martes, 26 de mayo de 2020

[España] Coronavirus, una gestión

Anónimo.
2 de mayo de 2020
Extraído de https://sindominio.net/etcetera

Nunca hemos hablado tan bien, tan acertadamente del Estado como ahora hablando tan mal acerca de su gestión de la llegada letal del coronavirus. Las palabras que acompañan su gestión de la pandemia -declaraciones, ruedas de prensa, entrevistas, informativos- exhiben un desconocimiento e improvisación culpables.

La inutilidad vivida del Estado llega al límite en la actual gestión de la pandemia. A falta de verdad sobre el coronavirus, viene el discurso mediático y cuando el discurso no aguanta llega la mentira.

Mentira sobre sus causas, naturales dicen, cuando son históricas, fruto de nuestra sociedad tecnocapitalista: industrialización de la cadena alimenticia, gran movilidad, destrucción del medio ambiente, cambio climático... Mentira sobre el Estado asistencial, el mejor del mundo decían y que ha resultado insuficiente, siendo nosotros, la gente, los que, en muchos casos, nos hemos hecho cargo del daño y sufrimiento ajeno.

Mentira sobre la apuesta del gobierno catalán por la salud del “pueblo de Cataluña” aún en contra de la Economía, llamando a la “huelga general”: discurso de dos días pues pronto acuden a las órdenes de la razón económica, para convertirlo en un lookcaut parcial. Huelga general y lookcaut confundidos. Mentira cuando alardean tener el pueblo más responsable y obediente, cumpliendo a rajatabla la orden de “quedarse en casa” y luego la multa viene a cerrar este idilio. Y, por si fuera poco, nos piden la delación del vecino.

¿Qué nos quieren? Nos quieren sumisos, obedientes y, los que no sobramos, nos quieren productores, productores de plusvalía, productores de valor, activos colaboradores en la reproducción social. Pues esta es la finalidad del sistema que aún nos rige: sistema de producción de mercancías, que intenta convertir todo en mercancía, en este caso, tanto al virus como a la vacuna.

Probar nuevas formas de organización del trabajo (trabajo en casa), nuevas formas de movilidad, nuevas formas de consumo, nuevas formas de control... pero sobre todo probar nuestra resistencia, nuestro grado de sumisión.

El negocio del miedo

Difícil entender la rapidez con que una orden de confinamiento dada por un gobierno que, por otra parte, no nos merece ninguna credibilidad pueda ser tan inmediatamente secundada, sin discusión alguna. Aparece el miedo. “El miedo es el mensaje” escribíamos, ingenuos, por las paredes hace unos años. Ingenuos, pues poco podíamos imaginar lo acertado de su verdad pocos años después, ahora con el desenlace de la pandemia. Con el miedo consiguen ponernos en fila (como en fila nos poníamos de pequeños a la voz gritona del maestro). Con el miedo hacen que el otro sea alguien a evitar como posible transmisor del coronavirus, virus que ataca lo más central de nuestra condición humana, nuestro ser social.

Miedo que se convertirá en negocio para algunos - todo el ámbito de la producción entorno a la vigilancia y a la represión -; en aceptación de las condiciones de trabajo y las condiciones de vida para la mayoría.

La sociedad que viene

Leemos el futuro como porvenir, por venir a modificar este mundo a nuestro favor, rechazando la nueva normalidad que garantiza la continuación de lo que hay. Futuro que estamos construyendo hoy, con el impulso de las redes solidarias en este difícil Estado de alarma, con el ejercicio de la ayuda mutua y la solidaridad. Solidaridad no retórica, como retórica es hoy, igual que la democracia, en boca de cualquier gobierno. “La nostra arma és la solidaritat” no es algo retórico, no es solamente nuestro grito en las “manis”, es nuestra forma de relacionarnos.

En este confuso confinamiento hemos reactualizado la crítica al trabajo y la crítica al actual modelo productivo, la crítica al consumo consumista, hemos vivido una ciudad sin polución, sin coches... No queremos, ya des-confinados, en todo esto volver atrás; queremos que la actual excepción sea la regla. Aprovechemos esta situación de crisis de la relación social capitalista para levantar un mundo a nuestra manera, sin que sea el dinero el que lo mueva y el Estado el que lo garantice, continuando con la lucha por la autonomía, por la auto-organización, para construir otra relación social, ya no capitalista.

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