viernes, 19 de junio de 2020

Mórficos


Agustín Guillamón
Barcelona, 16 de junio de 2020


Desde mediados de marzo hasta primeros de abril de 2020 era habitual la entrada relámpago del Jefe Médico en la sala del hospital, señalando con su índice a los pacientes de mayor edad, gruñendo incansable: ¡mórfico, mórfico y mórfico!, y así hasta el hastío.

Tal orden significaba que la enfermera debía aplicar a cada uno de los así sentenciados un chute de morfina que, en pocas horas, liberara camas y material para otros pacientes, con mayores probabilidades de supervivencia.

Morían como ratas, solos y sin acompañamiento familiar, sedados hasta la muerte, sin previo aviso, porque el único criterio válido era el beneficio que se obtenía con su fallecimiento: liberar recursos escasos. Políticos o verdugos usaban así la palabra “beneficio”, en referencia a los pacientes entregados al horror y la indignidad porque tenían que recuperar, en horas, las camas perdidas en los últimos años con tantos recortes.

Enfermeras rotas y jefes divinos, con el poder de negar la vida y dar la muerte.

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Las residencias de ancianos, no preparadas médicamente y sin recursos sanitarios adecuados, veían cómo, día a día, anciano a anciano, se rechazaba sus solicitudes de traslado urgente. Que los aislaran y les dejaran morir. Sin visitas de familiares, sin apenas tratamiento alguno, demasiado caro para nada. Como moscas. Eso sí, ¡en la mejor Sanidad del mundo!, como decía el tarambana covidiota de turno, con irresponsabilidades políticas ilimitadas. Las residencias de mayores fueron abandonadas a su suerte, pésimamente gestionadas por las autoridades responsables, desde Ayuso a Iglesias y Torras, que la incompetencia no diferencia colores ni ideas.

Cuidadores rotos, políticos ineficaces y crueldad innecesaria.

Ayuso lanzó una circular invitando a la selección de los pacientes que debían admitirse en los hospitales, señalando el beneficio que suponía no derivar a los de mayor edad. Y se burlaba de todos nosotros, vivos y muertos, con una sesión fotográfica en la que posaba como mater dolorosa. Indecente e intolerable: nos toman por rebaños. ¿Cómo sigue ahí la tal Ayuso, sin una dimisión inmediata, aunque solo fuera por dignidad propia?

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Hubo veinte manifestantes que fueron detenidos por su participación en las acciones que, el 15 de junio de 2011, querían rodear el Parlament, para evitar una sesión parlamentaria convocada para aprobar unos brutales recortes educativos y sanitarios.

Alguno lleva más de dos años en la cárcel. La razón: oponerse al debilitamiento del sistema sanitario, que iba a provocar esa situación de escasez de camas y recursos que en 2020 ha provocado el espanto de esas condenas a muerte, sin más criterio que el de la edad. Han muerto casi 20.000 ancianos, siete de cada diez víctimas de la pandemia en España.

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En la primera quincena de junio Artur Mas, responsable de esos históricos recortes sanitarios en Cataluña, ha ido a felicitar el 90 aniversario del confeso delincuente y estafador Jordi Pujol que, mediante una mafia familiar impune, protegida por el aparato estatal y del partido, se dedicó a saquear el país catalán durante 23 años. Con el dinero robado por esa mafia no hubieran sido necesario tales recortes sanitarios del 2012, que en 2020 nos habían dejado un debilitadísimo sistema sanitario. Confunden la patria con su patrimonio.

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Hay un hilo directo entre la impunidad del clan mafioso de los Pujol, o los Millet, y la debilidad de la Sanidad catalana y la falta de camas y recursos. Hay un hilo directo que relaciona al ciudadano, preso en la manifestación que intentó rodear el Parlament, para evitar UNOS RECORTES EDUCATIVOS Y SANITARIOS SOCIALMENTE SUICIDAS, con la impunidad de un Artur Mas al que no se piden responsabilidades por su política de recortes. ¿Cuántos quirófanos y cuántas camas de hospital podrían haber sido creadas con los tres mil millones saqueados por el clan de los Pujol? ¿Cuántos mórficos se hubieran salvado sin los recortes de Artur Mas?

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La crueldad vivida en estos últimos meses es más propia de Auschwitz que de una Barcelona por fin descontaminada y libre, sin coches y sin turistas. ¡Tanto inepto metido a irresponsable político nos costará muy caro! ¡Tanto salvapatrias ladrón ya nos ha salido muy caro!

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Pero ahora sabemos que, si hay una segunda oleada, será peor, y que todos podemos ser declarados mórficos, mientras dejemos impunes a los Ayuso, a los Pujol, a los Mas, a los Iglesias y al Doctor Mengele.

Algún día alguien impartirá justicia, o no, y sabrá diferenciar entre profesionales, entregados a salvar a sus semejantes con riesgo de su propia vida, sin apenas medios, con sueldos miserables y contratos precarios y esos sádicos jefazos que despachaban etiquetas de mórficos a diestro y siniestro, sin denunciar nunca las carencias del sistema sanitario, ni plantarse ante políticos criminales y ociosos para cantarles las cuarenta… quizás porque les debían cargos y obediencia y sumisión, o subvenciones a la medicina privada.

La barbarie avanza impunemente entre corruptos, terroristas e incompetentes.

A finales de febrero de 2020 se suspendió el Mobile por decisión de las empresas participantes, en contra del criterio de la alcaldesa de Barcelona (señora Colau) y del presidente de la Generalidad (señor Torra, el vicario nombrado a dedo por el vicario nombrado a dedo por el señor Mas), que sólo veían las pérdidas económicas que ello suponía, sin prever en ningún momento las consecuencias del contagio para la salud de los barceloneses.

Y esos mismos inútiles, incapaces de prever lo previsible, que ya estaba en Italia, son quienes han de gestionar la desescalada y la recuperación económica. Y solo se les ocurre un plan Renove para promover la venta de coches, o promocionar un turismo de masas que ya es imposible e indeseable. El dinero europeo se repartirá en la tómbola de las multinacionales y nadie se acordará de reforzar sanidad y educación.

¡Que nos pillen confesados! Eso que tendremos de ventaja, antes de que alguno de esos covidiotas, disfrazados de autoridad pública y provisto de una coartada de asesoramiento científico nos declaren mórficos y prescindibles. Al menos, ya confesados, nos ganaremos el cielo; que el infierno ya lo hemos sufrido en las ucis y en las residencias de mayores.

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