más importante, lo que tenemos que hacer para combatirlo.

En medio de la sangre derramada, los interminables días de muerte y destrucción, la insoportable escasez, el hambre, la sed y la desesperación, las incesantes noches de fuego y azufre y fósforo blanco lloviendo indiscriminadamente del cielo, debemos enfrentarnos a la cruda realidad y remodelar nuestras estrategias.

Las víctimas mortales registradas oficialmente -además de las muchas personas palestinas que permanecen sepultadas bajo los escombros y que aún no figuran en el recuento oficial- suponen ya la aniquilación de casi el 1,5% de toda la vida humana en la Franja de Gaza. A medida que Israel intensifica sus ataques contra Rafah, parece que no hay final a la vista. Pronto se habrá extinguido la vida de uno de cada cincuenta habitantes de Gaza.

El ejército israelí está infligiendo un número sin precedentes de sufrimiento y muerte a los 2,3 millones de habitantes de Gaza, superando cualquier cosa jamás presenciada en Palestina -o en cualquier otro lugar- durante el siglo XXI. Sin embargo, estas asombrosas cifras no han penetrado en las gruesas capas de disociación y desconexión que caracterizan a la sociedad israelí y a los aliados occidentales de Israel. En todo caso, la reducción de esta tragedia a estadísticas parece dificultar más que mejorar nuestra comprensión. Presenta un todo que oscurece lo específico: las cifras ocultan la personalidad de los innumerables individuos que han sufrido muertes dolorosas y particulares.

Al mismo tiempo, la insondable magnitud de la masacre de Gaza hace imposible comprenderla a través de las historias de las víctimas individuales. Periodistas, barrenderos, poetas, amas de casa, trabajadores de la construcción, madres, médicos y niños, una multitud demasiado vasta para ser narrada. Nos quedan figuras anónimas sin rostro. Entre ellos hay más de 12.000 niños. Probablemente muchos más.

Por favor, hagan una pausa y digan esto en voz alta, palabra por palabra: más de doce mil niños y niñas. Asesinadas. ¿Hay alguna forma de que podamos asimilarlo y superar el ámbito de las estadísticas para comprender la horrible realidad?

Las frías y contundentes cifras también ocultan cientos de familias aniquiladas, muchas de ellas completamente borradas -a veces tres, incluso cuatro generaciones, borradas de la faz de la tierra.

Estas cifras eclipsan a las más de 67.000 personas que han resultado heridas, miles de las cuales quedarán paralizadas para el resto de sus vidas. El sistema médico de Gaza ha sido destruido casi por completo; se están llevando a cabo amputaciones vitales sin anestesia. El grado de destrucción de las infraestructuras en Gaza supera al de los bombardeos de Dresde al final de la Segunda Guerra Mundial. Casi dos millones de personas -aproximadamente el 85% de la población de la Franja de Gaza- se han visto desplazadas, con sus vidas destrozadas por los bombardeos israelíes mientras se refugian en el sur de la Franja, peligrosamente superpoblada, que el gobierno israelí declaró falsamente “segura”, pero que sigue bombardeando con cientos de bombas de 2000 libras. El hambre en Gaza, creado por la política estatal israelí incluso antes de la guerra, es tan grave que equivale a una hambruna. En su desesperación, la gente ha recurrido a comer forraje, pero ahora incluso eso se está acabando.

Hace aproximadamente un mes, un conocido mío que huyó a Rafah desde la ciudad de Gaza después de que bombardearan su casa allí me dijo que él y su familia ya se habían visto obligados a trasladarse de un refugio temporal a otro seis veces diferentes en sus intentos de escapar de las bombas. Desesperado, me dijo: “No hay comida, ni agua, ni un lugar donde dormir. Estamos constantemente sedientos, hambrientos y mojados. Ya he tenido que sacar a mis hijos de debajo de los escombros dos veces: una en Gaza y otra aquí en Rafah”.

Estos ríos de sangre deben romper los muros de nuestra apatía. Ojalá el tiempo se detuviera lo suficiente para que todos pudiéramos procesar nuestro dolor. Pero no lo hará. Sigue pasando mientras caen más bombas sobre Gaza.

Décadas de injusticia han allanado el camino para esto. Han pasado 75 años desde la Nakba, 75 años de colonialismo israelí, y sus defensores siguen negando los hechos. Incluso después de que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) afirmara que hay motivos para temer que se esté cometiendo un genocidio en Gaza, Estados Unidos y muchos de los demás aliados occidentales de Israel han guardado silencio.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, calificó la mera disposición del tribunal a debatir el caso de “una vergüenza que no se borrará en generaciones”. Efectivamente, la sentencia es una vergüenza. A pesar de que todo quedó a la vista, el tribunal no ordenó a Israel que cesara el fuego. Es una vergüenza para el propio tribunal y para la idea misma de que el derecho internacional debe proteger las vidas y los derechos de las personas que son aplastadas por la fuerza militar de las naciones.

Se dirá sin duda que el derecho, por naturaleza, es meticuloso y que considera el bosque no como un todo sino como árboles individuales. A eso debemos responder que la realidad, los hechos, el sentido común deben estar por encima de la ley, no por debajo de ella. Israel dedica considerables recursos a un legalismo del campo de batalla, destinado a dar cobertura a sus actos asesinos. Este enfoque consiste en trocear la realidad en finas lonchas de observaciones y acciones independientes aprobadas legalmente. En el bloque X había un objetivo militar, lo que justifica la muerte de más de dos docenas de civiles no implicados; el bloque Y era el hogar de un bombero empleado por Hamás, lo que legitima, según el principio de proporcionalidad, la decisión de aniquilar a tres familias vecinas. Pero esta práctica no puede convertir el agua genocida en vino legítimo. Se trata de una luz de gas legal que desmenuza la realidad para ocultar un patrón de asesinato masivo indiscriminado.

Si la matanza del 1,5% de la población en cuatro meses no es genocidio; si los actos de Israel no se consideran lo suficientemente graves como para que un tribunal ordene el cese inmediato de la matanza, ni siquiera a la luz de la incitación abierta al exterminio de los palestinos por parte de destacados políticos israelíes y miembros de la prensa, por no mencionar al presidente y al primer ministro de Israel; cuando se acepta la falta de castigo por tales incitaciones y tales actos en lugar de calificarlos de genocidio en los términos más sencillos, entonces las palabras que utilizamos para describir la realidad han perdido todo su significado y necesitamos urgentemente un nuevo lenguaje que vaya más allá de los confines de la jerga jurídica.

Dejar el cuchillo del carnicero en la mano del carnicero -dejar a Israel sin trabas ni obstáculos- significa permitir que continúe la matanza en Gaza. Este es el fracaso absoluto y continuo del derecho internacional y de las instituciones encargadas de mantenerlo.

Este fracaso traspasa la responsabilidad de forzar el fin de la catástrofe en curso, para que recaiga sobre los hombros de la sociedad civil. Esto debería obligarnos a superar los vacíos paradigmas liberales de los derechos humanos, que han sustituido a la liberación como discurso dominante en la política de izquierdas.

El camino a seguir

El discurso de los derechos humanos que ha secuestrado a la izquierda política en las últimas décadas nos ha alejado de un marco de liberación y acción eficaz. Ahora está claro que debemos desviarnos del pensamiento liberal para restablecer estrategias que desarmen y deconstruyan el poder. La complicidad moral con los crímenes de Israel que representa la negativa de la CIJ a ordenar un alto el fuego inmediato nos obliga a ello. Ofrece un argumento convincente de que todos debemos romper con el actual sistema fracasado.

Por otra parte, la realidad no esperará a que resolvamos las cosas. No podemos simplemente tomarnos nuestro tiempo y esperar a pasar a la acción hasta que hayamos desarrollado y popularizado nuevas narrativas y marcos conceptuales. Tenemos que utilizar todos los medios a nuestro alcance para actuar ahora mismo.

¿Nos ofrece la CIJ alguna herramienta que podamos utilizar? la CIJ está considerada la más alta instancia del derecho internacional. Aunque no dispone de mecanismos de aplicación independientes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sus sentencias y jurisprudencia se consideran la base de la jurisprudencia del derecho internacional, y a menudo se incorporan a las sentencias de los tribunales nacionales sobre estos asuntos. A pesar de haber ordenado muy pocas medidas contra Israel o el genocidio en curso que se está llevando a cabo, el tribunal sí determinó que hay motivos considerables para creer que se está produciendo un genocidio.

Dado que el tribunal no adoptó ninguna medida real contra Israel, debería ser evidente que la responsabilidad de actuar recae sobre nosotras y nuestros movimientos. Afortunadamente, la sentencia también podría darnos algunas herramientas para utilizar aquí y ahora mientras desarrollamos nuevos marcos de liberación. Un ejemplo de ello es una reciente demanda ante un tribunal federal de California que pretendía ordenar a la administración estadounidense que pusiera fin al apoyo militar a Israel. El caso fue desestimado alegando que la política exterior estadounidense está fuera de la jurisdicción del tribunal, pero éste determinó que es plausible que Israel esté cometiendo genocidio en Gaza basándose en la sentencia de la CIJ.

El argumento jurídico de que los gobiernos deben abstenerse de complicidad en el genocidio no carece de fundamento en la legislación estadounidense, así como en muchos otros países. Un tribunal holandés ha ordenado recientemente al gobierno de los Países Bajos que detenga la entrega de piezas para los aviones de combate F-35 que Israel está utilizando para bombardear la Franja de Gaza. Ahora podría ser plausible obligar a más gobiernos a imponer embargos de armas, sanciones u otras medidas a través de los tribunales nacionales.

Sin embargo, tales estrategias nos siguen reduciendo a confiar en supuestos expertos; no nos ayudarán a construir movimientos. El genocidio no se detendrá desde dentro de la sociedad israelí. La presión para hacerlo debe venir de fuera. Ha llegado el momento de la acción directa y de los esfuerzos de abajo arriba, como los boicots impulsados por las comunidades a los productos israelíes, a los vendedores que comercian con ellos, a las exportaciones culturales y propagandísticas israelíes y a cualquier otra cosa que alimente el movimiento mundial de boicot, desinversión y sanciones. El bloqueo del puerto de Tacoma o las acciones de los trabajadores portuarios de todo el mundo que se niegan a cargar barcos y mercancías israelíes y a transportar armas a Israel son ejemplos de cómo podríamos avanzar, construyendo hacia un movimiento de base proactivo.

Debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para detener el genocidio que se está produciendo ahora, pero es importante que abordemos el hecho de hacerlo como un paso hacia la promoción de la liberación palestina y el desmantelamiento del colonialismo de los colonos israelíes. La descripción del pueblo palestino como poco más que víctimas a merced de la represión israelí es a veces bien intencionada, pero borra su personalidad y su capacidad de acción. Mientras nos esforzamos por poner fin a la maquinaria bélica de Israel, debemos articular que esto forma parte de la lucha para acabar con el colonialismo israelí, y centrar a los y las palestinas como protagonistas de esa historia.

Las raíces del problema

Desde antes de la creación del Estado israelí, Israel ha sido una sociedad racista y colonialista, basada en la idea de que los israelíes son fundamentalmente superiores a los palestinos. Esta es la corriente principal del pensamiento político israelí, tanto en su ala derecha como en la llamada izquierda. Este es el pensamiento que motivó la desposesión masiva de familias palestinas que precedió a la formación del Estado, la limpieza étnica de la Nakba en 1948, y diversas formas de apartheid y gobierno militar desde entonces. De hecho, sólo ha habido un año en la historia de Israel -1966- en el que no impusiera un régimen de dictadura militar sobre al menos parte de su población palestina.

Desde mucho antes del actual asalto a Gaza, la realidad cotidiana de la existencia palestina bajo el dominio israelí ha sido un terror continuo y permanente en medio de la violencia y la incertidumbre. Ser palestino significa pasar por un puesto de control sin saber si te sacarán y te detendrán; significa la violencia de las turbas de colonos; significa que te metan en la cárcel bajo detención administrativa, sin saber para qué ni durante cuánto tiempo; significa una redada militar en mitad de la noche. Son todas estas cosas y otras peores, día tras día, a lo largo de toda una vida, a lo largo de generaciones. Una de las muchas cosas que ocurrieron el 7 de octubre fue que, durante un breve periodo de tiempo, también los israelíes, como sociedad, experimentaron ese tipo de terror existencial, esa inquietante incertidumbre y falta de seguridad.

Los sucesos del 7 de octubre han tenido tal impacto en la sociedad israelí que, incluso hoy, la mayoría de la ciudadanía israelí sigue centrándose en sí misma como principal víctima de la narración. Uno de los efectos de esto es la obsesión israelí por contextualizar el genocidio de Gaza en relación con la violencia del 7 de octubre. Una queja común sobre la decisión de la CIJ entre los israelíes es que el tribunal no mencionó el 7 de octubre en su decisión (de hecho, sí lo mencionó). Al mismo tiempo, esta exigencia de contexto pretende suprimir el contexto más amplio. Muchas personas, incluso de la llamada izquierda, expresan su indignación cuando la situación actual se pone en el contexto de la Nakba, la ocupación de 1967 o el asedio en curso. Según esta lógica al revés, proporcionar ese contexto se percibe como un genocidio contra los israelíes.

El racismo israelí era frecuente antes, pero desde el 7 de octubre, el discurso genocida no disimulado y los llamamientos abiertos al genocidio real se han convertido en la norma. Dentro de la sociedad israelí no existe ningún movimiento realmente significativo contra el genocidio. Los movimientos de protesta que existen tienen un tamaño y una influencia insignificantes, o se dedican principalmente a exigir un acuerdo de intercambio de rehenes, o se centran en cuestiones internas israelíes, reminiscencias del movimiento pro-judicial de antes del 7 de octubre.

Los minúsculos islotes aislados de resistencia al asalto a Gaza y a los aspectos más generales del dominio israelí son tan pequeños que deben entenderse como un error de redondeo, no como una fuerza real. La idea de que existe un movimiento contra el colonialismo y por la liberación palestina dentro de la sociedad israelí es una ilusión. Para desempeñar un papel a la hora de labrar un camino hacia un futuro de verdadera libertad, quienes proceden de esta sociedad de colonos tendrán que rechazar de raíz el colonialismo israelí. Debemos tener en cuenta que, por mucho que queramos ser parte de la solución, también seguiremos siendo inherentemente parte del problema.

Al abordar el futuro posterior al genocidio, debemos preguntarnos cómo sobrevivirán las ideas igualitarias en una realidad asolada por la guerra, la muerte y la destrucción. No está claro cómo podemos prever y crear un futuro que pueda trascender el trauma del pasado reciente, sobre todo teniendo en cuenta que, aunque la ruina y la violencia podrían disminuir una vez que haya cesado el asalto, la represión israelí continuará.

Todavía no hay nada claro sobre el futuro posterior al genocidio, incluidos los giros que tomará el movimiento palestino de liberación. Eso sólo lo puede decidir los y las palestinas. Lo que es obvio -y debería haber estado claro mucho antes- es que quienes se oponen al colonialismo no deben regodearse en los privilegios que éste otorga. Los detalles exactos del camino hacia la liberación son inciertos, pero es innegable que quienes quieran contribuir a allanarlo sólo pueden desempeñar un papel en ello dentro del movimiento palestino. La responsabilidad de encontrar formas de hacerlo, de transgredir los límites de la identidad nacional forzada que existen precisamente para impedirlo, recae en quienes desean apoyar al pueblo palestino y romper los confines del colonialismo.

lunes, 26 de febrero de 2024

[EE.UU.] Sobre la acción de Aaron Bushnell en solidaridad con Gaza

Aaron Bushnell, era soldado estadounidense de 25 años que se prendió fuego frente a la embajada de Israel en Washington DC, murió en el hospital. Grito “Palestina libre” mientras se prende fuego.

Traducción automática de un artículo publicado en CrimethInc.:  “This Is What Our Ruling Class Has Decided Will Be Normal” On Aaron Bushnell’s Action in Solidarity with Gaza

“Esto es lo que nuestra clase gobernante ha decidido que será normal”
Sobre la acción de Aaron Bushnell en solidaridad con Gaza

El domingo 25 de febrero recibimos un correo electrónico de una persona que firmó Aarón Bushnell.

Lee,

Hoy planeo participar en un acto extremo de protesta contra el genocidio del pueblo palestino. Los enlaces a continuación deberían llevarlo a una transmisión en vivo y a imágenes grabadas del evento, que serán muy inquietantes. Le pido que se asegure de que las imágenes se conserven y se informen sobre ellas.

Consultamos la cuenta de Twitch. El nombre de usuario mostrado era “LillyAnarKitty” y el ícono de usuario era un círculo A, el significado universal del anarquismo: el movimiento contra todas las formas de dominación y opresión.

En el vídeo, Aaron comienza presentándose. “Mi nombre es Aaron Bushnell. Soy miembro en servicio activo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y ya no seré cómplice del genocidio. Estoy a punto de participar en un acto de protesta extremo, pero en comparación con lo que la gente ha estado experimentando en Palestina a manos de sus colonizadores, no es nada extremo. Esto es lo que nuestra clase dominante ha decidido que será normal”.

El vídeo muestra a Aaron continuando filmando mientras camina hacia la puerta de la embajada de Israel en Washington, DC, cuelga el teléfono, se moja en un líquido inflamable y se prende fuego, gritando “Palestina libre” varias veces. Después de que se desploma, los agentes de policía que habían estado observando cómo se desarrollaba la situación entran corriendo en el marco: uno con un extintor de incendios, otro con una pistola. El oficial continúa apuntando con el arma a Aaron durante más de treinta segundos mientras Aaron yace en el suelo, ardiendo.

Posteriormente, la policía anunció que habían llamado a su Unidad de Eliminación de Artefactos Explosivos.

Desde entonces hemos confirmado la identidad de Aaron Bushnell. Sirvió en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos durante casi cuatro años. Uno de sus seres queridos nos describió a Aaron como “una fuerza de alegría en nuestra comunidad”. Una publicación en línea lo describió como “una persona increíblemente gentil, amable y compasiva que dedica cada minuto y cada centavo que tiene a ayudar a los demás. Es tonto, hace reír a cualquiera y no haría daño a una mosca. Es un anarquista de principios que vive sus valores en todo lo que hace”.

Los amigos de Aaron nos dicen que ha fallecido como consecuencia de sus heridas.

Toda la tarde, mientras otros periodistas daban la noticia, discutíamos cómo debíamos hablar de esto. Algunos temas son demasiado complejos para abordarlos en una publicación apresurada en las redes sociales.

La magnitud de la tragedia que está teniendo lugar en Gaza es desgarradora. Supera todo lo que podemos entender desde el punto de vista de Estados Unidos. Más de 30.000 palestinos han sido asesinados, entre ellos más de 12.000 niños. Más de la mitad de todos los edificios habitables de toda Gaza han sido destruidos, junto con la mayoría de los hospitales. La gran mayoría de la población vive como refugiada con poco acceso a agua, alimentos o refugio.

El ejército israelí está planeando ahora una invasión terrestre de Rafah que añadirá un número incalculable de víctimas a este número. No es una exageración decir que estamos siendo testigos de la comisión deliberada de genocidio. Todas las pruebas disponibles indican que el ejército israelí seguirá matando a miles de palestinos hasta que se vean obligados a detenerse. Y cuanto más se prolongue este derramamiento de sangre, más personas morirán en el futuro, mientras otros gobiernos y grupos imitan el precedente sentado por el gobierno israelí.

El gobierno de Estados Unidos tiene la misma responsabilidad en esta tragedia, ya que armó y financió a Israel y le proporcionó impunidad en la esfera de las relaciones internacionales. Dentro de Israel, las autoridades han reprimido efectivamente los movimientos de protesta en solidaridad con Gaza. Si las protestas van a ejercer influencia para detener el genocidio, corresponde al pueblo de Estados Unidos descubrir cómo lograrlo.

¿Pero qué hará falta? Miles de personas en todo el país han participado en valientes actos de protesta sin lograr aún detener el ataque de Israel.

Aaron Bushnell fue uno de los que simpatizó con los palestinos que sufren y mueren en Gaza, uno de los que está atormentado por la pregunta de cuáles son nuestras responsabilidades cuando nos enfrentamos a una tragedia así. En este sentido, fue ejemplar. Honramos su deseo de no permanecer pasivos ante la atrocidad.

La muerte de una persona en Estados Unidos no debería considerarse más trágica –ni más digna de noticia– que la muerte de un solo palestino. Aún así, hay más que decir sobre su decisión.


Aaron fue la segunda persona que se autoinmoló en una institución diplomática israelí en Estados Unidos. Otro manifestante hizo lo mismo en el consulado de Israel en Atlanta el 1 de diciembre de 2023. No nos resulta fácil saber hablar de sus muertes.

Algunos periodistas se ven a sí mismos involucrados en la actividad neutral de difundir información como un fin en sí mismo, como si el proceso de seleccionar qué difundir y cómo enmarcarlo pudiera alguna vez ser neutral. Por nuestra parte, cuando hablamos, suponemos que estamos hablando con personas de acción, personas como nosotros que son conscientes de su agencia y están en el proceso de decidir qué hacer, personas que pueden estar luchando contra el dolor y la desesperación.

Los seres humanos se influyen unos a otros tanto a través de argumentos racionales como a través de la contagiosidad de la acción. Como dijo Peter Kropotkin : "El coraje, la devoción y el espíritu de sacrificio son tan contagiosos como la cobardía, la sumisión y el pánico".

Así como tenemos la responsabilidad de no mostrar cobardía, también tenemos la responsabilidad de no promover el sacrificio de manera casual. No debemos hablar descuidadamente de asumir riesgos, ni siquiera de riesgos que hayamos asumido nosotros mismos. Una cosa es exponerse al riesgo; otra cosa es invitar a otros a correr riesgos sin saber cuáles pueden ser las consecuencias para ellos.

Y aquí no hablamos de un riesgo, sino de la peor de todas las certezas.

No enaltezcamos la decisión de acabar con la vida, ni celebremos nada que tenga repercusiones tan permanentes. En lugar de exaltar a Aarón como mártir y animar a otros a emularlo, honramos su memoria, pero os exhortamos a tomar un camino diferente.


"Esto es lo que nuestra clase dominante ha decidido que será normal".

Estas palabras de Aarón nos persiguen.

El esta en lo correcto. Estamos entrando rápidamente en una era en la que la vida humana se considera inútil. Esto es obvio en Gaza, pero también podemos verlo en otras partes del mundo. Con las guerras proliferando en Medio Oriente y el norte de África, nos encontramos en el umbral de una nueva era de genocidios. Incluso dentro de Estados Unidos, los incidentes con víctimas masivas se han vuelto rutinarios, mientras que un segmento entero de la clase baja está condenado a la adicción , la falta de vivienda y la muerte.

Como táctica, la autoinmolación expresa una lógica similar a la premisa de la huelga de hambre. El manifestante se trata a sí mismo como un rehén e intenta utilizar su voluntad de morir para presionar a las autoridades. Esta estrategia supone que las autoridades están preocupadas en primer lugar por el bienestar del manifestante. Hoy, sin embargo, como escribimos sobre la huelga de hambre de Alfredo Cospito ,

Nadie debería hacerse ilusiones sobre cómo ven los gobiernos la santidad de la vida en la era de la COVID-19, cuando el gobierno de Estados Unidos puede tolerar la muerte de un millón de personas sin sonrojarse mientras el gobierno ruso emplea explícitamente a convictos como carne de cañón. Los políticos fascistas recién elegidos que gobiernan Italia no tienen escrúpulos en condenar a muerte a poblaciones enteras, y mucho menos en permitir que muera un solo anarquista.

En este caso, Aaron no era un anarquista encarcelado, sino un miembro en servicio activo del ejército estadounidense. Su perfil de linkedin especifica que se graduó de la formación básica “de primer nivel y de primera clase”. ¿Hará esto alguna diferencia para el gobierno de Estados Unidos?

Al menos, la acción de Aaron muestra que el genocidio no puede tener lugar en el extranjero sin daños colaterales en este lado del océano. Desafortunadamente, las autoridades nunca se han sentido especialmente conmovidas por las muertes de personal militar estadounidense. Innumerables veteranos estadounidenses han luchado contra la adicción y la falta de vivienda desde que regresaron de Irak y Afganistán . Los veteranos se suicidan a un ritmo mucho mayor que el resto de adultos. El ejército estadounidense sigue utilizando armas que exponen a las tropas estadounidenses a lesiones cerebrales permanentes .

A los miembros del ejército se les enseña a comprender su voluntad de morir como el principal recurso que tienen para poner al servicio de las cosas en las que creen. En muchos casos, esta forma de pensar se transmite de generación en generación. Al mismo tiempo, la clase dominante toma con calma la muerte de soldados. Esto es lo que han decidido que será normal.

No es la voluntad de morir lo que influirá en nuestros gobernantes. Realmente temen nuestras vidas, no nuestras muertes; temen nuestra voluntad de actuar colectivamente según una lógica diferente, interrumpiendo activamente su orden.

Muchas cosas que valen la pena hacer implican riesgos, pero elegir poner fin intencionalmente a tu vida significa excluir años o décadas de posibilidades, negándonos al resto de nosotros un futuro contigo. Si tal decisión alguna vez es apropiada, será sólo cuando se hayan agotado todos los demás cursos de acción posibles.

La incertidumbre es una de las cosas más difíciles de soportar para el ser humano. Existe una tendencia a tratar de resolverlo lo más rápido posible, incluso imponiendo de antemano el peor de los casos, incluso si eso significa elegir la muerte. Hay una especie de alivio al saber cómo resultarán las cosas. Con demasiada frecuencia, la desesperación y el autosacrificio se mezclan y confunden, ofreciendo un escape demasiado simple de tragedias que parecen irresolubles.

Si tienes el corazón destrozado por los horrores en Gaza y estás dispuesto a soportar consecuencias significativas para intentar detenerlos, te instamos a que hagas todo lo que esté a tu alcance para encontrar camaradas y hacer planes colectivamente. Sentar las bases para una vida plena de resistencia al colonialismo y a todas las formas de opresión. Prepárese para correr riesgos según lo exija su conciencia, pero no se apresure hacia la autodestrucción. Te necesitamos desesperadamente vivo, a nuestro lado, para todo lo que está por venir.

Como escribimos en 2011 en referencia a la autoinmolación de Mohamed Bouazizi ,

Nada es más aterrador que apartarse de lo que sabemos. Puede que se necesite más coraje para hacer esto sin suicidarse que para prenderse fuego. Ese coraje es más fácil de encontrar en compañía; Hay tantas cosas que podemos hacer juntos que no podemos hacer como individuos. Si hubiera podido participar en un movimiento social poderoso, quizás Bouazizi nunca se habría suicidado; pero, paradójicamente, para que tal cosa sea posible, cada uno de nosotros tiene que dar un paso análogo al que dio hacia el vacío.

Admitamos que el tipo de actividad de protesta que ha tenido lugar hasta ahora en Estados Unidos no ha servido para obligar al gobierno estadounidense a obligar a detener el genocidio en Gaza. Es una pregunta abierta qué podría lograr eso. La acción de Aarón nos desafía a responder esta pregunta, y a responderla de manera diferente a como lo hizo él.

Lamentamos su fallecimiento.


Si usted o sus familiares actualmente sirven en el ejército de los EE. UU., comuníquese con la línea directa de derechos de los militares al 1-877-447-4487.

 

 

martes, 6 de febrero de 2024

[Argentina] Ustedes, los «progres», parieron a Milei

Alberto Bonnet
Buenos Aires, 23 noviembre de 2023. publicado en comunizar

Hasta ayer ustedes, los siervos progres de sus señores justicialistas, nos convocaron a votar a Massa contra Milei. Y ayer algunos de nosotros votaron por su candidato, sólo para que no ganara la contraria, naturalmente, y otros no lo votamos. Pero, sea como sea, hoy todos nosotros juntitos les decimos: ustedes, los progres, parieron a Milei y a sus votantes.

Ustedes parieron a Milei proveyéndole dinero, candidatos y fiscales a La libertad avanza para dividir el voto a Juntos por el cambio. Ayer, los responsables de esta miserable maniobra, la pandilla entera de Unión por la patria, incluyéndolos a ustedes, sus siervos progres, merecía haber recibido cascotazos antes que votos. Pero, por encima de todo, ustedes parieron a los votantes de Milei, durante sus cuatro años de gobierno.

Ustedes parieron a los votantes dolarizadores de Milei mediante su política económica, su consabida emisión monetaria descontrolada acompañada de las consabidas policías de precios, tipos de cambio, cupos de importaciones y demás ocurrencias propias de comisarios de Trulalá, que llevaron la inflación del 53,8% de diciembre de 2019 (IPC general interanual) al 142,7% de octubre de 2023, multiplicando los precios por nueve en cuatro años de gobierno. O, dicho de otra manera, que llevaron la indigencia y la pobreza del 6,7 y el 35,5%, respectivamente, del segundo semestre de 2018, a un 9,3 y un 40,1% en el segundo de 2023 (y, gracias a su última devaluación, a un 43,5%). Toda una proeza la de ustedes, progres: parieron un ejército entero de dolarizadores que no cuentan ni con un dólar en sus bolsillos.

Ustedes parieron a los votantes anti-cuarentena de Milei mediante su confinamiento ante el COVID, uno de los más prolongados y restrictivos del mundo entero, con todo su tremendo costo económico y social a cambio de su mediocre beneficio sanitario (en términos de muertos por millón de habitantes, nos dejaron por debajo de Perú y Brasil, es cierto, pero también por arriba del resto de América Latina y de buena parte del resto del mundo). Y, además, para que aquellos votantes anti-cuarentena se multiplicaran aún más, ustedes se dedicaron a insultar a los enfermos y a los muertos por la pandemia, jugando a su jueguito berreta de anti-imperialismo entre laboratorios, montando sus vacunatorios VIP y festejando el cumpleañitos de su primera dama en la Quinta de Olivos en medio de la cuarentena. ¿Sergio presidente? Tarde. Antes correspondía la destitución, mediante juicio político, del presidente Alberto.

Ustedes parieron a los votantes anti-casta de Milei, simplemente, comportándose ustedes mismos como una casta. Pero no cualquier casta, no, sino como la más corrupta e impune que uno pueda imaginarse. La casta encabezada por ese presidente que viola sus propios decretos y una vice-presidenta que sólo ocupa su cargo para no ocupar una celda. La casta que genera desde arriba sus propias organizaciones, como La Cámpora, gracias a su manejo del arbitrio y el presupuesto del Estado. La casta que, para perpetuarse en el poder, implementa un plan platita que insume al menos un punto y medio del producto. ¿Qué esperaban de la ciudadanía? ¿Acaso votos a favor de la supervivencia de vuestra casta?

Ustedes parieron a los votantes–rappi de Milei, esas penosas sombras de emprendedores, a través del aumento incesante de precarización laboral. Hoy, gracias a ustedes, ya casi la mitad del trabajo es precario: el 27,3% trabaja en negro y el 22,2% por cuenta propia. Total: 49,5%. Un esfuerzo más de ustedes, progres, y los precarios son mayoría. La recuperación del empleo, después de su derrumbe durante la pandemia, redujo la brecha preexistente entre los volúmenes de ambos y, además, incrementó brutalmente la brecha entre sus respectivos salarios. Aunque esto, a ustedes, les importó un carajo, desde luego, porque confiaron en que podían emparcharlo con un poco más asistencialismo.

Ustedes parieron a los votantes anti-feminazis de Milei mediante sus grotescas prácticas de pinkwashing. Las boludas resoluciones del INADI sobre lenguaje inclusivo, el pelotudo cuadernillo del INADI para los periodistas destacados en el Mundial de Qatar, y un largo etcétera. ¿Usamos la e, la x, o la @? Mejor dejemos un espacio en blanco, en un país donde el 64% de aquellos pobres son mujeres, donde entre el 56,2% (INDEC) y el 66% (UNICEF) de los niños son pobres y están sometidos, especialmente las nenas, a violencia doméstica cotidiana en sus hogares, donde el desempleo de las mujeres jóvenes alcanza el 13,4%, es decir, más del doble del nivel promedio. Ojo, progres: ser parte de la casta reditúa privilegios como, por ejemplo, la libertad de pasear en yate por el Mediterráneo, pero también puede encerrar en un tupper.

Ustedes parieron a los votantes anti-adoctrinamiento de Milei, adoctrinando a través de sus materiales didácticos en escuelas y colegios, confabulándose con Baradel y demás forajidos para destruir la calidad de la educación pública, convirtiendo cada universidad del conurbano en una unidad básica. Y también parieron a sus votantes anti-derechos humanos, manipulando la lucha y los organismos de lucha contra los crímenes cometidos por la última dictadura con fines partidarios durante años, y convirtiendo de pasadita esos derechos humanos en asuntos violados en el pasado, para poder seguir violándolos ustedes mismos en el presente cuando les conviene, como en Jujuy, en nombre de las exportaciones de litio. En fin, si me olvidé de algunos de los votantes de Milei (son tantos, gracias a ustedes y para desgracia nuestra, que quizás me olvide de algunos), seguro que a esos también los parieron ustedes.

Ayer ustedes, progres, nos convocaron desde su gobierno a votar a Massa contra Milei para defender nuestras conquistas… La de instalar a Milei en la presidencia de la Argentina: ¿es una de esas conquistas que debíamos defender? ¿o un retroceso que nunca les perdonaremos?

jueves, 1 de febrero de 2024

[Argentina] La patria es un supermercado construido sobre el genocidio indígena y proletario

Expandiendo la revuelta
01/02/2024, Buenos Aires.

No se trata simplemente de ir en contra, de apelar a retoricas ideológicas o anteponer deseos personales a una lucha colectiva, pero cuando vemos el espectáculo de la revuelta, o mejor dicho, la revuelta convertida en espectáculo, por lo menos nos toca hacer una autocrítica.

El nacionalismo invade cada consigna y cada discurso, pero sobre todo impone su proyección en torno a la lucha contra el DNU y la Ley ómnibus, argumentando una falsa dicotomía, un enemigo imaginario cuando al fin y al cabo todos se sientan en la misma mesa a la espera de “inversiones” y “debaten” en el parlamento la gestión de la explotación. No nos equivoquemos, estamos todxs en la misma, pero hay muchxs, demasiadxs, que buscan hacer de la rabia, de la indignación, de la rebeldía, un espacio de explotación mediático-política. Cuando frente al Congreso hay más cámaras que caras tapadas, cuando las manifestaciones se transforman en un reel para instagram o en palabras ingeniosas para twitter, lo discursivo se impone por sobre las prácticas. Mientras tanto C5N y Grabois advierten que si alguien le tira alguna piedra a la policía es un infiltrado de Bullrich, y TN cumple su función histórica “quienes están ahí no son el pueblo, el pueblo está trabajando” repiten cínicamente, al mismo tiempo los medios “alternativos” reivindican lo “pacifico” de los manifestantes que se dejan pegar para dar una buena imagen, y lo deshonroso de la detención policial a algunas militantes por cantar el himno nacional.

Sabemos que es una frase hecha, pero la realidad no deja de demostrarnos una y otra vez que los dirigentes son quienes están apaciguando la rebeldía, que antes que la negación de la realidad están más interesados en llegar a acuerdos políticos, en acumular militantes y en representar a una masa pasiva que aplauda sus decisiones. Desde el peronismo a la izquierda parlamentaria, desde los medios oficiales a gran parte de los que se dicen alternativos, no queremos ser parte de este show y al mismo tiempo sabemos que somos tantxs otrxs, que más allá incluso de diferencias ideológicas, queremos arrasar con esta realidad, las asambleas nos demuestran constantemente que no necesitamos lideres ni punteros, y las manifestaciones espontáneas, como aquella surgida el reciente 21 de diciembre, evidencian que cuando nos organizamos horizontalmente somos más peligrosxs que cuando nos convertimos en carne de cañon ajena.

La lucha es larga y seguiremos acá, firmes, algunas veces entre la multitud, otras en sus márgenes, lo que podemos decir en este momento, es simplemente que seamos críticxs de nuestra participación en el espectáculo al que nos intentan introducir, y no dejemos tampoco que los reflectores y el asco patriótico apaguen nuestras pasiones.

lunes, 29 de enero de 2024

[España] ¡NUNCA DIGAS NUNCA MAIS!

Reactiva
Enero 2024, Estado español.

“Hasta que no tomen conciencia nunca se rebelarán, y hasta que no se rebelen no podrán tomar conciencia” George Orwell      
Otra vez “mais” un residuo del capitalismo invade las playas, bueno, una pequeña parte de él, ya que la mayoría quedará en el fondo del mar, que ahí parece que no molesta a nadie. Ahora no es un galipote asqueroso, grasiento y cancerígeno, ahora toca microplásticos, millones y millones de bolitas de plástico que a su nociva existencia (unas 15 sustancias tóxicas, la de mayor proporción, un tal Tinuvin 622, parcialmente soluble en agua y tóxica para organismos acuáticos), se irán adhiriendo residuos variopintos, pero eso sí, es un residuo muy moderno e indudablemente mucho más simpático y amigable que la brea, dónde va a parar. Estas bolitas son arrastradas a toda la costa norte de la península ibérica, invaden las playas y es por esta razón que nos hemos enterado, porque nadie duda que si fueran contenedores con baterías de coche, nadie se hubiera enterado y que siga la fiesta del progreso capitalista.

Políticos de todos los colores se echan la culpa unos a otros, como si a algún partido le interesara que se llene de basura las playas, y todos los medios de masas debaten hipócrita y patéticamente sobre los fallos del transporte, la posibilidad de establecer más controles y leyes que permitan un transporte de mercancías sin sorpresas y más ecofriendly. Pero por mucho que periodistas, politicuchxs y ecologistas consideren este hecho un desastre evitable, lo cierto es que no lo es, es un daño colateral de la producción y tráfico de mercancías bajo el capitalismo, al igual que los accidentes laborales, el envenenamiento de la tierra, la atmósfera, el mar, o nuestros propios cuerpos, son consecuencia inseparable del desarrollo del capital. Así como la destrucción de la flora y la fauna, o la guerra, la explotación y muerte de una parte de la población, son consecuencia de este sistema mercantil. El desastre únicamente es evitable si se termina de una vez por todas con él, pero mantenerlo a flote es el denominador común de todxs lxs políticxs del arco parlamentario.

En su ansia de engordar sus beneficios, el sistema recortará sus gastos: salarios, reducción de plantilla, menos inversión en prevención de riesgos laborales, etc... Y estos desastres seguirán ocurriendo, pues no son las consecuencias de una empresa malvada o falta de regulación socialdemócrata, ocurre, porque así son las reglas de la economía. Que antepone la ganancia a la vida. Si ahora los gobiernos nos venden sus compromisos para parar el cambio climático y promueve energías verdes, no es más que para ampliar el mercado con nuevos productos, de los que no se cuestiona el coste ecológico de su producción y mucho menos cuál es su finalidad, que no es mejorar las condiciones de vida de las personas y el medio ambiente, sino engordar los bolsillos de los de siempre. No nos preguntamos: ¿para qué necesitamos el plástico?, ¿por qué vivimos como si hubiera recursos ilimitados, sin cuestionar el modelo de producción? o ¿por qué producimos mercancías que nos esclavizan en lugar de producir únicamente para satisfacer las necesidades reales?. Como nunca se toca la cuestión de fondo, el sistema se mantendrá inalterado en su esencia.

El mar siempre ha sido el gran vertedero de este demencial sistema, un gran desconocido al que, eso sí, aportamos todos los residuos industriales y los desechos de un consumo atroz. Como no se ve, todo se permite. Las playas en el norte siempre han estado llenas de plásticos, vertidos de la ganadería y la industria, e innumerables desagües cargados de tóxicos y material fecal que aportan de vez en cuando algún parásito o bacteria intestinal a bañistas afortunadxs. Pero en verano hay un servicio de limpieza (inexistente el resto del año) para realizar un lavado de cara y que lxs turistas se lo pasen pipa y consuman contentxs.

Solo en contenedores son miles los que caen cada año al gran azul, ésta ha sido una gran noticia, por un lado por la hipocresía de los medios, pero sobre todo porque ha llegado hasta las costas, unas costas cada vez más degradadas por la explotación de sus recursos, y por un turismo masivo cada vez más destructivo. Este turismo, unido a la brutal especulación inmobiliaria, en auge debido a la estrategia de vender el norte de la península ibérica como un destino ideal para afrontar el cambio climático, hace que sea muy compleja la supervivencia de la población local.

El 13 de diciembre, a un vecino de Corrubedo que regenta un bar en la zona, le avisó un cliente que estaban llegando unos fardos a la costa, apurado fue para la playa y para su sorpresa descubrió que la bolsas blancas no contenían cocaína, sino unas bolas blancas que emanaban un repugnante hedor a gasolina, entonces llamó a la guardia civil, al ayuntamiento y a salvamento marítimo. Todos le daban largas, el hombre, mientras esperaba la ayuda, se puso a recoger para que no volvieran al mar, pues ya estaba el arenal lleno de bolitas y varios sacos sin abrir llenos de ellas. Cayó la noche y el hombre retiró 40 sacos llenos, al día siguiente 18, y por ahí nadie apareció.

Ahora, un mes después y todos los sacos rotos, nos piden a nosotrxs que limpiemos su mierda, de manera voluntaria, por supuesto. El trasvase de fondos, en el caso de la Xunta de Galicia, al parecer será para una histórica en trapicheos con el PP en la comunidad Silman 97 SL, una empresa de marketing y comunicación que ni idea tiene de desastres ambientales, pero que se llevará el dinero calentito por la supuesta formación (que se basa en dar un tríptico de información) de voluntarixs en las playas. Esa empresa hace el agosto del desastre para que nosotrxs, ciudadanxs responsables, doblemos el lomo y bolita a bolita  lavemos la cara del capital con nuestra solidaridad, y así les dejaremos el terreno limpio para el siguiente vertido.

Nos adelantan que la empresa será difícil de imputar, pues es un buque con bandera de Liberia, contratado por una naviera de Bermudas, con sede social en Chipre, la mercancía de una empresa Polaca y con fabricante en India...  Como siempre al capital le sale gratis o muy rentable destruir la tierra.

Cosa muy distinta ocurre cuando a algún inconsciente se le ocurre cuestionar el orden establecido o la exclusividad del uso de la violencia por parte del Estado y osa poner un palo en el engranaje de este sistema de explotación y miseria. Si es apresadx por las garras del Estado, será torturadx y condenadx. Miles de compañerxs sufren en las cárceles del mundo, nuestra solidaridad es con ellxs y con el resto de compañerxs que luchan por la vida y contra el Capital.

Tampoco nos interesa lo que patéticxs izquierdistas nos tratan de vender: otro capitalismo más humano, con menos excesos. No queremos un mundo de mierda, lleno de plantaciones de eucaliptos y molinos de viento por doquier, donde nos exploten asertivamente, sin discriminación por género o raza. Queremos un mundo sin explotación y donde merezca vivir, un mundo con robles y lobxs, y no al margen de este sistema, sino sobre sus ruinas.

O todo o nada, es inútil dar alternativas a la demencia capitalista, es necesario una lucha contra toda la profundidad y extensión de esta compleja maquinaria, el combate irreductible contra todas las expresiones de este mundo de alienación, la destrucción sistemática de todas las ilusiones ciudadanistas y democráticas y de todas las visiones parcializadoras.

¡LUCHAMOS POR LA VIDA Y CONTRA EL CAPITAL!

miércoles, 24 de enero de 2024

24 de enero, huelga general en Argentina

Partido Comunista Internacional (El Proletario)
22/01/2024

El miércoles 24 de enero tendrá lugar una huelga general en Argentina convocada por los principales sindicatos y corrientes sindicales del país, la oposición peronista y de la extrema izquierda parlamentaria y un sinfín de organizaciones sociales, piqueteras, etc. El objetivo es impedir que la ley ómnibus propuesta por el gobierno del recién elegido Milei pase por el Parlamento y la judicatura y se convierta en realidad.

Tras la victoria del histriónico candidato a finales del año pasado, Argentina parece que está en el foco de todas las miradas. Ante una crisis económica cuya principal característica es la inflación desbocada (pero que no es algo tan extraño en un país con sus características productivas) y el tono beligerante con que el partido La Libertad Avanza llegó al poder, desde todas partes se espera con atención el resultado de las medidas que se están poniendo en marcha. Pero la realidad, más allá del circo mediático que pueda generarse en torno a las salidas de tono del nuevo presidente, es que en Argentina se prepara un ajuste económico al uso, siguiendo los patrones básicos que durante los últimos años se han visto en cada caso de este tipo.

Devaluación de la moneda para limitar el crecimiento de los salarios, rescate de la deuda privada, blindaje de los sectores exportadores del país, etc. etc. Nada que no se haya visto con anterioridad en cualquier país que, como Argentina, haya recibido ayudas de las entidades financieras internacionales y se vea en la obligación de devolverlas en medio de una situación turbulenta. Sobre esto no hay que llevarse a engaños: el “libertarismo” de Milei, los ataques a “la casta”, los llamados a acabar con el Banco Central, son estridencias que emborronan la realidad: será la clase proletaria la que pague el ajuste y lo hará, como siempre, viendo deterioradas hasta el extremo y por tiempo indefinido sus condiciones de vida y de lucha.

La ley ómnibus contra la que se convoca la huelga afecta a temas tan variopintos como el salarial, la regulación del espacio aéreo o la titularidad de la propiedad de los equipos de fútbol. Se trata de una especie de disparo a bocajarro, con toda la fuerza disponible en el momento, con el que se intenta aprovechar el momento de euforia y fortaleza posterior a las elecciones para imponer lo más rápido posible las medidas anti crisis. Por lo que parece la precipitación a la hora de diseñar la reforma legislativa ha hecho que se pueda estar vulnerando la propia Constitución y esto ha llevado a que el poder judicial bloquee su aplicación. Ante esta paralización, el partido de la derecha tradicional, que dio a Milei forma y estructura después de que este ganase por sorpresa la primera vuelta de las elecciones y a través del cual la clase burguesa argentina, en un primer momento reacia a la llegada al poder del nuevo presidente, ha colocado en el gobierno a sus principales representantes, se ha aprestado a aceptar algunas reformas al texto legal, a suavizar algunos puntos, etc. Para ellos, para la clase social a la que representa y que ve en figuras como Macri o Bullrich la única alternativa ante la podredumbre absoluta que domina en el peronismo, no se trata de hacer una revolución: basta con ser capaces de utilizar la borrachera democrática que ha llevado al enésimo gobierno populista al poder para aplicar el que ha sido su programa de reformas habitual durante los últimos 50 años.

Para la izquierda tradicional, para las diferentes ramas peronistas y para el gran sindicato CGT, la paralización de la ley ha sido la excusa perfecta para contemporizar con el gobierno. Para empezar, llamaron a una huelga general ¡el 24 de enero! Un mes después de la aprobación del decreto ómnibus, dando con ello la garantía de que el único fin de la movilización era cubrir el expediente, justificar una oposición más ficticia que real y plegarse en definitiva ante las exigencias de la burguesía. Y para continuar, cifran todo el rechazo a la ley en sus defectos formales, en la posibilidad de que sea inconstitucional, etc. Es decir, dejan a la judicatura la potestad de aplicarla al menos en sus partes legales.

Finalmente, la extrema izquierda parlamentaria, de corte trotskista y representada por el Frente de Izquierda y de Trabajadores (coalición electoral formada por el Partido de los Trabajadores Socialistas, el Partido Obrero y la Izquierda Socialista), se colocan, como es habitual, detrás del peronismo y de la CGT, y se limitan a exigir a estos que hagan una “oposición real” a Milei, que encabecen las huelgas y las protestas, que se afanen en la vía legalista, etc. Durante los últimos veinte años el trotskismo ha mostrado, en Argentina, su inmensa capacidad… para desviar a los proletarios de los verdaderos objetivos, métodos y medios de la lucha de clase. No va a ser menos ahora.

Pero la realidad es sangrante para el proletariado de Argentina. La paralización temporal de la ley no parece ser otra cosa que una maniobra de dilación para evitar un choque demasiado brusco entre el nuevo gobierno y la clase trabajadora que padecerá sus medidas. La burguesía, a través de su Estado, que incluye tanto al gobierno como al poder judicial o al Parlamento en el que está la oposición, trata de lograr un punto de equilibrio en el cual sus exigencias se impongan con fuerza pero se limen los aspectos más virulentos, logrando así reforzar la confianza en el propio Estado por parte de los proletarios y atenuar su protesta, que siempre podrá ser remitida por la oposición peronista y trotskista a un nuevo envite electoral, una nueva rogatoria judicial, etc.

Las medidas que exige la burguesía argentina e internacional se impondrán, sin duda. No existe oposición a estas ni en el Parlamento ni en los juzgados: todos los partidos burgueses saben que son imprescindibles para evitar que la crisis económica repercuta definitivamente sobre sus ganancias y la extrema izquierda será incapaz de romper con ellas. La tupida red de organizaciones sindicales y asociaciones piqueteras y sociales controladas por el peronismo y el trotskismo no van a plantar una batalla real contra las medidas anti obreras del gobierno: en Argentina más que en cualquier otro país de América Latina, el sindicalismo de concertación, que tiene como bandera la solidaridad interclasista al amparo del Estado burgués, paraliza al proletariado y tiene como función garantizar la paz social a cambio de participar en el desarrollo de políticas sociales, reparto de prebendas, etc.

En esta situación, los proletarios deben prepararse para un largo periodo de sacrificios y exigencias. Su única alternativa es ser capaces de salir de su letargo y presentar la batalla sobre el terreno de la defensa inmediata de sus condiciones de existencia. No pueden esperar nada ni de la oposición “de izquierdas” ni de las grandes organizaciones sindicales que juegan en favor de su enemigo de clase, pero, a la hora de la verdad, a la hora de aplicar la legislación anti obrera que la burguesía reclama a través de Milei, todavía poseen la fuerza que como clase les corresponde en los puestos de trabajo, en las empresas y en los barrios proletarios. Aún cuando toda la fuerza del enemigo, la abierta y la soterrada, vaya encaminada a hacerles aceptar su propia miseria, todavía pueden plantarle cara a través de la lucha de resistencia cotidiana contra la aplicación de cada una de las medidas que contiene el decreto.

¡Por la defensa intransigente de las condiciones de vida y lucha del proletariado!

¡Por la creación de organismos de resistencia económica capaces de afrontar la ofensiva de la clase burguesa!

¡Por el retorno de la lucha de clase!

lunes, 15 de enero de 2024

Crítica al concepto de “genocidio”

Un internacionalista
Enero de 2024

Sudáfrica ha demandado a Israel ante un tribunal internacional de La Haya, acusándolo de genocidio. Según el periodista israelí Sergei Auslender, los abogados israelíes lucharon heroicamente ante los tribunales. Rina Basist, columnista del Jerusalem Post y de Al-Monitor, tiene una opinión ligeramente diferente, lo que es comprensible puesto que no trabaja para un público proisraelí de antiguos judíos de la URSS. El problema es que los políticos israelíes han dicho tantas cosas que se necesitarían un par de Nurenberg. Son sus discursos, así como los discursos de algunos militares, los que aparecen en los tribunales, no sólo las acciones de los militares.

Hoy, muchos acusan a Israel de “genocidio” en relación con el bombardeo de Gaza. La acusación contra Israel podría suscitar de nuevo el debate sobre lo que es pertinente. Sin embargo, existen críticas al concepto y dudas sobre su utilidad. Mi objetivo no es justificar o condenar a Israel en este asunto, me interesa otra cosa.

Las acciones de Israel son atroces. Las tropas israelíes han matado a unas 22.000 personas en Gaza. Estas cifras del Ministerio de Sanidad de Gaza están fuera de toda duda. En el pasado, como señala la publicación centrista occidental Economist, sus cifras sobre las víctimas de los ataques aéreos israelíes han sido exactas y confirmadas por instituciones internacionales independientes. No cabe duda de que una gran proporción de los muertos son civiles. Incluso según las cifras israelíes, que sin duda están infladas (como siempre ocurre en tiempos de guerra), Israel mató a 9.000 combatientes de Hamás, lo que significa que 13.000 de los muertos eran civiles. Los funcionarios israelíes hablan abiertamente de que están luchando contra “medio-animales” (el jefe del Ministerio de Defensa, Yoav Galant), de que vale la pena cuestionar la inocencia de los civiles palestinos (el presidente israelí Yitzhak Herzog) y discuten abiertamente los planes para deportar a los palestinos.

Por otra parte, Hamás se apoderó de 22 centros de población israelíes el 7 de octubre y los retuvo durante varios días. Durante ese periodo, los militantes mataron a unos 1.200 israelíes, de los que sólo 300 eran militares, y secuestraron a otras 240 personas, entre ellas niños enfermos y ancianos. Si los crímenes de Israel son genocidio, ¿deberían considerarse como tales las acciones de Hamás?

Es probable que los partidos debatan sobre esta cuestión, intentando arrojarse lodo unos a otros, lodo que ya han esparcido.

El concepto de “genocidio” se desarrolló al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando las potencias vencedoras sintieron la necesidad de perseguir a los perdedores del conflicto: los altos cargos del Tercer Reich, culpables de terribles crímenes.

Según su definición, el “genocidio” está totalmente relacionado con la intención explícita de exterminar, parcial o totalmente, a determinados grupos, naciones o etnias.

A menudo ha sido ignorada por diversos gobiernos, incluidos algunos de los que han suscrito los correspondientes convenios que la consagran como elemento de los sistemas de derecho internacional. Pero más allá de eso, su aplicación ha llevado a menudo a contradicciones con la moral universal que parece encarnar.

Supongamos que mañana al Gobierno brasileño se le ocurriera convertir toda la tierra del Amazonas en pastizales. Un hecho así, en relación con los pueblos indígenas que allí viven, tendría las mismas consecuencias que lo que se conoce como “genocidio”, pero no estaría tipificado como tal en el derecho internacional, ya que aquí no hay una intención clara de matar a los pueblos indígenas de la cuenca del Amazonas.

En teoría, las clases dominantes ni siquiera se opondrían a rescatar a estos pueblos indígenas si fuera posible y no demasiado caro. Pero en muchos casos, el rescate es imposible debido a la falta de contacto de algunos grupos, su lejanía de las prácticas sociales de la civilización moderna, la alimentación, los oficios, las costumbres, etc.

En este caso, la muerte de grupos étnicos enteros no sería un objetivo, sino una consecuencia de la crueldad y la negligencia criminal de las fuerzas que gestionan el proyecto.

Así que resulta que la definición (“genocidio”) no sirve para nada más que para dar a los grupos dirigentes de los distintos Estados un pretexto para condenarse mutuamente en sus interminables conflictos violentos.

En nuestra opinión, basta con demostrar que se han producido masacres para condenarlas. No son necesarias más reservas. Si no está de acuerdo, no pasa nada, pero la cuestión es la siguiente: ¿se hace menos atroz el asesinato masivo de personas, es decir, disminuye el grado de vergüenza y condena, en función de la intención de exterminio o de la falta de ella?

Por ejemplo, el desarrollo del capitalismo naciente en las Américas no perdonó a los pueblos del continente africano occidental, que fueron esclavizados e incluso arrojados al mar para morir. 12,5 millones de personas fueron transportadas a las colonias de América. El número de muertos por este transporte oscila entre 1 y 2 millones (hay otras estimaciones que apuntan a un mayor número de esclavos transportados y un mayor porcentaje de muertos). Al mismo tiempo, no podemos decir que los traficantes de esclavos pretendieran exterminar a los africanos, porque el capitalismo, en su versión esclavista, exigía que estuvieran vivos para trabajar. Los propietarios no querían matar a los esclavos porque querían venderlos para obtener beneficios, es decir, no podían tener una intención clara de matar a los africanos esclavizados. Sus muertes eran más bien el resultado de la negligencia, los malos tratos y la economía del transporte de los esclavos que eran mantenidos en los sótanos en condiciones inhumanas.

La pregunta es: ¿es el asesinato masivo de judíos durante la Segunda Guerra Mundial un crimen más o menos grave? Personalmente, me deja estupefacto el razonamiento que hay detrás de tal cosa: ¿cómo se puede comparar un crimen monstruoso de enormes proporciones con otro, igualmente enorme y atroz, para definirlo como menos o más atroz? ¿A qué escala deben hacerse esas comparaciones y por qué son necesarias? No me refiero al hecho de que la esclavitud de 12,5 millones de personas (repito, según otras estimaciones, el número de africanos vendidos como esclavos fue mucho mayor) sea en sí mismo un crimen impensable, uno de los más atroces de la historia de la humanidad.

Sin embargo, el término “genocidio” ya está presente en nuestro lenguaje como el crimen más grave y último. El asesinato de africanos es, por supuesto, un crimen terrible, pero no es un “genocidio”. Este “todavía no es genocidio” implica a menudo que lo ocurrido “no es tan horrible” y se presenta en diversas variantes, incluyendo interminables discusiones sobre las intenciones o motivos de las partes.

Sin embargo, las intenciones y los motivos son bastante subjetivos y difíciles de probar, porque no se puede entrar en la cabeza de otra persona. Y a menos que exista un documento firmado por el gobierno que indique claramente los planes de exterminio de un grupo étnico, religioso o racial, es muy difícil probar el genocidio. Por tanto, es pertinente debatir por qué los mismos hechos pueden considerarse genocidio en unos países y no en otros, y qué intereses hay detrás de ello.

Quizá la cuestión principal no sea cuál de las masacres fue más atroz que la otra. Se trata simplemente de compararlas en términos de escala y sadismo. Y esto es necesario para comprender las razones materiales e ideológicas que llevan a muchos sectores de la sociedad a justificar tales crímenes y, lo que es peor, a sumarse a las campañas estatales para llevar a cabo masacres.

Esta crítica al concepto de genocidio y a su utilidad no es algo que hayamos inventado o recogido del puro éter. En parte, esta crítica es compartida por juristas que han intentado defender la tesis del genocidio en diversas situaciones. Hacen hincapié en la estrechez del concepto de “genocidio”, dada la imposibilidad casi total de probar la comisión intencional de tales actos.

Así pues, el concepto de “genocidio” tiene una particularidad importante. En nuestro idioma, a menudo (aunque no necesariamente) se considera el delito más grave. Como tal, también está definido por el derecho internacional. Por ejemplo, a menudo oímos decir de un suceso terrible que provocó la muerte masiva de personas: “Sí, se trata de un sistema criminal o de decisiones criminales de los dirigentes, pero todavía no es un genocidio”, porque el gobierno (empresa, organización, grupo) no tenía una intención clara y evidente de matar a representantes de un grupo concreto localizado por motivos étnicos, nacionales, raciales o religiosos. Puede haber habido negligencia criminal, etc., pero es extremadamente difícil demostrar la intención de matar, porque las intenciones y los motivos son el ámbito más turbio y las conclusiones en este ámbito suelen ser arbitrarias.

Y entonces surge la siguiente pregunta: ¿a qué contribuye esta categoría, “genocidio”, que, como ya hemos descubierto, es bastante vaga y casi arbitraria?

 

domingo, 14 de enero de 2024

[Ecuador] CONTRA LA GUERRA ENTRE PATRONES, REDES DE SOLIDARIDAD PROLETARIA

Análisis y posicionamiento comunista sobre la jornada de terror del 9 de enero de 2024

Proletarios Hartos de Serlo
Quito, enero de 2024

 

Ecuador, 9 de enero de 2024: continuación y agudización de la guerra interburguesa o entre patrones, usando como carne de cañón a proletarios sobrantes y a la población civil en general, a fin de aterrorizar, disciplinar y explotar con mayor facilidad y “legitimidad” a la clase trabajadora por parte del Estado capitalista y su gobierno de turno. Para los explotados y oprimidos, la salida de esta situación sólo puede ser colectiva… y combativa:  la solidaridad de clase… contra clase.  

Hoy en día, el contexto histórico y mundial es de crisis, descomposición y guerra; de catástrofe y contrarrevolución. El narcoterrorismo en países capitalistas subdesarrollados como el Ecuador es su rostro más visible y monstruoso. Pero no es una “anomalía”: eso mismo es el capitalismo y el Estado.

El capitalismo es un modo de producción y reproducción social que se basa en la violencia: la depredación sistemática de la naturaleza y de la humanidad proletarizada para producir mercancías y obtener ganancia. La explotación asalariada es violencia. La acumulación de riqueza en un polo social (ej. Samborondón) y de miseria en otro polo social (ej. El Guasmo) es violencia. La represión de la protesta contra esta desigualdad estructural es violencia. El Estado es el monopolio “legítimo” de toda esa violencia. El Estado no es “neutral”: es el guardián del Capital.

El capitalismo se basa también en la competencia. Con sus empresas y sus Estados, los capitalistas de todo el mundo compiten entre sí de manera permanente por más capital, territorio y poder, tal cual lo hacen las mafias. Y, en ciertas situaciones, dicha competencia adquiere una forma armada llamada guerra. Esto es la guerra intercapitalista, la guerra interburguesa o la guerra entre patrones, donde el Estado es el patrón de patrones y la mafia de las mafias.

Mientras que las mafias del narcotráfico en realidad son empresas transnacionales (carteles mexicanos, colombianos, albaneses, etc.) con sucursales locales (empresas de lavado de dinero, bandas delictivas, etc.). Esta es la lumpenburguesía. Su fuerza de trabajo (traficantes) y, al mismo tiempo, su fuerza de choque (sicarios) es el lumpenproletariado o el proletariado sobrante ─sin trabajo, sin techo, sin estudios, sin futuro─ que reclutan a la fuerza desde niños y adolescentes en los suburbios.

¿Por qué ahora estas mafias tienen más poder que antes? Porque son un síntoma de la crisis y descomposición del capitalismo que mencionamos al principio. Teniendo presente que las crisis son momentos de verdad; es decir, el capitalismo es mafioso por naturaleza y desde sus orígenes, sólo que hoy en día aquello es más brutal y escandaloso que antes. Y no se olvide: el Estado es la mafia mayor de cuello blanco.

Por lo tanto, los hechos violentos del 9 de enero en Ecuador son un episodio más, pero también más fuerte, de la guerra entre la mafia de la burguesía agroexportadora ─personificada por Noboa y su gobierno─ que ahora está de nuevo en el poder estatal y la mafia de la lumpenburguesía ─personificada por “Fito” y su banda─ que ha ganado cada vez más poder en la sociedad. Esto es lo que realmente significa el “conflicto armado interno” del que habla el gobierno ─y la prensa burguesa. También habla de “actores no estatales beligerantes”, “crimen organizado transnacional” y “terroristas”. Pero este refinado e hipócrita discurso liberal no resiste un análisis crítico de clase.

Por un lado, los narcopolicías, narcomilitares, narcojueces, narcopolíticos y narcoempresarios tanto del caso “Metástasis” como del caso “El gran Padrino”: toda esa “élite” burguesa mafiosa es el Estado capitalista crudo y duro, sin máscaras ni maquillajes, aquí y ahora. Por otro lado, las bandas del narcotráfico en realidad son “la hipertrofia del poder estatal” ─como bien dicen unos compañeros anarquistas─, porque ejercen funciones estatales en los suburbios y las cárceles: administración de negocios, control territorial, represión y asistencialismo al mismo tiempo.

Por lo tanto, ese lloriqueo socialdemócrata de “el abandono del Estado” o de “el Estado ausente” es falso. Al contrario, eso mismo es el Estado: una gran pandilla de hombres armados que administra la acumulación de capital y de poder en los territorios, ya que las condiciones materiales y las relaciones sociales vigentes lo hacen posible. El Capital-Estado es el verdadero crimen organizado, y es un pulpo con diferentes tentáculos: el tentáculo legal y “bueno” está conformado por todos los empresarios, políticos, jueces, militares y policías (de Ecuador, México, EE.UU. y otros países) con quienes los narcos hacen negocios y pactos bajo la mesa; mientras que el tentáculo ilegal y “malo” está conformado por las bandas ecuatorianas y sus verdaderos jefes, los carteles mexicanos. Ese es el Capital-Estado real aquí y ahora, que explota y somete a la mayoría de la población usando todo su poder (militar, político, legal, económico, social, cultural y mediático).

En la política ─y en su continuación que es la guerra─ ciertamente existen conspiraciones y espectáculos. De hecho, la jornada de terror del 9 de enero en Ecuador fue la ejecución de un plan orquestado entre el Estado y las bandas. El torpe secuestro de TC Televisión por parte de miembros muy jóvenes de una banda y su fácil rescate por parte de la policía es el más claro ejemplo de ello, y no sólo una televisada demostración de fuerza; así como también, los videos que circularon en redes sociales de los guías penitenciarios secuestrados y supuestamente “ejecutados” dentro de las cárceles. ¿“Política de shock” y de show? Sí, pero esa no es la causa que explica lo sucedido…

La causa estructural es la necesidad de la clase dominante de gestionar la crisis capitalista (caída de la tasa de ganancia, desvalorización y sobreproducción de drogas y de mercancías en general) y la contrarrevolución preventiva (prevenir una nueva insurrección de los explotados y oprimidos como en octubre de 2019 y junio de 2022) de manera cada vez más violenta o sangrienta. Durante los últimos años en el Ecuador, este ya es un patrón que se repite y se agudiza cada vez más. La causa estructural es, pues, la necesidad del Capital de usar la violencia estatal y paraestatal tanto para deshacerse de proletarios sobrantes o “antisociales” porque ya no producen valor o no son “productivos” como para disciplinar y reproducir la fuerza de trabajo en activo, su única fuente de valor y ganancia. En fin, es una violenta vuelta de tuerca del capitalismo.

El resultado logrado por la clase dominante es sembrar el miedo en la población y crear un consenso social reaccionario de “más seguridad” y, peor aún, de “darles bala”, para así justificar y legitimar, por un lado, el terrorismo de Estado: toque de queda o estado de excepción; militarización de las calles; impunidad para los militares y policías que humillen, torturen y asesinen a jóvenes empobrecidos y racializados de los suburbios; Decreto 111; “Plan Fénix” (o Noboa imitando a Bukele); y posiblemente, “Plan Ecuador” (nueva versión criolla del “Plan Colombia”, bajo la tutela de EE.UU.). Por otro lado, justificar y legitimar el “paquetazo” de medidas económicas de este gobierno de la burguesía agroexportadora contra el proletariado de todos los sectores (aumento del IVA del 12 al 15%, condonación de deuda tributaria a grandes grupos económicos, privatizaciones, zonas francas, flexibilización laboral, etc.), como si todo el país fuese su hacienda bananera… y su puerto de cocaína. En suma: aterrorizar para disciplinar y explotar con mayor facilidad y “legitimidad” a la heterogénea clase trabajadora que habita la región ecuatoriana. Y, por supuesto, beneficiar a toda la clase de los capitalistas ─criollos y extranjeros─, más allá de sus conflictos internos.   

Por todo ello, el problema no es “el país”, “el gobierno”, “el narcoestado”, “el neoliberalismo” ni “la fascistización social”. El problema es el capitalismo, que es un sistema mundial de explotación y muerte. Y los proletarios no tenemos patria. De manera que rechazamos todos los llamados a la “unidad nacional” y la “defensa de la democracia”, vengan de quien vengan, porque la nación o la patria es una hacienda con shopping y cárcel; y la democracia, la dictadura invisibilizada y normalizada de la burguesía ─legal e ilegal─ con sus sicarios ─uniformados y no uniformados─, en la cual tienen lugar estas guerras entre patrones donde los muertos nunca son ellos, sino los proletarios sobrantes, los nadies. Mismos que, desgraciadamente, en lugar de militar para la guerra de clases y la revolución, hoy militan y sacrifican sus vidas para la guerra interburguesa y la contrarrevolución. Hijos bastardos de estos tiempos.

Frente a toda esta catástrofe, nuestra propuesta como comunistas no es “más Estado” ─que en este caso sería pedir más ejército y policía en las calles o más violencia y control sobre la población con unas migajas de “gasto social”─ ni más activismo ciudadano y caritativo ─porque fuera de un contexto de lucha de clases, la “solidaridad” termina siendo caridad o asistencialismo, venga de quien venga─. Nuestra propuesta como comunistas es crear, desarrollar y fortalecer comunidades de lucha y de vida o redes de solidaridad, resistencia, apoyo mutuo y cuidado en los territorios. Redes que sean independientes de todas las fracciones (legales e ilegales, estatales y narcos, gubernamentales y no gubernamentales) del Capital y del Estado. En una palabra: practicar la solidaridad de clase, que es autónoma y combativa o no es. Porque en la guerra social, la solidaridad es nuestra mejor arma, proletarios.

Apoyarnos mutuamente y cuidarnos entre explotados, oprimidos y excluidos contra el terror, el aislamiento y la desesperanza que nos imponen los explotadores y opresores junto con sus sicarios uniformados y no uniformados. Apoyarnos mutuamente y cuidarnos desde el alimento y el techo hasta la salud mental y las adicciones, en los lugares donde habitemos o donde nos movamos y con quienes tengamos diferentes vínculos. Incluso llegar a disputar, controlar y transformar los territorios, con la solidaridad proletaria y la legítima autodefensa como nuestras mejores armas. Tal como ya lo han hecho y/o lo hacen nuestros hermanos de clase en otros países (Chile, Grecia, Argentina, País Vasco, etc.).

En el actual contexto de contrarrevolución preventiva y sangrienta, sin duda está lejos la revuelta… y peor aún la revolución, que sería la única solución radical o de fondo para toda esta catástrofe. A pesar de ello, es necesario mantener encendida la llama de la lucha proletaria con independencia y solidaridad de clase. El desafío es construir una alternativa revolucionaria real codo a codo entre explotados, oprimidos y excluidos, en especial entre el proletariado juvenil, más que como un proyecto histórico y político, como una cuestión de vida o muerte aquí y ahora. Lo uno es inseparable de lo otro. Y es mundial, porque la lucha y la solidaridad de clase no tienen fronteras.

jueves, 11 de enero de 2024

[Argentina] ¡Esto es lucha de clases!

Boletín La Oveja Negra
11/01/2024, Rosario (Argentina)

La megadevaluación y el decretazo del gobierno son un ataque de clase. Contra quienes trabajamos, alquilamos, usamos transporte, salud pública, recibimos ayudas sociales y/o protestamos.

El nuevo gobierno comenzó con una ofensiva: la devaluación del 54% del peso argentino respecto del dólar. El plan motosierra es una licuadora de salarios. Incluso de las ayudas sociales de mayor alcance que, para horror de sus votantes, La Libertad Avanza aumentó un 50% (AUH y Tarjeta Alimentar). A pesar de esto no se contrarresta la inflación acumulada durante los últimos meses de la gestión anterior, y se suma el impacto inflacionario de la brutal devaluación actual.

El polémico Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) y la “ley ómnibus” presentados por el nuevo gobierno generan confusión sobre qué entra en vigencia y qué no. Además, parecen dejar en segundo plano la megadevaluación como ajuste sin decreto que sufrimos de un día para otro y que se suma a la alta inflación que venimos padeciendo desde hace meses y años.

El DNU comienza con una afrenta de clase: derogación de la Ley de alquileres. Y no significa que la anterior fuese buena ya que, al ajustar alquileres con un promedio entre inflación y salarios registrados, no hacía más que acompañar los aumentos del resto de los precios. La propuesta actual es aún peor: fuerza a los inquilinos a pagar lo que al propietario se le ocurra, incluso los denominados gastos extraordinarios, empeorando la cuestión de las garantías y las recesiones, desregulando la duración de los contratos. Esa es la libertad de contrato que propone el liberalismo: entre partes que son formalmente iguales ante la Ley pero desiguales socialmente.

El resto de los apartados son obsequios para otros sectores: derogación de la Ley de manejo del fuego, que permite acelerar los tiempos de venta de un territorio incendiado (como los humedales quemados de esta zona), de la Ley de tierras, de leyes que regulan la actividad minera, vitivinícola, algodonera y deportiva. Necesidades y urgencias de la burguesía.

Algunos artículos nos afectan indirectamente al modificar la distribución de plusvalor al interior de la clase explotadora. Otros apuntan directamente a aumentar la tasa de explotación y debilitar nuestra capacidad de acción, de protesta y de reunión. Ante un ajuste brutal se preparan para las protestas, huelgas y movilizaciones.

El DNU define “actividades esenciales”, como en el estado de excepción durante la cuarentena, que en caso de huelga tendrían la obligación de cubrir “al menos el 75% del trabajo normal”. Los trabajadores de “importancia trascendental”, por su parte, deberían cubrir el 50% del trabajo normal en caso de huelga.

Además, el DNU limita el derecho a realizar asambleas en el lugar de trabajo, ya que se las considera medidas de fuerza. Prohíbe los piquetes de huelga en la puerta de las empresas, convirtiendo esta medida en causa justificada para despido. A su vez se modifica el cálculo de indemnizaciones para “explorar mecanismos de indemnización alternativos a cargo del empleador”. Se reducen las multas laborales por trabajo no registrado o mal registrado y se prolonga el período de prueba de tres a ocho meses “para fomentar el trabajo”. ¡Trabajo hay! Esta vez la crisis es con trabajo, con uno o con dos. No es una crisis marcada por la desocupación, sino de pobreza con salarios de mierda.

Sumando trabajadoras y trabajadores “esenciales” y de “importancia trascendental”, tenemos gran parte de la porción asalariada de la clase proletaria del país. Estos y el resto, asalariados o no, somos atacados con la brutal caída de salarios, ayudas y jubilaciones mediante la inflación.

La pérdida de derechos es relativa entre tanta precarización. La quita de derechos ya existe sin DNU y viene de gobiernos anteriores empujando a cada vez más proletarias y proletarios a la precarización: trabajos y alquileres sin contrato, por ejemplo.

Por otra parte, pareciera que el problema del DNU es su “inconstitucionalidad”: ¡no! Ese es el terreno legal y puede servir en lo inmediato para frenar todo esto. Pero no olvidemos que nuestra lucha, la lucha por nuestras necesidades, también puede ser ilegal y pasar por alto el Congreso. No es un argumento universalmente válido. Cuando el Derecho se vuelve el horizonte de los cambios sociales, incluso revolucionarios, es porque no trasciende la reproducción del propio modo de producción capitalista y sus formas políticas. Y se acaba discutiendo si es cierto que el DNU en realidad deroga leyes de Videla y Onganía, como bien hacen notar los defensores de Milei.

No vale corear la de “Milei basura, vos sos la dictadura” porque es democracia. No vale decir, cuando la democracia no gusta, que es una dictadura; es una arbitrariedad de mal perdedor. Los anteriores también gobernaron con decretos y el Estado existe para poner orden y reprimir, además de distribuir migajas. Sucede que hay cada vez menos migajas y eso incrementa directamente los palos. El jueguito discursivo está en dejar a la democracia limpia de culpa y cargo (para seguir con el lenguaje religioso-judicial), y lo que resulta desagradable ponerlo fuera, achacarlo a la dictadura. Malas noticias para los demócratas: no hay democracia sin represión, sin hambre, sin desempleo.

El problema con este DNU es su explícito contenido de clase. No es simplemente el “decreto de Milei”: es de la burguesía, y la burguesía no tiene partido. Claro que tienen conflictos de intereses entre diferentes sectores por sus ganancias, por cómo y cuánto explotarnos, pero no tenemos por qué tomar partido en esas contiendas.

Como clase explotada tampoco es necesario meternos en el debate “fiscal”, que es un enfoque burgués, adoptado, por ejemplo, por el nuevo ministro de Economía: «La génesis de nuestros problemas ha sido siempre fiscal», y anunció «si seguimos como estamos, vamos inevitablemente camino a una hiperinflación». Por eso es que buscan reducir los subsidios a la energía y al transporte, entre otras medidas de austeridad. «Hoy el Estado sostiene artificialmente precios bajísimos en tarifas energéticas y transporte a través de estos subsidios (…) Pero estos subsidios no son gratis, se pagan con inflación. Lo que te regalan en el precio del boleto te lo cobran con los aumentos en el supermercado. Y con la inflación, son los pobres los que terminan financiando a los ricos», aseguró Caputo, que no está tan lejos de la verdad. La cuestión es dónde posicionarse ante esta realidad.

Cuando quitan los subsidios a las empresas de transporte de pasajeros sufrimos una nueva reducción del salario: pero como en otras ocasiones, no es tanto que el boleto sea caro sino que nuestra fuerza de trabajo es muy barata, baratísima. Lo mismo ocurre con los alquileres: en relación al precio de una vivienda los alquileres no son caros, lo son en comparación con nuestro salario. En el caso del subsidio al transporte se trata de un subsidio a los capitalistas. Eso no quiere decir que no nos beneficie de forma indirecta. Pero les permite a los burgueses pagar salarios más bajos (o al propio Estado, en el caso de las ayudas sociales). Si el Estado permite que gastemos menos en viajar (principalmente al trabajo o a diferentes actividades relacionadas con ello) nuestra fuerza de trabajo se abarata, lo cual beneficia a nuestros patrones, es decir, se beneficia la clase explotadora en su conjunto.

Así que, aunque suene paradójico, de diferentes maneras la quita de subsidios afecta a los burgueses del sector en particular y a sus trabajadores. La implicación recíproca que existe entre nuestra clase y el Capital no desmiente su carácter antagónico. De hecho, la reproducción de nuestras condiciones de vida está ligada a la reproducción del Capital, así mismo nuestras luchas.

En la otra vereda (y por la vereda) Guillermo Moreno, exponente del peronismo doctrinario, lo explica a su manera: «En el estatus quo estamos todos los que estamos en contra de esta revolución que pone al país patas para arriba. Y hoy ya empezaron a trabajar el movimiento obrero con los empresarios, se empiezan a encontrar dentro de una doctrina extraordinaria que es la peronista. Que no somos la lucha de clases, nosotros somos la armonía entre Capital y trabajo. (...) Y este decreto le pega al trabajo y le pega al Capital.»

Evidentemente el ajuste se garantiza con represión. Y supone un problema para quienes no fueron lo suficientemente domesticados o institucionalizados, o para quienes la situación los fuerza a salir a la calle pese a los llamados a la calma de años anteriores. El panorama es difícil, luego de años y años de debilitamiento a través de represión vía institucionalización e integración en la política burguesa.

El gobierno nos marea con amenazas mientras comienza a dar palos. Antiguo anhelo burgués, el “protocolo antipiquetes” presentado por el Ministerio de Seguridad de la Nación establece que las fuerzas policiales y de seguridad federales «intervendrán frente a impedimentos al tránsito de personas o medios de transporte, cortes parciales o totales de rutas nacionales y otras vías de circulación». Para evitar los cortes de la circulación de mercancías y de la mercancía fuerza de trabajo por piquetes y manifestaciones callejeras, habilita a que las protestas se realicen solamente sobre las veredas.

Por otra parte, el Ministerio de Seguridad podrá demandar judicialmente a «las organizaciones convocantes a las manifestaciones, así como a las personas individuales que resultaren responsables, por el costo de los operativos». Además «se establece que las entidades perjudicadas podrán iniciar acciones de resarcimiento por los daños y perjuicios que hubieren sido ocasionados contra el patrimonio público y las personas». Ahí se entiende doblemente que «quien las hace las paga», como señaló Milei. A la cuenta del operativo de seguridad se le pueden agregar destrozos o limpieza de paredes pintadas. Y en caso de tratarse de extranjeros con residencia provisoria en la Argentina, se enviarán sus datos a la Dirección Nacional de Migraciones «a los fines pertinentes». Dentro de la ley, todo; fuera de la ley, nada. Y son ellos quienes redactan las leyes.

A esto hay que agregar la denominada “ley ómnibus”, que incluye un insólito requisito: si tres o más personas desean reunirse en un espacio público, deberán pedir permiso 48 horas antes al Gobierno. Y en caso de contar con ese certificado de aprobación, la reunión podrá realizarse siempre y cuando «no estorbe, impida o entorpezca el tránsito».

En paralelo, la ley ómnibus también impulsa la creación de una figura penal para «quienes dirijan, organicen o coordinen una reunión o manifestación que impidiere, estorbare o entorpeciere la circulación o el transporte público o privado o que causare lesiones a las personas o daños a la propiedad», los cuales «serán reprimidos con prisión de 2 a 5 años, estén o no presentes en la manifestación o acampe». La intención parece ser la de sumirnos en un estado de excepción permanente, dentro de la normalidad capitalista. Como durante la declaración mundial de la pandemia.

La burguesía, nacional o extranjera, nos explota y nos oprime de diferentes maneras. Tengamos o no trabajo. De cualquier género, de todos los colores y diferentes capacidades.

La nueva oposición notifica: «Milei prende la maquinita y el gobierno emite dos billones para pagar deuda y gastos. La cifra equivale al plan platita de Massa que incluyó bonos para jubilados y desocupados, devolución del IVA, y los beneficios impositivos para montributistas y asalariados registrados.» Pero a nosotros de nada nos sirve seguir insistiendo en que el problema es la emisión, que no es solo causa sino principalmente consecuencia del malestar económico en este territorio. De hecho, con la devaluación brusca del peso se licúa su valor real vía inflación, y esto es mucho más importante que la cantidad de pesos circulantes (valor nominal) y las emisiones.

El actual descontento se percibe como un problema de la economía nacional, desconectado de la mundialidad del modo de producción capitalista, un ombliguismo típicamente argentino. No se percibe un horizonte que vaya más allá del de la nación y sus individuos. No se perciben problemas estructurales.

La reducción nacionalista canta insistentemente “la patria no se vende”, dejando el “que se vayan todos” a los partidarios del nuevo gobierno. El espontaneísmo político convive con el fervor electoralero que de espontáneo no tiene nada, sirve de furgón de cola del kirchnerismo y además exige paro a la CGT avalando, de esa manera, todas las instituciones burguesas que contribuyen a nuestra explotación.

Este nuevo pacto democrático nos dice que de esta “se sale votando”. Entonces toda resistencia es una campaña permanente. Solo de esa manera se le puede pedir coherencia a Milei para dejarlo en falta frente a sus votantes (?). ¿Por qué pedirle a Milei que cumpla con su promesa de que la crisis la pague la casta? ¿Para qué pedir a la CGT? Aún considerándolos traidores, ¿traidores de clase?, si son parte de la burguesía explotadora. Ya no solo por sus propuestas ideológicas de conciliación trabajo-capital sino por su posición social objetiva: burgueses. ¿Qué sentido tiene para nuestra clase defender la patria? ¿Y a la burguesía nacional? Se parece a la teoría del derrame de los liberales: “si a la burguesía y al país les va bien, a nosotros también".

No existe algo así como la casta: no hay castas, ni clase política, porque las clases se definen en relación a la explotación y no a las ideologías. Un burgués pude decir todo lo que se le antoje, pueden tomar sus frases y hacerlas bandera pero lo que lo define es su rol en el antagonismo social. Así mismo, las crisis de la sociedad capitalista se producen por su propia dinámica que luego gestiona cada gobierno a su manera. A la propuesta impotente de que la crisis la paguen los ricos, como profesaba la izquierda, ahora directamente se propone que la pague un sujeto inexistente como la casta.

Las crisis empobrecen al proletariado y bajan el nivel de vida de cada una de sus sectores: degradación de las condiciones laborales, reducción del precio de la fuerza de trabajo, aumento del desempleo, empeoramiento en la vivienda, la salud, la educación. Estas condiciones no disparan necesariamente la solidaridad y la lucha porque no se trata de un mecanicismo de la historia o de “cuanto peor, mejor”.

Las crisis preparan una entrada desfavorable para el proletariado en el nuevo ciclo económico. Con abundante mano de obra deseando trabajo en las condiciones que sea, con unos sueldos bajos y aspiraciones más bajas que el ciclo anterior. Eso puede explicar por qué estamos cada vez peor, por qué hay cada vez menos respuesta colectiva y masiva frente a estos atropellos. Quien ingresa al mercado laboral ya ni pretende estar en blanco, como el de la generación anterior no aspiraba al auto-familia-vacaciones, o su antecesor a la casa que otros sí pudieron comprar trabajando.

Como vemos, no se trata de volver atrás o hacer deseable el pasado del llamado “Estado de bienestar”. Se trata de advertir los cambios en la sociedad capitalista: en lo relativo al trabajo, a la identidad obrera, a la división sexual, al capacitismo, al nacionalismo, a la familia, a la religión y al racismo. Elementos puestos en cuestión por los movimientos sociales, así como por las propias dinámicas capitalistas.

Es momento de explorar nuevas perspectivas, nuevas maneras de luchar. Más allá de la patria, del Estado, de la democracia, de la lógica de la mercancía, de los partidos políticos y de los sindicatos.

Ya es hora de señalar la insistencia con “la calle” como receta mágica. La lucha está en las calles, pero no solamente. Habrá quienes dirán que hay que “radicalizarlas”, es decir tirar piedras y enfrentarse con la policía. Esta es una buena ocasión para preguntarnos además: ¿qué lucha? ¿La que quiere hacer volver al gobierno anterior? ¿La de fogonear un nuevo líder de la democracia representativa? ¿Refundar el sindicalismo? ¿Confiar en los movimientos sociales completamente integrados a la normalidad capitalista?

Uno de los posibles futuros condensadores de la rabia actual es Juan Grabois, católico, de discurso contundente y peronista obediente. Pretendido representante, ya no de la masa obrera sino de la masa precarizada que denomina “economía popular”. Hace pocos años atrás fue clarísimo: «Hay que dejar de pensar que el problema de la conflictividad social en argentina somos los movimientos sociales. El Polo Obrero hoy está conteniendo 60 grupos que si no estuvieran desfilando por la 9 de julio estarían haciendo cosas peores. Ustedes no entienden lo que nosotros hacemos por la paz social en este país, no lo dimensionan».

La forma de organizarse, los métodos y los fines de muchos de los movimientos sociales, no solo son reprimidos por el nuevo gobierno, perdieron credibilidad para las personas explotadas de esta sociedad. Ahora se los pone en cuestión por derecha, desde el Estado, pero es un secreto a voces su clientelismo, las tomas de asistencia en las manifestaciones, lo vemos hace décadas. Para muchos hermanos de clase no es más que un laburo y para otros no es una alternativa válida de protesta.

¿Qué decir del sindicalismo? No se trata de que sea corrupto o sus representantes sean inútiles o avaros. No sirve, no solo para la emancipación de las trabajadoras y trabajadores, siquiera en lo inmediato para defendernos. Solo sirve para mantener la armonía entre explotadores y explotados, para que los primeros ganen todo lo que puedan sin olvidar que sus ganancias dependen de nuestra supervivencia.

Habrá quien quiera leer en esto desesperanza o nihilismo. Para nosotros es todo lo contrario. Puede abrirse una posibilidad para explorar y experimentar nuevos métodos, nuevos encuentros y desencuentros, nuevos horizontes. Más allá de las mezquindades de lo normal e impuesto. El año electoral significó una gran pausa a la conflictividad social y la reflexión crítica, pero estos cambios obligan a replantear todas las cuestiones, un balance de las luchas en curso. Es momento de insistir con la necesidad de ruptura.

El fenómeno Milei se apoya en un desprecio a la política tradicional que no es cuestionada como política, en un alto grado de conformismo y confianza en la representatividad y en el “sálvese quien pueda” capitalista. Por su lado, toda la política “progre” continúa encargándose de borrar la ruptura como alternativa, como posibilidad. Es cada vez más nacionalista, estatista, gestionista de lo existente. Ese viene siendo el rol de los partidos políticos que se pretenden representantes de la clase proletaria, mientras que otros como el gobierno actual sinceran su rol como defensores de la burguesía, y cuentan con trabajadores adeptos frente al fracaso del progresismo.

Partiendo de las luchas actuales y las transformaciones de las últimas décadas de la dinámica capitalista a nivel mundial, prestamos atención a sus manifestaciones locales y las posibilidades que estas suponen. En primer lugar, la reproducción masiva de fuerza de trabajo en condiciones de absoluta precariedad, con grandes niveles de desempleo y pobreza. Esto se evidencia como una gran dificultad para el Capital. Por lo pronto, logra sortearla a través de grandes redes de asistencialismo estatal. Veremos cómo continúa esta cuestión ante este nuevo panorama de ajustes violentos.

Otro aspecto fundamental es el de las luchas de mujeres y disidencias, atendiendo en el análisis a los cambios en la división sexual en el capitalismo. Más allá de las políticas centradas en el plano de reconocimiento identitario, señalamos la imposibilidad del capitalismo por dar respuesta a muchas de las problemáticas que se han puesto de manifiesto. Desde una perspectiva revolucionaria ha quedado suficientemente en claro que no es posible abolir las clases sociales sin abolir la división de género y que, por tanto, no es posible abordar un tema sin el otro.

En las luchas en curso también nos encontramos con la cuestión medioambiental. La economía argentina se basa fuertemente en la producción primaria, tanto agropecuaria como minera. De esta depende en gran medida la reproducción de buena parte de la fuerza de trabajo a través del Estado. Este tipo de producción no se puede relocalizar cuando es rechazada por la población. Apostamos por asumir estas profundas implicancias de la lucha, en oposición al supuesto capitalismo verde y a la defensa del territorio como “recurso nacional”. Esto puede volver a dar impulso a las luchas de quienes se identifican como pueblos originarios. Y necesariamente incrementará la lucha antirrepresiva ante los embates de la fuerzas de seguridad.

Evidentemente, la lucha por salarios y mejores condiciones de trabajo continúa siendo fundamental, pero no es la única y se articula con las demás. Ya no es posible pensar los problemas aisladamente.

En resumen, nos referimos a varios planos de la lucha de clases actual, que exceden al mero ámbito de la producción y ponen en cuestionamiento la reproducción capitalista en su conjunto. La posibilidad de una ruptura revolucionaria está latente en esas luchas y expresa un camino a seguir, aunque por el momento se imponga con fuerza la pacificación democrática. No proponemos un cambio de hoy para mañana, pero hay que comenzar. Lo utópico es esperar mejoras de representantes burgueses.

Contra el liberalismo y todas las variantes de la sociedad capitalista. Por el comunismo y la anarquía.