sábado, 25 de enero de 2025

Palestina: pueblo o clase

Entrevista realizada a Emilio Minassian por zyg en octubre/noviembre de 2024
 

Introducción de DNDF: En el marco de los intercambios que han tenido lugar aquí y allá y en dndf tras nuestra publicación de una primera entrevista al camarada Minassian, Gaza: "una militarización extrema de la guerra de clases en Israel-Palestina", reproducimos la entrevista en dos partes que acaba de conceder a Courant Alternatif este diciembre de 2024.

1ª parte

Como continuación y profundización del debate que tuvo lugar con Emilio Minassian en los Rencontres Libertaires du Quercy de este verano, para defender una lectura y una perspectiva de clase de la situación en Palestina-Israel, le planteamos algunas preguntas. En la primera parte, hablaremos de la integración de la región Israel/Palestina en el capitalismo mundial y de la composición de clase de Palestina. En la próxima, analizaremos las implicaciones para las luchas proletarias y la lucha de liberación nacional.

• A modo de introducción


Primero, unas palabras sobre "desde dónde hablo", como suele decirse. No soy palestino, pero he pasado regularmente algunos meses en Cisjordania durante los últimos veinte años, haciendo cosas habituales de los occidentales de izquierdas que visitan los Territorios: actividades de solidaridad, documentales cortos, investigación académica sin seguimiento. No cabe duda de que en muchos lugares ha sido una forma de turismo militante, con un toque marxista.

Rápidamente intenté evitar los marcos sociales en los que se proyecta el activismo propalestino, pasando el rato con los "profesionales" de la narrativa de la opresión, en encuentros estructurados. Lo he conseguido en mayor o menor medida, según el periodo, el contexto y la energía gastada, y más a menudo con los desocupados y los maleantes de los campos de refugiados que con los trabajadores (por no hablar de las trabajadoras): los desocupados tienen tiempo libre, y los maleantes a menudo quieren compartir sus historias de lucha contra las fuerzas armadas (tanto israelíes como palestinas), de encarcelamiento y tortura (practicadas en las cárceles israelíes y palestinas).

Abrir la boca para decir que "en Palestina hay clases sociales" puede parecer fuera de lugar en un contexto en el que la población de Gaza lleva un año ahogada bajo las bombas. Sin duda no lo haría, o lo haría de otra manera, si hubiera pasado mi vida en Gaza y no en Cisjordania. No lo hago para distanciarme de la masacre, sino para combatir la idea de una alteridad radical, de una exterioridad, de lo que ocurre en términos de relaciones sociales capitalistas, allí como aquí.

• Usted defiende la idea de que Israel-Palestina es una unidad en el espacio capitalista mundial y regional. ¿Puede explicar por qué?

Originalmente, el proyecto sionista preveía una sociedad judía separada en Palestina. Este proyecto condujo a la limpieza étnica de 1947-1948, que, aunque no fue total, creó una zona "judía", entonces esencialmente de origen europeo. En 1967, con la ocupación de la Franja de Gaza y Cisjordania, que habían sido anexionadas por Egipto y Jordania respectivamente, la población del territorio administrado por Israel dejó de ser esencialmente judía. Al mismo tiempo se fue construyendo un nacionalismo específicamente palestino -y ya no "árabe"-. Esto dio la impresión de que se enfrentaban dos "naciones" en el mismo territorio. Pero hasta la fecha, de este nacionalismo palestino no ha surgido ninguna entidad estatal separada, salvo sobre la base de la administración de "bolsas" en Gaza y Cisjordania. El territorio controlado por Israel no está formado, por un lado, por territorios judíos y, por otro, por territorios palestinos. Hay muchas zonas predominantemente palestinas en los territorios del Estado formado en 1948, y una gran población de colonos en Cisjordania. Este territorio es un rompecabezas en el que las distinciones nacionales, siempre que abandonemos las afiliaciones subjetivas, son a su vez objeto de múltiples subdivisiones que, aunque étnicas (incluso en el lado "judío"), son ahora de carácter social y forman parte todas ellas de la economía israelí.

Partir de la "unidad de espacio" entre Israel y Palestina es, por tanto, una forma de alejarse de un análisis de la cuestión palestina vista como la de un "pueblo sin Estado", unificado por un sentimiento compartido de pertenencia y una única desposesión. Esta lectura tiende a esencializar categorías nacionales que se producen socialmente, y también a anclar la violencia del Estado israelí en una continuidad desde 1948, continuidad que no tiene en cuenta su lugar en la dinámica mundial.

Lo que está ocurriendo desde hace un año no es una guerra, en la que se enfrentan dos espacios nacionales, ni una empresa de conquista destinada a acaparar recursos y mercados. No es el "pueblo palestino" ahogado bajo las bombas en el marco de una lucha por la existencia entre dos naciones. La Franja de Gaza no es una entidad social fuera de Israel. Lleva casi sesenta años integrada en el mercado israelí, en el capitalismo israelí. La inmensa mayoría de los palestinos que viven allí son proletarios sin recursos propios que consumen productos israelíes, que compran con moneda israelí, pero que no son trabajadores cuyo trabajo se explota. Son supernumerarios [población sobrante] a los que el capital israelí expulsó del mercado laboral en los años 90 y estacionó en una enorme "reserva" a unas decenas de kilómetros de Tel Aviv, en una lógica de animalización inscrita en la historia colonial.

• ¿Puede detallar la historia de la integración de esta zona (y su mano de obra) en el mercado capitalista?


Desde el punto de vista del mercado, el espacio "palestino" se creó con la partición del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial. El punto de partida era una situación dominada por estructuras feudales y los inicios de una burguesía comercial. El Mandato y el sionismo marcaron el verdadero inicio de la proletarización del campesinado árabe palestino, pero el verdadero detonante fue 1948 y la Nakba. La burguesía palestina y los señores feudales abandonaron el territorio bajo control israelí con sus enseres bajo el brazo; los campesinos palestinos, en su mayoría aparceros, fueron expulsados de sus tierras y hacinados en campos.

El colonialismo israelí puede dividirse en tres ciclos. En la primera fase (1948-1967), el campesinado palestino se enfrentó a una tipología similar a la de un asentamiento: limpieza étnica, acaparamiento de tierras, capital y mano de obra "judíos". Esto tiene un corolario, como he dicho antes, que es la importación de un proletariado judío del mundo árabe, a su vez etnificado y atrapado en una relación colonial de animalización-explotación. Durante este periodo, el capital se acumuló bajo el férreo dominio de un Estado planificador omnipotente, dirigido por élites asquenazíes y socialistas, con el sindicalismo integrado en el Estado.

En una segunda fase, entre 1967 y alrededor de 1990, con la conquista de Gaza y Cisjordania, se pasó a una situación colonial del tipo "explotación de la mano de obra autóctona". El capitalismo israelí entró en una fase de integración intensiva con el capital internacional, sobre todo a través de la industria militar. Durante unos veinte años, el proletariado de los campos de Gaza y Cisjordania se integró masivamente en el sector asalariado, en los sectores menos cualificados: construcción, agricultura, etc.

Los acuerdos de Oslo abrieron una nueva fase, la de una relación colonial estructurada en torno a la figura del supernumerario palestino y la subcontratación de su gestión. Israel conservó el control del territorio, prosiguió su ofensiva de destrucción del campesinado y confió la gestión de los proletarios palestinos, estacionados en zonas urbanas cerradas, a un equipo de gestión nacional surgido de la lucha de liberación.

En este contexto, la burguesía comercial que había escapado a la Nakba -la asentada en Hebrón y Nablús, que se encontraba en el territorio anexionado por Jordania entre 1948 y 1967- se integró con esta clase dirigente procedente de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina). Esta última, integrada en el aparato de seguridad de la AP (Autoridad Palestina), tiene un doble origen: están los cuadros de "fuera", que llegaron en las maletas de Arafat entre 1994 y 1996, y los de "dentro", procedentes de la primera Intifada y de las cárceles israelíes. Es una clase compuesta, dividida en facciones enfrentadas. Se beneficia de la seguridad internacional, pero también controla sectores enteros de la economía en los territorios, en la construcción, las infraestructuras, la telefonía y, por supuesto, la importación-exportación con Israel. Todos estos sectores están relacionados con el mercado y las inversiones israelíes.

• ¿No marca la guerra de Gaza el inicio de una nueva fase?

Podría pensarse que sí. La fase posterior a [el acuerdo de] Oslo estuvo marcada por la inflación de las técnicas de control desplegadas por Israel sobre este proletariado que se había vuelto esencialmente improductivo: división del territorio en microzonas, introducción de un sistema de permisos delirantes para autorizar los desplazamientos, el trabajo, el acceso a la sanidad, el archivo general, vigilancia de las redes sociales, sistema de reconocimiento informatizado, pero también utilización masiva de la aleatoriedad (en las detenciones, la apertura o el cierre de los pasos fronterizos, el acceso a los permisos) para "probar" los comportamientos. Estas tecnologías y conocimientos se exportaron masivamente y, por tanto, produjeron valor.

Me parece que el año pasado entramos en la fase militar de esta lógica de experimentación. La práctica actual de destrucción y masacre no sólo no tiene límites: es meticulosa, bien pensada y controlada, y al mismo tiempo es difícil imaginar qué "victoria" se busca. Mi hipótesis es que las masacres de Gaza constituyen una secuencia de experimentos, de valor para el capitalismo global -al igual que, de otra manera, la lógica de "parar y seguir" de la economía global durante los Covid tuvo una fuerte dimensión de "biopoder". Eso sí, no se trata de ser posmoderno y decir que alguna lógica de dominación se ha vuelto autónoma de las relaciones capitalistas. Los proletarios supernumerarios de Gaza ya no tienen una función productiva para el capital israelí, pero el sector puntero de las tecnologías de control, con su alto valor añadido, los "necesita" como conejillos de indias para que luego puedan formar parte de una circulación internacional. Se ensayan los bombardeos y la elaboración de perfiles de individuos mediante inteligencia artificial, se gestiona con meticulosidad la relación con el hambre para mantenerlos constantemente al borde de la desnutrición (hasta ahora), se hace lo mismo con las epidemias, etcétera.

Esta lógica de agresión militar sin fin contra los proletarios supernumerarios de Gaza es apoyada a distancia por las potencias occidentales: todas las posturas políticas que llaman a la moderación no son más que teatro (sólo hay que comparar la cuestión de las entregas de armas con Ucrania para ver que sus aliados no ponen límites a la maquinaria de guerra israelí).

• Usted habla de una burguesía y un proletariado en Palestina. ¿Podría hacernos un retrato de la composición de clase en Gaza y Cisjordania y decirnos cuáles son las condiciones para la lucha entre estas clases? ¿El estatuto de Israel determina la pertenencia a una clase?

La burguesía palestina no forma una clase nacional firmemente constituida: sigue dependiendo efectivamente de su sumisión al capital israelí y al Estado israelí. Los capitalistas palestinos (si entendemos "de origen palestino"), en cuanto tengan libertad para invertir, preferirán espontáneamente realizar su capital fuera del territorio palestino y, por tanto, fuera del marco nacional israelí. Es innegable que la ocupación israelí ha limitado el desarrollo de una clase capitalista palestina territorializada. Una investigadora estadounidense (Sara Roy) ha popularizado la noción de "des-desarrollo" para referirse al modo en que Israel ha impedido la creación de una economía de mercado "libre", es decir, que forme parte del mercado mundial, en los territorios. La ocupación ha dirigido el desarrollo del capitalismo en Gaza y Cisjordania en la dirección de la complementariedad exclusiva y subordinada, ha moldeado la producción en una lógica de subcontratación, y los capitalistas israelíes se han labrado un mercado cautivo en los Territorios. La burguesía empresarial palestina tiene todas las razones para resentirse de la ocupación: está confinada al sector del tráfico, es una burguesía “compradora”, por utilizar un término acuñado por los trotskistas. ¿Significa esto que sus luchas son las de los proletarios de los Territorios? A menos que creamos en el escurrimiento [ruissellement], debemos dudarlo.

Por otra parte, lo que está en el centro de la dinámica social que atraviesa los Territorios es la burguesía "política" formada en el contexto de los acuerdos de Oslo, cuyo destino está ligado a la gestión del proletariado palestino. En su sociología, ella misma desciende en gran medida de este proletariado. Se ha impuesto a las clases dirigentes tradicionales (las llamadas "grandes familias"), que le han jurado lealtad, y ha penetrado en su mundo. Sus mandos intermedios (de Hamás en Gaza, pero sobre todo de Fatah en Cisjordania) constituyen una fuerza de supervisión del proletariado supernumerario "sobre el terreno". Se encuentran en la intersección del mundo de la militancia y el mundo de las rentas de los donantes internacionales. Son a la vez fuertemente contestados (en la medida en que hacen todo lo posible por "cerrar la puerta detrás de ellos") y solicitados para acceder a los salarios; y han encarnado una forma de ascenso social y de revancha de clase a través de la lucha política.

Hablar de un proletariado supernumerario no implica que la gente no trabaje, sino que ha sido empujada a los márgenes de la explotación capitalista. Muchos trabajan de forma caótica, en pequeñas estructuras, a menudo comerciales, por salarios miserables y sin contrato (unos 10 dólares al día, mientras que el coste de los bienes está indexado a los del mercado israelí).

Otros, en Cisjordania, siguieron trabajando en Israel, en la construcción, la restauración o la agricultura, en condiciones muy precarias, ya fuera cruzando ilegalmente o dependiendo de intermediarios para acceder a permisos que podían ser revocados en cualquier momento (están suspendidos desde el 7 de octubre). Los trabajadores contratados cobraban unos 1.400 euros al mes, de los que había que deducir los prohibitivos costes del "pasaje" y, a menudo, la compra de permisos de trabajo.

En Cisjordania también persiste una economía campesina, a menudo "de reserva" y bajo la presión de la colonización. La dinámica de proletarización del campesinado no ha cesado desde los inicios del sionismo, como consecuencia directa del proceso de acaparamiento de tierras y de rentabilización de las mismas.

Y luego está el mundo de las rentas políticas, derivadas del dinero vertido por los donantes internacionales para defender formas de estabilidad relativa ligadas a sus intereses. Estas rentas mantienen entre un cuarto y un tercio de la población, teniendo en cuenta que el 40% de los empleados del sector público trabajan para las fuerzas de seguridad de la AP. Se les paga según la escala legal de salarios "formales", unos 450 euros al mes, pero los fondos pagados a la AP por sus donantes y por Israel (a través de un sistema de retrocesión de impuestos) están bajo amenaza constante de ser cortados, lo que lleva a suspensiones salariales.

Además, parte de esta renta política es malversada por los cuadros políticos en beneficio propio, para mantener sus clientelas y desarrollar inversiones en el sector informal. Una gran parte del proletariado supernumerario sobrevive gracias a estas malversaciones. Se trata de una población socialmente inquieta, que se integró masivamente en la fuerza de trabajo en Israel en los años 1970-1980, y que se movilizó masivamente durante las dos Intifadas. Se concentra en los campos de refugiados, que históricamente han sido el caldo de cultivo de las "clases peligrosas" palestinas y siguen siéndolo hoy en día. Tanto en Gaza como en Cisjordania, de Jabaliya a Yenín, estos "suburbios dentro de los suburbios" están bajo el fuego constante del ejército israelí.

La volatilidad de la estructura social en los Territorios Ocupados es, por tanto, significativa. La burguesía política y especialmente sus dirigentes están siempre bajo la amenaza de retroceder, es decir, de ser degradados por Israel de la condición de colaboradores a la de combatientes de la resistencia y, por tanto, de ser encarcelados.

• ¿Y en Gaza?

En Gaza, durante el período en que Hamás estuvo en el poder (desde 2007), la centralidad de las rentas políticas y de una burguesía esencialmente "compradora" integrada en los circuitos políticos siguió siendo la misma, pero en un contexto de bloqueo, con inversiones aún más débiles y una volatilidad exacerbada. Las rentas procedían del control de la circulación de mercancías y de las prebendas internacionales de Qatar e Irán. Los empresarios que han amasado fortunas en los últimos años (en la economía de túneles, por ejemplo) lo han hecho en asociación con el aparato de seguridad de Hamás.

¿Podemos hablar siquiera de una estructura de clases en la situación actual de Gaza? Incluso en este tipo de situación, en la que cada mañana es incierto, siempre hay grupos de individuos (vinculados a Hamás, a organizaciones militares basadas en clanes, o formados sobre la base de bandas) que consiguen hacer negocio. Pero eso no constituye una estructura de clases, o bien se trata de una estructura de clases de tipo concentracionario, que no forma parte de ninguna reproducción social a lo largo del tiempo.

2ª parte

Como continuación y profundización del debate que tuvo lugar con Emilio Minassian en los Rencontres Libertaires du Quercy de este verano, para defender una lectura y una perspectiva de clase de la situación en Palestina-Israel, le planteamos algunas preguntas. En la primera parte (CA n° 345), hablamos de la integración de la región Israel/Palestina en el capitalismo mundial y de la composición de clase en Palestina. En este número, queremos discutir las implicaciones de esta composición de clase para las luchas proletarias y la lucha de liberación nacional.

• ¿No puede la lucha de liberación nacional, por muy interclasista que sea, aflojar el dominio de clase de los proletarios palestinos? Porque es posible que la colonización israelí proteja a la burguesía palestina de una extensión de las contradicciones de clase.

¿Cuál es el estado actual de la lucha de liberación nacional en Palestina? ¿Sigue existiendo? La lucha de liberación nacional es ciertamente una perspectiva (un Estado nacional libre del colonizador), y podemos considerar que esta perspectiva sigue siendo válida en Palestina mientras persista el colonialismo. Pero, ¿qué ocurre con el proceso de movilización? Históricamente, la movilización siempre ha tenido lugar en torno a formaciones políticas, actuando al mismo tiempo sobre la estructura de clases.

En Palestina, la lucha por la liberación nacional se encarnó en los partidos de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), actores de lo que se ha dado en llamar la "revolución palestina" tras la guerra de 1967: fue en torno a estos partidos (Fatah, FPLP -Frente Popular para la Liberación de Palestina- y todas las escisiones que surgieron) donde tomó forma un movimiento social que trastocó las jerarquías tradicionales heredadas del mundo feudal. La "revolución palestina" dio lugar a una clase dirigente procedente de la pequeña burguesía intelectual en el exilio que, mediante la circulación de rentas políticas, integró al proletariado de los campos de refugiados de Jordania, Líbano y Siria (y a veces a proletarios no palestinos de esos países) en las organizaciones de lucha. La burguesía tradicional no fue derrocada, pero fue sacudida: fue llevada a negociar con estas organizaciones para protegerse de los proletarios armados que llevaban sus colores. Este es el motor clásico de los movimientos de liberación nacional: la absorción, por una dirección política que aspira a transformarse en aparato de Estado, de un movimiento social proletario o campesino o, las más de las veces -y este fue el caso de Palestina-, de una parte de la proletarización de las masas campesinas resultante de las relaciones coloniales. Luego, en los años 80, el proceso se extendió a Gaza y Cisjordania, pero sin la dimensión militar: la primera Intifada comenzó como una revuelta de los proletarios de los Territorios Ocupados (en gran parte los que vivían en los campos de refugiados) explotados por el capital israelí; sólo más tarde la OLP la "recuperó" para convertirla en un movimiento político nacional.

¿Qué ocurrió después? En el modelo "clásico", cuando la dirección política se hace cargo del Estado, los intereses del movimiento social y de la formación política se desvinculan, y los proletarios vuelven a ser enviados a trabajar por el Estado nacional, supuestamente al servicio de las masas. Lo particular de Palestina es que esta desconexión se produjo sin que se hubiera logrado la independencia: al final del periodo que va de los Acuerdos de Oslo a la segunda Intifada (1993-2004), la dirección nacional abandonó la lucha por la independencia para conformarse con las rentas y los mercados concedidos por Israel. Desde entonces, la opresión de los proletarios sigue tomando la forma de la ocupación y la colonización israelíes, pero sin ninguna perspectiva de lucha ofrecida por las organizaciones políticas surgidas de la lucha de liberación nacional, porque sus dirigentes son ahora subcontratistas de esta configuración. Es la famosa "doble ocupación", omnipresente en el discurso de Cisjordania.

• ¿No ha tomado el poder Hamás?

En algunos aspectos, Hamás ha seguido los pasos de la OLP. La composición social de sus dirigentes es similar: clases medias sin capital propio, licenciados universitarios, que caminan por una fina línea entre una base proletaria y los intereses de la burguesía comercial. Pero Hamás, a diferencia de la OLP, no se basa en un movimiento social. Ha formado una especie de contrasociedad piadosa y jerárquica que respeta el orden social. Ha integrado a los proletarios en sus filas mediante el reclutamiento y nunca ha tratado de captar su actividad autónoma en sus negociaciones con la burguesía.

A este respecto, creo que hay que distinguir, al menos metodológicamente, entre la noción de lucha, que implica una forma de acción autónoma, apuestas materiales y contradicciones sociales, y la de "resistencia" tal y como la utilizan organizaciones militares jerarquizadas como las Brigadas Al-Qassam en Gaza. Hamás puede pretender legítimamente formar parte de la resistencia (como Hezbolá y otros grupos político-militares de la región), pero tiene que basarse en un modelo militar centralizado y jerárquico, separando a la población de sus "tropas" y estando dispuesto a liberar a estas últimas para reprimir las luchas.

A mediados de la década de 2000, algunos dentro de Hamás le empujaron a unirse al marco de los acuerdos de autonomía participando en las elecciones, es decir, a posicionarse, siguiendo a Fatah, como subcontratista de Israel en la gestión de los proletarios de los Territorios. Esto es lo que acabó haciendo cuando se hizo con el poder en Gaza en 2007. Como lo hizo militarmente, y sin negociar con el ocupante, pudo mantener su cara de intransigencia, pero no obstante se convirtió, objetivamente, en un subcontratista local en la gestión de los proletarios excedentes.

Durante dieciséis años, Hamás administró la franja, gestionó las relaciones con Israel (mediante negociaciones y misiles), reprimió las luchas y permitió que una clase de empresarios se enriqueciera bajo su ala. Hasta que, de repente, el 7 de octubre de 2023, abandonó su papel de subcontratista y, me imagino, reinvirtió su dimensión de organización político-militar transnacional del tipo de Hezbolá. Al hacerlo, ha sacrificado a la clase de empresarios gazatíes que se había desarrollado bajo su ala. Podemos suponer que esta reorientación no ha estado exenta de tiras y aflojas internos, que refleja la ruptura de una vieja contradicción en su seno entre su rama político-militar con una fuerte clientela proletaria y su franja insertada en la burguesía empresarial palestina.

• La dominación británica, luego la colonización sionista, la enorme proporción de refugiados, el ejercicio cotidiano de la violencia colonial, etc., han construido materialmente una identificación común de los palestinos y su resistencia expresada bajo la forma del término "pueblo". ¿Refleja esta construcción únicamente el discurso de las élites palestinas?

Esta identificación existe evidentemente, pero hay que preguntarse qué ocurre detrás. No trato de decir a toda costa "los pueblos no existen, es una mistificación de la clase dominante destinada a enmascarar su dominación"; y menos aún "si cayera la máscara, los proletarios tomarían conciencia de sus intereses de clase".

La idea de un pueblo palestino no es exclusiva de las élites palestinas; a veces incluso se utiliza contra ellas. La cuestión es: ¿qué luchas se libran dentro de la categoría "pueblo", abierta o encubiertamente, entre los diferentes segmentos de clase que la esgrimen? No por identificarnos con un pueblo dejamos de luchar desde nuestra posición social.

Y volvemos a lo que decía sobre la lucha de liberación nacional y el interclasismo. En los años 1960-1990, la OLP necesitaba las luchas proletarias para negociar su parte del pastel con Israel, mientras que los proletarios utilizaban su dirección "nacional" como medio para legitimar sus luchas contra las élites. En los Territorios, la primera Intifada fue el apogeo de esta doble lógica de captura del movimiento social por la dirección política y de utilización de la lucha nacional por el movimiento social. Pero entre 2002 y 2005, las luchas proletarias y las de las direcciones nacionales, que hasta entonces habían trabajado juntas (en conflicto), dejaron de hacerlo. Tras el fracaso de la segunda Intifada (que en sus primeros meses continuó la misma lógica interclasista que vinculaba a los proletarios amotinados o armados con los dirigentes políticos), las direcciones nacionales (en Cisjordania e incluso en Gaza) entraron en una lógica de represión de las luchas, incluidas las que movilizaban el lenguaje de la liberación nacional.

Aunque pueda parecer contraintuitivo, desde el fracaso de la segunda Intifada, las luchas proletarias en los Territorios han tenido como principal adversario un marco nacional palestino. Esto se debe sencillamente a que están en conflicto con él, porque desempeñan el papel de amortiguador. Israel se ha liberado de la carga de la reproducción de la población, que ha traspasado a los dirigentes palestinos. Israel interviene en las aglomeraciones de Cisjordania con un enfoque de "redada", y en Gaza con un enfoque de masacre.

• ¿Y las luchas de los últimos 20 años fuera/contra los partidos?

Por hablar de lo que mejor conozco (solo he estado una vez en Gaza, en 2002), en 2015-2016, en el norte de Cisjordania, hubo una insurrección latente del proletariado de los campos de refugiados contra la Autoridad Palestina (AP). En su momento se habló de una Intifada "interna", cuyo epicentro fue el campo de Balata, a las afueras de Nablus. Este movimiento social hizo retroceder a la policía palestina, dejando espacio para que los jóvenes reformaran grupos armados en sus bases, al margen de la jerarquía del partido, y se impusieran socialmente frente a los notables vinculados a la AP en Naplusa y Yenín. Los enfrentamientos de la primavera de 2021 (revueltas en Jerusalén y en las ciudades palestinas de los territorios israelíes "de 1948", ofensiva político-militar de Hamás, anulación de las elecciones por la AP) clavaron el clavo: la AP se encontró debilitada y esto calmó un poco su deseo de gobierno autoritario.

Lo que me pareció interesante del ciclo de disturbios de 2015-2016 fue que mucha gente mantenía un discurso (que solo es contradictorio en apariencia) en el sentido de que la administración palestina impedía tanto la confrontación física con la ocupación como el acceso a la economía israelí como trabajador. Había nostalgia por los días en que "trabajábamos para los israelíes de día y lanzábamos molotov a los israelíes de noche".

Ese mismo año se produjo una importante huelga de profesores empleados por la AP, que ésta consiguió neutralizar recurriendo a la intimidación, la represión y el chantaje, siguiendo el modelo de los regímenes "árabes" de la región, pero que constituyó una secuencia de protesta social que sacudió los cimientos de su control político.

• ¿Por qué nuestro campo político guarda tanto silencio sobre estas luchas?

La AP y la burguesía palestina están omnipresentes en el discurso de Cisjordania como fuente de opresión. Pero hay que tener en cuenta las situaciones de interacción, por supuesto: los activistas blancos de vacaciones en los Territorios nos apropiamos de una función: la de dar testimonio para contrarrestar la máquina de propaganda israelí. Esta apropiación la llevan a cabo esencialmente las clases medias, que de un modo u otro forman parte de una lógica de acceso al capital (material o simbólico) de Occidente, y es un hecho que nadie espera solidaridad en la lucha de clases contra los explotadores palestinos. Así que las personas atrapadas en estas relaciones "internas" de explotación (desde un punto de vista nacional) van a hablar contigo de ello, todo el tiempo incluso, pero no vamos a investir este discurso con la dimensión de un mensaje político - excepto en momentos de extrema tensión, como fue el caso en 2015-2016 en el norte de Cisjordania.

Lo que los proletarios palestinos experimentan como proletarios apenas llega a nuestros oídos, lo que no es de extrañar: esta experiencia no está contenida en la "causa nacional" que los cuadros políticos transmiten a sus relevos en el exterior.

• ¿Qué perspectivas comunes pueden tener los proletarios de esta zona?

Israel representa la imagen de un futuro de pesadilla: el de un Estado perteneciente al bloque central de países capitalistas que ha reproducido en su territorio la zonificación mundial de la fuerza de trabajo observada en la división mundial del trabajo. Esta zonificación social tiene lugar en una cuasi-conurbación: la distancia entre Gaza y Tel Aviv es apenas mayor que la que separa París de Mantes-la-Jolie. Y funciona sobre la base de la etnicidad (se trata de una constante en la historia de Israel y de muchos otros Estados, incluso fuera del contexto de la lucha nacional: antes de la ocupación de Cisjordania y Gaza, eran los proletarios judíos "importados" de los países árabes quienes pagaban el precio).

Pero en los últimos veinte años, el Estado se ha impuesto como garante no sólo de la reproducción social del proletariado judío al que domina, sino de su propia existencia "física", de su supervivencia. Hoy somos testigos de cómo este proletariado "nacional" se ve arrastrado detrás de sus explotadores a una escala nunca vista en la historia, a diferencia de los supernumerarios de Gaza, estacionados en un campo de concentración bajo el fuego constante de las bombas.

Así que hay que tener en cuenta que las luchas forman parte de este universo de pesadilla. Es difícil imaginar que puedan producir una relación de fuerzas capaz de "romper las divisiones". Hasta el año pasado, el simple hecho de que esas luchas siguieran existiendo en los Territorios y forzando la reproducción de las relaciones sociales (una vez más, hablo de luchas, no de resistencias jerárquicas) era en sí mismo algo que, personalmente, me estremecía y me alimentaba. Hoy, el peso de la lógica de la masacre lo aplasta todo: la capacidad de acción autónoma del proletariado palestino está amenazada por los bombardeos y, mientras el proletariado judío siga cautivo del Estado israelí (lo que no va a cambiar), no hay nada que negociar a través de la relación de fuerzas. En efecto, hemos entrado en otra fase, que no ofrece muchas esperanzas.

• ¿Negar la base material del "pueblo" palestino no equivale a dar un "apoyo pasivo" al Estado que lo coloniza y reprime?

Creo que es posible desarrollar un marco de análisis en el que nos sintamos solidarios con las luchas en Palestina sin engañarnos sobre las perspectivas que mantienen los aparatos sociopolíticos "nacionales". Eso es lo que Socialisme ou Barbarie consiguió en parte durante la guerra de Argelia: desarrollar una línea internacionalista capaz de mantener una posición crítica frente al FLN, basada en un análisis de clase.

En Palestina, como en todo el mundo, estamos en un periodo en el que en ninguna parte encontraremos una encarnación política "de clase" del proletariado. Algunos se aferran a una identificación con partidos de izquierda como el FPLP o el FDLP (Frente Democrático para la Liberación de Palestina), o con una hipotética sociedad civil a distancia de los partidos. Comprendo el planteamiento, y me he visto llevado a compartirlo en mis viajes por afinidad "cultural", pero esos partidos y esa sociedad civil están atravesados por contradicciones de clase que los cuadros quieren hacer pasar por secundarias frente a la dominación nacional. Sin embargo, es con el discurso de esos cuadros con el que (generalmente) nos solidarizamos, sin darnos cuenta.

Me aferro a la idea de que las relaciones sociales tienen prioridad sobre las ideologías políticas, y que, tanto emocional como intelectualmente, siempre debemos intentar "empezar desde abajo", socialmente hablando, más allá de las identificaciones políticas, para comprender las luchas que "la" lucha nacional pretende abarcar.

En la identificación con Palestina, con la idea de Palestina, se disciernen distintas lógicas en función de la clase, la relación con la política, el capital militante, el capital cultural, etc. Este es el caso allí, pero también aquí en casa, en las expresiones de solidaridad. Este es el caso allí, pero también aquí en casa, en las expresiones de solidaridad. Estas lógicas diferentes no coexisten, no forman una convergencia o una unidad: son contradictorias, están en lucha, de manera más o menos asumida o silenciosa.

Tengo poco que decir sobre el tema del "qué hacer". En cualquier caso, me parece que, más que las diferentes posiciones políticas mantenidas dentro del movimiento de solidaridad (lo que uno piensa de Hamás, de un Estado binacional o lo que sea), es necesario cuestionar su composición social y las prácticas de lucha que se derivan de ella, para luego posicionarse dentro del movimiento -con la esperanza de "traer la guerra a casa", y de atacar el mantenimiento del orden social allí donde uno está, y así poner fin a las masacres en Gaza.

En Francia, la captura y la gestión de las manifestaciones de solidaridad por los políticos de La France insoumise y los de su calaña, que utilizan la "causa palestina" para favorecer sus propios intereses, o incluso por asociaciones que se posicionan como interlocutores ante las autoridades, apunta, en mi opinión, a una derrota del componente proletario y apolítico del movimiento, que se expresó con más fuerza, por ejemplo, durante la guerra de 2014.

Nota sobre el momento (Por qué no)


AC,  22/01/2025
Traducido del francés
original en: https://www.facebook.com/communisation

Este momento histórico, en el que el Estado de Israel arrasa Gaza y comete un genocidio con el apoyo de las llamadas democracias avanzadas, y en el que un alto funcionario estadounidense hace públicamente el saludo nazi, la coincidencia de estos acontecimientos -uno históricamente trágico, el otro aparentemente ridículo y anecdótico- señala el fin de los cimientos ideológicos de las democracias liberales, tal y como se habían construido desde la posguerra. Es importante subrayar que este mundo ya no existía, pero estamos en ese momento en que los personajes de dibujos animados corren hacia el vacío y se dan cuenta de ello.
 

Todo lo que constituía la legitimidad ideológica de este mundo se está desmoronando abiertamente: el fascismo como frontera y el "Nunca más", la idea del derecho internacional y de los derechos humanos más allá de la razón de Estado, todos los piadosos deseos (nunca realmente respetados) de las democracias hegemónicas desde el final de la Guerra Fría y el hundimiento del bloque del Este, están completamente descompuestos. Esta descomposición ideológica de las democracias liberales aparece como un derrumbe moral y se manifiesta como tal: la codicia, el sentimiento de superioridad racial, la repugnante estupidez, el desprecio de lo vivo reducido a su utilidad económica, la razón instrumental y la violencia brutal sobre las que descansa la dominación de la burguesía aparecen sin ambages. La pérdida de esta legitimidad ideológica, de la pureza asumida de las naciones que derrotaron al nazismo y dejaron obsoleto al comunismo, abre posibilidades que la destrucción de Gaza y la masacre de su población nos ofrecen como perspectiva.
 

Todo Estado siempre ha tenido derecho a hacer lo que quisiera con su población, pero ahora esta posibilidad ya no está ideológicamente supeditada a ninguna otra razón superior a la razón de Estado. Todo vuelve a ser concebible, las perspectivas se abren: también el capitalismo necesita respirar. La palabra del momento será: ¿y por qué no? ¿Por qué no muros, masacres y deportaciones? ¿Por qué no la afirmación de la primacía de la razón económica sobre todas las demás? ¿Por qué no la afirmación de las superioridades raciales, sociales, de género, etc., puesto que de facto ya dominan? Ultima ratio, es evidentemente una vez más la guerra entre Estados y la guerra de los Estados contra sus poblaciones la que se perfila como el contexto de la próxima gran crisis capitalista, de modo que la distinción entre "guerra mundial" y "guerra local" corre el riesgo de perder todo sentido. Una vez más, Israel ha abierto el camino.
 

Quienes buscan un árbitro y unas reglas para este juego pierden el tiempo. No vamos a volver a los benditos días de las democracias liberales, y blandir como fetiches las anticuadas categorías de su pasada legitimidad no cambiará nada. Guerra por guerra, es más bien la cuestión de la guerra civil la que debe preocuparnos, y más allá la cuestión del desbordamiento de esos marcos mortificantes que son el Estado, el pueblo, la nación, la raza, la familia, el trabajo asalariado, el intercambio de mercancías, etc. En este contexto, la reapertura de la cuestión comunista en la práctica (como queramos llamarla) no debe verse como otro "por qué no", como una oportunidad histórica que hay que aprovechar, sino como un medio de sobrevivir, transformándolo radicalmente, a este mundo que se consume devorándonos.

sábado, 11 de enero de 2025

Asedio y fuego en Palestina

Boletín La Oveja Negra
Argentina, diciembre de 2024

En septiembre más del 66% de los edificios en Gaza habían sufrido daños como consecuencia de los bombardeos, imposibilitando el retorno de las más de 1,9 millones de personas desplazadas forzosamente durante las repetidas expulsiones provocadas por el ejército israelí. Más del 67% de los terrenos de cultivo han resultado dañados y han sido convertidos en yermo, lo que contribuye a agravar la hambruna junto con las restricciones en el acceso de ayuda humanitaria: solo 100 camiones llegaron a entrar en la Franja de Gaza en todo el mes de octubre de 2024, debido al bloqueo económico impuesto por Israel, muy por debajo de los 500 camiones diarios que entraban antes de octubre de 2023. De noche, los satélites de UNOSAT apenas perciben unos puntos de luz, los que producen los generadores eléctricos que aún funcionan, y los de las llamas. Este es el paisaje que Israel amenaza con reproducir en el Líbano. UNOSAT es el Centro de Satélites de las Naciones Unidas «para la Formación y la Investigación, con la misión de promover la toma de decisiones basada en evidencia para la paz, la seguridad y la resiliencia utilizando tecnologías de información geoespacial», de allí tomamos los datos.

Ya hemos señalado que no se trata de una crisis, un conflicto, y tampoco de una guerra. No hay dos Estados en oposición bélica: se trata de unos de los Estados más fuertes del mundo contra una población desarmada y hambreada. En la coartada de la “lucha contra el terrorismo” quieren hacer pasar a la población palestina como Hamas.

Por otra parte, dejamos la tipificación legal de “genocidio” para las inútiles condenas y discursos burgueses en la ONU o reuniones similares. Y aunque comprendemos que hoy es quizás la única manera de parar en lo inmediato la masacre, no consideramos necesario denunciar en los mismos términos que quienes garantizan la sociedad capitalista que produce estas situaciones.

En Argentina la mera mención, ni siquiera crítica, de la situación en Palestina es tachada de apología del terrorismo. Pero no de la imposición del terror por parte del Estado israelí, sino del “terrorismo islámico”. Nos preguntamos ¿cómo puede ser “terrorismo islámico” la muerte diaria de decenas y decenas de niños producidas por el ejército israelí? El Estado de Israel y sus cómplices periodistas intentan dar largos rodeos: es que “los terroristas usan a la población como escudos humanos”; si se trata del bombardeo de un hospital dirán que “se trataba de un centro de operaciones de Hamas”, etc., etc. En medios de Europa ya hablan del peligro del “comunitarismo islamista” para luego referirse a la defensa de los valores occidentales y democráticoburgueses.

Recientemente los medios locales, siguiendo sus modelos europeos, presentaron como un pogrom el ataque a un grupo de hinchas de fútbol israelíes. Lo que no mostraron son las canciones antiárabes que un grupo de ellos cantaba, la agresión a un taxista y la quita de banderas palestinas por las calles. Condenable o no, contrata enormemente con sus tibias declaraciones y silencios frente a la matanza de miles de personas en Gaza y el Líbano. La consagración de Israel como única víctima oficial llega así a su paroxismo, en una inversión increíble de roles que no llama la atención de los expertos oficiales en desinformación.

En este contexto el presidente Javier Milei, en la Asamblea General de Naciones Unidas, calificó de “socialista” a la misma ONU y anunció el fin de la posición de neutralidad argentina, resaltando su alineamiento con Israel. En varios fragmentos del discurso recurrió a sus delirios místico-liberales: «...donde entra el comercio no entran las balas porque el comercio garantiza la paz, la libertad garantiza el comercio y la igualdad ante la ley garantiza la libertad. Se cumplió, en definitiva, lo que consignó el Profeta Isaías y se lee en el parque, cruzando la calle: “Dios juzgará entre las naciones y arbitrará por los muchos pueblos; forjarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podadoras. Nación no tomará espada contra Nación; nunca más conocerán la guerra”.»

Una masacre cotidiana

A lo largo de más de un año, el ejército israelí ha cometido al menos una masacre de civiles por día y con frecuencia supera el centenar diario. De ocurrir en otra parte, una sola de estas matanzas cometidas en hospitales, escuelas o campos de refugiados, hubiera generado portadas en los periódicos, pero la matanza de palestinos no constituye noticia ni es motivo de escándalo.

Las cifras de muertes cometidas de forma directa por ataques israelíes quedan desfasadas inmediatamente. Para inicios de noviembre se contabilizan más de 43.600 muertos confirmados, incluyendo 16.765 niños, unas 10.000 personas desaparecidas, y unos 102.000 heridos. No obstante, estas cifras se quedan cortas, entre otras cosas porque no incluyen las muertes por hambruna, enfermedad, o como resultado de la agonía de los heridos (que carecen de acceso suficiente a medicamentos, anestesia), muy difíciles de verificar con un sistema sanitario colapsado.

A la ya histórica privación del agua, ahora incrementada, se suma la privación de alimento consecuencia de las acciones deliberadas de Israel. Asimismo, la proliferación de enfermedades infecciosas es producto de la destrucción intencionada y casi total del sistema sanitario.

El asedio en curso, el tercero en un año, sobre la población desnutrida del Norte de Gaza que aún resiste la expulsión forzada hacia el sur de la Franja, está derivando en lo que puede llegar a ser un exterminio sin parangón en la historia reciente. Se trata de una población estimada entre trescientas y cuatrocientas mil personas. La población palestina de Gaza solo tiene como opciones morir o seguir desplazándose a lo largo de un territorio vallado e inhabitable, en condiciones cada vez más penosas.

El paisaje es diferente en Cisjordania y Jerusalén Este, al compás de los desahucios, las expulsiones, la construcción de nuevos asentamientos para colonos. Israel también bombardea en campos como los de Jenín, pero en Cisjordania debe calibrar cómo asesina puesto que, al fin y al cabo, son más de 700.000 los colonos israelíes en asentamientos dispersos entre islas de palestinos. Más de 780 palestinos, incluyendo 167 niños, han sido asesinados en Cisjordania desde octubre de 2023, muchos directamente a manos de colonos.

La complicidad democrática de Occidente

Antes de las recientes elecciones presidenciales en Estados Unidos, Bifo Berardi publicaba: «Si tuviera la desgracia de ser ciudadano estadounidense, no votaría a ninguno de los dos candidatos: la señora Harris, que ha prometido que el ejército estadounidense estará siempre equipado con la máxima letalidad, es más peligrosa que el señor Trump desde el punto de vista europeo, porque con la señora Harris como presidente, la guerra ucraniana se extendería hasta el umbral atómico. El señor Trump, que representa consciente y explícitamente los intereses de la raza blanca, sería una catástrofe para los palestinos y, más en general, para los migrantes, a quienes Trump y Vance han prometido “la mayor deportación de la historia”. Pero es difícil imaginar cómo Trump podría ser más despiadado que Biden y Obama, que deportaron a más migrantes durante sus presidencias que Trump. Y es difícil imaginar cómo podría ser más despiadado con los palestinos de lo que lo ha sido Biden, que nunca ha dejado de apoyar financieramente ni enviar armas a los exterminadores israelíes. Tal vez solo sería menos hipócrita.»

La fuerza de esta destrucción es llevada a cabo desde el cielo, con cazas y misiles estadounidenses. Desde octubre de 2023, Estados Unidos ha entregado a Israel más de 10.000 misiles de una tonelada cada uno, de esos que pueden derribar un edificio de diez plantas y abrir enormes cráteres en la calzada. Estados Unidos también ha entregado más aviones, armamento y municiones por un valor total que supera los 20.000 millones de dólares, ofreciendo también cooperación en inteligencia.

Mientras tanto, en Europa es el Estado alemán quien lidera el apoyo a Israel y marca el rumbo en el control de la disidencia. Este apoyo es incondicional, una “obligación nacional”. Alguien rápidamente pude pensar en una culpa histórica, pero a fin de cuentas todo se trata de dinero: Alemania es el segundo exportador de armas a Israel y ha incrementando sus ventas en los últimos meses. A esto se suma una implacable represión interna de cualquier expresión de solidaridad con la población palestina que pueda arruinar el negocio. El gobierno alemán considera oficialmente “antisemita”, y por tanto ilegal, a todo llamamiento al boicot de Israel, a la denuncia del apartheid israelí, y a la descripción del sionismo como colonialismo de asentamiento, incluso si es expresado por judíos.

Siria, la guerra, la repartición… y el destino de las masas trabajadoras

Trabajadores anticapitalistas, militantes del Movimiento por la Abolición del Trabajo Asalariado
Irán, diciembre de 2024
 

El régimen de Assad ha caído y la pregunta fundamental es: ¿qué significa esto en la práctica? ¿Qué ha ocurrido? La respuesta de los principales medios de comunicación del mundo es que los “sirios” de todas partes, dentro y fuera del país, lo están celebrando. Consideran que la caída de un gobierno que había sido tan brutal durante tanto tiempo es su victoria, depositan sus esperanzas en un futuro mejor y ¡esperan milagros de los nuevos dirigentes! La oposición burguesa de derecha e izquierda, y quizás incluso algunos trabajadores de Irán, también lo celebran y dicen que estos acontecimientos son buenas noticias. “La República Islámica ha perdido su profundidad estratégica”, su influencia en Oriente Medio se ha debilitado, todo lo que ha conseguido en la región en los últimos 45 años se ha evaporado; Assad ha huido, Nasrallah ha muerto, Soleimani ha sido asesinado, Hezbolá se está derrumbando… la lista continúa. Pero la cuestión central es: ¿cuál es el significado real de estos acontecimientos? ¿Qué se ha derrumbado? ¿Qué lo sustituye? ¿Qué lugar ocupan en esta historia la gran masa de trabajadores sirios, los pobres, los sin techo y los refugiados? ¿Quiénes son los vencedores? ¿Cuál es la maquinaria de guerra que ha hecho posible estas asombrosas victorias? ¿Qué planean hacer y cuál es su programa presente y futuro para los millones de trabajadores sirios?

Una cosa está clara: la burguesía siria, que hasta ayer estaba en la oposición, ahora está a punto de ser coronada y de adquirir enormes cuotas de beneficios, propiedad, poder y gobierno. Sus homólogos iraníes, afines o no, que se unieron a la oposición con el único propósito de alcanzar sueños similares, ven el debilitamiento de la República Islámica, el colapso de sus bastiones en Oriente Medio y el temblor del suelo bajo sus pies como signos de su propia victoria y emergencia al estilo de Tahrir al-Sham. Su caso está claro, y el debate no es sobre ellos, sino sobre las masas trabajadoras sirias, iraníes, libanesas, iraquíes y palestinas, una fuerza abrumadora de cientos de millones de personas que deben examinar de forma consciente y atenta el desarrollo de los acontecimientos. De lo contrario, las celebraciones correrán la misma suerte que sus camaradas en Libia, Egipto, Irán (tras el advenimiento del régimen islámico asesino) y otros lugares.


La afirmación más simple y directa sobre lo que ha sucedido hasta ahora es la siguiente: en Siria, un brutal régimen capitalista ha caído y otro – igualmente brutal, genocida y quizás aún más despiadado – se prepara para tomar el poder. Al mismo tiempo, la República Islámica capitalista y antihumana se ha debilitado considerablemente, mientras que los Estados genocidas de Israel, Turquía y Estados Unidos han izado sus banderas de victoria. Netanyahu, refiriéndose a los cementerios y ruinas causados por el holocausto de Gaza, sus atrocidades en Líbano y los golpes mortales que ha infligido al régimen islámico, alardea con orgullo de su “recompensa legal” y “honor soberano”, blandiendo las medallas de apoyo que le han concedido las potencias capitalistas dominantes del mundo. Se ve a sí mismo como el “Comandante Qadisiyya” de este siglo, de la región y del mundo. Erdogan ve el establecimiento de sus apoderados y mercenarios en partes de Siria como el primer paso hacia el renacimiento del capitalismo otomano. Sobre la base de estos logros, advierte a los Estados rivales que le feliciten de antemano por sus futuras conquistas.

Todo lo que ha sucedido hasta ahora puede resumirse así. ¿De qué hay que alegrarse? Una respuesta consciente a esta pregunta es crucial para los trabajadores y abrirá una ventana a una comprensión más profunda de quienes se regocijan.

Algunos podrían decir que un brutal régimen dictatorial ha caído en Siria y que otro régimen – quizás mejor – está a punto de ocupar su lugar. Y que, por el momento, ¡no habría nada más que celebrar y dar la bienvenida! ¡Eso está muy bien! Pero las fuerzas conocidas como “Tahrir al-Sham” y el “Ejército Nacional Sirio” son, en primer lugar – en el mejor de los casos – bárbaros representantes de las partes más atrasadas y aterradoras de la burguesía del país. En segundo lugar, en su propia existencia social, ni siquiera poseen tales posiciones o capacidades. Desempeñan el papel de marionetas y carroñeros. Sus victorias relámpago ni siquiera se deben a ninguna ilusión popular entre la gente desesperada.

Todas estas victorias son el resultado directo del completo colapso del régimen de Assad, el fin de la dominación de la República Islámica, la pérdida de influencia de Hezbolá en la región y el impacto sustancial de este colapso en el papel de Rusia, por un lado, y el completo apoyo de Israel, Turquía y Estados Unidos a estas fuerzas, por otro. El debate sobre la supuesta transformación de Tahrir al-Sham a partir de sus raíces en Al Qaeda o Jabhat al-Nusra no es más que un análisis barato y engañoso destinado a rehabilitar a estas fuerzas bárbaras. Estas dos mafias deben todo lo que tienen a los gobiernos de Turquía y Estados Unidos. Israel, Turquía y Estados Unidos controlan todos los acontecimientos y están preparados para la más amplia dominación, la codicia y la persecución de sus ambiciones a largo plazo.

Montañas de pruebas demuestran que fuerzas bien conocidas, nacidas del vientre del ISIS y alimentadas por Turquía, EEUU y sus aliados, lanzaron su reciente levantamiento con señales del régimen genocida israelí y la coordinación de Erdogan. Esto se hizo con la aprobación de Estados Unidos, el posterior alineamiento con Rusia y, en última instancia, la inevitable retirada de la República Islámica. Al mismo tiempo, Netanyahu, embriagado por el genocidio y la conquista, reveló su firme intención de determinar el destino del tambaleante régimen de Assad, incluso mientras discutía un acuerdo de alto el fuego en Líbano. Dijo que aceptaría el alto el fuego porque había llegado el momento de una nueva confrontación con el régimen islámico. El campo de batalla de esta confrontación es sin duda Siria, y el objetivo era acabar con el régimen de Assad, que ya estaba roto por todos lados.

En este contexto, Netanyahu también llevó a cabo las negociaciones necesarias con el gobierno de Erdogan. Al mismo tiempo, trató de convencer a Rusia de que el cambiante equilibrio de poder en la región no dejaba lugar a su intervención para asegurar la victoria de Assad. Sugirió que Rusia debía seguir defendiendo sus intereses cooperando con Israel. Del mismo modo, trató de convencer al régimen islámico de que no podría conseguir nada. Todo indica que el ascenso de los yihadistas y de los nuevos “herederos al trono” ha surgido de este mismo proceso. Los planes, los acuerdos, los avances y las retiradas forzadas se han materializado.

Sin embargo, el curso de los acontecimientos no se limita a la caída de Assad o al ascenso de otro régimen brutal. La repartición de Siria y su división entre regímenes, mafias y diversas bandas en expansión es un grave peligro que amenaza a millones de trabajadores sirios oprimidos, ya agotados por los crímenes del sistema capitalista de esclavitud asalariada. Los informes indican que más de 80 grupos armados activos, depredadores y mercenarios, financiados y controlados por diversos Estados, redes y mafias, están listos para desatar la violencia contra la población de este país.

Israel, que durante décadas ha actuado como el mimado y guardián de los arsenales militares, intelectuales, técnicos y de inteligencia del capital mundial, ha extendido ahora su agresión para apoderarse de nuevas partes de Siria. Israel ya ha desmantelado las fronteras entre ambos países en los Altos del Golán, ha expulsado a las fuerzas de la ONU, ha ocupado la provincia siria de Quneitra y está en proceso de apoderarse de otros territorios. Como parte de estos acuerdos, Rusia entregó a Israel sus dos pequeños campamentos militares que habían quedado inservibles. Netanyahu describe estas victorias como otro eslabón importante en su cadena de agresiones similares al Holocausto, que ha durado ya 14 meses.

Turquía está estableciendo su Estado sustituto en Siria para extender su influencia hasta las últimas fronteras posibles de Oriente Próximo. El primer paso en estas conquistas es lanzar los ataques más salvajes y operaciones genocidas contra las vastas masas trabajadoras kurdas. Mientras tanto, Estados Unidos, que considera la dominación regional de Israel como su propia victoria, ve la caída de Assad y la partición de Siria como un éxito decisivo en su rivalidad con el gobierno de Putin.

Estos son los acontecimientos tal como se han desarrollado y como siguen desarrollándose. Como hemos dicho, la cuestión más fundamental sigue siendo el destino de los millones de trabajadores sirios, libaneses, kurdos y de otros países a la sombra de estos acontecimientos. Una cuestión complementaria es el papel que las masas trabajadoras de Irán, Irak, Egipto, Jordania y otras partes del mundo pueden desempeñar en estos acontecimientos.

A este respecto, es importante subrayar varios puntos clave.

1/ Uno de los principales ejes del engaño, el lavado de cerebro y la desorientación que practican los medios de comunicación burgueses de derecha e izquierda en todo el mundo es la narrativa de que Siria es un país formado por árabes, kurdos, turcos, turcomanos, yazidíes, musulmanes, cristianos, alauitas, judíos y suníes. Es la droga o veneno más mortífero inyectado históricamente en la conciencia humana por las clases dominantes, sus gobiernos y, en innumerables ocasiones, por el sistema capitalista con sus abrumadoras fuerzas de coerción. Esta narrativa pretende destruir la existencia social unificada de los trabajadores y la base de su lucha por la liberación, poniéndolos unos contra otros e impidiendo su lucha radical y común contra las verdaderas raíces de la explotación, la opresión y la miseria.

Los habitantes de ningún país, en ninguna parte del mundo, pueden dividirse en un puñado de seguidores de tal o cual religión o credo, secta o ideología, raza o grupo étnico. Todos vivimos en un sistema capitalista inhumano y criminal, que ha dividido por la fuerza a la humanidad en dos clases sociales fundamentalmente opuestas. Los trabajadores constituyen el 80% de la población mundial, mientras que el resto son propietarios del capital. Esta misma división se aplica a Siria y es la única categorización clara, innegable y correcta.

Lo que une al 80% de los trabajadores sirios es su existencia social común. Este 80%, a pesar de las variaciones en el empleo, los salarios, los medios de subsistencia y el bienestar, están separados del producto de su trabajo y privados de cualquier derecho a determinar el destino de la producción, el trabajo o sus vidas. Esta es la única identidad verdadera que define a la clase obrera y a la humanidad, una identidad que es la fuente y la fuerza motriz del movimiento moderno de liberación humana. El capitalismo, con todo su poder de manipulación, propaganda y lavado de cerebro, intenta utilizar identidades como árabe, kurda, yazidí, turcomana, suní o alauita como veneno mortal para paralizar y debilitar este movimiento.

El 80% de la población trabajadora de Siria debe romper las cadenas de la etnia, la lengua, la raza, la religión, las creencias y el sectarismo en las profundidades de la historia. Deben unirse como una sola clase social para luchar contra el capital, el sistema capitalista asesino, la explotación, la opresión, el apartheid de género, la supresión de las libertades y todas las formas de desposesión derivadas de la esclavitud asalariada. Es con esta unidad que deben salir al campo de batalla como arma poderosa contra este sistema.

2/ Cada etapa de esta lucha depende de la formación de consejos obreros poderosamente organizados y extendidos, una fuerza que se opone al poder, al capital y a toda forma de gobernanza y modelo de gobierno capitalista. Sin un esfuerzo estratégico plenamente consciente en esta dirección, nada podrá lograrse y ninguna expectativa se cumplirá. Mañana será demasiado tarde. Hoy, debemos unir nuestras fuerzas de la forma más rápida, consciente y radical posible, y con la mayor experiencia posible. Hay que crear consejos y construir un movimiento anticapitalista fuerte.

3/ ¡Un siniestro escenario de engaño, orquestado por los nuevos poseedores de la corona y sus apoyos estatales y aliados en todo el mundo, implicará probablemente el “circo electoral”! Nos llamarán a las urnas, ¿para qué? Para elegir a los nuevos empresarios feroces, ávidos de lucro, poder y posesión, y considerarlos “nuestro gobierno”, permitiéndoles así cimentar el sistema capitalista de esclavitud asalariada – que es la raíz de toda explotación, pobreza, falta de vivienda, falta de atención sanitaria, falta de medicinas, falta de educación, hambre, pobreza, humillación y miseria. Utilizarán nuestros votos para perpetuar nuestra condición de esclavos asalariados, para intensificar nuestra explotación en nombre del capital y de los capitalistas, para despojarnos de toda libertad humana real bajo el disfraz de la “elección”, y bombardearnos hasta el último aliento de nuestra libertad humana en nombre de una libertad falsificada y de la farsa que es la democracia.

Nuestra respuesta a sus exigencias debe ser el rechazo categórico de cualquier escenario de “elecciones”. Nuestra respuesta debe ser organizarnos en nuestros consejos y construir un poderoso movimiento de consejos contra la esclavitud asalariada. Haremos de los consejos la plataforma para la participación más libre, consciente, creativa, efectiva e igualitaria de todas las personas. Dentro de estos consejos, exigiremos controlar el destino de nuestro trabajo, nuestra producción y nuestras vidas. Juntos tomaremos decisiones colectivas sobre qué producir, qué no producir, cuánto tiempo trabajar y cómo definir el trabajo para satisfacer las necesidades cotidianas y, en última instancia, eliminar la escasez. Planificaremos y ejecutaremos todo colectivamente.

Nos oponemos a la creación de cualquier forma de Estado o modelo de gobierno que sitúe la autoridad por encima de los seres humanos.

4/ En este proceso de organización de un movimiento anticapitalista basado en consejos, la base de nuestros esfuerzos debe ser tomar el control de nuestro trabajo, nuestra producción y nuestras vidas. Debemos luchar por recuperar la mayor parte posible de los resultados de nuestro trabajo de las garras ensangrentadas de los capitalistas y orientar el ciclo del trabajo y la producción hacia la satisfacción de las necesidades reales y, en última instancia, la liberación de la humanidad de la desposesión. En este sentido, y como primer eslabón de la cadena de luchas que se desarrollan a nivel de todo el país, exigimos que la alimentación, el vestido, las medicinas, la sanidad, el agua, la electricidad, el gas, el transporte y la atención a los discapacitados dejen de ser reducidos a meras mercancías dentro del sistema capitalista de intercambio monetario y mercantil.

5/ No cabe duda de que en cuanto propongamos uno de los puntos anteriores, los todopoderosos ejércitos de la oposición de derecha e izquierda – los autoproclamados liberadores de la humanidad – pulularán como una nube de langostas, rodeándonos por todos lados. Cada uno gritará, más elocuentemente, más sabiamente, más académicamente, más sociológicamente, más históricamente y más filosóficamente que el otro: “¿Qué tontería es ésta? Ha llegado el momento de enarbolar la orgullosa bandera de la democracia, de exigir el derecho a formar sindicatos, a crear partidos, a alistarse en la infantería de los ejércitos de partidos y sindicatos, a exigir libertad de organización, libertad de manifestación, la promulgación de leyes notables contra el apartheid de género y un largo etcétera.”

Nuestra respuesta a esta gentuza es meridianamente clara. Detonaremos toda la historia del siglo XX como una bomba en sus conciencias y gritaremos:

Vergüenza debería darles repetir esas palabras de nuevo!!!!. ¿No hicimos todo eso durante 150 años? ¿No vieron la tierra estéril que han producido sus recetas? Mitren directamente a los ojos de los 4.000 millones de trabajadores del mundo, hambrientos, privados de medicinas, sanidad, educación, humillados, aplastados, subyugados, oprimidos. ¡Fuera de nuestro camino! No necesitamos que nos aprueben el llamado “derecho de sindicación”. Nos organizamos con la fuerza de nuestra lucha. No enterraremos nuestras organizaciones en el cementerio del orden capitalista y no las convertiremos en armas del poder capitalista. Construiremos verdaderos consejos anticapitalistas. Desde las alturas de estos consejos anticapitalistas, antiestatales y antiautoritarios, declaramos que tomaremos el control del trabajo, de la producción y de las vidas que sólo nos pertenecen a nosotros.

6/ La misma multitud de la que hablamos arriba gritará a pleno pulmón:
Estamos en Siria, su economía está en quiebra, su industria es “dependiente” y “subdesarrollada”, su crecimiento es bajo, su productividad es deficiente, su competitividad está paralizada y su producto interior bruto per cápita es minúsculo. En una sociedad así, ¿estás hablando de eliminar necesidades básicas y servicios sociales como la educación y la sanidad del sistema capitalista de intercambio monetario y de mercado? ¡Eso es socialismo! ¡Eso es utopismo! ¡Te estás aferrando a los ideales de Platón y planeando una utopía platónica!”

Una vez más, nuestra respuesta es clara: ¡Fuera de nuestro camino! No pretendemos otra cosa que disfrutar de los frutos de nuestro trabajo y nuestra producción. No pretendemos resolver todos los problemas de la humanidad moderna hoy, aquí en el infierno de devastación y derramamiento de sangre que es Siria. La esencia de nuestra reivindicación es simple y pura: no queremos un Estado que nos gobierne. No permitiremos que el producto de nuestro trabajo se convierta en una montaña de capital para los trusts, las corporaciones, los gigantes financieros e industriales, para el pulpo estatal o para la máquina de opresión física e ideológica que nos gobierna. Sabemos muy bien cómo utilizar los frutos de nuestro trabajo para satisfacer nuestras necesidades de subsistencia, bienestar y libertad humana. Sabemos distribuir eficazmente cada parte del mismo. Somos capaces de hacer todo esto.

No vemos nuestra victoria como algo predeterminado o inevitable. Para lograr la victoria, lucharemos – y volveremos a luchar – de forma más consciente, más reflexiva y más alerta.

 

Original en persa: https://alayhesarmaye.com/2024/12/09/_/5212

Fuente en inglés: https://againstwagelabor.com/2024/12/16/syria-war-partition-and-the-fate-of-the-working-masses

Traducción: https://www.autistici.org/tridnivalka/alayhesarmaye-siria-la-guerra-la-reparticion-y-el-destino-de-las-masas-trabajadoras

 

martes, 24 de diciembre de 2024

Declaración Surrealista Internacional sobre y contra las guerras del capital y en concreto la masacre de Gaza

24/12/2024

Las manos de la tormenta

Tu flor pasará por las manos de la tormenta
Sigue la estrella de su mano, sus máscaras, sus halcones,
y  el hielo rojo del trance.
(Laurence Weisberg)

Dame la niebla que fecunde el barrio de los insaciados,
que tatúe con su lengua el farallón alto de su pecho insatisfecho.
Dame el océano y su rumor de promesas,
y su voz depositando en la calle un idioma confín.
(Eugenio Castro)
En nuestra lucha por liberarnos del lúgubre laberinto en el que seguimos atrapados desde hace un siglo, los surrealistas nos alineamos con quienes comparten nuestro objetivo de transformar el mundo y cambiar la vida. Condenamos los obstáculos a esta liberación y las mentiras y las excusas al servicio de este imperio de la miseria.

Pero el mundo necesita algo más que declaraciones. La retórica visionaria no detendrá las bombas ni resucitará a los muertos. Convencidos sin embargo de que el surrealismo es un proyecto liberador que enraíza su utopía en la crítica despiadada de todo lo que existe objetiva y subjetivamente en todos los planos de lo real y de lo imaginario, o no es nada, reafirmamos nuestros principios como una chispa de esperanza y como una señal que presagia caminos mejores. Lo mismo que el cielo estrellado sobre el smog y las luces de neón, a veces estos caminos se deben alcanzar utilizando la imaginación incluso cuando la mera hipótesis de su existencia desafía y rompe los esquemas de nuestros sentidos, y especialmente el sentido así llamado “común” que dicta y administra la dominación.

Por ello mismo seguimos siendo fieles al espíritu de la solidaridad internacional que el realismo racionalizador ignora y el capitalista sofoca y persigue, y en consecuencia rechazamos alinearnos con bloques imperialistas y frentes capitalistas, ya sea en defensa de la desesperada hegemonía de EE.UU y sus lacayos, o en nombre de los regímenes “multipolares” rivales. Nos negamos a tomar partido en guerras apocalípticas entre bandas mafiosas nacionales. Por consiguiente, ante la matanza imperialista y la guerra por poderes en Ucrania no adoptamos otra posición que el derrotismo total en relación con todas las partes, en favor de la disolución de todos los Estados beligerantes y de la apertura de un camino hacia la utopía a través de sus ruinas. Merecen nuestro desprecio todos los dobles raseros y los insulsos llamamientos a la democracia, la soberanía y el antifascismo (con ambos ejércitos con neonazis recalcitrantes en sus filas). Nos burlamos de los políticos y expertos que nos dicen que aceptemos la necesidad de una guerra nuclear. Y si se nos acusa de maximalistas, ilusos o utópicos con toda su razón instrumental, nos arrogamos el derecho de réplica, en nombre de nuestra razón ardiente, preguntando a nuestros sensatos y realistas acusadores qué es entonces el pragmatismo, el punto medio, el mal menor, la realidad abyecta y la miserable realpolitik que tendríamos que aceptar en lugar de nuestro deseo de emancipación total e irreductible, y qué garantías del más mínimo éxito pueden ofrecer semejantes expedientes mediocres, cobardes y colaboracionistas, que no pase por el reforzamiento de la dominación y su fin del mundo que nunca jamás será el nuestro.

Del mismo modo que rechazamos esas narrativas putrefactas, también rechazamos las ideologías de superioridad racial o religiosa y la licencia que las acompaña para aniquilar a los demás. Esta mentalidad es más que evidente en la masacre que el ejército de Israel está perpetrando contra la población de Gaza, a instancias de un Estado que ya no teme expresar sus profundos anhelos genocidas mientras sus patrones (y clientes) de Washington y Bruselas callan, bizquean y asienten. Es un hecho criminal e intolerable que el mundo no ayude a los palestinos hasta que se desmantele la ocupación: esta es la primera y última medida a tomar, por su absoluta y prioritaria necesidad, y porque poco o nada más se podría esperar de un «concierto internacional» podrido, de una «gobernanza mundial» enloquecida, de un humanitarismo asesino que no es sino el corolario inevitable y lógico del abominable colonialismo europeo, que fue denunciado y estigmatizado, como no podía ser menos y con esta misma expresión terrible pero certera, por los surrealistas de los años 30 del pasado siglo.

Tampoco nos hacemos ilusiones algunas con respecto a ningún régimen de Oriente Próximo, pues todos ellos se ríen de la libertad y aplastan la disidencia a mayor gloria del Mercado omnipresente y omnipotente, incluyendo a las dos potencias, Israel e Irán, que supuesta y espectacularmente posan como enemigos antagónicos cuando no son sino las dos caras de la misma moneda autoritaria, teocrática, nacionalista y capitalista, por mucho que una se diga «demócrata occidental», y la otra presuma de «democracia islámica». La única esperanza germina y crece entre sus respectivos sediciosos, y en su convergencia hoy improbable y remota pero no imposible: los Anarquistas contra el Muro y los desertores de la guerra que en Israel denuncian la cínica demagogia asesina de Netanyahu, las jóvenes y los insurrectos que en Irán desafían la barbarie clerical en nombre de la mujer, la vida y la libertad. Y por supuesto, los palestinos que por todos los medios resisten a la opresión y la muerte, sin privarse empero de criticar la más que discutible estrategia de los dirigentes de Hamás y sus crímenes y exacciones, a pesar de arriesgase a una doble y fatal represión.

Porque lo mismo pensamos de los movimientos de liberación nacional y/o religiosa cuyos medios se corresponden exactamente con sus fines, incluyendo para empezar los que aplican a su propio pueblo al que nunca se le pregunta su opinión ni sus deseos, por mucho que sea comprensible que ese mismo pueblo pueda cerrar filas tras su bandera por pura desesperación y rabia ante el genocidio perpetrado por un sionismo racista y neocolonial que, presa de una paranoia securitaria que ha roto y burlado cualquier freno moral o excusa plausible, se ha entregado definitivamente a las peores fantasías del profético destino manifiesto y el sagrado espacio vital. Pero insistimos en que sólo se podrá encontrar una solución, aun imperfecta y precaria, cuando se produzca una transformación revolucionaria regional y global hacia una confederación antiestatal de comunas árabes e israelíes emancipadas tanto de la economía espectacular como del espectáculo religioso, como ya apunta la experiencia kurda en Rojava a pesar de su imperfección y precariedad. Por muy maximalista, ilusa y utópica que pueda parecer ahora mismo tal deseo y esperanza, en plena noche opaca del siglo donde nos debatimos a ciegas, buscando la anhelada puerta de salida (y de clausura) de las ideologías y religiones muertas y mortíferas, y la utopía que puede y debe tender a ser real siempre que recuerde las nobles experiencias revolucionarias que nos precedieron, si no olvida las amargas lecciones de la Historia y sus promesas traicionadas.

Pero aunque las contingencias existan como Grandes Transparentes donde todo será otra vez, por ahora el optimismo anticipatorio tiene que velar sus armas inactuales, dejando su puesto a la organización del pesimismo que la urgencia del desastre actual reclama y exige. En medio de este horror, los cadáveres de niños etiquetados como terroristas ponen en evidencia los principios del “orden internacional basado en unas normas”. En Israel y en todo el mundo, los partidarios de la sed de sangre apocalíptica se encarnizan hasta el delirio frenético, tanto los que pretenden justificarse con una elucubración teológica como los que esgrimen un sofisma laico, mientras que se difumina, o mejor dicho pretenden difuminar, el recuerdo de las generosas organizaciones revolucionarias internacionalistas como el movimiento israelí Matzpen, que en los años 60 y 70 denunció el colonialismo sionista desde dentro tendiendo puentes con sus camaradas palestinos, libaneses y argelinos por la revolución proletaria, o el grupo surrealista árabe Le Désir Libertaire, que se atrevió a combatir el nacionalismo panarabista y el fanatismo islamista como problemas y males añadidos a la trágica iniquidad de la ocupación de Palestina y la petrificación y explotación de las sociedades árabes, y nunca su solución.

Por su hipócrita parte, el liberalismo progresista y tecnófilo es un fósil moral en bancarrota que se desmorona y se fusiona cada vez más con el estercolero circundante, y sus huecos pronunciamientos humanitarios se reducen a una alucinación narcisista en el humo del campo de batalla. Una bala que roza la oreja de un obsceno oligarca provoca jadeos en bocas que rezuman la sangre de Gaza, que hacen una pausa entre cráneos roídos para denunciar la «violencia política» en el corazón del principal exportador de violencia del mundo.

Por todo ello, los que todavía pretendan domesticar la poesía, la libertad y el amor al servicio de esta monstruosa civilización capitalista que nos gobierna con números y balas tienen la boca llena de cadáveres. Muy al contrario, y desde la desviación absoluta respecto a semejante cultura servil y tal ideología atroz, seguimos sosteniendo que el espíritu poético debe arder en todas partes si todavía desea y pretende cambiar la vida y transformar el mundo, abrasando como un eros salvaje los endebles simulacros de la nuda vida miserabilista y monitorizada que se nos imponen desde todas partes.

Flores y apoyo a los resistentes, a los que confraternizan, a los desertores y a los que están de duelo, a los que luchan por su vida y a los perseguidos por sus actos de conciencia.

Un saludo a todos los rebeldes que, desde los ecologistas radicales de Soulévements de la terre contra las megabalsas en Francia, a los proletarios y estudiantes de Kenia o Bangladés contra el neoliberalismo y la tiranía, siguen saliendo a las calles y campos para encender una vez más y siempre la llamarada blasfema de la libertad y la revuelta, luz negra que devora y abole la iluminación artificial e inhumana de la ridícula antorcha olímpica de Macron I el Represor y del siniestro incendio de los pogromos fascistas.

¡No comeremos de ese pan! Seguiremos, sí, la estrella que enarbola la tormenta, que fecundará el barrio demolido de los insaciados, que depositará en todas las calles la promesa del hielo rojo del trance: un común idioma confín.
 
Primeras firmas:
Magdalena Benavente, Jay Blackwood, Richard Burke, Susan Burke, Doug Campbell, Steven Cline, Neil Coombs, Mohsen ElBelasy, Alice Farley, Brandon Freels, Esther Holbrook, Stuart Inman, Ghadah Kamal, Renay Kerkman, Taya King, Unruh Lee, Ryan McCarthy, David Nadeau, Jaime Alfaro Ngwazi, Flores Nunes Jr, Daniel O’Reilly, Marianna O’Reilly, Gregorio Parades, Pierre Petiot, Matthew Presti, Marco Rivera, Penelope Rosemont, Mark Rosenzweig, Veronica Cabanillas Samaniego, James Sebor, LaDonna Smith, Darren Thomas, Andrew Torch, Beth E. Wilson, Craig S. Wilson, Dada Zilch.

Cooperativa Surrealista Chrysopoeia.

Grupo Surrealista del Medio Oeste y del Norte de África.

Por el Grupo surrealista de Madrid: Manuel Crespo, Andrés Devesa, Vicente Gutiérrez Escudero, Javier Gálvez, Lurdes Martínez, Noé Ortega, Jesús García Rodríguez, Jose Manuel Rojo.
                                                                     ***
El 1 de agosto de 2024 recibimos el borrador de una Declaración Surrealista Internacional sobre y contra las guerras del capital, en concreto la intolerable masacre de Gaza a manos del ejército israelí y su lúgubre mesías, propuesta por los camaradas estadounidenses Ryan McCarthy, Mark Rosenzweig y Craig S. Wilson en nombre del colectivo Surrealist Revolution. No dudamos en sumarnos colaborando sustancialmente en su redacción, proceso lento y complejo que se alargó mucho más tiempo del conveniente al ser necesario discutir, armonizar y aprobar el texto definitivo, cuya versión en inglés es más breve y resumida que la que aquí ofrecemos por las exigencias y servidumbres de la traducción.

Por razones análogas, y porque no se pretendía abordar un análisis o estudio exhaustivo, se ha renunciado a añadir nuevas consideraciones sobre la invasión israelí de Líbano o la caída de la sangrienta tiranía de Bashar Al Assad en Siria, acontecimientos que nada bueno presagian en tanto responden a la misma y criminal lógica geopolítica imperialista y sectaria que ha engendrado tanto dolor, espanto e iniquidad, y que por ello mismo en poco o nada nos obligarían a corregir o matizar las principales reflexiones y pronunciamientos del texto, tanto críticos como utopistas, más allá de sus aspectos más coyunturales.

Por último, no nos hacemos ninguna ilusión, aunque sí todo el deseo que ningún realismo capitalista, ningún miserabilismo religioso, racista o nacionalista nos podrá arrebatar jamás, sobre el alcance, repercusión y sobre todo eficacia de esta Declaración, asumiendo los límites, limitaciones, incoherencias obvias, arbitrariedades infundadas, errores garrafales y simples lugares comunes que pudiera lastrar su discurso y significado, por lo demás inevitables al abordar una cuestión tan sangrante y dolorosa como compleja.

Pero quien calla otorga, y también olvida, y el terror criminal de ayer engendra el de mañana. Y tamaño colaboracionismo, semejante amnesia cómplice, tal silencio reveladoramente culpable, tampoco son los nuestros.

Porque la voz del idioma confín puede equivocar su palabra y su oráculo, y se equivoca, pero solo lo hace total e irremisiblemente cuando no se pronuncia.

Grupo surrealista de Madrid

lunes, 18 de noviembre de 2024

Sobre la catástrofe capitalista en Valencia

Publicaciones en la cuenta de La Torre Magnética (Grupo Surrealista de Madrid)
Noviembre de 2024

02/11/2024

¡No pasará!, decían los desarrollistas.

¡No pasará!, gritaban los tecnófilos por las calles.

¡No pasará!, se oía a todas horas del Tiempo del Progreso y la Economía.

Por informes, artículos, papers, simposios, programas electorales, cumbres gubernamentales, radios, televisores, redes y tuits con expertas voces miserables.

Pues ya ha pasao: ya habéis pasado. Y pasará una y otra vez.

¡Os tomamos la palabra infecta, la superchería culpable! No le echaremos esta vez (toda) la culpa al cambio climático. Ni a sus avatares pánicos, se llamen DANA, ciclogénesis explosiva, bomba meteorológica, Gloria, Filomena.

El peligro viene por alto: y por debajo, desde muy cerca, en lo inmediato.

Se llama ecocidio, deforestación, urbanismo frenético, lepra del hormigón, servilismo a la turistificación triunfante, mórbida y mortífera, que acapara el agua y roe la playa; se llama artificialización de ríos, vegas, barrancos, ramblas, y todo lo que se asemeje a lo que un día fue Naturaleza, más o menos humanizada, en mayor o menor armonía. Se llama exterioricidio.

Se llama esclavismo salarial y prepotencia señorial, pues el siervo de la masa desclasada no puede abandonar el feudo empresarial ni aunque se hunda la tierra, y se abra el cielo en canal, y el diluvio anegue la vida frágil y el trabajo mal pagado que no sirve a fin de mes.

Se llama soberbia criminal de una clase política que se cree sus propias mentiras cínicas, necias y atávicas, y nada hace porque nunca pasa nada, o todo lo fía al milagro tecnológico con su panoplia salvífica de infraestructuras reslientemente suicidas, satélites ebrios, drones perdidos, sensores apagados y simulaciones matemáticas y digitales que si alguna vez se parecen a la realidad sensible y palpitante es por mera coincidencia.

Se llama capitalismo industrial.


02/11/2024

Dice la lúgubre apparatchik impía que “no vamos a permitir que las familias de las víctimas se acerquen a la Morgue”. A velar a sus muertos, a llorar la riada arrolladora e incontenible de las más negras lágrimas.

Y remacha el siniestro y máximo jerarca, pidiendo a los voluntarios que “vuelvan a sus casas porque pueden colapsar vías que necesitan nuestros efectivos”. Porque el Colapso soy Yo. Y después de mí, el Diluvio. Por lo que “no descartamos en las próximas horas medidas restrictivas adicionales”.

¿Cómo, cómo lo haréis?

¿Levantando muros y alambradas, desatando la jauría de los antidisturbios, pilotando drones asesinos como en Gaza?

El Estado no solo esclaviza, explota y mata, sino que, como la Gran Hiena, como el Vampiro, se encarniza hozando sus cadáveres porque también la muerte es suya, y antes y siempre del Mercado: como la vida.

Pero la vida, decía Voltairine de Cleyre, “la Vida exige vivir, y la Propiedad le niega su libertad de vivir; y la Vida no se someterá. Y no se debería someter”.

¡Y no se someterá!

Cuidado burócratas del gobierno, mucha atención, esclavistas de la Economía: ¡un día volveremos!


02/11/2024

¿Dónde vais, oh peregrinos? ¿Qué os convoca?

Contra el mar vertical y enloquecido que ha escupido la Naturaleza violentada, se alza otra ola inesperada que, como ya pasó en la Galicia del Prestige, se levanta entre la muerte física y espiritual y vuelve a la vida, para llevar el consuelo y la ayuda, tal vez torpe, ingenua y confusa, a los lugares donde crepita el fuego insoportable del dolor y la injusticia: donde esperan los insaciados.

Y no. No es una estampida de una película de zombis: es que han dejado de serlo aun en el brevísimo y cegador instante y resplandor que se llama solidaridad.

Y no, no van al futbol, ni a los stalags donde se oficia la misa negra de la mercancía, ni al festival musical que subvencionan todas las marcas de nuestra miseria y sometimiento: porque esta vez el espectáculo se apaga, y se enciende la presencia, la intensidad, la verdadera vida.

Y no. No solo ni necesariamente responden cual perros amaestrados a ningún silbato de la campaña institucional, el meme prefabricado, la consigna partidista o teledirigida: es que, como la poesía, la libertad y el amor, la espontaneidad existe, y el apoyo mutuo, y la autogestión de la llamarada pasional que abrasa nuestros corazones y precede a la acción.

Abandonar la ciudad siquiera por un día para hundirse en el barro y tocar la tierra y abrazar el dolor a pleno cielo trágico y verdadero, unirse a los desconocidos hasta forjar el egrégoro aún efímero, no esperar órdenes, desobedecerlas y burlarse de ellas, enarbolar las viejas herramientas olvidadas de aquel tiempo perdido en que fuimos campesinos, redescubrir la fraternidad en un mundo desalmado, tentar el milagro comunal: esta es la imagen visionaria del sueño que despierta a la conciencia, este es el Gran Transparente que comunica con la otra parte, este es el mito nuevo, tal es la poesía necesaria esta mañana.

Y de mañana.

Tan frágil, tan delicada…


02/11/2024

Solo el pueblo salva al pueblo.

Lo que sucede es que no lo sabe todavía, y cuando lo descubre no extrae todas sus consecuencias. Poder, ¿dónde está tu victoria? En la ignorancia y la indiferencia que creas y contagias. Por eso no quieres que nadie se eche a las calles.

Porque el nigromante es débil, la realidad implacable, el deseo todopoderoso, y sus sicarios pocos y nosaltres muchos. Y la pala que quita el barro, utilizada con garbo y determinación, bien podría cortar cabezas. Por eso ahora sacan al ejército a pasear, y pretenden domesticar y recuperar la espontaneidad y el gesto generoso con el pretexto de la coordinación.

Cuando la dominación se prepara para maquillar las cicatrices que ella misma desgarra, y se sugiere, todavía con la boca pequeña y eufemismos de novolengua, imponer un “estado de excepción climático”, ecologista por supuesto; cuando se deslizan ominosas alusiones a los futuros ejércitos del trabajo disciplinario que dirigidos por el gobierno esclarecido tendrán que reparar los destrozos medioambientales del capital pues no queda más remedio, y suministrar la energía que el declive de los combustibles fósiles augura en pos de un agónico ciclo de crecimiento económico, verde por supuestísimo; cuando se difama la libertad caprichosa, las subjetividades ingobernables y/o echadas a perder, y la autonomía irresponsable y veleidosa que suele tender hacia el socialismo salvaje de la Comuna en cuanto se la deja a su aire, desde tantos ángulos del tablero ideológico incluyendo los que se sientan a la izquierda de Dios Estado…no podemos desdeñar, ¡no podemos despreciar!, la más mínima señal de vida otra que todavía late, tiembla y titubea bajo tanto odio, aislamiento, terror y anomia.

Y que se manifiesta por puro libre arbitrio: porque se lo pide el cuerpo y porque le place.

Lo que no cancela ni suspende el rigor de la razón crítica, la elucidación teórica, el análisis necesariamente severo: siempre que se enraíce en lo sensible, solo si no se aleja del deseo.

Una belleza terrible ha nacido. Tan frágil, tan delicada: tan incompleta e insuficiente. Durará tanto como dura el tiempo de las cerezas.

Pero volverá. Volverán. Volveremos.


04/11/2024

“La Unión Europea debe elevar la capacidad de respuesta de los ciudadanos ante un escenario de crisis grave o guerra. El objetivo es que los hogares sean capaces de afrontar todo tipo de emergencias con programas educativos especiales, incluso incorporándolos en los currículos de enseñanza, y otras medidas extraordinarias”.

Dice el informe que Ursula von der Leyen, la Gran Sátrapa de la UE, ha encargado a sus mandarines.

Estamos de acuerdo. Solo que nos dan asco sus “currículos de enseñanza” que desertifican la inteligencia y asfixian lo imaginario, y aún más pavor sus “medidas extraordinarias” que lo extraordinario propiamente dicho, donde y cuando, como en el huracán, tal vez se pueda encontrar el camino tortuoso que transforma el mundo y lleva a la verdadera vida: «miedo de la muerte, tú das a la vida su valor. Miedo del futuro, tú das un sentido a la salud, a la riqueza», invocaba Pierre Mabille en “El espejo de lo maravilloso”, pues hay veces que «el hombre implora el diluvio salvador, el ángel del exterminio, el espíritu ansía una razón de tales cataclismos, y la encuentra en la necesidad de borrar el mal, de renovar y mejorar el mundo».

Si encontramos ese camino, esa necesidad, ese destino.

Y así Rebecca Solnit especula en “Un paraíso en el infierno” sobre las “extraordinarias comunidades que surgen en el desastre”, y que se enfrentan al mismo fuera y muchas veces contra el Estado que las gestiona y la Economía que las crea; y el colectivo Out of the Woods afila esta apuesta en “Comunismo de desastre y otros textos contra la catástrofe capitalista”, alertando de sus inevitables y previsibles límites (que no fronteras infranqueables): apoliticismo inofensivo y conformista, neurosis del paréntesis que se abre en la catástrofe y se cierra cuando la “normalidad” vuelve, cooptación, recuperación, infiltración indeseable, realismo colaboracionista.

Sí: necesitamos nuevas enseñanzas que unir a las que ofrece la vida inmediata, y medidas extraordinarias.

¡Las nuestras!


06/11/2024

Mientras tanto, un prócer, un mecenas, uno de esos hombres que en España lo hace todo y todo lo hace en España, babea insultos a quienes le piden cuentas por haber retenido a sus trabajadores en su tripalium cuando la tormenta arreciaba. Como siguen haciendo los de su misma calaña después y más allá de la inundación, aunque la incertidumbre reine y el duelo arrecie, pues la acumulación de valor debe continuar y si el trabajo no nos hace libres lo hará la muerte.

Mientras tanto, un grupo de voluntarios se planta y se niega a limpiar los establos de la mercancía de un centro comercial cualquiera, allí donde es indiscutiblemente mejor y más sensato custodiar y velar sus pecios arruinados por el agua y el barro antes que repartirlos concediéndoles un postrer e inédito valor de uso a quien más lo necesita, porque “estamos aquí para ayudar a la gente”: porque cuando las mercancías mueren, las personas despiertan.

Mientras tanto, las palas todavía no cortan cabezas pero aprenden a lanzar la inmundicia a la cara de los inmundos, aunque todavía se cometa el error garrafal de seguir haciendo distingos según el abolengo de cada jerarca o el color de su correa, y se toleren turbios compañeros de viaje hacia la ninguna parte del fascismo.

Que ocupan el espacio que no les pertenece y que consustancialmente les repele, porque quizás lo hemos abandonado.

Pues se diría que no solo ya no sabemos desear, sino tampoco odiar a quienes se lo merecen ahora durante la DANA y siempre.

Y entonces desembarcan los especialistas del resentimiento para desorientar la brújula del odio hacia la nada inofensiva que amortigua la rabia y esteriliza el conflicto, hacia la política inane, o hacia los chivos expiatorios que este siglo descompuesto y trastornado ansía para purgar sus propios pecados, y exorcizar su miedo y su delirio.

Mientras transijamos. Mientras nos conformemos. Mientras reine el realismo y el sentido común de la común tiranía tiranice al deseo.

¡Mientras tanto!


06/11/2024

Mientras tanto el apoyo mutuo del pueblo sigue salvando al pueblo a duras penas improvisadas, pues aunque quiera no puede todo lo que quiere porque no tiene ni dirige los medios materiales y las herramientas imprescindibles que precisamente ha creado, producido y pagado con su sudor y con su sangre.

Minucia banal de base que obvian los juglares, pajes y escuderos más progresistas del Estado, que se lanzan a señalar al lobo ultraderechista bajo la piel de plexiglás del pueblo populista, esa entelequia que siempre hay que disolver, y elegir otro en su errado lugar lunático y licántropo, y volver a disolverlo tantas veces como sean necesarias.

Es que tras abandonar la bandera de la libertad, la libertad única e indivisible que nunca amaron, porque tampoco saben ni imaginan cómo defenderla y menos aún reinventarla, tras dejarse arrebatar la vieja y venerable insignia libertaria que les sobra y molesta, ahora entregan la rama dorada y la varita mágica del apoyo mutuo libre y pasionalmente ejercido a sus mayores enemigos.

Pues como nos recuerda el colectivo Heura Negra, “la función histórica del fascismo siempre ha sido copiar el lenguaje revolucionario para intoxicar, manipular y mentir con el objetivo de proteger los poderosos “. Y criticar, ¡sí, criticar! “un Estado podrido, corrupto y negligente que, ante una tragedia que se podía haber evitado, incluso envía al rey a pasear rodeado de policías, no es ser de extrema derecha (...) es ser conscientes del abandono institucional".

Pero al parecer “si el Estado no aparece el problema lo tiene la izquierda”.

En efecto: el problema lo tiene esta izquierda. Así llamada. Esa que, como aclaran los compas del Grupo Barbaria, coincide con la dominación en la misma fobia: “no pueden soportar ver cómo en los pueblos y ciudades la gente se organiza para satisfacer sus necesidades sin esperar a que el Estado haya dado la voz de mando”.

Mientras tanto el Invierno no solo se acerca sino que ha llegado, y cómo y con qué intenciones.

Pero entonces, ¿puede estar muy lejos la Primavera?

Solo si sabemos, solo si deseamos.

¡Mientras tanto!

El pueblo que avasalla a otro forja sus propias cadenas

Declaración de EMANCIPACIÓN ante la escalada bélica mundial

28/10/2024

La guerra interestatal entre Rusia y Ucrania desatada el 24/2/2022 tras la invasión rusa de territorio ucraniano, así como la masacre del pueblo palestino que lleva a cabo el Estado de Israel tras una incursión del grupo Hamas en territorio israelí el 7/10/2023, acentúan la dinámica hacia una nueva guerra mundial. En efecto, la guerra ruso-ucraniana y la masacre palestina perpetrada por Israel expresan la exacerbación de una larvada guerra comercial entre Estados que —valga la redundancia— viene exacerbándose en los últimos años.

Es alrededor de estos dos conflictos situados en Europa y Asia que la maquinaria —y la economía— de guerra se perfecciona en distintos países del mundo. No obstante, otros conflictos militares y tensiones prebélicas alimentan la dinámica de conflagración global —y expresan disputas por el “reparto económico” del mercado mundial—, desde guerras civiles (Sudán, Yemen) hasta fricciones diplomáticas entre Estados (China con relación a Taiwán, por caso), pasando por situaciones de agazapada lucha interestatal y/o de clases (la querella entre Venezuela y Guyana por el Esequibo, territorio rico en hidrocarburos y minerales; el despliegue de armas y tropas estadounidenses en zonas cercanas a Filipinas e Israel; los gritos aún mudos que se escuchan en la región de los Balcanes, sobre todo en Kosovo y Bosnia-Herzegovina; etcétera).

Mientras tanto, la clase dominante de cada país —que domina en su respectivo Estado— propaga la conciliación de clases por medio del nacionalismo, sea éste de carácter ofensivo (expansionismo territorial) o defensivo (“autodeterminación del pueblo”, “liberación nacional”, “guerra justa”).

Frente a este panorama bélico que de seguir desarrollándose a los proletarios de todo el mundo nos traerá más penurias económicas y mayor control social, desde EMANCIPACIØN oponemos el internacionalismo de la clase obrera a todo nacionalismo, sea éste “palestino”, “ucraniano”, etc. Como lo explicitó Karl Marx en su crítica al programa de Gotha (1875) del Arbeiterpartei alemán:

La clase obrera, para poder luchar, tiene que organizarse como clase en su propio país, ya que éste es el escenario inmediato de su lucha. En este sentido, su lucha de clases es nacional, no por su contenido sino, como dice el Manifiesto Comunista, “por su forma”. Pero “el marco del Estado nacional de hoy”, por ejemplo del imperio alemán, se halla a su vez, económicamente, “dentro del marco” del mercado mundial y, políticamente, “dentro del marco” de un sistema de Estados. Cualquier comerciante sabe que el comercio alemán es, al mismo tiempo, comercio exterior, y la grandeza del señor Bismarck reside precisamente en algún tipo de política internacional. ¿Y a qué reduce su internacionalismo el Partido Obrero Alemán? A la conciencia de que el resultado de sus aspiraciones “será la confraternización internacional de los pueblos”, una frase tomada de la burguesa Liga por la Paz y la Libertad que se quiere hacer pasar como equivalente de la confraternización internacional de las clases obreras en su lucha común contra las clases dominantes y sus gobiernos.

En el sentido de la crítica marxiana recién expuesta, hoy día el conjunto de la clase obrera, a su vez atizada por los sindicatos y las distintas izquierdas del Capital (como la del Arbeiterpartei alemán de 1875) que actúan en los diversos Estados, no sólo no lucha abiertamente contra las clases dominantes y sus gobiernos sino que integra (o simpatiza con) alguno de los bandos burgueses en contienda, ya sea “anti” o “pro” ruso, ucraniano, israelí, palestino, etc.; ya sea “en defensa de la paz”, “en defensa de la democracia”, “contra el totalitarismo”, “contra la barbarie”, etc.

Ante el militarismo creciente, el proletariado debe sacudirse y responder de manera unívoca como la clase universal que es. En cada país debemos oponer la guerra de clases a la guerra interestatal-capitalista que pretende usarnos como carne de cañón. Lejos de la “liberación nacional” y de la “defensa de la democracia”, debemos librar en todos los países una guerra contra el Capital y el Estado para emanciparnos de la esclavitud asalariada y conformar una comuna internacional sin clases sociales. Con este fin, la clase obrera no debe sucumbir ante la campaña bélica de las clases dominantes y sus gobiernos: en el frente de guerra debe liberarse del mando castrense, sea desertando masivamente, sea volteando las armas contra los opresores militares y confraternizando con sus hermanos de clase que del otro lado de la barricada defienden los intereses de la burguesía nacional antagonista; en la retaguardia, saboteando el esfuerzo “patriótico” de guerra por todos los medios posibles.

Conscientes de la debilidad de nuestra fuerza política y convencidos de que la unión hace la fuerza, hacemos un llamado a las organizaciones que acuerden con los siguientes puntos a coordinar acciones y debates contra la guerra:

1. La clase trabajadora, que constituye la inmensa mayoría de la humanidad, es la víctima principal en todo conflicto bélico. Es ella la que con su esfuerzo “patriótico” padece la carestía de vida y el control social que se profundizan durante cualquier guerra interestatal-capitalista.

2. Tanto la “defensa” como la “liberación” nacional significan luchar y morir por los intereses de una facción “nacional” de la clase capitalista en desmedro de otra. En el contexto de una guerra, no significa sino matar a (o ser matado por) otras personas de la clase obrera en favor del poder económico y político de la clase capitalista que la explota y oprime.

3. El nacionalismo y la democracia son utilizados como razones morales por la clase capitalista de cada Estado para inculcar a sus trabajadores la movilización para la guerra, justificando así la militarización de la sociedad civil. El proletariado no debe olvidar que la máquina de guerra se lubrica con su propia sangre, músculo y cerebro, es decir: por medio de la extracción de plusvalía.

4. El modo de producción capitalista se sostiene gracias a las guerras periódicas que tienen por fin la perpetuación de la valorización del valor, de ahí que la confraternización internacional de la clase obrera imposibilitaría las guerras entre naciones si se abolen las relaciones sociales Capital y Estado. Al mismo tiempo, la “paz militar” capitalista significa mantener la “paz social” entre clases sociales antagónicas. De ahí que el pacifismo alimente la maquinaria social de dominación y explotación que no cuestiona. Si se detienen la explotación y dominación, cesan las guerras militar y social del Capital y el Estado.

5. Durante la guerra se impulsan las violaciones de mujeres adultas y niñas, la limpieza étnica y el genocidio; se profundizan la pobreza y la falta de vivienda; abundan los traumas mentales y las mutilaciones corporales; se devasta la naturaleza y proliferan enfermedades. La guerra, expresión extrema de las periódicas crisis capitalistas, acrecienta el horror en el que vivimos cotidianamente en tiempos de “paz”. Se trata de acabar no sólo con la guerra que produce muerte y destrucción sino con la paz de los cementerios. Se trata de enterrar el capitalismo para que nazca el comunismo.

Estos cinco puntos, considerados como plataforma ideológica para la constitución de un comité regional contra la guerra que intervenga en la lucha de clases, serán girados a distintos grupos políticos: oportunamente publicaremos las respuestas obtenidas.


Trabajadores del mundo, ¡uníos!

¡Ni guerra entre pueblos ni paz entre clases!

¡Abajo las guerras del Capital!

¡Arriba la revolución comunista en todo el mundo!