lunes, 30 de marzo de 2020

Covid-19: homicidio del capital

Barbaria
29 de marzo de 2020

Personas confinadas, hospitales y UCIs que no dan abasto, residencias convertidas en morgues; fábricas de cerveza o de motores de avión abiertas, obras nuevas en calles vacías, jardineros en los parques, transportes públicos llenos de trabajadores; militares que vigilan, guardias civiles que detienen y ponen multas, policías que hacen redadas a inmigrantes en las plazas…

Estos días asistimos a una aceleración de nuestros tiempos históricos. El coronavirus no inventa nada, es una pandemia causada por la lógica del capital, y que a su vez acelera la crisis sistémica del capitalismo. Nos parece importante hacer un pequeño balance de la catástrofe que estamos viviendo.

Lo que preocupa a todos los gobiernos es la salud de la economía nacional y no la de las personas. Por eso al inicio todos banalizaron el virus, decían que en abril todo el mundo se habría olvidado de él, insistían en seguir con la vida normal: la de la producción y circulación mercantil, la de los trabajos y los consumos, la de manifestaciones como el 8M o la de eventos futbolísticos. Todo va bien en el reino de la mercancía, nos decía Ada Colau cuando insistía en celebrar el Mobile World Congress.

Los gobiernos solo toman medidas cuando se encuentran desbordados, desde Pedro Sánchez a Conte, de Xi Jinping a Boris Johnson e incluso Donald Trump. Lo que les mueve no es la salud de las personas sino la preocupación de que la expansión del virus quiebre la producción y circulación de las mercancías. Lo que les preocupa es que arrastre su mundo, el mundo del capital, a un colapso inmediato por la muerte de millones de personas. Por eso el gobierno de España no detiene algunos sectores de la producción hasta que se contabilizan más de 6.000 muertos oficiales (El País, nada sospechoso de anticapitalismo, reconoce que los muertos reales son muy superiores). Y, por supuesto, habrá que devolver la jornada laboral a las empresas hasta la última gota de nuestra sangre.

Gobierne quien gobierne, todos actúan del mismo modo, con las mismas preocupaciones y objetivos: defensa de la economía nacional, presencia policial y militar en las calles para frenar las previsibles revueltas sociales, despidos colectivos, créditos a las empresas y otras medidas en las que todas las facciones políticas coinciden. Reina el estado de alarma, los móviles son geolozalizados para controlar nuestros movimientos, los policías en la calle ponen más de 180.000 multas y hay casi 1.600 detenidos en el Estado español. Todo esto bajo el gobierno democrático del PSOE y Podemos y no de los presuntos fascistas de Vox. No hay mal absoluto dentro del capitalismo: el mal absoluto es el capitalismo. Todos los partidos no son sino gestores de la catástrofe capitalista: no hay mal menor por el que votar.

Es importante entender estas lecciones de cara al futuro. No solo ante la catástrofe humana que estamos sufriendo, mucho más mortífera en Nou Barris que en Sarria, en Vallecas que en La Moraleja, sino a la que está por venir. No estamos todos en el mismo barco. Ensalzan al personal sanitario al mismo tiempo que lo tratan como carne de cañón para que se infecte sin medios de protección. Salvan la economía nacional y el funcionamiento de las empresas a costa de un endeudamiento masivo por parte del Estado. Endeudamiento que se verá acompañado de una caída brutal del PIB en los próximos meses y que habrá que pagar en forma de subidas de impuestos, intereses de la deuda, recortes masivos de salarios y despidos. El futuro inmediato es el de una agudización de la crisis del capitalismo, el de la aceleración de una catástrofe que vendrá de la mano de revueltas y rebeliones masivas como las de 2019. Como las que se intuyen en los trabajadores que se niegan a continuar su producción de muerte en las fábricas italianas, españolas, brasileñas o norteamericanas.

Vivimos tiempos históricos y en tiempos históricos es importante tomar determinaciones históricas. El futuro ya está escrito, y será el de una lucha a vida o muerte, un conflicto de clase, un combate de especie, entre la humanidad y el capital. Preparémonos con claridad y determinación.

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