martes, 3 de mayo de 2022

1ro de Mayo contra la normalidad capitalista

La Caldera
01/05/2022; Buenos Aires

Cuando pisé este lugar por primera vez
sólo deseaba aquella nómina gris del día diez.
Para concederme algún consuelo tardío
Para ello me encadeno a mi esquina y a mis palabras.
Renuncio a faltar, renuncio a enfermar, renuncio a las
faltas por asuntos personales.
Renuncio a llegar tarde, renuncio a irme temprano.
(Fragmento de "Me duermo incluso estando de pie" de Xun Lizhi)

En vísperas de otro 1ro de mayo, del consabido día del trabajador/a y sus consiguientes conmemoraciones, queremos compartir algunas palabras sobre la situación de quienes estamos obligadxs a vender nuestra fuerza de trabajo.  

En la región argentina los salarios han perdido entre un cuarto y un quinto de su valor con respecto a 2018;  las estadísticas que señalan esto no hacen más que confirmar lo que comprobamos diariamente al intentar adquirir lo necesario para vivir y ver que cuesta (y nos cuesta) cada vez más.

El empleo escasea y es cada vez más precario, esta realidad general nos fuerza a aceptar las cada vez más miserables condiciones que imponen quienes nos contratan, trabajando por sueldos de miseria, hasta cuando estamos enfermxs. Nuestro modo de vida se ha precarizado no solo material sino también socialmente, porque repercute en nuestra salud mental al abocarnos exclusivamente a la supervivencia; convivir con el exceso de trabajo, con no encontrar uno, con siquiera poder consumir aquello que producimos ni eso que llamamos “tiempo libre”.

No es mejor la situación de quienes subsisten fuera del mercado formal de trabajo que, igual que el resto, están atadxs a los vaivenes de la economía. Comprobamos que, sea cual sea la manera en la que trabajamos (contratadxs, de manera informal, de manera autogestionada, subcontratadxs o subsidiadxs por la institución estatal), lo que recibimos a cambio es siempre lo mismo: correr detrás del dinero, entregando nuestro tiempo de vida a cambio de una promesa de progreso que nunca llega.

Por lo tanto, siguen vigentes las preguntas:  ¿Para qué y quién trabajamos? ¿Para nosotrxs o para alimentar una carrera insensata que genera ganancias de las que no participamos más allá de lo básico para nuestra supervivencia? Sabemos que abolir esta realidad es improbable hoy en estas condiciones:  trabajamos porque no nos queda otra opción y no importa que huyamos a zonas rurales o pretendamos vivir al margen, las relaciones mercantiles rigen hoy la cotidianeidad de nuestras vidas.

A pesar de este sombrío panorama, no todo es normalidad capitalista: ayer y hoy, con avances y retrocesos, aciertos y errores, ha existido y persiste una lucha contra esta dominación y el "sentido común" que se nos ha impuesto. Un rechazo que nos reencuentra con nuestra fuerza colectiva, que a veces sacude ciudades y gobiernos y a veces se muestra en pequeños gestos, pero que a la vez urge mantener vivo, porque sólo desde este rechazo generalizado y expandido contra lo que nos somete y el deseo profundo de otra cosa podemos encarnar la superación de este momento histórico.

No creemos que solamente nuestro rol de portadores de fuerza de trabajo explotable (o de reserva) encarne un rol que puede dar lugar a la revolución social; creemos que, desde la comunidad humana organizada en contradicción a la comunidad del capital, podremos superar y anular esta realidad . Sabemos que somos más que bestias destinadas a mover la desquiciada maquinaria capitalista y tenemos toda la confianza en las capacidades creadoras y realizadoras de la humanidad.

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